lunes, 29 de noviembre de 2010

ALFREDO RODRÍGUEZ [2.174]


Alfredo Rodríguez 


Nació en Pamplona en 1969 


Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra (1992), es autor de los siguientes libros de poemas: Salvar la vida con Álvarez (2006), La vida equivocada (2008), Regreso a Alba Longa (2008), Ritual de combatir desnudo (2010) y De oro y de fuego (2012). Sus versos aparecen también en la antología Nueva poesía en el viejo Reyno, ocho poetas navarros (2012). Luke presenta una selección de poemas Extraídos de su libro inédito URRE AROA, Seis poetas de Tierra Naba.


LA SANGRE NEGRA, AMOR

Tengo la sangre negra, las fronteras 
Desguarnecidas, de los labios las comisuras
Desgarradas. Traigo la espada curva.

Una laja arrojada en las estelas

De Ziritza sesgó mi pierna, Amor, 
Brotaba sangre negra.
Ahora ya sé de dónde procedo, desde dónde
Vinieron a Tierra Naba mis padres, 
Por qué son mis raíces 
Paganas, odola beltza, Maitia.

La sangre negra, Amor,

Lo juro manaba sangre negra, 
Cuerpo y fuego de su espíritu
Conservados intactos,
En los cimientos del cielo deleite
Más que remordimiento.


II


Gaiez sugearen forman xin bita ekustra Jaingeiko bat,

Anfitrioi ikusezina,
Borondateak irabaziz esan dit: 
Inon ez nago zuregandik urruti.

UN DIOS QUE DE NOCHE ME HA VISITADO 

En forma de serpiente,
Anfitrión invisible,
Ganándome la voluntad me ha dicho:
En ningún sitio estoy lejos de ti.


III


SI ESTOS VERSOS AL RITMO DE LOS GOLPES 

Con sus bastones en el suelo son los relatos 
Transmitidos por bardos,
Adormecieron el dolor de este hombre,
Porque traen desnuda la hika, la lengua 
Misteriosa acusada de impiedad,
La sacra lengua de los trovadores 
Perdida en viejos cálamos, 
Repujada sobre planchas de oro.
Guía del peregrino son, las venas 
Abiertas de la tierra, 
Aquellas que en mí encuentran 
Su más cumplida réplica.


IV


Ez zen inolako banderaren menpe egonen,

Ez zen inolako klanekoa izanen, 
Bizitzaren plazerrez, karen ilusio garestiez,
Disfrutatzeko egartsua

Karen gustu finak ez ito

Epel gogoa izateko; 
Gizon zoriontsua izan
Bere bizitzeko desio guztiarekin


NO SE HABRÍA ALISTADO BAJO BANDERA ALGUNA

Ni pertenecería a ningún clan,
Sediento de disfrutar los placeres
De la vida, sus caras ilusiones;

No reprimir los gustos delicados

Para semejar tibio,
Ser hombre afortunado
Con todo su deseo de vivir.




LA LUZ NATURAL DE LA MENTE
(Cristales clavados en la espalda de un niño)

Cuando debías tener poco más de unos meses,
y tu vida ya revelaba secretos que ningún hombre
debía conocer, era verano y te tumbaron boca abajo,
la espalda desnuda, una cuna detrás de una puerta
semiabierta, un cristal traslúcido en medio,
desmedrado.

Te dejaron sólo en un descuido, hubo una fuerte corriente
de aire, un estruendo, el cristal de la puerta se hizo añicos
sobre tu frágil, diminuta espalda, de fina piel de cáscara
de huevo, líquidos cristales de súbito hiriendo, injertándose
alma adentro, trémula de niño, eran ya parte de ti
ante la vida.

Si aún hoy, treinta y siete años después,
descubrir esa verdad retadora pasa a través de un delicado
equilibrio, estigmas adornan en tu espalda, profundos surcos,
como si tu sangre fuera una clase de veneno,
el derecho a perderse, enredada pendencia entre los versos,
de hielo brillante y transparente tus ojos, exuberancia visual,
deleite visual, del estigma de la poesía penetrado tu cuerpo,
trazada insoluble su materia, suscitando alguna vez
desusada admiración.

De más allá, trabadas escaramuzas, abiertas hendiduras,
de no se sabe muy bien dónde, la palabra fácil y delicada
o tentar a la Fortuna.

Tu vida brava para siempre asida con tales prendas,
y los placeres del mundo, imponderables, palabras irisadas
como frecuentes fluidos que tuviera que ir eliminando
poco a poco tu organismo, y todo en ti fuera luz,
total absorción de luz, un gran anillo de luz
pura y sin fin, la impronta del verso
en tu naturaleza humana.


HOMBRE QUE CREE VER LO QUE NO VE


No borres de mí este amor, dulce hermana,
toma en tu seno a este pobre hombre perdido,
hazlo tuyo, pues no hay nadie que tenga ya
nada más que enseñarle, ni en ello halle siquiera
mayor ambición o intriga. Este hombre
que cree ver lo que no ve
para no quedarse dormido mientras vela.

Excavado en sueños el pecio
del navío romano cuyas ánforas
contuvieran el defrutum, dale de beber
ese elixir mágico que eleva el espíritu
y la voluntad fortalece. Su sabor
sólo refinados paladares sabrán apreciar.
Y arroja las gotas que caigan
de sus labios al fuego.

Mantén libre su alma, libre y capaz de juzgar
con libertad sobre las cosas.
Este hombre tan dado a descubrir
lo ya descubierto,
que ha hecho dentro de sí mismo
profesión epicúrea de fe.

Ahora que la vida
es una forma nueva de barbarie,
que triunfan sus intrigas más que la verdad,
presto a descifrar sus escritos secretos
entrégale en propiedad lo que la poesía
brindó a los Antiguos. Toda la sabiduría
y el discernimiento del mundo.
Pues suyo es el deseo de perpetuar
esta hora feliz y placentera.

Ahora que le está llamando, agostada,
la muerte desde una puerta secreta,
no dejes que su débil cuerpo
sea la ofrenda.
Ahora que por fin ya sabe
cómo gozar de su ser,
cómo ennoblecer su vida,
no dejes que se retire de ella
cual de la mesa un convidado ahíto.



LA MORGUE DEL MUNDO


Había muertos y no había nada,
debajo de nosotros no había nada,
nada más que aire, dispersión de la luz
y nada más que aire, fría y silenciosa
indiferencia. No inquieras saber más.
Estaba servida la derrota,
extendida la palabra amarga,
la búsqueda deshabitada.
Ya no amábamos,
nuestros sentimientos no eran los mismos,
incapaces de reconocer nuestros errores
funestos augurios se cumplían.
Esta humanidad abatida, expulsada
de sus predios ancestrales, que bien podría
no haber existido, que fió su suerte a su astucia
y al paso del tiempo sosegó el revuelo;
obligada en cada noche a narrar un cuento
como Shahrazad para librarse de su muerte;
nadando en manantiales de abyectas aguas,
acumulando absurdos tesoros de todo el orbe
conocido, joyas camafeos marfiles sedas preciosas.
Bárbaros contumaces, sin sentido alguno
de la permanencia, sin una necesidad de belleza
de verdad ni de discernimiento. Devastadores,
hostiles hacia lo que no entendían.
Negando
lo más importante,
lo único digno de estima,
lo único que hubiera
ennoblecido nuestra vida.


Arte de Amar


Me llorase sincera con sus lágrimas,
antes de que Fortuna cambiara por completo
dejándome a su paso fuego y muerte
-no hay cabalgada que valga sin fuego
ni muerte a quien sus huestes intimiden-;
y me hiciese odre de su vino amargo
una vez que mi espíritu descanse,
mezcla de Azar y de completo olvido,
a decir de los sabios;
oh Amor, consumir aquel feliz sosiego,
ser el humo que asciende,
la regeneración en nuestras vidas,
agua sobrante sobre tierra como alimento.




Junto a la pira donde Amor ardió


QUIÉN, quién como siempre, quién
con insignias de mando
te convierte en raíz
de forma velada, quién
que termina por hacer de la vida
dominio luminoso;
y alguien toma por cierto
-prodigiosa apariencia-
lo que no es sino mentira y vileza,
piedra de sillería
en un templo arrasado,
vano intento por restablecer el Orden perdido;
quien vive así su dolencia
no tiene perdón ni privilegio.








HIEROFANÍAS de ALFREDO RODRÍGUEZ (por Juan Lozano)

Hierofanías
Alfredo Rodríguez
Chamán Ediciones, 2017

Digámoslo ya claro, ex abrupto y desde el principio. El navarro Alfredo Rodríguez es uno de los poetas auténticos actuales cuya trayectoria merece seguirse muy de cerca, y resalto lo de “auténtico” como condición y hasta como exigencia en este ámbito, el poético, donde navegamos constantemente entre las procelosas aguas de la divergencia, la confusión y el desconcierto. 

El penúltimo capítulo ha sido la polémica aparición de la poesía twittera, más por mimetismo que por generación espontánea, y cuyo debate en los medios le ha dado un protagonismo que ciertamente no merece. No vendrá por ahí la renovación de la poesía y mal futuro nos espera si es ese el camino. Distinta suerte mediática correrá el poemario que nos ocupa, aunque también sabemos que esto no quiere decir nada en una sociedad en que priman la novedad, la dictadura del espacio y las servidumbres.

Dicho esto, nos ofrece Alfredo Rodríguez sus “Hierofanías”, bellamente editadas por la albaceteña Chamán, una de las propuestas editoriales más interesantes y sugestivas de los últimos tiempos y que ya anuncia, para muy pronto, una edición aumentada y corregida de “La corona de arena”, las memorias apócrifas de sir Lawrence de Arabia escritas por José María Álvarez; autor que tiene mucho que ver con la poética fundacional de Alfredo Rodríguez.

Cronológicamente, Alfredo Rodríguez irrumpe en el ámbito poético mediada la primera década de este siglo, con una generación poética que propone una diversidad estética y que viene a quebrar la hegemonía de la llamada “poesía de la experiencia”, dominante hasta el cambio de milenio. El navarro saltó a la palestra como finalista del Premio Adonais en su edición de 2005 con “Salvar la vida con Álvarez” que, junto a “La vida equivocada”, forma un díptico seminal con fuerte presencia culturalista. Entre 2008 y 2012 dará forma a su trilogía del combate con “Regreso a Alba Longa”, “Ritual de combatir desnudo” y “De oro y de fuego”, con la que alcanza su madurez poética y una voz hecha. Dando un giro, quizás no del todo inesperado y al que no serán ajenas ciertas lecturas de Mircea Eliade, las conversaciones con el maestro Colinas y los veranos pasados bajo el cielo estrellado de Ibiza, en 2014 publica en Renacimiento “Alquimia ha de ser”, primera parte de una trilogía de raíz mística y del que este “Hierofanías” sería su segunda entrega. Entre su primer poemario y la aparición de este último, sus tres libros de conversaciones con el poeta José María Álvarez, el último de los cuáles aún permanece inédito, se convierten, además de deliciosa lectura, en referencia ineludible para cualquier estudio o análisis sobre la obra del novísimo.

Ya de lleno en “Hierofanías” detengámonos unos momentos para reflexionar acerca del título del poemario. Los títulos elegidos por Alfredo Rodríguez siempre dan una idea bastante cabal de lo que nos ofrece y la primera clave para entender su lectura. “Hierofanías” hace referencia al acto de manifestación de lo sagrado, el hierofante es el encargado de instruir a los iniciados en los misterios. Si, al decir de Fernando García Lara, “todo auténtico poema es siempre la invitación a una experiencia”, en el caso de nuestro poeta la invitación no lo es tanto a la experiencia mistérica como a los misterios del hecho poético en sí mismo. En la esclarecedora adenda final nos dirá el poeta que pretende “reivindicar el carácter sagrado de la poesía y su significado más alto: el de estar cerca de lo absoluto y definitivo”. La génesis del poema como experiencia radical, como acto de conocimiento y acercamiento a lo sagrado, en un sentido que lo emparenta a la poética del irlandés Seamus Heaney.

Las citas que sirven de pórtico al conjunto dan el tono; una, de los cantos védicos, otra del poeta renacentista toscano Cecco Angiolieri y una tercera de nuestro contemporáneo Antonio Moreno. El prólogo de Javier Asiáin es, así mismo, un texto introductorio que no podemos obviar a la hora de enfrentar la lectura.  La citada adenda final del propio autor constituye al mismo tiempo un texto inseparable del cuerpo poético y muy de agradecer para los que no estamos familiarizados (como en mi caso) con el misticismo oriental. Es por ello que mi método de acercamiento a este poemario, más intuitivo que razonado, pueda resultar acaso insuficiente. 

Hay en “Hierofanías” también una preocupación y una búsqueda de la Harmonía, canalizada y fluyendo, como respirando, a través del ritmo, la cadencia y la unidad de las fuerzas interiores del poema, cristalizando en versos plenos, de vibrante belleza, cuajados de llama sapiente y erotismo. Leyendo aquí y allá, he encontrado en este poemario algunos de los versos amorosos más bellos concebidos por su autor. “Poemas equilibrados con un núcleo de energía dentro” nos dice acertadamente Asiáin en el prólogo. En esa exploración interior, a la que no es ajena la experiencia tántrica casi como danza eurítmica, en busca de la unidad y la harmonía (prefiero utilizar la forma arcaica), cuenta mucho un elemento como la respiración; “un arte”, como bien dice el poeta en el breve poema XXIV. La respiración es – nos dice el maestro Colinas– «la unificación y la totalización ideal de la conciencia, de la experiencia física y de la aspiración hacia lo sublime (…) Y el que respira musicalmente con el verso respira infinito, funde los extremos. Callamos, respiramos, oímos la música inaudible». En la auténtica poesía, el ritmo de la respiración está imbricado en el verso, que fluye por medio del metro de forma natural y verdadera.

Sentado lo anterior, también digo que “Hierofanías” no es un poemario para todos los paladares. No es el de Alfredo Rodríguez un libro de cómoda ni fácil lectura. En un tiempo donde se le exige a la poesía que sea legible y se acomode a alguno de los modelos imperantes, el poeta navarro es plenamente consciente de haberse situado en un territorio difícilmente abordable, pero es su territorio. Entre el fuego cruzado de las distintas direcciones poéticas y las luchas por aparecer en las antologías y entrar a formar parte del canon, demos pues la bienvenida a estas “Hierafonías” de Alfredo Rodríguez, que nos dejan frente a puertas arcanas y que aportan harmonía, equilibrio y belleza en estos tiempos de convulsiones poéticas.

JUAN C. LOZANO FELICES

Febrero de 2017


Si el poeta conquista la pureza
conquistará el descanso
y después todas las cosas
ya serán solo una con el Tao.
La fuerza de eliminación del cuerpo
y la luz de luces, la Luz del alma,
conservan su dharma cósmico visible,
el Yo que es anterior al nacimiento.
Al poder trascender sus dualidades
entrará en el silencio,
el deseo de integrarse en el Todo.




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