domingo, 25 de marzo de 2012

FERNANDO DEL PASO [6.335]


Fernando del Paso

Fernando del Paso Morante, (Ciudad de México, 1 de abril de 1935) es un escritor, dibujante, pintor, diplomático y académico mexicano. Es especialmente reconocido por tres extensas novelas que son consideradas como algunos de los mejores exponentes de la narrativa mexicana del siglo XX: José Trigo (Premio Xavier Villaurrutia en 1966), Palinuro de México (Premio Rómulo Gallegos en 1982) y Noticias del Imperio (Premio Mazatlán de Literatura en 1988).

XXX Premio Cervantes de las Letras Españolas, 2015.

Como primera aspiración tuvo ser médico, sin embargo, como uno de sus personajes, Palinuro, sufrió por la sangre y terminó efectuando estudios de Economía y Literatura en la UNAM. Trabajó como publicista, locutor y periodista, además de ser dibujante y pintor. Fue un conocido amigo del escritor francés Maurice Blanchot.

En 1955 comenzó a trabajar como escritor de textos para varias agencias publicitarias. Es la época en que, influido por William Faulkner, James Joyce, Juan Rulfo y Lewis Carroll, del Paso empieza Sonetos de lo diario, libro que publicó en 1958.

Para terminar José Trigo, recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores en 1965. Al año siguiente publicó la novela, que recibió el Premio Xavier Villaurrutia. Se demoró 7 años en finalizar esta obra y le ocurrió lo mismo en con sus dos siguientes obras.

Becado por la fundación Ford, del Paso viajó a Iowa en 1969 para participar en el International Writing Program, en donde residió tres años.

En 1971 se mudó nuevamente, esta vez a Londres, debido a que recibió la Beca Guggenheim, que se le volvió a otorgar en 1981.

Es aquí en donde comenzó su siguiente novela, Palinuro de México, que publicó en 1977 y que obtuvo el Premio Rómulo Gallegos 1982.

Durante su estancia en Londres, a la par de sus proyectos literarios, trabajó como productor de programas de radio, escritor y locutor en la BBC.

Después de vivir catorce años en la capital británica, se trasladó en 1985 a París donde se desempeñó como consejero cultural en la embajada de México —cargo que ejercerá 3 años—, a la vez que trabaja en Radio France Internationale como escritor y productor. Ese mismo año Palinuro de México se tradujo al francés; recibe el reconocimiento de la crítica francesa y el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia. En 1986 gana el premio Radio Nacional de España al mejor programa en español de carácter literario por su Carta a Juan Rulfo.

En 1987 publicó Noticias del Imperio, que se cuenta entre las «nuevas novelas históricas» escritas en América Latina. Basada en la vida de los emperadores Maximiliano I de México y su consorte Carlota de México, esta novela enciclopédica no se conforma con una descripción monológica de «lo que sucedió». Al contrario, del Paso mismo insiste en ofrecer, de forma historiográfica, todas las versiones posibles de los incidentes importantes en la vida de los protagonistas y de la intervención francesa en México. Esta obra tuvo decisiva influencia en otras de generaciones posteriores, sobre todo en escritores cubanos como Leonardo Padura en La novela de mi vida y sobre todo influencia testilística en Fernando Velázquez Medina y su novela experimental Última rumba en La Habana.

En 1989 es nombrado cónsul general de México en París, cargo en el que permaneció hasta 1992.

En 1992 regresa a México y asumió el cargo de director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz de la Universidad de Guadalajara. En esta ciudad comenzó a trabajar en su siguiente novela, en la que explora el género de la literatura de suspenso, y que se publica en 1995: Linda 67.

En mayo del 2007 la citada universidad le hizo un homenaje público al nombrar a una de sus más grandes bibliotecas, ubicada en el Centro Universitario de la Ciénega, como Biblioteca-Mediateca Fernando del Paso.

Entre los reconocimientos que ha obtenido, además de los ya citados, destacan: el premio Novela México 1975, Mazatlán de Literatura 1988, Nacional de Lingüística y Literatura 1991, y Premio FIL de Literatura 2007. En 1993 fue nombrado Creador Emérito. En octubre de 2006, fue elegido miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua. Es miembro honorario del Seminario de Cultura Mexicana. El 12 de febrero de 1996 ingresó a El Colegio Nacional con el discurso «Yo soy un hombre de letras», el cual fue contestado por el doctor Miguel León-Portilla.

Además de su labor literaria, Fernando del Paso ha incursionado en el dibujo y la pintura: ha presentado sus obras en Londres, Madrid, París y varias ciudades de Estados Unidos. En la ciudad de México ha expuesto en el Museo de Arte Moderno y el Museo de Arte Carrillo Gil, y en Guadalajara, en el Instituto Cultural Cabañas y en el Ex Convento del Carmen. El día 5 de diciembre de 2013 es distinguido con el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara. En abril de 2014 fue galardonado con el Premio Internacional Alfonso Reyes, el mismo día que cumplió 79 años. 

Obra

Novela

José Trigo, 1966
Palinuro de México, 1977
Noticias del Imperio, 1987
Linda 67. Historia de un crimen, 1995

Poesía

Sonetos de lo diario, 1958
De la A a la Z, 1988
Paleta de diez colores, 1990
Sonetos del amor y de lo diario, 1997
Castillos en el aire, 2002
PoeMar, 2004

Teatro

La loca de Miramar, 1988
Palinuro en la escalera, 1992
La muerte se va a Granada, 1998

Cuento

Cuentos dispersos, 1999

Ensayo

El coloquio de invierno, con Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, 1992
Memoria y olvido. Vida de Juan José Arreola (1920-1947), 1994
Viaje alrededor de El Quijote, 2004
Bajo la sombra de la historia. Ensayos sobre el islam y el judaísmo. vol. I., 2011

Otras

Douceur et passion de la cuisine mexicaine, 1991
Trece Técnicas Mixtas, 1996
2000 caras de cara al 2000, 2000
Castillos en el aire. Fragmentos y anticipaciones. Homenaje a Maurits Cornelis Escher, 2002





Inopia

He despilfarrado el arcoíris.
Las golondrinas que tenía destinadas a varios poemas
están en números rojos.
Mi cuenta de atardeceres está congelada.
Le debo al fisco tres mil quinientas mariposas.



Cuestión de identidad

La palabra no es vieja,
por fortuna.
Yo no soy la palabra,
por desgracia.

Cuando la palabra me dice,
la palabra me retrata.
Cuando digo a la palabra,
la palabra se espanta.

La palabra es un río cuando el río es un cometa.
Un cometa es la nube cuando la nube llueve,
la nube llueve cuando en mi cuaderno
escribo la palabra “lluvia” mil veces.

Yo no soy la palabra
pero quisiera serlo
para volar con ella
de tiempo en tiempo,
de boca en boca.




Cuando Murió mi madre

Cuando murió mi madre se murieron todos los ángeles.

Unos, en pleno vuelo, se desplomaron en silencio
como campanas de fieltro.
Los que hacían el amor en las axilas de un templo
se desmoronaron sin miedo, como barcos de harina.

Los que cantaban en las nubes con laúdes de vidrio
se transformaron en lluvia de saliva
y de plumas.

Un ángel en especial se incendió las alas
al rozar un relámpago.
Otro, un poco miope,
se colgó de las aguas verdaderas de un río.
Y hubo ángeles con pechos que daban vino
y que increíblemente se cayeron de espaldas
en un estanque lleno de telarañas, esmeraldas y ombligos.

Eso fue cuando murió mi madre
la mañana de un lunes sin pudor y sin frío.



Poemas de la niña de la nada más clara

1/2

Tu carne, niña,
nada tiene de nieve ni de seda,
no la tocó el relámpago.

Tu sangre, niña,
nada tiene de púrpura o de seda,
no la besó el ocaso.

Y nada tienen que ver tus ojos con la tarde,
nada tus manos con las aves.

No te dio su fragancia
la rosa más perfumada,
ni su luz la estrella más clara.

Y es que nada,
nada tienes que ver, niña, con nada.

Y todo,
todo tienes que ver contigo, todo.

(Pero peor para ellas: para la nieve, para la seda,
para la púrpura, para las gemas, para las tardes,
para las aves, para las rosas y las estrellas).



II

Niña nacida de ninguna espuma.
Niña que tienes ojos de ningún cielo.
Niña alabada por ningún poeta.
Niña que no eres la más bella
de ningún mundo:

Niña, qué lata, nada te queda,
ni mis palabras: ni las más lindas,
ni las más feas:
te quedan lacias, te quedan largas,
te quedan tiesas,
te quedan frías, te quedan anchas,
te quedan muertas.

Niña invisible y rara,
transparente niña de la nada más clara.


III

De sed, de risa,
de calor,
de miedo:

de algo, siempre, te estás muriendo:
cuando no de frío, te mueres de sueño.

Cuando te mueres de frío,
pareces un muerto vivo.

Cuando te mueres de sueño,
pareces un vivo muerto.

De todo, niña,
te mueres un tiempo.


IV

Niña:
no es que no te quiera nada,
no es que no te quiera toda,
nada más quiero decirte:
todo lo que sin quererlo
te quiero, niña, no es nada
de lo que puedo quererte.



V

Niña lentísima,
niña de lentitud impronunciable:

más tardas tú en darle cuerda a un reloj de agua,
de lo que tarda el ciervo en que le nazcan alas.

Más tardas tú en coser una nube desgarrada,
de lo que tarda el vino en transformarse en alba.


VI

Cuerpo de niña vestido
con plenilunios:

voy a jugar con tus pechos,
que son dos lunas de vidrio.

Ojos de niña encendidos
con asombros de colirios:

voy a mecerme en tus párpados,
que son como dos columpios
del paraíso.


VII

NIÑA: TE DEJO TODO EL AÑO

Cuando yo me muera,
allí está todo el año:
tómalo.

Cuando yo me muera,
cómprate un calendario
y por cada mes que todavía me quieras,
deshoja la hoja,
arráncala, arrójala:

A enero,
mándalo al cielo.

A febrero,
con mis camisas.

Con marzo,
envuelve una rosa.

Y hazte con abril
un barco
que navegue despacio,
hasta mayo.

A junio,
dile que me salude a julio
y mándalos a los dos
por un embudo.

Y con agosto,
amada mía,
cubre tus pechos
para que se incendie el día.
Cuando yo me muera,
allí está septiembre:
bésalo.

Con octubre,
haz un cometa,

y con noviembre,
su cola.

Y a diciembre deshójalo
y jura que al mismo tiempo
si me quieres, no me quieras,
si me olvidas, no me olvides.



VIII

Niña: si me muero,
en venganza,
no te acuerdes de mí.

Piensa que una vez muerto
no existirás para mí.




DE: Sonetos con lugares comunes


Es tan blanca, tu piel, como la nieve

Es tan blanca, tu piel, como la nieve.
La nieve quiere al sol por lo brillante.
Y el sol, que se enamora en un instante,
se acuesta con la nieve y se la bebe.

El sol, aunque es muy grande, no se atreve
a hacerse olvidadizo y arrogante:
se acuerda de su novia fulgurante
y se pone a llorar, y entonces llueve.

Y llueve y llueve y llueve y de repente
la lluvia se hace nieve: esta mañana
que nieva tanto en Londres, y ha nevado

luminosa y nupcial y blancamente
en jirones, tu piel, por mi ventana,
ningún sol, como yo, tan desolado.




La rosa es una rosa es una rosa
               
La rosa es una rosa es una rosa.
Tu boca es una rosa es una boca.
La rosa, roja y rosa, me provoca:
Se me antoja una boca temblorosa.

La roja, roja sangre rencorosa
de la rosa, que quema lo que toca,
de tu boca de rosa se desboca
y me moja la boca, ponzoñosa.

La pena, pena roja de mi vida,
de no vivir bebiendo ese lascivo
licor de boca rosa y llamarada,

rubor de rosa roja y encendida,
me ha dejado la boca al rojo vivo,
del rojo de una rosa descarnada.




Tus ojos son azules como el cielo
               
Tus ojos son azules como el cielo,
el cielo es una diáfana mentira,
la mentira, una garza que suspira
por besar a una estrella a medio vuelo.

La estrella es un secreto de tu pelo,
tu pelo es una llama que delira,
y la llama un espejo en que se mira
con la lengua de fuera, un toro en celo.

El toro, por amor, está de hinojos,
el amor es de nubes transparentes,
las nubes son de un sueño y van de viaje,

y al final de ese viaje están tus ojos
que se bañan, desnudos, en las fuentes
más azules y claras del paisaje.





Que te acaricie yo, tus pechos, ave
        
Que te acaricie yo, tus pechos, ave,
como rezar las cuentas de un rosario.
Y que mi amor badajo y campanario
te lo repique yo, que yo te clave.

Que sean mis manos, de tus muslos, llave.
Tu rosa, de mis dedos, relicario,
y en su fronda la lengua de un canario
con mi lengua, la sal, que yo te lave.

Nada más eso pido, quiero, ruego.
A eso me dedico y a adorarte
a quererte, y a eso me consagro.

Y te juro, las manos sobre el fuego,
que volveré otra vez a codiciarte
cada vez que cumplas el milagro.




Como el oro, por rubio, es tu cabello

Como el oro, por rubio, es tu cabello.
El oro y el otoño, que es su hermano,
se despiden, volando, del verano
y viajan, río abajo, por tu cuello.

Y yo, que me robé y guardé un destello
en el hueco más claro de la mano,
una carta, en las hojas de un manzano
te escribo con su brillo, la embotello

en un litro de luz y te la envío,
y dice así: “el mar, mi casa entera,
el corazón, mis ojos, cinco rosas:

por ahogarme de nuevo en ese río
de dorada quietud, qué no te diera:
mi peso en oro, en sol, en mariposas...”







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