jueves, 28 de julio de 2011

ALFREDO LUNA [4.346]


ALFREDO LUNA

Nació en San Fernando del Valle de Catamarca (Argentina) en 1953

En 1972 obtuvo el Primer premio del Salón al Aire Libre de Poemas Ilustrados, en su ciudad natal.
Algunos textos suyos fueron publicados en Canto de Apertura  (1977) y Los Nuevos (1980), antologías de la Sociedad Argentina de Escritores; otros, en revistas literarias, antologías de la Argentina y del extranjero y en la web.
Es invitado a participar en Encuentros y Festivales Nacionales e Internacionales de Poesía.  

Sus libros publicados:

las palabras imposibles (Ed. De la Constitución - Buenos Aires - 1993)
Los días demorados      (Ed. La Palabra Mágica - Buenos Aires - 2005)
Los fuegos prometidos   (Ed. La Palabra Mágica -  Buenos Aires - 2006)
la mirada sonora        (Ed. La Palabra Mágica -  Buenos Aires - 2008)
Vigilia Hereje          (Ed. Último Reino-Buenos Aires - 2013)
palabra matada          (Ed. Alción – Córdoba – 2014)
testigo infiel          (Ed. En danza – Buenos Aires 2015)




Poemas del libro la mirada sonora (2008)

el silencio late como piedra convulsa

A Lucía Carmona

en la Poesía, montaña ondulante,
algo es posible;
pero la lengua es el cuchillo de lo que no puede decir.

como un errante escalofrío
el lenguaje cristaliza.

cuánto debo morir, entonces,
para que suceda el poema?



como los árboles, no podemos huir

ese tiempo, cuando tu cuerpo era
una tempestad espléndida de proezas fabulosas,
no pude resistir la tentación de mirar el universo
con ojos de árbol y nube: me colma
la embriaguez de esos días demorados.

yo, diosa en trance, persisto
implorando pan y socorro
Tú, a lo lejos, eres la parte más sombría de mi fe.


dignidad en presente de indicativo

la sorda estampida de un galope
y el último relincho de aire anuncian el desastre:
hay que calzarse los guantes para no tocar el miedo;
en la epidermis, -arcaica entretela del goce-,
suturar este torrente de óxido que se cuaja en las arterias;
amarrar los fluidos fosforescentes
con esta ración de dolor imperdonable
que la noche dará de comer a los microbios:
rotular su nombre para que nadie
confunda la íntima dimensión de la derrota
disimular esta lejía de lágrimas desobedientes
que buscan asilo en otro mundo,
controlar las inútiles pertenencias en disputa;
registrar la degradación, retirarse hasta que la liturgia se repita.



la sangre, comarca de revelaciones

no acierto con la extremada plenitud de la agonía
que me condena a la paciencia: lazarillo impávido
voy ladero de la muerte al borde del barranco de tu cama:
mi fe avanza impune por todos los rituales
y se evapora como caldo envenenado.

entonces, cuál es nuestra grandeza, Señor?
cuál es la Tuya?
lo peor es no morir ahora
no todavía.



si las sombras se devoran, no hacen luz

una jungla de palabras vibran indignadas
fraguan en mis pupilas para fugarse:
me empeño en rugir el aire de las cosas.
no seré dueño de mis ojos
hasta que no diga.

la noche me punza. tengo miedo que mi voz
se pudra



lo que oyen mis ojos

sin alegría ni sosiego
me invade una creciente de palabras
que serpean riscos y presagios;
un sonámbulo artificio de signos,
para decir lo que no puedo.

mi mano forcejea
contra el caudal de musgo sonoro
y la Belleza, territorio cruel,
no me guarece.

*


ÚLTIMA CENA

la mesa está llena del hambre de nosotros
y de la gula de esos forajidos que acechan
como fieras voluptuosas;
no es grial ni bandera este mantel:
es la sábana que anoche escondía
tus cántaros repletos de siglos de abstinencia.

montados en esta cruz de ficciones,
bandoleros del orden sagrado, a tiros de petraria
ceden a los estragos del olvido
y nos comen, bocado a bocado
en “la casa del Padre de los cielos” ─dicen─

Rabí: qué será de ese fulgor líquido en tu boca
pidiendo Justicia?

“cordero de Dios”, si es verdad “que quitas
los pecados del mundo”, cierra tus ojos
y deja de pastar en nuestras almas.





DE: Testigo infiel



esta luna en Acuario

cuando el diablo soltó sus cabellos en la siesta
y las piedras hablaban
de nosotros desde una edad sin memoria
esta fantástica tierra me trajo desde el viento

una triste melodía de retamas
alza su letanía de fuego

la noche se enturbia
y siento un súbito silbo de ángeles viejos.



las cartas están echadas

he nacido alfredo luna bajo el signo de los cataclismos
y de las altas promesas del destino
cuando los astros copulaban en los potreros de la Casa Tres

yo     mancebo de la última luz
insolente hijo pródigo de un río a expensas
de las mareas del deseo
voy errando ilusionado en un corazón ajeno
y vuelvo con la certeza de llegar a ninguno

yo    que amé el deletreo perpetuo
de mi nombre que se escribe con el tuyo
y con mis brazos de mula sostuve
esta fe hasta la náusea
no estoy preparado para morir.




del poemario "palabra matada" (Alción Editora, Córdoba, 2014): 


Sombras hay en mi lengua

desordenadas, ciegas, las palabras
me rondan como truenos
y el miedo sangra

¿qué hago con esta nada palpitante,
con el insomnio que me sueña
y sobresalta?

¿y con este ahogo?

salgo como el cazador de los relámpagos.



Habitado por un dios perplejo

sobre el papel blanco
desconozco la sustancia de este resplandor
de esta cifra oscura
y soy la alucinada mariposa
que desliza sus huesos en las pupilas del día

esta es la ley: escribir el poema
y volverse todos y ninguno
me desplomo mansamente
como quien arroja su vida.


nunca una palabra que me haga posible

me dueles amarrada al avío de tus carencias
a la misma medida de tus bienes
con que truecas tus renuncias por un beso.

alondra torpe, me amarga tu no decir de los huracanes
en tu memoria, ni de los embaucadores del amor
entre las sombras y debajo de la luz.

aquí no hay nada ni nadie para ti: ni siquiera un charco
de ilusión, madre. No sabes
escribir tu errancia de feliz desposeída

tampoco sé cómo me escribo.


mis huesos, agua de tu pena

no, madre, no vengas a buscar consuelo aquí
porque soy patria desvastada.

entre ráfagas de bruma
una jauría furiosa te vio
mendigar agua de morir en otra boca.

en lo más hondo de la tarde la tristeza tenía
la temperatura de tus sueños
y toda la ferocidad del mundo.

no, madre, no pude matarte
por miedo a la resurrección.



el castigo de ser rehén de mí

anda por ahí el turbio rumor de la tristeza
y mi sangre se llena de truenos:
nombra, insulta y reclama
en la noche asombrada y dura

soy el que no hace pie en el horizonte
y reniega de esta penumbra seca
el que no puede regresar a los días luminosos
el que no se anima a ser lobo ni crisálida
soy la voz desolada de mis imprecaciones
los brutales besos sin destino posible
el que se profana en nombre del amor

aquí, las ausencias no prescriben

soy esclavo del dolor. para siempre.



distinto es el vuelo de los pájaros tristes

es la hora más gris: esta piel me lleva
de un borde a otro por la zanja del sueño,
de un lado a otro,
como piedra que respira su propia amargura
y veo dioses convulsos declinar mansamente

mi cuerpo es la cizaña del tiempo y el azogue.

tengo esta vida, esta sola vida.

¿para qué tanto?











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