miércoles, 30 de noviembre de 2011

CARMEN IRIONDO [5.248]


CARMEN IRIONDO

Nace en Buenos Aires, Argentina. Vive en Mar del Plata desde 1972 hasta 1982, obteniendo el título de Licenciada en Psicología en la Universidad Nacional de esa ciudad en 1976.

Trabaja como psicoanalista en forma privada desde el año 1976 hasta el presente, asistiendo también a jornadas y congresos efectuados en la Argentina. Trabaja en distintas instituciones hospitalarias y psiquiátricas, asiste a seminarios de formación post-grado y escribe artículos y columnas referentes a su profesión en revistas de actualidad.

En 1977 obtiene su título de profesora de Danza Clásica y Moderna expedido por el Instituto Superior de Danzas "Beatriz Schariber", Mar del Plata. Integra en este tiempo el Coro Universitario de Mar del Plata dirigido por Horacio Lanci.

Desde el año 1982 al año 1986 estudia teatro con Augusto Fernández, en Buenos Aires. Participa en tres largometrajes y dos cortometrajes.

Es autora de las letras e intérprete de los temas del Compact Disc "Me da la Gana", editado en 1994.

En 1998 viaja a los Estados Unidos, convocada por la "Montclair State University" para leer su propia poesía traducida al inglés ante alumnos y profesores de la institución.

En la actualidad, continúa con su trabajo como psicoanalista y escribe sus próximos libros.

Premios:

- Finalista en el 4° Concurso Nacional de Poesía. (Tandil, 1995)
- Foro Cultural del Centro Médico de Mar del Plata. (Mar del Plata, 1998)
- Seleccionada en el Premio Municipal de Literatura "Osvaldo Soriano"
(Mar del Plata, 1999)

Publicó: 

Casa propia (1988)
Rara vez (1995) 
La niña pandereta (1997) 
Por el miedo te digo (2000) 
Egle y Suertes Virgilianas (2002) 
Syl  & Ted (2003) 
Animalitos del Cielo y del Infierno (2004) 
Prosas de dormida (2005) 
Vuelo de fiebre (2007) 
Llamando al picaflor por el nombre de pila (2009) 
Seamos nieve (2010) 
El rock de los limbos (2011) 
Syl & Ted edición bilingüe traducción de Rolando Costa Picazo Tilinga (2012) 
Animalitos del Cielo del Infierno y del Mar (2014) 
El carro de las letras (2015)

Pueden contactar con la autora en carmeniriondo@interlink.com.ar
O bien visitar su excelente página en www.carmeniriondo.com





SELECCIÓN DE POEMAS


CARA

Cara cara:
sendero salpicado
de pisadas
en la suela de tus ojos.
Hay círculos de encierro
y comisuras sabias.
Hay surcos socavados
en los tensos hoyuelos
del sembradío lábil
de azarosa simiente
centenaria.

Cara cara:
anochece tu párpado
la cuna bamboleante
y húmeda.
Bañada
con rocío de pestañas
mansas.
Viento de menarcas
barre la tersura
sin huella de la playa.
Hay olas gestuales
que desgastan la rompiente
espuma en tu mirar
anciano.

Cara, cara:
necesita de yeso
tu fachada
y de ilustre
tu pálida medalla.
Y de escultor que alise
tu constractura,
cara.



VIRGEN DE INVIERNO

Desflorada
cede y concede la membrana
ténue de la histeria.

De roces, ausencias,
gotas y mitades
se entrega,
se llama.

Desvirga cristales
su maledicencia.

Arranca los pétalos
que asombran su esencia
y encienden su verso.

Desflorada.
Primera.
Terca.
Mansa.
Entumecida.

Da rienda a la eterna
ilusión
despedida.



MADRE

Mi madre me dejó en herencia
un canasto de amor, para que diera.
Un conejito blanco, una arvejilla,
una bombilla, un mate, una tetera.

Me dejó entre trastos y papeles
un manual de instrucciones
incompleto.
Un rompecabezas grande,
un juego de ajedrez,
un escarmiento.

También un beso dulce,
un estropajo
para limpiar su llanto.
Un corrector de ojeras,
una manta
y una mirada triste
como nunca vi ojos
en la tierra.

Me dejó armas de veras
para que viva, luche y la recuerde.

Pero olvidó dejarme
de apurada nomás.
la llave del tesoro
y la clave del secreto.


CUIDADO

no te lleves los dedos a la boca ni los codos comiendo
los apoyes querida no te sientes torcida con el pelo
en la sopa ponte vincha una cinta no mastiques con
ruido si a la falda le falta cubrir con adecuada tela hazle
caso a tu abuela no olvidarse del agua un traguito despacio
sin el ruido que traga con la mano derecha la cuchara
a la boca no al revés que es pecado mortal que los niños
pobres que son pobres no comen y tu dejas lo mejor en el
plato hay enfermos y parias que no duermen por hambre
no te muerdas las uñas cuando te hablan los grandes no
te toques no escuches no respires no hables no les vayas
a dar el gusto de contarles son visitas de envidia que critican
por rabia y no quiero mas lágrimas sobre el budín del aire
ni me gusta que cuando diga Flaubert o Beethoven cantes
o te distraigas no hay que ser tan obtusa ni ser malas
palabras para qué habré gastado montañas de plata el
colegio debería haberte mejorado no te suenes en público
la nariz despelada ni les cuentes que escribes poesía ten
cuidado ten mucho cuidado




TE VA MIMAR LA MISMA MARGARITA

No temas te lo digo yo que soy vos
y que conozco la frazada de la cripta
te tapa con el calor de la arena soleada
te va a mimar la misma margarita
te cubre con el musgo de acariciados tallos
y si aún hay cosquillas por el miedo te digo
yo que soy vos y que pasé por tierra mi estertor
te va a mimar la misma margarita silvestre
familiar del rocío
por si la sed despierta.



LUNES I

Sobre el colchón grumoso como sopa de sémola
un día sabemos que el amor se muere.
Que la conífera muestra frente al patio una rama
de oro asomado, una estrella marchita.
De arriba abajo así mata el amor,
los besos de ceniza y el polvo de mentiras.
Se arruga la piel como roca de luna
y la mortaja vira al tenue lila



LUNES II

Húmeda aún por el beso que le dieras
reniego de tu verso y de tu boca
mientras las filas largas de soldaditos verdes
desfilan por mi vientre repitiendo
los himnos, la guerra.

El resto es la mujer. A medias, triturada,
sellada por la barra del portón de madera,
cruzada sin cruzar la fosa del castillo
donde se estancan de frío cocodrilos
abiertos, inflados por el gas imaginario




LABORES

Una brizna de hilo, eso soy cuando tiemblo,
me sorprende mi voz. Hilillo que se enhebra
en pasados remotos y cose el dobladillo con
puntadas en cruz. No sé pedirle al paño que 
ignore mis pinchazos, o a tus pestañas frágiles
que barran cada punto y limpien el error.
Ama de llaves, pido, no utilices tus dientes
para cortar el largo bordado del adiós.




LABORES II

Como si fuésemos telas a cortar,
géneros, denigrando el vacío
que sólo nosotras podemos atender
con la danza nocturna.
Ambrosía, macedonia, comamos
las palabras para fundir el miedo
a las creencias,
que tengo
que sufro
que me caen
¿que no me cuestan nada?
Se olvidaron de esa bolsa de género
estropeada, rápida y prematura
suelta de puntos justo en el borde.



LABORES III

Teje la salida con saliva nueva
teje la red de tela con ceniza no del muerto
más bien del fuego vivo, el de la lana gris
chamuscada sin querer en la cocina.
Los puntos que se sueltan se escapan
se deshacen se roban el tejido. Bolsa
o vida, dicen y disparan a enlazar los
fantasmas con hebras de trencitas,
de ochos convertidos en tiras de zigzag
Hay que tejer mujeres.
Crochet, arroz, elástico. A dos y cuatro
agujas. En redondo para abrigarte el pie
con esas medias a medias como son las
verdades y abrigar de bufandas los espectros.



ALERGENOS

Me pican las espigas de tu trigo, áspero,
amarillo. Asomaron blandísimos ayer
llorisqueando los pastos de tu infancia.
Una fila de hierba tierna, eterna, mansa
marcha de soldados infinitos muy lejos
se chocan en los surcos de terrones revueltos.
Parecen los alumnos de la escuela hace siglos
dormidos de pie cantando a la bandera blanca.
¿Se morirán de sed antes de empujar la tierra
tus brotes de frágil resistencia?
La luna sin lobo llama a la lluvia aullando
apenas penas.



Poemas de su libro El carro de las letras

El mundo era hace mucho nombres, apellidos, casas numeradas, esquinas. Conocía. Conocíamos el olor del último ladrillo y el color de la vereda tuya. Nuestra. Una nena pensaba al comenzar un viaje: ¿cómo puedo recordar un instante para toda mi vida entera? Pero no sabía aún la existencia de espías en las coronas funerarias. Y miró con fijeza desnuda la vista con sus pupilas láser de intención: una mujer subía a un colectivo, cada pierna se elevaba lentísimo, efecto de cine con sus várices salientes. Asociaba la nena un paseo por el delta, cotidianos meandros, penas, raíces en los bosques que acarician la superficie erosionada del suelo. Las piernas suben sólidas, parecen, nos parecen, fuertes y en una bolsa sobrelleva verdura que asoma por el borde raído de tela también verde en alegre verdor a la altura de su cadera gruesa y mullida. Detalles. El recuerdo de esas piernas reaseguran que estoy y seguís vivo.

*

Trato de explicármelo y reviso las plantas frente a mí para que me consuelen, ellas viven, te lo explico a vos, en el jardín pequeño de mi casa y despiertan desperezándose a distintos horarios. A veces alguna se desvanece por decepciones de primavera, otras veces, otra muere. Intento explicármelo y espero que la llovizna le haga el amor a su vecina con cuidado. ¿Por qué la madre humana abandona a su cría? Conozco a mis perras, mis ovejas, tus yeguas y sus leonas, ellas a veces se comen a sus hijos sin razón. ¿Comulgan? Soy una repetidora del efecto del habla, poeta loca, me gritan. ¿Yo poeta? Apenas deshilvano lo que cosí a la noche.

*

El avestruz esconde su negación bajo el ala torpe. No ve. Pero se desliza por el campo como se mueven los patinadores y salen de películas, de medios de hacernos creer, instantáneas. Patina digo, el avestruz, sin mover su parte superior como un buen bailarín; se desliza y supera enfermedades, cadáveres con vinchas de hambre, abandonos, agujas. Come de todo, no selecciona, come todo brote, todo zapato, no frena ni cierra su pico enardecido, patina, frena, come otra vez, piedritas, marlos de maíz, lombrices, saca la cabeza y mira. Miren al avestruz, está maquillado, los ojos se le rasgan por el viento costero. Fascina esa forma coreográfica con la que dispara al compás de un submundo. Suena, desde el centro cordial de la tierra imaginada y sus golpes.


*

La alegría es sin causa. No sé como decirlo sin mal agradecer, sin ser un perro que trae la sarna de un pasado contagioso; bañados que fueron por amos de generosidad rebosante, después, tan calientes quedaron que siguieron a una perrita de corto pelo rubio. "Ándeme yo caliente", decía Góngora, vos lo decías en voz baja. No sé cómo decirte ni hablar de un sentimiento que simula una ortiga plantada en la garganta.
No te quejes, me quejo, protesto por nada, existente lenguaje el de los tantos otros que van más cómodos con su carrocería de ombligos. Si me odio un rato todas las mañanas, te lo digo y me animo, se me va borrando esa neblina resto del color de la última pesadilla. No puedo obligarme a no soñar.

*

Escapar de la emoción. Coser las cintas de mis zapatillas de punta. Las hago mías esta noche que amenaza lúcida e insomne. Que me encierre el frío dentro de sus rejas. Para tachar la danza gestual que me asalta cuando espía. Para no explotar de amor ante un hijo que simplemente pasa por ahí, camina por mi paso. Rezo a los budas para inventarme una norma. Coser el raso y pincharme los dedos con el aguijón de ganas de bailar. Elásticos para encerrar un tobillo en apariencia vulnerable. Puntadas rítmicas, meditación y búsqueda en el horizonte imaginario. Línea de puntos. Una zapatilla, doler la presión de la madera sobre el dedo gordo, subirse a las puntas y sentir cómo se esconde el ruido real en un piso cansado al final del día.


*

Tengo que poder con la melancolía, modelar de barro una montaña hecha de tiempo, una montaña del color de las uvas moradas. Bailar pisándolas aquella danza macabra que las convierta en vino y paren de sangrar. Así, liviana, esa bebida oscura con gusto a tu madera me hará reír, pensar más leve y menear las caderas. Voy a teñirte con una capa de sangre carmín y vendrás a buscarme en tu caballo enorme. Miren, todos los tristes, cómo salto arriba de sus ancas, con la agilidad de un resorte humano. ¡Qué rápido se abrieron sus permisos! Los dioses me saludan cuando paso, ellos prefieren, ustedes bien lo saben, que estemos distraídos de goce o sentados en bancos de tragedia. Nunca tristes porque sí.



Nota 1

Lugar común: el primer poema. Experiencia primera que me ocurrió en el curso de una fiebre alta. Las fiebres antiguas eran altas, había riesgo de que subieran hasta el tope.
Se curaban en la cama y bajo la inquietud de un torbellino de escalofríos. Se comía puré de zapallo y se sudaba gozando de las sábanas empapadas. Algún paño frío podía colocarse sobre la frente mientras con ignorancia, nos tapaban hasta la nariz para que no tomáramos frío. La fiebre era una amiga perturbadora. Las percepciones se agitaban. En el calor del adormecimiento, me sentía bien y sobre todo, “buena”. La posibilidad de morir exaltaba mi heroísmo.


38.1 ºC

Quisiera que los peligros se conviertan
en fusas pequeñas fusas y notas oscuras,
moscas en la pista de cinco líneas
y al fondo de las almas, otra música.

Que sonara la flauta, agudísimo rezo
para alejar esos monstruos vestidos
en la calle con la ropa bizarra
de este tiempo de morgues en la plaza.

Pero los amos dicen que callar es mejor,
aplanar toda curva del sonido imperfecto
de los gritos calantes en el fondo del miedo.

Y yo quiero esa flauta, mi vieja flauta 
de oro, mis pájaros de infancia chillando
en cada puesta para negar el cielo.

Flauta que salvó la vida de la mujer hermosa,
de una mujer que es hija de la reina de la noche.



36.8 ºC

Trato de que me guste el otoño, pero me pican
los flecos de oro, entrever esas hojas tapizadas
de borlas de cortinados ardidos.

Trato de que me guste el crujir de la tierra,
de la hojarasca muerta debajo de mi pie.

Quiero que me guste porque el color parece
el halo de los ángeles y un árbol se quema
de púrpura con las venas de madera mojadas.

Mientras el cielo ruge claro, lento, sin calor.

Pero me estremece el tenue escalofrío,
me inquieta la caída continua de las hojas.



39.5 ºC

Boca abajo de cara a la playa, la tarde
picada por avispas que flotan en el polvo.

Las ventosas queman, están por desprenderse
con los ruidos del corcho.

Tatuada de hongos morados, de seres extraños
y mensajes redondos: anciana posmoderna
atravesada por las huellas.

Cada ventosa un vaso que baja los grados
de tu tronco caliente, árbol rugoso, corazones
grabados, temas de dictado en la escuela final.



Nota 2

Floto en la desértica cama de mi abuela. La cabecera está tapizada en una tela viejísima de terciopelo morado. Ondea esa mancha de sangre espesa en mi mirada de agua. Los escalofríos me sobresaltan.
- ¡Ay! -gimo.
Mientras respiro con dificultad imagino mis labios rojos que se agrietan.
- ¡Abuela! -llamo asustada.
No viene nadie y el silencio me distrae un instante en el mareo. El corazón lleva el ritmo adentro de mis orejas, fluísh, fluísh, fluísh.



Locura Cordis (39.5 ºC)

Su corazón, tu corazón anárquico dispara
detrás de un buen remedio: raíces de nenúfar,
palidez, buen llorar, sudores, sexo lento
para dejarse morir después de pena.

La piel anémica bordea el gran delirio
entre la fiebre abierta de azucenas blancas
y tesoros en el mar de fantasmas.

Cómo encontrar el desvío, pecado 
original por el que enferma el alma.
Morir sin dolor en la cabeza ni magras
privaciones, de talles afinados por la moda.

Cara de cera enamorada, mal de amor, nada.
Inapetencia, escritura que tiembla, vive,
Mimí en La Bohème: Hierve y tose.



Dernière Démeure (34 ºC)

Con o sin autopsia descansemos
entre las flores de la ira,
sobre la paz de nuestras ascuas
en la cajita de música.

Cuál morada prepara el colchón
para que el nombre crezca.
Tréboles abonados por terrores
nocturnos pierden la cuarta hoja.

Esos trapitos, ridículos encajes
que rodean las mejillas de hombres
grandes so pena de sentir dolor.

Abrimos la heladera muy tarde 
en la noche con un rictus,
para buscar esa nada instantánea nada
de la resurrección. 



41 ºC

Mujer súcubo de faldas húmedas, 
baja la marea en las tinieblas
y sedimenta la espuma de lavar dios sabe
qué verde pegado a las rocas.

Debajo del océano frío hay lava con agujeros
que imitan a otros planetas y a la luna,
copian el revés del cielo sin los tristes
finales de los amantes del sentido.

Haber deseado tanto tiempo la corona 
de la novia que flotaba en la costa,
Tomé el color de las aguas brasileras
y ondeaba las caderas del vidrio del viento.

Para soplar la creación antes del sismo.


los poemas pertenecen al libro inédito Vuelo de Fiebre



I

Suena una alarma dentro de mi día
ni bien me cebo un mate. Toca una
campana el celular de estreno: cada
vez más delgados, con hambre,
el aparato y yo, por falta de tiempo
de estos tiempos sin tiempo.

No es el aroma de ese mate perfecto
que me alcanza, tampoco tus palabras;
es un tifón que ataca mi memoria
del sonido a campo, a campanazos,
campaña, llamado al mediodía, campanas.
¡A comer! ¡Se enfría la comida!

En mi bolso vibrante insiste un neo timbre.
Repite, reproduce, reclama, reducción.
                        

II

Palabra vaca, palabra voz, palabra verbo.
Vac en sánscrito, palabra diosa que aburrida,
cuentan, se fue a bailar al bosque sola con la
música de ramas y frutales, distraída de sí.
A la Gran Vaca Palabra le gustaba ser libre
y jugaba entre las plantas errando al infinito.
Equivocando nortes, amando sus errores,
de golpe ciclotímica leona que devora,
palabra que se come a la palabra y contrae
en ese instante su esqueleto animal.
Todo está por verse. La que no espera
no se desespera más.


III

Ambrosía, macedonia, comamos
las palabras para fundir el miedo
a las creencias,
que tengo
que sufro
que me caen
¿que no me cuestan nada?
Se olvidaron de esa bolsa de género
estropeada, rápida y prematura
suelta de puntos justo en el borde.


IV

El horizonte se ha puesto. Rosado,
sus tules vaporosos escapan de la niebla
seduciendo a ese sol para que se zambulla
en el horizonte. Torneado por los rezos
el sol deja asomar un medio círculo filoso,
áureo, naranjado y contento. El anillo de fuego
para mi dedo libre de noviazgo. Una tenue
acuarela de un plato rojo en vuelo.
A tempo de un adagio, hoy distinto que siempre,
hundido va a su amparo.



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