lunes, 5 de septiembre de 2011

4625.- TERESA SHAW


Teresa Shaw Urioste, es una poeta, filóloga, traductora y editora uruguaya, residente en Barcelona.
Teresa Shaw nació en Montevideo, Uruguay en 1951. En su país natal realizó estudios de literatura en el Instituto de Profesores Artigas y en la Universidad de la República. Tomó cursos de pintura en el taller de Joaquín Torres García en Montevideo, pero abandonó esta disciplina al dejar Uruguay. Desde 1976 reside en Barcelona, España, en cuya Universidad se licenció en Filología Hispánica. Actualmente labora como profesora de educación secundaria.
Carrera literaria
Shaw ha sido cofundadora y editora de la fenecida revista poética 080 poesía, Barcelona; y ha participado en diversos recitales poéticos y en varios ciclos de poesía.
Poemas suyos han aparecido en diversas revistas de poesía, como Tres al cuarto, Hora de poesía, El signo del gorrión, entre otras. Su poesía ha sido considerada en varias antologías, como Barcelona: 25 años de poesía en lengua española (Granada: Ficciones revista de letras, 2002); Las poetas de la búsqueda (Zaragoza: Libros del Innombrable, 2002); The Other Poetry of Barcelona: Spanish and Spanish-American Women Poets (Oakland, California: Corner Magazine - InteliBooks, 2004); Com l'edat d'or des de la terra obscura (Sabadell: Papers de Versàlia, Nº Llop, Tardor 2005); Orfeo XXI: Poesía española contemporánea y tradición clásica (Gijón: Llibros del Pexe - Cátedra Miguel Delibes - Colección Punto de Encuentro 1, 2005); Bajo Sur. Muestra de poesía actual: Chile, Argentina, Uruguay (París: Cahiers de LI.RI.CO. Nº 2, 2006); y Poesía del espacio interior: 12 poetas en Barcelona nacidas/os en las décadas de los 40 y 50 (Castelldefels: Revista de literatura Alga, Nº 64, otoño 2010).
Como traductora, ha publicado una versión al español del libro Wooroloo (1998) de la poeta y artista plástica Frieda Hughes, hija de los poetas Sylvia Plath y Ted Hughes.
Sobre su obra poética
Sobre la poesía de Teresa Shaw, el poeta Jaime Siles dice:
Podríamos hablar de un realismo trascendente, pero también de una condensación no hermética: de una desnudez inversa a la de la poesía pura […] objetiva un sentido que no se polariza y traduce algo que supera y va más allá […] presenta epifánicamente la emoción y la melodía de las cosas, como si estas fueran algo más que su simple estar ahí
J. S. Prólogo a Destiempo.
Por otra parte, el poeta uruguayo Alfredo Fressia dice:
[…] Enfrentados a esta obra hecha de alusiones y elusiones, descubrimos un discurso lírico que no parece dispuesto a hacer revelaciones biográficas y que se niega a la mera elegía, sea esta personal o histórica, por más que todo esto hubiera podido componer un legítimo tema lírico. Shaw habla poco de sí misma, no pretende narrar una biografía, sin duda porque quiere entender la vida en un nivel más hondo, donde la anécdota personal ya no importa. Tan poco importa, que hasta se permite mencionarla, como efectivamente lo hace a veces […]
A. F. Prefacio a El lugar que contemplas.
Obra

Poesía
Plaquettes
Evocación de la luz. Barcelona: Ed. Bauma - Cuadernos de Poesía, 1994.
Instantáneas. Barcelona: Editorial Café Central, 1999.

Libros de poemas
Destiempo. Prólogo de Jaime Siles. El Vendrell: March Editor - Colección Biblioteca Íntima 8, 2003.
El lugar que contemplas. Prefacio de Alfredo Fressia. El Vendrell: March Editor - Colección Biblioteca Íntima 28, 2009.

Traducción
Hughes, Frieda. Wooroloo. Barcelona: Plaza & Janés Editores S. A. – Colección Debolsillo Poesía 67, 2002.



Intemperie

Un cielo limpio.
Los niños descansan.
No hay camino.
No hay caminos.
Con un puñado de hierba
arrancada al sueño,
todavía tenemos que morir.
Ahora, echados sobre unas mantas,
amamos la tierra,
corremos la misma suerte.
Y en el abandono,
esta proximidad apacible,
como si nunca hubiéramos partido.





Travesía

I
Desde otro tiempo,
navíos y barcazas
partieron para naufragar
frente a las costas del futuro.
Cascarones abandonados sobre la arena,
hélices que sólo dejan una estela de lanchas para recreo
en las rutas del devenir.
Puentes, escotillas cubiertas de caramujo
en su cuna de salitre y brea,
listos para el desguace, flotan aún
como taciturnos espíritus del acontecer.
Pero el cuerpo de los amantes viaja
arrebatado por caudalosos torrentes,
hacia corrientes desconocidas.
Uno solo en el otro solo
con el primer cielo reflejado en la pupila
y la congoja de antigua esquirla,
para alcanzar el lugar del más puro cumplimiento.
Si plantados ante el porvenir del mundo,
son arrastrados hacia atrás con el creciente estrépito
a morir en las manos del instante,
no los juzguéis.
Quienes llegaron de tan lejos
permanecen
en la humedad de los bosques
o en el templo de una llama
más allá de ellos mismos,
indistinguibles.

II
Cuánto futuro acumulado
si miro atrás.
Un yo
trae en la yema de los dedos
el perfume de ramos cortados
y la brisa del mar impregna
una piel ajena,
como ajena es la sal pegada a las pestañas
de la mujer de Lot.
¿Era nuestro el hogar encendido
por otros tan antiguos y lejanos?
¿Fueron nuestros los primeros pasos?
Hombres y mujeres
reverberan sin destino sobre la tierra
y en nuestros rostros
acumularon futuro sus rostros,
como esas casas desteñidas sobre el papel
de viejas fotografías,
tan exactas en sus detalles, pero sin el aire
que de ellas emanaba.
Si todo es futuro como el Dios inasible en las palabras,
origen ya cumplido fuera del poema,
en el albor de la nieve
que cubría, ya entonces, las laderas del valle.
Si la vida se aplica a lo que ha de venir
y las estaciones fueron
y hoy es el pasado del futuro, el pasado del Dios,
refracción en un diamante donde se petrifica la mirada
de quien se vuelve con amor, con curiosidad,
con temor y arrepentimiento.
Y no entiende bien qué ama de esa ausencia,
qué formas son estas que se presentan como ejércitos disueltos
en oscuros sucesos individuales de heroísmo y traición.
Sin comprender qué puede temer de lo que le fue arrebatado
ni de qué puede arrepentirse siendo el fruto esperanzado de la tierra.
Fantasma de triste aspecto, aléjate ya.
Deja vacío el lugar del desvanecimiento.

III
Una bruma espesa cubre la orilla
y más allá la cumbre del monte entrevisto.
Sólo el viento que tatuó la piel
de una tierra antigua
te recibe.
El mismo que alza las olas
perfora la roca
donde palpita un corazón.
Un soplo
el origen despojado de futuro,
de las cosas que sin fin se cuelan
por sus brechas.
Con barro en la boca
te incorporas.
El sol talla
alas, cornisas blancas
en tus manos.
Esta es la Realidad.
El pez sigue el curso de la ola
al descender por un océano invisible
y en las raíces de la arena
una barca varada
aguarda la creciente marea.
Lleva tu nombre inscrito
con polvo dorado.
Tu nombre sin nombre,
los nombres surcando.





CAMINO DIFÍCIL

Llega la hora del paseo.
La noche dejó restos de nieve
en los bordes de la avenida,
corrompidos por la cal y el hierro.
Nada es superfluo en este paisaje,
pero nada dice y el día
nos precipita hacia un punto
en cualquier momento.
Una pareja camina entre sus escombros.
Son imágenes de archivo.
La historia agota esta brevedad,
sus nombres.
No podemos saber
si el día acaba o empieza,
qué dicen las víctimas.
Y esta intimidad
sin rostro entre
las fotografías y el poema,
como otra farola rota
entre los despojos del invierno.

De Destiempo (2003)








ARRECIFES

That sufferance was my sinne, now I repent
John Donne

Con sus arrecifes, sus perlas del fondo,
derribó la puerta Este, inundó mi casa.
Su cuerpo desnudo flotaba en la corriente.
Te conozco, le dije.
Eres como el muerto que enterramos.
Entonces, se tumbó a mi lado
para que lo arropara.
Tenía abierta la herida en el costado.
Pecamos para salvar a otros, murmuraba.
Con fuerza quise estrecharlo en mi pecho,
no sabía cómo deshacerse
del viejo cuerpo enfermo,
de la tristeza impresa en la simiente.
A su lado, la mujer encinta
desangraba una quimera,
y, por segunda vez, moría el amor
a costa nuestra.

De Destiempo (2003)









PATIO

Sólo conozco el trozo de tierra donde crecí. Al repasar las horas del día, las casuarinas mudan mi inquietud en costumbre de arraigar. Pero el instinto sagrado de los insectos trepa los troncos centenarios, forma un regimiento llevándose la hojarasca de cada segundo.
Por aquí pasó también un ejército de hombres a caballo.
Respondían al más brioso entre la tropa. Vestían ponchos de verano, buscaban alimento, monturas, plata para las armas.

En procesión,
tras siglos en vela
por mares,
océanos,
secaron sus ojos mirando al norte.

La revuelta iba extendiendo su lava por los campos, se esparcía hasta alcanzar la casa, el patio. Al tiempo que maduraba la uva chinche y los granos del festín salpicaban con su oscuro terciopelo la plazoleta bajo la parra.
Escondimos el nochero en una habitación de afuera.
Heredamos la astucia, la dificultad de movimiento, la falta de ejecución y confusos recuerdos.
Detrás, junto a la verja, siguiendo el camino que va hacia la cocina, distingo la huella que dejó la carretilla del negro Teófilo. Una historia, huidizas notas tras el paso de la comadreja que cruza el huerto a hora vespertina.

De rama en rama
teje abstracciones,
mundos,
la araña de la vid.

Hermanos,
cuando las corrientes de la vida depositaron aquí
el verdor de praderas y cáñamos,
¿no habíamos abandonado ya todos los caminos
con el gesto simple de una mujer,
que, al observar las variaciones de una nube,
corre de pronto a recoger la ropa limpia
del día que fuera tendido al infinito?

Resto las horas no vividas,
anticipo el fin,
y las cuentas de lo por mí visto y escuchado
suman con el ayer extraño
un mismo tiempo,
el que me lleva al patio donde nací.

De El lugar que contemplas (2009)








JARDÍN DE ARENA

Trazan los dedos figuras en la arena.
Recorren desiertos,
lagunas y ríos, rocas, cántaros pulidos por el viento.
El tacto es el jardín
una playa, estrellados cardos en los médanos.
Al seguir el círculo incalculable de sus lunas,
delinean rizópodos,
peces lamprea, escurridizas anguilas,
rugosidades
donde a un tiempo se graban y confunden las cifras,
las cartas de navegación,
el punto invisible de una estela en su viaje por el zodíaco.
Así, construye el poema su geografía.
Una escala en la rompiente del viento,
extensos campos en blanco, quimeras disueltas
en la fibra de los sentidos.
Y va borrando el azar de unos nombres,
contornos apuntados sobre la arena
de un yo que en el límite de cada página se desvanece.


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