martes, 26 de julio de 2011

4319.- ELISA BIAGINI


Elisa Biagini.(Florencia, Italia 1970)
La epifanía de Elisa Biagini, en 1998 en el Sesto quaderno italiano di poesia contemporanea como los otros editado por Franco Buffoni, ha sido la más perturbadora y al mismo tiempo la más característica, de nuestra poesía de los años Noventa. Y si hoy es lícito afirmar –como contribuye a mostrar la selección de voces presentada en este número de Sibila– que precisamente la poesía de las jóvenes mujeres es la connotación que mejor sitúa e identifica a la literatura italiana de hoy (y otros nombres se hubiesen podido añadir, no como último el de Laura Pugno, dentro de la misma generación de Biagini), mucho es debido precisamente a lo reconocible y a lo ejemplar de esta “manera”, así como se ha difundido sobre todo con la recopilación L’ospite, aparecida en 2004. (Lo cual, se entiende, para la propia interesada representa también un peligro). Una “manera” que se deja resumir en una asunción en clave fenomenológica (siguiendo las huellas del maestro generacionalmente menos sorteable dentro de la generación anterior, Valerio Magrelli), pero también neo-expresionista, de la línea “femenina” de la poesía en lengua inglesa (de la que Biagini, que también escribe en esa lengua, es traductora y estudiosa: suya la edición, por ejemplo, de una muy idiosincrásica antología de Nuovi poeti americani publicada en 2006). De esta raíz fenomenológica es un documento impresionante esta como de costumbre concentradísima suite de textos inspirados en “objetos” de Osvaldo Licini (1894-1958). Las “infinitas aristas” de la que muestran cómo también la tensión más abstracta y metafísica –como la del gran pintor de Las Marcas– viene a golpear, un temperamento como el de Biagini, con la fuerza de un hacha.




Da una crepa

mi scrivo tra le
crepe, nei nodi
del legno, nella
polvere sotto il tappeto:
il buio, che aspetta
d’entrare, s’aggruma
d’occhiaie.



come su foglio
accartocciato
che si liscia
resta il
segno
crepa
a colorarci
l’inchiostro.

(noi ci imbeviamo
d’infiniti spigoli.)



mi si vede solo
in controluce,
materia come
chiara d’uovo,
patina gocciolata
dalla crepa:
un alfabeto braille
d’ossa che vogliono
uscire.



e la schiena si
crepa, astuccio
di semi
che spingono,
che s’aprono in rami,
cespuglio di dita
che mai giunge a toccare,
che taglia l’aria d’unghia.



Por una grieta

me escribo entre las
grietas, en los nudos
de la madera, en el
polvo bajo la alfombra:

la oscuridad, que espera
para entrar, se cuaja
de ojeras.



como en un papel
abarquillado
que se alisa
queda la
señal
grieta
a colorearnos
la tinta.

(nosotros nos empapamos
de infinitas aristas)



se me ve sólo
a contraluz,
materia como
clara de huevo,
pátina goteada
por la grieta:
un alfabeto braille
de huesos que quieren
salir.



y la espalda se
agrieta, estuche
de semillas
que empujan,
que se abren en ramas,
matorral de dedos
que nunca llega a tocar,
que corta el aire con la uña.


Traducciones de Beatriz Castellary y Maria Grazia Calandrone




* La grieta como condición “real” –el terremoto que ha golpeado la casa de Licini y el más cercano en el tiempo de la permanencia en Las Marcas– y como condición “existencial” de la artista, de fractura con lo real, de melancolía que oprime y desgasta. Pero por la grieta se filtra la luz y si nos acercamos podemos ver lo que antes estaba escondido. Objetos cotidianos, consumidos, casi agrietados por el uso y por la memoria, empapados de historias que por fin han encontrado espacio y voz.




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