miércoles, 3 de agosto de 2011

4387.- ARMAND GATTI


Dante Sauveur Gatti, más conocido como Armand Gatti, (Mónaco, 26 de enero de 1924)
es un escritor, poeta, dramaturgo, realizador y guionista francés.

Nació en Mónaco en 1924. Hijo de inmigrantes italianos empezó sus estudios en el seminario de Saint-Paul en Cannes. Desde muy joven lee a Arthur Rimbaud y muestra un carácter muy rebelde, lo que vale la expulsión instituto.
En 1942, se enroló en la resistencia en Corrèze. Es ahí, donde empieza a componer sus primeros versos y ve crecer día a día su vocación literaria. En 1943, fue detenido por los Grupos Móviles de Reserva, una unidad paramilitar creada por el Gobierno de Vichy, y condenado a muerte. Sin embargo, su juventud le permite evitar el cumplimiento de la condena siendo deportado al campo de trabajo de Lindemann situado en Hamburgo. Enfrentado a la miseria, a las humillaciones y a las palizas Armand Gatti encuentra refugio en la poesía y en la lectura de autores como Antonio Gramsci, Henri Michaux, Nerval o Pierre Louÿs. En 1943, logra escaparse y regresar hasta Francia.
Una vez de regreso, decide cruzar el Canal de la Mancha para alcanzar Londres. Ahí entra en el Special Air Service, la principal fuerza de operaciones especiales que posee el ejército británico.
Concluida la guerra empezó a ejercer como periodista en diarios como le Parisien Libéré, Paris-Match, France Observateur, l’Express y Libération. En 1954, logra el Premio Albert Londres.
Su trabajo como periodista le permitió viajar a lugares como China, Corea, Siberia, Algeria, América del sur, Cuba y sobre todo Guatemala. En este última país formó parte de la guerrilla. Sus numerosos viajes le permitieron conocer personajes que marcarían posteriormente su obra, como: Fidel Castro, Ernesto Guevara, Buenaventura Durruti, Mao Zedong, o también Henri Michaux, Jean Cavaillès, Kateb Yacine, Jean Vilar, Erwin Piscator.
Hasta 1959 no abandonó su labor como periodista para dedicarse al teatro. Para ello se instala en Montreuil y decide trabajar con lo que el llama sus "loulous", jóvenes marginales en fase de reinserción en la sociedad (personas recién salidas de prisión, delincuentes, drogadictos...).
Obra

Principales obras de Armand Gatti
Teátro
1958 : Le Poisson Noir
1659 : Le Crapaud-Buffle
1960 : Le Quetzal, L’Enfant-Rat
1962 : La Vie imaginaire de l’éboueur Auguste G., La Seconde existence du camp de Tatenberg, Le Voyage du Grand Tchou
1966 : Chant public devant deux chaises électriques, Un homme seul
1967 : V comme Vietnam
1968 : Les Treize Soleils de la rue Saint Blaise, La Naissance, La Passion du Général Franco
1969 : Un Homme seul
1973 : Rosa Collective
1989 : Les 7 possibilités du train 713 en partance d’Auschwitz
1992 : Le Chant d’amour des alphabets d’Auschwitz
1999 : La Parole Errante
2000 : De l’anarchie comme battements d’ailes I « Chicago, les Cinq solitudes du mot Révolution pour chanter les destins d’un
enfant Uccello sur les bords du lac Calumet »
2001 : De l’anarchie comme battements d’ailes II « Les pigeons de la grande guerre »
2002 : De l’anarchie comme battements d’ailes III « Docks, Comment Sauveur Lusona, mon grand-père à fait des docks de Marseille un jardin japonais »
2003 : De l’anarchie comme battements d’ailes IV « Ton nom était joie »
Sus obras han sido publicadas por las editoriales Le Seuil, L’Arche y La Parole errante

Películas
1960 : L’Enclos
1962 : El Otro Cristobal
1965 : La Première lettre
1969 : Le Passage de l’Ebre
1975-1977 : Le lion, sa cage et ses ailes
1981 : Nous sommes tous des noms d’arbres

Obras sobre él
Gatti, aujourd’hui, Gérard Golzan et Jean-louis Pays, Paris, Le Seuil, collection Théâtre, 1970
Gatti : journal d’une écriture, Michel Séonnet et Stéphane Gatti, catalogue de l’exposition « cinquante ans de théâtre vus par les trois chats d’Armand Gatti », Artefact, 1987
L’Aventure de la Parole errante, Armand Gatti et Marc Kravetz, L’Ether Vague, Toulouse, Verdier, Lagrasse, 1991
Gatti (le principe vie. Pouvoir et puissance, résistance et souvenir dans l’œuvre d’Armand Gatti), Heinz Neumann-Riegner, Romanistischer Verlag Hillen, Bonn, 1993 ISBN 3-86143-010-X
La Poésie de l’étoile. Paroles, textes et parcours, Armand Gatti et Claude Faber, ed. Descartes, Paris, 1997
Armand Gatti, revue Europe, n°877, mai 2002
Armand Gatti à Genève, Yvan Rihs, Nadine Ruegg, Claudine Pernecker, La Parole errante, 2003





tu nombre era alegría

7

-Ha venido al salir. Jamás lo he visto grande, sino alto... Me cogió la mano y yo lo seguí por todas las partes del mundo.

Tenía el pelo bermejo, los ojos azules (cuando el azul es líquido), el mediodía de las campanas que se responden sonriendo,
y el hormigueo de los astros encima de la cabeza.

Los Macaroni son esos seres vastos, elementales, que mueren lejos de las colinas, sin dejar de caminar hacia ellas. (...)

Perteneciente a Antología, Armand Gatti (Demipage; Madrid, 2009)

Traducción: Francisco Javier Irazoki




ARMAND GATTI: AUSCHWITZ TRANSFORMADO EN ALFABETO
Armand Gatti (Mónaco, 1924) es el creador que ha dado una respuesta contundente a la pregunta angustiosa del filósofo alemán Theodor Adorno: ¿Es posible la poesía después de Auschwitz?
Gatti abandona los estudios que cursaba en un seminario y, a los diecisiete años, se enrola en la resistencia contra el nazismo. Forma parte de un maquis donde un libro de poemas de Arthur Rimbaud o Henri Michaux tiene más importancia que la pistola compartida entre varios milicianos. Cae prisionero en un campo de concentración, lo condenan a muerte (sentencia incumplida por tener Gatti menos de dieciocho años), es deportado a Alemania y recorre mil quinientos kilómetros en su huida a pie. Participa como paracaidista en los combates de liberación. Cuenta las humillaciones sufridas cuando, acabada la guerra, hace algún gesto humano a un grupo de hombres derrotados.
En la posguerra, sus reportajes en diferentes medios (Parisien Libéré, Paris-Match, France Observateur, L’Express) impactan, y en 1954 recibe el premio Albert-Londres. Deja el periodismo cuando su prestigio es grande. Así explica a Marc Kravetz por qué elige la dramaturgia: «No sé si imaginas lo que puede ser una representación teatral en un campo de concentración, los riesgos que supone, el compromiso que implica. Un día, un grupo de judíos lituanos y polacos montaron una pieza. Comenzaba con una larga salmodia, una suerte de oración murmurada, y, de repente, interrupción: «Ich bin» («Yo soy»). Y continuaba el murmullo. De nuevo: «Ich bin». Y la oración. «Ich bin». Era el final. Los deportados-espectadores habían seguido en un silencio extraordinario, un verdadero fervor. He guardado un recuerdo muy fuerte de esa representación. Los políticos deseaban que el grupo modificase el texto. Proponían: Ich bin, Ich war, Ich werde sein (yo soy, yo era, yo seré). Pensaban que de esa manera el mensaje sería más claro; los actores no cedieron. «Ich bin».
Apadrinado por Henri Michaux, Erwin Piscator y Jean Vilar (director del Teatro Nacional Popular y uno de los pilares de la dramaturgia francesa del siglo XX), Armand Gatti desarrolla una obra amplia. Cincuenta piezas: El niño-rata, Canto público ante dos sillas eléctricas, Los trece soles de la calle Saint-Blaise, La mitad del cielo y nosotros, El caballo que se suicida por el fuego, Crucifixión mestiza, Ópera con título largo…
Pero a Gatti no le interesan los directores de escena y actores profesionales, tampoco el teatro como género comercial. Pone su obra en manos transgresoras. Uno de los textos, La pasión del general Franco, provoca la ira del gobierno dictatorial español y queda prohibido en la Francia democrática cuyo ministro de Cultura es André Malraux. Gatti lía los bártulos y se marcha a Alemania (1969-1971). Sin embargo, no guarda rencor: «Tenemos (Malraux y Gatti) dos cosas muy fuertes en común: por una parte, somos los únicos en llamar esperanza a la guerra (civil) de España; por otra parte, vemos la cultura como una catedral».
En Bélgica, en 1972, más de cien tractores, coches, camiones y remolques ocupan el espacio de la creación colectiva sobre la reforma agraria y, tres años después, en Montbéliard, propone a los obreros de Peugeot una «escritura plural» donde quedan representadas siete naciones de inmigrantes. Empieza entonces a trabajar con los excluidos del lenguaje: parados, drogadictos, prisioneros, proscritos. «Hemos nacido de la agonía de una estrella», escribe. Pero añade: «A pesar de todo, la tierra vencida da estrellas». Esos hombres aprenden a interrogarse sobre la identidad (¿quién soy?, ¿a quién me dirijo?), someten sus cuerpos a la disciplina (prácticas de kung-fu), estudian durante meses el significado de los textos, y al final gritan la palabra: «Pero que no debe pararse en el suelo (lugar de la caída). Nuestro palotes, cuando devienen caligrafías, deben atravesar la capa de los muertos rusos, cobayas anunciadoras de todos los exterminios, la capa de los muertos industriales, la capa de los niños que encuentran todos a un anciano que pudiera morir a su lado. Debemos ir más lejos. Tener el coraje del légamo, el coraje de la roca, el coraje del cuarzo, el coraje de la resina y el del archaeopteryx en su provocadora y continua juventud geológica. Debemos atravesar, de una sola plumada en búsqueda, las tumbas de escamas, de conchas de hipocampo, de ámbar, y las primeras reflexiones del hueso que quiere convertirse en ala».
Toda la tribu se instala en los suburbios de las grandes ciudades (París, Marsella, Estrasburgo) o en la cárcel de Fleury-Mérogis, y allí difunde Gatti su escritura barroca y potente por la que desfilan el filósofo Giordano Bruno, el matemático Évariste Galois (fundador de la teoría de los grupos), muerto en duelo a los veinte años, el revolucionario Carlo Cafiero, el poeta Velimir Khlebnikov, el astrónomo Johannes Kepler, el anarquista Néstor Makhno, o el lógico Jean Cavaillès, ejecutado en la Segunda Guerra Mundial. Son piezas muy largas; en ocasiones abarcan veinte horas divididas en varios días de representación.
Dad a los hombres
y a sus imágenes
su única dimensión habitable
LA DESMESURA

La gran belleza formal de las obras incluye artes marciales. Los pronombres personales barren todo rastro de psicología. El escenario es casi siempre una excusa para remover la memoria de su experiencia en el campo de concentración. Y para las apariciones de una ballena y Augusto Gatti, el barrendero libertario asesinado, padre del escritor.
En la trayectoria final, Armand Gatti se ha adentrado en la ciencia. Usa referencias de la física cuántica de Max Planck y de las matemáticas modernas para que sirvan a la causa de los desposeídos. Ha sido importante su encuentro con el físico Francis Bailly, con quien mantiene un intenso diálogo intelectual.
El gobierno francés le concede el Premio Nacional de Teatro (1988). Y después, en 2004, cuando se le otorga, por medio del ex ministro socialista Jack Lang, la medalla de mayor prestigio nacional, su respuesta es emocionante: «Esta medalla debes entregarla a mis muertos en el campo de concentración, porque ellos me han dado todas las palabras que escribo».
Destaca también como poeta y cineasta. Debuta en el cine con El cercado, que es además el título de un poema extenso, y sigue con El otro Cristóbal, ambos premiados en el Festival de Cannes. El paso del Ebro completa el trío de largometrajes. Otra media docena de proyectos se esfuma en el mercado ruidoso.
Impresionan sus lecturas públicas. Lo vi declamar durante siete horas. Infatigable, con la sola cercanía de un perro que se llamaba Tao, un vaso de agua y los folios lanzados al suelo.
«Esta cama o diez, veinte, treinta ríos fluyendo de frente pueden devenir canto; es la palabra errante», dice en la contracubierta de sus obras nunca completas.

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI



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Un poema en prosa:

POEMA DE LA PALABRA CONVERTIDA EN GATO

Gato siempre sorprendido por ser una de las múltiples resurrecciones de Fausto.
Gato de Mallarmé.
Gatos del dorso de los capítulos donde eran desviacionistas, serpientes lúbricas y ratas viscosas a menudo aniquiladas en los sótanos del ser –y rehabilitados.
Gatos venidos de las comarcas del libre juego siempre dispuestos al reparto, pero frecuentemente carentes de sí mismos.
Gatos (entre espanto y maravilla) de un combate fratricida en el envés de los porvenires radiantes.
Gatos de rosas para todos. Liberada la alegría, presa de la hemofilia política.
Gatos -incluso engullidos por las palabras- valores igualitarios como el movimiento obrero. Los únicos.
Gatos profecías bajo control inglés de las piedras calvas del Ulster.
Gatos bajo tinta, como los rostros de los paracaidistas SAS bajo la negra pintura de las marchas de operaciones.
Gatos para el decir y el desdecir, para el leer y el desleer.
Gatos con tics (clichés, publicidades, reivindicaciones). Se detienen a la entrada de la página, agotados por sus preescrituras.
Gatos de claridad llamados como testigos en el pleito que opone a la sociedad y sus obras. Pasan su tiempo nadando en el río de las simplificaciones.
Gatos perplejos: una línea escrita, incluso cuando se multiplica, no constituye una diligencia, no aporta prueba, no recurre a ninguna mediación.
Gatos rampantes que se anulan, sin trazos gruesos ni finos, sin tener ninguna sombra para reescribirlos, para darles una verosimilitud.
Gatos que, sobre el papel, tienen la vida intransitiva de los sabios y vencidos. Siempre dispuestos a empezar las negociaciones, en el centro de una soledad obligatoria, son inexplorables.
Gatos geométricos en los que las formas respiran, caminan, hablan, se metamorfosean –después se inmovilizan, a pesar del bordoneo de cifras sobre las cuales no tienen poder.
Gatos perdidos en las columnas de los periódicos peligrosos. Noche de los cuerpos en busca de una unidad incluso pasajera. El olor de la tinta los desenrolla.
Gatos anteriores al día y que sin embargo iluminan.
Gatos que destilan garras en seísmos coloreados sobre la página, donde las cosas danzan tranquilamente, con hábitos negros.
Gato que, para decirse maullido en la página, mastica estrellas.
Gato elogio de la sombra en plena luz.
Gatos que la escritura de hoy vuelve proveedores de la extranjería, del horrible ready made, del desfalco, de la citación y de los últimos fuegos de la paleontología-guarda-consciencia. Prisioneros del pasado no vivido, e incapaces de establecer con él una relación de vida.
Gatos que, cuando se convierten en palabras, guardan su losa levantada sobre un paisaje de hueso.
Gatos del año II que no consiguen morir ni vivir.
Gato de título precario, revocable, descendido de árboles proféticos para aumentar la libertad de elección de las palabras y eximirlas del binario.
Gatos ladrones de Babilonia, ellos también con título precario.
Gato trono vacío de Buda en el templo de Borobudur. Alrededor gravitan las frases. Alrededor de las frases, los capítulos. Alrededor de los capítulos, el libro que sueña siempre con ser la palabra única.
Gatos de escuela, tambaleados en el delirio mediterráneo de las huellas perdidas, de los sables usados, de los arreglos de cuentas ancestrales y del polvo de los justos.
Gatos solitarios a la espera de la tormenta, del tiempo de la juventud y de la búsqueda del Grial para decirse –como Rousseau cuando se escribe como el centro del mundo.
Gatos inesperados que se creen Aquiles, pero siempre con Patroclo muerto delante de ellos.
Gatos con cabeza de anarquista –todos los anarquistas tienen cabezas de gatos.
Gato enfermo de jeroglífico, que testimonia la ascensión –siempre en medio de escrituras, para convencerse del pico del recuerdo y de los árboles golpeados por la ausencia.
Gato preso del vértigo del astronauta y sin disponer, para convertirse en palabra, más que de ritos de cazador furtivo.
Gatos invariablemente escritos en las tinieblas –con un corazón que late fuera de sí mismos como una mirada de luz. Puntuaciones de fuego en el declive del astro, ellos infligen heridas a la noche.
Gatos que tienen siempre necesidad de escuchar otras palabras para estar seguros de ser ellos mismos: gatos que vagabundean en las escrituras de antaño para establecer las líneas del futuro. Apariencia de alpinistas, escalan el cielo en busca de la ballena. Los descubrimos astronautas cuando los astronautas no existían.
Gatos de azar reunidos en gran conciliábulo en la carretera de Zacapa, para responder a la pregunta: «¿La palabra gato maúlla?» ¿Quiénes somos?
Quizá no haya respuesta, porque la respuesta es la continuación. Y la continuación es aún la inmensidad de los gatos.

[…]

Gatos de pelos erizados, rescatados de las revoluciones y que quisieran testimoniar en presencia del pasado histórico. Pero, ¿sobre qué?
Gatos misterios que no están instruidos en letras ni en medicina ni en ciencias veterinarias, y que encuentran su destino en la concordancia de los participios.
Gatos huellas de los fundadores del Popol Vuh en la página: sonidos de hojas que corren como hormigas sobre los árboles sonoros. Silban como una víbora de plata.
Gatos amuletos de fuego nacidos de los tatuajes de la noche que ronda desde hace siglos al país de los volcanes.
Gato que reanima, fuera de las estaciones, la mirada vegetal. Fuego de perla de agua. Animal perseguido en la frase.
Gatos de fardos azules de noche recargada y que, como las estrellas de la madrugada, se apagan por exceso de realismo.
Gatos emboscados en los follajes de los volcanes de llamas verdes, de la bruma azul siempre insegura, y del hierro replegado en un haz de frases gimientes.
Gatos que antaño llevaban a la escritura diez mil torres verdes, millares de pájaros de precipicio, y la melancolía a la frente ceñida del mecapal.
Gato como la esperanza, hecho de extremos. ¿Está enterrado en las escrituras? ¿Germina? Contra vientos, mareas y lingüistas, se escribe sobre la arena.
¿El gato puede ser «corazón de la flor del sol, cuya mujer es el latido»? ¿O también «mirada de la liana cuando corres detrás la nube»? Es así como lo han visto las miradas emplumadas de la pradera…
Gato tal como es escritura en la arena: gritería de cotorras verdes, pájaro amarillo en llamas, colores en guerra contra el abejaruco de cabeza azul cielo y los cuatrocientos gritos violetas del sinsonte de América.
Gatos presos de los eslóganes de lo felino. Para decir más. En la página de las escrituras: tierras arrasadas.
Gatos pobres (difíciles de imaginar) en exilio sistemático del sentido, como los mendigos sobre las aceras de las grandes ciudades. Gatos que arrastran una sombra herida donde arraiga la flor de la antigua alquimia.
Gatos que rondan alrededor del sentido, encendiéndose y apagándose como las luciérnagas, en las noches de verano.
Gatos entre la verdad separada de toda consistencia mítica y la verdad en su consistencia emocional: la tragedia de las palabras.
Gatos que vigilan la noche trenzando imágenes, emociones, motricidades, partes de visibilidad llevadas por el enunciado, para que el día recomience. Sólo el grito del gallo puede responderles –e incluso alternar las noches.
Gatos signos, resplandores, arcos eléctricos, zarzas ardientes, descargas de luz. Alegría de la energía (¡ay!) quemada por lo que quisiera alumbrar.
Gatos motociclistas. Tras una bajada de espalda, distendida como resorte, se lanzan con destino a la verticalidad. Sobreviven a su imagen, incluso una vez leídos.
Gatos del tiempo de las cerezas regresado (en las escrituras solamente). Nostalgia de la época en que el hombre era bello.
Gatos reproducción de la Creación siempre en lucha contra aquellos que creen ser su lineamiento –y a veces la firma.
Gatos que trepan a los árboles del viento.
Gatos de escuela con los que el sol no envejece, para los que todo está siendo –y no ha sido.
Gatos fósiles de duros silencios. Un dios abandonado viene a murmurar a hora fija.
Gatos silogismos de arañas suspendidas del hilo de la luna.
Gatos de corteza invernal, de ojos nevados, que rondan alrededor del sentido. Raramente lo desentierran. Se trata cada vez de un sentido radical en capítulos de la trastierra de la fragilidad.
Gatos de traducción sin otras referencias que la hierba y los brotes destruidos, conchas y ánforas que ya no se diferencian de lo que durante mucho tiempo ha sobrevivido a la ambigüedad helénica.
Gatos suicidas, siempre dispuestos a saltar para concertar un pacto con la frase. Los reclutamientos psicológicos les dan dientes con los cuales se destruyen.
Gato ausente de la cubierta de los libros de la barricada de Madrid, a reconstituir en las notas a pie de página. Exorcismo cuya necesidad forma parte de los acontecimientos escarnecidos del siglo.
Gato de Chicago con bigotes de delirio negro, que no son sino letras (quemadas en otra parte) que intentan recomponerse.
Gatos de mayo en las calles, una tarde en que París había perdido su grasa. La esbeltez de ser y de escribirse.
Gato armadura atigrada de la vidriera que entalla la imagen sin la cual los motivos faltan.
Gato de escrituras de colosos, con trastierra abandonada, sin ponerse en marcha más que para el ejercicio de la escritura que abre la ruta que conduce al cielo.
Gatos conjuro: sirven para arrastrarse hasta la luz, y de la luz, en los márgenes de los libros.
Gatos de éxodos que se agrietan sobre el hielo de noches sin horas. Pero que siempre saben vencer al espacio, como las campanas al vuelo para decir el nacimiento y la muerte.
Gatos en estado de secreto…
el gato triunfante es declarado en estado de gloria
el gato combatido, en estado de resistencia
el gato perseguido, en estado de enfermedad
el gato acorralado, en estado de secreto
… últimas palabras de un libro futuro que no cerraremos:
- ¿Quiénes somos?

ARMAND GATTI
Poema incluido en el libro Armand Gatti, de Marc Kravetz (Jean Michel Place; París, 2003).
Traducción: Francisco Javier Irazoki

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