jueves, 23 de junio de 2011

3998.- ANDREW CHOATE


Andrew Choate (1976) nació y creció en Carolina del Sur. Vive en Los Ángeles desde 2001. Estudió música y lenguaje en Northwestern University y en California Institute of the Arts. Publica textos sobre arte y música desde 1998. Su primer libro, Langquage Makes Plastic of the Body, editado por Palm Press en 2006, es una recopilación de canciones, relatos, ensayos y poemas que incluye un CD con la obra en voz del autor. Produce un programa de radio, The Unwrinkled Ear, cuyos archivos se pueden encontrar en www.radio4all.net. Actualmente escribe un libro acerca de la relación entre las funciones alimenticias y estéticas, titulado Accounting for Taste.





Poemas


Andrew Choate
TRADUCCIÓN DE JEN HOFER


Hoist A Dorsal Fin In Salute

I don’t keep a flash drive — I use a fish drive. 1 can of sardines can hold about 400 gallons of memory. I hold my fish like a microphone and whisper things to it and they get stored in its gills and scales. They’re like sponges, fish. Mine watches tv with me, and remembers what I miss after I fall asleep. Fish drives are the best media I’ve ever encountered. A lot of times you’ll see me at concerts, holding my fish drive up in the air, recording all the emotional thunderclaps of my favorite bands’ most spontaneous solos. It’s also really helpful if I get lost while driving. All I have to do is look at it buckled into the passenger seat of my car, and whichever way it’s decomposing guts are oozing out of it, I know that’s the way back home, and I can keep driving forward.

My fish drive is just one of the many ways I’m going green, you know, for the environment. And for animals. And lots of stuff like that. And, I think, because of the terrorists too, we all need to go green.

I made some changes in the kitchen too, for green’s sake. I now use a live duck’s open bill as tongs for flipping eggplant slices on the grill. It keeps my fingers away from the hot vegetables, and gives the duck a gift of yummy smells. Ducks love the fragrance of olive oil, salt and pepper.

The last time I catered a party at my home I instituted the Tray Pass Porcupine. After impaling bits of hard cheese and green apple pieces on each of its quills, I let the critter scurry around on my coffee table in a gated pen, delivering much-desired appetizer bites to my beloved visitors. Thrusting arms in pursuit of hors d’oeuvres saves lives. In this case, potentially abandonable porcupine lives.

I also greened my car. I ate a banana and put the peel on the roof of the car. Then I drove around. I still drive around. It’s what I do every morning while waiting for the coffee to kick in. And the banana peel stays on top!

Next week, while the banana peel is on my car, I will eat another banana. But instead of wasting it by double-greening my car, I will throw it on the street so someone else can green their car. Keeping a banana peel on the roof of my car is just one of my solutions for greening the earth. It’s also a symbol I can display to others, hopefully to inspire them to get involved.

Another method involves stickers, stickers from fruit. I’m using them to build an ever-expanding lampshade for my iguana — I don’t think he likes the sun as much as the brochure says.

I go green in my leisure time too. I believe that my example of imbibing a Midwestern cocktail of horseradish, rye and corn syrup from a carved out turnip can inspire others that they, too, can make a difference.




Iza una aleta dorsal para saludar

No cargo un usb —uso un pez usb. 1 lata de sardinas puede guardar alrededor de 400 galones de memoria. Sostengo mi pez como a un micrófono y le susurro cosas que él almacena en sus agallas y en sus escamas. Son como esponjas, los peces. El mío ve la tele junto a mí y se acuerda de lo que olvido cuando caigo dormido. Los peces usb son el mejor medio que he encontrado. Muchas veces ustedes me verán en conciertos, alzando mi pez usb en el aire, grabando los truenos emotivos de mi banda favorita en sus más espontáneos solos. Resulta bastante útil cuando me pierdo manejando. Todo lo que tengo que hacer es mirarlo abrochado en la parte del copiloto de mi coche y, cualquier camino que tome la pus de sus entrañas, sé que me lleva a casa, y puedo seguir manejando.

Mi pez usb es solamente una de las muchas formas en las que soy verde, tú sabes, para el medio ambiente. Y para los animales. Y un montón de cosas por el estilo. Y, creo, a causa de los terroristas también todos necesitamos ser verdes.

Hice algunos cambios en la cocina también, por el bien del verde. Ahora uso el pico abierto de un pato vivo como pinzas para dar vuelta a las rebanadas de berenjena sobre la parrilla. Mantiene la distancia entre mis dedos y las verduras calientes, y le da al pato el regalo de algunos olores deliciosos. A los patos les encanta la fragancia del aceite de oliva, la sal y la pimienta.

La última vez que fui anfitrión de una fiesta en mi casa, implementé el Servicio de Farol Puercoespín. Después de empalar trozos de queso duro y pedazos de manzana verde sobre cada una de las plumas, dejé que la criatura correteara sobre la mesa de centro en un redil bajo llave, entregando muy deseados bocaditos de entremés a mis amados huéspedes. Perforarse los brazos para cazar botanas salva vidas. En este caso, vidas potencialmente abandonables de puercoespines.

También verdeé mi coche. Me comí un plátano y puse la cáscara sobre el techo. Después manejé a varias partes. Sigo manejando a varias partes. Es lo que hago todas las mañanas mientras espero hasta que el café haga efecto. ¡Y la cáscara de plátano se queda allá arriba!

La semana que entra, mientras esté la cáscara de plátano sobre mi coche, me comeré otro plátano. Pero en vez de desperdiciarlo doble–verdeando mi coche, la echaré a la calle para que alguien más pueda verdear su coche. Guardar una cáscara de plátano sobre el techo de mi coche es solamente una de mis resoluciones para verdear la tierra. Es también un símbolo que puedo mostrar a los demás, ojalá pueda inspirarlos y hacerlos involucrarse.

Otro método tiene que ver con las etiquetas de las frutas. Las estoy usando para construir una pantalla de lámpara creciente para mi iguana —no creo que le guste el sol tanto como dice el folleto.

Soy verde en mi tiempo libre también. Creo que el ejemplo de imbuirme un cocktail de rábano picante del Midwest, whisky de centeno y jarabe de maíz de un nabo tallado, puede inspirar a los demás para que ellos, también, causen un impacto positivo.




And to boot, grandparents who refuse to eat salsa

My mom called to tell me that this asshole kid who grew up in my neighborhood, and was the offspring of former friends of hers, was getting married. His bachelor party was in the Bahamas, she said. And he got in a fight in a bar one night and someone broke his jaw. Congratulations, Dale.

And it gets better: broken jaw in hand, he refuses to be treated in the Bahamas and insists on boarding a plane for a US hospital immediately — an act that, perfectly and forever, connects the grotesque smallmindedness of national pride to irrational xenophobic distrust.

What kind of woman would marry this guy? I picture a soggy-nippled nitwit bitch who kisses like a spoon and gives a handjob like a crab. The only sunburns she gets are from driving, one arm at a time. She has apologies engraved on her belt buckles. She considers herself a vegetarian because she’s never sat on a cat. She has had over 8 dozen guys drink body shots off of her in college-adjacent bars. She cannot be trusted to provide acceptable snacks for any function. She drinks beercan backwash at parties like it’s a miracle elixir. Which it is, for those men with a crustacean fetish. Two years ago she was a military prostitute reject, though she refuses to give up supporting the troops’ balls with her chin. I bet her dad drove her to elementary school in a porsche and jerked off to photos of himself standing beside the driver’s side door, ajar, alone.

Happy honeymoon.




Y para colmo, unos abuelos que se niegan a comer salsa

Mi madre me llamó para decirme que ese güey pendejo que creció en mi barrio, crío de unos ex amigos suyos, se iba a casar. Su fiesta de soltero tuvo lugar en las Bahamas, dijo ella. Y una noche en un bar él se peleó y alguien le rompió la mandíbula. Felicidades, Dale.

Y mejor aún: con la mandíbula rota en la mano, se niega a ser tratado en las Bahamas e insiste en tomar un vuelo inmediatamente hacia un hospital en Estados Unidos —un teatrito que, perfectamente y para siempre, conecta la mezquindad grotesca del orgullo nacional a la desconfianza xenófoba irracional.

¿Qué suerte de mujer se casaría con este tipo? Imagino una perra imbécil de pezones aguados que besa como cuchara y se la pela como cangrejo. Sus únicas quemaduras de sol resultan de manejar, un brazo a la vez. Tiene disculpas grabadas en las hebillas de su cinturón. Se considera vegetariana porque jamás se ha sentado sobre un gato. Más de ocho docenas de hombres han bebido body shots de su cuerpo en bares universitarios. No se puede confiar que ella ofreciera botanas adecuadas para ninguna función. En las fiestas, toma la baba del fondo de las latas de chela como si fuera un elixir milagroso. Y lo es, para esos hombres que tienen fetiche de crustáceo. Hace dos años ella fue rechazada como prostituta militar, aunque se niega a dejar de apoyar las pelotas de las tropas con la barbilla. Estoy seguro que su padre la conducía a la primaria en un porsche y se hacía una paja frente a fotos de él mismo parado junto a la puerta del conductor, entreabierta, solo.

Feliz luna de miel.




Marrow, As In Bone, SpecTACKular

My dick is the new Iphone. Have you seen it yet? Go ahead, hold it. It’s got an app for everything.




Médula, como de hueso, specTÁCular

Mi pija es el nuevo Iphone. ¿Ya lo has visto? Ándale, tómala. Tiene un programa para todo.




Making eye contact with a priest while he receives someone else’s confessions

When I was a kid I came home from school early one day and saw my parents through the window of our house. They were bowing down to a giant lobster. I converted too, after I discovered the armored turd it left in our playroom. I never saw it again, but the lingering scent of its yeasty claws provides ample, swooning relief every time the demon zest creeps onto my plate and tempts me with contraband activities like reinventing the checkerboard.

My churches are beaches lined with butter lapping at the shore’s edge, foamy fat tracing its path from the waves onto the sand.

Before the waves break, you can see the yellow in the light before they crash.




Haciendo contacto visual con un sacerdote mientras recibe las confesiones de alguien más

Cuando era niño regresé temprano de la escuela un día y vi a mis padres por la ventana de la casa. Estaban haciendo reverencias frente a una langosta gigantesca. Me convertí también, después de descubrir el zurullo blindado que dejó en nuestro cuarto de juegos. Jamás la volví a ver, pero el olor persistente de sus pinzas como levadura ofrece un alivio amplio y encantado cada vez que el picante del demonio se arrastra sobre mi plato y me tienta con actividades clandestinas como reinventar el tablero de ajedrez.

Mis iglesias son playas forradas con mantequilla chapoteando en la orilla de la costa, grasa espumosa trazando un camino de las olas hacia la arena.

Antes de que rompan las olas, puedes ver el amarillo en la luz, antes de que se estrellen.


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