lunes, 30 de agosto de 2010

747.- NICOLAU SAIAO



Nicolau Saião 
(Alentejo, Portugal, 1946) es poeta y artista plástico. Participó en muestras de Arte Postal en países como España, Francia, Italia, Polonia, Brasil, Canadá, Estados Unidos, y Australia, además de haber expuesto individual y colectivamente en lugares como París, Lisboa, Porto y Sevilla. Organizó con Mário Cesariny y Carlos Martins, la exposición “O Fantástico e o Maravilhoso” (1984), abierta en el Teatro de Xabregas y en la Soc. Nac. De Bellas Artes (habiendo traducido diversos autores incluídos en el libro –catálogo) y con João Garção, la muestra de mail art “O futebol” (1995). Actualmente es responsable por el Centro de Estudios José Régio, adscrito a la Casa-Museo. Tiene colaboraciones diversas en la prensa cultural en varios países, siendo ejemplos Colóquio Letras (Portugal), DiVersos (Bruselas), Albatroz (París), Agulha (Brasil), Mele (Honolulú) y Espacio/Espaço Escrito (Badajoz). Concibió, realizó y presentó el programa radiofónico “Mapa de Viagens” (Radio Portalegre). Está representado en antologías de poesía y pintura. En 1992 la Asociación Portuguesa de Escritores le atribuyó el premio Revelación/Poesía al libro Os objectos inquietantes (Editorial Caminho). En los años 90 orientó y dirigió el suplemento literario Miradouro, que salía en Notícias de Elvas. Con João Garção y Ruy Ventura coordinó Fanal, suplemento cultural publicado mensualmente en O Distrito de Portalegre, de marzo de 2000 a julio de 2003. Autor de libros como Os objectos inquietantes (1992), Flauta de Pan (1998) y Os olhares perdidos (2001).







Alegría

Un jardín, casas
y gente: una
epidermis sobre
la Tierra. La crispación

de una presencia inesperada.

La tristeza perfecta
de un árbol o de un
bicho sobre el muro.

El sonido ausente
de años y años: aquello de que
es hecho

un riguroso
sufrimiento.





La ventana

A veces el poeta saca
cosas de la ciudad: un muro, la sombra
de un muerto, colores que lo obligan
a quedar ligeramente avergonzado. Dicen
que es operación vulgar esta investigación
de memoria rendida en geografía
adormecida. Mas el poeta insiste: saca
por ejemplo una ventana. Saca tres o cuatro
bellísimas piernas de mujer, un sentimiento
un olor, endomingados recuerdos
en suma: elementares presencias
comunicadas entre los años. Saca la ventana. Y coloca
la ventana en diversos puntos
del Universo: aquí ve un río
allá siente a través de la ventana gritos y risas
y después la ventana aletea
con las manos y la cabeza del poeta dobladas
como perdidas
solemnemente atentas
en la noche ardida. La ventana se reparte
por países y por rostros. El poeta pierde
la ventana de vista. La ventana desapareció.
La ventana reposa en las paredes
la ventana se le pega a la ropa, la ventana
obliga al poeta a pestañear. La ventana tal vez
sea menos o más que un simulacro
de animales que viajan en el triángulo de los techos
en el impenetrable reflejo de las madrugadas
en la palma de la mano de alguien que ya no puede
abrir o cerrar una ventana.

La ventana se construye
poco a poco, la ventana dice
millares de palabras inventadas
y desnudas, es una imagen
en equilibrio sutil. La ventana es ahora
casi puerta, parece hecha de
altas meditaciones familiares. Ni precisa ser
ausencia, como un retrato

que sale de nosotros para todas las calles
donde irrumpe un perfil ennegrecido
donde alguna otra vida se acogió.



***


Durante tanto tiempo fuiste
el compañero de las cosas vivas
Tendrás ahora que llenar
tus bosques ardientes
de neblina y silencio
y animales sin condición
Y deberás mirar las cosas muertas
como si todas las mañanas
ellas partiesen
Todo lo que tienes
y que has tenido en otros tiempos
la paz que en vano buscaste
tantos años
en ese lugar fecundo quedará

Cuánto océano cuánta sed cuánta voz
en la oscuridad de los trigales que amanecen
Alentejo un pan cortado
en la sombra de las lámparas
dentro de las casas desiertas.



***



Textos de “Cantos do deserto”
(Desierto de Tabernas, Almeria, España)

Traducción de Susana Giraudo

1

Cosas, cosas y laberintos,
piedras entre piedras - que el sol aquí
se pone mucho más tarde.
La somnolencia de la hierba
Fórmulas muertas que la memoria nos da.
Todo lo que por la noche de lejos se ve
Animales parados como deseos
Como desconocidas raíces
Figuras que de pronto erguimos por dentro
(la casa nueva y sin nadie,
el olivar cortado, la angustia de saber
que flores y frutos ya son de una otra vida,
pues los meses inconclusos se alejan).
Bosques que en una repentina
lentitud, se consumen.
Destrozos en el recuerdo
en los ojos o en las llagas
Cosas diversas sobre los espacios
de la mañana.





2

Vestigios de las aguas.
Troncos muertos,
sílice en las páginas impresas.
El rostro, un rostro que se sabe perdido.
Las leyes del mundo
serenamente puestas en el paisaje.
La negrura de la noche
dentro de un cubo de azúcar en el interior
del tiempo.
En la taza de té
bebida ofrecida al pie de la montaña.
A nuestra frente, la casa
Y una higuera muerta.
Ojos semicerrados por el ardor del aire
un cuerpo que somete
pasos parajes sedes.
Que en todo se define
nuestra pura voluntad. No de
apenas zonas, peñascos o arenas.
Las aves que no veremos nunca.





POEMAS

(*) Todos los poemas son inéditos en castellano y han sido traducidos por A. P. Alencart


UNAMUNO EN EL MÁS ALLÁ, RECORDANDO 
LOS CAMPOS DE IBERIA

No se llega al mundo
por deseo expreso. Ni por
amor siquiera. No es figura erguida
o a ras de suelo   ni roca
en el paisaje   pensada
por tristeza y luego
escrita: su sol, su mar, su
multiplicado silencio
de alegría. No hay voces ni
figuras al descubierto, desapareciendo en el lugar
de la piedra y tierra sentidas. Por un feliz
instante, su brusca
inclinación de sierras se prolonga
entre las sombras del oscuro pensamiento
de lo que se tuvo y se olvidó. Cosas que se palpan, se sujetan
en la mano más que en los ojos
idos para siempre. Aquí la geografía vista como si más
o menos fuese arena o pizarra o fibrosa
materia vegetal, o algo de que
mucho tiempo después se hiciese
utensilio preciso para trabajos
perennes, como algo muy necesario para los minutos
fugaces de la existencia: mesa limpia,
suelo lavado y lo demás
que completa las casas, la ropa y el
relleno de vidas dispersas por los días: un adiós entre
caminos que perpetúan – la peña tocada, las plantas
vivaces y el agua que se pensó
no existir sino en lejanísimos
parajes desconocidos. No existir
sino en la voluntad o en
remotas soledades. Y palomas, palomas
junto a mí y pegadas al cielo.
No en la palabra, no en cosas sobre la silueta que nos rodeó
(ese templo    no lo que fue nuestro o que ni
siquiera tuvimos nunca     pero sí
que era solamente una imagen o música difusa) y es
la prolongada inmensidad, el perfil de una memoria, el gesto
de cabeza rodando, de rostro herido     un paso y otro paso
entre montañas al amanecer.
O su recuerdo
en momentos de amargura y mientras la tierra
espera su fulgor de eras distantes
de rumores de voces
de un sonido de puerta batiendo
cerrando o irguiendo     el día
En la mano que se suspende
y dibuja después   el principio
y el fin esperado
de todos los siglos   de las noches
de la última mañana.








ANUNCIACIÓN

Las mujeres del viento    detenido como un planeta extinto
las mujeres enfermas   las mujeres que cantan sorprendidas
o su vestido extraño como un encaje    como una absurda mancha
las mujeres de mi día como un exceso de colores distintos
entre mí y el cielo
Entran por mi boca y me reprenden dulcemente
Aquí, dice una, pusiste el horror de un viejo instante
allí, dice otra, no dejaste descansar los devaneos
Hay una que acecha, como si me mirase fijamente, con las manos
junto a la cabeza, cerca de los ojos, los labios palpitando
estremeciéndose como un pétalo sobre el agua
Mujeres de negro, acariciando carteras de cuero en tiendas improbables
escribiendo en cuadernos antiguos formulas de amabilidad
Mujeres que la diabetes asoló como plaga medieval
mujeres de piernas como lirios rosados
caminando a lo largo de una carretera francesa
los árboles coloridos formando una cortina imprecisa
Job de rostro erguido amargo señor de las angustias
su rostro trémulo tan similar a la del Señor en la noche de sudor y remordimientos
su mujer por detrás, arrebatando las ropas
Decidme mujeres dónde con qué luz vuestra fotografía se arrugó
en la madera quemada de las viejas casas donde medraba la guerra
Vosotros sois el sustento de los puntos cardinales
Me acuerdo de ti, Marion, el rostro rodando como una grúa
y el humo que soltabas con un elegante movimiento de la mano izquierda
el humo esparcido en el parque abandonado
los ojos tranquilos fríos
La calle solitariamente sobre la noche de junio
y el perro el viejo perro de los bosques que corría muy despacio
Vuestra figura palpitante, mujeres, irisada oscura
a la luz tenue de la mañana    y el frío subiendo hasta las puertas
como un animal que muere







ALEGRÍA

Un huerto, casas
y gente:   una
epidermis sobre
la Tierra.   La crispación
de una presencia inesperada.
La tristeza perfecta
de un árbol o de un
animal sobre el muro.
El sonido ausente
de tantos años:   aquello
que genera
un profundo sufrimiento







EN LA COCINA

Dioses que entran y salen
con el pan
la fruta
un botijo de agua
un gesto de manos
uno con la barriga al descubierto
dos tres años
qué sabrá de su tiempo futuro
interroguémonos
La mamá pone los ojos en el aire
así son los sueños
recorridos por lugares insondables
áfrica   américa
el llanto del filósofo encubre al Sol
con sus manos enflaquecidas acaricia un hombro
el más pequeño mira hacia un rincón
el rastro de algún familiar
abuelos sobrinos comadres
un burrito blanco junto al montón de dalias
Si amáis las bellas canciones
id hasta el principio de la noche.

(Valle del Jerte, 2000)








RELIQUIA

¿Dónde está el silencio, dónde yace el silencio?
No en este brazo    sucio    cortado
No en esta tupida alfombra    en este taco de apuntes
donde se cruzan insultos   rimas
No en el pequeño perímetro de las venas
-al final todo todo entre nubes de carbono
semejantes a un aliento de campesino sobre la nieve
donde se aplastaban insectos y excrementos de lobo
El primo mayor antaño me lo enseñó en un mes adolescente.
Dónde en qué isla de desolación
sofocado    incierto    yace ese soberano
silencio   zurcido por marcas de cuchillo de piedra
No   no hay ruido de un paso que camina hacia la belleza de un rostro
saliendo de un vaciadero hasta el lodo musgoso de la orilla
Brillante como celofán
El silencio que respira
Sí el silencio cálido de quien busca el vacío
o de quien busca un color dentro de la carne recordada
de la mano hambrienta    de muchos oscuros anhelos
El silencio que se recoge
que se desdobla
que nos recuerda de instantes y pérdidas
El silencio que permutamos
El silencio más allá de la luz    entre los ojos de una fiera muerta.
















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