jueves, 8 de marzo de 2012

6054.- FLORENCIO QUESADA VANEGAS



FLORENCIO QUESADA VANEGAS
1950 Liberia, Guanacaste, Costa Rica.
Maestro jubilado. Egresado de la Escuela Normal de Gte.

Poeta y cantautor. Ha musicalizado poesía  de Jorge Debravo, Eunice Odio, Pablo Neruda,  entre otros. Tiene algunas canciones inéditas (letra y música).

Miembro del Centro Literario de Guanacaste. Miembro fundador de La Asociación Casa de Poesía, organizadora del Primero, Segundo, Tercero, Cuarto, Quinto y Sexto Festival Internacional de Poesía de Costa Rica 2007.

En el año 2001 publicó el poemario  “En este silencio”, celebrando el Centenario del nacimiento de su padre Pablo Quesada Rodríguez, en enero del año 2005, publicó el poemario “Zipaquirá”, en noviembre del año 2007, se publicó el poemario “Los cuervos”, ganador del Certamen Una Palabra en la rama de poesía, del año 2006, organizado por la Universidad Nacional de Costa Rica.  

Sus poemas se han publicado en el Suplemento Cultural del periódico La Anexión, La voz de Ande, Ojo, en  Costa Rica.  Así como en el Suplemento Amanecer Cultural del Nuevo Diario de Nicaragua y en algunas páginas web de Sur América (Con voz propia, Poetas del Alma, Revista Literaria Azul Arte, Poetas del Mundo, Poesía Solidaria, 1015 poetas Solidarios del Mundo, Crónica Literaria/ Comodora Rivadavia. Chubut. Argentina…)

La poesía ha sido el espacio para desarrollar su temática. En una sociedad maquillada, fuera del contexto de una realidad, que asesina a los más débiles con la herramienta de la impunidad. La denuncia constante, a bordo del poema social.

Participó en El Primer Festival Internacional de Granada, 2005,  en  El Noveno Festival Internacional de Poesía de El Salvador, octubre 2010 y en el IV Encuentro Internacional de Poesía de San Ramón, 2011.

Incluido en La Antología de los 30 años del Centro Literario de Guanacaste y en las Memorias del Primer Festival Internacional de Poesía de Granada. Nicaragua, febrero del 2005, al igual que en Las Memorias del Noveno Festival Internacional de Poesía, de El Salvador, octubre 2010, también en Las Memorias del IV Encuentro Internacional de Poesía, San Ramón, 2011.


Florencio Quesada Vanegas.
Seudónimo : Florencio De La Asunción

Correo:        florencioliberia@gmail.com






DESNUDA SU MIRADA


A Silvia Cuevas Morales. Con cariño.


Ella conoce mis pasos de niebla,
cuando la noche acampa en mi soledad.
Escucha el susurro
de la música del viento amigo contra los árboles;
por el corredor nocturno un pájaro vuela.

Todo mi cuerpo desnuda
con la magia de su mirada. Está dormida,
navega en el cauce de su tranquilo río,
aparta los pensamientos de su andar.

Ella conoce uno a uno todos los colores
que tapizan mi sendero,
el momento cuando no puedo sostener la luz, esa luz,
que nos hace más fácil
transitar por la desafiante oscuridad.

Ella conoce este dolor,
la impotencia,
de no tener el brazo
que derribe de un golpe el universo del hambre.





POEMA XIII


Al apóstol de la medicina. Que vio con otros ojos a la provincia de Guanacaste.
Doctor Francisco Vargas Vargas. Con gratitud.


De un lugar vengo
donde las estrellas se tocan con las manos
y la luna
descansa en las ventanas.

Donde el resedo vuela con su aroma,
dispersando la tarde entre pájaros
con su llamarada de fuego.

Y los brazos del viento, sacuden el lomo desnudo
de Llano Grande.
Nos recuerdan los cinco mil montados
espejeando su canto de justicia.

Hoy la planicie retumba.
Llano Grande, es un caballo dormido:
con sus jícaros siempre vivos
junto al pájaro de acero.





TU PUERTO

De este invierno, guardaré cada gota de lluvia,
para esculpir tu rostro.

Fue el último día que escuché tú voz,
a la altura de tus hombros.

Ya no veré tus dos corceles galopar por tu frente,
ni mariposas desnudas volar.

Como empezando a subir la dura cuesta, madre,
solos por el camino a casa,
sin mirar la noche y tu vuelo de luna.

¿Dónde estará tú puerto?
¿En qué mar navegará el olvido? Y tu risa de mirto,
que viento la esparcirá como el trigo.

El mar alcanzará en una gota de tu llanto.

Y yo, simple velero,
esperaré la próxima noche, para mirarte a los ojos.

Madre.




BAJO LA LLUVIA

13 días después de su partida.

Regreso bajo la lluvia
y no escucho las palabras dentro en tus labios,
ni el chirrear de las mecedoras
en su vuelo nocturno.

Quizás estoy extraviado, no es esta mi casa,
ni veo el camino entre la sombra.
Quizás la lluvia borró el último horcón del espejo,
donde se dibujó su andar.

La abrazo y le estampo un beso en su frente,
donde más de un sol fatigó sus ojos.
La abrigo con su luz y me confieso: Madre, te quiero.
Despierto y todo es un sueño.

No veo tu cuerpo balancearse en tu sonrisa,
persiguiendo la luz. Y tu río se desborda
por el tiempo, donde no hay regreso para los mortales.

Siguen tus ojos clavados como lunas,
atravesando mi alma. Impotente te miro,
el vacío de las cosas me sorprende,
apenas corre tu hálito por la puerta.

Sé que no estás con nosotros. En el instante del adiós
quedó tu huella y tu palabra entre los labios,
y tu mirada fija,
como dos luceros perdidos en mis manos.





TU ROSTRO

Imagino tu rostro en la oscuridad
y la palabra en tus labios.
Remo hasta la almohada, para sentir
el frío que se estaciona en tus manos.

De pronto, tu voz cansada me despierta en el corredor,
como aquella música que lleva el viento. Voy por esta tierra,
colgado de un ángel que me llama,
crece la luz por la puerta, hermano.

El pájaro alcanzó su vuelo.

En el corredor, escucho el frío llanto
y busco entre los helechos ciegos,
el verde de tus ojos. La ausencia me contesta.

Llevo tus manos en cada borde del camino,
mientras el tiempo estrecha la garganta de la luz.
Sé que no estás con nosotros, y tus pasos me despiertan,
y tu recuerdo me aprisiona.

Me pregunto, dónde estarán tus pies cansados,
en qué puerto atracarán tus palabras.
Dónde estrechar tus manos
y compartir la sombra de aquel árbol.

Empiezo a conocer al hermano oculto,
y a cada instante veo su rostro por el río, que lleva
en su cauce, este dolor que no termina.





MIGRACIONES

A mi hermano Pablo F. Quesada V.

I DREAM A DREAM, ( Soñé un sueño)
Fragmento, Los miserables

Pero los tigres vienen de noche,
con sus voces suaves como el trueno…


Desde el desierto y seco viento africano,
cansados de esperar su sueño,
los hombres desafían el horizonte,
la muerte vigila sus pasos.

Al borde del naufragio, son pájaros.
Su libertad, molino que no deja de mover sin tregua,
sus brazos ya vencidos,
entre la adversidad y la sonrisa.

Europa saqueó las arcas del Nuevo Mundo.
África, aun vive su vorágine.
Hoy los muros se levantan y las voces de los cañones,
esperan las migraciones de cada día.

No solo los animales emigran, buscando el viento amigo.
También el hombre, rema su imaginación, para no morir
con sus ojos abiertos
y la hambruna en cada una de sus manos.

La explotación mantiene su velocidad.
Nos dice que ellos no renunciarán a los metales,
los diamantes. Crece la indiferencia,
la desnudez de sus huesos, son parte del paisaje diario.

Pueblos empobrecidos. Donde a diario se mercadea
el rostro de lo que fue su cultura, su economía.
Hoy su destino, colgado del último vagón, desaparece,
en los malditos ojos.





LOS MIEDOS, AMORDAZAN NUESTROS PIES

A Rodolfo (Popo) Dada. Con amistad.


El desafío en La Catedral se hace continuo.
A la altura de mis hombros,
escucho el viento aullar cada vez más fuerte.

Quisiera ser pájaro, para alcanzar la cumbre,
donde la presa es menos visible
y el cazador aligera su paso,
con el blanco en cada ojo.

Siempre estamos corriendo,
algo nos persigue en el camino.
Estamos en la mira, donde el depredador
nos aventaja.

Siempre estamos corriendo,
buscando la otra orilla.
Donde las bromelias nos dan sus colores,
y el bosque es un espejo.

Donde no escuchamos los pasos de la bestia,
peinar a ras el patio de nuestra casa
y las voces de la noche acarician las ventanas,
como melodía de viento.

Quizás perdimos
la geografía donde habitó la paz
y el amor dentro de los labios del niño.

Siempre estamos corriendo,
la otra orilla se distancia.
Se nos ahoga el horizonte en la puerta,
por donde voló el último pájaro.





EL HAMBRE

Al poeta, escritor y periodista,
Luis Armando Rocha U. Con aprecio.


¿Quién detendrá al caballo del hambre?
Cuando desbocado,
decapite la última espiga del planeta.

Y por la ventana,
asome
su desnudez la muerte.

Crecerá la orfandad
en el desierto del hombre.

Ellos: vivirán su eterna agonía,
colgados desde sus cenizas,
como las gárgolas mirando hacia el abismo,
hacia la nada.

Cuando el holocausto de la soledad,
habite entre la oscuridad de sus ojos.






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