miércoles, 29 de diciembre de 2010

HARRY MARTINSON [2.704]


Harry Edmund Martinson 



(Jämshög, 1904 - Estocolmo, 1978). Escritor y poeta sueco. Recibió, compartido con su compatriota Eyvind Johnson, el Premio Nobel de literatura en 1974 por una obra poética capaz de abarcar desde una gota de rocío a todo el universo.


Harry Martinson nació el 6 de mayo de 1904 en Jämshög, un pequeño pueblo al sur de Suecia. Era el quinto de siete hermanos, cuando tenía 6 años falleció su padre y poco después su madre los abandonó. Fue entregado a la parroquia que se hizo cargo de él y posteriormente adoptado por distintas familias de campesinos para los que trabajó duramente y por los que fue maltratado en la mayoría de los casos.

A la edad de 16 años, Martinson se alista en un barco y pasa seis años navegando. Tras trabajar en 19 barcos y vivir períodos en Sudamérica y la India, en 1927 se instala finalmente en Suecia, después de contraer una tuberculosis, afección muy común entre los fogoneros.

En 1929 se casa con la famosa novelista sueca de temas proletarios Moa Martinson, 14 años mayor que él. En este mismo año publica su primer libro Spökskepp (Barco fantasma), un libro en el que abundan los poemas sobre el mar, inflluenciado por The Seven Seas (Los siete mares, 1896) de Rudyard Kipling y los trabajos de Dan Anderson. En 1930 publica 5 unga (Cinco jóvenes) y un año más tarde Nomad (Nómada), obra con la que se consagra como poeta.

En 1932 publica Resor utan mal (Viales sin rumbo) y Kap Farväl, dos libros en prosa en los que Martinson reflejará su experiencia marinera.

En 1935 sale a luz su obra autobiográfica Nässlorna blomma (Las ortigas florecen), en la que describe, de forma poética, la desgraciada infancia de su alter ego, Martin, llena de soledad, tristeza, desilusión, trabajo y pobreza. Posteriormente publica Vägen ut (El camino de la libertad), continuación de Las ortigas florecen en la que narra sus vivencias en el mar.

En 1937 escribe Losten fran Moluckas (El piloto de las Molucas), una pieza para el teatro radiofónico que trata sobre la pimera vuelta al mundo de Sebastián Elcano. La versión radiofónica de la pieza fue dirigida por uno de los directores más importantes del teatro sueco, Alf Sjöberg.

Cuando en 1939 estalla la guerra ruso-finlandesa, Martinson toma partido por el país nórdico invadido y, en compañía de su amigo Eyvind Johnson -con el que treinta y cinco años más tarde compartirá el Premio Nobel de Literatura- pone en marcha una campaña para conseguir voluntarios suecos que luchen al lado de los finlandeses. Una vez finalizada la guerra, en 1940 publica Verklighet till döds (Realidad a muerte), en la que describe sus impresiones negativas tras asistir al Congreso de Escritores de Moscú en 1934 y su experiencia y postura crítica en la guerra ruso-finlandesa.

En 1940 se divorcia oficialmente de Moa y en 1942 se casa de nuevo con Ingrid Lindcrantz.
Entre 1942 y 1945, en plena guerra mundial escribe los libros Passad (Vientos alisios, publicado en 1945), libro de poemas dedicado su mujer Ingrid, y Vägen till Klockrike (El camino de Klockrike, publicado en 1948), que presenta la Suecia de los vagabundos que conoció en las décadas 1920 y 1930. Éste libro tuvo una gran aceptación popular y en 1949 Martinson es elegido como miembro ilustre de la Academia Sueca, convirtiéndose en el primer escritor de origen proletario miembro de esta institución.

En 1953 se publica Cikada (Cigarra) influenciada por el bajo estado de ánimo del autor tras el estallido de la primera bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima. En este libro hay un ciclo de poemas que serán el origen de su gran epopeya lírica Aniara (1956), obra por la que más se conoce a Martinson fuera de Suecia y que aborda sin esperanzas la carrera armamentista y el vertiginoso desarrollo técnico. Este poema está compuesto por un ciclo de 103 poemas sobre el viaje de una nave espacial gigantesca con 8.000 humanos a bordo, que escapan de una Tierra destruida por una explosión nuclear y que queda eternamente perdida en el espacio. Aniara también ganó fama internacional al convertirse más tarde en el libreto de una ópera de Karl-Birger Blomdahl.

En 1954 recibió el doctorado "Honoris Causa" en la Universidad de Gotemburgo.

En las dos colecciones de poemas, Grässen i Thule (Las hierbas de tule, 1958) y Vagnen (El coche, 1960), abundan los poemas sobre la naturaleza y el malestar creciente del autor sobre el potencial destructivo de la tecnología. En estos libros también aparecen numerosos consejos sobre el arte de vivir. Después de la publicación de este último libro Martinson deja de escribir durante 10 años.

En los años sesenta se estrena su pieza teatral Tre knivar fran Wei (Tres cuchillos de Wei) en el Teatro Real Dramático de Estocolmo, bajo la dirección de Ingmar Bergman. Esta obra se desarrolla en una prisión para mujeres nobles, situada en la frontera de China.

En 1971 se publica Dikter om ljus och mörker (Poemas sobre luz y oscuridad), y dos años después Tuvor (Matorrales), una colección de poemas sobre la Naturaleza, especialmente sobre los abetos, el árbol favorito de Martinson.

Sus últimos años estuvieron sombreados por las críticas de las jóvenes generaciones izquierdistas. Los ataques de Olof Lagercrantz, Sven Delblanc, y Karl Vennberg provocaron una gran depresión en el escritor que tuvo que ser hospitalizado.

El escritor compartió en 1974 el Premio Nobel de Literatura con su compatriota Eyvind Johnson "por una obra poética capaz de abarcar desde una gota de rocío a todo el universo". Sin embargo, este premio no consiguió aliviar su tristeza e intentó suicidarse.
Después de su divorcio y su nuevo matrimonio, Martinson pasó la mayor parte de su vida en Gnesta dónde murió el 11 de febrero de 1978.


EL BOSQUE DEL OLVIDO
A veces la realidad nos trae hasta aquí un pensamiento
Disfrazado de sueños pero sin base afectiva,
pronto descubre que la añoranza misma ha muerto.
La canción de la melancolía ha perdido su efecto de eco.
El sendero olvida con júbilo el recuerdo de los zapatos del hombre.
Aquí quedó el corazón liberado del deber de melancolía del sentimiento.
Aquí todo está liberado y los yermos contentos.



LAS GRANDES SOLUCIONES


LA resignación se encarga de arreglar casi todo,
poco a poco va surgiendo en el corazón una suave costumbre de dolor.
Esto sucede completamente sin gritos ni vivas.

Uno se esfuerza por subir
pero se acostumbra a bajar

No son las revoluciones sino las resignaciones
las que a la larga le han permitido vivir al hombre en la medida que ha vivido.
No obstante , nadie ha sobrevivido finalmente.

Probablemente se pueden arreglar las jubilaciones,
pero las resignaciones se arreglan por su cuenta.

Libera poco a poco y sin cesar a todas las instituciones esta tales
de las obras que ellos se ufanan haber hecho.

Pero las puestas de sol sonríen.


EL DILEMA

Si te incorporas a un ritmo de vida que va acelerándose con el teimpo
descubres con frecuencia que al libertad inversamente disminuye.
Finalmente la costumbre sale al encuentro de su muerte
y en la enloquecida competición de los cambios
se ahoga
el arte de fijar un recuerdo en el fluir del tiempo.
También desaparece el sentido de la sombra de la añoranza,
ningún espíritu elegíaco hora las fincas de la destrucción.
Las perlas de continuas traiciones y decepciones
Se van ensartando en el mismo hilo del tiempo que pasa.


EL INSTANTE

SENTADOS en silencio , durante un instante de felicidad,
mirábamos la danza de las mariposas.
Agitaban sus banderas amarillas
en el solemne resplandor del sol.

Pensamos: un día será agradable
recordar cada uno de estos instantes
cuando instantes de otra clase
se hayan ido acumulando hasta formar años,
una vez cuando todos los pinchazos recibidos
hayan crecido hasta convertirse en heridas.



EL JUEGO


CUANDO quieras creer que tú navegas
fácilmente contracorriente,
sube corriendo al puente una noche de luna.
El puente de piedra zarpa inmediatamente contra la vieja corriente de plata.
Tú nunca avanzas nada, pero en la vida mucho
tiene que ser juego para poder vivir.


Aves marinas


Aves marinas son nuestros pensamientos –
siempre volando.
Mientras tomamos la sopa de carne
en el comedor del barco junto al Cabo Cod
nuestra vieja ave marina deja caer un excremento
                           sobre la piedra miliar del mar – Rockall
o dormita como un pingüino somnoliento –
con la pechera de su camisa recién lavada –
allá abajo junto al Mount Ross –
o susurra como una paloma cansada de volar
en el oído de Karen, mi amada Karen,
en la cocina del alcalde de Kerteminde.
Aves marinas son nuestros pensamientos
                         y siempre se alejan de nosotros volando;
y nosotros seguimos sentados en el comedor junto al Cabo Cod –
enhollinados, sudorosos – y la sopa de carne...
bien lo sabe Dios no es muy allá –



Habéis visto un barco carbonero...

¿Habéis visto salir de un huracán a un barco carbonero –
con las botavaras quebradas, la borda destrozada,
abollado, resollando, fracasado –
y con el capitán completamente ronco?
Atraca resoplando en el soleado muelle,
lamiendo agotado sus heridas,
mientras el vapor languidece en las calderas.



Gaviota muerta

Nunca más atravesará
mi hambriento pico
la calma de la niebla.
Nunca más me meceré ansiosa de grasa de foca
en la ola que juega con la luz del sol;
ya no me deleitaré
–en la escarpada escollera–
con el hígado del gran bacalao –
nunca, –oh, nunca.

Pero en la niebla vive mi grito extraviado.
Tú lo has oído, pescador,
y el sonido de una boya ondulante,
el solapado oleaje
te extravió en el mar.
Nunca más chirriarán ansiosos tus escálamos allí fuera.
–Silenciosa es la noche–
¡Vive, oh, grito mío solitario!

Barco fantasma, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 37-45. Traducción de FRANCISCO J. URIZ


Poema


Levantamos ahora el címbalo sobre la tierra.
Y observa: el címbalo es tu vieja luna
que ya ha corneado bastante los bosques de agosto
y ahora está redonda como el tabernero de las siete tabernas.

Te hablamos en un idioma que adivinas
en las profundidades de la ciénaga y en las alturas del cielo;
queremos renovar los gastados enjambres de estrellas
e infundir nuevos aromas en tu flor.
Y hermano, hermano, pase lo que pase –
sea fornicación y fuego y revueltas en el mundo,
recuerda, hermano, recuerda siempre estas palabras:
Ofrece tu perfume en la flor.

• • •

Sopla el viento en el bosque
y los abetos se envían
olas de saludos de uno a otro,
se pasa el testigo de la primavera de planta en planta
y en la barba de los montones de ramas pululan hormigas
                            que se lanzan al primer ataque del verano.
Uno vaga sintiéndose lleno de sentido por mor de cada
brizna de hierba –
y uno se regocija un minuto a pesar de que en todo el mundo
hay barbas bien cuidadas con pomada
y el pesado vals de las botas pisotea vidas inocentes.



El pueblo natal


En el pueblo natal, en el jardín esponjado por las lombrices,
crece todavía la aquilea
y en todas las casas se oye el vetusto tictac de los altos relojes de pesas.
El humo asciende de las cabañas como columnas del sacrificio
y para aquellos que vienen de lejos,
del duro trabajo de los mares del mundo y de las calles de putas de Barcelona,
este sereno pueblecito parece una mentira silenciosa.
Una mentira junto a la que a uno le gustaría demorarse.
Una mentira por la que uno querría
                            pisotear todas las malvadas verdades.

Antología de lírica moderna, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 51-61. Traducción de FRANCISCO J. URIZ




En altamar


En altamar la primavera o el verano solo se sienten como una ráfaga de viento.
Las algas de Florida que van a la deriva florecen a veces en verano
y una tarde de primavera vuela una espátula común hacia Holanda.


Después


Después de la batalla de Helgoland
y después de la batalla de Utshima
el mar disolvió los cadáveres humanos como madera a la deriva.
Los trató con sus ácidos secretos.
Dejó que los albatros se les comiesen los ojos.
Y con sus sales disolventes los fue llevando
lentamente de vuelta al mar –
a un agua cámbrica primitiva y creadora,
a un nuevo intento.



Leyenda de Asia


En las fauces cerradas del tigre
vio el hijo de Karma mecerse un lirio,
y el agua le caía de los bigotes
y los monos gritaban: ¡miradlo!

Entonces brilló el lirio
como un faro palpitante sobre las tinieblas del manantial de la selva
y pegó su polen en los bastones del bigote
y se alejó con el séquito del tigre.

No desapareció el lirio en la inmensa selva asiática.

En los cables de las lianas se canta su fama
y los monos escuchan: ¡diga! ¡diga!,
¡con un rugido que atravesó los huesos y el tuétano
fue sembrado en el norte de Birmania!

Nómada, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 63-88. Traducción de FRANCISCO J. URIZ



La Pampa


Detrás de la estancia de Don Morjas
los rebaños de reses formaban pequeñas bahías,
se extendían después hacia el noroeste
formando un mar de bueyes
y una bahía de terneras.
Los oceánicos mugidos de reses llegaban hasta Corrientes.

Don Morjas tocaba el fagor
en su porche de mármol,
mirando hacia su cornudo mar con ojos hastiados y cansados:
           “Me pregunto si el golfo del noreste
                  contando desde la traviesa ternera de ahí delante
                           no podría salir pronto hacia los lejanos pastos de Pasamada.
                                        La rama del oeste, al matadero”.



Göinge


Por entre los troncos de los abetos se escapa
el asado emplumado de la paloma torcaz.
El urogallo brama
en su estruendoso vuelo sobre el bullebulle de un hormiguero.
El lacio fango de la ciénaga se transforma en
kilométricas extensiones de pelo de cabra de brezo.
Duro como el cemento mantiene el bache del sendero
el rumbo del pie en los milenarios páramos
donde misérrimos dedos se desangraban
en matorrales de arándanos ya cosechados.

Cuando se acababa el crédito
sonaba aquí solitaria una jarra de leche vacía
campana de amargura
en el desmañado sueño de los emigrantes
sobre el Oeste.
        Ahora susurra el viento para nadie.
        La cabaña murió de repente entre sus lirios.
        Pero todavía resuellan los muros de la chimenea.
        Las ortigas florecen.



El sol y el chico del pueblo


El sol salió, tan fácil de coger,
en la felicidad de los hombres;
pero el sabio de China
lo malentendió con bizantinos circunloquios
y el moralista dijo
que el sol era lo único justo.
Entonces se convirtió en un poco de oropel
para solemnes archivos
y en una moneda dorada
a la que pudiese rezar el adorador del sol.
Solo el chico del pueblo
se atrevía a jugar con él en serio
cuando estaba allí en el estanque flotando como un lebrillo de oro
al lado de conejos saltarines,
oscilantes patos y
divertidos cerditos.
El erizo se dio cuenta de ello,
escondido bajo un montón de hojas en el bosque,
mientras glotoneaba unos metros de culebras.
Un día se acercó al chico
tendió bien sus púas y le enseñó
cómo se cogen rayos de sol
y se les tiene quietos, quietos
en los rayos de un erizo.

Naturaleza, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 89-110. Traducción de Francisco J. Uriz


Canción a la madurez


I

Demasiado tiempo estuvo el mundo jugando a la primavera.
Demasiado tiempo se estuvo exprimiendo un sentido
de la corona primaveral de los símbolos,
hasta que la sabiduría y la madurez perdieron su sonido de verano
y perdieron la fragancia de la arcadia.

Qué pudo hacer la sabiduría sino secarse
al no atreverse nadie abiertamente
a concederle la categoría de vida: una vida de árbol y de mar,
pero se demoró bajo los árboles de la primavera,
negó el poderoso aroma frutal de la madurez,
y adornó con lirios primaverales el río de su madurez.

¿Quién arrostra el verano?
¿Quién arrostra el madurar
convirtiéndose en una copa más amplia para el árbol
y en un mar más extenso?


II

Estábamos sentados en la playa donde las palabras se olvidan
y se cansan las manos;
donde únicamente la arena es eterna
para aquellos que construyen
sobre arena.

Al atardecer vimos desde la playa
un barco que huía hacia alta mar.
Era un barco de carga
el que huía hacia un mar que mantiene a flote.

Todavía vive esa fe –
la fe en un mar que mantiene a flote,
la esperanza en barcos recién construidos.

Con la ley de la necesidad
va meciéndose un navío camino del día;
llevado por un mar que mantiene a flote.



El hombre en la tormenta de los espejismos

La Humanidad se siente huérfana en el bosque encantado de los espejismos.
¿Es en los días de los que lloran o en los años de los que ríen?
Me desperté en mi barco, rugía la tempestad y se anunciaban cambios malévolos.
Encontré juncales y libélulas, y también olas y caracolas.
El oleaje sostenía al barco.
¿Qué era pues lo que me asustaba?

Es peor que nunca ser hombre entre los hombres.
Todos tienen los mismos deseos y se conocen mutuamente demasiado bien.
¿Es en los días de los que lloran o en los años de los que ríen?
El bosque puede contestar, pero solo con el eco que le hemos dado.
El mar puede contestar, con los barcos que construimos y hundimos.

Desde el día en que el hombre tuvo una reputación desarreglada,
desde el día en que las olas deber y crimen
                                              se juntaron sobre nuestro cabello
nos preguntamos cada vez que los truenos anuncian un cambio malévolo:
¿Es en los días de los que lloran o en los años de los que ríen?



Lo incansable


Pronto se cansa el hombre, la vida no se cansa.
Pronto se cansa el ojo, la luz no se cansa.
Con infinita desesperanza para ti personalmente
se arrastrará libre por la espesura la cabrilleante serpiente
en la eternidad de las eternidades, y el lagarto de la luz
trepará por el tronco y verá los caminos de la luna,
que yacen palpitantes en todos los mares.

Un día cuando todas las cortinas se conviertan en noche ciega
y la muerte corte abruptamente todos nuestros conflictos sobre la forma
el sol besará miles de millones de hojas
pero jamás nos buscará a nosotros en la espesura

Quizás encuentre caballos de río,
los pesados hipopótamos, los inmensos devoradores de nenúfares,
y murciélagos durmiendo cabeza abajo
en las guaridas embriagadas del eco de los cambios.
Pero jamás ha obtenido nadie una respuesta,
una corriente sin respuesta fluye, resplandece, arde.
Una corriente sin respuesta fluye, resplandece, arde.

Ejercítate por tanto en el arte de soñar lo bueno
tan totalmente que tú puedas ser lo bueno plenamente,
y practica el gran arte del consuelo
que reúne de nuevo el coraje de tu corazón.

Tiéndete a través de la duda la mano a ti mismo
y proporciona con ella a la tierra de tu nostalgia interior
una simiente de significado para los años de tu futuro.

Y modélate en días soportables
un arte propio del pensamiento que lleve tu grito
hacia días todavía más soportables
y tierras todavía más soportables.

Vientos alisios, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 111-168. Traducción de FRANCISCO J. URIZ


Sueño invernal


Soñé que era negro.
Fui apresado
por todo el hostil bosque invernal
del podería blanco:
el clan de jinetes
de los abetos cargados de nieve.
Llegaron a millares con sus puntiagudos capuchones de nieve,
se fueron acercando, cada vez más pesados y blancos,
me agarraron en un claro del bosque,
me embrearon con una brocha en mitad del camino
y me hicieron rodar por la colina
sobre la infinidad de plumas del invierno nevoso.
Y las risas retumbaban estruendosamente cuando yo andaba a ciegas,
y me alejaba cojeando embadurnado en la humillación
por el sendero abierto por numerosos pasos.
Y el eco de voces blancas
y el eco de blancas montañas resonaban
cuando todos me gritaban en la oreja embreada:
¡Mira, mira! ¡Ahora es divertido vivir!
¡Mira, ahora es invierno en el mundo!


Cabaña en descomposición


Los blancos perifollos con su delicado velo de flores
fueron las últimas cortinas de la cabaña abandonada.
Rota su columna vertebral, el tejado se había desplomado dentro de la casa.
El sendero no es más que una cinta en el herbazal por el que ya nadie viene.
Pero el enebro y la piedra se han acercado uno a otra.
Se casarán dentro de cien años.



El montoncito de granizo

En la espesura de escaramujos había un montoncito de granizo,
la tormenta había vertido allí una carga de su blanca gravilla.
Y la niña que había descubierto la pista de las perlas
las vio descomponerse allí en el susurro del viento.

Cigarra, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 169-199. Traducción de Francisco J. Uriz


Debes consolarte...


Finalmente debes consolarte con el hecho de que la extensión de los hielos aumenta.
Que los jubilosos fuegos artificiales en su superficie son ocasionales,
que el ponche con clavo cordialmente caliente
no calienta demasiado en el poderoso Ártico.
Debes alegrarte de este duro conocimiento conseguido entre témpanos de hielo.
Alégrate finalmente de no ser ciego.


Relación

Entre la poesía que vive en tu corazón y la amapola existe un contrato
escrito por el viento y firmado por la destrucción.
Está escrito con una pluma de grulla
mojada en sangre de libélula.
Para ambas el problema consiste
en ser más listas que la vida
para que dé su fragancia a las palabras y así estas
puedan dar a luz sueños sólidos.

Sí, los sueños deben ser construidos más firmes que las ciudades
y deben ser remendados a diario
y reparados tras los ataques cotidianos y corrosivos del diente de la utilidad
que es peor que el diente del tiempo.



El último año


Fue el año en que vendieron la cabaña abandonada del bosque para leña.
Llegaron los desguazadores con un camión,
la demolieron en tres horas y cuarto
y se llevaron también el brocal del pozo.
No era grande cuando quedó separado del pozo.
No se preocuparon siquiera de romperlo,
lo colocaron en la plataforma del camión tal como estaba.
Allí quedó como un pequeño cajón gris cubierto de musgo.

Cuando todo volvió a quedar en silencio
salió la comadreja del vetusto muro del fogón.
Llamó a un cuclillo que estaba en el bosque
y juntos celebraron un breve servicio religioso.
El cuclillo cantó un salmo de cuclillo.
Con ello terminó todo.
Después nada volvió a ser como antes.
Pero los veranos siguieron su caminar
e hicieron crecer agróstide tenue y guirnaldas.

Las hierbas de Thule, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 201-232. Traducción de FRANCISCO J. URIZ



La confesión del canto


Hay cosas que nosotros no queremos saber ni creer:
que las flores son ciegas, que la luna está muerta,
que los nenúfares se pudren en otoño.
Las liras tienen su canción.
El sentimiento tiene su música del idioma.
Palabras junto a palabras cogidas de la mano
bailan en corro
envueltas en la neblina del bosque bajo una luna roja.
Un errante idioma de sueños
en los que el placer es buscado y evidente
en virtud de la voluntad de una cortesía idealizadora
frente a la muerte siempre segura y horriblemente putrefacta.
Ante estas perspectivas las palabras devienen voluntariamente ninfas.
Balancean con un romanticismo pasado de moda sus faldas de azucena.
Borradas del saber, destrozadas por la investigación.
Vivas no obstante y subidas al torbellino de la danza
impulsadas por su propia fe
y bailando sus pasos
al compás de nuestra melodía del idioma en el valle nocturno.



La hormiga de la palabra


La hormiga de la palabra
regresa.
Se eleva, intenta
conjurar de nuevo
la torpeza de las cosas,
las pérdidas de la palabra.
Se le cae la pajita,
la vuelve a coger.
La hormiga de la palabra
conoce el poder
y la impotencia de la palabra.



El mundo sentimental de la utilidad


Fue desterrado el antiguo sufrimiento, el antiguo dolor.
Levantaron el yugo que agobiaba al buey de labranza.
Pero inmediatamente después se llevaron también al buey.

Es lo que ocurre cuando la que libera es la mano de la utilidad.
En las aldeas del país ya no queda yugo alguno,
pero tampoco bueyes.

El coche, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 233-282. Traducción de FRANCISCO J. URIZ




El reloj universal

Pesadamente devoran los mares las montañas del tiempo
y las montañas se reúnen en los mares del tiempo.
Allí donde estuvo el bosque se ahondan los valles de los peces.
Donde estuvieron los mares susurra el frescor del bosque.
Suena el tictac de los relojes del mundo y brilla el espacio.
Todo cambia de posición y número de orden.
Sin embargo están contadas, las horas del mundo
en el Gaurisankar, en el valle de los mares.



Alguien dijo: El tiempo te llama.
Entonces contestaste: Lo sé y no lo sé.
El tiempo es un monstruo de mil cabezas.
Cuál de las cabezas me llama.

Tantos caminos por los que andar
pero todos terminan en uno mayor:
aquel que con fuerza para atraer a los extraviados
los desorienta a todos ellos por el mismo camino.

He vivido lo suficiente como para saber
que siempre hay alguna forma de ultraje.
Que los intentos de fuga del inmenso campo son numerosos.
Que ningún intento de fuga tiene éxito.

No tienes más remedio que superar toda esta imposibilidad
poniendo buena cara en un juego cada vez más sucio.
Es pues necesario introducir en el juego alguna nueva virtud,
inyectar una nueva medida de amor en las fichas de juego de la indefensión
contra el juego de lobos.


*

Para muchos que se han ocupado del tema de la muerte
la cuestión de los muertos emocionales
es prioritaria en la lista de ideas.
Se ha instalado allí
sin necesidad de que la llevasen
o de que se recordase particularmente.
Irrumpe. Entra fluyendo
desde diferentes puntos y se hace importante,
impecable como un muerto vivo,
disfrazándose con frecuencia de pasión
con la esperanza de poder ocultar su miseria,
su parte del hielo del mundo.
Considerado más de cerca puede ser
una esperanza desmedida
burlada demasiado a menudo
pero con más frecuencia aún utilizada como herramienta
por aquellos que prometen y odian,
por aquellos que hacen promesas al mundo
pero en nombre del odio.
Contemplado de esta manera parece ser un tornillo de sujeción
construido por muchos
apretado por miles
hasta dejarlo fijo.

Poemas sobre luz y oscuridad, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 283-333. Traducción de FRANCISCO J. URIZ



Las ruedas de molino


Ruedas de molino podridas hace tiempo
se mueven sanas en sueños.
La memoria ve todavía sus ruedas de molino
vestidas de velos de agua.
Se mecen helechos y se mueven
sanos en torno al cauce del torrente del molino.
Solo cuando ha muerto nuestra memoria
dejan de moler sus molinos.
Después sólo recuerdan las piedras,
más viejas que cuervos y brujas,
cómo aprendieron a hablar las piedras de molino
del agua que pasaba presurosa.



El tremedal


Aquí hubo una alfombra de tremedal en flor
extendida sobre un fango negro como la pez.
Durante mucho tiempo mantuvo su amistad fuerte e íntegra
hasta que vio, con demasiada frecuencia, llegar a la maldad
para escupir a sus nenúfares.
Entonces se rompió.
Abrió un abismo
bajo el talón de la maldad.

• • •

Cuando el sol levanta el rocío
entonan las moscas del prado su melodía.
Cambian de lugar a cada instante
con una silbante ruta sonora.
Durante horas se oye un zumbido.
Ráfagas de viento rozan las hierbas y mueven resplandores de luz.
Pero los caracoles se demoran allí todo el día
en sombras duraderas.
No inician la marcha hasta ya entrado el crepúsculo.
Parten entonces hasta un bosquecillo próximo,
un lejano país para ellos.

Herbazales, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 369-391. Traducción de FRANCISCO J. URIZ



Elegí cantar a las cosas pequeñas,
a los marineros que trepan por las briznas de hierba
y al fuego del carbón de las luciérnagas en la hierba.
Porque bajo la hierba descansaré un día,
con los pequeños faroles de las luciérnagas a mi alrededor
y el viento soplará de acá para allá
con los cantos de los grillos
y los sonajeros de los álamos temblones.

• • •

La caña está ofendida pero sigue erecta
y su sombra cruza como un latigazo
el espejo del agua.

• • •

Las personas capaces de oír
cómo el silencio vespertino
se va haciendo más profundo
cuando desciende
y le habla al rocío,
esas personas son poetas.
Deberían ser contratadas como escuchadores de hierba
en los jardines de la poesía.

El libro de los mil poemas, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 369-391. Traducción de FRANCISCO J. URIZ




Una mariposa limonera levanta el vuelo y tañe una campánula.
Las palabras poéticas se apresuran para ver si era algo.
Pero casi todas las palabras que rodean a las hermosas visiones están lastradas.
Ya no se le hace a la belleza ningún favor con ellas.

Cosas y formas han sido lloradas equivocadamente.
Plañideros sin sentimientos
han destruido los prados poéticos en torno a gorriones y campánulas.
Han regado la tierra con aceite dulce y melaza,
han echado jugo de lilas en el beleño, han falsificado.
Constantemente, los que ahora cantan
tienen que mantener la guardia alta
contra el tonel de melaza y el cántaro de miel.

                                                                          Diez poemas póstumos
                                                                          Revista Lyrikvännen, 1992

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En el cristal de la ventana del desván roto en diagonal
lucen periódicos amarillentos del año de Sarajevo.
El polvo del suelo del desván rueda, se arremolina.
Adquiere unas delgadas patas de pelos y corretea por el desván.
Cada corriente de una puerta abierta de repente lo pone en movimiento
y se aleja rodando apresuradamente con las sombras.
Las rápidas arañas del polvo se desplazan cada vez que la anciana
sube a coger unas cuantas manzanas pasadas para hacer una sopa.
Ella se casó el mismo año que una bala, según el periódico, amarillento ya,
abatió a Fernando de Habsburgo.



El lamento de la paloma


La paloma zurita apenas se queja, simplemente imita
una pena que hay en lo profundo del propio bosque
una pena lejana que abruma al bosque y al valle.
No siente nada
pero se está lamentado continuamente
como víctima de penas y sufrimientos.

A lo largo de los senderos del eco, Entre luz y oscuridad, Nórdica Libros, Madrid, 2009, págs. 369-391. Traducción de Francisco J. Uriz

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