martes, 17 de agosto de 2010

LAURA WITTNER [500]




Laura Wittner 


Laura Wittner nació en Buenos Aires, Argentina, en diciembre de 1967. Es Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, coordina talleres de poesía y traducción y trabaja como traductora para diversas editoriales.



Publicó los libros de poesía El pasillo del tren (Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996), Los cosacos (Buenos Aires, Ediciones del Diego, 1998), Las últimas mudanzas (Bahía Blanca, Vox, 2001), La tomadora de café (Bahía Blanca, Vox, 2005), Lluvias (Buenos Aires, Bajo la luna, 2009) y Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011 y las antologías Noche con posibilidades (Montevideo, Civiles iletrados, 2011), Por qué insistimos con los viajes (Torrequemada, Ediciones Liliputienses, 2012) y Jueves, noche (Leiden, Bokeh, 2016). Próximamente, por Bajo la luna, saldrá La altura, un nuevo libro de poesía.



Es también autora de libros para chicos: Cahier du temps (París, Actes Sud, 2006); Cumpleañeros (Buenos Aires, Brujita de Papel, 2007); La noche en tren (Buenos Aires, Tres en Línea, 2008), Gato con guantes (Buenos Aires, Tres en Línea, 2009), Eso no se hace (Buenos Aires, Limonero, 2015), y Veo Veo – Conjeturas de un conejo (Buenos Aires, Tres en Línea 2015).







POEMAS DEL LIBRO "LA TOMADORA DE CAFÉ"


Dentro de casa


17.


Están volviendo
todas las historias infantiles;
todo está siendo sometido a juicio,
ya nada es pintoresco, material para poesía.
Los padres son los imputados
y parecen culpables;
nosotros ya empezamos
a parecer culpables.


18.

Se me dirá: doméstico es cualquiera.
Yo no lo niego, pero no puedo
dejar de advertir algunas cosas.
Grito entonces si la silla con rueditas
pasa por sobre el gancho imantado del morral
y observo cómo la cafetera
empieza a aparecer por todas partes
ostentando sus dibujos de vapor interno,
su cáustico fondo fangoso.


22.

Pensar en parques, en sonidos,
y añorar. Cuidar la fiebre,
querer con todo el corazón,
y envolver con todo el cuerpo.


23.

Yo me pierdo en las connotaciones,
dudo de la existencia
de las palabras; lo mismo
con la veracidad de ciertas caras.
Del otro lado de la puerta
mi hijo aprende todo
y se me hierve el agua del café.


24.

La coca chisporrotea
en un vaso
en la oscuridad.


40.

Fui y me creí todo,
y eso me hizo feliz. Vi
dos mariposas prendidas en el sweater
de la chica sufriente, que se había quedado trabajando
en la penumbra, y fue perfecto, me dije, porque
el entero sentido de esa escena
podía condensarse en, y deducirse de,
las dos mariposas en el pecho, en diagonal.



Cambios de luz

Las nubes deciden lo que nos hace esta penumbra, parece
que toda una familia de nubes migra
en una sola noche y por eso se apuran
una tras otra en esa línea de vapor mutante
que por fortuna atraviesa la luna
y es el apuro lo que las hace ir cayéndose, desprenderse
de cualquier forma en un instante, metiéndonos ideas
en la cabeza a vos y a mí que musitamos la palabra
de lo que vemos y en la segunda sílaba callamos
porque no es eso, está siendo otra cosa y así
no hay diccionario que resista.


La tomadora de café

...

2

Ilustración de la teoría del esfuerzo.
La necesidad del merodeo y la confinación,
de la queja, mirar la tele y aceptar que llueva
durante días. El aroma, la escalera que lleva al ventanal en L
y a la mesa con mantel azul serán una elección y no un refugio.
A esto lo llamaremos "proceso de mejoramiento":
con pocos trazos se compone una imagen
por la que hasta es posible caminar.
Una curva en la costa, tejados rojos,
un potrillito cómico que apura el tranco
para no perder de vista a su mamá. A la noche
veremos una estrella fugaz en el momento esperado.
Durante tres segundos se caerá del cielo,
y nos dejará en penumbras, en ascuas
bajo el resto de la vía láctea.
....

4

Otra vez sólida y eterna
en la oscuridad del microcine.
Cuántas películas sirven para que una mujer
vaya volviéndose linda: si tiene tacos, si no,
si tiene la nariz medio ganchuda pero esa
esa sonrisa a medio armar
y esos miedos poéticos que un buen director
sabe enmarañar con uno o dos
mechones sueltos cuando se trata de su actriz
o de su espectadora, a quien sin conocer
ilumina y maquilla,
dejando que se entregue
a voluntad
al deleite, en la oscuridad.
...

7

Se despertó el mundo. Se despertó la percepción.
Hicieron facturas en la panadería
antes del amanecer, y al kinoto le salieron cosas blancas.
Todo emana un perfume repleto y activo:
no se le puede dar más tratamiento
(un tratamiento mejor) que percibirlo.

....


Un poco verde, verde, muy verde

Agosto

Tras las lluvias, palomas empapadas aterrizan en la baranda del balcón.
Hay dos que intentan cortejarse, se cortejan.
El resto las repudia: ¿Cómo puede ser...?
Pero enseguida sus miradas fulminantes, sin elasticidad,
cambian de dirección. Con ellas van también
los negros – funestos – pensamientos.

Septiembre

Cayeron los primeros kinotos. Hubiera querido
tener un rincón donde quemarlos, mirarlos, esperar
que esta misma quietud traspasada de ácido y naranja
ardiera en el carbón, íntima pero invasiva.
En cambio hay dos frutos redondos
en silencio posados en la tierra.

....


Luna de miel

¿Qué croaba esas noches? ¿Ranas en semejante ciudad?
Volvíamos entre jardines, pero entrábamos a grandes edificios
para subir altísimo, fumar en los ventosos balcones,
dormir sin sueños, hasta la hora de desayunar.


Equilibrio

En los aviones y en los trenes, uno
se siente sólido y eterno.
Juan José Saer
(Dylan Thomas in America)



Tres versiones

Cheever vuelve de Manhattan y se acuesta


Camino y camino.
En calle Cincuenta y tres elevo una plegaria,
después almuerzo y veo el partido.
Vuelvo a casa en el tren,
tomo un poco de gin
y estudio italiano.
Me despierto a las tres de la mañana
paralizado por el pensamiento de lo que no hice
– mis dientes, por ejemplo. Y de pronto
creo ver con claridad
el pasadizo (en las relaciones humanas)
donde la línea entre creatividad y luz y oscuridad
y desastre
es fina
como un pelo.Y pienso
que es una carga heredada,
que mi madre ya cargaba con ella,
y que, como en todo, la luz
triunfará. Me parece ver el rostro seductor
de la sabiduría, la articulación, la poesía.
Algo que se puede cultivar, hacer que florezca
como una perversa tentación:
una cadena de falsas y suaves promesas,
una tierra artificial de leche y miel.
Digo entonces: que hay un gusano en la rosa
pero que no es fatal. Preferiría, sin embargo,
no tener esta visión de desastre.
Rezo por eso,
o por una comprensión más completa y relajada
de que la fuerza vital casi siempre está en disputa.



Irving intenta emocionar hablando del invierno


Delante de los focos, la nieve parpadea
como si esas dos que pasan arrojaran diamantes.
El llanto perpetuo de un bebé, la voz inquisitiva de un chico,
el frío agreste que se aleja
con su olor a manzanos sin plantar,
y su necesidad
de meter la pala en la tierra
para ver cuán profundo se retiró la helada.
Esperar, a ver qué pasa.
Esperar y ver qué pasa.





Mansfield y el tema de "pararse a mirar"

Después paseamos calle abajo.
Del brazo. Hacía calor.
Vos te apantallabas con el catálogo
y repetías: "mirá, mirá",
y nos parábamos 100 años a mirar,
para después seguir nuestro camino.



Otra ciudad

Cuando levanto la vista veo nieve,
nieve refulgiendo desde el televisor.
Como siempre, titilan sobre el mapa
los lugares donde una no está.
Seguro extrañaría el mercado de flores
y despertar en este piso octavo
que se abre desafiando al viento.
La verdad es que hubo un solo día de nieve
y que hay una posible segunda versión
para las cosas conocidas.
Las valijas están hechas desde siempre
y además están sobre el sofá
en posición de espera.
Ese momento dura, se sostiene,
es una manera de estar:
estar a punto de ser abandonado.
El pozo negro de las valijas hechas,
reverso del desembarco:
el deseo humano por lo incompleto
que se refleja, dicen,
en la predilección por lo pequeño,
lo breve, el fragmento.

De "La tomadora de café", Ediciones Vox, 2005



CERTEZA

No tengo idea dónde estoy;
perdí toda referencia. Lo único
que te puedo decir es que el rectángulo
de esta ventana apiña árboles
entre los que distingo una palmera,
una magnolia y varios tipos de coníferas,
y que todos se están balanceando con las ramas hinchadas
mientras emiten un uuuuuuu bastante agudo
incentivado por un espeso viento: lo único
que te puedo decir es que se viene
y que voy a ver llover en algún lado.



PACTO

La noción de que Popeye coma espinaca
siempre al límite, cuando ya no da más
y lo van a vencer, incluso salpicado
por unas cuantas gotas de ponzoñosa humillación,
que una querría limpiar
y esconder ante Olivia y ante el niño que admira,
igual que se repasa la mesada a cada rato
de migas, recurrentes almíbares, hasta hormigas a veces,
y todo se resuelva con ese ¡ting! del músculo
que responde en el acto (¿por dónde fue la fuerza,
por la sangre? ¡qué rápido llegó!), esa noción, pensaba,
en diversos momentos de la vida
se vuelve irrefutable.


(De: "Huecos", en: Lluvias)



EPIGRAMA

Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí,
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error





LUNA DE PLÁSTICO

Estamos en un living oscuro
donde quiero todo menos lo que tengo.
Sin zapatos, en el piso, tomando vino
en vasos de cristal, ponen música fuerte
y me pregunto: ¿por qué nosotros nunca
ponemos esta música?
La posibilidad del placer me está haciendo levitar
y la imposibilidad del placer me marea.
Voy a asomarme a la ventana a tomar aire,
pero no hay más, aquí, que la estrecha confluencia
de patios traseros y escaleras para incendio,
la ausencia de sonido mordazmente agitada
por la música mágica, una oscuridad de afueras de ciudad
apenas conocida. Así que necesito ir a la calle.
Me pongo los zapatos, salgo,
bajo la luz marrón que el piso a cuadros se chupa como esponja,
y mientras tanto pienso, pienso.
¿Por qué nosotros nunca ponemos esta música?
Me paro en la vereda congelada. No hay olores.
No puedo distinguir la ventana
de donde vengo. Un grupo de hombres en las sombras
me vuelven al temor. Ay, pero, gracias.


TE DIRÉ DE QUÉ ESTÁBAMOS HABLANDO
me preguntaba
cómo podíamos mantener
una conversación tan tonta
toda la noche narrando
las proezas de la adolescencia
pero hoy al leer esta reseña
sobre una novela de Ridgeway
de pronto lo comprendo
te diré
de qué estábamos hablando:
del amor en habitaciones
tomadas por asalto
del amor cálido y seguro
todavía lejos
de la primera descarga de tristeza




A la noche va a llover
Lo dijeron en la tele;
lo dice el cielo que evidentemente
se va preparando pero sin apuro:
formula nubes blanduzcas
cada vez más opacas
y cada vez más dueñas y señoras:
levan, intentan hacer del cielo un techo,
exhalan ese perfume promisorio
transformador del tono molecular del aire.
Lo publicaron en el diario
con el dibujo de la nube gris
atravesada por el rayo;
sólo queda esperar, disimulando,
como si la certidumbre de la lluvia
no se volcara sobre nuestros actos
renovando del todo su carácter.


De noche de día

Sólo un cauce logró atravesar la persiana
y estamparse en el vidrio, que está sucio
de gotas anteriores, agrisadas, resecas.
Llegó triunfal, rebotó varias veces
y ahora es sendero oblicuo de lunares
acuosos casi sin profundidad,
milímetros de diámetro.
Aquí reventé, y me multipliqué,
dice el chorrito mañanero,
un poco confundido porque siendo las 11
el cielo es negro y no hace más que cernerse
en los sentidos 5 y 8 de la Real Academia.
Llover suave y menudo.
Amenazar de cerca algún mal.


Casa en el bosque

Afuera, restos de agua
cuelgan de las piñas que cuelgan de las ramas.
Varias formas ovales proponiendo desprenderse:
todo baja.
Acá, un silencio excelente. Ráfagas breves
de gotas de último momento sobre techos y vidrios.
La nube, que termina de exprimirse
y manda optimistas latigazos.
Un calor raro, sobreinducido,
para marearnos por la noche,
ahora, con el alerta de las naranjas y el café,
casi nos hace estallar de expectativas.
Coronando actividades mudas,
motores y fluidos que sabrán lo que hacen:
lo hacen, supongo, por nosotros.

***

Como los días de invierno que parecen otoño. El inicio, o el amor: lenguaje que reconfigura el diccionario.
Laura escribe como quien nos sopla suave; nos acerca. Un arrullo de todo.

Lila Biscia



Epigrama

Dijiste algo y entendí mal.
Los dos reímos:
yo de lo que entendí
vos de que yo festejara
semejante cosa que habías dicho.
Como en la infancia,
fuimos felices por error.

(Últimas Mudanzas, Vox 2001)



Quedó gris

La estufa en piloto, un cable sacudido por el viento.
Dormís, voy por la página noventa.
Ropa nueva, futuro, iris blancos en agua,
y un cielo que no piensa despejarse.

Así empieza un otoño;
así me gustaría que empezara.



Olvido

La arritmia con que comenzó el goteo
en algún momento de la noche,
la demorada comprensión de lo que era ese sonido;
el hundimiento, entonces, en sueños más remotos:
todo deshecho por este sol de mediodía,
cuya oferta incluye cáscaras de fruta,
carbón de oruga y algunas otras sequedades.

Lluvias, Ed. Bajo la Luna, 2009



Te diré de qué estábamos hablando

me preguntaba
cómo podíamos mantener
una conversación tan tonta
toda la noche narrando
las proezas de la adolescencia
pero hoy al leer esta reseña
sobre una novela de Ridgway
de pronto lo comprendo
te diré
de qué estábamos hablando:
del amor en habitaciones
tomadas por asalto
del amor cálido y seguro
todavía lejos
de la primer descarga de tristeza.

El pasillo del tren, Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996



Cambios de luz

Las nubes deciden lo que nos hace esta penumbra, parece
que toda una familia de nubes migra
en una sola noche y por eso se apuran
una tras otra en esa línea de vapor mutante
que por fortuna atraviesa la luna
y es el apuro lo que las hace ir cayéndose, desprenderse
de cualquier forma en un instante, metiéndonos ideas
en la cabeza a vos y a mí que musitamos la palabra
de lo que vemos y en la segunda sílaba callamos
porque no es eso, está siendo otra cosa y así
no hay diccionario que resista.

La Tomadora de Café, Vox 2005


El color de la luz de sodio es amarillo:

creo que si apoyamos
una lámpara de sodio
en el centro de esta pieza oscura
acá en el piso, digo, y vos de un lado
y yo del otro, un día, en unos años
nos explicamos todo
despacio, con algunas palabras
que alcancen sin sobrar
el rato que haga falta
que entonces así, tal vez
el amarillo
como único núcleo
calmante pero sólido
nos deje poner orden
en todo este bigbang.



Por qué las mujeres nos quemamos con el horno

La marquita roja la tenemos todas.
Acá en la mano izquierda, con la que escribo
está también mi quemadura de horno.
Si la miro muy fijo, sobre el radio
se me despliega en tres:
se me tridimensiona la muñeca
y entrecerrando los ojos pueden verse
la muñeca de mi madre, la de mi abuela
y, en un tirón hacia delante, la de mi hija
picada de mosquitos, pulida y ya dispuesta
a la marca de la rejilla ardiente.

Inéditos






Poesía con posibilidades: Laura Wittner publicada en Uruguay

by Germán Machado

No suele suceder que en Uruguay se editen y se publiquen libros de poesía de autores argentinos. Recuerdo que en su momento, 1985, Ediciones de Uno publicó un libro de César Fernández Moreno: Introducción a César / 20 poemas, por lo que siempre le estaré agradecido a esa editorial, así como hoy le estoy agradecido a la editorial Civiles Iletrados, de Maldonado, por haber publicado una antología de la obra poética de Laura Wittner (Buenos Aires, Argentina, 1967) bajo el título: Noche con posibilidades.


«Noche con posibilidades», de Laura Wittner. Editorial Civiles Iletrados, Maldonado, Uruguay, 2011.

Este libro nos presenta la obra de una poeta que inició su andadura en los noventa y que en sus quince años de trayectoria lleva seis libros de poesía publicados: El pasillo del tren (Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996), Los cosacos (Buenos Aires, Ediciones del Diego, 1999), Las últimas mudanzas (Bahía Blanca, Vox, 2001), La tomadora de café (Bahía Blanca, Vox, 2005), Lluvias (Buenos Aires, Bajo la luna, 2009) y Balbuceos en una misma dirección (Buenos Aires, Gog y Magog, 2011). Pero además, este libro nos muestra, compendiada, un tipo de poesía que se cultivó en la otra orilla del Río de la Plata y que no tuvo mayores repercusiones en este lado del estuario.

Es cierto que internet nos da la posibilidad de leer lo que se hace en todo el mundo. Que las fronteras, entonces, no tendrían mayor peso en el trazado o la representación de los imaginarios poéticos vigentes. Pero sucede que la lectura en internet siempre es «hipervincular»: se salta de una página a otra sin lograr nunca una perspectiva clara del corpus de alguno de esos imaginarios. Eso es lo que pueden subsanar publicaciones como esta: mostrarnos el cuerpo de una obra, su desarrollo, su crecimiento, su evolución y también su coherencia.

Y así, en esta Noche con posibilidades, nos encontramos con un tipo de poesía, el de Laura Wittner, que se distancia de las estéticas neobarrocas de finales del siglo pasado, que también toma distancia de esa poesía «cloacalista» que hizo ruido a inicios de siglo, que asume una postura poética «objetivista», pero que hace todo eso desde una voz claramente identificable en su espacio y en su tiempo.

Un tipo de poesía que es coloquial en el uso del lenguaje pero sin desbarrar en lo chabacano.

Noche con posibilidades

Para todo habrá tiempo: para pedir cerveza
y que mientras él vaya al baño
yo encienda uno de sus cigarrillos
pero al sacarlo del atado otro más caiga
y se ponga a rodar
y cuando intente atraparlo llegue hasta
el charco que por algún motivo apareció
entre los vasos,
para que mientras considero
si dejar que el cigarrillo se seque
o hacerlo desaparecer
él vuelva del baño y descubra mi torpeza,
y así seguir enumerando
sin que ningún eslabón defina nada
sino que sólo implique – se produce
en muy raras ocasiones
este fenómeno, este diverso proceder
del tiempo:
ya no transcurre
cambió de dirección
cobra profundidad
se subdivide indefinidamente.

(p.42, en NCP, pertenece al libro: Las últimas mudanzas, Bahía Blanca, Vox, 2001)

Un tipo de poesía que es irónica, pero sin perderse en autorreferencias abúlicas. Que se distancia mediante procedimientos narrativos (y mediante un virtuoso uso del ritmo dado por la sintaxis y la puntuación) de cualquier efusión romántica, pero sin dejar de movilizar una lírica muy sugestiva, a menudo reforzada por una tersura fotográfica o cinematográfica.

Dentro de casa (7)

Toda una sorpresa
cuántas plantas florecen
o brotan en invierno.
Y de maneras no convencionales.
A una le sale un brote
en mitad de la hoja verde.
A primera vista parece bichada.
Hasta la más reacia, finalmente,
da una flor.

(p.50, en NCP, pertenece al libro: La tomadora de café, Bahía Blanca, Vox, 2005)

Una poesía que toma por referentes poéticos asuntos cotidianos, asuntos familiares o escenas del mundo de la vida, pero que remonta desde allí hacia una suerte de melancolía desencantada, que nos descentra como lectores (iba a escribir: espectadores), a la vez que procede a la desfetichización de los objetos tomados como asuntos del poema.

Huecos

Falta el vidrio
de la ventana del baño.
Un tablón de la persiana
se está por desprender.
Se me salió la corona
provisoria, y ya no paro
de creer que reconozco gente.
Todos los bares parecen estar llenos
de gente que conozco o conocí:
amigas de una amiga
vecinas de otra década
compañeros de estudio
que nunca saludé;
existirán, calculo,
unas diez caras
intercambiables en total.
Me siento a leer con
un lápiz y un pomelo triangulado
y estoy a punto de comerme el lápiz.
Hasta imagino el
sabor de la madera
y cómo cruje entre los dientes.
Mucho murmullo cruzado.
Lo de encontrar la luz es verso
o está en verso.
Como si todo esto no fuera
más que una ligera superficie
donde jugamos a danzar
–ratoncitos imantados–
y por debajo el vacío, seriamente,
se dedicara a desplegar sus pasadizos.

(p.89 en NCP, pertenece al libro: Lluvias, Buenos Aires, Bajo la luna, 2009)

Un tipo de poesía donde predomina el realismo característico de la narrativa de autores como Raymond Carver, pero que a su vez conecta con el «lúgubre esplendor» de un Kafka y con ese «humor judío» tan exquisito, como inquietante, propio de todo lo kafkiano.

te diré de qué estábamos hablando

me preguntaba
cómo podíamos mantener
una conversación tan tonta
toda la noche narrando
las proezas de la adolescencia
pero hoy al leer esta reseña
sobre una novela de Ridgway
de pronto lo comprendo
te diré
de qué estábamos hablando:
del amor en habitaciones
tomadas por asalto
del amor cálido y seguro
todavía lejos
de la primer descarga de tristeza.

(p.11 en NCP, pertenece al libro: El pasillo del tren, Buenos Aires, Trompa de Falopo, 1996)

Me pasa, a menudo, que me enfado con cierta poesía que, retorcida sobre sí misma, termina siendo una barrera para cualquier lector animado. En general, voy con cuidado cuando me acerco a la obra de autores de mi generación, pues suelo desanimarme con facilidad. La lectura de este libro, por el contrario, tuvo un efecto estimulante para mí y me ayudó a reconciliarme con la escritura de poetas que, nacidos por los mismos años que yo, vienen escribiendo una obra valiosa, a la que no siempre es fácil acceder desde esta orilla del Plata. El libro fue presentado en Montevideo y en Maldonado hace una semana. Y entonces, una vez dicho cuál es mi estado de ánimo, quiero terminar esta nota con un par de versos de Laura Wittner, y decir, casi esperanzado:

Así empieza un otoño;
así me gustaría que empezara.





Laura Wittner (CABA), La altura, Bajo la Luna, Buenos Aires, 2016.

La niebla

En posición ante la pista de despegue
todo el espacio y la fuerza disponibles
y esas luces, la voluptuosa sugerencia
de que brillen aun de día, a los costados,
indicando el camino hacia el instante
del ultimísimo contacto terrenal.

Detrás el aeropuerto; más atrás
cierta formulación de calles
por las que se reparte lo que hubo:
delante algunos metros de visibilidad
y ya el inmenso borrón de la niebla. 




Aerosilla

Flota sobre el silencio de maleza
prende un cigarrillito y va subiendo.
No existe más allá de ese chirrido
intermitente, del bamboleo mareado
en dirección al cielo. Los pies
en primer plano; no el presente
ni el futuro, ni nada. Sí los pies
que cuelgan, y también la roldana
que chirría, y el perfume caliente
de la maleza abajo, y el del humo
que la esconde y la acuna en su estrategia.



Placeres nocturnos 

                                                           A Clara

También nosotras nos paramos a sentir la noche,
cada una en su barrio pero al mismo tiempo.
Acá hay un cielo gris blanqueado
que huele a agua de río o algo así.
No entro a casa; aspiro hondo,
le pido un deseo único a ese olor. ¿Se puede?
Y entonces el deseo se atomiza,
átomos del deseo cubren la ciudad:
empieza una lluviecita plana, discreta,
hecha de constancia, que no se escucha
con las ventanas cerradas.
Eso es cumplirse, más o menos, ¿no?

*Título y primer verso me lo prestó Pavese.




Vecinas

Las dos fuimos hacia la ventana al levantarnos.
Esa mata de árboles y verdes enredados
de donde salen chillidos y aleteos
que separa su ventana de la mía
es un alivio a cualquier hora.
Las dos fuimos hacia la ventana,
pero ella fue casi desnuda.
Los árboles, las lianas, las aves en el medio –
y más allá su cuerpo blanco, tetas grandes, caídas,
y panza señorial, fue también un alivio.




El peso

Que me pese el pelo. Eso para empezar.
Si no no sé quién soy, qué cosas pienso.
¿Cómo inclinar un punto la cabeza,
cómo encarar la luz con la presbicia
si no peso, si el pelo no me pesa,
y de ahí para abajo ya me hago traspasable,
ya dudo en consistir?
No hay forma.
No se justifica
la tendencia actual a sacar el volumen
porque con el volumen se va el peso,
¿no lo ven? ¿Y qué somos?
Livianos como pollos,
con el pelo erizado,
sin ancla, sin memoria,
como diciendo ¿doblo acá
o seguimos derecho?



Exhibición de atrocidades

Alguien pescó, cortó y dejó
en la orilla esta cabeza de pescado
unida simplemente a su intestino.
La veo y siento mi propia cabeza
cómo se continúa en la garganta
y más allá. Con el mar hasta el culo
se besa la pareja enamorada.
La joven pareja enamorada.
También estuve ahí, sí, claro,
¿quién no? Una mujer sin pelo
entra al agua con determinación.
Apelmazado de sal un perro suelto
olisquea por sorpresa la entrepierna
de una chica en bikini: “¡Salí,
perro de mierda!” (cito textual). Si tres
granos de arena secos son capaces
sobre la roca, al viento, de variar
en dibujos infinitos, ¿cuán atroz
puede ser la variación de esta escultura
que en arena dura y húmeda sugiere
un castillo, un torso femenino,
unas montañas, un circo, una frontera?
¿Qué se arrasa por dentro de los moldes
y convulsiona y en lo químico muta
mientras una tan campante veranea?



Los chicos juegan en la plaza

Más atrás siluetas juegan tenis.
Todavía más atrás está el zumbido
que se eleva desde algún fluir de tránsito.
Y más atrás el paredón
irregular de los edificios caros
de los cuales a esta hora sólo uno
y sólo en los dos pisos superiores
retiene luz de sol, bastante aguada.
Ahora, fijate lo que pasa:
de entre la ronda de pinos que son tu primer plano
alguien, un pájaro, rompe a trinar
a todo lo que da,
con desafío y con oficio:
es breve lo que emite, y eficiente.
Si estabas con la vista sobre el libro
al mirar hacia arriba entendés de un tirón
qué es lo que imanta esas capas superpuestas
de urbanismo irreal que te contienen.
Cómo es que no se desmoronan
estrato por estrato dejándolos a ustedes
desnudos en mitad del escenario.
Pero entender fue tan fugaz

como el grito del pájaro.














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