Alessandro Manzoni
Alessandro Francesco Tommaso Manzoni (Milán, 7 de marzo de 1785 – Milán, 22 de mayo de 1873) fue uno de los mejores poetas y escritores italianos.
La famosísima novela Los novios (I promessi sposi) es su obra más conocida; y aún hoy es considerada una referencia básica dentro de la literatura italiana: asumiendo que la lengua florentina era más culta y característica de Italia que la lengua lombarda del autor, se fue a vivir a Florencia para aprenderla bien y dijo que había tenido que ir «a aclarar la ropa al Arno», es decir, reescribió la obra en italiano de Florencia.
El abuelo materno de Manzoni, Cesare Beccaria, marqués de Beccaria-Bonesana, era un autor muy conocido (escribió el tratado Sobre los delitos y las penas —Dei delitti e delle pene— que había sido incluido en el Índice de libros prohibidos, pero que logró gran eco europeo), y también su madre, Giulia Beccaria (1762–1841), era una mujer con condiciones para la literatura.
El padre oficial de Manzoni, Don Pietro (1736–1807), rondaba los cincuenta años cuando nació el futuro escritor y poeta, y pertenecía a una antigua familia que se había establecido cerca de Lecco pero que anteriormente había ejercido un duro control feudal en Barzio, en Valsassina (con una violencia comparable a la de un torrente de montaña, como aún recuerda un proverbio local). En realidad, su verdadero padre fue Giovanni Verri (hermano menor de Pietro y Alessandro Verri), como confirma una carta que le envió Giuseppe Gorani que se ha hallado recientemente tras unas tenaces investigaciones llevadas a cabo por Piero Campolunghi.
Tras la separación de sus padres (su madre desde 1792 convive con el culto y riquísimo Carlo Imbonati, primero en Inglaterra, y luego en Francia), Alessandro Manzoni entre 1790 y 1803 es educado en colegios religiosos, primero con los padres somascos y más adelante con los barnabitas. A pesar de no poder soportar esa encorsetada educación, de la que denunció las limitaciones incluso disciplinarias, y a pesar de ser considerado un estudiante perezoso, consigue con dichos estudios una buena formación clásica y buen gusto literario. Con quince años desarrolla una sincera pasión por la poesía y escribe dos meritorios sonetos. Su abuelo materno le enseñó a extraer conclusiones rigurosas y universales a partir de la observación de la realidad.
El joven Manzoni vive entre 1803 y 1805 con el anciano don Pietro, dedica mucho de su tiempo a las mujeres y a los juegos de azar, pero consigue sin embargo moverse dentro del ambiente iluminista de la aristocracia y la alta burguesía de Milán. La tendencia neoclásica de la época le inspira las primeras experiencias poéticas, creadas bajo el influjo de Vincenzo Monti, ídolo literario del momento. Pero más allá de éstos, Manzoni se inclina por Giuseppe Parini, portavoz de las ideas iluministas y de las exigencias de rearme moral de la sociedad. A este período corresponden El triunfo de la libertad (Il trionfo della libertà), Adda, Los cuatro sermones (I quattro sermoni) en los que se ve la influencia de Monti y de Parini, pero también los ecos de Virgilio y Horacio.
En 1805 se reúne en Auteuil, con su madre, con la que pasa dos años, a la vez que participa en el círculo literario de los llamados ideólogos, movimiento filosófico del siglo XIX, entre los que tuvo bastantes amigos, en especial Claude Fauriel (1772–1844), con el que supo de las teorías de Voltaire. Alessandro se impregna de la cultura francesa, clásica en lo que es el arte, pero escéptica y sensualista en filosofía y asiste a la evolución del racionalismo hacia posiciones románticas. Este encuentro con Fauriel (1772–1844), elaborador de las doctrinas románticas, es fundamental. Manzoni mantendrá con él una duradera amistad. Gracias a él, Manzoni entra en contacto con la estética romántica alemana, incluso antes de que Madame de Staël la difunda en Italia.
Manzoni se sitúa a partir de entonces en la vía del realismo romántico; sin embargo, nunca aceptará la convicción tanto del romanticismo como de su amigo Fauriel de que la poesía tenga que ser la expresión ingenua del alma, y no renunciará nunca, por lo tanto, al dominio intelectual del sentimiento ni a una expresión formal controlada, característica de todo el romanticismo italiano.
Entre 1806 y 1807, cuando estaba en Auteuil, apareció por primera vez en público como poeta, con dos obras. La primera se titulaba Urania, y era de estilo clásico. Más adelante, él mismo se convertiría en el principal detractor de este estilo. En 1809, tras la publicación de Urania, Manzoni declaró que nunca volvería a escribir versos como aquellos, uniéndose de ese modo a la poética romántica, que decía que la poesía no debía destinarse a una élite culta y refinada, sino que debía ser de interés general e interpretar las aspiraciones e ideas de los lectores. La otra obra que presentó en Auteuil, en cambio, era una elegía en verso libre, sobre la muerte del conde Carlo Imbonati, de quien heredó, a través de su madre, un patrimonio considerable, que incluía la casa de Brusuglio, que desde ese momento se convirtió en su residencia principal.
En 1810, Manzoni, que ya era anticlerical como reacción a la educación que había recibido, y más indiferente que agnóstico o ateo en cuanto a la cuestión religiosa, se vuelve a aproximar a la Iglesia. En 1808, en Milán, el escritor se había casado con la calvinista Henriette Blondel, hija de un banquero ginebrino, en un matrimonio que resultó feliz. De vuelta a París, el contacto con el sacerdote Eustachio Degola, genovés, jansenista lleva a ambos cónyuges a abjurar en el caso de Henriette del calvinismo y en el de Manzoni a un regreso a la práctica religiosa católica (1810).
Esta reconciliación con el catolicismo es el resultado de largas meditaciones por parte del escritor; su alineamiento en la más estricta ortodoxia (es decir, en la exigencia de atenerse rigurosamente a los dictados de la Iglesia), muestra las influencias jansenistas, que le llevan a una severa interpretación de la religión y de la moral católicas. El regreso a la fe fue para Manzoni la consecuencia lógica y directa de la disolución, en los primeros años del siglo XIX, del mito de la razón, concebida como fuente de juicio perennemente válida y cierta, con lo que era necesario establecer un nuevo y seguro fundamento para la moral.
Esta energía intelectual que siguió a su reconversión se puede ver en sus Himnos sagrados (Inni sacri), una serie de versos de carácter religioso, y un tratado sobre la moral católica, con la intención de compensar su indiferencia anterior.
En 1818 se vio obligado a vender el patrimonio paterno heredado, debido a unos reveses financieros debidos a un gestor deshonesto. En el modo en que se comportó con los campesinos que habían contraído unas fuertes deudas con él se pudo ver la generosidad que le caracterizaba. No sólo perdonó todas las deudas, sino que les cedió el total de la cosecha de maíz.
En 1819 Manzoni publicó su primera tragedia, El Conde de Carmañola (Il Conte di Carmagnola). Esta obra, al violar valientemente todas las convenciones clásicas, suscitó una viva polémica. Un artículo publicado en una importante revista literaria lo criticó con dureza, y fue precisamente Goethe el que replicó defendiéndolo.
La muerte de Napoleón en 1821 inspiró a Manzoni la notable composición lírica El cinco de mayo (Il cinque maggio). Los acontecimientos políticos de ese año, junto al encarcelamiento de muchos de sus amigos, hicieron mella en Manzoni, y el trabajo que llevó a cabo en ese período se inspiró fundamentalmente en los estudios históricos, en los que buscó una distracción, tras retirarse a Brusuglio. En el mismo año, escribió Marzo de 1821, una oda sobre la insurrección contra los austriacos.
Mientras tanto empezó a dar la forma a su novela Fermo e Lucia, primera versión de Los novios (I promessi sposi), que completó en septiembre de 1822. Tras la revisión que hicieron sus amigos, entre 1825 y 1827, se publicó a razón de un volumen por año. Esta obra consagró definitivamente a Manzoni.
También en 1822, Manzoni publicó su segunda tragedia Adelchi, que trata del derribo por parte de Carlomagno de la dominación longobarda en Italia, y que contiene muchas alusiones veladas a la ocupación austríaca.
A continuación, Manzoni reelaboró de modo laborioso Los novios utilizando el italiano en su forma toscana, y en 1840 publicó esta reescritura, junto a la obra La historia de la columna infame (La storia della colonna infame), que retoma y desarrolla el tema de los ungidores y de la peste, que ya había tenido una parte relevante en su novela anterior. También escribió un breve tratado sobre la lengua italiana.
Los últimos años de la vida de Manzoni estuvieron marcados por las desgracias. A la muerte de su mujer en 1833 siguieron las de varios de sus hijos, entre ellos su primogénita Giulia, esposa de Massimo D'Azeglio, y la de su madre. En 1837 se casó en segundas nupcias con Teresa Borri, viuda del Conde Stampa. También sobrevivió Manzoni a esta segunda esposa. Sólo dos de los nueve hijos que tuvo entre los dos matrimonios le sobrevivieron.
La muerte del mayor de los varones, Pier Luigi, el 28 de abril de 1873, fue el golpe de gracia. Cayó enfermo inmediatamente y murió a causa de una meningitis el 22 de mayo. Hubo una masiva participación en el solemne funeral que se desarrolló en Milán, y a él acudieron las máximas personalidades del Estado. En 1874 Giuseppe Verdi compuso la Misa de réquiem, en el aniversario de su muerte, para honrar su memoria.
Cesare Cantù (1885), Angelo de Gubernatis (1879) y Arturo Graf (1898) escribieron las primeras biografías de Manzoni. Algunas de las cartas de Manzoni se publicaron por Giovanni Sforza en 1882. En el siglo XX, destacó la reconstrucción, hecha con cartas familiares, de Natalia Ginzburg: La famila Manzoni.
Textos de Manzoni
1801 - Del Trionfo della Libertà 1801 - Autoritratto 1802 - I sermoni 1802 - Ode amorosa 1803 - Adda 1806 - In morte di Carlo Imbonati 1809 - Urania 1810 - A Parteneide 1812 - L'innesto del Vaiolo 1814 - Aprile 1814 1815 - Il proclama di Rimini 1819 - Osservazioni sulla morale cattolica 1819 - Il conte di Carmagnola 1820 - Lettre à Monsieur Chauvet 1821 - Marzo de 1821 1821 - Il cinque maggio 1822 - Adelchi 1823 - Fermo e Lucia 1842 - I promessi sposi 1842 - Storia della colonna infame 1845 - Del romanzo storico 1850 - Dell'invenzione 1867 - Testamento 1868 - Dell'unità della lingua.
Navidad
Cual roca desprendida,
Que al ímpetu violento
De súbito hundimiento
Cediendo, siglos há,
Desde la cima al fondo
Abriéndose ancha calle,
A lo inferior del valle
Rodó, y allí se está;
Según cayó, la mole
Pesada yace, inerte,
Sin que a moverla acierte
Del tiempo el voltear,
Sin que a la cumbre vuelva
A ver el sol brillante.
Mientras no la levante
Esfuerzo singular:
Así yacía el hijo
De la culpa primera,
Desde que en la severa
Sentencia al incurrir,
De toda desventura
Le impuso Dios el sello,
Yugo que el fiero cuello
No le dejaba erguir.
Nacidos para el odio,
¿Quién era la persona,
Quién era que “¡perdona!”
Pudiese a Dios clamar?
¿Al Santo inaccesible
Volver a pacto eterno?
¿Al vencedor infierno
Su presa arrebatar?
Se nos ha dado un Hijo,
Naciónos un infante:
Si frunce su semblante.
Tiembla el poder del mal:
La mano tiende al hombre
Que se reanima y cobra
Con creces bien de sobra
Su rango primordial.
Brota del almo cielo,
Y baja, viva fuente;
Por la árida pendiente
Derrama el fresco humor:
Destilan miel los troncos.
Jardín es la aspereza,
Donde abundó maleza
Germina allí la flor.
¡Oh Hijo del Eterno.
Coeterno, igual en sede!
¿Qué siglo decir puede:
“Yo tu principio vi”?
Tú eres: del vasto empíreo
El cerco no te encierra;
Que empíreo, mar y tierra
Lo hiciste con tu sí.
¿Y tú ese frágil barro
Vestirlo te dignaste?
¿Por qué razón lo alzaste
A tanta dignidad?
¿Fué mérito? ¿Fué gracia?
Si en tu consejo oculto
Asi triunfó el indulto.
¡Qué inmensa es tu piedad!
Hoy ha nacido; a Éfrata
Mansión profetizada
Sube la bienhadada,
La gloria de Israel.
La Virgen que en su seno
El gran misterio esconde;
Nace de quien y donde
Predijo anuncio fiel.
La madre en pobres lienzos
Envuelve al Dios desnudo;
en el pesebre rudo,
Que en cuna se trocó.
Lo pone suavemente,
Y adora, ¡oh gozo intenso!.
Postrada, al mismo Inmenso
Que en ella se encerró.
El ángel, que a los hombres
Anuncia la gran nueva,
De grandes no la lleva
Al custodiado umbral;
Sino a pastores justos
Que el mundo da al olvido.
Preséntase ceñido
De auréola inmortal.
Celestes escuadrones
Por la nocturna esfera
En fúlgida carrera
Bajaron de él en pos;
Y en torno colocados,
Ardiendo en santo anhelo,
Cual cantan en el cielo.
Cantaron gloria a Dios.
El himno continuaren
De vuelta al firmamento,
Y entre las nubes lento
Fuese alejando el son.
Hasta cesar del todo
Perdiéndose en la altura,
Y en los de abajo aun dura
La extática atención.
Y el pobre albergue buscan,
Sin tregua, presurosos;
Y ven, los muy dichosos.
Conforme a la señal.
Ven puesto en un pesebre,
Envuelto con pañales,
Llorar cual los mortales
Al Príncipe inmortal.
Duerme, ¡oh celeste Niño!,
Duerme y afán no sientas,
Y no osen las tormentas
Tu cuna estremecer.
Que huidas, cual caballos
En confusión de guerra,
Sobre la haz de la tierra
Empuja tu poder.
Duerme: quién ha nacido
Los pueblos aun no saben;
Dia vendrá que acaben.
Juntos bajo tu ley,
Por ser herencia tuya,
Y en tu reposo yerto
Bajo el polvo encubierto
Conozcan a su Rey.
La Pasión
Vamos al templo graves y pausados
Los que de Dios tememos la justicia,
Cual gente absorta en lúgubre noticia
Que de improviso oyeron anunciar.
No aguardemos el son de la campana;
No lo consiente .el rito doloroso:
Cual la mujer que llora al dulce esposo,
Las vestiduras son del viudo altar.
Cesen los himnos, los misterios santos
En que desciende por divina influencia,
Trocando el pan, guardando su apariencia,
La víctima inmortal de paz y amor.
Se oye un cantar, aquel lamento sacro
Que Isaías extático lanzaba
El día en que su espíritu abrumaba
Desde lo alto fatídico terror.
¿De quién habláis, historiador profeta?
¿Quién es que ante el Eterno brotar debe,
Como en árida tierra tallo leve
Brota lejos de fresco manantial?
Este flaco saciado de ignominia,
Cuyo semblante cubre abyecto velo,
A quien hirió con su anatema el cielo
Como al más vil, al último mortal,
Es el Justo inmolado por los reos,
Sin resistencia, sin abrir los labios;
Es el Justo, y del orbe los agravios
Dios sobre su cabeza derramó;
Es el Santo, el Sansón profetizado,
Que libra al pueblo hebreo con su muerto,
Que a esposa infiel su cabellera fuerte
De buena gana arrebatar dejó.
Él, que sentado está sobre el empíreo.
Quiso de Adán ser hijo, y por hermanos
Adoptando a los míseros humanos,
Su herencia compartir no desdeñó:
Sentir quiso el oprobio, el desconsuelo.
Y las angustias que la muerte entraña,
Y el terror que a las culpas acompaña,
Él, que jamás la culpa conoció.
Probó repulsa en su oración humilde,
Probó del Padre acerbo desamparo;
¡Oh asombro! de un traidor que le era caro
El abrazo mortífero sufrió:
Y esta alma vil, sumida en las tinieblas
Del primer homicida, en fiera lucha,
Sólo el clamor de aquella sangre escucha.
Tarde advierte la sangre que vendió.
¡Oh asombro! el torpe vulgo con sus befas
Procaz ultraja aquella faz divina,
Ante quien todo el cielo allá se inclina
Y en quien nadie la vista osa poner:
Cual del ebrio la sed aumenta el vino,
Con las ofensas el rencor se irrita;
Y al mayor de los crímenes lo incita
De los pasados el feroz placer.
No penetró de Roma el juez soberbio,
Mirando al pie del tribunal profano
Al hombre justo, que el judío insano
Arrastraba cual víctima al altar,
No penetró quién fuese el mudo reo;
Mas por sí temeroso el presidente,
Sentencia fulminando al inocente,
Útil creyó su indemnidad comprar.
Sube al cielo en su pena concentrado
El clamor de una súplica insultante,
Los ángeles se cubren el semblante,
Dice Dios: “Cual pedís, así será.”
La sangre que los padres imprecaron
Sobre la triste descendencia llueve,
Y aunque de siglo en siglo se renueve,
De la cabeza echarla no podrá.
Apenas sobre el lecho de dolores
Reclina la alma frente el afligido,
Y levantando aterrador gemido
Exhalar el aliento se lo ve;
Mientras en torno huelgan sus verdugos,
Truena el furor de Dios sobre la loma,
Desde la altura ya en acecho asoma,
Cual diciendo: “¡Aguardad! No tardaré.”
¡Oh gran Padre! merced al que se inmola.
Apagúese de tu ira el vivo fuego,
Y del pueblo deicida el voto ciego
Convierte ¡oh Dios benigno! en su favor.
Caiga sobre ellos, sí, la sangre aquella,
Pero sea cual lluvia que los lave:
Todos erramos; este baño suave
A todos purifique del error.
¡Y tú ¡oh madre! que al Hijo soberano
Expirar en la cruz inmoble vistes!
Ruega por todos, reina de los tristes,
Que lo podamos en su gloria ver;
Y los trabajos con que el mundo vuelve
El destierro a los justos más pesado,
Juntos con la pasión de tu hijo amado,
Prenda nos sean de eternal placer.
La Resurrección
¡Revivió! ¿Cómo a la muerte
Su presa arrancada ha sido?
¡Revivió! ¿Qué brazo fuerte
Las negras puertas ha hundido?
¡Salvo está el que ayer pasivo
Violencia mortal sufrió!
Yo lo juro por Dios vivo
Que del túmulo lo alzó.
¡Revivió! Ya no reposa
Su cabeza en el sudario;
Arrumbada está la losa
Del sepulcro solitario.
¡Revivió! Yace a lo largo
El lienzo que lo envolvió;
Cual valiente, del letargo
El Señor se despertó.
Como al medio del camino
Si a la sombra de árbol alto
Se adormece el peregrino,
Vuelto en sí con sobresalto
Se sacude de la frente
La hoja seca, que cayó
Revolando lentamente,
Y sus párpados rozó:
Así el mármol sin objeto,
Que la urna angosta oprimía,
Aquel fuerte allí sujeto
Arrojó con valentía,
Cuando del limbo desierto
Vuelta su alma, dijo “Voy,”
Y al cuerpo callado y yerto:
“Levanta, contigo estoy.”
¿Qué gozosa voz despierta
A los santos de Israel?
El Señor abre la puerta,
¡El divinó Emmanuel!
Los que dormís aguardando,
Sacudid vuestro sopor:
Se acabó el destierro infando:
Vedlo, él es, el Redentor.
¿Antes de él al reino eterno
Qué mortal subido hubiera?
¿Quién de ese apagado infierno
Sacaros sino él pudiera?
Bajó, patriarcas creyentes,
Del enemigo el terror,
El deseado de las gentes,
El predicho vencedor.
Los profetas asombrosos
Que lo futuro han contado,
Como a los hijos curiosos
Cuenta el padre lo pasado,
Ven cumplido el grande evento,
Ven brillar el sumo sol.
Del cual su inspirado acento
Señalaba el arrebol;
Cuando Ageo e Isaías
Dieron garantia al mundo,
¡Oh deseado! que vendrías
A sanar su mal profundo;
Cuando los días contados
Leyó en su mente Daniel,
Y de años aun no brotados
Acordóse exacto y fiel.
Era el alba, y Magdalena,
Bañado su rostro en llanto,
Y las otras con gran pena
Plañían al maestro santo;
Ved ahí que la pendiente T
oda tiembla de Sión
Y la cohorte insolente
Desmaya de turbación.
Un mancebo rutilante
Desciende sobre el sepulcro:
Brilla cual rayo el semblante,
Cual nieve el vestido pulcro.
“¿Dónde lo pusieron, dónde?-
Pregunta la triste- di.”
Y el joven cortés responde:
“Resucitó, no está aquí.”
Dejad el color violado
Con su adusta palidez
Y las capas sin bordado,
Y el oro brille otra vez:
Estola blanca cual lirios
Viste, oh sacerdote, y sal,
Y a la luz de alegres cirios
Anuncia a Cristo inmortal.
¡Goza, oh Madre; el coro canta,
Gózate, reina del cielo,
De quien como de arca santa
Dios tomó de carne el velo!
¡Resucitó cual predijo!
Ruega por la humana grey,
Ruega, pues ordena tu Hijo
Que tu ruego sea ley.
¡Alegría! el rito santo
Sólo alegría repite.
Hoy, hermanos, cesa el llanto,
Hoy es día de convite;
Hoy la madre más modesta
No se excusa de vestir
A sus niños muy de fiesta;
Todos salen a lucir.
Frugal del rico la mesa.
Sea alegre la del pobre;
Y en todas la dicha impresa,
A nadie falte ni sobre;
Y la paz, negada al fasto
De soberbia profusión,
Sonreír con tenue gasto
Haga la humilde mansión.
¡Lejos la procaz orgía,
La algazara y el tumulto!
¡Ah! no es ésta la alegría
A que el bueno rinde culto;
Sino dulce al par que austera,
Sino pura y celestial,
Preludio de la que espera
En la otra vida inmortal.
¡Dichoso el que ya la aurora
Ve asomar del día eterno!
Mas, ¡ay del que errante ahora
En las sombras del averno,
Corre a la muerte sin guía,
Dejando el camino fiel!
El que en el Señor confía
Resucitará con él.
Pentecostés
¡Oh madre de los Santos! ¡Conservadora eterna
De sangre incorruptible! ¡Ciudad que Dios gobierna
De la celeste al par!
¡Tú que hace tantos siglos sufres, combates y oras,
Y sin cesar despliegas tus tiendas vencedoras
Del uno al otro mar!
¡Hueste de los que esperan! ¡Iglesia de Dios vivo!
¿Dó estabas? ¿Qué secreto rincón, de luz esquivo,
Tu cuna protegió.
Cuando por los aleves al Gólgota arrastrado.
Desde su altar sublime tu rey crucificado
La tierra enrojeció?
Y cuando del sepulcro su Humanidad salida,
El vigoroso aliento de la segunda vida
Por siempre recobró;
Y cuando con el precio del rescate en su mano,
Del polvo vil al trono del Padre soberano
Triunfante se elevó;
¿Dó estabas, compartiendo sus penas y quebrantos,
Intima confidente de sus misterios santos,
Hija suya inmortal?
Velando con zozobra, y sólo en el olvido
Creyéndote segura, temblabas en tu nido,
Hasta el día vital,
En que sobre ti vino glorioso el Paracleto,
E inextinguible antorcha con su hálito perfeto
En tu diestra encendió;
En que sobre la cima, por faro de las gentes
Te puso, y en tus labios las pernéales fuentes
De la doctrina abrió.
Cual de uno en otro objeto la lumbre se desliza,
Y siendo una, a todos con variedad matiza
De tintas mil y mil;
Tal múltiple resuena el inspirado idioma,
Y a un tiempo lo comprenden el griego y el de Roma,
El judío, el gentil.
Tú que ídolos adoras, doquier su templo exista.
Atiende al grito santo, y la ofuscada vista
Vuelve a Jerusalén:
Del degradante culto la tierra avergonzada.
Vuelva a su Dios, y abierta a era mejor la entrada.
Renazca para el bien.
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¿Por qué, a sus pequeñuelos besando, aun suspira
La esclava, y con envidia el libre seno mira
Que a libres engendró?
¿No sabe que a los siervos Cristo a su reino eleva.
Que en todos, uno a uno, los tristes hijos de Eva
Al padecer pensó?
Nueva franquicia anuncian los cielos, nueva alianza.
Nuevo orden de conquistas, y gloria que se alcanza
En más sublime azar;
Paz nueva que resiste a embate furibundo
Cual a insidioso halago, paz que escarnece el mundo
Mas no puede arrancar.
Oh Espíritu, postrado al pie de los altares,
Cruzando densos bosques o vastos hondos mares,
Solos o en comunión.
Del Líbano a los Andes, de Hibernia a Cuba ardiente,
Dispersos por el globo, y en ti fraternalmente
Formando un corazón.
Nosotros te imploramos: propicio a quien te adora,
Oh Espíritu clemente, y aun a quien te ignora.
Baja, ¡oh renovador!
Reanima tú los pechos que a helar la duda vino,
Y a los vencidos sirva de galardón divino
El propio vencedor.
Baja, de las pasiones amansa la ira fiera,
E infunde pensamientos de aquellos que no altera
La muerte con su horror.
Con lluvia bienhechora tus propios dones riega;
Fecúndelos tu gracia, tal como el sol despliega
El germen de la flor,
Que sin cogerla nadie, muriera ajada y sola
Sobre el humilde césped, ni abriera su corola
De fúlgido matiz,
Si no se le infiltrara difusa en el ambiente
Aquella luz suave, de vida asidua fuente.
Jugo de su raíz.
Nosotros te imploramos: desciende, dulce aura,
Y la abatida mente del infeliz restaura
Con divinal solaz;
Cual huracán desciende al corazón violento,
E impónle tal espanto que a blando sentimiento-
Reduzca el brío audaz.
Por ti la frente mustia levante el pobre al cielo
Que suyo es, y trueque, pensando en su modelo.
En gozo la aflicción;
Y aquel a quien fué dada riqueza o bien sobrante.
Dé con sigilo honesto, dé con el buen talante
Que acepto te hace el don.
Respira de los niños en !a inocente fiesta;
A las doncellas tiñe de púrpura modesta
El rostro encantador;
A las vírgenes puras delicias misteriosas
Dispensa en su retiro; consagra en las esposas
El pudibundo amor.
Del confiado joven templa el ardor inquieto;
Del hombre ya maduro dirige a noble-objeto
La firme actividad;
Santas aspiraciones a la vejez sugiere;
Brilla en la vista errante del que esperando muere,
Sol de la eternidad.
IL PROCLAMA DI RIMINI
Frammento
[5] Aprile 1815
O delle imprese alla più degna accinto,
Signor che la parola hai proferita,
Che tante etadi indarno Italia attese;
Ah! quando un braccio le teneano avvinto
5 Genti che non vorrian toccarla unita,
E da lor scissa la pascean d'offese;
E l'ingorde udivam lunghe contese
Dei re tutti anelanti a farle oltraggio;
In te sol uno un raggio
10 Di nostra speme ancor vivea, pensando
Ch'era in Italia un suol senza servaggio,
Ch'ivi slegato ancor vegliava un brando.
Sonava intanto d'ogni parte un grido,
Libertà delle genti e gloria e pace!
15 Ed aperto d'Europa era il convito,
E questa donna di cotanto lido,
Questa antica, gentil, donna pugnace
Degna non la tenean dell'alto invito:
Essa in disparte, e posto al labbro il dito,
20 Dovea il fato aspettar dal suo nemico,
Come siede il mendico
Alla porta del ricco in sulla via;
Alcun non passa che lo chiami amico,
E non gli far dispetto è cortesia.
25 Forse infecondo di tal madre or langue
Il glorioso fianco? o forse ch'ella
Del latte antico oggi le vene ha scarse?
O figli or nutre, a cui per essa il sangue
Donar sia grave? o tali a cui più bella
30 Pugna sembri tra loro ingiuria farse?
Stolta bestemmia! eran le forze sparse,
E non le voglie; e quasi in ogni petto
Vivea questo concetto:
Liberi non sarem se non siam uni;
35 Ai men forti di noi gregge dispetto,
Fin che non sorga un uom che ci raduni.
Egli è sorto, per Dio! Sì, per Colui
Che un dì trascelse il giovinetto ebreo
Che del fratello il percussor percosse;
40 E fattol duce e salvator de' sui
Degli avari ladron sul capo reo
L'ardua furia soffiò dell'onde rosse;
Per quel Dio che talora a stranie posse,
Certo in pena, il valor d'un popol trade;
45 Ma che l'inique spade
Frange una volta, e gli oppressor confonde;
E all'uom che pugne per le sue contrade
L'ira e la gioia de' perigli infonde.
Con Lui, signor, dell'Itala fortuna
50 Le sparse verghe raccorrai da terra,
E un fascio ne farai ne la tua mano
. . . . . . . . . . . . .
XXIV
MARZO 1821
ODE
Alla illustre memoria
diTEODORO KOERNER
poeta e soldato
della indipendenza germanica
morto sul campo di Lipsia
il giorno XVIII d'Ottobre MDCCCXIII
nome caro a tutti i popoli
che combattono per difendere
o per riconquistare
una patria.
[marzo 1821]
Soffermati sull'arida sponda,
Vòlti i guardi al varcato Ticino,
Tutti assorti nel novo destino,
Certi in cor dell'antica virtù,
5 Han giurato: Non fia che quest'onda
Scorra più tra due rive straniere;
Non fia loco ove sorgan barriere
Tra l'Italia e l'Italia, mai più!
L'han giurato: altri forti a quel giuro
10 Rispondean da fraterne contrade,
Affilando nell'ombra le spade
Che or levate scintillano al sol.
Già le destre hanno stretto le destre;
Già le sacre parole son porte:
15 O compagni sul letto di morte,
O fratelli su libero suol.
Chi potrà della gemina Dora,
Della Bormida al Tanaro sposa,
Del Ticino e dell'Orba selvosa
20 Scerner l'onde confuse nel Po;
Chi stornargli del rapido Mella
E dell'Oglio le miste correnti,
Chi ritogliergli i mille torrenti
Che la foce dell'Adda versò,
25 Quello ancora una gente risorta
Potrà scindere in volghi spregiati,
E a ritroso degli anni e dei fati,
Risospingerla ai prischi dolor:
Una gente che libera tutta,
30 O fia serva tra l'Alpe ed il mare;
Una d'arme, di lingua, d'altare,
Di memorie, di sangue e di cor.
Con quel volto sfidato e dimesso,
Con quel guardo atterrato ed incerto,
35 Con che stassi un mendico sofferto
Per mercede nel suolo stranier,
Star doveva in sua terra il Lombardo;
L'altrui voglia era legge per lui;
Il suo fato, un segreto d'altrui;
40 La sua parte, servire e tacer.
O stranieri, nel proprio retaggio
Torna Italia, e il suo suolo riprende;
O stranieri, strappate le tende
Da una terra che madre non v'è.
45 Non vedete che tutta si scote,
Dal Cenisio alla balza di Scilla?
Non sentite che infida vacilla
Sotto il peso de' barbari piè?
O stranieri! sui vostri stendardi
50 Sta l'obbrobrio d'un giuro tradito;
Un giudizio da voi proferito
V'accompagna all'iniqua tenzon;
Voi che a stormo gridaste in quei giorni:
Dio rigetta la forza straniera;
55 Ogni gente sia libera, e pera
Della spada l'iniqua ragion.
Se la terra ove oppressi gemeste
Preme i corpi de' vostri oppressori,
Se la faccia d'estranei signori
60 Tanto amara vi parve in quei dì;
Chi v'ha detto che sterile, eterno
Saria il lutto dell'itale genti?
Chi v'ha detto che ai nostri lamenti
Saria sordo quel Dio che v'udì?
65 Sì, quel Dio che nell'onda vermiglia
Chiuse il rio che inseguiva Israele,
Quel che in pugno alla maschia Giaele
Pose il maglio, ed il colpo guidò;
Quel che è Padre di tutte le genti,
70 Che non disse al Germano giammai:
Va’, raccogli ove arato non hai;
Spiega l'ugne; l'Italia ti do.
Cara Italia! dovunque il dolente
Grido uscì del tuo lungo servaggio;
75 Dove ancor dell'umano lignaggio
Ogni speme deserta non è;
Dove già libertade è fiorita,
Dove ancor nel segreto matura,
Dove ha lacrime un'alta sventura,
80 Non c'è cor che non batta per te.
Quante volte sull'Alpe spiasti
L'apparir d'un amico stendardo!
Quante volte intendesti lo sguardo
Ne' deserti del duplice mar!
85 Ecco alfin dal tuo seno sboccati,
Stretti intorno a' tuoi santi colori,
Forti, armati de' propri dolori,
I tuoi figli son sorti a pugnar.
Oggi, o forti, sui volti baleni
90 Il furor delle menti segrete:
Per l'Italia si pugna, vincete!
Il suo fato sui brandi vi sta.
O risorta per voi la vedremo
Al convito de' popoli assisa,
95 O più serva, più vil, più derisa
Sotto l'orrida verga starà.
Oh giornate del nostro riscatto!
Oh dolente per sempre colui
Che da lunge, dal labbro d'altrui,
100 Come un uomo straniero, le udrà!
Che a' suoi figli narrandole un giorno,
Dovrà dir sospirando: io non c'era;
Che la santa vittrice bandiera
Salutata quel dì non avrà.
XXV
IL CINQUE MAGGIO
[17-19 luglio 1821]
Ei fu. Siccome immobile,
Dato il mortal sospiro,
Stette la spoglia immemore,
Orba di tanto spiro,
5 Così percossa, attonita
La terra al nunzio sta,
Muta pensando all'ultima
Ora dell'uom fatale;
Né sa quando una simile
10 Orma di piè mortale
La sua cruenta polvere
A calpestar verrà.
Lui folgorante in solio
Vide il mio genio, e tacque;
15 Quando con vece assidua
Cadde, risorse, e giacque,
Di mille voci al sonito
Mista la sua non ha:
Vergin di servo encomio
20 E di codardo oltraggio,
Sorge or commosso al subito
Sparir di tanto raggio;
E scioglie all'urna un cantico
Che forse non morrà.
25 Dall'Alpi alle Piramidi,
Dal Manzanarre al Reno,
Di quel securo il fulmine
Tenea dietro al baleno;
Scoppiò da Scilla al Tanai,
30 Dall'uno all'altro mar.
Fu vera gloria? Ai posteri
L'ardua sentenza; nui
Chiniam la fronte al Massimo
Fattor, che volle in lui
35 Del creator suo spirito
Più vasta orma stampar.
La procellosa e trepida
Gioia d'un gran disegno,
L'ansia d'un cor che indocile
40 Serve, pensando al regno;
E il giunge, e tiene un premio
Ch'era follia sperar;
Tutto ei provò: la gloria
Maggior dopo il periglio,
45 La fuga e la vittoria,
La reggia e il tristo esiglio:
Due volte nella polvere,
Due volte sull'altar.
Ei si nomò: due secoli,
50 L'un contro l'altro armati,
Sommessi a lui si volsero,
Come aspettando il fato;
Ei fe' silenzio, ed arbitro
S'assise in mezzo a lor.
55 E sparve, e i dì nell'ozio
Chiuse in sì breve sponda,
Segno d'immensa invidia
E di pietà profonda,
D'inestinguibil odio
60 E d'indomato amor.
Come sul capo al naufrago
L'onda s'avvolve e pesa,
L'onda su cui del misero,
Alta pur dianzi e tesa,
65 Scorrea la vista a scernere
Prode remote invan;
Tal su quell'alma il cumulo
Delle memorie scese!
Oh quante volte ai posteri
70 Narrar sé stesso imprese,
E sull'eterne pagine
Cadde la stanca man!
Oh! quante volte, al tacito
Morir d'un giorno inerte,
75 Chinati i rai fulminei,
Le braccia al sen conserte,
Stette, e dei dì che furono
L'assalse il sovvenir!
E ripensò le mobili
80 Tende, e i percossi valli,
E il lampo de' manipoli,
E l'onda dei cavalli,
E il concitato imperio,
E il celere ubbidir.
85 Ahi! forse a tanto strazio
Cadde lo spirto anelo,
E disperò; ma valida
Venne una man dal cielo,
E in più spirabil aere
90 Pietosa il trasportò;
E l'avviò, pei floridi
Sentier della speranza,
Ai campi eterni, al premio
Che i desideri avanza,
95 Dov'è silenzio e tenebre
La gloria che passò.
Bella immortal! benefica
Fede ai trionfi avvezza!
Scrivi ancor questo, allegrati;
100 Ché più superba altezza
Al disonor del Golgota
Giammai non si chinò.
Tu dalle stanche ceneri
Sperdi ogni ria parola:
105 Il Dio che atterra e suscita,
Che affanna e che consola,
Sulla deserta coltrice
Accanto a lui posò.
INNI SACRI
XXVI
LA RISURREZIONE
[Aprile-23 giugno 1812]
È risorto: or come a morte
La sua preda fu ritolta?
Come ha vinto l'atre porte,
Come è salvo un'altra volta
5 Quei che giacque in forza altrui?
Io lo giuro per Colui
Che da' morti il suscitò.
È risorto: il capo santo
Più non posa nel sudario;
10 È risorto: dall'un canto
Dell'avello solitario
Sta il coperchio rovesciato:
Come un forte inebbriato
Il Signor si risvegliò.
15 Come a mezzo del cammino,
Riposato alla foresta,
Si risente il pellegrino,
E si scote dalla testa
Una foglia inaridita,
20 Che, dal ramo dipartita,
Lenta lenta vi risté:
Tale il marmo inoperoso,
Che premea l'arca scavata
Gittò via quel Vigoroso,
25 Quando l'anima tornata
Dalla squallida vallea,
Al Divino che tacea:
Sorgi, disse, io son con Te.
Che parola si diffuse
30 Tra i sopiti d'Israele!
Il Signor le porte ha schiuse!
Il Signor, l'Emmanuele!
O sopiti in aspettando,
È finito il vostro bando:
35 Egli è desso, il Redentor.
Pria di Lui nel regno eterno
Che mortal sarebbe asceso?
A rapirvi al muto inferno,
Vecchi padri, Egli è disceso:
40 Il sospir del tempo antico,
Il terror dell'inimico,
Il promesso Vincitor.
Ai mirabili Veggenti,
Che narrarono il futuro,
45 Come il padre ai figli intenti
Narra i casi che già furo,
Si mostrò quel sommo Sole,
Che, parlando in lor parole,
Alla terra Iddio giurò;
50 Quando Aggeo, quando Isaia
Mallevaro al mondo intero
Che il Bramato un dì verria;
Quando assorto in suo pensiero
Lesse i giorni numerati,
55 E degli anni ancor non nati
Daniel si ricordò.
Era l'alba; e, molli il viso,
Maddalena e l'altre donne
Fean lamento sull'Ucciso;
60 Ecco tutta di Sionne
Si commosse la pendice,
E la scolta insultatrice
Di spavento tramortì.
Un estranio giovinetto
65 Si posò sul monumento:
Era folgore l'aspetto,
Era neve il vestimento:
Alla mesta che 'l richiese
Diè risposta quel cortese:
70 È risorto; non è qui.
Via co' palii disadorni
Lo squallor della viola:
L'oro usato a splender torni:
Sacerdote, in bianca stola,
75 Esci ai grandi ministeri,
Tra la luce de' doppieri,
Il Risorto ad annunziar.
Dall'altar si mosse un grido:
Godi, o Donna alma del cielo;
80 Godi; il Dio, cui fosti nido
A vestirsi il nostro velo,
È risorto, come il disse:
Per noi prega: Egli prescrisse
Che sia legge il tuo pregar.
85 O fratelli, il santo rito
Sol di gaudio oggi ragiona;
Oggi è giorno di convito;
Oggi esulta ogni persona:
Non è madre che sia schiva
90 Della spoglia più festiva
I suoi bamboli vestir.
Sia frugal del ricco il pasto;
Ogni mensa abbia i suoi doni;
E il tesor, negato al fasto
95 Di superbe imbandigioni,
Scorra amico all'umil tetto,
Faccia il desco poveretto
Più ridente oggi apparir.
Lunge il grido e la tempesta
100 De' tripudi inverecondi:
L'allegrezza non è questa
Di che i giusti son giocondi;
Ma pacata in suo contegno,
Ma celeste, come segno
105 Della gioia che verrà.
Oh beati! a lor più bello
Spunta il sol de' giorni santi;
Ma che fia di chi rubello
Torse, ahi stolto! i passi erranti
110 Nel sentier che a morte guida?
Nel Signor chi si confida
Col Signor risorgerà.
XXVII
IL NOME DI MARIA
[9 novembre 1812-19 aprile 1813]
Tacita un giorno a non so qual pendice
Salia d'un fabbro nazaren la sposa;
Salia non vista alla magion felice
D'una pregnante annosa;
5 E detto: “Salve” a lei, che in reverenti
Accoglienze onorò l'inaspettata,
Dio lodando, sclamò: Tutte le genti
Mi chiameran beata.
Deh! con che scherno udito avria i lontani
10 Presagi allor l'età superba! Oh tardo
Nostro consiglio! oh degl'intenti umani
Antiveder bugiardo!
Noi testimoni che alla tua parola
Ubbidiente l'avvenir rispose,
15 Noi serbati all'amor, nati alla scola
Delle celesti cose,
Noi sappiamo, o Maria, ch'Ei solo attenne
L'alta promessa che da Te s'udia,
Ei che in cor la ti pose: a noi solenne
20 È il nome tuo, Maria.
A noi Madre di Dio quel nome sona:
Salve beata! che s'agguagli ad esso
Qual fu mai nome di mortal persona,
O che gli vegna appresso?
25 Salve beata! in quale età scortese
Quel sì caro a ridir nome si tacque?
In qual dal padre il figlio non l'apprese?
Quai monti mai, quali acque
Non l'udiro invocar? La terra antica
30 Non porta sola i templi tuoi, ma quella
Che il Genovese divinò, nutrica
I tuoi cultori anch'ella.
In che lande selvagge, oltre quei mari
Di sì barbaro nome fior si coglie,
35 Che non conosca de' tuoi miti altari
Le benedette soglie?
O Vergine, o Signora, o Tuttasanta,
Che bei nomi ti serba ogni loquela!
Più d'un popol superbo esser si vanta
40 In tua gentil tutela.
Te, quando sorge, e quando cade il die,
E quando il sole a mezzo corso il parte,
Saluta il bronzo, che le turbe pie
Invita ad onorarte.
45 Nelle paure della veglia bruna,
Te noma il fanciulletto; a Te, tremante,
Quando ingrossa ruggendo la fortuna,
Ricorre il navigante.
La femminetta nel tuo sen regale
50 La sua spregiata lacrima depone,
E a Te beata, della sua immortale
Alma gli affanni espone;
A Te che i preghi ascolti e le querele,
Non come suole il mondo, né degl'imi
55 E de' grandi il dolor col suo crudele
Discernimento estimi.
Tu pur, beata, un dì provasti il pianto,
Né il dì verrà che d'oblianza il copra:
Anco ogni giorno se ne parla; e tanto
60 Secol vi corse sopra.
Anco ogni giorno se ne parla e plora
In mille parti; d'ogni tuo contento
Teco la terra si rallegra ancora,
Come di fresco evento.
65 Tanto d'ogni laudato esser la prima
Di Dio la Madre ancor quaggiù dovea;
Tanto piacque al Signor di porre in cima
Questa fanciulla ebrea.
O prole d'Israello, o nell'estremo
70 Caduta, o da sì lunga ira contrita,
Non è Costei, che in onor tanto avemo,
Di vostra fede uscita?
Non è Davidde il ceppo suo? Con Lei
Era il pensier de' vostri antiqui vati,
75 Quando annunziaro i verginal trofei
Sopra l'inferno alzati.
Deh! a Lei volgete finalmente i preghi,
Ch'Ella vi salvi, Ella che salva i suoi;
E non sia gente né tribù che neghi
80 Lieta cantar con noi:
Salve, o degnata del secondo nome,
O Rosa, o Stella ai periglianti scampo,
Inclita come il sol, terribil come
Oste schierata in campo.
XXVIII
IL NATALE
[13 luglio-29 settembre 1813]
Qual masso che dal vertice
Di lunga erta montana,
Abbandonato all'impeto
Di rumorosa frana,
5 Per lo scheggiato calle
Precipitando a valle,
Batte sul fondo e sta;
Là dove cadde, immobile
Giace in sua lenta mole;
10 Né, per mutar di secoli,
Fia che riveda il sole
Della sua cima antica,
Se una virtude amica
In alto nol trarrà:
15 Tal si giaceva il misero
Figliol del fallo primo,
Dal dì che un'ineffabile
Ira promessa all'imo
D'ogni malor gravollo,
20 Donde il superbo collo
Più non potea levar.
Qual mai tra i nati all'odio,
Quale era mai persona,
Che al Santo inaccessibile
25 Potesse dir: perdona?
Far novo patto eterno?
Al vincitore inferno
La preda sua strappar?
Ecco ci è nato un Pargolo,
30 Ci fu largito un Figlio:
Le avverse forze tremano
Al mover del suo ciglio:
All'uom la mano Ei porge,
Che si ravviva, e sorge
35 Oltre l'antico onor.
Dalle magioni eteree
Sgorga una fonte, e scende,
E nel borron de' triboli
Vivida si distende:
40 Stillano mèle i tronchi
Dove copriano i bronchi,
Ivi germoglia il fior.
O Figlio, o Tu cui genera
L'Eterno, eterno seco;
45 Qual ti può dir de' secoli:
Tu cominciasti meco?
Tu sei: del vasto empireo
Non ti comprende il giro:
La tua parola il fe'.
50 E Tu degnasti assumere
Questa creata argilla?
Qual merto suo, qual grazia
A tanto onor sortilla?
Se in suo consiglio ascoso
55 Vince il perdon, pietoso
Immensamente Egli è.
Oggi Egli è nato: ad Efrata,
Vaticinato ostello,
Ascese un'alma Vergine,
60 La gloria d'Israello,
Grave di tal portato:
Da cui promise è nato,
Donde era atteso uscì.
La mira Madre in poveri
65 Panni il Figliol compose,
E nell'umil presepio
Soavemente il pose;
E l'adorò: beata!
Innanzi al Dio prostrata,
70 Che il puro sen le aprì.
L'Angel del cielo, agli uomini
Nunzio di tanta sorte,
Non de' potenti volgesi
Alle vegliate porte;
75 Ma tra i pastor devoti,
Al duro mondo ignoti,
Subito in luce appar.
E intorno a Lui, per l'ampia
Notte calati a stuolo,
80 Mille celesti strinsero
Il fiammeggiante volo;
E accesi in dolce zelo,
Come si canta in cielo,
A Dio gloria cantar.
85 L'allegro inno seguirono,
Tornando al firmamento:
Tra le varcate nuvole
Allontanossi, e lento
Il suon sacrato ascese,
90 Fin che più nulla intese
La compagnia fedel.
Senza indugiar, cercarono
L'albergo poveretto
Que' fortunati, e videro,
95 Siccome a lor fu detto,
Videro in panni avvolto,
In un presepe accolto,
Vagire il Re del Ciel.
Dormi, o Fanciul; non piangere;
100 Dormi, o Fanciul celeste:
Sovra il tuo capo stridere
Non osin le tempeste,
Use sull'empia terra,
Come cavalli in guerra,
105 Correr davanti a Te.
Dormi, o Celeste: i popoli
Chi nato sia non sanno;
Ma il dì verrà che nobile
Retaggio tuo saranno;
110 Che in quell'umil riposo,
Che nella polve ascoso,
Conosceranno il Re.
XXIX
LA PASSIONE
[3 marzo 1814-15 ottobre 1815]
O tementi dell'ira ventura,
Cheti e gravi oggi al tempio moviamo,
Come gente che pensi a sventura,
Che improvviso s'intese annunziar.
5 Non s'aspetti di squilla il richiamo;
Nol concede il mestissimo rito:
Qual di donna che piange il marito,
È la veste del vedovo altar.
Cessan gl'inni e i misteri beati,
10 Tra cui scende, per mistica via,
Sotto l'ombra de' pani mutati,
L'ostia viva di pace e d'amor.
S'ode un carme: l'intento Isaia
Proferì questo sacro lamento,
15 In quel dì che un divino spavento
Gli affannava il fatidico cor.
Di chi parli, o Veggente di Giuda?
Chi è costui che, davanti all'Eterno,
Spunterà come tallo da nuda
20 Terra, lunge da fonte vital?
Questo fiacco pasciuto di scherno,
Che la faccia si copre d'un velo,
Come fosse un percosso dal cielo,
Il novissimo d'ogni mortal?
25 Egli è il Giusto, che i vili han trafitto,
Ma tacente, ma senza tenzone;
Egli è il Giusto; e di tutti il delitto
Il Signor sul suo capo versò.
Egli è il santo, il predetto Sansone,
30 Che morendo francheggia Israele;
Che volente alla sposa infedele
La fortissima chioma lasciò.
Quei che siede sui cerchi divini,
E d'Adamo si fece figliolo;
35 Né sdegnò coi fratelli tapini
Il funesto retaggio partir:
Volle l'onte, e nell'anima il duolo,
E l'angosce di morte sentire,
E il terror che seconda il fallire,
40 Ei che mai non conobbe il fallir.
La repulsa al suo prego sommesso,
L'abbandono del Padre sostenne:
Oh spavento! l'orribile amplesso
D'un amico spergiuro soffrì.
45 Ma simìle quell'alma divenne
Alla notte dell'uomo omicida:
Di quel Sangue sol ode le grida,
E s'accorge che Sangue tradì.
Oh spavento! lo stuol de' beffardi
50 Baldo insulta a quel volto divino,
Ove intender non osan gli sguardi
Gl'incolpabili figli del ciel.
Come l'ebbro desidera il vino,
Nell'offese quell'odio s'irrita;
55 E al maggior dei delitti gl'incita
Del delitto la gioia crudel.
Ma chi fosse quel tacito reo,
Che davanti al suo seggio profano
Strascinava il protervo Giudeo,
60 Come vittima innanzi a l'altar,
Non lo seppe il superbo Romano;
Ma fe' stima il deliro potente,
Che giovasse col sangue innocente
La sua vil sicurtade comprar.
65 Su nel cielo in sua doglia raccolto
Giunse il suono d'un prego esecrato:
I Celesti copersero il volto:
Disse Iddio: Qual chiedete sarà.
E quel Sangue dai padri imprecato
70 Sulla misera prole ancor cade,
Che, mutata d'etade in etade,
Scosso ancor dal suo capo non l'ha.
Ecco appena sul letto nefando
Quell'Afflitto depose la fronte,
75 E un altissimo grido levando,
Il supremo sospiro mandò:
Gli uccisori esultanti sul monte
Di Dio l'ira già grande minaccia,
Già dall'ardue vedette s'affaccia,
80 Quasi accenni: Tra poco verrò
O gran Padre! per Lui che s'immola,
Cessi alfine quell'ira tremenda;
E de' ciechi l'insana parola
Volgi in meglio, pietoso Signor.
85 Sì, quel Sangue sovr'essi discenda;
Ma sia pioggia di mite lavacro:
Tutti errammo; di tutti quel sacro -
santo Sangue cancelli l'error.
E tu, Madre, che immota vedesti
90 Un tal Figlio morir sulla croce,
Per noi prega, o regina de' mesti,
Che il possiamo in sua gloria veder;
Che i dolori, onde il secolo atroce
Fa de' boni più tristo l'esiglio,
95 Misti al santo patir del tuo Figlio,
Ci sian pegno d'eterno goder.
XXX
LA PENTECOSTE
[21 giugno-2 ottobre 1817]
Madre de' Santi, immagine
Della città superna,
Del sangue incorruttibile
Conservatrice eterna;
5 Tu che, da tanti secoli,
Soffri, combatti e preghi,
Che le tue tende spieghi
Dall'uno all'altro mar;
Campo di quei che sperano;
10 Chiesa del Dio vivente,
Dov'eri mai? qual angolo
Ti raccogliea nascente,
Quando il tuo Re, dai perfidi
Tratto a morir sul colle,
15 Imporporò le zolle
Del suo sublime altar?
E allor che dalle tenebre
La diva spoglia uscita,
Mise il potente anelito
20 Della seconda vita;
E quando, in man recandosi
Il prezzo del perdono,
Da questa polve al trono
Del Genitor salì;
25 Compagna del suo gemito,
Conscia de' suoi misteri,
Tu, della sua vittoria
Figlia immortal, dov'eri?
In tuo terror sol vigile,
30 Sol nell'obblio secura,
Stavi in riposte mura,
Fino a quel sacro dì,
Quando su te lo Spirito
Rinnovator discese
35 E l'inconsunta fiaccola
Nella tua destra accese;
Quando, segnal de' popoli,
Ti collocò sul monte,
E ne' tuoi labbri il fonte
40 Della parola aprì.
Come la luce rapida
Piove di cosa in cosa,
E i color vari suscita
Dovunque si riposa;
45 Tal risonò moltiplice
La voce dello Spiro:
L'Arabo, il Parto, il Siro
In suo sermon l'udì.
Adorator degl'idoli,
50 Sparso per ogni lido,
Volgi lo sguardo a Solima,
Odi quel santo grido:
Stanca del vile ossequio,
La terra a Lui ritorni:
55 E voi che aprite i giorni
Di più felice età,
Spose, che desta il subito
Balzar del pondo ascoso;
Voi già vicine a sciogliere
60 Il grembo doloroso;
Alla bugiarda pronuba
Non sollevate il canto
Cresce serbato al Santo
Quel che nel sen vi sta.
65 Perché, baciando i pargoli,
La schiava ancor sospira?
E il sen che nutre i liberi
Invidiando mira?
Non sa che al regno i miseri
70 Seco il Signor solleva?
Che a tutti i figli d'Eva
Nel suo dolor pensò?
Nova franchigia annunziano
I cieli, e genti nove;
75 Nove conquiste, e gloria
Vinta in più belle prove;
Nova, ai terrori immobile
E alle lusinghe infide,
Pace, che il mondo irride,
80 Ma che rapir non può.
O Spirto! supplichevoli
A' tuoi solenni altari,
Soli per selve inospite,
Vaghi in deserti mari,
85 Dall'Ande algenti al Libano,
D'Erina all'irta Haiti,
Sparsi per tutti i liti,
Uni per Te di cor,
Noi T'imploriam! Placabile
90 Spirto, discendi ancora,
A' tuoi cultor propizio,
Propizio a chi T'ignora;
Scendi e ricrea; rianima
I cor nel dubbio estinti;
95 E sia divina ai vinti
Mercede il vincitor.
Discendi Amor; negli animi
L'ire superbe attuta:
Dona i pensier che il memore
100 Ultimo dì non muta;
I doni tuoi benefica
Nutra la tua virtude;
Siccome il sol che schiude
Dal pigro germe il fior;
105 Che lento poi sull'umili
Erbe morrà non còlto,
Né sorgerà coi fulgidi
Color del lembo sciolto,
Se fuso a lui nell'etere
110 Non tornerà quel mite
Lume, dator di vite,
E infaticato altor.
Noi T'imploriam! Ne' languidi
Pensier dell'infelice
115 Scendi piacevol alito,
Aura consolatrice:
Scendi bufera ai tumidi
Pensier del violento;
Vi spira uno sgomento
120 Che insegni la pietà.
Per Te sollevi il povero
Al ciel, ch'è suo, le ciglia;
Volga i lamenti in giubilo,
Pensando a Cui somiglia;
125 Cui fu donato in copia,
Doni con volto amico,
Con quel tacer pudico,
Che accetto il don ti fa.
Spira de' nostri bamboli
130 Nell'ineffabil riso;
Spargi la casta porpora
Alle donzelle in viso;
Manda alle ascose vergini
Le pure gioie ascose;
135 Consacra delle spose
Il verecondo amor.
Tempra de' baldi giovani
Il confidente ingegno;
Reggi il viril proposito
140 Ad infallibil segno;
Adorna le canizie
Di liete voglie sante;
Brilla nel guardo errante
Di chi sperando muor.
XXXI
[OGNISSANTI]
Frammenti
...in omnibus Christus.
PAUL, Col., III, 11.
Multa quidem membra, unum autem corpus.
Cor., 1, XII, 20.
Omnes enim vos estis Unum in Christo Jesu.
Gal., III, 28.
[1821 (Parenti); novembre 1830 (Busetto); 1847 (Lesca)]
. . . . . . . . . .
Cercando col cupido sguardo,
Tra il vel della nebbia terrena,
Quel sol che in sua limpida piena
V'avvolge or beati lassù;
5 Il secol vi sdegna, e superbo
Domanda qual merto agli altari
V'addusse; che giovin gli avari
Tesor di solinghe virtù.
A Lui che nell'erba del campo
10 La spiga vitale ripose,
Il fil di tue vesti compose,
Del farmaco i succhi temprò;
Che il pino inflessibile agli austri,
Che docile il salcio alla mano,
15 Che il larice ai verni, e l'ontano
Durevole all'acque creò;
A Quello domanda, o sdegnoso,
Perché sull'inospite piagge,
All’alito d'aure selvagge,
20 Fa sorgere il tremulo fior,
Che spiega dinanzi a Lui solo
La pompa del candido velo,
Che spande ai deserti del cielo
Gli olezzi del calice, e muor.
25 E voi che, gran tempo, per ciechi
Sentier di lusinghe funeste
Correndo all'abisso, cadeste
In grembo a un'immensa pietà;
E come l'umor, che nel limo
30 Errava sotterra smarrito,
Da subita vena rapito,
Che al giorno la strada gli fa,
Si lancia, e seguendo l'amiche
Angustie con ratto gorgoglio,
35 Si vede d'in cima allo scoglio
In lucido sgorgo apparir;
Sorgeste già puri, e la vetta,
Sorgendo, toccaste, dolenti
E forti, a magnanimi intenti
40 Nutrendo nel pianto l'ardir;
Un timido ossequio non veli
Le piaghe che il fallo v'impresse:
Un segno divino sovr'esse
La man, che le chiuse, lasciò.
45 Tu sola a Lui festi ritorno
Ornata del primo suo dono;
Te sola più su del perdono
L'Amor che può tutto locò;
Te sola dall'angue nemico
50 Non tocca né prima né poi;
Dall'angue, che appena su noi
L'indegna vittoria compiè,
Traendo l'oblique rivolte,
Rigonfio e tremante, tra l'erba,
55 Sentì sulla testa superba
Il peso del puro tuo piè.
. . . . . . . . . . .
XXXII
[DIO NELLA NATURA]
Tu sì che a noi t'ascondi:
L'occhio ti cerca invano;
Ma l'opre di tua mano
Ti svelano, o Signor.
5 Tutto del tuo gran nome
In terra, in ciel, favella;
Risplende in ogni stella,
È scritto in ogni fior.
. . . . . . . . .
RIME DI DEVOZIONE
XXXIII
SUL NOME DI MARIA
[Settembre 1823]
Santo nome, in fra i mortali
Quale è il nome che ti avanza?
Tu sei nome di speranza,
Tu sei nome di pietà.
5 Se d'Adamo il pazzo orgoglio
Al Signor ci fa ribelli,
Per te, o Madre, siam fratelli
Di Colui che ci creò.
Per te ancora al Ciel perduto
10 Nostra mente si solleva;
Tu ci togli al fallo d'Eva,
Tu ci torni al primo onor.
Quando pesa sul cuor mio
L'ingiustizia dei mortali,
15 Quando a me verranno i mali,
Il tuo nome invocherò.
Se dei troppi falli miei
Caggio sotto all'empie some,
Ripetendo il tuo bei nome
20 Io mi sento confortar.
Egli è umìl non men che mondo,
Questo giglio delle valli;
Né perch'Ella è senza falli
Mai rigetta chi fallì.
25 Ché ben sa che s'Ella intatta
Tutto corse il tristo esigilo,
È sol grazia del suo Figlio,
Che la volle preservar.
Tu se' gioia ai cuori afflitti,
30 Tu se' guida ai passi erranti,
Tu se' stella ai naviganti,
Tu se' grazia ai regnator.
Se la vita è un tristo calle
Tutto sparso di ruine,
35 Questa rosa in fra le spine
Il cammino allegrerà.
Tu conosci 1 nostri guai:
Per noi dunque il Figliuoi prega;
Se ad ogni uom Egli si piega,
40 Per la Madre che farà?
Non ti chieggo della terra
Le delizie passeggere,
Ne lo scettro del potere
Ne la febbre degli onor;
45 Prega Lui che alle nostre alme
Verso il Ciel dia corso e lena,
E la polvere terrena
Ci dia forza a disprezzar.
Fa che sempre io mi ricordi
50 Il colpevol viver mio,
Onde alfin, placato e pio,
Lo dimentichi il Signor;
Onde possa, ancor che indegno,
Rimirarlo senza velo,
55 E udir gli angioli del Cielo
Il tuo nome risuonar.
XXXIV
IL NATALE DEL 1833
Tuam ipsius animam pertransivit gladius.
LUC, II, 35.
[14 marzo 1835]
Sì, che tu sei terribile!
Sì, che in quei lini ascoso,
In braccio a quella Vergine,
Sovra quel sen pietoso,
5 Come da sopra i turbini
Regni, o Fanciul severo!
È fato il tuo pensiero,
È legge il tuo vagir.
Vedi le nostre lagrime,
10 Intendi i nostri gridi,
Il voler nostro interroghi,
E a tuo voler decidi.
Mentre, a stornare il fulmine
Trepido il prego ascende,
15 Sordo il tuo fulmin scende
Dove tu vuoi ferir.
Ma tu pur nasci a piangere;
Ma da quel cor ferito
Sorgerà pure un gemito,
20 Un prego inesaudito;
E Questa tua fra gli uomini
Unicamente amata,
Nel guardo tuo beata,
Ebra del tuo respir,
25 Vezzi or ti fa; ti supplica
Suo pargolo, suo Dio;
Ti stringe al cor, che attonito
Va ripetendo: È mio!
Un dì con altro palpito,
30 Un dì con altra fronte,
Ti seguirà sul monte,
E ti vedrà morir.
Onnipotente . . . . .
XXXV
STROFE PER UNA PRIMA COMUNIONE
Strofe da cantarsi da un coro di giovanetti alla prima Comunione nella I[mperial] R[egia] Chiesa prepositurale di Santa Maria della Scala in S. Fedele, Milano.
PRIMA DELLA MESSA
[1832]
Sì, Tu scendi ancor dal cielo;
Sì, Tu vivi ancor tra noi;
Solo appar, non è, quel velo:
Tu l'hai detto; il credo, il so;
5 Come so che tutto puoi,
Che ami ognora i tuoi redenti,
Che s'addicono 1 portenti
A un amor che tutto può.
ALL'OFFERTORIO
[1837]
Chi dell'erbe lo stelo compose?
10 Chi ne trasse la spiga fiorita?
Chi nel tralcio fe' scorrer la vita?
Chi v'ascose dell'uve il tesor?
Tu, quel Grande, quel Santo, quel Bono,
Che or qual dono il tuo dono riprendi;
15 Tu, che in cambio, qual cambio! ci rendi
Il tuo Corpo, il tuo Sangue, o Signor.
Anche i cor che t'offriamo son tuoi:
Ah! il tuo dono fu guasto da noi;
Ma quell'alta Bontà che li fea,
20 Li riceva quali sono, a mercè;
E vi spiri, col soffio che crea,
Quella fede che passa ogni velo,
Quella speme che more nel cielo,
Quell'amor che s'eterna con Te.
ALLA CONSACRAZIONE
[1832]
25 Ostia umìl, Sangue innocente;
Dio presente, Dio nascoso;
Figlio d'Eva, eterno Re!
China il guardo, Iddio pietoso,
A una polve che Ti sente,
30 Che si perde innanzi a Te.
PRIMA DELLA COMUNIONE
[1834]
Questo terror divino,
Questo segreto ardor,
È che mi sei vicino,
È l'aura tua, Signor!
35 Sospir dell'alma mia,
Sposo, Signor, che fia
Nel tuo superno amplesso!
Quando di Te Tu stesso
Mi parlerai nel cor!
ALLA COMUNIONE
[1834]
40 Con che fidente affetto
Vengo al tuo santo trono,
M'atterro al tuo cospetto,
Mio Giudice, mio Re!
Con che ineffabil gaudio
45 Tremo dinanzi a Te!
Cenere e colpa io sono:
Ma vedi chi T'implora,
Chi vuole il tuo perdono,
Chi merita, Chi adora,
50 Chi rende grazie in me.
DOPO LA COMUNIONE
[1832]
Sei mio; con Te respiro:
Vivo di Te, gran Dio!
Confuso a Te col mio,
Offro il tuo stesso amor.
55 Empi ogni mio desiro;
Parla, ché tutto intende,
Dona, ché tutto attende,
Quando T'alberga, un cor.
XXXVI
PER LA PRIMA COMUNIONE
Vieni, o Signor: ripòsati,
Regna nei nostri petti,
Sgombra da' nostri affetti
Ciò che immortal non è.
5 Discendi: ogni tua visita
Prepari un tuo ritorno,
Fino a quell'aureo giorno
Che ci rapisca in Te.
EPIGRAMMI, SCHERZI E COMPLIMENTI
XXXVII
[PARODIA D'ARIETTA MELODRAMMATICA
METASTASIANA]
Tu vuoi saper s'io vado,
Tu vuoi saper s'io resto:
Sappi, ben mio, che questo
Non lo saprai da me.
5 Non che il pudor nativo
Metta alla lingua il morso,
O che impedisca il corso
Quel certo non so che.
Vuoi ch'io dica perché non lo dico?
10 Non lo dico, oh destino inimico!
Non lo dico, oh terribile intrico!
Non lo dico, perché non lo so.
Lo chieggo alla madre
Con pianti ed omei:
15 Risponde: Vorrei
Saperlo da te.
Se il chieggo alla sposa:
Decidi a tuo senno,
Risponde: un tuo cenno
20 È legge per me.
Se il chieggo a me stesso
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