lunes, 30 de marzo de 2015

ALCMÁN [15.316] Poeta de Grecia


Alcmán representado en un mosaico romano de Gerasa. Finales del s. II - s. III d. C.





Alcmán

Alcmán (Ἀλκμάν; gen.: Ἀλκμᾶνος; siglo VII a. C.) era un poeta griego coral lírico de Esparta. Es el representante más antiguo del Canon de Alejandría de los nueve poetas líricos (los demás serán Safo, Alceo, Anacreonte, Estesícoro, Íbico, Píndaro, Simónides de Ceos y Baquílides).

Biografía

Según la tradición antigua (quizás una invención de Aristóteles), Alcmán era al principio un lidio procedente de Sardes, que llegó como esclavo a Esparta, donde vivió en la familia de Agésidas (= ¿Hagesidamus?), por quien fue emancipado debido a sus buenas habilidades. Sin embargo, la vida de los autores antiguos solía deducirse de la lectura biográfica de su poesía, y los detalles no suelen ser de confianza.

Traducciones

Juan Manuel Rodríguez Tobal: El ala y la cigarra. Fragmentos de la poesía arcaica griega no épica. Edición bilingüe. Hiperión, Madrid, 2005.



Alcmán, el extraño poeta que escribía en Laconio

por BERNARDO SOUVIRÓN 

Entre los poetas líricos de la antigua Grecia, algunos son completamente desconocidos por todo aquel que no sea un especialista. Algunas veces, estos poetas son auténticos pioneros. Otras, verdaderas rarezas.

Tal es el caso de Alcmán, el único representante de lo que podríamos llamar la literatura laconia. El término laconio es casi sinónimo de espartano, pues Laconia era la región en la que se asentaba la ciudad doria por excelencia. Alcmán es el único autor de la literatura griega que escribe en el dialecto de Esparta, aunque parece que no era natural de esta ciudad (algunos autores sostienen, sin embargo, que sí), sino de Sardes, la capital de Lidia, en Asia Menor (en la actual Turquía).

Vivió en el siglo VII a. C., durante la llamada época arcaica, y es testigo de un mundo que no habría de sobrevivirle muchos años. Por aquella época, Esparta era una especie de meca de la poesía lírica coral, y acogía en su seno no sólo a poetas locales, sino a esa clase de poeta itinerante, viajero, que, al amparo de la generosidad de ciertos nobles y reyes, acaba estableciéndose lejos de su patria.

Los fragmentos que conservamos de Alcmán nos permiten, quizá por única vez, adentrarnos no sólo en un tipo de poesía relativamente desconocida, sino también en una Esparta que está lejos de la dureza y sobriedad que habrían de caracterizarla más tarde. Por esta época, convivían en la ciudad verdaderos arcaísmos, muy antiguos, y, a la vez, las nuevas corrientes artísticas y literarias procedentes de Oriente. Las excavaciones arqueológicas dan buena fe de ello.

Es extraño contemplar, a través de los versos de Alcmán y de otros poetas, una Esparta en la que el esplendor e, incluso el lujo, aparecen en las fiestas y se reflejan en los coros, especialmente femeninos, que cantan en honor de la juventud, de las bodas, de la virginidad y de toda suerte de símbolos de renovación de la vida.

Sólo conservamos fragmentos (alguno bastante extenso) de la obra de Alcmán. En las líneas que siguen voy a reproducir alguno de ellos, con la esperanza de que el lector pueda conocer algo del arte de uno de los primeros poetas de la historia de Occidente.




Fragmento de un papiro procedente de Oxirrinco (Egipto), que contiene un texto de Alcmán.

Sobre la melancolía que provoca le vejez (el recuerdo de haber sido joven), Alcmán escribe:



Muchachas de dulces cantos y voz amada,
mis rodillas apenas pueden ya sostenerme.
Ojalá fuera yo un cérilo, ave sagrada
que, brillante, vuela, purpúrea como el mar,
con el corazón valiente, sobre las olas.
(Fragmento 26 LP)



En otro fragmento el poeta evoca la noche en la naturaleza virgen. ¡Qué clase de milagro ha tenido que darse para que, dos mil setecientos años después, podamos leer estos versos!



Duermen las cumbres de las montañas y los valles.
Duermen las colinas y las barrancas,
y el bosque, y los animales que cría la negra tierra.
Duermen las fieras del monte, los enjambres,
y los monstruos en el fondo del mar fulgente.
Y duermen las aves, muchedumbre de largas alas.
(Fragmento 89 LP)



Y por último, un fragmento en el que el poeta habla de sí mismo. La poesía lírica es el seno del que nació la individualidad en la antigua Grecia y sirvió, a la vez, como vehículo de expresión de los sentimientos individuales, ausentes por completo en los versos homéricos.



Te daré un día un cuenco
en el que acopiar toda suerte de manjares.
Todavía no ha sido calentado por el fuego
pero muy pronto estará lleno con uno de esos guisos
que Alcmán, el cometodo, disfruta probando al caer la tarde.
Pues él no come nada exquisito.
Al contrario: como el pueblo, Alcmán disfruta con manjares corrientes.
(Fragmento 17 P)



La sencillez y claridad de la poesía lírica se hacen atemporales en estos versos, escritos hace 2700 años.

http://www.bernardosouviron.com/2011/12/19/alcman-el-extrano-poeta-que-escribia-en-laconio/ 




El Partenio 1 de Alcmán

por BERNARDO SOUVIRÓN

Independientemente de que Alcmán, tal como veíamos en el artículo anterior dedicado al poeta, fuese lidio o espartano, el hecho es que se trata de un poeta completamente laconio, y no sólo por el dialecto griego que utiliza en sus versos. Sus poemas nos permiten sumergirnos en una ciudad y en un tiempo muy difíciles de rastrear por otras vías: la Esparta del siglo VII a. C.

La Esparta arcaica era, en efecto, muy diferente a la ciudad guerrera, cerrada y conservadora que habría de ser en época clásica. La sociedad militarista (obligada por sus propias decisiones a crear un aparato militar sin parangón que pudiera mantener sometida a toda una sociedad paralela de esclavos) y la ciudad que basó todo su prestigio en la fuerza de su invencible infantería, eran muy diferentes en la época de Alcmán.

En el siglo VII a. C. Esparta debía de ser una ciudad fascinante, en la que convivían arcaísmos antiquísimos con corrientes completamente modernas importadas de Oriente, que tenían su hueco no sólo en la arquitectura y la escultura, sino también en las composiciones literarias. Es fácil entender lo que digo si uno contempla los hallazgos procedentes de las excavaciones del templo de Ártemis Ortia, conservados en el Museo Nacional de Atenas: grotescas máscaras de viejas que danzan en el seno de los coros junto con marfiles de exquisita belleza, de un estilo inspirado muy claramente en Oriente. Éste es el contexto en que cabe situar el llamado partenio de Alcmán, un poema muy sugerente.

Esparta era una ciudad pródiga, llena de fiestas cargadas de esplendor y alegría, en las que se aprecia un cierto culto a la belleza, muy presente en los coros femeninos. Eran fiestas cubiertas de un cierto halo de misterio, celebradas a la luz de la luna o bajo las alas de la luz del ocaso; fiestas en las que se enfrentaban ritualmente coros de viejos y jóvenes, coros de hermosas doncellas y coros de viejas, coros que representaban el esplendor de la primavera y coros que, al contrario, reflejaban la mortecina luz del invierno, siempre derrotado. En el seno de estos coros, que recorrían la ciudad y sus campos, a veces se cantaban melodías hermosísimas, a veces se bailaba frenéticamente; algunas veces el movimiento del coro se acompasaba con un canto melodioso y tranquilo, otras veces la música incitaba a la persecución, a la rivalidad, incluso al frenesí.

Un partenio es un canto de doncellas, de jóvenes vírgenes. Normalmente se cantaba (y danzaba) en el contexto de la competición (????) entre coros femeninos, construidos sobre el canto, la danza, la carrera y la belleza de los vestidos y los cuerpos de las muchachas. A veces un coro ensalzaba la belleza del coro rival con un innegable erotismo buscado por el poeta que, seguramente, celebraba en sus versos la belleza de las mujeres que iban a cantar su composición. Otras veces es la corego de un coro (la jefe o directora de un coro) la que repara en la belleza de su rival.

Me encantaría poder viajar en el tiempo y detenerme, al menos un instante, en esta Esparta del siglo VII a. C., moderna, arcaica, alegre y adusta, rebosante de belleza y de una libertad que, con el paso del tiempo, habría de perder por completo. Ésta es la Esparta que yo visitaría, la de los coros y fiestas, la del esplendor de la lírica coral, la de los coros que compiten mecidos por los primeros flecos del cálido viento de la primavera.

Alcmán es, más que ninguna otra cosa, un poeta compositor de poemas corales concebidos para ser cantados por coros de doncellas en el marco de las fiestas y los cultos. Es decir, un poeta de partenios. Conservamos un fragmento largo del llamado Partenio 1, concebido para ser cantado en la fiesta en honor de la diosa Ártemis Ortia, a la que se le ofrendaba un vestido.

Hay dos coros; uno está encabezado por Hagesícora, otro por Ágido. Probablemente, después de cantar el partenio, los dos coros competían en una carrera nocturna cuyo premio era la ofrenda a la diosa de un peplo o vestido femenino, momento en el que las dos muchachas cantaban de nuevo.


Exvotos de marfil procedentes de las excavaciones del templo de Ártemis Ortia en Esparta. Se conservan en el Museo Nacional de Atenas.


La interpretación de este poema es realmente controvertida, y presenta problemas difíciles de aclarar. No es éste el lugar adecuado para discutir los muchos puntos de vista que se han aportado. Lo que importa verdaderamente es la belleza de los versos de Alcmán, el estímulo que suponen para nuestra imaginación, que intenta visualizar a las muchachas que compiten en esta especie de “carrera-danza”, como la llamó el profesor F. R. Adrados, que se celebra a la luz de la luna:



 […] Hay un castigo de los dioses.
Dichoso aquel que, con feliz ánimo,
la trama del día teje sin lágrimas.
Mas yo canto la luz de Ágido.
La veo como al sol
al que ella misma invoca,
testigo de su luz.



[…] Hagesícora es distinta;
brillante como si alguien
un caballo colocase en medio de las reses;
un caballo vencedor, de cascos resonantes,
propio de un alado sueño.



[…] Ahí está Hagesícora, mírala,
y Ágido, la segunda en belleza,
que corre tras de ella.
Luchan con nosotras
que llevamos un peplo a la diosa,
luchan en medio de la noche inmortal
emergiendo de ella como Sirio.



[…] Sigamos a Hagesícora
pues al piloto antes que a nadie
en la nave es preciso obedecer.
Ella no tendrá la dulce voz de las sirenas,
pues son diosas,
pero nosotras somos diez muchachas
cantando igual que once
y ella tiene la voz de un cisne
deslizándose sobre las corrientes del Janto,
sus hermosos, rubios, bucles al viento […]



Alcmán es el amanecer de la lírica coral de la antigua Grecia. Su arte culminaría por completo en los versos de Píndaro, mucho tiempo después. Sus poemas nos hacen un regalo que nunca podremos agradecerle suficientemente: nos permiten penetrar en el mundo, hermoso, antiguo, moderno, de la Esparta del siglo VII a. C.

http://www.bernardosouviron.com/2012/03/11/el-partenio-1-de-alcman/ 




ALCMAN
Fragment du Parthénée

I. Je ne chante pas parmi les morts Lycèthe, Enarsphore, Sébrus aux pieds rapides, le fort Alcime, Hippothous le bon écuyer, le brave prince Eutchès, le plus illustre de ces demi-dieux.

II. Mais nous ne laisserons pas sans les célébrer le grand Scéus, chef d’armée, et Eurytus aussi vaillant que les meilleurs <guerriers> dans la mêlée pleine de deuil.... Poros, Aisa et Alka aux belles formes (l’Amour, le Sort et la Force) sont les dieux les plus anciens. Que la voix des humains s’élève au ciel en honneur de Mars, à qui il a été donné d’épouser la reine Vénus ou la fille de Glaucus combattant à cheval, aussi belle qu’une déesse! Les Grâces aux grands sourcils entrèrent tout à coup dans la maison de Jupiter. 

III. Les plus heureux des mortels sont ceux à qui la divinité accorda les beaux et aimables dons des Grâ-ces…… L’un périt <frappé> par une flèche et l’autre en même temps par une pierre meulière : tous deux devinrent la proie de Pluton…….. Ils perdirent la vie par volonté de Jupiter: ils subirent des maux affreux en châtiment des crimes qu’ils avaient commis. 

IV. Il est une vengeance divine!... Heureux celui qui passe des jours sans pleurs, joyeux !... Moι, je chante Agido éblouissante <de beauté>. Il me semble voir un soleil, dont elle nous montre l’éclat. La charmante cho-rège ne me laisse pas la célébrer par mes louanges.... Elle paraît s’élever <parmi ses compagnes>, de même qu’un coursier vigoureux, vainqueur aux courses, au sabot retentissant, qu’on placerait à la tête d’un troupeau, tel <que l’on en voit> dans les rêves ailés. 

V. Ne l’aperçois-tu pas ? C’est un coursier énetique.... La chevelure de ma cousine Agésichore est aussi relui-sante que l’or pur son visage est d’une blancheur argentine. Je vais proclamer hautement une chose. Agési-chore, qui vient après Agido en beauté, <peut être comparée avec le> divin coursier compagnon du chien. Les Pléiades matinales, astres qui ramènent le printemps, se levant au milieu de la nuit obscure, rivalisent <avec les mêmes étoiles> ramenant la saison du labourage. 

VI. On n’est jamais dégoûté de la pourpre au point de la changer.... Ni un bracelet ciselé, tout en or, ni une écharpe lydienne, ornement des jeunes filles à la riche parure, ni des chevelures parfumées, ni une bouche <sur laquelle sont gravées> des images.des dieux, ni des braies <élégantes, ni un collier> de fils d’or entrelacés en spirale, ni les bandelettes que l’on attache à une couronne de laurier pour en joindre <les bouts> ni des raisins mûrs, ni des narcisses chers aux jeunes filles, ni l’aimable violette, rien n’a pour moi autant d’attrait qu’Agésichore. 

VII. Mais Agésichore aux beaux pieds n’est plus ici. Elle est près d’Agido et chante avec elle les chansons du banquet. Moi aussi me tenant à son côté, je dirais que les dieux (Dioscures) veuillent bien agréer nos vœux, les exaucer, les accomplir bientôt. Nous chanterions les mêmes <vers> ... Moi, jeune fille, j’ai vainement poussé dans les airs des cris de chouette! Ce que je désire surtout, c’est d’être agréable à cette cousine. Avec elle, il y a pour nous remède à tout mal. C’est par Agésichore que les jeunes filles obtinrent peut-être l’aimable louange.

VIII. Les Sirènes chantent avec une telle douceur, qu’elles attirent le timonier et le font, dans son navire, tom-ber en clémence. Mais le chant de cette jeune fille est plus mélodieux que celui des Sirènes. Les dieux (Dioscures) mêmes se plaisent à l’entendre mieux chanter que les dix autres jeunes filles, comme un cygne le long des courants du Xanthe, comme un rossignol dans un vert bocage. 

Oeuvre numérisée par Marc Szwajcer
http://remacle.org/bloodwolf/poetes/falc/alcmane/oeuvre1.htm









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