Lawrence Alma-Tadema: Tibullus at Delia's. 1866.
Albio Tibulo
Albio Tibulo (Gabii, 54 a. C. - Roma, 19 a. C.) fue un poeta lírico latino.
Nacido en Gabii, una ciudad del Lacio, procedía de una familia adinerada del orden ecuestre que había sufrido las confiscaciones del segundo triunvirato.
Figuró en el círculo de Marco Valerio Mesala Corvino, de quien era íntimo amigo y al que dedicó un famoso panegírico que se ha conservado. Combatió en la guerra civil junto a él en el bando de Augusto, pero enfermó y tuvo que quedarse en la isla de Córcira. Su poesía es, sin embargo, pacifista, y añora la paz y la sencillez de las viejas costumbres campesinas romanas.
Entre sus amigos estuvieron también otros poetas pertenecientes al círculo de Cayo Cilnio Mecenas, como Horacio, Virgilio, Propercio y el joven Ovidio, que dedicó a su muerte una sentida elegía.
Obra
Varios códices le atribuyen cuatro obras de composiciones. Se han conservado dos libros de elegías suyas en un manuscrito (Corpus Tibullianum) que contiene además un tercer libro con poemas del círculo de Mesala: de la poetisa Sulpicia (sobrina de Mesala) y dos elegías atribuibles quizá a Tibulo.
El primer libro, de diez elegías, se dedica a Delia, una mujer casada de origen plebeyo cuyo verdadero nombre, métricamente equivalente, era Plania. El segundo se compone de seis poemas dirigidos a Némesis (nombre de la diosa de la Venganza), mujer por la que experimentó una gran pasión pero cuya identidad quizá es ficticia e inventada por el propio poeta, pero que tal vez sea una cortesana en cuyos brazos se albergó al ser rechazado por Delia.
Sus temas preferentes son el amor, enfermizo y casi romántico, la amistad, la muerte y el rechazo de la guerra, del comercio y de la riqueza en pro del cultivo de la vida campesina sencilla y tranquila al lado de la amada. Su predilección por lo bucólico lo acerca a Virgilio.
El estilo de Tibulo es claro y clásico, al contrario que el de Propercio, y prescinde de la ornamentación mitológica alejandrina.
Bibliografía
Catulo, Cayo Valerio; Tibulo, Albio (1993). Poemas; Elegías. Editorial Gredos. Madrid. ISBN 978-84-249-1632-9.
Entre los poetas elegíacos latinos, Albio Tibulo (h. 54 a. C. – 19 a. C.) es uno de los más claros y elegantes, en opinión de Quintiliano. Caracteriza a su cancionero un tono sentimental, teñido de una nota de nostalgia y lastimera por un pasado feliz.
JÓVENES, AMAD A LAS PIÉRIDES
Y A LOS DOCTOS POETAS…
Jóvenes, amad a las Piérides y a los doctos poetas,
y no sobrepujen a las PIérides presentes de oro.
Por el canto es púrpura la cabellera de Niso: si no existieran cantos
no brillaría el marfil en el hombro de Pélope.
A quien canten las Musas, vivirá mientras la tierra, robles,
mientras el cielo, estrellas, mientras el torrente, aguas tenga.
Pero quien no oye a las Musas, quien vende el amor,
que ése siga el carro de Ope, la del Ida,
y que recorra en sus vagabundeos trescientas ciudades
y se corte los viles miembros entre tonadas frigias.
Venus misma desea que haya sitio para ternuras; ella favorece
a suplicantes quejas, a míseros llantos.
Elegías, libro I, elegía IV, vv. 61-72. Traducción de Hugo Francisco Bauzá.
PIERIDAS, PUERI, DOCTOS ET AMATE POETAS…
Pieridas, pueri, doctos et amate poetas,
Aurea nec superent munera Pieridas.
Carmine purpurea est Nisi coma: carmina ni sint,
Ex umero Pelopis non nituisset ebur.
Quem referent Musae, uiuet, dum robora tellus,
Dum caelum stellas, dum uehet amnis aquas.
At qui non audit Musas, qui uendit amorem,
Idaeae currus ille sequatur Opis
Et tercentenas erroribus expleat urbes
Et secet ad Phrygios uilia membra modos.
Blanditiis uolt esse locum Venus ipsa: querellis
Supplicibus, miseris fletibus illa fauet.
Albii Tibulli Liber Primus, IV, 61-72.
DE NADA ME SIRVEN MIS ELEGÍAS, NI APOLO,
EL INSPIRADOR DE MI CANTO…
De nada me sirven mis elegías, ni Apolo, el inspirador de mi canto:
aquélla siempre reclama oro con mano sin fondo.
Id lejos, Musas, si no ayudáis al que ama:
no honro a vosotras a fin de que se canten guerras,
ni narro los cursos del Sol, ni cómo cuando la Luna
ha completado su orbe, retorna dando vuelta a sus caballos;
busco fáciles accesos a mi dueña a través de mis poemas:
id lejos, Musas, si éstos nada valen.
Elegías, libro II, elegía IV, vv. 13-20. Traducción de Hugo Francisco Bauzá.
NEC PROSUNT ELEGI NEC CARMINIS AUCTOR APOLLO…
Nec prosunt elegi nec carminis auctor Apollo:
Illa caua pretium flagitat usque manu.
Ite procul, Musae, si non prodestis amanti:
Non ego uos, ut sint bella canenda, colo,
Nec refero Solisque uias et qualis, ubi orbem
Compleuit, uersis Luna recurrit equis.
Ad dominam faciles aditus per carmina quaero:
Ite procul, Musae, si nihil ista ualent.
Albii Tibulli Liber Secundus, IV, 13-20.
http://poeticas.es/?p=1128
TIBULO
ELEGIA CONTRA LA GUERRA
Soldados 1
¿Quién fué el primero
que produjo
las horrendas espadas?
¡Cuán fiero
y verdaderamente férreo
fue el tal!.
Entonces nació la matanza
para el género humano,
entonces nacieron los combates,
Soldados 4
entonces un camino más breve
de la fatal muerte,
se abrió.
Soldados 5
Pero aquel miserable ningún castigo mereció:
nosotros volvemos en daño nuestro
lo que él dio
contra las crueles fieras!
contra la guerra 3
a Este vicio es (propio)
del rico oro;
ni existieron guerras
cuando una copa de haya
figuraba delante de los platos.
No había fortalezas, ni foso,
y el pastor
cogía seguro el sueño
en medio de su rebaño.
Soldados 3
¡Ojalá hubiera yo vivido entonces,
no hubiera conocido
las tristes armas del vulgo,
ni hubiera oído la trompeta,
palpitándome el corazón!
Soldados 6
Ahora soy llevado a la guerra;
y yá algún enemigo
prepara quizá los dardos
que han de prender en mi costado.
¡Dioses Lares de mi padre,
velad por mí!
vosotros mismos que me habéis mantenido
cuando tierno (niño) correteaba
á vuestros piés.
No os avergüence
haber sido hechos de un viejo tronco:
así habitásteis
la morada del viejo abuelo.
Entonces guardaban mejor la fé,
cuando un dios de madera
estaba en una reducida capilla
con pobre culto.
contra la guerra 4
a Este se aplacaba
con que alguien le ofreciera un racimo,
ó dedicara una guirnalda de espigas
para su sagrada cabellera,
y alguno que había conseguido su deseo
llevaba él mismo tortas de aceite y miel,
y luego acompañándol
la hija pequeña
un limpio panal.
Mas oh Lares, apartad de nosotros
los acerados dardos,
y en rústica ofrenda os sacrificaré un puerco,
de mi repleto establo.
Yo lo seguiré
con un vestido puro,
y llevaré canastillas festoneadas de mirto,
y yo mismo coronada la cabeza de mirto.
¡Ojalá os plazca yo así!
Otro sea fuerte en las armas,
y, favoreciéndole Marte,
abata a los caudillos contrarios;
para que el soldado pueda
contarme, estando yo bebiendo,
sus hazañas,
y pintar el campamento
en la mesa
con vino.
¿Qué locura es esta
de llamar a la negra muerte
con las guerras?
¡Ella (nos) amenaza,
y ocultamente viene
con silencioso paso!
No hay cosecha de mies allá bajo,
sino el audaz cancerbero,
y el deforme barquero
de la laguna Estigia.
La Muerte Allí la pálida turba (de las sombras)
con las mejillas carcomidas
y el cabello quemado,
vaga errante por los oscuros lagos.
¡Cuánto mejor debe ser alabado
aquel a quien la tarda vejez
coge en su pequeña casa,
después de criados sus hijos!
El mismo guarda sus ovejas,
y el hijo los corderos,
y la mujer prepara
agua caliente para el cansado.
Abuelo y nieto ¡Así sea yo,
Que pueda mi cabeza blanquear
con las canas,
y (pueda yo) referir viejo
sucesos del tiempo antiguo!
contra la guerra 1a
¡Entre tanto la Paz cultive los campos!
La cándida Paz
condujo primero
los bueyes para labrar
bajo los curvos yugos;
la Paz crió las vides
y encerró los jugos de la uva
a fin de que la tinaja paterna
rebosara vino para el hijo.
Con la Paz
brillan el azadón y la reja;
y el moho invade en un rincón oscuro
las tristes armas
del duro soldado.
contra la guerra 2 a
¡Ven pues a nosotros, alma Paz,
y trae una espiga (en la mano),
y tu cándido seno
derrame frutos a tus pies!.
TIBULO
ELEGIA CONTRA LA GUERRA
¿Quis fuit primus
qui prótulit enses horrendos ?
¡Quam ferus
et vere férreus
ille fuit!
¡Tunc caedes (nata)
géneri hóminum,
tunc praélia nata,
tunc via brévior
dirae mortis
aperta est!.
At ille miser nihil méruit:
nos vértimus in mala nostra
quod ille dedit
in saevas feras!
Hoc vítium est
dívitis auri;
nec bella fuerunt,
cum scyphus fáginus
adstabat ante dapes.
Non arces, non vallus erat,
Duxque gregis
petebat securus somnum
inter oves varias.
¡Tunc vita foret mihi,
nec nossem
arma trístia vulgi,
nec audissem tubam,
corde micante!
Nunc trahor ad bella;
et jam quis hostis
gerit fórsitam tela
haesura in nostro látere.
¡Di Lares pátrii,
servate !
et idem aluistis
cum tener cursarem
ante pedes vestros.
Neu púdeat vos
factos esse e prisco stípite:
sic incoluistis
sedes véteris avi.
Tunc tenuere mélius fidem,
cum deus lígneus
stabat in exígua aede
páupere cultu .
Hic erat placatus,
seu quis libáverat uvam,
seu déderat spícea serta
sanctae omae;
atque áliquis compos voti,
ipse ferebat liba,
postque comes
filia parva
purum favum.
At Lares, depéllite á nobis
aerata tela,
hostiaque rústica (erit bobis) porcus
é plena hara.
plena porcus hara.
Sequar hunc
cum veste pura,
geramque canistra vincta myrto,
et ipse vinctus caput myrto.
¡Sic pláceam vobis!
Alius sit fortis in armis,
et, Marte favente,
sternat duces adversos;
ut miles possit
dícere mihi potanti
sua facta,
et píngere castra
in mensa
mero.
¿Quis furor est
arcéssere atram mortem
bellis?
¡Illa ímminet,
et venit clam
tácito pede!
Non seges est infra,
non vínea culta,
sed audax Cérberus,
et návita turpis
aquae Stygiae.
Illic pállida turba
exesisque genis,
ustoque capillo,
errat ad obscuros lacus.
¡Quam pótius laudandus est
hic, quem pigra senecta
óccupat in parva casa
prole parata!
Ipse sectatur oves suas,
at fílius agnos,
et uxor cómparat
aquam cálidam fesso.
¡Sic ego sim,
liceatque caput candéscere
canis,
et referre senem
facta témporis prisci!
Intérea Pax colat arva!
Pax cándida
duxit primum
boves araturos
sub juga curva;
Pax áluit vites
et cóndidit succos uvae
ut testa paterna
fúnderet merum nato.
Pace
bidens vomerque nitent;
et situs óccupat in ténebris
trístia arma
duri mílitis.
¡At Pax alma, veni nobis,
tenetoque spicam,
et cándidus sinus
pérfluat pomis ante.
Tibulo, el gran poeta clásico del amor
"No se sosiega corazón y angustias con riquezas
pues la Fortuna dicta la ley de sus vaivenes.
Séame dichosa a tu lado, Neera, la pobreza;
que sin ti no quiero dádivas de reyes"
( Tibulo., III, 3-21-24)
Considerar a Tibulo uno de los grandes poetas del amor de todos los tiempos no cuesta esfuerzo ni supone ninguna gratuita alabanza; en verdad la emoción contenida con la que expresa su sufrimiento y esperanza es toda una sabia lección para todo aquel que piense desvelar como siente un poeta cuando ama.
Todavía existen lagunas en su biografía, pero lo que sí es cierto es que nació en una ciudad del Lacio, concretamente en Gabios. También sabemos que sus progenitores procedían de una familia acaudalada del orden ecuestre que había sufrido las confiscaciones del segundo triunvirato. Sin embargo, el poeta se codearía con algunos de los personajes más importantes de su tiempo, por ejemplo, Mesala, que fue uno de sus íntimos amigos y de ahí que le dedicase un panegírico que todavía se conserva. También sabemos que formo parte del bando de Augusto y que combatió en la Guerra Civil, aunque una enfermedad le obligase a recluirse en la isla de Córcira. Pese a ello, su poesía añora la paz y el descanso en el campo, tema muy habitual en los poetas clásicos.
Sus elegías han pasado a la posteridad gracias a esa dulzura con la que relata su pasión. Un amor total y pleno nos abre el corazón, en unas elegías donde se reinventa continuamente el tópico del amor desgraciado. Es un sentimiento incondicional, no exento de decepción, que pasa por diversas fases: desde el ofrecimiento inicial hasta la desilusión, pasando por la esperanza, los celos, el deseo de retenerla, el erotismo, etc.
El poeta extrae toda una gama de ilusiones de la chistera de ese sentimiento ciego que le ha provocado Amor y contra el que no puede luchar. Vuelca sus emociones en una sola dirección, incluso se muestra magnánimo con los deslices de la muchacha, pensando que si es capaz de describir hasta qué punto ama, ella será incapaz de resistirse y se vera abocada a la misma pasión desenfrenada.
En su poesía las imágenes despliegan una tenue pero intensa luz que incita a la meditación. El lector se desliza por los versos indagado con el poeta en la yaga y lo acompaña en su devenir y desasosiego.
Una vez más sorprende la perfecta trabazón entre forma y fondo que provoca una lectura automática. Tibulo conversa con nosotros desde la lejanía y hace que sintamos la fuerza de sus sentimientos, que nos contraigamos y que se encoja nuestro corazón cuando nos habla de desesperanza o que nos sintamos prematuramente extasiados y contentos cuando vislumbra un rayo de esperanza.
Fragmento
No me afano por ser laureado, Delia mía, contigo
en tanto esté, quiero ser llamado cobarde e indolente.
¡Ojala te esté viendo, cuando llegue la postrera hora,
te tenga moribundo en mi trémula mano¡
Llorarás y tendido, Delia, yo en la pira a punto de arder,
me darás besos empapados también de tristes lágrimas.
Llorarás: no están tus entrañas de duro hierro
ceñidas, ni en tu tierno corazón hay un pedernal.
De aquel funeral no podrá joven ninguno
ni muchacha traer secos sus ojos a casa.
Tú no turbes mis manes, pero deja tus sueltos
cabellos y tus delicadas mejillas, Delia, déjalas.
Entre tanto, mientras los hados lo consientan, hagamos
uno nuestro amor,
ya vendrá de tinieblas la Muerte cubierta la cabeza
ya de rondón se colará la edad cansada y amar no cuadrará
ni decir con la cabeza cana ternezas.
Ahora hay que gustar la suave Venus, mientras echar
abajo puertas
no es para avergonzarse y el meterse en pendencias
agrada.
Aquí yo soy buen general y soldado: vosotras enseñas
y trompetas,
id lejos, a hombres ambiciosos llevadles las heridas,
llevadles también riquezas: yo tranquilo en mi ajustada
cuenta
desdeñaré riquezas y desdeñaré el hambre.
_____________________________________
Fragmento
De continuo para embaucarme, riente me ofreces tus
semblantes,
después, empero, eres para con el desgraciado, sombrío
y huraño, Amor.
¿A qué esa saña para conmigo? ¿Acaso es gran timbre
que trampas contra un hombre maquine un dios?
Se me tienden, en efecto, tramas: ahora Delia a mis
espaldas
y no sé quién en la callada noche, traviesa otorga su
cariño.
Ella, es verdad, tamaña cosa niega, pero creerle es duro:
de igual forma también de mí reniega siempre ante su
esposo.
____________________________________________
Fragmento
No he intentado hacerte daño a sabiendas: perdona a
quien te lo confiesa,
me lo impuso Amor, ¿ quién alzaría sus armas contra
los dioses?
Yo soy aquel mismo, no me sonrojará decir ahora la verdad,
a quien toda la noche acosaba tu perra.
¿ Por qué te es necesaria una dulce mujer? Si no sabes
tu dicha
conservar, en vano una llave hay en las puertas.
Te tiene, suspira por otros amores ausentes
y simula de pronto dolerle la cabeza.
Pero confíamela para guardarla: no rechazo los crueles
azotes ni rehuyo los grillos en el pie.
Entonces marchaos lejos, cualquiera que con espero
arregla sus cabellos
y a quien la toga suelta le cae con su pliegue ondulante.
Y quienquiera que pueda hacerse presente, para no caer
en la falta,
párese lejos o quédese antes lejos en otra calle.
Así ordena el dio que se haga, así la gran sacerdotisa
me lo vaticinó con su divino ensalmo.
Ella cuando está agitada por el frenesí de Belona, ni la
ardiente
llama ni enajenada, el retorcido azote teme.
Ella misma, en su furor, hace cortes con un hacha en sus
brazos
e ilesa vertiendo en sangre rocía a la diosa,
permanece de pie, su costado abierto por un garfio, permanece
en pie lacerado su pecho
y canta las premoniciones que la gran diosa le comunica.
Dejad de atentar contra una muchacha, que protege Amor,
que nos pese luego el aprenderlo en medio de un gran
sufrimiento.
Que la toque, se volatizarán sus riquezas como de
nuestra herida
la sangre, como esta ceniza es esparcida por los vientos.
Y para ti no sé qué castigos, Delia mía, me predijo:
pero si te reconoces culpable, ruego te sea ella ligera.
http://elarlequindehielo.obolog.es/tibulo
Tibulo. Elegía I,6 (Lazos del Amor)
Siempre, para engañarme, me muestras sonriente tu semblante, después, para mi desgracia, eres duro y desdeñoso, Amor. ¿Qué tienes conmigo, cruel? ¿Es que es tan alto motivo de gloria que un dios tienda trampas a un hombre? Pues a mí se me están tendiendo lazos; ya la astuta Delia, furtivamente, a no sé quién en el silencio de la noche abraza. Por cierto que ella lo niega entre juramentos, pero es muy difícil creerla. Así también sus relaciones conmigo as niega siempre ante su marido. Fui yo mismo, para mi desgracia, el que le enseñé de qué forma se puede burlar la vigilancia: ay, ay, ahora estoy pillado por mis propias mañas. Entonces aprendió a inventar pretextos para acostarse sola; entonces a poder abrir la puerta sin rechinar los goznes. Entonces le di jugos de hierbas con los que borrase los cardenales que produce, al morder, la pasión compartida.
(Fragmento)
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