miércoles, 6 de octubre de 2010

1403.- HOMERO CARVALHO


Homero Carvalho nació en el Beni, territorio de Los Reinos Dorados, Bolivia, en el año 1957. Ha publicado entre otros libros: Biografía de un otoño, El Rey Ilusión, Seres de Palabras, Territorios invadidos y Ajuste de Cuentos. Y participa de varias antologías nacionales como “Antología del cuento boliviano contemporáneo” “The fatman from La Paz” e internacionales entre las que se destacan “El nuevo cuento latinoamericano”, Ediciones del norte; "Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI", de Julio Ortega, Editorial siglo XXI y "Se habla español", Alfaguara, que reúnen a los mejores narradores iberoamericanos de la actualidad. Parte de su obra narrativa ha sido traducida a varios idiomas. Su obra cuentística se halla dispersa en publicaciones literarias dentro y fuera del país, como en el último número (44) de “Hueso Húmero, revista peruana de Literatura. Y en los Estados Unidos recientemente ha sido seleccionado en una colección de Literatura Amazónica.

Ha obtenido, entre otros premios literarios, el Premio Único Latinoamericano de Cuento, México 1981; Premio Latin American Writers Institute, 1989, New York; el Segundo Premio nacional de Cuento, 1995.

Su primera novela Memoria de los espejos mereció el Premio Municipal de Novela en 1995 y está considerada por la crítica especializada como una de las diez mejores novelas de la década de los noventa (La Revista, 6 de septiembre de 1998, año, 1, número 13) El año 2008 volvió a ganar el Premio nacional de novela con “La maquinaria de los secretos, una obra sobre la cruel las relaciones de poder del Estado.

Su novela El espíritu de las cosas es una obra que destaca por un fascinante argumento sobre la locura y el respeto a la condición humana y se constituye en una denuncia contra el sistema político y jurídico nacional. En 1997 publicó El tesoro de las guerras, una novela histórica.

Santo Vituperio ha sido considerada como una de las mejores novelas bolivianas de los últimos tiempos. Con La ciudad de los inmortales nos entrega una obra autobiográfica, testimonial e histórica que dejará una huella profunda en el imaginario colectivo que nos permitirá mirar, perplejos, en el oscuro y fascinante mundo político boliviano.
Su poemario Las puertas ha tenido muy buena aceptación de la crítica, tanto como “Los reinos dorados”, un extenso poema épico sobre las desaparecidas civilizaciones de Moxos.




Fragmentos de Los Reinos Dorados

Cuando vivíamos
en los Reinos Dorados
el mundo no había nacido aún
existía la vida
existía la muerte
pero el mundo no había nacido aún



Nosotros
habitantes de la selva
asistimos al nacimiento
de ese mundo dorado
donde todo era nuevo
donde todo era asombro
y ante todo estaba el Agua
el río
la lluvia

El canto de las aves
el gruñido de las bestias
el zumbido de los insectos
el leve aleteo de las hojas
iban nominando el mundo
y nosotros hacíamos de bautistas



Los nombres
nos eran revelados por
los espíritus protectores de la selva

Un graznido y nacía el cuyabo
un rugido y aparecía el jaguar
a los árboles los nombramos
con palabras cifradas y secretas
ochoó les llamamos
tajibo les llamamos
un breve oleaje y gritábamos caimán
un desliz en el follaje y sicurí susurrábamos
con el bello arairiqui nominamos a las estrellas

Los mismos espíritus
crearon la yuca para que
inventemos la chicha y el chivé

Tan joven era todo
que los de arriba
nos llamaron musus
que en la lengua de los inkakuna
quiere decir tierra nueva



Conocíamos
los nombres de los animales
y ellos sabían de nuestros sueños
nos anunciaban la llegada de la muerte
y se alborotaban jugando con los niños

En los Reinos Dorados
nacíamos con el don del entendimiento
cada nación hablaba su propia lengua
pero todos sabíamos que cuando
alguien decía Amarumayu
se refería al Río de las Serpientes



Para cazar y pescar
pedíamos permiso a
los genios tutelares de los lugares

Los comocois eran los únicos
que compartían los nombres de los tigres
cuando un guerrero mataba a uno de éstos
adoptaba su nombre para que nadie lo olvide

Los hombres bestias
se transformaban en fieras
y en las afueras del pueblo
descansaban después de la cacería
mientras que las bestias
transformadas en hombres
yacían junto a las doncellas del pueblo



El Arco Iris
protegía a los Reinos Dorados
de todos los males y el rocío
fertilizaba la naturaleza
abrillantando los colores
de las flores y de las plumas de las aves

De vez en cuando
llegaba un viento del sur
recordándonos que no muy lejos
de nuestros límites estaba el frío


Más allá
de la humedad
y de la espesura
de las nubes solteras
del dulce lecho del río
de las entrañas de los árboles
siempre había algo más
algo que guardaban los Reinos Dorados

En los Reinos Dorados
los hombres y la selva éramos uno



De CUERPOS

El cuerpo de la amada

Tu piel
es la página
que desean mis dedos
para imprimir sus memorias

II
Tu cuerpo

cubre la exacta
dimensión de mi deseo



III
Lejos de ti

el sueño es el camino
para encontrar tu cuerpo junto al mío





De LAS PUERTAS

III

La ciudad
orgullosa de sus victorias bélicas
presumía de su monumental puerta

Los juglares le cantaban epopeyas
los historiadores repetían mitos populares
los poetas rivalizaban por un inmortal soneto
los jóvenes se inmolaban buscando entrar en la leyenda

La Puerta era la historia
la ciudad el patio trasero

Solamente las madres
la evitaban sigilosas
susurrando maldiciones
mirando sin mirarla.



IV

Esta puerta
de madera maciza
de vitrales de latón insulado
soberbios cerrojos de nobles metales
alucinados en las fraguas toledanas
conquistó airados mares y esquivas sirenas
venciendo blancas tormentas andinas
para alcanzar destino final en un pueblo de la llanura

Opulenta y magnífica
tuvieron que tumbar la casa
para lucir la engreída puerta.



VI

Alto
muy alto
allá arriba
escarbando las nubes peregrinas
bajo el alero de los tejados españoles
suspendidos por gruesas columnas de troncos
espíritus inmortales de árboles de soto
sabiamente tallados por nativas manos

Superando los primorosos arcos
de las colosales y sagradas puertas
de los soberbios templos chiquitanos
maderas finas de bosques cercanos
bautizadas con el sudor moreno
endurecidas con sangre virgen
y bendecidas por rezos matutinos

Bellas puertas de cedro maduro
con relieves de risueños rostros
de cóncavos ojos y pequeñas alas
de impúberes y cabezones angelitos

Los jesuitas
misioneros y guerreros
aprovechando ocres de la tierra
esperanzados y convencidos escribieron:
“Casa de Dios y puerta del cielo”

Gracias a Dios Padre y Señor
los indígenas no sabían leer
salvajemente puros ingresaban a escuchar misa.



VIII

Estupendos
árboles de la selva
hojas de ilustres maderas
colgadas de frágiles herrajes
las puertas de nuestras casas

Humildes los hogares
sin pretensiones sus puertas

La madera madre opaca
la perfilería del brillo del acero
y la falsa transparencia del cristal
de las aparatosas entradas principales
de los gigantescos y mezquinos edificios.


XV

En su cuarto
detrás de una puerta
que sonríe cuando la abrimos
mi hija me presentó a su hada madrina
la vi sonrojarse como roja cereza
y la escuché reír sonora como las abejas
volando por la habitación cual rana traviesa

Por la misma puerta
inevitables
entraron los años
Y el Hada se fue despacito
para no despertar a mi hija.

Para Brisa Estefanía y Carmen Lucía



XVI

Ayer
abríamos puertas
con mi travieso hijo
inocente descubridor de soles

Me enorgullecía
llevarlo de la mano
disipando sus temores

Hoy
imprudente
seductor de lunas

Él abre las puertas
y se enorgullece
de llevarme de la mano
disipando mis temores.

Para Luis Antonio



Mi Casa

De niño imaginaba mi casa
la veía pequeña por fuera e inmensa por dentro

La soñaba con muchos cuartos
y una chimenea que jamás se encendía

Con libros por doquier abiertos al azar
para que las palabras compartan el hogar.



II

Hoy mi casa posee jardines

en los que cada mañana cantan las aves

En su interior cantan mis hijos
acompañados por un violín chiquitano

En las paredes de ladrillos
cuelgan sus retratos dibujados al carboncillo.


III

En el jardín de mi casa
Alguien plantó un totaí rodeado de bambúes

Yo sembré un guayabo
un árbol de manga rosa y unas enormes sandías

Mis hijos sembraron un pino araucano
y mi esposa llenó las esquinas con jarajorechis.



IV

Por las noches abrimos el infinito
dejando que nuestro hogar nos habite

Mis hijos cuentan sus días
inventándose historias para hacerlos creíbles

Y cuando se duermen recogemos las palabras
que guardaremos para revelarlas cuando ellos se ausenten.


V

En mi casa hay dos espejos
que protegen en secreto la vida que vivimos

Si nos falta alguien y lo necesitamos
nos basta con mirar en sus lunas. Allí estamos todos

Esos espejos son las pupilas de mi amada
donde siguen jugando los niños que siempre fuimos.

Santa Cruz de la Sierra, primavera 2007





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