Fernanda Agüero
Narradora, poeta nacida en Salta
Esta joven cuentista nació en Salta; ha recibido numerosos premios como la primera mención – año 1997 - "Clara Linares Saravia Arias" del Concurso realizado por la Municiplaidad de Salta. Ha recibido menciones especiales por la Asociación de Escritores Argentinos y en el Concurso Nacional de Arrecifes “Atilio Giraudo”.
Su libro de cuentos “Durante la lluvia” ha sido aceptado por la crítica y acogido con entusiasmo en el ámbito regional. Está considerada una promesa entre los escritores de la nueva generación.
Libros publicados:
* Durante la lluvia.
* Ulises, el Otro.
* Antología Poesía Mujeres Eva decidió seguir hablando.
* Entre la cruz y el barro
1. En este cuerpo estuvo Eva
en este cuerpo estuvo Eva
bebiendo los tragos absurdos de su soledad
imaginando
que no hay alambres de púas
en mi cuello
ni cepos en los pies
mariposa de trapo
ala frágil
abrazo en la noche
me vuelve caminante su voz libertaria
arropa la infancia en un pueblo lejano
besa las huellas
el barro
el aire que ventila mi sangre
cuando la pienso
con sus pies sin dios sobre la tierra
en un rincón de mí
ella ha tejido una cruz que parpadea
De "Entre la cruz y el barro"
2. La muerte
la muerte
fue la cruz aquella con el fulgor del asesino
el amor
una daga corrompiendo su cuerpo y su mirada
el aire era cianuro
la serpiente en tu cuello
y el mundo (el frágil mundo )
el de las falsa amapolas
el de la muchacha rosa y sus perros
era atravesado por los tristes rostros del final
ya no sirve tu cántico cayendo en las trincheras
ya no serás la dama la fiesta el glamour
sobre el sendero humeante
el traperío
los cuerpos rotos
los nunca
los sin noche
los muertos
borran tu nombre del poema que quiero escribir
De: "Entre la cruz y el barro"
I
Ando medio desligada,
medio suspendida
entre las miradas
que no duermen,
siempre por partir
en medio de la bruma
que dejan aquellos
que pasan,
en medio de la nada,
de mí.
Medio moribunda,
remendando vidas
en las medianoches,
a media luz,
agazapada,
tanteando por si acaso
el amor,
los amores que parecen que llegan
de los pozos silenciosos
de la tierra.
Ando
desprendiéndome a veces
del cielo,
ambulante,
como la humedad
volatilizada,
que a veces se deshace,
se desborda,
se apaga.
II
Sacúdete un poco
la arrogancia
que impregna
de amores corrosivos
cuantos cuerpos.
Despídete
de esos entrelazos
de sábanas
que soñabas, inútilmente,
podrían cobijarte.
Suelta
tu savia corrompida,
olvídala,
como se olvidan
los ríos sin final
de los inviernos.
Sólo podrías tomar
estos ojos,
un poco de mis manos,
las huellas,
las pausas que dejan
los ausentes
y sentir
que la vida está
en la profundidad
que se dibuja
en las esperas.
III
Suelto la pena
como antes soltaba
las hojas
en los bosques.
La saco y la conduzco
hasta el umbral
donde moran
las cruces
y el abismo.
Ella vuelve
y menoscaba
el tiempo que me queda,
que me ata
con sus nudos
por las noches,
urgando
respuestas, palabras,
que no sé,
que no supe nunca,
como de dónde
podrían surgir las lágrimas
que inundan
las tardes copiosas
que rejunto,
obsesivamente
en los manuscritos
de la historia.
IV
Bar Madrid
Una mujer
trasmigra
con su vuelo
los blandos cuerpos
de la noche.
Hieren sus cristales
la carne,
embriaga los versos
que se cuelgan
de los techos
y en los agujeros
de los pensamientos.
Mira por sus ojos,
los de aquellos
que huyen
de la luz,
de los besos rutinarios,
de las flores muertas,
cotidianas.
Corroe con su aroma
de sexo maldecido
por las brujas
y deja que su vino
se vuelque en los bordes
de la eternidad.
POEMA 1
No sabes ya
de qué color son mis pechos
que se transparentan
en mi cuerpo.
No sabes que no hay centauros
trepando por mis muslos,
arándome bajo un sol
inextinguible,
no sabes porque murmuran
los fantasmas en mis oídos,
ni sabes que las telarañas
se tejen en mi cuello
desmadejándome.
Todos los olvidos me arropan
en la noche, en esta hora
en que la paciencia
tiene dientes de hiena.-
POEMA 2
Cuando en la comisura
de mis piernas,
alas abiertas de los relatos mundanos,
dejen de dibujarse
esos pájaros de espuma
que confunden mi ombligo
con el mar
volviéndose mudos,
desarticulando mis pasos,
mis nombres escritos por la savia de aquellos
que hicieron girar los espejos,
para desencontrarme.
Cuando la sombra estrafalaria
que guarda mi vientre
se disperse, abandone su oficio
de guía por las noches,
de barca, de farol,
y yo aparezca un día deshabitada,
solo entonces podré creer
que a veces los espíritus emigran,
que el límite de la sangre
se dispersa en el viento
y que será el momento
de volver al punto de partida.-
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