Juan Carlos Dávalos
Juan Carlos Dávalos fue un escritor argentino nacido el 11 de enero de 1887 en Villa San Lorenzo, Provincia de Salta y fallecido el 6 de noviembre de 1959 en la Ciudad de Salta.
Su madre, Isabel Patrón Costas, era hija de Domingo Patrón Escobar y de Isabel Costas y Figueroa Güemes, hija de Francisco Manuel Costas Frías y de Catalina Luisa Figueroa Güemes, hija a su vez de Francisca Güemes, hermana de Martín Miguel de Güemes.
Juan Carlos Dávalos pasó la mayor parte de su vida en la provincia andina de Salta. Con dieciséis años fundó el periódico Sancho Panza junto a David Michel Torino. Ocupó varios puestos de gobierno, fue profesor, Director de la Academia Argentina de Letras, director de los Archivos Provinciales de Salta y de la biblioteca local. Una calle de Buenos Aires lleva su nombre en su homenaje.
Obras
Dávalos publicó un extenso y valioso trabajo, temáticamente cercano no solo a su hogar y la vida en los Andes de la Argentina, sino también fuera de los círculos de las fronteras de su país. Escribió poemas, obras de teatro, ensayos y cuentos cortos, entre los cuales "El viento blanco" se ha ganado un lugar en el inconsciente colecivo de muchos sudamericanos, siendo parte de innumerables libros de literatura universitarios y de preparatoria. Los casos del zorro son una serie de fábulas infantiles con personajes autóctonos de la zona andina como el quirquincho o armadillo, el cóndor, el zorro, el yaguareté, etc. Relata divertidas historias con moralejas, su difusión es muy popular entre la zona andina y pasan de padres a hijos como historias para dormir. Su obra está considerada entre las más importantes piezas de literatura argentina y americana del siglo XX. Junto con Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y otros literarios, comprendieron el siglo de oro de la literatura sudamericana.
Sus trabajos:
Poemas
De mi vida y de mi tierra, (Salta, 1914)
Cantos agrestes (Salta, 1917)
Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921)
Otoño (Buenos Aires, 1935)
Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947)
Últimos Versos (Salta, 1961)
Narrativa
Salta (Buenos Aires, 1918)
El viento Blanco (Buenos Aires, 1922)
Airampo (Buenos Aires-Córdoba, 1925)
Los buscadores de oro (Buenos Aires, 1928)
Los Gauchos (Buenos Aires, 1928)
Los casos del zorro (Buenos Aires-Córdoba, 1925)
Relatos lugareños (Buenos Aires, 1930)
Los valles de Cachi y Molinos (Buenos Aires, 1937)
Estampas lugareñas (Tucumán), 1941)
La Venus de los Barrial (Tucumán, 1941)
Cuentos y relatos del norte argentino (Buenos Aires, 1946)
El sarcófago verde y otros cuentos (Salta, 1976)
La Cola Del Gato (Buenos Aires,Eudeba 1963)
Teatro
Don Juan de Viniegra Corazones (Salta, 1917)
Águila Renga, comedia política (Buenos Aires, 1928, escrita junto a Guillermo Bianchi)
La tierra en armas (Buenos Aires, 1935, escrita junto a Ramón Serrano);
Producción total
Obras Completas de Juan Carlos Dávalos, 1997
LA MUERTE DEL TORO:
LA VOLTEADA
Muge plantado en actitud bravía,
ceñido el lazo del testud adusto,
y terco afronta con empaque augusto
el asalto voraz de la jauría
Hinca, dócil al puño que lo guía
el duro casco el alazán robusto,
y piafa lleno de sudor y susto
de la cinchada en la mortal porfía
Y cuando el toro enceguecido y fiero
brotando espuma de repente arranca
y la embestida poderosa cierra
Se cimbra el lazo sobre el bramadero
y entre una densa polvareda blanca
el cuerpo cae reciamente en tierra
LA MUERTE
Y yace el bruto en la postura inerte
con que el hombre mañoso lo invalida,
la carne de cansancio estremecida,
y al fin tumbado el epinazo fuerte
Nadie el espanto y el dolor advierte
de la negra pupila entristecida,
donde tiembla la fuerza de la vida
con la oscura zozobra de la muerte.
¡Después, el estertor, el hondo tajo!
El hombre indiferente en su trabajo
limpia el puñal en la cerviz del toro.
La sangre por la herida borbotea,
y un escuálido perro saborea
el caudal rojo de vislumbres de oro
Agosto 1916
LA LEYENDA DEL COQUENA
Cazando vicuñas anduve en los cerros.
Heridas de bala se escaparon dos.
-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena se enoja - me dijo un pastor.
- ¿Por qué no pillarlas a la usanza vieja,
cercando la hoyada con hilo punzó?
¿Para qué matarlas, si sólo codicias
para tus vestidos el fino vellón?
-No caces vicuñas con arma de fuego,
Coquena las venga, te lo digo yo.
¿No viste en las mansas pupilas oscuras
brillar la serena mirada del dios?
-¿Tú viste a Coquena?
-Yo nunca lo vide,
pero sí mi agüelo - repuso el pastor;-
una vez oíle silbar solamente,
y en unos tolares, como a la oración.
Coquena es enano; de vicuña lleva
sombrero, escarpines, casaca y calzón;
gasta diminutas ojotas de duende,
y diz que es de cholo la cara del dios.
De todo ganado que pace en los cerros,
Coquena es oculto, celoso pastor;
si ves a lo lejos moverse las tropas,
es porque invisible las arrea el dios.
Y es él quien se roba de noche las llamas
cuando con exceso las carga el patrón.
En unos sayales, encima del cerro,
guardando sus cabras andaba el pasto;
zumbaba en los iros el gárrulo viento,
rajaba las piedras la fuerza del sol.
De allende las cumbres de nieves eternas,
venir los nublados miraba el pastor;
después la neblina cubrió todo el valle,
subió por las faldas y el cerro tapó...
Huyó por los filos el hato disperso,
y a gritos, en vano, lo llama el pastor.
La noche le toma sentado en cuclillas,
y un sueño profundo sus ojos cerró.
Cuando el alba tiñe - limpiando los cielos-
de rosa las abras, despierta el pastor.
Junto a él, a trueque del hato perdido,
Coquena, de oro le puso un zurrón.
No más en los cerros guardando sus cabras,
las gentes del valle vieron al pastor;
Coquena dispuso que fuese muy rico.
Tal premia a los buenos pastores el dios.
LA FLOR DEL ILOLAY
Don Juan - Bernardo
Erase una viejecilla
que en los ojos tenía un mal
y la pobre no cesaba
de llorar.
Una médica le dijo:
- Te pudiera yo curar
si tus hijos me trajesen
una flor del Ilolay.-
Y la pobre viejecilla
no cesaba de llorar,
porque no era nada fácil encontrar
esa flor del ilo-ilo Ilolay.
Mas los hijos que a su madre
la querían a cual más,
resolvieron irse lejos a buscar,
esa flor maravillosa
que a los ciegos vista da.
Bernardo
- Va rajado el cuento, abuelo,
como vos me lo contáis.
¡ No habéis dicho que los hijos
eran tres!
Don Juan
- Bueno, ¡Ya están!
Y los tres, marchando juntos
caminaron, hasta dar
con tres sendas, y tomaron
una senda cada cual.
El chiquillo que a su madre quería más,
fue derecho por su senda sin parar,
preguntando a los viajeros
por la flor del Ilolay.
Y una noche, fatigado
de viajar y preguntar,
en el hueco de unas peñas
acostóse a descansar.
Y lloraba, y a la pobre
cieguecilla recordaba sin cesar.
Y ocurrió que de esas peñas
en la lóbrega oquedad,
al venir la media noche
sus consejos de familia
celebraba Satanás.
Y la diabla y los diablillos,
en horrible zarabanda
se ponían a bailar.
Carboncillo, de los diablos,
el más diablo para el mal,
¡Carboncillo cayó el último
de gran flor en el ojal!
- ¡Carboncillo!- gritó al verle
furibundo Satanás -,
¡petulante Carboncillo,
quite allá!
¿Cómo viene a mi presencia
con la flor de Dios hechura
que a los ciegos vista da?
Metió el rabo entre las piernas
y poniéndose a temblar,
Carboncillo tiró lejos
el adorno de su ojal.
Y el chiquillo recogióla,
y allá va,
¡corre, corre, que te corre,
que te corre Satanás!
el camino desandando sin parar,
y ganó la encrucijada
con la flor del Ilolay.
Le aguardaban sus hermanos,
y al mirarle regresar,
con la flor que no pudieron
los muy tunos encontrar,
¡le mataron, envidiosos,
le mataron sin piedad!
le enterraron allí cerca
del camino, en un erial,
y se fueron a su madre
con la flor del Ilolay.
Y curó la viejecita
de su mal,
y al pequeño recordando
sin cesar,
preguntaba a sus dos hijos:
-¿Dónde mi hijo, dónde está...?
- No le vimos, contestaban
los perversos, - que quizá
extraviado con sus malas
compañías andará.-
Y los días y los meses
se pasaron, y al hogar,
¡nunca, nunca el pobrecillo
volvió más!
Y una vez un pastorcillo
que pasó por el erial,
una caña de canutos
vio al pasar.
Con la caña hizo una flauta,
y poniéndose a tocar,
escuchaba el pastorcillo
de las notas al compás,
que la caña suspiraba
con lamento sepulcral:
- Pastorcillo, no me toques
ni me dejes de tocar:
¡Mis hermanitos me han muerto
por la flor del Ilolay!
LA CORRIDA EN EL MONTE
Agosto de 1916
Da la viril palmada sobre el cinchado apero,
tantea el guardamonte, calza en la jaca fiel,
se aforra en su coleto, se requinta el sombrero
y la jauría escuálida le precede en tropel.
Y así va por los montes a revisar la hacienda,
Con el ágil cuchillo despejando el zarzal,
y se detiene a veces, si le cruza la senda
bajo las hierbas húmedas el rastro del jaguar.
Avanza cauteloso, bien despierto el oído;
Ni un soplo se le escapa, ni un lejano rumor,
hasta que en unas breñas descubre al toro herido
que le mira con ojos de salvaje pavor.
Después ciñe las corvas, gana presto el atajo,
azuza de los canes la férvida inquietud,
y golpeando los cueros se larga cerro abajo
por la maraña inmensa, con un fragor de alud.
EL MAL DEL AGUA
De los cerros donde el viento
no se cansa de correr,
y en los iros y cardones
zumba hasta el anochecer;
De los cerros donde el sol
curte y reseca la piel,
y a la tierra la yareta
se agarra con avidez,
una tarde la pastora,
acosada por la sed,
arreando sus cabritas,
bajó con ligero pie.
De pechos en el arroyo
inclinándose a beber,
la pastora dijo:
- Agüita,
agüita te beberé...
En medio las cortaderas
el hato bebió también.
¡Agua de nieve es el agua
del arroyo montañés!
En su rancho la pastora
muere de calor y sed;
cogida de calenturas
por el mal del agua fue.
¡Agua de nieve es el agua
del arroyo montañés!
LA SALAMANCA
(Conseja de un arriero)
Arreando ganado, camino de Chile,
tres cargas perdimos en un cañadón.
En unas aguadas, al cerrar la noche,
fuimos a toparlas, yo con otro peón.
Lejos, a trasmano, quedaba la tropa,
la noche era oscura, pesado el tirón.
De cama, a la espera que brille la luna,
en lo seco echamos apero y jergón.
Calculo sería más de media noche,
cuando nos despierta singular rumor:
cantar de mujeres y tun tún de cajas,
que el viento traía con distinto son.
- Sin duda de fiesta - dije - en estos pagos
andará gente, pues sábado es hoy.
¿Qué tal que vayamos a buscar el baile?
Dijo el compañero: - Güeno, vámonos.
Maneamos las mulas y a pie nos largamos,
ya oíamos cerca sonar el rumor.
En una quebrada, doblando un recodo,
un rancho a la vista se nos presentó.
Ni perro, ni luces, ni fuego en el rancho...
cada vez más cerca se oía el rumor,
agora de gritos y de carcajadas,
y de juramentos y de confusión.
Al filo de un cerro pareció la luna,
patente, un guanaco sobre ella pasó;
calcado en el cielo bajó por el filo,
y agudo relincho los aires llenó.
Mal agüero es éste - dijo el compañero -
que toda esa bulla se me hace ilusión.
Recemos un credo, que aquí es Salamanca,
y de ella nos libre por siempre el Señor.
EL CÓNDOR DEL ZOO
Abril 1907
Sobre el montón de piedras que remedan
los escuetos penachos de los montes
donde se iba a posar tras largos vuelos,
gravemente parece que cavila,
nostálgico de abismos y horizontes
el cautivo monarca de los cielos.
sorda cólera enciende la pupila
del indómito reo,
que en vano, cruel, de libertad lo acosa
devorador deseo.
Arrogante y marcial en su apostura,
graves sus movimientos.
Emblema de altivez, le ciñe el cuello,
blanca, cual la golilla de un hidalgo
medioeval su golilla.
Es calva la cabeza altiva y ruda,
negro y lustroso y sólido el plumaje,
corvo el pico voraz, la garra fuerte,
y el ala, enorme remo
que la atmósfera azul hiende pujante,
hercúlea como brazo de gigante.
¿En qué piensa?... A través de los alambres
de su jaula, contempla hacia el ocaso,
coronadas de nieve las montañas
donde se pone el sol: divisa acaso
la peña en que solía
saciar sus hambres devorando entrañas.
O divisa la grieta inaccesible
donde al cerrar la noche se dormía,
teniendo arriba el cielo azul, sereno,
abajo precipicios y tinieblas,
y sobre las llanuras, a lo lejos
como un mar, los oscuros nubarrones
que en simulacro horrible
esgrimen el relámpago y el trueno.
Al despuntar el día,
oculto por las nieblas matinales,
sobre el rancho del indio,
en cauteloso acecho se cernía.
¡Balaba en el corral la cabra inquieta
y tímida el peligro adivinando,
mas ¡ay! Que de repente,
el rebaño se arrasa como al soplo
del viento los trigales,
cae con la celeridad de una saeta
el monstruo, y se levanta
sujetando famélico la presa
en la garra potente!
Recuerdos melancólicos lo abaten.
Recuerdos de su vida en las alturas
cuando solía cruzar entusiasmado
de una cumbre a otra cumbre,
imperturbable la mirada ardiente,
en misteriosa lucha con el vértigo
habitador siniestro del abismo,
y rápido bajar hasta el torrente
que el cimiento carcome a la montaña;
graznar para que el eco de su grito
repercuta en las hondas soledades,
humedecer las alas en el polvo
de luz de las cascadas,
y ebrio de libertad, como una tromba,
en inmensa espiral tender el vuelo,
y atravesar las nubes
soñando una excursión al infinito.
De pronto, el viejo soñador se yergue,
se inquieta, y lanza su graznido ronco.
¿Qué ha visto? Hacia el ocaso allá en el cielo
dos alas que se baten.
Es otro cóndor que en pausado vuelo
va a dormir a su nido
en la grieta granítica escondido.
Sorda cólera enciende la pupila
del indómito reo...
Nostálgico de abismos y horizontes,
es presa del delirio y no vacila.
¡Se va a dormir a sus queridos montes!
Con pesado aleteo
el montículo deja,
¡mas se estrella otra vez contra su reja!
Juan Carlos Dávalos
Por la Dra. Alicia Poderti
Juan Carlos Dávalos nació en Salta, el 11 de enero de 1887. A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó el periódico "Sancho Panza". Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector. Fue Director del Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza". Falleció en Salta, el 6 de noviembre de 1959.
En el año de 1921, en el campo de la cultura, acaecieron sucesos que quedarían grabados en la memoria colectiva de los salteños, como la conferencia memorable que pronunciara el poeta Juan Carlos Dávalos en la sede del Jockey Club de Buenos Aires, estimulada entre otros por el propio Dr. Castellanos, poeta y escritor, quien a sus 60 años mantenía su siempre vivo interés por el mundo de las letras.
Desde su regreso a Salta, el primer mandatario y el joven Dávalos entablaron una cordial amistad e intercambio de ideas sobre temas que les eran comunes, y es así que en su carácter de gobernador de la provincia Castellanos le remitió al conferencista un efusivo telegrama de salutación en nombre del gobierno a su cargo; manifestándole el orgullo y complacencia de todos sus comprovincianos por su atrayente y amena disertación. Pese a que Dávalos, ya era conocido por la difusión de varios de sus libros en Buenos Aires, al decir de sus biógrafos, con esta conferencia irrumpíó en el ámbito literatura a nivel nacional, tenía en aquella época 34 años de edad.
Fedrico Castellanos Uriburu, Dr. Joaquín Castellanos, Ricardo Güiraldes, Juan Carlos Dávalos y Alberto Mendioroz
La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la prosa, la poesía y el teatro. Publicó los siguientes poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935), Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947), Últimos versos (Salta, 1961). Sus textos narrativos publicados son: Salta (Buenos Aires, 1918), El viento Blanco (Buenos Aires, 1922), Airampo (Buenos Aires-Córdoba, 1925), Los buscadores de oro (Buenos Aires, 1928), Los gauchos (Buenos Aires, 1928), Los casos del zorro (Buenos Aires- Córdoba, 1925), Relatos lugareños (Buenos Aires, 1930), Los valles de Cachi y Molinos (Buenos Aires, 1937), Estampas lugareñas (Tucumán, 1941), La Venus de los barriales (Tucumán, 1941), Cuentos y relatos del norte argentino (Buenos Aires, 1946), El sarcófago verde y otros cuentos (Salta, 1976). También dio a conocer textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia política (Buenos Aires, 1928, escrita junto a Guillermo Bianchi), La tierra en armas (Buenos Aires, 1935, escrita junto a Ramón Serrano). Su extensa édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes.
En el año 1997, el Senado de la Nación editó, en tres tomos, las Obras Completas de Juan Carlos Dávalos.
La tarea de promover una cultura propia de la región del noroeste emprendida por Juan Carlos Dávalos genera un campo literario que muestra ciertas constantes y que, en las primeras décadas del siglo XX, comienza a reconocerse bajo la designación de "regionalista". La región que se dibuja en la prosa de Dávalos se circunscribe principalmente a los valles calchaquíes. Los personajes de este ámbito, que se encarnan en hombres, animales y paisajes, vehiculizan la voluntad de rescate de un extenso material léxico y de las raíces precolombinas. Dávalos también enfoca -sobre todo en Los Gauchos- la región selvática conocida como "La Frontera". Así, en la producción davaliana se proyecta una imagen de contactos interegionales que se extiende hacia un espacio andino-chaqueño.
Un caballero andante de las letras
Por Andrés Mendieta
Yace aquí el Hidalgo fuerte que a tanto extremo llegó de valiente, que se advierte que la muerte no triunfó que su vida con su muerte, tuvo a todo el mundo en poco; fue el espantajo y el coco del mundo, que tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco".
Estos letras encontradas entre amarillentos papeles olvidados en un rincón de mis archivos reproducen una obra de varios siglos atrás, pareciera que su autor, en aquel tiempo, escribió para un grande a quien en esta edición recordamos.
Este "Hidalgo fuerte", fue tan fuerte que ni la muerte pudo matarlo aquel 6 de noviembre de 1959. Esa misma muerte que aún llora por su fracaso porque él está aquí y vive entre nosotros.
Este personaje que pasó a ser el alma de Salta se llama Juan Carlos Dávalos, "Don Sanca".
Mucho se ha escrito sobre su labor literaria; de sus anédoctas y de sus expresiones líricas que dejó para la crítica en prestigiosos cenáculos del país como del extranjero.
Quién es quién
Nada mejor en esta recordación del maestro de generaciones de intelectuales que la trascripción de una carta que "Don Sanca" -como afectuosamente lo llamábamos- le enviara desde Cachi a Juan José de Soiza Reilly -cuyos antecedentes no encontré- la que fuera publicada en la desaparecida revista porteña "Caras y Caretas, en su edición Nº 1.826, del 30 de setiembre de 1933.
La epístola aparece fechada en Cachi, el 6 de setiembre de 1933. Hurgado papeles en mis tareas de"buceador" de la historia o, como se dice, "rata de bibliotecas" me sorprende algunos datos que, por la sensatez del autor, llego a interpretar algunos deslices sobre los personajes de su memorias familiares. Ruego mil dispensas a los lectores por haber invadido con las "notas" que plasmo al pie del presente artículo.
El escrito comienza diciendo:
"Mi querido amigo: creo necesario puntualizar algunos datos del reportaje. En primer lugar, mi "charqui" genealógico: por línea materna vengo de patriotas y por la paterna de realistas. He aquí como:
Don Gervasio de Isasmendi el último gobernador realista de Salta, casó con su sobrina doña Jacoba de Gorostiaga. De este matrimonio nace doña Ascensión Isasmendi. Esta se casó con el doctor José Benjamín Dávalos, graduado en Charcas y que murió en 1886, siendo gobernador de Salta. Hijo del doctor Benjamín Dávalos y de doña Ascensión Isasmendi, fue mi padre, quien falleció en 1900, cuando yo tenía 13 años. Por línea materna desciendo de doña Francisca Güemes -hermana del General Martín Miguel de Güemes- esposa de don Fructuoso Figueroa. De este matrimonio nació doña Luisa Figueroa. Esta casó con Francisco Costa, y su hija Isabel Costa casó don Domingo Patrón. Hija de ambos es mi madre, doña Isabel Patrón Costa de Dávalos.
Mi abuelo Dávalos fue hombre de carácter austero y de gran cultura. Yo vi en la biblioteca de mi padre [Arturo León Dávalos] apuntes de puño y letra de mi abuelo. Eran máximas selectas de diversos autores, aforismos, pensamientos, glosas de sus lecturas, en una caligrafía preciosa, casi atildada. Esos manuscritos se perdieron. Mi padre heredó la tenencia a la expresión escrita, y siendo muchacho escribió versos de los que renegó cuando -ya hombre- comprendió que la prosa era su veta. Dejó un libro, "Noticias Históricas sobre el Tucumán". Publicó folletos sobre temas educacionales, unas vistas fiscales, otro sobre la cuestión argentino-chilena, otro sobre la Puna de Atacama. Su tendencia literaria respondía más a su cultura jurídica y a sus fines políticos, que era un verdadero temperamento artístico."
"Se graduó en Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Estudió en sus primeros años, en el Colegio de la Compañía, en Córdoba".
"Entre mis antepasados por la línea materna, recuerdo haber oído citar en casa como intelectuales -aunque no como escritores- a mis tíos abuelos, don Daniel y Robustiano Patrón, educacionista en Córdoba y en Salta, respectivamente, y hombres cultores del latín y del francés. Mi abuelo, don Domingo Patrón, era estanciero, y en sociedad con don Roberto -padre del actual Robustiano [+24/9/65], presidente del Partido Demócrata Nacional-, crearon una fortuna muy grande para su época, estableciendo en Salta los primeros aserraderos mecánicos, con maquinarias traídas de Inglaterra, y la más próspera curtiduría del norte argentino".
"Otro tío abuelo mío por línea materna, don Luis Avelino Costas, fue en sus mocedades un buen poeta romántico, publicó versos en los diarios de Salta, pero no llegó a imprimir libros. Todos estos datos se refieren a los años comprendidos entre 1845 y 1870".
Con Fermín Perdiguero y Julio Díaz Villalba
Como artesano de las letras
Juan Carlos Dávalos en su carta a Soiza Reilly habla ya de sí, en estos términos:
"Mi vocación despertó a los 13 o 14 años. El año que murió mi padre, pasé el verano con mi abuela Isasmendi, en su finca Colomé, en tierras calchaquíes, donde mi bisabuelo había tenido una enorme encomienda: la que hoy es todo el departamento de Molinos. Las originales costumbres, los quehaceres domésticos, morales e industriosos de mi abuela, sus colerones, sus rezos, sus reniegos con la servidumbre, en fin, todos los aspectos de un carácter excepcionalmente apasionado y enérgico, los consigné en un cuaderno escolar, y en secreto. Uno de mis tíos me sorprendió escribiendo, leyó los apuntes y se armó un alboroto. Sofocón de mi abuela, llanto, reprimenda de mis tíos, y por último secuestro y destrucción de las páginas indiscretas e irreverentes".
"A los 15 años publiqué versos, muy malos naturalmente, en los diarios de mi pueblo, y artículos periodísticos de diversa índole: crítica social, crítica literaria, actividades estudiantiles, etc. A los 17 años, en compañía de David Michel Torino, actual director de El Intransigente, y de Julio J. Paz, el periódico estudiantil "Sancho Panza" que murió al 5º o 6º número, víctima de su propia insensatez".
Más adelante cuenta sobre sus estudios ya sea en el Nacional de Salta, en el San José de Buenos Aires y cuando su madre aspira tener un hijo abogado el poeta a quien estamos honrando en el nuevo aniversario de su muerte, acaecida el 6 de noviembre de 1959, confiesa: "… pero como yo disponía de harto dinero, en vez de estudiar, me dediqué a la vagancia y a la lectura. Después de 3 años de "hacer de estudiante" me vine a Salta, donde compré un aserradero y serruché 80,000 pesos, arruinando, o poco menos, a mi familia que pagaron mis deudas y no me dejaron quebrar".
Al concluir su autobiografía -escrita en l933- rinde su homenaje a la esposa, "mi mujercita". "Se llama María Celesia Elena. Yo la llamo "Doña Chela", cariñosamente, porque es la señora de mis pensamientos y la inspiradora de mis versos, y alentadora de mi incurable pereza para escribir…Si fuera posible mentarla -cuenta más adelante- sólo como lo es: un alto y puro espíritu excepcionalmente noble, quedaríamos encantados. Es mujer de su casa y no desea verse en evidencia".
Clara vivencia de un hijo privilegiado de Salta: hombre y poeta; arte y vida. Un bohemio con aire de caballero de España y de hidalguía de todos los bohemios.
Por la Dra. Alicia Poderti
Juan Carlos Dávalos nació en Salta, el 11 de enero de 1887. A los dieciséis años, junto con David Michel Torino, fundó el periódico "Sancho Panza". Más tarde, se desempeñó como profesor de Literatura y otras asignaturas en el Colegio Nacional de Salta, en el que llegó a ser Vice Rector. Fue Director del Archivo General de la Provincia y Director de la Biblioteca Provincial "Dr. Victorino de la Plaza". Falleció en Salta, el 6 de noviembre de 1959.
En el año de 1921, en el campo de la cultura, acaecieron sucesos que quedarían grabados en la memoria colectiva de los salteños, como la conferencia memorable que pronunciara el poeta Juan Carlos Dávalos en la sede del Jockey Club de Buenos Aires, estimulada entre otros por el propio Dr. Castellanos, poeta y escritor, quien a sus 60 años mantenía su siempre vivo interés por el mundo de las letras.
Desde su regreso a Salta, el primer mandatario y el joven Dávalos entablaron una cordial amistad e intercambio de ideas sobre temas que les eran comunes, y es así que en su carácter de gobernador de la provincia Castellanos le remitió al conferencista un efusivo telegrama de salutación en nombre del gobierno a su cargo; manifestándole el orgullo y complacencia de todos sus comprovincianos por su atrayente y amena disertación. Pese a que Dávalos, ya era conocido por la difusión de varios de sus libros en Buenos Aires, al decir de sus biógrafos, con esta conferencia irrumpíó en el ámbito literatura a nivel nacional, tenía en aquella época 34 años de edad.
Fedrico Castellanos Uriburu, Dr. Joaquín Castellanos, Ricardo Güiraldes, Juan Carlos Dávalos y Alberto Mendioroz
La extensa producción de Juan Carlos Dávalos recorre la prosa, la poesía y el teatro. Publicó los siguientes poemarios: De mi vida y de mi tierra (Salta, 1914), Cantos agrestes (Salta, 1917), Cantos de la montaña (Buenos Aires, 1921), Otoño (Buenos Aires, 1935), Salta, su alma y sus paisajes (Buenos Aires, 1947), Últimos versos (Salta, 1961). Sus textos narrativos publicados son: Salta (Buenos Aires, 1918), El viento Blanco (Buenos Aires, 1922), Airampo (Buenos Aires-Córdoba, 1925), Los buscadores de oro (Buenos Aires, 1928), Los gauchos (Buenos Aires, 1928), Los casos del zorro (Buenos Aires- Córdoba, 1925), Relatos lugareños (Buenos Aires, 1930), Los valles de Cachi y Molinos (Buenos Aires, 1937), Estampas lugareñas (Tucumán, 1941), La Venus de los barriales (Tucumán, 1941), Cuentos y relatos del norte argentino (Buenos Aires, 1946), El sarcófago verde y otros cuentos (Salta, 1976). También dio a conocer textos dramáticos, como Don Juan de Viniegra Herze (Salta, 1917), Águila renga, comedia política (Buenos Aires, 1928, escrita junto a Guillermo Bianchi), La tierra en armas (Buenos Aires, 1935, escrita junto a Ramón Serrano). Su extensa édita ha sido descripta por Iris Rossi en un completo estudio bibliográfico publicado en 1966 por el Fondo Nacional de las Artes.
En el año 1997, el Senado de la Nación editó, en tres tomos, las Obras Completas de Juan Carlos Dávalos.
La tarea de promover una cultura propia de la región del noroeste emprendida por Juan Carlos Dávalos genera un campo literario que muestra ciertas constantes y que, en las primeras décadas del siglo XX, comienza a reconocerse bajo la designación de "regionalista". La región que se dibuja en la prosa de Dávalos se circunscribe principalmente a los valles calchaquíes. Los personajes de este ámbito, que se encarnan en hombres, animales y paisajes, vehiculizan la voluntad de rescate de un extenso material léxico y de las raíces precolombinas. Dávalos también enfoca -sobre todo en Los Gauchos- la región selvática conocida como "La Frontera". Así, en la producción davaliana se proyecta una imagen de contactos interegionales que se extiende hacia un espacio andino-chaqueño.
Sepelio de Don Juan Carlos Dávalos
Un caballero andante de las letras
Por Andrés Mendieta
Yace aquí el Hidalgo fuerte que a tanto extremo llegó de valiente, que se advierte que la muerte no triunfó que su vida con su muerte, tuvo a todo el mundo en poco; fue el espantajo y el coco del mundo, que tal coyuntura, que acreditó su ventura morir cuerdo y vivir loco".
Estos letras encontradas entre amarillentos papeles olvidados en un rincón de mis archivos reproducen una obra de varios siglos atrás, pareciera que su autor, en aquel tiempo, escribió para un grande a quien en esta edición recordamos.
Este "Hidalgo fuerte", fue tan fuerte que ni la muerte pudo matarlo aquel 6 de noviembre de 1959. Esa misma muerte que aún llora por su fracaso porque él está aquí y vive entre nosotros.
Este personaje que pasó a ser el alma de Salta se llama Juan Carlos Dávalos, "Don Sanca".
Mucho se ha escrito sobre su labor literaria; de sus anédoctas y de sus expresiones líricas que dejó para la crítica en prestigiosos cenáculos del país como del extranjero.
Quién es quién
Nada mejor en esta recordación del maestro de generaciones de intelectuales que la trascripción de una carta que "Don Sanca" -como afectuosamente lo llamábamos- le enviara desde Cachi a Juan José de Soiza Reilly -cuyos antecedentes no encontré- la que fuera publicada en la desaparecida revista porteña "Caras y Caretas, en su edición Nº 1.826, del 30 de setiembre de 1933.
La epístola aparece fechada en Cachi, el 6 de setiembre de 1933. Hurgado papeles en mis tareas de"buceador" de la historia o, como se dice, "rata de bibliotecas" me sorprende algunos datos que, por la sensatez del autor, llego a interpretar algunos deslices sobre los personajes de su memorias familiares. Ruego mil dispensas a los lectores por haber invadido con las "notas" que plasmo al pie del presente artículo.
El escrito comienza diciendo:
"Mi querido amigo: creo necesario puntualizar algunos datos del reportaje. En primer lugar, mi "charqui" genealógico: por línea materna vengo de patriotas y por la paterna de realistas. He aquí como:
Don Gervasio de Isasmendi el último gobernador realista de Salta, casó con su sobrina doña Jacoba de Gorostiaga. De este matrimonio nace doña Ascensión Isasmendi. Esta se casó con el doctor José Benjamín Dávalos, graduado en Charcas y que murió en 1886, siendo gobernador de Salta. Hijo del doctor Benjamín Dávalos y de doña Ascensión Isasmendi, fue mi padre, quien falleció en 1900, cuando yo tenía 13 años. Por línea materna desciendo de doña Francisca Güemes -hermana del General Martín Miguel de Güemes- esposa de don Fructuoso Figueroa. De este matrimonio nació doña Luisa Figueroa. Esta casó con Francisco Costa, y su hija Isabel Costa casó don Domingo Patrón. Hija de ambos es mi madre, doña Isabel Patrón Costa de Dávalos.
Mi abuelo Dávalos fue hombre de carácter austero y de gran cultura. Yo vi en la biblioteca de mi padre [Arturo León Dávalos] apuntes de puño y letra de mi abuelo. Eran máximas selectas de diversos autores, aforismos, pensamientos, glosas de sus lecturas, en una caligrafía preciosa, casi atildada. Esos manuscritos se perdieron. Mi padre heredó la tenencia a la expresión escrita, y siendo muchacho escribió versos de los que renegó cuando -ya hombre- comprendió que la prosa era su veta. Dejó un libro, "Noticias Históricas sobre el Tucumán". Publicó folletos sobre temas educacionales, unas vistas fiscales, otro sobre la cuestión argentino-chilena, otro sobre la Puna de Atacama. Su tendencia literaria respondía más a su cultura jurídica y a sus fines políticos, que era un verdadero temperamento artístico."
"Se graduó en Derecho en la Universidad de Buenos Aires. Estudió en sus primeros años, en el Colegio de la Compañía, en Córdoba".
"Entre mis antepasados por la línea materna, recuerdo haber oído citar en casa como intelectuales -aunque no como escritores- a mis tíos abuelos, don Daniel y Robustiano Patrón, educacionista en Córdoba y en Salta, respectivamente, y hombres cultores del latín y del francés. Mi abuelo, don Domingo Patrón, era estanciero, y en sociedad con don Roberto -padre del actual Robustiano [+24/9/65], presidente del Partido Demócrata Nacional-, crearon una fortuna muy grande para su época, estableciendo en Salta los primeros aserraderos mecánicos, con maquinarias traídas de Inglaterra, y la más próspera curtiduría del norte argentino".
"Otro tío abuelo mío por línea materna, don Luis Avelino Costas, fue en sus mocedades un buen poeta romántico, publicó versos en los diarios de Salta, pero no llegó a imprimir libros. Todos estos datos se refieren a los años comprendidos entre 1845 y 1870".
Con Fermín Perdiguero y Julio Díaz Villalba
Como artesano de las letras
Juan Carlos Dávalos en su carta a Soiza Reilly habla ya de sí, en estos términos:
"Mi vocación despertó a los 13 o 14 años. El año que murió mi padre, pasé el verano con mi abuela Isasmendi, en su finca Colomé, en tierras calchaquíes, donde mi bisabuelo había tenido una enorme encomienda: la que hoy es todo el departamento de Molinos. Las originales costumbres, los quehaceres domésticos, morales e industriosos de mi abuela, sus colerones, sus rezos, sus reniegos con la servidumbre, en fin, todos los aspectos de un carácter excepcionalmente apasionado y enérgico, los consigné en un cuaderno escolar, y en secreto. Uno de mis tíos me sorprendió escribiendo, leyó los apuntes y se armó un alboroto. Sofocón de mi abuela, llanto, reprimenda de mis tíos, y por último secuestro y destrucción de las páginas indiscretas e irreverentes".
"A los 15 años publiqué versos, muy malos naturalmente, en los diarios de mi pueblo, y artículos periodísticos de diversa índole: crítica social, crítica literaria, actividades estudiantiles, etc. A los 17 años, en compañía de David Michel Torino, actual director de El Intransigente, y de Julio J. Paz, el periódico estudiantil "Sancho Panza" que murió al 5º o 6º número, víctima de su propia insensatez".
Más adelante cuenta sobre sus estudios ya sea en el Nacional de Salta, en el San José de Buenos Aires y cuando su madre aspira tener un hijo abogado el poeta a quien estamos honrando en el nuevo aniversario de su muerte, acaecida el 6 de noviembre de 1959, confiesa: "… pero como yo disponía de harto dinero, en vez de estudiar, me dediqué a la vagancia y a la lectura. Después de 3 años de "hacer de estudiante" me vine a Salta, donde compré un aserradero y serruché 80,000 pesos, arruinando, o poco menos, a mi familia que pagaron mis deudas y no me dejaron quebrar".
Al concluir su autobiografía -escrita en l933- rinde su homenaje a la esposa, "mi mujercita". "Se llama María Celesia Elena. Yo la llamo "Doña Chela", cariñosamente, porque es la señora de mis pensamientos y la inspiradora de mis versos, y alentadora de mi incurable pereza para escribir…Si fuera posible mentarla -cuenta más adelante- sólo como lo es: un alto y puro espíritu excepcionalmente noble, quedaríamos encantados. Es mujer de su casa y no desea verse en evidencia".
Clara vivencia de un hijo privilegiado de Salta: hombre y poeta; arte y vida. Un bohemio con aire de caballero de España y de hidalguía de todos los bohemios.
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