martes, 21 de febrero de 2012

5946.- JUAN KRUZ IGERABIDE



 Juan Kruz IGERABIDE
(Aduna, Guipúzcoa (País Vasco) 1956)
«En casa permanecieron cinco años esperando a que yo naciera, a saber por dónde andaba yo, pues siempre he sido bastante despistado. Por lo tanto, no puedo decir que fuera un niño no deseado por mis padres. Así llegué al mundo, en la primavera de 1956, tras un duro invierno, ya que al parecer hubo unas tremendas nevadas antes de que yo naciera. Como he escrito mucha literatura infantil debiera tocarme hablar de mi infancia, pero no puedo decir gran cosa, puesto que las cosas más interesantes quedan ocultas en el subconsciente.

A decir verdad, no me siento demasiado cómodo en los catálogos de escritores; confieso por primera vez que yo quería ser músico, organista, pianista y acordeonista, es decir, manoseador de todo aquello que tuviera teclas. La frustración me dejó con el lápiz en la mano, rascándome la nariz, por lo que empecé a escribir como en sueños, como aquel que empieza a dibujar de manera medio impasible. De niño leí bastante, pero sin pensar que leer me gustara, leía por leer y nada más; y así empecé a escribir en la adolescencia, escribía por escribir y nada más. No tenía, ni mucho menos, una conciencia estética; tampoco una voluntad estética. Pasé muchos años escribiendo para mi mismo. Incluso mi hija nació antes que mi primer libro. Desde entonces, sin embargo, he hecho más libros que niños.

¿Merece la pena mencionar los libros que he escrito? ¿Aquellos que más aprecio? Me es imposible; al fin y al cabo, cada libro es una pequeña frustración, y no por el tema del éxito o porque las críticas hayan sido buenas o malas, no. Confesaré la verdad de manera que nadie pueda oírme: quiero ser un dios, y crear mi propio universo, pero uno verdadero, que sea tangible, no imaginado. Pero no es posible. He llegado a pensar que tal vez sea más fácil ser Satán, pero si el propio Rimbaud fracasó en eso, a estas alturas será inútil. Ahora ya sabéis la verdad de la verdad.»



Bio-bibliografía:

Estudió Magisterio y trabajó como profesor durante varios años. Posteriormente, hizo el Doctorado en Filología, y en la actualidad imparte clases en la Universidad del País Vasco. Ha desarrollado varias investigaciones en el ámbito de la literatura infantil, en torno a la poesía sobre todo. Ejemplo de ello es Bularretik mintzora: haurra, ahozkotasuna eta literatura (Del pecho al habla: el niño, la oralidad y la literatura; Erein, 1993). En dicho libro Igerabide analiza la literatura infantil desde la perspectiva de la tradición oral, de los cuentos de hadas.

En cuanto a su labor creativa, Igerabide es autor de varios libros, tanto de poesía como de narrativa, dirigidos al público infantil y juvenil. Sin embargo, su andadura literaria dio comienzo con la publicación de un poemario para adultos, Notre Dameko Oihartzunak (Los ecos de Notre Dame; Elkar, 1984), al que siguieron otras tres obras: Bizitzarekin solasean (En conversación con la vida; Elkar, 1989), Sarean leiho (Ventana en la red; Alberdania, 1994), y el galardonado con el Premio de la Crítica de España Mailu isila (Alberdania, 2002; Martillo silencioso, Editatenea, 2003). Sobre ese último Iñaki Aldekoa ha escrito: «La poesía de Igerabide versa sobre las inquietudes que perturban la normalidad cotidiana de cualquier ciudadano de a pie: nos habla de su trabajo, reflexiona con sencillez e ironía sobre cuestiones varias que nos acometen en la vida ("reflexión metafísica mientras hago la cama", "mientras me ato los botones de la camisa", "reflexión metafísica bajo la lluvia y sin paraguas" o "antes de preparar la cama, contemplo el horizonte"), en una clara apuesta que vincula poesía y vida» (in Aldekoa, Iñaki. Historia de la literatura vasca, Erein, San Sebastián, 2004).

Tras la publicación de Begi-niniaren poemak (Erein, 1992; Poemas para la pupila, Hiperión, 1995), comenzó a escribir poesía para niños. En dicho poemario el autor recogió haikus dirigidos al público infantil, y tanto la citada obra como sus posteriores poemarios -Egun osorako poemak (Pamiela, 1993; Poemas para las horas y los minutos, Edelvives, 2003), Haur korapiloak (Trabalenguas para niños; Pamiela, 1997), Botoi bat bezala / Como un botón (Ed. Bilingüe; Anaya-Haritza, 1999), Mintzo naiz isilik (Elkar, 2001; A tus ojos mi voz, La Galera, 2004), Begi loti / Ojitos dormilones (Ed. Bilingüe; Diputación de Málaga, 2003), Munduko ibaien poemak (Elkar, 2004; Poemas para los ríos del mundo, Hiperión, 2004), Gorputz osorako poemak (Poemas para todo el cuerpo; Aizkorri, 2005)- han convertido a Igerabide, tal y como afirma Aldekoa, «en uno de los autores de literatura infantil más significativos». «En todos ellos están presentes las marcas de la poética de Juan Kruz Igerabide: visión, sencillez, sorpresa, elegancia en el verso... Una mirada plural y nueva sobre las cosas, para descubrir un mundo complejo, de exacta formulación poética.
»Naturaleza y palabra son las dos bases que sirven de soporte a esa poesía: contemplación de la naturaleza en primer lugar y búsqueda de la palabra exacta que descubra una nueva forma de ver la realidad, el objeto cotidiano, la vida» (in Kortazar, Jon. "Introducción", Hosto gorri, hosto berde / Hoja roja, hoja verde, Atenea, Madrid, 2002).

En declaraciones realizadas a la revista sobre literatura infantil Behinola -recogidas por Xabier Etxaniz Erle y Manu López Gaseni en 90eko hamarkadako Haur eta Gazte Literatura (Pamiela,
2005)-, Igerabide dice lo siguiente sobre lo que para él es la poesía infantil: «El juego de palabras es el arte de la poesía (...), expresar sentimientos, encontrar el misterio de la vida, dar una visión especial sobre el mundo, sacarle al idioma expresiones no habituales y ocultas, y de ahí crear un objeto estético. Para resumirlo en pocas palabras, la poesía infantil es un trayecto que lleva del juego de palabras a la creación y disfrute del objeto estético». A lo que añade: «De todas maneras, si el juego de palabras no se vincula al mundo interior de uno mismo, corre el riesgo de convertirse en un juego mecánico».

En cuanto a la narración infantil, Igerabide ha escrito más de una veintena de cuentos entre los que se encuentran los protagonizados por Grigor: Egunez parke batean (De día en un parque; Alberdania, 1993), Gauez zoo batean (De noche en un zoo; Alberdania, 1994), Denboraldi bat ospitalean (Una temporada en el hospital; Alberdania, 1995) y Oporraldi bat baserrian (Vacaciones en el caserío; Alberdania, 1996). «En lugar de utilizar el elemento fantástico, hay cuentos en los que el propio protagonista es fantástico, como sucede en los cuentos de Grigor y la abeja. Como la abeja es amiga del muchacho, le mostrará el mundo animal. En el libro Egunez parke batean el mundo de los animales pequeños, en Gauez zoo batean el de los grandes. De todas maneras, en estos cuentos, al igual que en el titulado Denboraldi bat ospitalean, el escritor trata de las relaciones humanas, de sus miedos y sus actitudes. Grigor tendrá que vérselas con la muerte en el cuento Gauez zoo batean, puesto que tras sufrir un accidente queda en estado de coma, siendo el sueño que en dicho estado tiene el niño el hilo de la historia» (in Etxaniz, Xabier. Euskal Haur eta Gazte Literaturaren Historia, Pamiela, Pamplona, 1997).

Con Jonas eta hozkailu beldurtia (Aizkorri, 1998; Jonás y el frigorífico miedoso, Everest, 1999), ilustrado por Mikel Valverde, obtuvo el Premio Euskadi en 1999. «En este cuento Juan Kruz Igerabide ha empleado sus propias palabras para expresar lo que el niño siente en torno al miedo. A pesar de que la historia comienza y acaba de manera humorística (...). el miedo que Jonás siente en la soledad de su casa será cada vez mayor, hasta llegar al pánico. Y en esta progresión, el miedo pasará del corazón a las manos, de las manos a los ojos, de los ojos a la cabeza... El frigorífico también sentirá miedo, y temblará, pues puede que esté en su interior el lobo devorando toda la comida. ¿Y qué se puede hacer si uno está solo en casa y viene el lobo? (...) El lenguaje es vivo, con ritmo, cotidiano, y aunque se nos muestre bajo una apariencia narrativa proviene de la poesía tan propia de Juan Kruz. Pero además de la narración y la poesía, la modernidad y la tradición también están muy bien ensambladas: un sentimiento que es tan antiguo como el ser humano (el miedo, la soledad), aumentado por la presencia del lobo, y adaptado a una situación actual» (in Sagastume, Laura. Behinola, núm. 1, Noviembre de 1999).

El personaje presentado a través de Jonas eta hozkailu beldurtia protagonizaría posteriormente los cuentos Jonasen pena (Aizkorri, 1999; La pena de Jonás, Everest, 2000), Jonasen iratzargailua (Aizkorri, 2001; El despertador de Jonás, Everest, 2001), Jonas larri (Aizkorri, 2002; Jonás en apuros, 2002) y Jonasek arazo potolo bat du (Aizkorri, 2004; Jonás tiene un problema muy gordo, Everest, 2004).

También ha escrito poesía para jóvenes -Kartapazioko poemak (junto a Karlos Linazasoro; Ibaizabal, 1998), Hosto gorri, hosto berde / Hoja roja, hoja verde (Ed. Bilingüe; Atenea, 2002)- así como narrativa. A esta última corresponden las novelas Helena eta arrastiria (Elkar, 1999; Helena y el sol poniente, Editores Asociados, 2000), Hamabi galdera pianoari (Alberdania, 1999; Doce preguntas a un piano, Edebé, 2006), Begi argi horiek (Esos ojos claros; Aizkorri, 2000), Hiru ahizpa (Tres hermanas; Erein, 2003) y Bosniara nahi (Aizkorri, 2003; Volver a Bosnia, Everest, 2005).

En la colección de haikus Hosto gorri, hosto berde / Hoja roja, hoja verde aparecen «sólo dos temas como anclaje fundamental del libro: la hoja roja, la hoja que ha caído o está a punto de caer del árbol y comenzar así una vida independiente y que puede simbolizar a la vez la decadencia y la apertura a nueva vida, y la hoja verde, que aún se encuentra viva en el árbol» (Kortazar, Jon. Op. Cit.). Mientras tanto, la novela Hamabi galdera pianoari se basa en el monólogo interior que mantiene una joven de catorce años, a la que se le ha muerto la madre, ante el piano. Se trata de una reflexión sobre la muerte, aunque no de formulada de manera intelectual, pues los adolescentes más que pensar las cosas las sienten. En Hiru ahizpa las protagonistas son tres hermanas que tras la muerte de su padre ayudan a su madre en la costura. Esta historia realista y cruda guarda relación con los cuentos de hadas y de intriga. Con Begi argi horiek el autor «nos lleva hasta el mítico Machu Picchu en un viaje lleno de aventuras y peligros. Una joven alumna de artes marciales e hija de un conocido estudioso de las distintas religiones nos narra este viaje, maravilloso, entrañable, pero a su vez intenso, peligroso e inquietante, donde las distintas filosofías de la vida, la diversidad religiosa y la violencia y el deseo del poder se entremezclan en una novela llena de intriga y, a la vez, de comentarios sobre la vida. Igerabide ha logrado, con una prosa cuidada y una estructura sencilla, crear una novela creíble que no sólo nos engancha a su lectura, sino que además nos hará reflexionar, al igual que a la joven protagonista de la obra. La inclusión de poemas, reflexiones, así como la descripción de los lugares y sus gentes añaden valor literario al texto, a la aventura de esta excelente novela de intrigas» (in Etxaniz, Xabier. CLIJ, Febrero de 2001).

Por otra parte, Bosniara nahi nos habla de la guerra. Queriendo escapar de ella, una familia bosnia logra establecerse en Barcelona; pero desgraciadamente la familia no se encuentra al completo. La madre, la hija y el hijo tratarán de adaptarse a su nueva vida, pero no dejan de acordarse del padre, del que no saben si sigue vivo o no. Por eso, el joven Nezir regresará a la antigua Yugoslavia, con ánimo de encontrar a su padre. Esta trágica historia nos es contada desde dos extremos casi simétricos; por una parte está el padre, que vivirá infinidad de riesgos y aventuras para no caer en las garras del enemigo; por otra parte, el hijo, que no descansará hasta encontrar vivo a su padre.

Así mismo, Igerabide ha publicado dos libros de aforismos: Herrenaren arrastoan (Tras la pista del cojo; Alberdania, 1998) y Egia hezur (Alberdania, 2004; También las verdades mueren, Alga, 2004).

Entre sus últimas publicaciones se encuentra su primera novela para adultos: Hauts bihurtu zineten (Os convertisteis en polvo; Alberdania, 2005). «Los conflictos morales, sentimentales y existenciales que presenta la novela de Igerabide tienen como escenario un pequeño barrio de Euskal Herria en los últimos años del franquismo y en el comienzo de la Transición. Las huelgas, los movimientos obreros, las detenciones, los atentados, las formas de vida alternativas asociadas a los movimientos de izquierda... de aquella época -poco trabajados en nuestro ámbito- aparecen reflejados en la novela de Igerabide, todo ello pasado por el tamiz de la mirada del narrador Joantxo. El joven Joantxo -para la mayoría Herrenko-, con inclinación a la poesía, lleno de curiosidad, es quien guía esta historia, y tanto los momentos iniciáticos de su adolescencia como sus conflictos interiores cobran protagonismo en la novela, teniendo como decorado el ambiente socio-político de la época. De todas maneras, la auténtica protagonista de la novela es Adela, la maestra progresista del barrio, a la que el narrador considera su segunda madre. Igerabide ha acertado al elegir contar la vida de esa mujer a través de la mirada del joven muchacho, de tal manera que la visión del joven muestra de manera más evidente las contradicciones y drama de la mujer (y también de la sociedad). Así, la progresiva desmitificación de la al comienzo idealizada Adela ofrece al escritor una magnífica oportunidad para mostrar dialécticas sobre varios temas, y formular reflexiones abiertas, contraponiendo las actitudes vitales de los dos personajes principales.
»La novela de Igerabide ofrece diferentes niveles de lectura, siendo en su sencillez muy rica. El libro es una novela iniciática, pero también la recreación de un momento histórico (no resulta difícil imaginar la adaptación de la novela al cine), o una reflexión sobre la vida y la existencia, un doloroso testimonio sobre la revolución y la imposibilidad de la utopía» (in Egaña, Ibon. "Memoriaren errautsetatik", Berria, 2005-12-06).

Igerabide ha adaptado al euskera para el público juvenil el Ulises (Erein, 2000) de Homero. Así mismo, ha traducido al euskera El asno de oro de Lucio Apuleyo (Urrezko astoa, junto a Anjel Lertxundi; Ibaizabal, 1996), El fusil de mi padre de Hiner Saleem (Nire aitaren fusila; Alberdania, 2004) como Tres cuentos de hadas de Gustavo Marín Garzo (Maitagarrien hiru ipuin; Elkar, 2005), entre otros.












IGERABIDE, Juan Kruz:


Sonrisa


La sonrisa del hombre,
la sonrisa de la mujer,
un beso, y yo.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








La vida


Abrí los ojos:
Me inundó el calor
de dos soles rojos.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Congoja


Oculta tras las nubes
la Luna lloraba
sobre la Tierra.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Amanecer


Del horizonte viene un son:
Nace el alba
y su canción.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Como un botón


Nací como un botón
que asoma por el ojal:
Sonrisa lunar.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor







Una sonrisa


Canta un pétalo
en los labios del viento:
Baila el aliento.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Dolor


Mi hermana está
enferma, triste y sola:
La puerta llora.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Niño sin padres


Niño huérfano:
Fuerte sujeta
una hermosa kometa.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Ciudad cigarra


Calla cigarra:
Resquebrajas la luz,
la tarde clara.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Un nacimiento


Nace un niño:
La Tierra comienza
a girar para él.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Felicidad


Risas de niño:
de sus labios brotan
mariposas.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Recuerdos del pasado


Cumplo años hoy:
En mi ventana se posa
un viejo rayo de sol.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








El abuelo


Pone la radio
para no oír
el paso del tiempo.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








Fiesta nocturna


El niño quiere
seguir despierto:
Sus párpados aguantan
dos elefantes negros.


©Igerabide, Juan Kruz. Botoi bat bezala / Como un botón, Anaya-Haritza, 1999
©Traducción del autor








¿Qué quieres ver
cuando tu mano trata de apartar
la cortina de la lluvia?
Llueve sin tregua,
siempre igual;
lluvia sempiterna
que corre las cortinas
del tiempo que se escurre
siempre igual.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Los muertos por violencia


Los ojos de los muertos
con violencia
carecen de pupilas,
perforadas a bala.




Ahora las pupilas
son gotas de un
fuerte aguacero
que orada mi tejado.




Los ojos de los muertos
por violencia
carecen de pupilas,
perforadas gota a gota.




Y yo, con los dedos índices
clavados en mis pupilas.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor







Soneto del exiliado


De vuelta al hogar, el viento arrastra al exiliado
siempre un poco más allá.


Descanso son las penas del camino
para el que huye lejos de su casa;
los gritos de sus padres son espino
que no hiere su corazón de brasa.




Tras muchos años de vagar sin tino,
los recuerdos de su infancia repasa;
en tierras lejanas sueña un destino
que le permita hacer tabla rasa.




Una flor se cristaliza en sus ojos
como un diamante de brillo cálido,
esperanza de atardeceres rojos...


Regresa al hogar y se queda pálido:
sólo quedan unos cuantos rastrojos
y algún recuerdo borroso y escuálido.




Del exilio nunca se regresa.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Pestañeos1


En las montañas de Vizcaya
brotan heridas de las heridas.




Las madres recogen las últimas flores
de los prados y las aprietan contra su pecho;
ahora esperan con resignación a depositarlas
sobre el ataúd de alguno de sus hijos.




El viento sacude las ventanas,
el granizo percute insistentemente los cristales:
no os durmáis, no os durmáis,
se prohíbe dormir,
no os durmáis, no os quitéis la camisa.




La lluvia peina con sus pestañas
las montañas de Vizcaya, como siempre.




1. En el original Betilez es un juego de palabras que significa al mismo tiempo "pestañeos" y "siempre igual" (en dialecto vizcaíno). N.A.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








La casa de mi padre


Si me piden que derrame sangre
por un nombre,
me volveré mudo
y prescindiré de los nombres.




Para defender la casa de mi padre,
no derramaré una sola gota de sangre.




Dicen que ese extraño edificio hipotético
es la casa de mi padre.




Mi padre vive de alquiler.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








La alegría resulta sospechosa


El mundo se divide en dos:
de un lado están los que viven contentos;
de otro, los que se sienten desgraciados.




En dos se divide el mundo:
de un lado están los opresores,
de otro los oprimidos.




El mundo se divide en dos:
de un lado están los amantes de la justicia,
de otro los indolentes.




En dos se divide el mundo; es posible que cada una de las dos partes se divida en otras dos, y cada una de ellas en otras dos; es posible que cada uno de nosotros se divida en dos partes: unas veces está contento, otras veces un poco triste; algunas veces se siente oprimido por alguien, y sólo de vez en cuando -eso sí, sin darse cuenta- pone el pie sobre un semejante.




De todas maneras, está claro que
el mundo se divide en dos;
no hay la menor duda,
y es muy sospechoso vivir contento.




Llegará el día en que la tierre me nivele; o quizá se limiten a nivelar la tierra sobre mí. Entonces, una sonrisa sospechosa surcará mis labios, la última alegría petrificada.
Llueve en el cementerio. La fría lluvia nos iguala a todos.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








El hombre huérfano


Busco mi sombra en
la pintura de Van Gogh.




En una de sus cartas, confiesa el pintor que se le hace muy difícil retratar a los seres huérfanos de las calles. Acaso del hombre huérfano no puede pintarse más que un aliento, una duda; es difícil dibujar la palabra huérfana que asoma a duras penas a los labios. Van Gogh: ¿cómo podrías colorear esa nostalgia de alegría?




El cielo trata de tomar en brazos
el lago huérfano;
la montaña va y viene
tras una muralla de nubes;
los cisnes pisan fuerte el lago
para que la niebla no se lo lleve al cielo.




Van Gogh pinta el lago, las nubes
y la montaña movediza;
llueve sobre Van Gogh.
Viendo flotar los cisnes sobre el agua temblorosa,
¿a quién no se le estremece el alma?


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








La mirada de los niños


No hay caminos en el desierto;
el propio desierto es el camino.
Me quitaría la vida
si la mirada de los niños
no me hablara como me habla.
Si la nada desértica es la meta
de este camino qe humedece la lluvia,
si el camino mismo es la nada,
es preferible desintegrarse cuanto antes.




Sin embargo, veo en los diminutos charcos
del camino las miradas de los niños:
surgen de la nada,
no exigen nada,
no necesitan decir nada;
ahí están en los charcos diminutos
con una profundidad insondable.




La lluvia lo borra todo;
llena a rebosar y revienta las ánforas,
erosiona a los pueblos de piedra,
desviste de arena los desiertos más anchurosos,
convierte en sinrazón las maravillosas
puertas del vacío de los escultores insignes.




Pero ahí están en los charcos diminutos
las inabarcables miradas de los infantes.
Hace siglos que no
derramo una lágrima;
tienes que ser duro,
has de ser firme;
seca esas lágrimas
con la arena del desierto
antes de que asomen a tus ojos.




Hace siglos que no
derramo una lágrima;
veo las miradas de los niños
en los charcos de lluvia.
Mi corazón se pulveriza en arena;
en mi vientre de piedra reina el vacío;
y a pesar de todo, la mirada de los niños
estremece estas entrañas
vacías de sí mismas.




La lluvia se detiene por un instante
y pliega un oasis en mis ojos.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Anulado


Corre la tarde en pos de los colores;
los árboles, con sus vaivenes, me hipnotizan,
y un muro de piedra me observa con desdén.




El recuerdo de una amante desnuda
se resiste a encarnarse entre mis dedos.




Un moscón limita con su vuelo
el territorio de mi impotencia.
Esta tarde, el aire me borra del aire.




©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Necesito un martillo silencioso


Necesito un martillo silencioso
para demoler el mundo esta noche
sin que nadie se entere.




Quiero acabar con tanto retoque,
demolerlo todo y descubrir ese otro mundo
que se empeñan en ocultarme.




No hay tal martillo;
yo mismo soy un retoque.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








En una taza de café


Un cielo pintado de negro
se refleja en una taza
de café humeante;
cerca del borde, una nube
trata de formar un rostro.
Mi mano remueve el café
sin azúcar, cargado y amargo,
como tu rostro en mi recuerdo.
Bebo; me adhiero a los posos.
Donde tú estuviste a punto de encarnarte
queda sólo una cucharilla sucia.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Meditación metafísica en la ducha


Murmullos y risitas
en el grifo del baño
me llaman por mi
nombre de agua,
diseñan cientos de mares
resbaladizos sobre mi piel.
El instante corre por el desagüe,
el futuro es una toalla
y el pasado un rumor
de agua en las cañerías.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Meditación de la amistad


Dos soledades en una misma yunta,
aleros de tejados en las cejas...
y el acompasado caminar de la amistad.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








La sal de la juventud


Frío patatas que siempre corto en redondo,
rostros ondulados
dorándose sol estival y crepitando
con el canto de la cigarra.
Nieva en la calle;
las montañas se alejan con las nubes,
tronando al paso.




Una mano suave como el aceite
recorre mi cintura,
un cuerpo solapado a mi espalda,
unos pechos contra mis omoplatos,
un aliento en mi cuello.
Nieva, truena en la calle.
Tomo una patata ardiente entre mis dedos;
unos labios la reciben
justo a la altura de mis orejas.
"Un poco más de sal", pide
una voz nacida de anhelos de juventud.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Estás tan cerca


Recuerda este gesto mío
asido al estremecimiento de tu piel,
recuerda que no te pido
ningún abarzo de esqueletos,
recuerda este vaho en el cristal de tus gafas;
soy yo, envuelto en un gesto, y mi hálito.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Meditación de la vida


Un trazo de tinta negra
marca la ruta de la herida,
la grieta del dolor
que conecta con el submundo amargo.




Hay cartas que es mejor no abrir,
sino seguirlas enviando y reenviando
de buzón en buzón
sin destinatario ni remitente,
como algunos mensajes de la vida.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Utopías solidarias


Y vimos alzarse el polvo arrogante
creando su propio cielo en el cielo;
y no vimos nada más.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Meditación del amor


El amor que
quiere durar
ya es ceniza.
¿A qué esperas amate de
siempre te amaré
con tu presencia allí
en un futuro que no alcanzas?
Nace aquí, o revienta.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








El dedo en la llaga


Un dedo en la llaga más recóndita
donde la desnudez pertenece al olvido.
La uña rota que hurga más adentro
y el cuerpo que ya no es cuerpo
sino un gesto en el vacío.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor








Un nombre para esto


Cerezas para dividir la sonrisa,
pájaro que puso un nido en el yogur
sobre los mares blancos;
la miel que resbala
como una frase sin pausa.




Se hace tarde,
hay que colgar la ropa,
la lavadora saca demasiado ruido,
el tráfico es un mar,
se ven las olas desde la ventana.




Quiero un nombre para esto.




Todos estamos despiertos
cuando las montañas se dan media vuelta
para seguir durmiendo la siesta matutina
sin ocuparse del oro
que mana desde el cielo.




Los humanos nos afanamos por el oro
en un trabaja que mata el hogar.




Quiero un nombre para todo esto.


©Igerabide, Juan Kruz. Martillo silencioso, Editatenea, 2003
©Traducción del autor



http://www.basqueliterature.com/Katalogoak/egileak/igerabide

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