domingo, 26 de diciembre de 2010

2675.- MAGDALENA FERREIRO


Magdalena Ferreiro nació en Montevideo (Uruguay) en 1972. Estudió Comunicación y Lingüística. Lleva publicadas las siguientes obras: Trinitaria (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2001), Villa de Niebla (Montevideo, Artefato, 2004)y LOS CIEN OJOS DE LA COLA DEL PAVO REAL DE HERA,(Casa de los Escritores del Uruguay, 2008).
Ha obtenido premios y menciones en concursos literarios organizados por la Intendencia Municipal de Montevideo, la Fundación Lolita Rubial y el Instituto Nacional de la Juventud, entre otras instituciones uruguayas. Ha leído sus obras en el Cabildo de Montevideo, los Archivos Nacionales de Canadá y la sede canadiense de la Universidad Nacional Autónoma de México. Textos suyos han aparecido en Crisálida, doce ficciones uruguayas (Montevideo, Octavo Piso Editores, 2005), en la revista uruguaya Letra Nueva y en diversas publicaciones electrónicas.


Web de la autora:




Tablas por ahogado

El rey está ahogado,
duplicado en aguas añiles,
enredado en algas.

El rey está henchido de sales,
hermanado con los peces.

Creí que este día sería perfecto,
pero si el rey no lo sabe
no hay justicia.

El rey está ahogado.
Vayamos a tablas
que nadie puede ganar ya.
Seamos dignos.

Es una cuestión de hidalguía.
Verbera, vibra, se hunde
el rey.








Diagrama arbóreo

Planta vulneraria.
No cura llagas: las crea.

Hojas dentadas
con haz sedoso
y áspero, espinado envés.

Hemos llegado al Reino
y todo es sorpresa, niña.
¿Querías juegos arbóreos?
Aquí tu rama, tu tártago.

Lóbulos labiados,
lanceolados.
Cántaros de savia astringente.
Y se alza el venablo de San Jorge,
se yergue la tramoya esmeraldina.

Hierba de las siete sangrías.
Su raíz macerada da estupor.
(Purgarás las culpas de los príncipes,
a la tierra regalarás tu entraña).

Flor de la sal.
Corona de esporas.
Éscaras
en la espalda que aún vive.

Cáliz encarnado,
encarnizado,
pecíolos de agua lustral.

Maderas que exudan resina,
se inmolan, queman fragancia.

Tallos rastreros sin confín.
Vibrisas,
vicio de subrepción.

Duerme un sueño
vegetal, inflorescente.
Crueles estambres,
frutos en cápsula.
Poliniza.

Tendría lengua bífida
si fuera reptil,
pero es él,
es una planta, todas.







Vigilia

En el supermercado el cartel las ofrece cocidas, pero las langostas aún están vivas y se rozan con sus pinzas, sin intuir el beso feroz del agua. La clientela ávida las estudia en una soterrada competencia: cada cual quiere la más suculenta, la más hermosa, y ésa, la elegida, será la primera en probar el ardor del bautismo.
Al costado un cangrejo espera suerte parecida, pero no tiene ningún semejante con quien establecer contacto en el corredor de la muerte revestido de vidrio azul.
En la góndola de enfrente, vitaminas y hierba de San Juan. Más allá, granadas y mangos. Los lácteos al fondo, en su polo propio. Y aquí, esperando sin saber, preguntándose por qué de pronto el mundo se ha vuelto tan estrecho, el cangrejo y las langostas, condenados a protagonizar una cena perfecta o un desayuno atípico. Como ésos que aún me estás debiendo pero me niego a cobrarte.








Piel

¿Estás desnudo? Bueno, es todo lo que necesitamos.
No me servirías enjaezado, no sabría cómo cabalgarte por estos parajes; jamás aprendí a vestirme, a calzarme, a hablar siquiera.
No he sabido cazar, apenas alimentarme. Sé encontrar agua y aprendí que sólo deben comerse aquellas frutas que antes picotearon los pájaros. Ojalá, como ellos, supiera yo reconocer el veneno antes de probarlo. Con esa sapiencia en mi bagaje, tal vez ahora viviría. Pero busco las huellas de los picos desesperados y tomo el agua de algún que otro arroyo y así mantengo esta existencia que no es tal, que no se parece a nada.
Soy libre. Estoy sana. Tampoco llevo ropas y no podría aprobarte con ellas.
Por eso, ¿estás desnudo? Muy bien. Entonces podemos comenzar.




LOS CIEN OJOS DE LA COLA DEL PAVO REAL DE HERA,
de Magdalena Ferreiro
(Casa de los Escritores del Uruguay, 2008).

Pocas opciones

Se nace perdiz
en tierras de cetrería,
de águilas perdigueras,
y así es:

I
La perdiz picotea la jaula.
Su carne es adorada en palacio.
¿Lo sabe ella?

/o/

II
La perdiz herida de muerte
aletea
justo hasta desplomarse.







Quien ¿quién?

Quien viste piel de toro,
colmillos en los lóbulos,
quien se pinta los labios
con tu sangre,
quien (¿quién?)
no tiene nombre
no sabe que se pinta los labios
con tu sangre,
o tal vez sí.







Cabra de almizcle

Esta delectable sangría en nieves.
Este juego de ser cabra de almizcle.
Todo en mí espera,
todo en mí ruega:
no me tengas piedad aunque la pida.






Estocolmo

Sírvase usted.
Tome lo que es suyo por derecho
de pernada, por motivo
de perfume a tabaco,
por razón de voz y eco,
por su mano en el bolsillo,
su gesto duro y perfecto,
su mala leche.






Subordinación

El hombre flagela al hombre
que azota al perro que acosa al gato
que devora con fruición
las alas de una polilla viva.







La danza desnuda

Incapaz hasta entonces
de torcer el pescuezo
de un simple pavo
(“No es mi naturaleza hacer el mal”),
giraba majestuoso
y hasta el pavo real
lucía opaco
ante el oro escarlata
de sus cueros.








Bufo vulgaris

El sapo,
¿mira a Oriente o a Occidente?
No se sabe,
pero que mira, mira.







Texturas

Seda ahogada,
ahogados gritos.
Seda verde:
la que se hila
con el gusano aún vivo
en su capullo,
muy lentamente,
a conciencia.





Torsión

Ella fela el real corazón
con deleite y odio
y luego desanda, virgen,
mundo abajo,
las escalas de la torre.




Panóptico

La ternera blanca
que dará nombre al Bósforo,
hoy bajo custodia,
atada al olivo.

El vigilante
atado también al olivo,
pero convencido de estar suelto.





Todo a la vista

Un mundo sin velos,
sin graciosas mentiras,
sin placeres secretos,
es
un desierto sin tártaros.





Los gansos de Juno

A veces
unos simples graznidos
pueden salvar a una ciudad eterna.







Narciso de Oriente

La feria está colmada,
pero en la sala de espejos
no hay un alma,
sólo la dama china,
absorta,
fascinada
en la pasamanería
de su sexo
frente al espejo cóncavo.







Sanos juicios

La niña es loca:
bordea el lago en invierno.

La niña es loca:
cruza la calle en diagonal.

La niña es loca:
le dice “Señora” a su amiga
de siete años
quien, lúcida,
le responde con piedras.





Placeres modernos

Vigilancia electrónica.
Vivisección teledirigida.
Linchamiento en la empresa.





Especies

El humo del corazón quemado,
el vapor de la sangre,
se alzan al gran dios satelital.





Pleitesía

Hacednos placer,
sed tan amable.
A cambio os ofrecemos
pleitesía.

Dadnos protección
en estas tierras
y nosotros
haremos vuestro pan.





Recursos imperiales

Siete mil soldados
de barro cocido
para que me temas.

Siete mil alfiles
que son elefantes
y aves misteriosas
(que a los elefantes llevan a su nido)
sobre mi tablero
para que me temas.






Teledetección

-Los satélites ven el fitoplancton
y la hora que es
en tu reloj.

-Mejor que nos vigilen.
Total, yo no hago nada
y así todos estamos
más tranquilos.
¿O no?






Los cien ojos
Son siempre el mismo.

Los cien ojos de la cola
Son lo que son.

Los cien ojos de la cola del pavo real
Fueron de un gigante.

Los cien ojos de la cola del pavo real de Hera
Nos miran a todos.

La cola del pavo real de Hera
Es un sistema casi perfecto.

El pavo real de Hera
Es sólo un ave, pero qué majestad.

Hera
No es Io, es Juno.

(Io
Ando con cien ojos).










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