lunes, 16 de agosto de 2010

AMELIA ROSSELLI [485] Poeta de Italia


Amelia Rosselli 


Nació en 1930 en París donde Carlo, su padre, un reconocido intelectual antifascista, había buscado refugio. Amelia Rosselli se suicidó en Roma en 1996.

En 1937, Carlo y su hermano Nello fueron asesinados por el servicio secreto de Mussolini. La niña poeta vivió desde entonces en una especie de huida permanente. Primero se instaló con su madre, británica, en Inglaterra, y más tarde en Estados Unidos, donde comenzó a tomar clases de dibujo, de literatura y, sobre todo, de música, arte en el que se destacó como teórica, compositora y ejecutante. Aunque nunca dejó de escribir en francés e inglés. Publicó ensayos en las revistas "Il Verri", "Diapason" y "Civiltà delle macchine". Entretanto escribió poesías —entre las que se cuentan La libélula, escrito en 1958, pero que ella misma publicará recién en 1983. En 1963 Pier Paolo Pasolini presentó algunas poesías suyas en la revista "Il Menabò". Al año siguiente apareció, editado por Garzanti, su primer libro de poesías: Variaciones bélicas, al que seguirán Serie hospitalaria (Il Saggiatore, 1969), Documento 1966-1973 (Garzanti, 1976), Apuntes dispersos y perdidos 1966-1977 (Aelia Laelia, 1983), Diario obtuso 1954-1968 (Ibn, 1990) y Sleep. Poesías en inglés (Garzanti, 1992). En el curso de los años 60 se acercó a los ambientes neovanguardistas. En 1979 curó el "Epistolario familiar" de su padre, en 1980 realizó para la editorial Guanda una antología de sus propios Primeros escritos 1952-1963, en 1981 publicó el poema Impromptu (Edizioni San Marco dei Giustiniani) y en 1987, para Garzanti, una Antología poética. La poética de Amelia Rosselli obliga a repensar uno de los mitos fundacionales de la lírica moderna: el que afirma, de Vico en adelante, su carácter de lengua materna del género humano. En la poesía de Rosselli la lengua materna es la articulación de diferencias. Se trata de una escritura que se inicia en el vacío que separa al judeo-romano de los Rosselli del francés natal y del inglés materno y de aprendizaje. Recluida en un magma lingüístico en el que nunca está del todo, la voz poética de Rosselli es la repetición obsesiva, mántrica, de escrituras heterogéneas; es una “gramática de los pobres” que reescribe –balbuceando, tartamudeando– restos textuales de una tradición literaria plurilingüe que va de los metafísicos ingleses a Rimbaud, de Ezra Pound a Montale y a Dino Campana. 





Fragmento de La libélula (Sexto Piso, 2015). Traducción del italiano de Esperanza Ortega Martínez (Palencia, 15 de octubre de 1953), escritora, poeta, editora y crítica.



La santidad de los santos padres era algo tan
mudable que yo decidí apartar cualquier duda
de mi cabeza por desgracia demasiado clara y dar
el salto hacia un adiós aún más arriesgado. Y fue
entonces
cuando la santa sede se tomó la molestia de saltar
los fosos, no sé cómo, pero me dejó alucinada.
Y fue entonces cuando los miserables despojos de
nuestros muertos
rimaron en el todo en un retumbar iracundo,
oh yo canto por las calles pero sólo el santo padre
sabe adónde conducirá todo esto. Y tú las santas
molestias llevarás de rosillas hasta ese confesor tuyo
y él te dará a ti esa bendita bendición
que yo desearía que fuese de pan y de aceite. Así que
como decíamos yo estaba tendida sobre la hierba
pútrida
y las canciones de amor sobrevolaban mi cabeza
aquejada de amor, y mascullaba tempestades y
plegarias, y todas las luces del santo padre estaban
encendidas. Sí, la santa sede mascullaba canciones
pueriles también ella y todos los automóviles de los
artistas más ricos eran acogidos dentro de sus muros;
oh desdén, ni siquiera el cauto examen de conciencia
logra
que podamos disimular nuestros más fangosos
defectos
como por ejemplo el desvarío de los manoseados
versos o el lagrimeo sobre los muros inclinados de
nuestras
ambiciones: colores aromáticos, de cera, remarcados
en el aromático establo de los gourmets. Pero ningún
odio preparo en mi cocina excepto
la cansada bestia oculta. Y si el mar que
fue aquella lejana bestia oculta me preguntara
qué ha sido de mi deseo desmesurado, le respondería
pero déjame tranquila, estoy más que harta de
tus demoras. Pero él sabe mejor que yo cuáles
son las virtudes del ser humano. Yo le digo que más
feliz es la tarántula en su propio jardín,
él me contesta pero tú no sabes capturar. Las riendas
se me escapan si no respeto el poder de la
racionalidad lo sé tú lo sabes lo saben algunos pero
de la misma manera la querida tienda de los
descontentos a veces
perfora también mis sueños. Y tú lo sabes. Y yo
lo sé pero todavía llevo a la vanguardia a cuestas
sobre mis hombros y ríe y escupe como una vieja
bruja, y ni siquiera sé dónde tengo que
coger el tranvía que acrecienta tus sueños,
y mis estrellas. Pero tú ves que yo también he perdido
la irisada gracia de quien sabe pasar por encima
de esas menudencias. Debo comer. Tú debes correr.
Yo debo levantarme. Tú debes correr con el rabo
colgando.
Yo me levanto, tú extiendes los brazos en un largo
penoso adiós, con la sonrisa rígida y forzada en
tu boca más bien poco atractiva. ¿Y qué es esa
luz de la verdad cuando ironizas? Nada más
que esa pobre prensa obtuviste de mi corazón herido.
Ya nunca sabré mirarte a la cara; lo que
deseaba decir se ha marchado por la ventana,
lo que tú eras era otro batallón contra el que
ya soy incapaz de enfrentarme; ¿entonces qué nueva
libertad
buscas entre las cansadas palabras? No la blanda
ternura
de quien está en casa bien protegido entre sus altas
paredes y piensa en sí mismo. No el cansado
descuido
del gigante que sabe que no puede rimar nada más
que dentro
del círculo cerrado de sus apesadumbrados conocidos;
la luz es un premio de Dios, y él prefirió venderla
antes que verla sucia entre las manos descuidadas.


***


Poema I

Si la culpa es de los hombres entonces que venga Dios
a llamarme afuera de la muralla de su recinto grosero
verdoso como el alfabeto que no encuentro. Si la pared
es una triste historia de conjunciones fracasadas,
persiga yo entonces a las liebres en ayunas de mi tiranía,
sepa ayunar hasta que advenga la gran gloria.
¡Si el infierno es algo voraz yo temo estar entonces
entre aquellos que llevan las llamas en la boca y no
se alimentan de aire! Pero el viento veloz que sopla
más allá de los confines sabe coronar mis sueños también
con albas felices.


Poema II


¡Todo el mundo es viudo si es verdad que sigues caminando
todo el mundo es viudo si es cierto! ¡Todo el mundo
es cierto si es cierto que sigues caminando todavía, todo el
mundo es viudo si no te mueres! Todo el mundo
es mío si es verdad que no estás vivo sino sólo
una linterna para mis ojos oblicuos. Ciega quedé
desde tu nacimiento y la importancia del nuevo día
es sólo noche por tu lejanía. ¡Ciega soy
pues tú sigues caminando! Ciega soy pues tú caminas
y el mundo es viudo y el mundo es ciego si tú caminas
todavía aferrado a mis ojos divinos.



Poema III


Yo he cambiado de residencia, ya no soy la flor
tímida colgada donde estaban los sauces y no quiero tus ternezas
que cruel combato porque yo ya no tengo ternura.
Si quieres rozar mi tumba con tus delicadas manos
pon una pesada piedra de hierro sobre la blanca lápida que me
cubre, y escribirás
el verso que cierra
eI intenso parangón
Si no existiera esta crueldad mía y de otros si no
existieran esas alargadas piernas, esos dorsos desnudos y gráciles
bajo la hierba. No lograrás tu objetivo, antes de
pasar por mis canales estrechos y duros.


...



Las flores crecen como dones y después
se dilatan
una vigilancia aguda las silencia
no cansarse jamás de los dones

El mundo es un diente arrancado
no me pregunten por qué
hoy tengo tantos años
la lluvia es estéril.

Buscando las semillas destruidas
eras la unión marchita que buscaba
robar el corazón de otro para después
usarlo.

La esperanza es un daño quizá definitivo
las monedas resuenan crudas en el
mármol
de la mano.

Convencía al monstruo de que se
escondiera
en los cuartos limpios de un albergue
imaginario
había en el bosque pequeñas víboras
embalsamadas.

Me disfracé de cura de la poesía
pero para la vida estaba muerta
las vísceras que se pierden
en el barullo
mueres barrido por la ciencia

El mundo es sutil y plano:
Deambulan allí pocos elefantes, obtusos.



Propongo un encuentro...


Propongo un encuentro con el cráneo,
un desafío al cráneo
mantengo quieta y constante
cerrada en la fe imposible
el amor propio
de las bestias.

Cada día de su inexplicable existencia
palabras mudas en fila.

(Traducción de Horacio Armani,
en su Antología de la Poesía
Italiana Contemporánea, para
Litoral- Ed.Unesco, no bilingüe)



I tuoi occhi ...


Tus ojos de azulejos, tu cuerpo lujoso
tu piel cobarde hacen de mí el más fuerte
de los esclavos de amor. Impertinente fue mi
vida hasta chocar con tu lujuria, techo
conyugal con todos los papeles en orden. El desorden
de mi pasión atrajo tu pecho de brasa
mis arrasadoras palabras de rezo conmovieron
tus ojos llenos de lágrimas, comida preferida
de los dioses burlones. Una canción envolvió
mi mirada en tu red; tu la rompiste, envolviéndola
en tu corazón de hombre con todos los papeles en
un desorden típico de tu corazón desamorado.
Amar oraciones fui repitiendo hasta encontrarte
en tu trono de viandas y desesperanzas. Dos
acciones te me acercaron: tu palabra
ignorante y tu corazón de piedra, sepultado ya
en mis largos brazos triunfantes de amor
y de lujuria reina de la noche y las estrellas.

(Versión de Luciana Zollo)



Si tocas una flauta...


Si tocas una flauta demasiado sutilmente entre los bosques
privilegiados de tu cueva enmohecida, yo no
te puedo acompañar en el encierro de tus costumbres. Si
abres una puerta que encierra un instante y no encuentras
a la bella durmiente, yo no puedo descoser este vestido mío
de tristes fantasías. El monóculo de tus inventos es
pálida cosa comparada con el vestido que yo te ofrezco y he
descosido para tu osadía. Vuelve a encontrar el secreto que hizo
florecer el arbusto cerca de la puerta que se abría con
rápida facilidad, yo me quedo en la oscuridad y te miro lavarte
las manos si no te desmayas en el umbral de todas las alegrías.

(Versión de Luciana Zollo)





Durante todo el invierno que fue como hielo entre

tus brazos yo huía desolada por una vasta, grande
llanura color ámbar. No era por celos que se desvanecían
las grandes sombras de los rascacielos; no era el
hielo por lo que yo despreciaba al amigo. Dibujaba
atentamente
grandes triunfos que también desaparecían al primer
vano amanecer. El sol era quizás tu
sagaz y sádica sombra, tu mano rebosaba de sombras
y tus ojos simulaban el robo, la sal y
los triunfos.
Deteniéndome en las aceras miraba atentamente
moverse el río. ¡No estaba claro que la ciudad
quisiera vengarse!

Traducción de Yolanda Ibáñez




Per tutto l’inverno che fu come un gelo tra le

tue braccia io fuggivo desolata per una vasta, grande
pianura color ambra. Non era per gelosia che sfumavano
le grandi ombre dei grattacieli; non era per il
gelo che io disdegnavo l’amico. Disegnavo attentamente
grandi trionfi che sfumavano anch’essi al primo
vano apparire del sole. Il sole forse era la tua
ombra sagace e sadica, la tua mano era piena di ombre
e i tuoi occhi simulavano la rapina, il sale e
i trionfi.
Arrestandomi su dei marciapiedi guardavo attentamente
muoversi il fiume. Non era chiaro se la città
si vendicasse!



¿A quién estoy hablando? ¿Quién me pide

algo? ¿Qué fin rebelde darás
a mi jerga? Para qué llorar, pisotear
esta tierra caliente, asolada
por la lluvia, por las lágrimas que amorosas caen
sobre tu febril cabeza.

¿Por qué pataleas? ¿Por qué lloras en

la noche frágil, si los ángeles observan y
pisan el fondo de tu corazón,
frágil y dispuesto a perdonar?
Oh cálida alma mía: ellos, los ricos, de
mente y materia, te calmarían
preferirían que estuvieras a salvo
de un posible asesinato.

Como yacen los ricos (su pobre

jerga) yace esta radiante sed:
de perdonarte, y pasar luego
a la sedienta venganza, si sólo
me dejaras estrechar las
puntas de tus dedos, tus frías y templadas manos,
aferrándose.

Desde que probaste en innumerables

modulados ángulos esta sed de rabia,
éste tu asesinato: te rendiste: sé
pobre, no manejes mal las cosas que fluyen
por tus rojas raíces.

(Él se sienta y llora pero no cederá

al consuelo, la madre del
príncipe, mientras éste se tambaleaba, durmiendo
sobre cálidos cojines: tu don, tu
paseo, tu soportarme,
junto con todas las raíces rojas).

Traducción de Yolanda Ibáñez




A chi sto parlando? Chi mi chiede

alcunché? A quale tuo ribelle scopo serve
il mio gergo? Perché piangere, pestare
i tuoi piedi su questo caldo terreno, infestato
dalla pioggia, dalle lacrime che cadono amorevoli
sulla tua calda testa.

Perché pesti i piedi? Perché gridi nella

fragile notte, se gli angeli vigilano e
pestano i piedi, sul fondo
del tuo cuore, fragile e pronto a perdonare?
Oh mia calda anima: essi, i ricchi, di
mente e di materia, t’acquieterebbero
preferirebbero ti tenessi al sicuro
da eventuale assassinio.

Alla maniera dei ricchi (il loro povero

gergo) giace questa brillante sete:
di perdonarti, e poi passare
ad assetata vendetta, se anche
solo mi lascerai stringerti le
punte delle dita, le tue fredde calde mani, aggrappandosi.

Da quando facesti prova in molte miriadi

sagomati angoli di questa sete di rabbia,
di questo tuo assassinio: hai ceduto: sii
povero, non male amministrare le cose che scorrono
lungo le tue rosse radici.

(Egli siede e piange ma non cederà

alla consolazione, la madre del
principe, giunto barcollando, sonnecchiando
su caldi cuscini: il tuo dono, la tua
passeggiata, il tuo sopportarmi,
assieme a tutte le rosse radici)



Who am I talking to? Who asks me

anything? What rebel use have you
for my jargon? Why cry, why stamp
your feet on this hot ground, rain
ridden, of the tears which fall beloving
on your hot head.

Why stamp your feet? Why cry in

fragile night, if angels watch and
stamp their feet, on the bottom
of your heart, fragile and forgiving?
Oh my hot soul: they, the rich, in
mind and matter, would quiet you
would prefer you keep safe out of
the way of eventual murder.

In the ways of the rich (their poor

jargon) lies this brilliant thirst:
to forgive you, and pass on then
to thirsty revenge, if you will
but allow me to even shake your
tips, your cold and warm hands, clasping.

Since you tried out in many myriad

shaped angles this thirst for anger,
this your murder: you gave in: be
poor, do not mismanage things flowing
along your red roots.

(He sits and cries but won’t give

in to solace, the mother of the
prince, as he rolled along, slumbering
on warm cushions: your gift, your
promenade, your bearing with me,
along with all red roots)






La libélula

Amelia, la extranjera

El 11 de febrero de 1996, Amelia Rosselli se suicidó arrojándose desde la ventana de su apartamento de la via del Corallo, en Roma, donde había residido las dos últimas décadas. Había conocido la muerte desde muy niña, a los siete años, cuando su padre, héroe de la resistencia antifascista, fue asesinado en su exilio parisino, junto a su tío, por los cagoulards de Mussolini, el servicio secreto del régimen fascista. Ahí empezó un periplo que la llevó con su madre, la activista del partido laborista británico Marion Cave, primero a Suiza y luego a los Estados Unidos e Inglaterra. No regresó a Italia hasta 1946.

Su obra está determinada por sus estudios de teoría musical, etnomusicología y composición, tanto como su paulatina introducción en los círculos literarios romanos: primero con Carlo Levi y Rocco Scotellaro; luego, una vez afiliada al PCI, con Zanzotto, Raboni y Pasolini, quien publicó sus poemas en la revista Il Menabò y definió su estilo como “escritura de lapsus”. Escritura en varios idiomas –inglés, francés e italiano–, experimental, libérrima, obsesionada con hallar en el verso la misma dimensión universal que posee la música. Escribe siempre como extranjera, y como tal se consiente lúdicamente errores, imprecisiones, neologismos.

Su mundo poético, reflejado en títulos como Variazioni belliche (1964) o el largo poema Impromptu (1981) encuentra en La libélula (1985), el libro que acaba de presentar en España el sello Sexto Piso subtitulado Panegírico de la Libertad, su máxima expresión. Es el libro de una mujer que opone la belleza a todas las desgracias de su tiempo, incluidas las personales: tras ser diagnosticada de esquizofrenia paranoide y mal de Parkinson, cae en una profunda depresión y decide quitarse la vida el mismo día que su adorada Sylvia Plath.

En el año del 40 aniversario de la muerte de Pasolini, no deja de ser un homenaje implícito al maestro la reivindicación de esta figura única, excéntrica, no solo de las letras italianas de la Generación de los 30, sino de la poesía de aquel siglo XX que alumbró tan buenos autores y tan difíciles tiempos para la lírica.

[Alejandro Luque]

Él instaba a una nueva relación de placer,
él corría a los pechos de la mujer amada. ¡Resuenan en mí
las enseñanzas de los antepasados y viejos ancestros como en los huecos de las escaleras! ¿De qué sirve que sea un pelele de paja
si tú no vienes con la horquilla a moverme? ¿Si
tú no vienes con las pinzas a moverme? ¿Con
las pinzas del ímpetu a solicitarme, a moverme,
a desposarme? En toda la luz del sol en toda
la oblicua luz del sol en toda la caridad, en
toda la vida de la nación, en todos los puebluchos
inaccesibles, en todo el mundo putrefacto, existe
un solo yo, existe un solo tú, –existe la caridad.
Fluye entre tú y yo en lo sumergido un resplandor
que deforma, un resplandor que deforma cualquiera
pasada experiencia y la distorsiona con un frasear ondulante,
tortuoso, inexperto, ¡expertísimo lenguaje
de la adolescencia! ¡Dificilísima lengua del pobre!
¡incandescente muro del solitario! extirpados
intentos canibalescos, oh la sucesión de las divisiones fuera
de tiempo. Disipa tú si quieres esta débil
vida que no se queja. Que resiste. Disipa
tú el pudor de mi virginidad; disipa tú
la entrega del cuerpo al enemigo. Disipa mi imagen,
disipa el remo que golpea la rama desprendida.
Disipa tú si quieres esta disipada vida disipa
mis incoherentes razones, disipa el número
tan elevado de demandas que me hacen agonizar:
disipa el horror, convierte el horror en bien. Disipa
tú si quieres esta débil vida que se queja,
pero yo no te encuentro, y no me atrevo a disiparme.
Disipa tú, si puedes, si sabes, si tienes tiempo
y ganas, si viene al caso, si es posible, si
no te quejas débilmente, esta vida mía que
no se queja. Disipa la montaña que me impide
verte o avanzar; nada se puede disipar
que ya no se haya agotado. Disipa tú si
quieres esta débil vida mía que se deja fascinar por
cada pasaje de débil belleza; disipa tú
si quieres este fascinarse mío, –disipa tú
si quieres mi eterna búsqueda de lo bello y
de lo bueno y de sus parásitos. Disipa tú si puedes
mi infantilismo; disipa tú si quieres,
o puedes, mi fascinación por ti, que no ha acabado:
mi sueño de ti que por fuerza tienes que ayudar,
a disminuir. Disipa si puedes la fuerza que
me ata a ti: disipa el horror que me hace volver
a ti. Deja que el ardor se vuelva misericordia,
deja que el valor se descomponga en minúsculos
átomos, deja que el invierno se estire presuntuoso en
sus bodegas, deja que la primavera se lleve la
semilla de la indolencia, deja que el verano arda
impetuoso e incauto; deja que regrese el invierno
maltrecho y rechinante, déjalo todo, –vuelve
a mí; deja que el invierno repose sobre el cauce
seco del río, déjalo todo y regresa a la
noche delicada de mis manos. Deja el sabor
de la gloria para los demás, deja que se desahogue el huracán.
Deja la inocencia y regresa a la oscuridad, deja
el encuentro y regresa a la luz. Deja los ornamentos
que ocultan el sacramento, deja la demora
que arruina la tarde. Deja, vuelve, paga,
deshaz la luz, deshaz la noche y el encuentro, deja
nidos de esperanzas, y vuelve a la oscuridad, deja creer
que la luz es un eterno parangón.

La libélula (1985) © Sexto Piso |  Traducción: Esperanza Ortega





Egli premeva un nuovo rapporto di piacere,
egli correva al petto della donna amata. Io ripeto
lezioni d’antenati e padri vecchi come le trombe
delle scale! A che serve il mio essere di paglia
se tu non vieni con la forca a spostarmi? Se
tu non vieni con le pinzette a spostarmi? Con
le pinzette della violenza a pregarmi, a spostarmi,
a sposarmi? In tutta la luce del sole in tutta
la sbieca luce del sole in tutta la carità, in
tutta la vita della nazione, in tutte le borgate
difficilissime, in tutto il mondo putrame, esiste
un solo io, esiste un solo tu, –esiste la carità.

Fluisce tra me e te nel subacqueo un chiarore
che deforma, un chiarore che deforma ogni passata
esperienza e la distorce in un fraseggiare mobile,
distorto, inesperto, espertissimo linguaggio
dell’adolescenza! Difficilissima lingua del povero!
rovente muro del solitario! strappanti intenti
cannibaleschi, oh la serie delle divisioni fuori
del tempo. Dissipa tu se tu vuoi questa debole
vita che non si lagna. Che ci resta. Dissipa
tu il pudore della mia verginità; dissipa tu
la resa del corpo al nemico. Dissipa la mia effige,
dissipa il remo che batte sul ramo in disparte.
Dissipa tu se tu vuoi questa dissipata vita dissipa
tu le mie cangianti ragioni, dissipa il numero
troppo elevato di richieste che m’agonizzano:
dissipa l’orrore, sposta l’orrore al bene. Dissipa
tu se tu vuoi questa debole vita che si lagna,
ma io non ti trovo, e non oso dissiparmi. Dissipa
tu, se tu puoi, se tu sai, se ne hai il tempo
e la voglia, se è il caso, se è possibile, se
non debolmente ti lagni, questa mia vita che
non si lagna. Dissipa tu la montagna che m’impedisce
di vederti o di avanzare; nulla si può dissipare
che già non si sia sfiaccato. Dissipa tu se tu
vuoi questa mia debole vita che s’incanta ad
ogni passaggio di debole bellezza; dissipa tu
se tu vuoi questo mio incantarsi, –dissipa tu
se tu vuoi la mia eterna ricerca del bello e
del buono e dei parassiti. Dissipa tu se tu puoi
la mia fanciullaggine; dissipa tu se tu vuoi,
o puoi, il mio incanto di te, che non è finito:
il mio sogno di te che tu devi per forza assecondare,
per diminuire. Dissipa se tu puoi la forza che
mi congiunge a te: dissipa l’orrore che mi ritorna
a te. Lascia che l’ardore si faccia misericordia,
lascia che il coraggio si smonti in minuscole
parti, lascia l’inverno stirarsi importante nelle
sue celle, lascia la primavera portare via il
seme dell’indolenza, lascia l’estate bruciare
violenta e incauta; lascia l’inverno tornare
disfatto e squillante, lascia tutto –ritorna
a me; lascia l’inverno riposare sul suo letto
di fiume secco; lascia tutto, e ritorna alla
notte delicata delle mie mani. Lascia il sapore
della gloria ad altri, lascia l’uragano sfogarsi.

Lascia l’innocenza e ritorna al buio, lascia
l’incontro e ritorna alla luce. Lascia le maniglie
che coprono il sacramento, lascia il ritardo
che rovina il pomeriggio. Lascia, ritorna, paga,
disfa la luce, disfa la notte e l’incontro, lascia
nidi di speranze, e ritorna al buio, lascia credere
che la luce sia un eterno paragone.





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