lunes, 22 de septiembre de 2014

MICAELA CHIRIF [13.411]


Micaela Chirif

Micaela Chirif, Lima, Perú   1973. )   Licenciada en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado los poemarios De vuelta (Colmillo Blanco, 2001), Cualquier cielo (Mundo Ajeno, 2008) y Sobre mi almohada una cabeza (Pre-Textos, 2012). Ha escrito los cuentos para niños Don Antonio y el albatros, en co-autoría con José Watanabe (Peisa, 2008), Buenas noches, Martina (Peisa, 2009), En forma de palabras (Polifonía, 2010), El contorsionista (Museo de Arte de Lima, 2011) y Desayuno (Polifonía, 2013). Recientemente ganó, junto a la ilustradora Issa Watanabe, por la obra Más te vale mastodonte, el XVII Concurso de Álbum Ilustrado A la Orilla del Viento, prestigioso premio internacional organizado por el Fondo de Cultura Económica de México. 






SOBRE MI ALMOHADA UNA CABEZA
de Micaela Chirif 

EDITORIAL PRE­TEXTOS




LA OBRA

descansa sobre mi almohada una cabeza 
levemente desconocida 
la nariz hermosa los ojos claros 

dime belleza le pregunto 
¿cuál es el lugar de tu deseo?

la cabeza no contesta pero sonríe 
y abre las alas 






Sobre la mesa de la cocina
tu madre te velaba desde hacía años.

'Está muerto para ti'
         dijo a manera de advertencia apenas entré.

'No lo está'
       protesté mirándote.

'Está muerto', repitió sin alzar los ojos
mientras acomodaba con calma el algodón en tu boca
tu linda boca.

'No lo está', grité
y quise despertarte.

Pero no gritaste
No te moviste
No me amaste.

'Está muerto', volvió a decir tu madre como quien recita de memoria un salmo.

Yo te abracé fuerte con los ojos apretados
como buscando el milagro.

Cuando los abrí estaba en medio de la muerte
(la muerte no es ni siquiera un lugar, ¿sabías?)

Tu madre yacía inerte abrazada a tu cadáver.

No hubo prodigio:
en aquel ambiente enrarecido
seguir respirando
fue lo único que pude hacer por nosotros.





A veces, me llama por teléfono un amigo muerto desde hace años.

Contrariamente a lo que podría pensarse, la conversación es bastante normal:

Yo le cuento los chismes de por acá,
y él me cuenta los de allá.
Yo miro el día oscurecerse en la ventana,
él se corta las uñas con pereza
y así, compartiendo historias, pasamos a veces la tarde entera.

Cuando llega el momento de colgar
                            -y siempre llega-
nos da entonces muchísima tristeza
y nos ponemos a llorar
pero eso sí, por delicadeza, lo hace cada uno por su cuenta.





No he hecho más que caer dice el hombre...

     no he hecho más que caer dice el hombre
     y ya anochece

hay una mancha blanca en mi pantalón y en la mesa
la bolsa de suero los dos caquis

quiero escapar en la misma dirección que el aire
pero el hombre se desploma

las piernas se flexionan y los brazos
se elevan ligeros
para caer de inmediato
junto al cuerpo que se sumerge
como una vertical que hace silencio

el hombre ha muerto

una interminable lista de objetos contundentes
caen a mis pies como naranjas




Voy a comprar pan dijo la muchacha...

voy a comprar pan dijo la muchacha
            son cosas que se dicen sin pensar
pero ya nadie dice
como si nada
como sin pensar
            voy a tomar un té
            voy a comprar el pan
y se sienta
con un cuchillo en la mano a esperar
            a que hierva el agua
            a que la muchacha vuelva
            a que la cosa descienda desde los cielos
            como una piedra










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