jueves, 26 de marzo de 2015

JOSÉ ANTONIO VALLE ALONSO [15.295]



JOSÉ ANTONIO VALLE ALONSO 

José Antonio Valle Alonso (Villamor de los Escuderos, Zamora, 1950). 

Ha publicado los siguientes poemarios: 

Luz y tinieblas (1976); Marchito rosal (1979); La soledad (1987); Hacia la luz desnuda (1994); Primavera íntima (1997); Bajo el puente de Cronos (1999); La espiral del sueño (2006), El color de la fiebre (2011); Temblor de sombras (2011) y Volcán de los deseos (2011), Templo del tiempo (2012)  y  El color de la fiebre (2012).. 

Ha obtenido numerosos premios y reconocimientos, entre ellos, el Premio Nacional de Poesía Jorge Manrique, el Premio Nacional de Poesía del Ateneo de Valladolid o el XXVIII Premio Internacional de Poesía “Justas Poéticas Castellanas”. 

Ha participado en varias ediciones del Encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes (León) y forma parte de la coordinación de “Los Viernes del Sarmiento”, reconocidos encuentros poéticos vallisoletanos patrocinados por la Obra Cultural del BBVA. 





Maestro del soneto, el zamorano Valle Alonso es un poeta al que no se le desfondan los versos. Lo suyo en Poesía no cojea porque conjuga Amor y sueño entero, vida e inocencia cobijadas largamente en los salones del silencio. Y si sus comienzos ya fueron maduros, en lo de ajustar el oído a la emoción, los últimos años muestran una obra preñada de ávida humildad propicia para el instante eterno o el destello de la dicha. Así, sin contiendas insulsas, sin manifiestos mediocres: lo grande no es aquello que vocifera o arponea; lo grande es no dejar la palabra al garete. Y José Antonio Valle Alonso, de Zamora y de Valladolid, concede realidad a ternuras indecibles, pero también a sus lágrimas de viejoven: humanísima poesía deshojando estremecimientos y demás querencias. Orbitemos unos instantes bajo la rueda afortunada de sus versos.

(Alfredo Pérez Alencart)




¿QUIÉN DIJO QUE CASTILLA…?

¿Quién dijo que Castilla
no florecía a tiempo?
Señor de las alturas.
Tú que del llanto hiciste
la floración de besos.
Hasta la más humilde
flor del espino
sabe alzarse a tus cielos.
Por ti la avena loca
del sufrimiento
va espigando en las lindes
el sueño al viento.
¿Quién dijo que Castilla
no florecía a tiempo?
Mirad los corazones
ya floreciendo.



LAS SIMAS DEL AMOR

Hoy me sabe a mañana todavía
cuando tengo tus labios en los míos,
rendidos al amor dándonos caza
en un coto de fiebre hasta el desmayo.
Ay, y las rosas de tu pecho brotan
el fuego en erupción –volcanizadas–
hambrientas de la noche de los tiempos
para seguir ardiendo eternidades.
Los ojos de la noche y de la luna
las simas del amor han horadado,
vigías de la sangre enamorada.
Y bebemos el fuego de los besos
para saciar la sed de la locura,
la luz de nuestro amor, la luz del alba.





NOCTURNO

Por los acantilados de la noche
he dejado caer toda la herida.
Pasan las aguas turbias de la muerte,
y al otro lado sangran los tapiales
el silencio encogido de las sombras.
Pasan las nubes y la vida pasa
lentamente deprisa en un desvelo.
Con retraso el amor, con la distancia
que llevo junto a mí, de aquel que olvida.
Pasan también los ríos de la pena,
y vuelven a pasar, siguen pasando,
tienen fiebre en la voz, rompen el eco…
Ha amanecido al fin, en flor la nieve.
Hoy, saldré de mi mano, y sonrío.




HAY UN AROMA…
                                        
Hay un aroma de tierra
recién llevada a las manos.
Otoño vuelve a la pena
triste de los campanarios.
Y yo busco la mañana
surco adentro tras las nubes
que van llevando mi vida
por los aleros del alma.
A la deriva, amor mío.
A lo mejor es el viento
que me llama equivocado
sin saber lo que yo siento…
Amores de enamorado.





UN SILENCIO DE ROSALES

En este corazón de escalofríos
guardo una soledad acumulada,
la sangre en flor y un ramo de poemas,
y una noche de invierno y una copa
de sueño desvelado. Una nostalgia
creciéndose hacia mí, haciendo nido.

Y una oración, acaso entristecida
por la niebla velándome el recuerdo,
y una herida quemada hasta los ojos,
y un racimo de llamas desgranado
y una boca de llanto en la garganta
y una huella gastada de cenizas.

Y en esta calle adentro hacia el olvido
voy dejando un silencio de rosales.




DAME LA MANO…

Dame la mano, amor, pasemos juntos
el umbral de la noche, los dos solos
hacia esta oscuridad de lejanías
donde la soledad tiende sus alas.

Donde podamos ser donde el olvido,
donde el amor eternamente queda
en la absoluta levedad del tiempo
más allá de la estela de los astros.

Dame la mano, amor, llega conmigo
al infinito anochecer, al sueño
de sabernos los dos eternamente
en la rueda del mar de la locura
donde queden selladas las palabras:
Eternamente amor en nuestros labios.




HAZME BUENO

 Hazme bueno, mi Dios, que no me aparte
 de tu mano tendida de ternura
 en esa noche interminable, oscura,
 donde a la parca vi desafiarte.

 Tengo miedo, mi Dios, de no encontrarte
 si la vida me engancha y me tortura
 y la sangre me enciende la locura
 de caminar sin Ti, a cualquier parte.

 Que mis ojos se cieguen y el camino
 lo haga sin tu amor, y que el destino
 me dé la soledad, y desamado

 yerre en mis pasos sin hallar tus ojos.
 …Cuando al final te lleguen los despojos,
 abraza mi dolor y mi pecado. 




HE DE SALIR AL CAMPO OTRA VEZ, MADRE

Es el mes de las flores
y yo también he de coger un ramo;
pero no cultivadas para ofrenda.
He de salir al campo
como cuando era niño, ¿no te acuerdas?
La margarita pobre: la gamarza.
Amapolas sangrando.
Y esa flor amarilla,
pamplina me parece que es su nombre,
y es luz en los trigales
al remolino en brazos de la brisa.
Y otras flores al paso
completaban mi ramo,
que con fervor de niño te ofrecía:
¡Qué alegrías, sin pinchos en el pecho!
El corazón de amor golpeó aprisa.
He de salir al campo otra vez, madre.
Y he de llevar tu soledad, que es mía.
Y vamos a buscar las mismas flores:
¡Bueno, no! no las mismas.
Pero no importa, madre,
pues tu sonrisa sí, es tu sonrisa,
que florece de nuevo ante mis ojos.
Primavera de ti vuelve deprisa.
Que se aclara tu voz en mis oídos
y en mis pupilas prendes tus pupilas.
Y el manantial de ti se crece arroyo
por el barbecho encinta de mi vida.
Las márgenes regadas con tu ausencia,
senderos de tu huella siempre viva.
He de salir al campo otra vez, madre.
Es el mes de las flores, nuestra cita.




REGRÉSAME HASTA MÍ CUANDO SOÑABA 

He encontrado la paz deshabitada 
por el lado encogido de la pena, 
y he encontrado de tristeza llena 
al fondo del espejo la mirada. 

Y al otro lado del silencio nada. 
Silencio de eslabones la cadena 
sutil del corazón que me condena 
a una noche total, casi olvidada. 

Regrésame, dolor, hasta la fuente 
hondísima de amor bajo tu puente, 
que tengo sed de tiempo, tengo un velo. 

Regrésame hasta mí cuando soñaba 
que Dios me sonreía y despertaba 
con los ojos en flor mirando el cielo. 





Y DIGO NAVIDAD…

 Y digo Navidad y digo vida.
 Y digo sed de Ti y digo fuente.
 y digo sol y luna y digo puente.
 Digo estrella de amor alma encendida.

 Y digo amanecer, luz florecida.
 Digo sonrisa azul y digo cielo.
 Esperanza en las manos siempre abiertas.
 Digo mendicidad a ras de suelo

 y huellas desprendidas, descubiertas.
 Y digo soledad y digo llanto.
 Digo roca sin más, estéril roca,

 corazón sin campana ya marchito.
 Voz en el tiempo, pero voz sin boca.
 Eco en el mar de la agonía. Y grito…

***

 Y digo Navidad y digo nieve.
 Y digo corazón y digo Niño.
 Y digo Madre, y Tú, toda cariño.
 Y digo eternidad y Amor me llueve.

 Y digo la verdad si hay quien la lleve.
 Un rosario de moscas en los ojos
 chupándoles la luz que ya perdieron.
 Desnudos de dolor son los despojos.

 Y digo tanta herida y digo fueron.
 Y digo son y tanta pena junta.
 Y digo horror por los cuatro costados.

 ¡Alza la mano ya, detén el hambre!
 Cadáveres si más putrefactados.
 Éxodo de la muerte. Sangre, sangre.




PARA OLVIDAR LA HERIDA

 Eclosión de sonrisas verdecidas
 hilando la mañana de tus manos;
 esperanza de amor, por amor danos
 una flor del laurel a nuestras vidas.

 Un racimo de estrellas descendidas
 hasta el volcán dormido en los arcanos.
 Y trocar en palomas los milanos
 que devoran las almas encendidas.

 Y hasta al silencio quieto de las cosas
 reparte tu niñez. Y hasta en las rosas
 si puede ser aún más, más hermosura

 para olvidar la herida en el costado,
 y a cada paso de dolor sumado
 podamos despertar a la ternura.

Del poemario "LA SOLEDAD"





HE SOÑADO

 He soñado, Señor, con un abrazo
 redondez de tu abrazo al universo.
 He soñado, Señor, con este verso:
 El mundo entero duerme en tu regazo.

 Sigo, Señor, soñando con un lazo,
 que enlace tanto amor y tan disperso,
 la soledad, de soledad anverso,
 que sólo puede ser, Señor, tu brazo.

 Voy a dormir, de nuevo abandonado
 en le profundo sueño en que he bebido
 amor, amor de un cielo rodeado.

 Voy a quedar, Señor, en el camino
 desde un atardecer, sin ti, perdido,
 y de un amanecer en mi destino.






PLEGARIA AL NIÑO DIOS

 Tengo en el alma una caricia tuya.
 Tengo tristeza azul, tengo una pena.
 Tengo noche de Ti, y tengo muerte.
 Y otra vez me recuerdas que estoy solo,
 soñando albura y beso a ver si vienes.
 Tengo la cita en pie siempre esperando,
 siempre conmigo Amor, ese que duele.
 Un niño como Tú, como Tú, bueno,
 tiene frío de Dios y el frío muerde.
 Tiene diciembre, gris melancolía.
 Cual olmo deshojado aquí me tienes.
 Cuando Tú cumples años, tengo miedo,
 con el alma encogida el sueño duerme.
 Hay mucha calle al raso y poca luna,
 poca hoguera en el pecho y poca nieve,
 poco cielo, mi Niño, y mucha hambre.
 Y ha temblado la sombra en los cipreses.
 Y otra vez me recuerdas que estoy solo,
 y el camino de Dios encuentro a veces.
 Se ha engalanado la verdad a medias
 y he comulgado Amor bajo tu puente.
 Tengo en el alma una caricia tuya.
 Y tengo el corazón alto de fiebre.
 Y otra vez me recuerdas que estoy solo.
 Y otra vez me recuerdas que se muere.
 Un niño como Tú, como Tú, bueno,
 tiene frío de Dios y el frío muerde.
 El niño de la guerra...
 tiene hambre de Dios y Dios no viene...





ELLA

I

Vestida toda de negro,
de negro hasta la mirada.
Por el camino a la sombra,
¿no la veis cómo se avanza?
Envuelta con un pañuelo 
lleva escondida la cara,
-negro- cual de negro toda
vestida, casi apagada.
Y va cargada de sueño,
apoyada en la nostalgia.
No tiene a que se le vea
de tanto dolor sembrada;
que el arado de los años 
endurecido surcara.
A veces se para y piensa:
“¿Adónde van mis andadas?”
Va llena de soledad
y en el pecho lleva en llagas
el bien que a siempre perdió:
Soledad acompañada.
Y ya sus ojos no lloran,
ya no le quedan más lágrimas.
También el lloro perdió,
nadie puede consolarla.


II

Va abrazada de su ayer,
su vida ya trasnochada,
y con ella va su mundo
sin presente y sin mañana.
Va contando sus memorias 
que ya se le acercan raras.
Va columpiando su cuerpo,
¡que no, derecha no marcha!.
Parece cual si sus brazos
la llevaran abrazada.
Se va con su vida llena 
de vacíos en el alma;
¡su vida!, que a cada paso
se esfuerza por levantarla.
Apenas ya se divisa
en las sombras –negras sábanas-,
y yo me quedo sembrando 
lágrimas con la mirada.
Confundidas imagino
dos noches en una cama,
dos abrazos en un cuerpo,
y una niña en una anciana.


III

Hay un ¡ay! que el viento rompe,
lamento que se desgaja
de unos labios que han sellado
de silencio las palabras:
palabras que el eco duerme 
perdido ya en la distancia.
Hay un paseo olvidado
donde fuera su morada, 
cubierto de zarzamoras
nacidas entre las tapias;
rizadas en las mimbreras
que pueblan hasta hontana
donde saciaran su sed
las primeras alboradas,
cuando buscaba azucenas
en las primaveras blancas.
Y se vestía de flores 
el valle . Trenzó guirnaldas
y jugó con margaritas
el amor a cruz o cara.
¡Color de pozo sin fondo
el fondo de su mirada!


IV

El arroyo corre y corre,
aquel donde se peinara;
donde vio pasar la vida,
donde enjuagaba sus lágrimas,
donde las mejillas nieve 
se tornaban encarnadas.
Donde se soñó amapola
en un trigal de esperanzas.
Tal vez el arroyo aquel,
tal vez la guarde en sus aguas 
al paso por los tapiales 
donde buscó rosas blancas, 
donde la copió, celoso 
del paso que la rondaba.
¡Aquella niña de sueños
color de cielo y con alas,
aquella niña morena
que se ha vestido enlutada!
¿O a lo mejor es el Duero?
¡Ay Duero! ¿ Por qué te callas?
¡Si la copiaste hecho lirio
hendido en las espadañas!


V

No me la lleves al mar,
que nunca más regresara;
que sólo sabe el camino
de agua dulce enamorada.
Déjamela en la meseta,
en las márgenes doradas
por el sol de mediodía,
entre tomillos y jaras;
en estos páramos mares,
de estas tierras castellanas
donde amor se multiplica 
al calor de la solana.
Y cuando el invierno arrecie
y tienda un manto de escarcha,
nunca falte una avecilla
que extienda al cielo sus alas.
¡Déjamela en estos llanos
que en oración se levantan!
Y soñando primaveras 
tal vez la sorprenda el alba.


VI

¡Déjame sus penas todas,
que ya no puede cargarlas,
que se ha parado el reloj,
ay que la noche no pasa,
ay que se queda dormida,
ay que se me ha roto el alma!
¡Ay que lleva mucho, mucho,
mucho ayer abandonada!
¡Ay que de la noche he vuelto
a su camino a guardarla!
¡Que nadie me la detenga,
que nadie a su paso salga!
Que si de sueño se cae,
yo le serviré de almohada.
Y si no puede seguir,
yo le prestaré mis alas,
y en el hueco de mi noche 
mullida su cama aguarda.
¿No la conocéis? ¡Silencio!
¡Silencio! ¡Sólo miradla!
Y comprenderéis quien es
viéndola toda enlutada.


VII

Ya toda entera hecha sueño.
¿Es que no veis cuando pasa?
¡Ay que ha dejado el camino
marcado de sus andadas!
¡Dejadla, no la turbéis!
¡No la despertéis, dejadla!
Que esta noche es mucha noche;
sueña con sus rosas blancas.
Y yo sueño con palomas
que van volando distancias
para llevarle el romance
que estoy versando con lágrimas.
Esta vez me quedo solo,
está anocheciendo el alma;
me voy a quedar dormido
a ver si puedo alcanzarla.
Es mi… ¡silencio, silencio!
¡silencio, silencio, calla!

Del poemario "El color de la fiebre"




XXIX

ERA VOLCÁN, Y ÉRAMOS LA LAVA

Ya estábamos allí antes del alba, 
sólo hicimos que andar, seguir andando;
pero esta vez sobre la misma huella, 
tus pasos y mis pasos un destino...

Ya estábamos allí, en la retina, 
allí donde el amor siempre era sueño, 
allí donde la noche se apagaba 
y era todo silencio, era sombra.

Ya estábamos allí, éramos nido, 
ya éramos amor sangrando lunas 
desde los tiempos de la voz sin nombre.

Ya estábamos allí donde la nieve 
encendió las pisadas, donde el beso 
era volcán, y éramos mañana.

Del poemario "VOLCÁN DE LOS DESEOS"




SIEMPRE

Siempre por primavera al primer grito
se me saltan las lágrimas del alma
para calmar la sed de tanta espera,
para volver a mí, retrocedido

al espejo del agua en el arroyo,
a los días azules de la infancia.
Siempre por primavera al primer sueño
aparece una voz, una llamada

que recuerda que existes, que estás vivo,
que hay otra vez, otra sonrisa niña
crecida en el amor inmarchitable

del corazón herido, rebrotado.
Siempre por primavera en el recuerdo
oigo el tañido en flor de la campana...

Del poemario "La Espiral del Sueño"





Eternamente amor en nuestros labios.

Dame la mano, amor, pasemos juntos
el umbral de la noche, los dos solos
hacia esta oscuridad de lejanías
donde la soledad tiende sus alas.

Donde podamos ser donde el olvido,
donde el amor eternamente queda
en la absoluta levedad del tiempo
más allá de la estela de los astros.

Dame la mano, amor, llega conmigo
al infinito anochecer, al sueño
de sabernos los dos eternamente

en la rueda del mar de la locura
donde queden selladas las palabras:
Eternamente amor en nuestros labios.

Del poemario "Volcán de los deseos"




EN LA PENUMBRA

Hoy ha llegado a tientas la memoria
para no despertarte, te has dormido
con el beso apagado entre los labios.
Ya en flor la primavera, desprendida

de la última helada. Ya la lluvia
se adentra en el regazo de la tierra.
Y tú ya te has rendido al dulce sueño,
ya todo luz sujetas el abismo,

la inmensidad del tiempo en la retina.
Los cimientos del alma te han temblado
y un repaso fugaz hasta los ojos

te ha arrancado la pena de la boca.
Y al caer de la tarde, en la penumbra,
un silencio cansado se ha hecho muerte.

[Este poema de mi libro "La Espiral del sueño" lo escribí en la tarde-noche del 23 de abril de hace ya algunos años, con mi padre recién fallecido. A su persona y a su memoria se lo tengo dedicado.]




LA LUZ

Hoy amanece azul y malva y nieve,
y me llega el relente hasta los ojos.
La luz -candor de luna estremecida-
se hace beso hacia mí, se hace campana,

camino al corazón, fuente y arroyo
y río y mar y playa y arena
y horizonte y paseo y mañana,
mañana de la mano, y la luz siempre

siempre conmigo, y yo, sueño y quimera.
Y en la ventana el tiempo rezagado,
rondón de espuma, pámpano y racimo.

Y entre los dedos, hoy de madrugada…
Y el color de la luz riza las nubes
mientras me guardo en la sonrisa un sueño.

Del poemario LA ESPIRAL DEL SUEÑO




VILLAMOR

Ya no hay sombra en el camino
que va del prado a la fuente.
Los olmos ya se han secado,
están clavados, inertes.
Testigos mudos del sueño,
del sueño que crece muerte.

Paseo solo y callado
de callar lo que me duele.
Soñando voy primaveras
aunque sé que ya no vuelven,
y se ha quedado una lágrima
en la mejilla pendiente.

Aquellos nidos que fueron
ilusiones que se pierden
en el tiempo, en el camino.
¡Se pierden, todo se pierde!

…Aletear de alegrías,
ese pasear por verles,
ese quedarme mirando,
verdes los olmos, tan verdes.

Camino del Camposanto
que va del prado a la fuente.

del poemario Templo del Tiempo




I

Hoy, no sé
                 acaso sea el tiempo
                 que anda desmedido.
Acaso la pupila,
                        hondísima de noche.
O acaso la nostalgia...
                                   que sube hasta la boca,
y en una mueca corva se queda la mañana.

Y es Junio y no florece la luz en los jazmines.
Y busco una rendija
                                de azul entre los olmos.
Y un copo de azucena
                                   desprendido del sueño.
Y una oración acaso,
y un aldabón que grite
                                  el silencio dormido;
dormido junto al beso
                                  infinito de noches.
Y vuelvo por la izquierda
                                       arañando la sangre.




II

Y cuántas alas rotas,
                                cuántas hoces.
Y apenas la nevada....
Y el viento loco.
Y la ladera
                   apenas ascendida....
Y hambre arriba el corazón,
y vuelvo la cabeza
                             y templo la verdad...
Y tiro porla vida,
                           para eso están los dientes.

¿Y dónde la meseta?
¿Por qué este pensamiento vertical?
Si duerme el sueño en la palma de los ojos.
Y una alondra de luz
                                 se posa en la ventana.
Y apenas un albor
                             y crece el río...



III

Hoy, he pasado por el Aula Triste
para llenar de pámpanos la aurora.
Y he bebido la sed
                              de unos folios en blanco.
Y, ¡velay!, ebrio de pasos
                                         el corazón me cita.

Esta noche sorprenderé a la luna
recostada en un saco   
                                 de cartas para el Cielo.

Y ¡ay! una sonrisa
se vuela de unos ojos
que cruzan el umbral
y me han reconocido.
Y siento las campanas 
de Villamor
                   que lloran.
Y me llega un olor a tierra removida,
y siento una caricia rota...
... se me ha caído de los ojos...



IV

Y he deslindado un campo de amapolas
porque tengo el Amor en duermevela
otra vez hambreando la locura
en un bancal de cardos.


Ayer ha derrapado
                              por un lindón la tarde
y hay noche todavía
                              colgada en los espinos.
Y me duele, 
                    pues claro que me duele.
Y el vuelo de una estrella,
y el volcán desterrado,
y el mar cuando se sale
a morir a la orilla.
Pues claro que me duelen...
y esos ojitos de hambre
                                    comidos por la pena.
Y claro que me duelen...
                                      y no encuentro las lágrimas...



V

... Y un autocar de sueños...
y ayer, balcón sin alas...
... Y el aire,
                  un solo de tristeza....
¿Quién destempló la lira?
¿Quién les soltó la mano?


Hoy me duele el pensamiento
                                              ... y ando...


Y los pájaros picotean las ortigas
mientras se borra la tarde.
                                        Y el pozo hondo.
                                        Y el huerto soñando pupilas,
                                                                      y el agua ciega.
Y el corazón
acaso sin saberlo,
                          el corazón cantando
                                                         espera.



VI


... Y en el camino de regreso a casa
han crecido los pasos.
Y las estrellas siguen colgadas de la noche.
Bajo la piel azul
                           entro en el sueño
por el fanal del alma.
Y he llegado hasta tí,
violeta en los ojos
                            para no despertarte.
Y he encendido la fuente
por si llega la sed
                          a llamar a tu boca.
Y he apurado la sombra
                                     quebrada de la luna.
¡Apenas nube para calmar el corazón!
¿Recordaré mañana
                                tanto mar a la orilla?
¿Lamerá las heridas 
                                esta lengua de fuego?
Tal vez ayer, 
                   - acaso apenas alba -,
                                                       esté a la pueta
para coger mi mano...

POEMARIO EL COLOR DE LA FIEBRE



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