VLADIMIR NABOKOV, (1899-1977)
Vladimir Nabokov nació el 23 de abril de 1899 en San Petersburgo (Rusia) en una familia aristocrática.
Era el hijo mayor de Elena Rukavishnikov y Vladimir Dmitrievich Nabokov, político de corte liberal. Sus hermanos pequeños se llamaban Sergei, Elena, Olga y Kiril.
En el año 1919 y en plena Revolución comunista, la familia Navokov abandonó su país para establecerse en diversos países europeos, entre ellos Inglaterra, en donde Vladimir estudió en el Trinity College de Cambridge.
En 1922 la familia Nabokov se asentó en Berlín. En la ciudad alemana trabajó como traductor y comenzó a escribir con el seudónimo de Vladimir Sirin para el periódico "Rul'", del que había sido editor su padre, asesinado ese mismo año en un intento de atentado para acabar con la vida del político Miliukov.
Su primera novela apareció en 1926, "Mashenka" (1926), la cual fue continuada por títulos como "Rey, Dama, Criado" (1928), "La Defensa De Luzín" (1930) o "Habitación Oscura" (1933), libros que le convirtieron en uno de los principales narradores de su época.
En el año 1925 Nabokov se casó con Véra Evsevna Slonim, de la que jamás se separó y con la que tuvo un hijo al que llamaron Dimitri.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial y después de habitar en Francia, Vladimir se trasladó a los Estados Unidos, en donde impartió clases de literatura rusa en la Universidad de Wellesley. Con posterioridad lo haría en la de Cornell.
Entre los ensayos que escribió en esta época destaca uno sobre el escritor ruso Nikolai Gogol que fue publicado en 1944.
En su estancia americana, que se prolongó hasta el año 1959, adquirió la nacionalidad estadounidense en 1945 y escribió algunos de sus libros más famosos, como "La Verdadera Vida De Sebastian Knight" (1941) o "Lolita" (1955), su obra más conocida.
En la última etapa de su existencia residió en Suiza. Vladimir Nabokov, que al margen de un excelente escritor también era un experto lepidóptero, publicó "Pnin" (1957), "Pálido Fuego" (1962) o "Ada o El Ardor" (1969), libros en los que sobresalían sus características como literato: perfección formal, retratos sociales llenos de humor irónico y rica descripción psicológica de sus caracteres.
Vladimir Nabokov falleció en Montreux (Suiza), el 2 de julio de 1977. Tenía 78 años.
Nosotros creíamos tanto en el vínculo de la existencia,
pero ahora, miro hacia atrás y, sorprendentemente,
me pareces, juventud mía, que por tu colorido
no me perteneces y por tus rasgos no eres válida.
Si se piensa, es como si la bruma de las olas
se encontrara entre tú y yo, entre encallar y hundirse;
o como ver una línea de postes y a ti de espaldas,
en bicicleta, yendo directamente hacia el ocaso.
Tú no eres yo hace mucho tiempo, eres un esbozo,
el héroe de cada primer capítulo, pero cuántos años
creímos en la continuidad del camino, desde el húmedo valle
hasta el alto brezo.
Traducción de Macarena Carvajal
XV
De una mirada, un murmullo, una sonrisa
en lo más profundo del alma, a veces,
se inflama una luz temblorosa,
y surge una enorme estrella.
Y vivir no avergüenza ni atormenta;
se aprende el valor de cada instante,
y sólo una palabra bastaría
para explicar todo el universo.
GRUNEVALD, 31-7-21
Traducción de Macarena Carvajal
LXIII
Entre estos alerces y pinos,
bajo el armiñio de estas montañas
me hubiera resultado menos insoportable
la infamia de la existencia:
más monótona, quizás,
pero sin duda más honesta,
aquí mi pobre vida hubiera permanecido
alejada de mi eternidad.
Traducción de Macarena Carvajal
Habitación de hotel
No cama del todo, no del todo banco.
Papel pintado: un amarillo torvo.
Un par de sillas. Un espejo bizqueante.
Entramos, mi sombra y yo.
Con vibrante sonido abrimos la ventana;
se desliza hasta el suelo el reflejo de la luz.
Es la noche sin aliento. Lejanos perros
con variados ladridos fracturan el silencio.
Inmóvil, me quedo junto a la ventana,
y en la negra vasija del firmamento
como gota dorada de miel refulge
la pulposa luna. -— Sebastopol, 1919
Traducción de Javier Marías
Al atardecer
Junto al mismo banco, al atardecer,
como en los días de mi juventud,
Sabéis bien cómo, al atardecer,
con un abejorro y una nube de vivos colores,
En el banco del asiento medio podrido,
en lo alto sobre el río encarnado,
Como entonces, en aquellos días lejanos,
sonríe y aparta el rostro,
Si a las almas de los muertos hace tiempo
les es a veces dado regresar. -— Berlín, 1935
Traducción de Javier Marías
En el paraíso
Más allá de la distante muerte, alma mía,
veo tu imagen así:
un naturalista provincial,
excéntrico perdido en el paraíso.
Ahí, en un claro, dormita un ángel salvaje,
criatura más o menos pavonada.
Tantéalo curiosamente
con tu paraguas verde,
especulando cómo, en primer lugar,
escribirás un ensayo sobre él,
después... ¡Pero no hay revistas eruditas,
y en el paraíso lectores no hay!
Y ahí estás tú, sin creerte aún
tu callada aflicción.
Sobre ese soñoliento animal azul
¿a quién le contarás, a quién?
¿Dónde está el mundo y las rosas clasificadas,
el museo y las aves disecadas?
Y tú miras y miras a través de tus lágrimas
esas alas innombrables. -— Berlín, 1927
Traducción de Javier Marías
Atardecer sobre un solar vacío
En memoria de VDN.*
Inspiración, cielo rosado,
casa negra, con tan sólo una ventana,
llameante. ¡Oh, ese cielo
por la ventana llameante embebido!
Desperdicios de solitarias afueras,
pequeño tallo enmarañado y lacrimal,
calavera de felicidad, esbelta, larga,
como el cráneo de un borzoi.**
¿Qué me pasa? Perdido de mí mismo,
derritiéndome en el aire y el ocaso,
farfullando y desmayado casi
sobre la basura al atardecer.
Nunca tuve tantas ganas de llorar.
Aquí está, en lo más hondo de mí.
El deseo de expulsarlo intacto,
velado levemente de humedad, tan trémulo,
jamás había sido en mí tan poderoso.
Sal, mi precioso ser,
agárrate con fuerza a un tallo,
a la ventana, aún celestial,
o a la primera lámpara encendida.
Quizá el mundo está vacío y es brutal;
nada sé —excepto que
vale la pena nacer
por el ser de este tu aliento.
Fue una vez más simple y fácil:
dos rimas, y el cuaderno abría.
¡Qué nebulosamente te tuve que conocer
en mi juventud presuntuosa!
Apoyando los codos en la barandilla
del verso que se deslizaba como un puente,
me figuré en seguida que mi alma
se había empezado a mover, empezado a deslizar,
y que se dejaría llevar hasta las estrellas mismas.
Mas al transcribirlas a la copia en limpio,
privadas de magia al instante,
¡cuán inútilmente unas tras otras
se escondían lastradas las plomizas palabras!
¡Mi joven soledad
en la noche entre inmóviles ramas!
¡El asombro de la noche sobre el río,
que de lleno la refleja;
y florecer de lilas, el pálido amor
de mis números primeros inexpertos,
con esa luz fabulosa de la luna en lo alto!
Y las sendas del parque en medio luto,
y, agrandada por el recuerdo ahora,
mucho más sólida y hermosa hoy,
la vieja casa, y la llama inmortal
de la lámpara de keroseno en la ventana;
y en el sueño los aledaños de la dicha,
una brisa lejana, un aéreo mensajero
penetrando densos bosques con el ruido en aumento,
inclinando una rama al fin:
cuanto parecía haberse llevado el tiempo,
te detienes sin embargo, y de nuevo brilla al través,
pues su párpado no estaba sellado,
y uno ya no puede apartarlo de ti.
Parpadeando mira un ojo llameante,
a través de las negras chimeneas como dedos
de una fábrica, hacia las flores enmarañadas
y una lata abollada.
Por el solar vacío en el polvo oscurecedor
vislumbro un podenco esbelto de blanquísimo pelo.
Me imagino que perdido. Pero en la distancia suena
insistente y cariñoso un silbido.
Y en el crepúsculo viene hacia mí
un hombre, llama. Reconozco
tus enérgicas zancadas. No has cambiado
mucho desde que te vi morir. -— Berlín, 1932
Traducción de Javier Marías
Un descubrimiento
La hallé en una tierra legendaria
toda rocas y espliego y dispersa hierba,
donde estaba posada sobre arena empapada
vecina al torrente de un desfiladero.
Los rasgos que combina la señalan como nueva
ante la ciencia: forma y tono —el tinte tan singular,
consanguíneo de la luz de la luna, que atempera su azul,
la parte inferior deslustrada, la franja taraceada.
Han aislado mis agujas su sexo esculpido;
los tejidos corroídos no pudieron ya ocultar
esa mota inapreciable que ahora riza la lágrima
convexa y límpida sobre un portaobjetos iluminado.
Se gira un tornillo lentamente; y saliendo de la bruma
dos ambarados garfios se inclinan simétricamente,
o escamas cual raquetas de amatista
atraviesan el círculo encantado del microscopio.
Yo la hallé y yo le di nombre, al ser versado
en el latín taxonómico; me convertí de ese modo
en padrino de un insecto y su primer
definidor: otra fama ya no quiero.
Desplegada en su alfiler (dormida profundamente),
a salvo de los parientes y la corrosión reptantes,
en la aislada fortaleza donde conservamos
los prototipos de especies ella transcenderá a su polvo.
Oscuros cuadros, tronos, las piedras que los peregrinos besan,
poemas que en morir tardan mil años,
tan sólo remedan la inmortalidad
de esta roja etiqueta sobre una tenue mariposa. -— 1943
Traducción de Javier Marías
Traduciendo
Eugenio Oneguin ¿Qué es la traducción?
Sobre una bandeja
la airada y pálida cabeza de un poeta,
el parloteo de un loro, el chillido de un mono,
de los muertos la profanación.
Los parásitos con quienes fuiste tan severo
quedarán perdonados si yo obtengo tu perdón,
oh, Pushkin, para mi estratagema:
yo descendí por tu tallo secreto,
y alcancé la raíz, y me alimenté de ella;
después, en una lengua recién aprendida,
otro tallo dejé crecer y he convertido
tu estrofa en soneto configurada
en mi honrada y caminera prosa:
toda espina, pero prima de tu rosa.
2
Las palabras reflejadas sólo pueden tiritar
como alargadas luces que se contorsionan
en el espejo negro de un río
entre la ciudad y la bruma.
¡Esquivo Pushkin! Perseverante,
yo recojo todavía el pendiente de Tatiana,
con tu hastiado libertino continúo aún viajando.
Los errores de otro encuentro,
analizo aliteraciones
que engalanan tus fiestas y hechizan
la gran estrofa cuarta de tu Octavo Canto.
Mi tarea es esta: entremezcladas,
la paciencia de un poeta y la pasión de un escoliasta:
excrementos de paloma por encima de tu estatua. -— 1955
Traducción de Javier Marías
Fragmento de:
Pálido fuego (Anagrama, Barcelona, 2003)
Yo era la sombra del picotero asesinado
por el falaz azur de la ventana;
era la mancha de pulmón ceniza, y vivía,
volaba siempre en el cielo reflejado.
Y desde adentro también me duplicaba,
yo mismo, mi lámpara, la manzana en un plato:
corriendo la cortina, el vidrio oscuro
suspendía los muebles en la hierba,
¡Y qué delicia cuando una nevada
ese atisbo de césped ocultaba
y entonces silla y cama se posaban justo
en la nieve, fuera, en la tierra de cristal!
Retomar la nevada: cada copa a la deriva
informe y lento, opaco e inestable,
blanco mate y sombrío contra el blanco pálido del día
y abstractos alerces en la luz neutral.
Y después el doble azul gradual
cuando la noche une al que ve y a lo visto,
y en la mañana diamantes de la escarcha
expresan el asombro: ¿Qué espolonadas patas han cruzado
de izquierda a derecha la página en blanco del camino?
(Traducción de Aurora Bernárdez)
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