jueves, 10 de febrero de 2011

KEIJIRO SUGA [2.982]


KEIJIRO SUGA

Keijiro Suga, (Ehime, Japón 1958). Poeta, ensayista y traductor. Es autor de la serie Agend’Ars, compuesta por cuatro volúmenes de poesía, libro que apareció en español a finales del 2015, editado por Cuadrivio Ediciones. Entre otros, recibió el Premio Literario Yomiuri, dedicado a la crónica y a los ensayos y relatos de viaje, por el libro Shasen no tabi (Viajes transversales).



DE AGEND’ARS
por Keijiro Suga 

Fecha publicación: Diciembre de 2015

Versión de Cristina Rascón y Eiko Minami


4x4=16, 4x4x4=64. La concepción de un libro de poesía hecha por 64 piezas en 16 líneas, comenzó con un simple cálculo; que llevó a la creación de cuatro libros con el mismo formato, escritos entre 2010 y 2013; en total 4x4x4x4=256. Las 256 piezas o 4096 líneas, no tienen otro justificante, que ser testimonio de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y viento) que en cualquier momento nos disparan a través de la existencia y su forma efímera. No hay ningún otro secreto en éste mundo que el movimiento de los cuatro elementos, es la única razón de que somos como somos. Asimismo, hay un juego de palabras oculto que revela mi obsesión con el número cuatro. En japonés el número cuatro se pronuncia shi. Es homófono con la palabra muerte (shi) y poesía (shi). Al multiplicar un número negativo con otro número negativo, se obtiene una respuesta positiva, 4 veces 4, muerte veces muerte, equivale a la vida y la poesía. Incluso cuando la muerte se expone a los cuatro elementos, experimenta un renacer, en el que la materia se recombina, dando como resultado una configuración del ser vivo totalmente nueva. ¿Acaso no es la vida el flujo de los cuatro elementos? ¿Qué es la poesía sino una disertación sobre la vida? Mi simple cálculo se fundamenta en nuestra vida ypoiesis. No hay que olvidarnos que la poesía es un llamado de la acción.

El lenguaje es el medio para designar a los objetos ausentes, la poesía genera el deseo en el hombre para actuar en lo que está por venir, para dar forma en la dinámica de la reconfiguración de los cuatro elementos. La poesía que no es poesía de los elementos, no existe, justo como no existe la poesía que no incluya la acción, en el sentido más verdadero y simple. Leer y escribir poesía nos expone constantemente al poder de los elementos y nos conduce más allá para tomar acción en el futuro inminente. La siguiente acción que tomarás, es relativamente sencilla: vivir..     -Ernesto Lumbreras-






De este desierto hermoso, que no me aparten.
De este bosque disperso de cactos lozanos.
Aquí, todo cuarzo brilla espontáneo.
Aquí, la luna en cualquier fase arrebata el sueño.
La noche es siempre azul y luminosa como a las tres de la tarde.
Los animales pequeños se refugian en el camuflaje.
Cada ave de rapiña sube por la corriente ascendente.
Y pronto llegará la estación del Monzón,
por una vez al año, la tormenta recia.
El agua lamerá suave la arena con su lengua minúscula
y dentro del agua, en la punta de la corriente, la arena girará.
Entonces, Julia, dejémonos caer.
Por un instante mojemos nuestros cuerpos en el fluir incipiente del lodo.
Tú y yo, de la mano, tumbémonos boca abajo.
Nuestras camisas se pegan en la piel.
Nuestros cabellos negros se pegan en la frente y en la nuca, como una herida.







«Vamos, escapemos» —decía mi padre cada madrugada
y saltábamos a una bicicleta con imán y armónica de equipaje.
Las cuatro bicicletas al oeste, cruzando el silencio del amanecer,
porque sólo podíamos vivir en la región de la oscuridad,
donde las letras desaparecen y justo antes, con sus siluetas,
apenas pude construir mi corazón, pieza a pieza.
Para mi familia, tribu minimalista, había que viajar sin carga.
Poseer libros fue una paradoja, más bien, alta traición.
Renunciamos a palabras largas y frases elaboradas,
hicimos todo canción.
Juramos transformar lo abandonado, los bienes y el corazón,
y retener todo aquello en palabra y melodía.
En una canción que hasta un burro pueda aprender.
En una canción que hasta una ballena pueda cantar.
En una canción cuyo olvido (a) nadie deba avergonzar.
Una canción que sea imagen y reverberación del hogar y la tierra que no volverán.







«Aun si tu idioma es más que una sola lengua
busca indagar el camino más allá de su límite:
ahí comienza el multilingüismo»—
Esa fue tu enseñanza.
Esto es, lo que nombramos como único idioma,
¿con cuántas otras lenguas ajenas se entreteje?,
¿qué tantas descoseduras, qué tantos nudos hay en su contorno?
Atento a ello, percibir con el oído la resonancia y la vibración
entre tu idioma y esas otras lenguas.
Al conocer otra tierra, otro país,
el idioma crece en vocabulario y expresiones, toma un protocolo nuevo para la vida,
adquiere nuevos paisajes y teje cada vez más nudos.
La lengua del imperio se expone a un riesgo cada vez mayor.
Multitud de almas llegan y se instalan.
Migrar la lengua no es distinto de la rebelión.








La de mayor potencial como cantante fue la cactácea de dos siglos de edad.
Una Señora atisba el diente azul cuando la luna cruza el meridiano.
Construyó un altar de muertos con 32 bloques de Lego.
El traje es tan holgado y tan de gángster que un sacerdote arruga las cejas calcinadas.
Fue necesaria una frontera nacional y un nubarrón para liberar al grupo del rebaño.
Las hormigas anhelan teología y negocian con abejas ciertas condiciones.
Al comparar el deseo y la leche, siempre cayó el reloj de sol.
Con domar al trueno, inocente, trata de alimentar a un trébol.
Para estudiar de nuevo la teoría económica, el pastor salió del país en secreto.
Los cerros oscilantes pasean por el mercado nocturno, la economía colapsa.
Fui tras las rocas en busca de peces y sólo vi delfines calcinados.
A veces, al percibir el mar, el ahorro de sal se convierte en materia de discusión.
Al quemar con un cerillo la página de un libro, las letras se tornaron fluorescentes.
El huevo duro expresa libertad con la rotación del trompo terráqueo.
Un volcán presumió a un girasol: «yo soy más duradero que tú».
El girasol en un instante se multiplica por un millón y cerca la falda del volcán.


*


Abriéndonos paso entre el mundo de los árboles y el mundo mineral,
avanzamos. Subimos por la ladera norte del verano.
El sendero se convertía en arroyo lodoso,
las raíces de los árboles se desnudaban, mudándose en escaleras difíciles de subir.
El sendero se ubicaba entre el lodo y el cielo,
y también entre la luz y la fronda,
se mantenía entre el agua que corre y la tierra que permanece,
y también entre el tiempo que corre y las imágenes que permanecen.
Tropezando, subimos nosotros, y cuando,
al fin alcanzamos el terreno rocoso y seco como huesos, oliente a azufre,
el cielo se tornó luminoso, azul intenso como la noche,
y las blancas nubes pesadas se arrastraron como animales ante nosotros.
al contemplar la blancura le di la vuelta a mi corazón e imaginé una tempestad de
invierno:
En seguida, un frío inesperado punzó nuestras mejillas...
Dentro de esa vasta vista blanca, yacían incontables soldados.
Vi también sus palabras que se helaban y se les caían de la boca, una tras otra.



*



El mar viene tomando tierra, hacia la rivera,
Las olas avanzan de pie hacia la rivera,
Toco una bomba volcánica incrustada en la roca golpeada por las olas,
Y yo también camino, siguiendo a alguien que viene del pasado.
Yo camino, acompañado por varios fantasmas,
Escuchando alegres canciones de las gaviotas (que se llama “gato marino” en
japonés).
Expuesto al fuerte viento,
Bañado en una luz clara,
En una tarde impenetrable del comienzo del otoño,
Hacia un pueblo del norte,
Hacia un pueblo de los Tiburones callados,
En la vasta rivera repleta de maleza,
Contra la gravedad,
Contra el tiempo.
El brezal está bailando como si estuviera en llamas.
El sol gira y gira, y pone el mundo en el negativo.


*


Busquemos un pequeño bosque, me basta un bosque mínimo,
No importa que no haya conejos, o no se encuentren búhos.
Aquí es la zona de transición de la vida hacia la muerte,
donde la muerte da a luz muchas vidas distintas.
Esta zona es dominada últimamente por los hongos,
y trabajada por diligentes lombrices de tierra.
Allí, las formas se recomponen sin cesar.
Allí, los colores y los movimientos se transmutan sin cesar.
Pero a pesar de todo, es una sola vida, el Bosque entero,
es la unidad de la vida, ya no más divisible.
Allí voy yo, preguntando,
Preguntando a los hongos de múltiples formas y colores.
Los árboles corrompidos tienen ojos y las rocas musgosas tienen oídos.
Aun cuando nos sorprende un aguacero,
La tierra queda seca y ligera, huele bien, a fresca.
Aquí no hay distinción entre el mediodía y el crepúsculo.



*


Que exista algo inenarrable
Fue la mayor lección de las palabras.
Se anhela completar la vida con lo ocurrido en la lejanía
pero no se altera ni la distancia ni el desconocimiento. 
Existe aquello que las palabras no deben decir en palabras, 
ese fue su juramento más humilde. 
Una gota de lluvia no puede retar al sol
un grano de arena no puede vencer al viento.
Las palabras, como gota de lluvia o grano de arena,
aceptan evaporarse y volar sin control.
Acaso habrá insectos que apaguen su sed con esa gota de lluvia
y se aferren al minúsculo grano de arena.
Somos insectos, tan pequeños.
Todos insectos, tan efímeros.
Vivimos apresados en un pequeño cuerpo y con límite sensorial,
sin narrar el mundo, tan sólo receptores de su luz y de su lluvia.



*



Azaleas, amapolas y dientes de león coexistían una mañana radiante y casi extraña.
En sueños suelo ver un campo de dientes de león bajo el agua.
Son necesarios varios refuge para el corazón: cuánto hacía de esa propuesta.
Se me aglomeran tantos pájaros cuyos nombres y lenguas desconozco.
Al atardecer, la cordillera occidental acentuó su resplandor como una estrella.      
De ser posible la creación y que suceda en un instante, quizás es ahora mismo. 
Los tripulantes se dirigían a una playa de arena donde rompían olas de arena. 
El árbol desgaja por dentro la pared de la cabaña, abre sus plumas como pavo real. 
Entre instante e instante hubo un corte, quizás algo nació entre la hendidura. 
Arena, arriba a la playa y construye tu propio fuerte, sé plena.
La poesía era un reminder, solía recordarnos algo.
La sintaxis del japonés absorbe como una esponja palabras inglesas, con una que otra falla.
Cuando yo fingía ser mi madre, hablaba con acento diferente del normal. 
Utilizo siempre, de aquí y de allá, el lenguaje de la calle combinado a placer.
El gran problema de la gente fue no saber nombres de lugares de por aquí.
Hasta un sitio considerado vacío, está lleno de realidades, significados y ozono.



*



Sería bueno llamar poesía
al instante en que la imaginación traspasa su “mundo” imaginado 
—propuso una islandesa con quien estudié.
Acaso el salto aflora en dos tipos de incitación: 
Uno, cuando del exterior
llega una representación nueva de la realidad (lenguaje + imagen).
Otro, cuando en mi interior
se descubre una combinación nunca antes percibida.
Lo interesante en cada caso
es que la misma imaginación casi no tenga fuerza.
Creo que la imaginación no es activa o positiva
sino siempre postura pasiva.
No podemos crear poesía
sólo descubrirla.
El poema se descubre a sí mismo, no hay más.
La imaginación que subyace se separa de sí misma y trasciende.



*



“No hay nada más detestable que ser forzado a representar un país” 
—escribió Jacques a su amigo André, candidato a médico, desde el campo de batalla.
Jacques murió así, pero su nombre es parte de la historia, gracias a André.
¿Pero qué importa el nombre? Como soldado anónimo de Roma
visité Anglia, como soldado anónimo de Baekje
me escapé a Yamato, como miembro anónimo de la cruzada de los niños
me vendieron en Marsella como esclavo, como jesuita anónimo
abrí una reducción en Paraguay, como marino anónimo de un imperio anónimo
estuve anclado en Saipán y en Rabaul, como soldado de un imperio anónimo
prendí fuego al pueblo de Son My. Que la única gloria sea que mi nombre se olvide…
Hoy nos reprochan el pasado
pero sólo viví con desesperación y arrojo el día a día.
No dejé que mi corazón decidiera mis actos y con el ansia de vivir y protegerlo
me convertí en destructor anónimo.
(ahora, como “Nacionalidad”, en todo trámite señalo X
cuando se dirigen a mí, en cualquier lengua, respondo en otra).



*



Por mucho tiempo pensé que tierra, agua, fuego y aire,
los cuatro elementos, componían el mundo.
Pero según el Ayurveda
el mundo se compone de cinco elementos, el cielo es un elemento más.
Alcé la vista hacia el cielo con ese nuevo conocimiento 
y comprendí que el cielo es también una superficie extensa de luz.
Y cualquier luz, tenue u oscura,
comienza a parecer una sustancia gelatinosa firme y densa.
Cuando aquí la luz baña la costa del mar
un cielo firme y pesado baja adonde estoy.
Aquí me quedo, inmóvil,
y enumero de nuevo los elementos que componen el mundo.
Tierra, esta región de la costa donde duerme la ciudad destrozada.
Agua, la nieve que se funde con las olas que lamen la playa convirtiéndose en lodo.
Fuego, la hoguera en las noches frías y el calor templado del sol sereno.
Viento, la ternura por la primavera recién llegada y la metáfora del tiempo que no volverá.

Versión de Cristina Rascón y Eiko Minami





NOTA SOBRE LA TRADUCCIÓN

Keijiro Suga (Ehime, 1958) es poeta, ensayista y traductor. Surrealista, naturalista-materialista e interesado en asuntos ecológicos, entre sus libros de poesía destacan Agend’Ars (2010), Agend’Ars 2: Shima no mizu, shima no hi (El agua de las islas, el fuego de las islas, 2011), Agend’Ars 3: Umi ni furu ame (Lluvia sobre el mar,2012), Agend’Ars 4: Jisei-ron (Tratado del tiempo gramatical,2013). Especialista en literatura comparada —en específico de literatura caribeña francófona, literatura chicana y teoría literaria—, es profesor de la Universidad de Meiji. Suga fue coeditor, junto con el académico Kan Nozaki, de Palabras susurradas por la llama de una vela (2011),recopilación de poemas, cuentos y ensayos concebida y publicada después del terremoto, tsunami y accidente de la planta nuclear Fukushima en marzo de 2011. También, en respuesta a la catástrofe, participó en el proyecto de recital y teatro Ginga tetsudou no yoru (Tren nocturno de la Vía Láctea). Actualmente, es miembro del proyecto artístico Mienai nami (Olas invisibles), junto con el novelista Hideo Furukawa y el poeta Mizuho Ishida. El grupo realizó una gira en 2014 por Francia e Inglaterra con el proyecto: Olas invisibles —los escritores japoneses ante la catástrofe: tsunami, Fukushima y nuestro futuro. Dentro de su generación, es uno de los poetas japoneses más cosmopolitas, con diálogo interdisciplinario y multicultural, así como una voz activa en cuestiones ambientales.

Agend’Ars es, en palabras del autor, un juramento de escritura y de poesía donde el ser humano se funde con la naturaleza. Keijiro Suga explora la relación del yo poético con los cuatro elementos —agua, tierra, fuego y aire— y centra su fuerza en el subconsciente, la naturaleza y el erotismo. En la primera parte, Agend’Ars, cuestiona qué es el lenguaje y qué es la poesía, así como la relación con los espíritus de los muertos como seres de sabiduría, con quienes cohabita el espacio o la vigilia. En la tradición japonesa los seres fallecidos visitan a sus familiares en cierta época del año, reciben sus obsequios colocados en altares en honor a cada uno, observan y escuchan a los vivos, y les orientan. Este es uno de los varios puentes importantes entre Japón y México que plantea la lectura de este libro. En el segundo tomo, publicado en 2011, aborda con inmediatez el desastre nuclear en Fukushima, la relación del hombre con las fuerzas naturales y con sus propias creaciones. Paradójicamente, contiene una mirada hacia la propia naturaleza como esperanza. Una vez más la presencia de los muertos, esta vez como algo más difuminado, inentendible. Desolación que el individuo afronta y no comprende, como en una guerra o injusticia social. El tercer libro observa culturas originarias de regiones fuera de Japón, su mitología y migración, derivado de sus propios viajes y su trabajo con varios idiomas y culturas. Explora perspectivas humanas y comunitarias más cercanas a la naturaleza. Cuestiona la movilidad de las familias hacia universos donde su lengua, su tierra, sus raíces desaparecen o se amalgaman. Cierra esta serie en el cuarto tema (Agend’Ars 4), donde Sugaañade a sus interrogantes la relevancia de utilizar tiempos gramaticales. Juega con la forma del lenguaje mientras abre cuestiones intelectuales y sensoriales. Explota también la inmersión del poeta en la naturaleza y viceversa. El subconsciente aflora. La naturaleza narra al ser humano. Los tiempos se unen y es un solo instante. En cada libro está presente el erotismo, otra forma de comunicarse con el entorno, los cuerpos como símbolo de belleza y concatenación hacia los cuatro elementos. ¿Por qué Agend’Ars? Suga responde: “Consiste en la combinación de la palabra agente, es decir, una fuerza o persona que obra y la palabra ars, que en latín significa ‘arte’. Además, Agend’Ars contiene otro sentido, el de agenda o bitácora. Las dos ‘A’ que sobresalen son dos prominencias que convierten este nombre en una configuración geométrica, donde subyace la sombra errante de Antonin Artaud”. La matemática de la arquitectura del libro, compuesto por versos siempre de 16 versos, la explica el poeta en el primer tomo: “4x4=16, 4x4x4=64. Cuando estos doscientos cincuenta y seis poemas cobren forma con sus cuatro mil noventa y seis versos yo obtendré una respuesta determinada acerca de cómo los cuatro elementos, tierra, agua, fuego y viento, me atraviesan y transforman. Para mí, la poesía es en primer lugar una respuesta lingüística del ‘Yo’ expuesto a dichas fuerzas, una nemotecnia de sus vestigios… Estas fuerzas también fluyen en la poesía, objeto modelado lingüísticamente, y depositan en ella sus vestigios”. Desde hace más de mil años la poesía japonesa vibra ante la transformación de las rocas, las flores y las hojas de los árboles —el mono no aware: el sentimiento de las cosas, según Paz—, devolviéndonos la magia de descubrir en nuestra agenda el arte de vivir. Este libro es una muestra relevante de una poesía viva y fresca en un Japón que frente a tsunamis y tragedias nucleares posa la mirada en frutos y cuerpos, en cabelleras de mujer, en los pájaros y en los niños. Con el puente del surrealismo, la relación con los espíritus de los muertos, la presencia del erotismo y la trasgresión del lenguaje, Japón llega en el poeta Suga hasta nosotros, hispanohablantes, para acompañar nuestra incertidumbre, nuestras tragedias íntimas y sociales, para tornar nuestra mirada hacia la sencillez y la esperanza. Ya que “migrar la lengua es una forma de rebelión”, Agend’Ars es una carta de Japón hacia el mundo, una forma de decir: rebelémonos, que agua, tierra, fuego y viento nos revelen transformados y transformadores.

El proceso de traducción de Agend’Ars al español fue dinámico e interactivo entre las traductoras bilingües Cristina Rascón y Eiko Minami. Lejos de seguir el modelo convencional donde la traductora nativa del idioma brinda un borrador literal y la traductora de la lengua destino afina la versión en español, ambas colaboraron de forma conjunta en ambas versiones, tanto en el borrador literal como en la versión final, ya que ambas podían leer e interpretar los giros de ambos idiomas. En la experiencia de las traductoras, esto trajo una mayor inversión de tiempo, discusión y debate, pero el fruto es una construcción poética con el mayor apego posible a la versión original, tanto en ritmo como en contenido. El poeta Pedro Serrano fungió como revisor y consejero, para llegar a los acuerdos necesarios para las versiones finales. Agend’Ars (Cuadrivio, México, 2015) recibió el apoyo de Protrad 2015, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, para su publicación en versión bilingüe.










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