miércoles, 25 de marzo de 2015

VÍCTOR HUGO PIÑA WILLIAMS [15.290]


Víctor Hugo Piña Williams 

Poeta de México
(Ciudad de México, 28 de julio de 1958] es un poeta, ensayista y editor. Sus obras abarcan poemas y ensayos.

Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM.) Obtuvo diferentes becas tales como:

La beca Salvador Novo en 1979
La beca del Instituto Nacional de Bellas Artes en 1984
La beca del Fondo Nocional de Cultura y las Artes en 1989

Fue “Editor de ‘El Día de los Jóvenes’ del periódico ‘El Día’, y de ‘La Gaceta’ del Fondo de Cultura Económica; de Los libros tienen la palabra y de Casa del Tiempo y creador de la colección Margen de Poesía de la UAM; coordinador editorial de la Dirección General de Publicaciones del CONACULTA; subdirector del CNIPL del INBA; director editorial de la Auditoría Superior de la Federación; director del taller “La poesía, ida y vuelta” en la Biblioteca Renato Leduc de la Ciudad de México. Colaborador de El Nacional, La Crónica de Hoy, La Jornada, Novedades y Vuelta.”

Obras

Ha publicado los siguientes libros de poesía:

Argumento de los corazones obstinados (1986)
El cáliz de la muchaerrancia (1987)
De tal palabra (1991) *
Transverbación (1994)
Rimas rumias(1999)
Migaja México (2005)
Desacir desideras (2009).

Algunos de sus ensayos son:

La inmortalidad del cangrejo (1998)
Días diablos (2001)

Premios

Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer (1995) y el Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano (2008). Perteneció al SNCA (2000-2006).





Darío a dar
y rubescente de arribos
a la siempre viva carne viva
donde se dice decir,
donde se ahínca
el surco zarco
o puerco,
donde las creaturas
a pesar de todo
y pasar de nada
se olisquean el canuto canoro
cuya armonía
nace a entendederas,
más allá del habla obligativa
que pende
del clavo ardiendo
contra el muro
del alma descendida.
Los mismos trinos
de la mismidad cósmica,
y Rubén a vueltas oteadoras
por la diaria noria abecedaria.
Con la candela
entre las manos y el lendel
todo sembrado
de esa lumbre 
y de esa ceniza.





Manes de este Manrique
para el solar
donde uno se despide
sin casa ni causa,
con la pura fuerza de la voz bastante,
entre sones que resuenan
a farfullos de reino
en cabezas de delirio
y a carrasperas escogidas para llantos
de gente al cabo partida
pero nunca ida.




Álzate, Marqués
en la hacienda
de tu diciendo,
en la perfecta 
lengua
defectuosa
con que tanto
precio
te aprecias.
Júntale
a la serrana
unas rimas
adamadas
de saboreados
sinsabores,
acompasa
para ella
unos metros
como mirtos
donde
va quedando
menos romo
este romance
y más luciente
la santidad
de verba llana.




Poemario “Gozolalia”

Gracias 
a nadie 
que ya está todo dado.
Cada sonido 
en su ninada, 
cada pronuncio
en la preñez de su vez, 
cada alveolo abecedado 
en el alba de su obcecación. 

Adiós, nada, 
gracias, 
que todo está 
dado en cada sílaba 
y su vacilación, 
en cada glotonada 
de la glosopea de palatales 
y velares, 
que no veremos 
aunque veamos por qué van 
a la pariera inaudita 
de sus pares
aurinos, 
entre líquidas 
y licuantes que antes 
no estaban ni estarán 
pues ya está todo 
dado y cada empuño 
caro que voz
acrece
viene a dación 
y deleite 
de inútil gloria.






Cada vez se me avisa la boca
del ladrido en labradura
con que me van amando
en amadura mudadora
los prontunos pronombres
y los nombres en la zambra
de sombras hombrecidas,
los tifos y ufanos adjetivos
y los vivos étimos de los verbos,
y los adverbios locos oteadores
de atar en los claros del bosque,
las conjunciones
tan congeniales y las preposiciones
con su llamar y su oír
en el llamazar del sentido.
Cada vez la avidecida boca
se lengua la lenguaja
y me junta las letras
transidas
de los bien nacidos
en la nuez
de una palabra.






La palabra aluvión
y su traída
de lobos envolventes
y desventrados
sin muerte,
sin piedra de ojo fi jo,
sin la encovadura
de revelaciones ciegas
y veloces
que los ríos inmóviles
azuzan contra la luz.
Golpe y protrusión
y carrera
de cosas furiosas
e indecisas de su ser.
Espasmódicos pelajes
de gris todopoderoso,
dentelladas difusas
desde a hasta ene
formas de vesania.
Ciclo de introitos
en una siempre nueva
espesura.
Ulula de ufanía
la letra que todo lo vio
aluvionado
en viento vivo
y agua adentro
de alas y enviones
en pos de deleitoso
pesar.






La palabra higo
nunca vuelve
de su ahogo
de mismidad.
Casi hace,
con su hago
torpón,
la gota de sangre
que nadie
derramó.






La palabra arreo
no ve la oruga
fácil,
rodadora,
de cuenta
contórsil
y parsimoniosa
para enumerar
las erres
rancias
de un honor
que se prepara
con jaez
de bruma
y furor
en cada hombre.





En el tracto
estragado
de la bestia
explorativa
y perfecta
por sus babeos
babelicosos.
En el condutal
de carne cruda
del animalajo
profi riente
a proliferante.
En la creatura
de los distingos,
de la milagrosa
masticación
de sonidos
donde la resalga
del voceo
se sale de sí.
En la juntura
donde nacen
los idiomatios
para que sean
estas palabras
las palabras
y no palotada.
De eso se trata,
de que sean
estas palabras




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