sábado, 23 de octubre de 2010

1573.- ROXANA MÉNDEZ


ROXANA MÉNDEZ nació en San Salvador en 1979. Es licenciada en Idioma Inglés con especialización en Traducción. Ha publicado los libros: Mnemosine, DPI El Salvador en 2008, y Memoria, Universidad Tecnológica de El Salvador en 2004. Fue incluida en Antología de poesía Centroamericana La Herida en el sol, Universidad Nacional Autónoma de México UNAM en 2007. En 2003 la Secretaría de Cultura de El Salvador le dio el título de Gran Maestre de poesía nacional tras haber recibido cuatro premios de poesía en los años: 1996, 2000, 2001 y 2003. Ha ganado también el premio nacional de poesía organizado por Fundación María Escalón de Núñez y Radio Clásica en año 1998.





Hacia El Poema

Las manos desatadas por un soplo inhumano
regresan en las noches, las auroras, los días,
ánforas que trasnochan sobre láminas frías
y fiebre que congela sabores del verano.

Las sílabas secretas todavía se esconden
para encontrar senderos de antiguas lejanías,
amarillas distancias, viajantes melodías
que en el papel preguntan y en el papel responden...

Continúa el silencio, los ritmos y las pausas
y los vientos de otoño son vientos y son causas
a través de las noches, las auroras, los días...

Y siguen las palabras muriendo y renaciendo,
los pensamientos rotos que el viento va tejiendo
entre estas estaciones que no vienen vacías...




Memoria

Todo es presente ahora: mis ojos desatados
pueden ver la penumbra del cielo en este instante,
y en ese cielo inmenso, frío, extraño, distante,
vuelan aves de siempre sobre sueños pasados.
Otras calles retornan y es presente en mis labios
que besan las siluetas de los que ya han partido:
los niños de otras tardes y el viento conmovido
que trae de la iglesia su aroma de incensarios,
y las beatas señoras musitando oraciones
y el abuelo en el patio cantándonos canciones
y las lentas campanas de las cinco doblando.
Las calles imprecisas retornan al silencio
y ese cielo de ahora que sufro y que presencio
comprendo que es de un día que existió no sé cuándo.




Memoria y Distancia

La casa de los abuelos
tiene las paredes blancas,
altas paredes antiguas,
antiguas paredes altas.
En los árboles del patio
se da el mango y la campana,
abajo, una fuente llora,
viejas canciones de agua...

Vuelvo al ayer y respiro
calor de tejas soleadas
y escucho el mar en la calle
y las gaviotas del alba...
Vuelvo al ayer y me encuentro
besando sombras sagradas...

La casa es casi la misma,
su olor, sus puertas, su patio,
su luna al anochecer
y al amanecer sus pájaros.
Pero es distinto el silencio
porque no es silencio humano,
es la callada noticia
de la soledad de un ámbito...

Ya los seres han partido:
de ayer solo queda el viento
y en el viento algún latido
y en el latido un recuerdo
y en el recuerdo mi infancia,
la vida con los abuelos,
su risa, su voces blancas,
sus corazones inmensos,
y sus cabellos hermosos
blancos de harinas y sueños,
y sus manos en mis manos
y sus besos en mis besos
y mi hermana en la ventana
o correteando o durmiendo,
y mi madre cocinando
el pan en el horno viejo.
Y el bullicio de la gente
y las campanas del pueblo,
y todo aquello que fue
que hoy solo existe en mis sueños.

¡Qué inmensa la soledad
y más inmenso el silencio!

Cuánto soy en este instante,
cuánta memoria y distancia...
Una sombría dulzura
ha envuelto toda la casa...

De pronto, cae la lluvia,
y se humedece mi alma...



***


Puntos de luz recorren la grama,
el viejo sillón verde
que da hacia la ventana
está mullido y suave
y el viento levanta
las ligeras cortinas hasta el cielo.

La puerta de la habitación
trae sonidos del pasado
y casi puedo escuchar
el frío de los árboles
que chocan entre ellos.

Ayer las tinieblas lo invadían todo,
pero este día es diáfano
como el ala luminiscente
de un insecto de otoño.


***

Hay una escena frente a mí:
pájaros de la noche
se posan en el marco oscuro
de una ventana roída,
dan un espectáculo frío,
se comen las entrañas
con sus picos de hierro
que ellos mismos forjaron.

Sus voces se caen
como gotas muertas
sobre dos cauces negros.
Olvidan su forma,
su antiguo color
y su antigua música;
exhalan un vaho terrible
y desaparecen.
***
Un día desperté
había
sobre la tierra enmohecida
una serpiente larga
del color de las ciénagas,
la tomé por la cola:
estaba muerta.

Esa noche soñé
con un campo de trigo
que mecía el invierno,
con una casa blanca de madera
y dos siluetas entre la neblina.

Una de ellas se fue,
pero la otra,
al cruzar el umbral
se perdió con las sombras
del invierno.




Crece Mi Corazón

Me encuentro algunas veces con la vida:
me mira hasta tocarme con sus voces.
Voces de sombra y sol, voces perdidas
que emergen de la noche.

Tocan mi corazón desde su lumbre
con un fuego que quiere ser caricia.
Llenan mi corazón hasta tornarlo
un himno de ceniza...

Me encuentro algunas veces con el sueño
y me inunda de rosas el pasado.
Ahí mi corazón es un destello
sin nombres ni legados.

Me encuentro algunas veces con la muerte
y es un triste silbido en el silencio.
Un íntimo sonido donde vuelve
la realidad al sueño.


Me encuentro algunas veces con la muerte...
Me encuentro algunas veces con la vida...
Todo es igual y todo es para siempre
en esta circular polifonía.




Realidad

Cuando nos vemos solos y el cuarto donde estamos
nos parece tan frío, tan lleno de humedad,
siempre nos enternece soñar con lo pasado
y buscar la celeste flor de la inmensidad...
Y nos vemos los ojos, infantiles y puros,
y nos vemos las manos cargadas de caricias,
y el jardín del hogar es grande como el mundo
y es hermosa la noche y es extensa la vida...

Que tristes son las horas de esta tarde en mi alma:
se caen las palomas de su rumbo en el cielo,
no hay astros suspendidos en la profunda nada,
mi voz es lluvia lenta que humedece mi anhelo...
Cuánta mar que se aleja perdido en mi nostalgia
y cuánta playa oscura, monótona y desierta...
Qué tristes son las horas de esta tarde en mi alma...
Cuánta voz en la sombra... y cuántas aves ciegas...
Estos días no dicen de mi eterno cansancio,
no dicen del silencio donde mi voz se esconde,
solo hablan del olvido con sus lentos letargos
y del rostro al que le hablo por siempre y no responde...

Hablan de invierno oscuro, de vientos que marean,
hablan de luz herida por puñales de hombre...
Nada dicen del canto donde mi voz es bella
y del sol que, aún niño, vuelve a decir mi nombre...
Cuando nos vemos solos que triste es descubrirse
con los ojos ausentes mirando el horizonte..




El Último


I


Una figura errante camina en la incerteza
nadie lo reconoce, es un eco maldito.
El pasado se torna parte de su belleza
y se esconde en la grieta que dejaron los siglos.

Camina sin ser visto por los ojos que observan
un horizonte gris que se repite siempre.
Fantasmales siluetas dominan las aceras
y él las llama a todas y nadie se detiene.

El camina desnudo por un sendero hermoso
lleno de transparentes y lúgubres espectros.
Tiene una indescifrable expresión en el rostro.

Se descubre de pronto parte de su silencio
y vuelve su mirada a su fatal destino.
La canción del olvido late en su pensamiento.



II


Imposible se vuelve la canción del olvido
junto a la niebla fría que se forma en su calma.
Imposible la gota de rocío que cae
sobre el gélido invierno que se interna en el alma.

No se escucha el gemido de su lucha inminente,
tampoco el de la sangre que se ahoga en el agua
el color del abismo que se pierde al poniente
ni el inmenso y severo clamor de mil campanas.

Solamente la verde oscuridad del bosque
bajo algunos gorriones que suspiran al alba
se queda junto al viento presintiendo presencias
de seres que se posan en las frondas más altas.

Imposible se vuelve la canción del olvido
cuando la marcha fúnebre de la aurora no pasa.
Imposibles las hojas del otoño ya ido.
Imposible el silencio que llena la mirada.

WEB: ARTE POÉTICA







EL COFRE

Los árboles presienten la llegada del invierno.
Lo que cae, el viento, las hojas,
mi mirada llena de ciudades lejanas,
se vuelve una huella bajo mis pasos
pero más breve que mis pasos.
Mis pies son otro invierno.
Los pájaros, escondidos entre las ramas
como antiguas cartas de amor en un cofre
que alguien que no debía ha descubierto,
anuncian sin saberlo
la íntima llegada de la noche.
Escalones de piedra natural
conducen a un estanque
donde una luz inmóvil se refleja.
Unos pasos después,
bajo un puente de madera,
un niño respira lentamente arrullado
por el viento frío
que baja de los pinos junto al leve murmullo
de los primeros astros.
Abre los ojos…
desaparezco.





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