Anzhelina Polonskaya nació en Malakhovka, Moscú, Rusia. Escribe poesía desde los 18 años. Durante algunos periodos de tiempo ha vivido en latinoamérica. Tres de sus libros de poesía publicados: Svetoch Moy Nebesny (My Heavenlike Torch, 1993); Verses (Moscow Writer Publishing House, 1998) y The Sky in the Eyes of a Rank and File (1999), libro presentado en octubre del mismo año durante el 1er. Festival Internacional de Poesía en Moscú. Sus poemas han aparecido en publicaciones como Moskovsky Konsomoletz, Argument and Facts, Gorodskoye Review, entre otras. Patinadora de hielo, ha dejado de lado sus patines para entregarse plenamente a la literatura. Desde 1998 es miembro de la Unión de Escritores de Moscú.
Poemas de Anzhelina Polonskaya
Canción de los héroes caídos
Fríos cuartos de barraca, y las caídas de sol hace tiempo se volvieron lagópedos.
Sobretodo de tristeza, gris, aparentemente pegado a nuestras espaldas.
Barbas de agreste matorral no pueden hacer maduros nuestros jóvenes rostros.
La nieve llena de grava no hiela los dedos desnudos.
La luz de luna tras nosotros como un ojo en el sudario de la muerte
Rompiendo el brillo salado, coronas se hunden entre el mar.
Descargas de recuerdos, como lágrimas de chicas fieles.
Las manos del tiempo ennegrecen blasfemamente las rubicundas mejillas.
Campos de arcilla roja acariciarán nuestras frentes surcadas.
Almas en revuelta, nosotros mismos nos esforzaremos por fijarnos en bronce.
Las noches estarán coloreadas con nuestra sangre vertida.
La piedad que seca pozos no puede resucitar al sol.
De todos los dioses nuestro favorito era Morfeo.
Pechos con balas aplastadas, marchamos formados entre el futuro.
¿Nosotros quiénes somos? Trofeos tomados de la vida por la guerra.
Pero no estaremos más tiempo aquí, ni estaremos de regreso.
Septiembre 11, 2001
Despierto y bebo en el tejido transparente del agua.
Mi cabeza oscila a los lados como un tallo de cebada,
Está arrugado el dobladillo de mi falda, las ventanas son amor espiritual
como bocas secas listas a chupar el cosmos
entre mi cama, digan, ¿adónde puedo escapar?
La silla parece muerta, como una tortuga torturada,
con los pies estirados en el aire, una daga en el corazón,
leo sobre el pelotón de ejecución que mató a un rey,
un rey cuyo pueblo, se mofó de él a causa de palabras
que serían más tarde valoradas y aún enlodadas por el abuso.
Mas entonces, exhalando hedor, ellos gritaron: ¡Levántate!
Y sus sedas escarlatas fueron rotas por el hierro.
*
Camino hacia la ventana-tus ojos están muertos,
porque han estado inmersos de adentro y ávidamente ebrios de afuera
Tus ojos son como un banco de arena, como abrasados pastos de la estepa,
así que camina adelante al final, y atrae a los otros con un gesto.
Recuérdales lo que significa vivir sin encender un fuego,
sin reconocer las sombras del mediodía
o empapando sus rostros entre una aurora sangrienta. Pero no,
ellos retrocedieron cuando tú viniste,
porque no eras tú, no. Era yo-apenas un rumor.
Escucha los corazones romperse: desde las negras fauces
ciegamente yo desgarré otros dos
más exhaustos, ¡pero si la loca
pasión tuviera ojos y pudiera ver!
Así que encima de las pestañas, encima de las cabezas, encima y a lo largo... Tu mirada muerta se helaría, y muy adelante la descalza noche afeminada y un campo llano, calmo como un mar de vidrio.
La pasión
Colgamos una bandera blanca de la casa -la querella terminó.
Masticábamos porquería. Con nuestros dedos hacíamos añicos las copas de cristal
de las cuales acabábamos de beber líquido color azul vitriolo, y entonces
renunciábamos el uno al otro. Eventualmente
la atmósfera se hizo insoportablemente sofocante,
pero desviar la mirada habría significado convertirse en ciego.
Un invitado dijo de repente: "¡Dios qué espléndido!" mirándola ya a ella
mirando ya al montado
pez que alguien había colocado bajo el vidrio.
¡Aquellos invitados! Hoy te reconocen, mañana no se apercibirán de tu
existencia. Pero darán garrote a un pez arponeado, repitiendo
"la vida fatal. La vida."
Traducciones de Rafael Patiño
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