jueves, 23 de junio de 2011

3966.- ENRIQUE WINTER


Enrique Winter (Santiago de Chile, 1982). Es poeta y abogado. Ha publicado Atar las naves (2003) y Rascacielos (2008) y, próximamente, traducciones de Philip Larkin. Sus poemas pueden encontrarse en discos, revistas y antologías como El vértigo de los aires. Poesía latinoamericana (1974-1985) en México, y Hofstra Hispanic Review en Estados Unidos (2007). Recibió el primer premio del XI Festival de Todas las Artes Víctor Jara (2003) y las becas de la Fundación Pablo Neruda (2002), del Premio Mustakis / Biblioteca Nacional (2003) y del Consejo del Libro y la Lectura (2005). Es editor de Ediciones del Temple. Reside en Valparaíso.






Arreboles en Quezaltepeque

Llevo el mareo de escolar que espera a su rival del callejón
o del que cuenta con los dedos las décimas de nota que le faltan

los mismos dedos que en las sábanas deshechas buscan ese cuerpo ido
como si el blanco fueran teclas de un piano que resiste

la ducha helada antes del trabajo
cruzando en camioneta por la arena

donde yacen los muertos del partido
recostados y hermosos en su caos

como el naranjo de la tarde pintado por las fábricas
el morado del pómulo escolar y los pañuelos de la despedida

que se enarbolan cual bandera: ser silla firme y mesa
un comedor de multitienda dándose forma con las manos.








Firme aquí: mi firma es redonda y fina

Hace justo un año fui testigo contra mi marido por abusos sexuales de otra.
Desde entonces Carabineros ronda por mi casa
pues su hermana juró vengarse. Él está preso
y así esposado viene a la audiencia de divorcio.
Los niños querían acompañarme para verlo, porque lo aman tanto como yo.

Si me ensucio, ahí no es donde me limpio: me interesa la limpieza del paño.
Me duele ver de pie al gendarme y a espaldas de mi esposo, ojalá nadie pase
por aquí.
No quiero rearmar mi vida. Yo me miré al espejo esta mañana y lloré.
Vine tarde a la audiencia. Quién sabe si se suspendía,
como el almuerzo cuando él no llegaba.









Merlina

Merlina, su camión dice Merlina
y ambas esposas en Guadalajara
creen que es por la niña de Los Locos Addams.
Claro, se enamoró de ella
antes que de la línea de las autopistas
que continúa sobre el escritorio
y en la pelusa de Merlina, la boricua de Houston.
Que ni siquiera llama interrumpiendo a la noche en su crujido
de catre de camión, en sus luces apenas y en su blanda
consistencia de catre de camión,
como las otras que se ríen y lo conocen demasiado
para trancar la puerta del negocio.
Las que saben por qué bautizó así su máquina
y le ruegan a Fátima que un día
ese camión se llame como ellas.









Quedarme afuera de mi propia casa justo cuando pensaba construirla

Abren cervezas con las cerraduras
de la escuela y yo ni con llave muevo
este cerrojo. Traigo las murallas blancuchas de mi pieza
nada de fotos de mujeres que se despiden y desean suerte,
renunciando a los triunfos conyugales.
Quedarme afuera de mi propia casa
justo cuando pensaba construirla,
cansado y a las dos de la mañana
lo intento y ya ninguna llave gira.
Ninguna llave gira por el frío
que generan los malos ratos: viajar solo y de noche
como en Cacocum, Cuba; de donde me sacaron a piedrazos
cuando salté la reja del que creí el motel y no lo era.
Igual a un detenido: las manos detrás de la nuca,
pero esa sombra forma un ojo. Hablando solo como niño pobre
y decidido como las mujeres que publicitan universidades,
muñecas cuya ropa perdió la hermana de ese niño:
juro que ni embajada ni en su vida
volverá a verme y menos sin frazadas, durmiendo a la intemperie.
Quedarme afuera de mi propia casa y sin el dios a quien le recé al perderme
cuatro horas en bosques del Llanquihue
otro catorce de febrero.








MAESTRANZA

Bajo la superficie de los mares
hay espacios en blanco.

Las crestas de las olas alcanzan caracteres,
que sólo imprimen en mareas altas.

Estas dos hojas diarias las escribe la Tierra,
Venus ninguna aún siendo poeta,
y lee nuestra Vía Láctea.

Los juzga a todos malos,
los arruga y los lanza.
Los agujeros negros: pura tinta perdida.





SOLTAR LA CUERDA

Nunca aprendimos a saltar la cuerda.
Mis padres la olvidaron
en el bazar de Presidente Errázuriz
dos nueve cero uno.

Al techo del lugar sigue amarrada,
balanceando a mi abuelo.







EN LA VEREDA

Las micros trotan y son nuestras naves.
El continente Pueblos, por pequeño,
no tiene terminales ni es porteño.
Sentarse en su vereda a ver las aves,

ojo de pez soy sin boletos, sabes,
es prender fuego a guías de Carreño,
al siglo y al comercio en cada leño,
ver ascuas de tu cuerpo y de tus claves.






En la acera de un pueblo chico, hincarse
es darle un fulminante gancho de box al tiempo,
y a la ruma de libros ......... y a las monedas ......... y a ti.







PUENTES

Los puentes son mosaicos de madera con agua
y juegan como íconos de algún rompecabezas,
como piezas revueltas en la mesa del aire.

Son los niños que tristes sacan los pies del lago
para onces de leche y hallullas que se parten,
desmigando un mantel a cuadros carmesí.

Marean estos puentes, si no se los recorre
cual jardín o calleja de antiguas novias, novias
entre maderos fijos y líneas de tiniebla.

Al volver, la sutil soledad de sus tablas
resume aquellos brincos que añora nuestro paso
ya cansino de piedras: puzzles, lagunas, pan.







HUAPI O CUALQUIER ZONA RURAL

Abiertos como dedos de una mano, los cinco continentes
poseen nombres de mujer.
Mi mujer es un cántaro que cobija al viajero derramado.

En Huapi, de los cementerios sólo recuerdo cunas de colores
dando la vaga idea de vientres que palpitan.

Porque ser seducido es una especie de muerte,
de pausa,
mi mujer es la urna que protege nuestra falta de lances.
............ Y bailarinas conquistadas
concentran en su ombligo
una herida que inspira y luego expira
lo fugaz de su acto:
caer en los espacios sin tierra de la Tierra
es refugiarse en otros surcos, ser un murmullo
que se esconde en las bóvedas.

La vida es el dibujo que salmones nadan desde la cuna
hacia cunas distintas en madera tallada,
cavadas bajo tierra.

Y sobre ella nos queda tan sólo una certeza:
hay cinco continentes embelesando a los marinos que suspenden el viaje
y lo reemplazan por la otra muerte, sus velos y guarida.





TERMINALES COMUNES

Sólo la vuelta de otras niñas en bicicleta
da origen a la plaza en donde puedo escribirte.

Los círculos concéntricos del cielo
trazan decenas de gaviotas

................ mientras tu mano se esculpe a sí misma
.............. . (vuelos de águila sobre el tocador).

Estos retoques a la piel del mar
hacen de los pelícanos cucharas
en las pestañas del océano.

El agua es tu perfil,
oculto por la niebla de los puertos
girando en bicicleta.







EL CORTEJO DE ESTA ESPECIE ES UNA AUSENCIA

La mujer que uno habita
siempre es otra de la que seca nuestros labios
hasta despertarnos con cada medianoche
............................................................. sin estar allí.

Desvela quien se halla
danzando en inviernos azarosos de antes
un merengue que habla de esta carnal nostalgia
........................................................ que no la albergó.







EXORDIO A SOLTAR LA CUERDA (TENDENCIA A LA AFONÍA)

Y a estos ojos blancos, a echar la puerta abajo
a camionazos del Goliat.
A cincelar en la garganta bordes
del pasillo de rugby. Al padre envuelto en banderas.
Dolor de cuello. Afuera la lengua y balbuceos,
gringo proleta o vieja solterona
limando sus perfectos muebles. Flaco,
tendencia a la afonía y al bostezo.
A inflamar estas naves, las amígdalas
y las palabras graves. Modulación en falta.
Tendencia al yeso y a perder papeles,
al mal riego sanguíneo. A caerse en canales.
Perdimos nuestras fichas de ludo. Se atoraron
con dulces nuestras cuerdas. Y para este jueguito
del amor, nudos en la tráquea.



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