domingo, 31 de octubre de 2010

JUAN ANDRÉS GARCÍA ROMÁN [1.671]


JUAN ANDRÉS GARCÍA ROMÁN

Juan Andrés García Román (Granada, 1979) es un poeta, traductor y crítico literario español. Es licenciado en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y Doctor por la Universidad de Granada. Su poesía ha sido parcialmente traducida al italiano, inglés y búlgaro y ha sido recogida en diversas antologías de poesía actual


Ha dedicado su Período de Investigación Titulada a la poetisa Ingeborg Bachmann con el trabajo Entre el silencio y la utopía del lenguaje: aproximación a la concepción poetológica de Ingeborg Bachmann .


Fue miembro en septiembre de 2009 del taller de traducción literaria La Manzana Poética que organiza la Universidad de Córdoba bajo la supervisión de Francisco Gálvez y Bern Dietz, que este año estará dedicado a poesía alemana contemporánea y contará con las presencias de MONIKA RINCK e JAN WAGNER. El objetivo de este encuentro de una semana de traducción es la publicación, con los resultados de las reuniones, de un volumen antológico de la obra de cada uno de los autores invitados.

Ha publicado artículos críticos y reseñas en diversas revistas como Quimera, Turia, El Maquinista de la Generación, La Estafeta del Viento, Paraíso o Azul.
Y ha publicado poemas en las revistas Salina, Turia, Barcarola, Extramuros, Paraíso, Salamandria , Prima Littera, Ayvelar.

En breve, otoño del 2009, vera la aparición su traducción y edición crítica de la novela vanguardista de CARL EINSTEIN Bebuquin o Los diletantes del milagro en la editorial madrileña Antonio Machado Libros, Colección Acuarela, así como la del ensayo Lo grotesco de Wolfgang Kayser, también para Antonio Machado Libros.


Poesía

Querido jinete azul, no volveré a escribir cartas tan tristes (Accésit del Premio de Poesía Artífice 2002), Loja: Ed. Proemio,2002.
Perdida Latitud (VII Premio de poesía joven Antonio Carvajal), Madrid: Hiperión, 2004.
Soledad que da al mar (XI Premio de Poesía Villa de Peligros 2004), Granada: Diputación, 2004.
Las canciones de Lázaro (Premio Florentino Pérez-Embid), Madrid: Rialp, 2005.
Launa, Madrid: Biblioteca Nueva, 2006.
El fósforo astillado (XL Premio de Poesía Hermanos Argensola), Barcelona: DVD Ediciones, 2008.
La adoración, Barcelona: DVD Ediciones, 2011.

Traducciones (selección)

Mitsou, historia de un gato; Cartas a un joven pintor, de Rainer Maria Rilke / Balthus, Madrid: Artemisa, 2006.
Poemas a la noche y otra poesía póstuma y dispersa, de Rainer Maria Rilke, Barcelona: DVD Ediciones, 2008.
Poemas no escritos = Ungeschribene gedichte, de Arne Rautenberg, Lucena: Juan de Mairena Editores, 2009.
Las elegías, de Friedrich Hölderlin, Barcelona: DVD Ediciones, 2009.
Lo grotesco: su realización en literatura y pintura, de Wolfgang Kayser, Madrid: Antonio Machado Libros, 2010.
Bebuquin o Los diletantes del milagro, de Carl Einstein, Madrid: Antonio Machado Libros, 2011.



MIRADA DISTRAÍDA (ZERSTREUTES HINAUSSCHAUEN)

Para Juan E. Wilhelmi


I (En un tren hacia Klagenfurt, estación de Hallein, aledaños de Salzburgo)

Mediodía, pero el copo cae en el copo.
Un cuervo vuela a la escritura de la palabra marzo -Hallein-;
sus alas en la nieve abren y cierran las puertas de los bosques.

Quién hay, quién vive aquí, ya sin otro destino
que la mirada allende el acebal,
quién vive aquí

y qué vamos a hacer en estos días de primavera
con la nieve en el ala más temprana.
Continúa el trayecto y la pupila, viejo néctar de mirlos y verano
se licúa en la nieve, también sin esperanza.

II

Escucha, tiene nombre:
por eso es roja y ocre y amarilla
esta pluma
clavada así en mitad del invierno,
como una semilla:

ha hecho un ligero hueco entre la nieve,
la ha derretido a fuerza de color
y de forma.


ESPACIO DE TIEMPO (fragmento)


con los ojos cerrados,
con los ojos como tragados
Rilke

(… …)

Mira la luz: quiere barrer bajo las alfombras y los párpados,
está buscando su fondo dentro de ti, quiere cerrar su elipse,
jugar a morderse la cola como los perros tontos.
La luz blanca es la única cosa capaz de penetrar sin romper el himen de tu muerte:
eso que los poetas del XVI con sus gorgueras llamaban «el velo mortal».

No temas, el instinto es un avecilla que, aunque vuele,
está atada con un cordel al índice: un globo o un anillo,
un precioso juguete victoriano.
¿Un telón dices? ¿Un fondo? ¿No dijiste que tus poemas estaban ciegos?
Pero mi sensibilidad es de un solo uso —he contestado,
deberíamos tener un corazón de belcro y colocarlo sobre el pecho
como los espadachines que se entrenan,
esconder en el bolsillo de la camisa un as de corazones.
El himen de tu muerte...

Porque, en realidad, estás pensando en el alcohólico con cara de
ángel en la estación.
Sí, llevaba un jersey de mujer,
tenía un carro de la compra y blandía un paraguas.
Parecía un caballero andante. Él era don Quijote y el carrito su Sancho.
El mendigo estaba en el suelo cubierto de radiografías.
Le hablaba a su tumor, decía: Ah golondrino, golondrino,
cierro los ojos mucho y te veo,
cierro los ojos con todas mis fuerzas,
pongo los ojos «como tragados», como decía el poeta, y te veo:
estás en mi interior, entre el matorral de mis costillas o quizás más abajo y
contemplas desde dentro cómo mi ano sale y se pone cada día
como si fuese un astro, la luna.
¡Ah golondrino, golondrino mío!

Hazme un favor: olvida hoy los extremos, el origen.
Tú lo dices: despegarse la herida como una pegatina.
Los boxeadores se hacen extirpar el tabique nasal:
es lo que la poesía debiera hacer con las mayúsculas.
¿Qué hemos venido a ver?
Los basares del arco iris hundiéndose en el humus repleto de lombrices.
Y mira allí:
el horizonte se rompe como una tabla que quiebra un karateka.
Las copas de los árboles son ruedas espirales:
unas empiezan donde acaban otras,
iguales a esos tornos cilíndricos con oración escrita de los templos budistas,
los que hay que hacer girar pasándoles la mano.
Arráncales la verticalidad a los árboles, haz como con las estrellas,
tira del humus como de un mantel y que los árboles se queden
de pie como copas, como excepciones. La estructura que regresa,
lo contrario de un estado, la estructura de una excepción. Algo
que no exista, pero tampoco que muera: algo que no nazca.

No las raíces que unen los árboles al suelo, sino la horizontalidad
sin límites.
La verdadera raíz de un árbol son sus pájaros, su procesionaria, sus
plagas, el esqueleto sacado afuera como guirnalda.
Eso es: ¡una guirnalda fotófoba!

Ves los coches pasar, las ambulancias...
¿Puedes dejar de hablar ya de la muerte?
Entonces, quítales la verticalidad, como a los árboles y como a las
estrellas.
Y las ambulancias se quedarán, sí,
pero lo harán en un nuevo logrado silencio,
una intransitividad.
Despega la ambulancia del papel de calco del alma.
Quieren perder lo que las sustenta, su idea en nosotros, aquello que
nos hiere.
Porque ése es nuestro tiempo. Y la felicidad, la muerte, la tristeza:
todos los grandes conceptos o temas quisieran irse y dejar a solas la
mirada,
desaparecer.
No, no, tampoco desaparecer, en realidad
subirse, como los testículos de los niños.

(de El fósforo astillado, 2008)



CAPÍTULO OO. DEL NACIMIENTO DE LA MELANCOLÍA.

para Laura

She's my Coney Island Baby
Tom Waits


I

Arrimo mi hombro a tu cuerpo para que “también por mí” vayan las hormigas.
-Eso dijiste. Así fue tu principio, no brotaste
de la costilla de neón rosa de Adán,
sino que naciste de mí como una extrema solidaridad.

Pronto estábamos en la mañana como un grupo que hace tai chi en un parque.
Nuestros cuerpos eran sencillos
y realizábamos movimientos repetitivos para obtener un alma.


II

Se celebró tu infancia
y yo quise llegar al fondo de “aquello”
colocándome una acreditación de poeta para entrar.
Los poetas éramos un grupo de académicos
que no habían terminado los estudios
y por eso en lugar de pajarita llevábamos una larva debajo de la nuez.
En aquellos tiempos ser moderno consistía netamente en la ironía.
(Por ejemplo si algo nos dolía o hacía mucho daño
procurábamos siempre aún así sonreír.)
Y tú fuiste el objeto
-Dear little you, I'm so sorrowful sorry,
culpable como un viento de primavera en una flor de plástico-:

Nos pintamos los labios y comenzamos
a besar tus cuadernos escolares tan sólo con el labio superior,
sellando así tu inocencia con algo parecido a un bigote.

Yo le hablé con crueldad
a la niña que eras. Dije -Snow White,
hoy vas a oír un cuento de verdad:
Cuando la princesa besó al sapo, éste se convirtió en un príncipe,
cuando la princesa besó al príncipe, éste se convirtió en dos príncipes
y cuando la princesa besó azorada a los dos príncipes,
todos juntos se convirtieron en un solo muerto.

Te dije que los terremotos eran el modo que tenía Dios
para mecer las cunas de los huérfanos.

Porque andaba mothertheless por el mundo y te regalé versos que te hicieron llorar.
Pero tampoco tu llanto podía hacerme abdicar de mi nueva mirada deportiva:
en nuestra institución había un pinball
y yo te pregunté: -Y cuando las lágrimas
atraviesan tu rostro
y pasan justo sobre tus lunares... ¿recibes puntos?,
dime, Snow White...

Pero Snow White no me dejó continuar.
Snow White me cogió de la mano y me enseñó a
escribir versos cuyo ancho era irregular como los cuerpos de las lombrices,
a pintarle de rojo las uñas a la mano de oro del viejo llamador si era verano
o vestirla de un guante si hacía frío.

Snow White me llevó
al mediodía de un mar cubierto de infinitos y rojos bombos chinos.
Y cuando un día de marzo se derritió la nieve de la calle,
Snow White me enseñó la calavera del muñeco de nieve.
Snow White me dijo que la mujer con las dos piernas ortopédicas era una sirena.
Porque Snow White era una niña que decía ¡Dios salve a la reina del panal! antes de comerse la cucharada de miel.

Y cuando los pájaros veían a Snow White, decían lindascosaslindascosas.

Snow White, Snow White, the little men have come to say littleiloveyou.


PER CÁPITA


El primer rey era deforme;
nació con una protuberancia sobre el cráneo que llamaron corona,
pero esa deformidad le confirió mucho poder.
Ésa fue la única corona de hueso, la única auténtica corona:
una sola corona de verdad en toda la historia de los hombres.
A partir de entonces, el resto de reyes simulaban la deformidad
con coronas de arcilla acero oro.




Ramo mixto    (La novia)

Los poetas románticos lanzan
miradas oblicuas a sus obras póstumas,
sus cartas se rozan en el buzón
como caricias en
el dorso de las manos;
no les acaba el tórax en abdomen
sino en un fino tallo
que se une a otros tallos
dentro de un anillo.

En los bolsillos de su chaqueta
se busca la mano de Napoleón.
Los poetas románticos
tienen cocido el pelo y sus ojos
picotean la esquina de las gafas
como en una pecera. Sin duda
prefieren la luz zombi del atardecer,
que es la hora en que toman la pluma
y escriben las soflamas
contra sus archienemigos de un poco más abajo,
los poetas que hablan de flores
(y a los que la boca les huele a agua de jarrón).

Lo que los poetas románticos no saben
es que ellos mismos,
y los otros también, son flores secas
de un ramo en una alcoba de viuda,
y que el capullo que no ha abierto
y en cuya cabeza depositan todas sus esperanzas
estilísticas, nunca va a abrir,
que el cosquilleo de la brisa
es sólo el rumbo de una mosca en la nuca.

No lo saben, pero lo sabrán
esta misma noche,
cuando la viuda salga a la chirriante puerta
y los coloque, junto a otros trastos,
bajo las estrellas que no paran
de crecer.



E l  b u r g u é s  g e n t i l h o m b r e l o b o
( I n c l u y e  u n a  p e q u e ñ a  h i s t o r i a  d e  e s t a  c l a s e  s o c i a l )

Eres feo,
tienes siete cabezas oscilando
en el aire y en todas
el mismo
sueño perverso.

Eres feo, cuestión de proporciones
o decoro, no sé, pero no te integrabas.
Lo recuerdo, te ibas
disimuladamente aparte
y te ponías muy serio como el niño
que va a hacerse la caca.

Entonces, comenzabas a pintar
la pared de la cueva
(Mamut-mamut-ut-pictura-poiesis).
Echabas mano de tus colecciones
-vidrio, cerámica, marroquinería-,
tendías tu trapo

y en ésas te pilló el Gran Diluvio
y te pusiste empapado.
Aunque más bien es como
si te hubiera caído un crecepelo
porque a partir de entonces
te salió un fino vello en la nariz, la frente,
el dorso de las manos.
-Y en otros sitios donde ya tenías,
la región inguinal, se hizo aún más espeso;
pelos más gordos nunca se habían visto;

de la barbilla lo que te salían
eran patas de escarabajo,
y te las rasurabas a nivel
ayudándote con un colador-.

A finales del siglo XIX
te colocaste un tornado a modo de chistera.
Mas no sirvió de nada.
Nunca fuiste más feo,
has ido desechando elementos
de tu naturaleza
humana, te han salido
tentáculos con uñas de plomo y eres polioftálmico.

Además, pones huevos -Platón, Mercurio, Venus-
y los haces rodar por la vía láctea
a que el sol los incube
y te dé una progenie galáctica y tremenda.

Aunque si feo eres tú, más fea es tu novia,
toda de astracán y con un collar de perlas
que se le ríe en el cuello
como branquia con dientes.

Qué quieres de nosotros, dímelo,
y por qué pones cara -¿es una cara?-
de enhebrar una aguja o de ir a silbar…
¿Qué te propones? ¿Vas
a poner otro huevo?

Pones blancos los ojos
y tu aullido retumba en las lunas metálicas.



Réquiem y fuga muy lejos

Cuando mañana me despierte y no vea
la cama de mi hermano
paralela a la mía como un signo de igual
ni su cuerpo en ella como un parterre
ni su rostro y sus gafas como flor de ese parterre,

cuando las plantas de nuestros pies ya no señalen el amanecer.

Cuando mañana me levante
y me saquen sangre en una sala blanca para siempre,
cuando me pongan una pulsera de goma
y al final del brazo del sillón
se cierre un puño y se abra una mano
como soltando algo o como
tomando prestado algo al Señor.

Cuando mañana me levante temprano para ir al colegio,
pero a mi pupitre se haya sentado la muerte niña.

O cuando el mediodía se descalabre
con sombra espesa de torre
un día y otro y otro
y en la huida introduzca la cabeza en la soga,
pero el resto del cuerpo no me quepa
y me quede colgando del cielo

y contemplando

la cabeza del cuerpo del Señor,
las rodillas del cuerpo del Señor,
el corazón del cuerpo del Señor.

Cuando mañana me levante
pero la luna podrida tenga un gusano,
cuando llueva tanto que se me encharque
el pulmón y, entalleciendo en él, la primavera,
como un grano de mijo que lleva al crecer su cáscara,
me impulse junto a mis maestros viejos,
los que echaron la rama de un bastón
y murieron goteando en las cátedras
de un colegio futuro

y un recreo de niños albinos y felices.



El muchacho piadoso y su fervor interior

 Para Katie

Mi padre abría su ventana a un cuervo
que venía de noche,
empollaba en sus testículos
y, antes de clarear, se deslizaba
entre los abetos y las estrellas,
estrellas que eran siempre en su opinión:
“las puntas asomando de los clavos
con los que al otro lado se sujetan
los dorados iconos, el cielo”.

Fui concebido entonces
y al crecer me encerré en esta capilla
donde un cáliz refleja
el mundo tal cual es: oscuridad,
sí, sí, qué oscuridad, hay más miseria aquí
que gloria en ningún sitio.

Monjas llenas de hormigas, crepúsculo giboso
y un bosque de tocones o un vértigo de anillos
que preguntan al cielo como ondas radiofónicas:
Dinos, cielo, qué tiene, qué le pasa al muchacho,
por qué nació tan feo y sin alegría.

Oh frente mía rectilínea,
perfecta para apoyar en una vidriera
hasta que la noche caiga,
evoque la luna y la envuelva con párpados
para que mi única novia,
la del rostro ascendente,
no me abandone.

Ya ni recordar puedo
la vieja primavera.
Mas para qué,
si de sus eclosiones y sus larvas
emergían seres siempre más informes.

Siento a las cucarachas poblar los entresijos
que separan mis días unos de otros.
Cosquillean
al mover las antenas
preguntándose: Qué puede tener
el muchacho, por qué nació tan feo
y sin curiosidad.

Pero hoy, cuando oscurezca
y ellas se acerquen como cada noche
desde el pasado, algo las detendrá.
Mirarán extrañadas
y, subiéndose a lomos unas de otras,
avistarán al fin cómo se alza
del postrer de mis días,
un íntimo y coloso resplandor.

(Vuelos de cuervos reflejados en un cáliz.)

Mi cremación junto a un bosque marchito
habrá causado un fuego que será
mayor que el Sol,
más puro que la Tierra.



Mes de febrero de un solo día

Tlan-tlán tlan-tlán la campana
gira como la falda
de una mujer mecánica, llamando
a sus gallos mecánicos,

que se vuelven para ver
cómo el cielo se ha puesto color ponche.

Porque las tardes ya se notan,
las nubes sacan pecho
por todas sus esquinas
y ¡¡Brrhhhmmm!! cuatro relámpagos
le dan al cielo forma de alambrada.

Un niño herrumbroso entonces
te pide que lo lleves a su casa y
te enseña la ramita
que tïene por brazo.

¡Ay cómo está raquítica y sin hojas!
Pero eso va cambiar. La primavera
-como un abrigo caro
que se ha puesto de pie porque lo aplauden-
está ya de camino. Bhrrrhrrrp eructa

el campo de cebada
y la noche -un tapete
sobre una jaula- ciérnese
encima de las casas, del castillo

en el que el bisabuelo
reza junto a la cama,
apaga la palmatoria
que flota sola en el aire

y se tumba y bosteza y
se muere y bosteza.




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