viernes, 28 de febrero de 2014

JULIO MIRANDA [11.104]


Julio Miranda 

Poeta venezolano. (1945-1998)

Nació en La Habana, Cuba, Con estudios de filosofía, idiomas y teatro, su febril actividad en Mérida cubrió la poesía, el ensayo, la traducción y la crítica e investigación cinematográfica. Recorrió el mundo, exiliado desde principios de los sesenta, viviendo en Francia y Venezuela, Estados Unidos y España, Italia e Inglaterra. 

Crítico literario, brillante antologizador, motor de varias publicaciones, ensayista. Se movió siempre con enorme facilidad en la poesía, el cuento, la novela, el ensayo literario y la crítica cinematográfica. 

Poeta, con una docena de libros. Julio Miranda escribió de todo y todos, es decir, de muchos otros escritores, con una lucidez y una creativa punzante o asombrosa. Libros de poesía: Mi voz de veinte años (Granada, Veleta al Sur, 1966), El libro tonto (Madrid, El toro de Barro, 1968), Jaén, la nuit (Jaén, El Olivo, 1970), No se hagan ilusiones (Caracas, Edics.Bárbara, 1970), Tablero (Málaga, El Guadalhorce, 1972), Maquillando el cadáver de la revolución (Caracas, Fundarte, 1977), Parapoemas (Caracas, Monte Avila, 1978), El poeta invisible (Caracas, Fundarte, 1981), Vida del otro (Caracas, Con Textos, 1982), Anotaciones de otoño (Caracas, Mandorla, 1987), Rock urbano (Maracaibo, Dirección de Cultura, Universidad de Zulia, 1989), Así cualquiera puede ser poeta (Caracas, Pen Club de Venezuela, 1991), Máquina del tiempo (Mérida, Edics. Mucuglifo, 1997).


COMO LA VIDA

como la vida
como la muerte
como el relincho de un pájaro
como el llanto de un caballo
como cien niños volando
como un niño volando
como un niño que tropieza y cae
como el llanto  de un niño que tropieza y cae
como el mar
como el mar con caballos que corren
como un pájaro en la noche, cantando sin ser visto
como el relincho de un corazón
como dos cuerpos volando
como el mar en la noche, cantando sin ser visto
como tú
como tú
como tú
y como yo



HOMENAJE A MALLARMÉ

1

Comienzo el año matando cucarachas
El aire huele  pólvora
El cielo se ilumina, se oscurece, se ilumina
Persigo cucarachas de diversos colores
¿Son tiros o petardos?
¿Ambulancias, bomberos o patrullas?
No hay tregua
“Todo, en el mundo, existe
para acabar en libro”
¿Cucarachas, disparos, cohetes, ambulancias?
En duda lo escribo
El papel se oscurece, se ilumina, se oscurece

2

Mallarmé
Mal armé
Mal aimé
l’arme
larme

3

Comienzo el año matando malarmado
cucarachas malamado
Suenan tiros, sirenas
petardos ¿y poemas?
La lágrima no es arma
La poesía tampoco
La lágrima desarma
¿Y la poesía qué
Mallarmé?



AHORA

Ahora bebes ron y escribes este poema
un micrófono oculto puede estar captando
el tecleo de la máquina, el crepitar del cigarrillo, los crujidos cada vez que te mueves.
En la camioneta donde graban ruidos tan banales
maldiciendo una misión aparentemente estúpida 
los técnicos toman café, fuman, ríen ante algún chiste grosero que quizás tenga que ver con 
tu esposa.
No te asomes. Se irán dentro de poco, convencidos de que esta noche nada pasará.
Sigue escribiendo, pues, tu poema
o, mejor, termínalo.
Pero no lo leas en voz alta
por si acaso.



AL-HAMRA

Los jazmines trenzados se abren en la noche de las mujeres. Pétalos de fragante fulgor. Seguirlos es destino, en los largos veranos. Brilla, suave, la Alhambra, enfrentada a los blancos cubos del viejo barrio árabe. Cobija. Eleva. Nos hace a todos cipreses, altos y lánguidos, ennegrecidos, suspiros en marcha tras las enjazminadas. Su aroma es huella, en el aire. Y por el aire andamos.

Mariposas blancas nos confunden el paso. Desembocamos en callejones sin salida, cerrados por un muro con su puerta y su ventana íntima. Damos voces. Lanzamos nombres al azar, por si una nos abriera. Es en vano. Pero cerca hay tabernas. Entramos agachándonos para no golpearnos en el dintel bajísimo. Tres escalones tallados en la piedra. Más humo que luz. Alguien, en una esquina, canta para sí mismo ante cien vasos vacíos, se derrumba. Pedimos vino. Nos sirven, de ése espeso, que mancha por dentro y por fuera. Bebemos tiempo, rugoso, áspero, definitivo.

La Alhambra, ocultada por la luna, nos muestra al salir apenas su perfil, recortado contra la sierra al fondo, de un púrpura intensísimo. Mirar marea. Pero todo marea. Los guijarros del piso trazan ondulaciones insostenibles, filigranas que nos empujan contra las paredes. Avanzamos apoyándonos. El espacio libre entre dos calles nos deja titubeantes, hasta que el grupo se compacta y, pasado el peligro, vuelve a rasar los muros, frotándose. Blanqueamos. Uno mueve sus manos, encaladas, como palomas presas. No, no volarán. Aún no. Otro se mancha el rostro y gesticula, payaso sepulcral. Malo el augurio. Nadie ríe.

Ahora, nos dispersa una plaza. Como sonámbulos, rodeamos la fuente y avanzamos hasta el barandal, aferrándonos para no salir disparados hacia ese cielo vuelto otra vez transparente por la luna. La Alhambra crece en la noche, tapa las montañas, late, recupera su silueta alargada de castillo encantado, sus torres, sus murallas, sus tejados, sus almenas, Caltal-Hamra, la fortaleza roja. Coincide consigo misma y se detiene al fin, aniquilándonos, clavándonos, devolviéndonos a nuestro estar allí, entonces, sin aliento, siempre sin aliento desde entonces.

El viento frío de la sierra nos estremece. Damos la espalda, buscamos las escalerillas, seguimos bajando, hacia la ciudad que mató a Lorca.



JAÉN, 1966

olivos        olivos        olivos        olivos        olivos        olivos
olivos        olivos        olivos        olivos        olivos        olivos
olivos        olivos        olivos        olivos        olivos        olivos
olivos        olivos        olivos        olivos        olivos        olivos
olivos        olivos        olivos        olivos        olivos        olivos

s ó l o v i
o l i v o s



PIES DE FOTO

Los familiares de las víctimas
ante las puertas de la morgue

(En primer plano un árbol
de fresquísima sombra
sin nadie)

*
Suicida cayendo desde lo alto del puente
acribillado por los policías que venían a salvarlo
-Hizo un gesto sospechoso -declaró el oficial.

*
El rastro de sangre llega hasta el ascensor
Los policías corren de piso en piso
esperando que se detenga
alguna vez

*
Los familiares de las victimas
enfrentándose a la policía 
ante las puertas de la morgue
donde se niegan a entregar los cadáveres

(En primer plano un árbol
como un dibujo japonés
entre la niebla de las bombas lacrimógenas)



DANZA

Bailo 
con mi hija en brazos.

Comencé
para calmarla.
Hace rato que no duerme 
cesó la música
y yo sigo bailando.

He improvisado una danza algo salvaje:
vueltas a derecha e izquierda
ritmadas por golpes de talón
y gritos sofocados.

Se ha hecho de noche.
La cuna quedó atrás 
el cuarto quedó atrás
la casa quedó atrás.

Avanzo
mientras bailo
por una tierra de incendios y humaredas.
Bordeo los cráteres
busco aberturas en las alambradas
evito los cadáveres.

Las trincheras me obligan a dar largos rodeos.

Bailo y avanzo
giro, vigilo y giro.
Afortunadamente

mi hija sigue durmiendo.





De Maquillando el cadáver de la revolución (1977)

0

él escribe un poema exagerando sentimientos
frente a la máquina de escribir: metálico brillante digo
ardiendo fríamente audaz porque está solo
porque nadie lo ve manipular las máscaras ponérselas
y reflejarse en el papel
la marioneta del terror salta de tecla en tecla: escribe
los amigos colgando de los hilos se animan
y aquella mano plácida pasea la punta del cigarrillo por los cuerpos 
él prepara con sospechosa exactitud el decorado:
vaso de vino a la derecha cenicero a la izquierda
la música la luz por todas partes
la máquina a su frente
más allá la ventana las fachadas desiertas evocando
una vaga catástrofe: t rex canta children of the revolution
y polnareff repite nous irons tous au paradis
alzándose
muy poco él ve pasar
las mecanógrafas y tiene ganas
de besar sus pequeñas máquinas portátiles


2

Maquillando el cadáver de la revolución 
maquillando a tu madre su cadáver
los hijos de la que nunca vino
los paridos en el aire los que flotan 
como ballenas ebrias cantando
toda la hermosura del mundo —dice
el rojo atardecer la roja inmensa madre 
—dice el mar los restos de madera podrida 
hay que evitarlos en la arena son tantos 
ella entonces nadar?
                                                 Nadar sí
y también hay cadáveres cuerpos sin ojos
por el aire? cadáveres? de la revolución? 
Naciente —dice— sólo naciente
                                                               un oso 
cruza la carretera todo negro brillante el pelo
tras la lluvia —¡un oso, mira!—
                                                              Es capaz
de matarte con una de esas patas tan lindas 
—dice pero entonces amar?
Amar o maquillar —ríe y suena falso— maquillar 
el cadáver? el mío el tuyo?
                                                    Sueña
y en ese sueño nada y en esas aguas húndete
y escribe: —dice: escribe


7

iremos todos a la ciudad
si es que queda algo de ella en pie
saltando iremos a la ciudad
en un solo pie

buscaremos los tres del gato
y en esas mismas condiciones
maullicantando entre las ruinas
nos moriremos

con ocho vidas ya agotadas
una nos queda todavía
basta escribir el verso hallado
como poetas

hagamos algo irremediable
mientras saltamos por el camino
luego a la tumba miaucayendo
y se acabó


12

entre máquina y música: dos fuegos
entre dos fuegos y con los dedos rotos
dedos mordidos por las teclas corren
hombrecitos corriendo en la batalla
desde la altura se les ve muy pequeños
hierve el aire de una tecla a otra
llénase todo de silbos de explosiones
caen avioncitos de papel la música
se adelanta el tecleo éste a la música
entre dos fuegos en la tierra de nadie
retrato del artista como una joven
máquina de escribir: escríbelo


18

los tanques.             la ciudad está llena de tanques. pasan
los tanques              cargados de muchachas. por los cañones de
los tanques              salen ángeles. ruedan por la ciudad
los tanques              bajo la lluvia helada de noviembre. en diciembre
los tanques              dejan curiosas huellas en la nieve. resplandecen
los tanques              en junio. ciegan. tanteando nos orientamos entre
los tanques              cubiertos de flores. libertad bajo
los tanques:             el arte de atravesar las calles calculando rápidamente el paso de regular
los tanques.             / ritmo / tambor. suenan
los tanques.             tras la puerta adivino
los tanques              subiendo la escalera. amanezco con
los tanques              sobre mi cabeza. sueño: hundido en la máquina de escribir veo
los tanques              derretidos.


19

juego a ser yo todos los días
juego a ser un cadáver insisto me doy miedo
soy un clarinete aproximativo
y una batería que suena como una máquina de escribir
reventada a balazos
juego a morderme la cara en el espejo.


20

la guillotina cae
sobre la mano que cortada cae
sobre la máquina de escribir

es un método lento
pero seguro


22

pero mis amigos son irreprochables debo decirlo
caen borrachos de los tejados orinan
sobre sus poemas se suicidan
o explican la poética de nicolas guillén
en las comisarías del país
esto y más hacen mis amigos
que son hermosos como locomotoras debo decirlo


De Parapoemas (1978)

en aquellas tabernas
donde una vez bebimos
otros repiten nuestros gestos
con precisión paródica

nadie nos ve: pasamos
como pájaros transparentes

*

c a v a

            p a l a
                     b
                     r
                     a
                         c a d á v e r
                                   b
                                   r
                                   a


Un poema como una bala
no tiene nunca su eficacia
aunque logre imitar su silbido

Un poema como la lluvia
lo más que hace es dejarte
ridículamente mojado

Un poema como el amor
llega siempre demasiado pronto
o demasiado tarde

Escribirás de nuevo
un poema
como un poema


De Rock urbano (1989)

Rock del motorizado

más rápido que yo
nadie

más rápido que yo
con la navaja

más rápido que yo
entre los cuerpos

más rápido que yo
arrebatando

más rápido que yo
quemando el aire

más rápido que yo
ni la patrulla

más rápido que yo
solo una bala







.

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