Anacreonte
Anacreonte (en griego Ἀνακρέων) fue un poeta griego nacido en la ciudad jónica de Teos, situada en la costa de Asia Menor (actualmente Siğacik, en Turquía), más o menos en la época de la muerte de Safo de Lesbos.
Se supone que su vida discurrió entre los años 572 y 485 a. C. Escapando de la amenaza persa, los habitantes de la Jonia emigraron a Tracia, donde fundaron Abdera. Junto a ellos llega el joven poeta y se piensa que en esa ciudad escribe sus primeros versos. De Abdera pasó a Samos, a la corte del tirano Polícrates, quien lo llama para que sea maestro de su hijo homónimo. Tras el asesinato de Polícrates (522 a. C.), Anacreonte se traslada a Atenas, a la corte de los Pisistrátidas, gobernada por Hipias. Hipias mandó un barco especial para trasladarlo, según cuentan Herodoto y el pseudo-Aristóteles. Después de esto, se pierde su rastro, pero es de suponerse que murió en Atenas, en donde han sido encontradas estatuas suyas y otras con dísticos de su autoría.
Sus obras
Su lírica, de tono hedonista, refinado e irónico, como se puede ver en los últimos comentarios hallados en los Papiros de Oxirrinco, canta los placeres del amor (tanto de hombres como de mujeres) y el vino, y rechaza la guerra y el tormento de la vejez, así como el culto a Dioniso, apenas en expansión en su época. Junto con Safo y Alceo forma el grupo de los poetas griegos más íntimos que cantaron acompañados por la lira. Crinágoras establece en seis sus libros, aunque tenemos rastros de tres, contradicción explicable por las diversas ediciones a lo largo del tiempo, pues las nuestras corresponderían a las ediciones alejandrinas.
El amor para Anacreonte es algo fundamentalmente sensual, fugaz y pasajero. Sus composiciones sobre ese tema son sumamente breves, como quedó demostrado por los nuevos descubrimientos. Son famosos sus poemas dedicados a una "muchacha joven" a quien llama «potra tracia», así como aquellos que hacen referencia a juegos entre el poeta y algún joven del que estuviera enamorado (Smerdies, Batilo y Cleóbulo). Ha pasado a la posteridad como el poeta de los banquetes. Entre los nuevos fragmentos, hay muchos que hacen mención a Polícrates, a veces como si fuese mujer y a veces como si fuese hombre.
Sus poemas fueron copiados e imitados en época más tardía: le fueron asignados a él en su totalidad aunque en la actualidad se supone que no son suyos. A este compendio de poemas se le llama Anacreónticas y pertenecen, en su mayoría, a la época bizantina.
Anacreonte afirmaba con frecuencia, haciendo referencia a la relación que la poetisa Safo mantuvo con sus alumnas, que ésta había sentido un amor sexual por ellas. Tales afirmaciones fueron causa de rumor y con el paso del tiempo se extendieron de tal modo, que debido a ello nacieron los términos «lesbianismo» y «safismo», que aluden a la homosexualidad femenina, en referencia al rumor extendido al respecto de Safo de Lesbos por el poeta.
Traducciones
Juan Ferraté: Líricos griegos arcaicos. Edición bilingüe. Seix Barral. Barcelona. 1968.
Carlos García Gual: Antología de la poesía lírica griega. Siglos VII- IV a. C.. El libro de bolsillo, 782. Alianza Editorial. Madrid. 1980.
Francisco Rodríguez Adrados: Lírica griega arcaica. Biblioteca Clásica, 31. Gredos. Madrid. 1986.
Rubén Bonifaz Nuño: Antología de la lírica griega. Edición bilingüe. Nuestros clásicos, 71. Universidad Nacional Autónoma de México. México. 1988.
Miguel Castillo Didier: Anacreónticas. Edición trilingüe y cuatritextual. Centro de Estudios Griegos Bizantinos y Neohelénicos. Universidad de Chile. Santiago de Chile. 1999.
Juan Manuel Rodríguez Tobal: Anacreonte. Poemas y fragmentos. Edición bilingüe. Hojas de Poesía. Pavesas. Segovia. 2000.
Aurora Luque: Los dados de Eros. Antología de poesía erótica griega. Edición bilingüe. Poesía Hiperión, 386. Hiperión. Madrid. 2000.
Emilio Suárez de la Torre: Antología de la lírica griega arcaica. Letras universales, 343. Cátedra. Madrid. 2002.
Juan Manuel Rodríguez Tobal: El ala y la cigarra. Fragmentos de la poesía arcaica griega no épica. Edición bilingüe. Hiperión. Madrid. 2005.
José Luis Calvo Martínez: Antología de poesía erótica griega. Edición bilingüe. Letras universales, 414. Cátedra. Madrid. 2009.
Mauricio López Noriega: Anacreonte. Poemas y fragmentos. Edición bilingüe. Textofilia Ediciones. México. 2009.
Janitzio Villamar: "Fragmentos". Editorial Estigia. México, 2013.
LA DE LESBOS
Otra vez su pelota color púrpura
me arroja el rubio Eros
y me invita a jugar con una niña
que calza unas sandalias de colores.
Pero ella--que es de Lesbos la de las nobles calles--
cuando ve mi pelambre, ya blanca, la desprecia
y entreabre su boca en pos de otra.
INDÓMITA
¿Por qué, potrilla tracia
me observas de reojo
y me huyes, implacable,
creyendo que no soy
experto en nada útil?
Pues sabe que hábilmente
el freno te pondría
y tomando tus riendas
doblarias conmigo
las lindes del estadio.
Ahora paces en prados
brincas con ligereza
retozona; no tienes
ningún jinete diestro
que a tus lomos se suba
EROS
De nuevo me partió Eros con enorme mazo,
cual un herrero, y en el tempestuoso torrente me templó.
Antología poética
Anacreonte
LA LIRA
Quiero ensalzar cantando a los Atridas,
quiero cantar a Cadmo,
mas de mi lira los sonoros nervios
tan sólo amores dicen.
Otra lira pulsar en otro tono
quise, con nuevas cuerdas
y al pretender cantar al fuerte Heracles,
tan sólo amores respondió mi lira.
Héroes, dejad de enardecer mi mente,
porque mi lira, sólo amores canta.
DE LAS MUJERES
Naturaleza, a los feroces toros
dio temible defensa con sus astas,
cascos a los caballos,
rápidos pies a las veloces liebres,
a los leones dientes poderosos,
el volar a las aves,
el nadar a los peces
y a los hombres la fuerza de sus miembros.
¿Tal vez a la mujer dejó olvidada?
¿Cuál arma le ha entregado? La belleza:
el escudo más fuerte;
la espada más aguda;
pues la mujer con ella
domina los aceros y las llamas.
EL AMOR
Cuando la media noche se acercaba
y el signo de la Osa se volvía
a la mano de Bootes;
cuando los hombres en el blando lecho
yacían, del trabajo fatigados,
el Amor a mi puerta cauteloso
llegóse, golpeando las aldabas.
-¿Quién a estas horas – dije- hasta mi puerta viene, a turbarme el sueño?
-Abreme – contéstome el caminante-;
soy un niño; no temas por tu vid:
azótame la lluvia,
y en la cerrada noche me he perdido.
Al escuchar sus quejas,
de compasión se estremeció mi pecho
y encendiendo mi lámpara,
abrí la puerta y penetró el muchacho.
Traía el arco al hombro
colgado, y el carcaj lleno de flechas.
Sentados junto al fuego,
calentaba sus manos con mis manos
y le enjugaba el húmedo cabello.
Mas él, quitado el frío
quiso probar el arco, y si la cuerda
rota del agua estaba.
Tendiólo, y con el dardo,
me hirió en el corazón, con venenosa
herida, como un tábano rabioso.
-¡Alégrate, amigo,
huésped –dijo riendo-;
el arco estaba sano,
mas tú quedas herido para siempre!
DE SÍ MISMO
Sobre los verdes mirtos recostado
quiero brindar, y sobre tiernos lotos,
y que al Amor, al cuello
con una cinta el palio recogido,
escancie el vino en mi profunda copa.
La breve vida pasa dando vueltas
cual la rueda de un carro,
y cuando se deshagan nuestros huesos
yaceremos en polvo convertidos.
¡Para qué entonces derramar ungüentos
sobre la tierra helada? ¿De qué sirve
libar sobre la tierra que nos cubra?
Mejor úngeme ahora,
coróname de rosas perfumadas
y haz que se acerque la mujer que adoro...
Mientras llega el momento
de acudir a las danzas infernales,
quiero vivir ajeno de cuidados.
LAS ROSAS
Derramemos el vino
sobre las frescas rosas,
que es flor de los amores.
Apuremos las copas
ciñendo nuestras sienes
con floridas coronas.
Entre todas las flores
la más bella es la rosa:
ríe la primavera
al romper su corola:
con ella se complacen
los dioses, y ella adorna
del hijo de la diosa Citerea
la cabellera blonda
cuando va con las Gracias
danzando en las praderas olorosas.
Ciñamos nuestras sienes, ¡oh Dionisos!
con floridas coronas,
y yo, cantando al eco de la lira,
danzaré ante las aras con la moza
de más alivio seno, coronado
de guirnaldas de rosas.
LA FIESTA
Apuremos los vasos
ciñéndonos las sienes
de coronas de rosas.
Una gentil doncella
de blancos pies ligeros
danzará sobre flores
al compás de la lira,
agitando en el aire
los tirsos enlazados
con guirnaldas de hiedra,
y un hermoso mancebo
de cabellos de oro
la cítara armoniosa
tañera, mientras dulce
brotará de sus labios
una canción de amores.
Y Eros, el de la rubia
cabellera, y Lieo,
y la gentil Citeres,
reinarán en la fiesta,
regocijo de viejos y de mozos.
DEL AMOR
El importuno Eros,
azotando mi rostro
con olorosa rama de jacintos,
me mandaba correr tras de sus pasos.
El ardiente sudor me fatigaba,
atravesando selvas,
torrentes y profundas cortaduras.
Mi corazón a la nariz subía
y sin aliento me dejaba. Entonces,
tocándome la frente con las alas,
“¡Tú no puedes amar!”, dijo riendo.
LA PALOMA
Amable palomilla,
¡ay!, ¡ay! ¿de dónde vuelas?
¿De dónde por los aires
caminas tan ligera?
¡Qué fragantes aromas
espiras y goteas!
¿Quién eres, dí, quién eres
y qué cuidados llevas?
“Mandóme Anacronte
que a su Batilo fuera,
al muchacho tirano
que a todos hoy sujeta.
Compróme de Dione
por una cantilena;
desde entonces le sirvo
en cosas de gran cuenta.
Ora, cual ves, le llevo
a Batilo estas letras,
y ha dicho que me haría
libre cuando volviera.
Mas quedaré su esclava,
aunque me diere suelta,
que vagar no me place
por montes y por selvas,
ni andar de rama en rama
posándome y, hambrienta,
manteniéndome sólo
de las frutillas secas,
cuando con pan ahora,
que en sus manos me muestra
y yo se lo arrebato,
mi dueño me alimenta,
y del vino que él bebe
me da también que beba,
y ya que estoy beoda
le bailo con mil fiestas,
y le hago sombra luego
con mis alitas tiernas,
y en su lira me pone
para que en ella duerma ...
Todo lo sabes, vete
pues más que la corneja
con tu pregunta, amigo
me has hecho ser parlera.”
A UNA DONCELLA
En un tiempo, de Frigia en la ribera,
en roca fue Niove transformada
y la hija de Pandión, como una alada
golondrina, cruzó la azul esfera.
¡Ay si en tu espejo yo me convirtiera
para poder gozar de tu mirada!
¡Si trocándome, en túnica, abrazada
a ti toda la vida me estuviera!
Onda quisiera ser para bañarte,
ungüento y perfumar tu piel de nieve,
banda y el alto seno sujetarte,
perla y fulgir en tu garganta hermosa,
¡o ser quisiera tu sandalia breve,
que, como tú la huellas, es dichosa!
DEL AMOR Y LA ABEJA
No vió Cupido una abeja
que, escondida entre unas rosas,
para labrar su colmena
ingeniosamente roba.
Madrugó para hurtar
lo que mañana borda,
haciendo sus materiales
de los llantos de la Aurora.
Fue a cortar un ramo dellas,
y ella, que ve que la cortan
jardín, sustento y riqueza,
al diós picó, venenosa.
Dio el niño licencia al llanto
soltó medroso las hojas,
y en sus lágrimas y en ellas
dio al prado nácar y aljófar.
-Muerto soy, madre- la dice-;
mi vida será muy poca,
porque una pequeña sierpe
y con alas, a quien nombran
los jornaleros abeja,
me ha picado. Mas la diosa
respondió: -Si una serpiente
de cuerpo y fuerza tan poca
puede dar dolor tan grande,
desarmada, humilde y sola,
¿cuánto mayor le darás
tú con las flechas que arrojas?
Bien es que sepas lo que es
dolor, y que le conozcas,
para que te compadezcas,
de muchos que por ti lloran.
EN UN FESTÍN
Alegres y gozosos,
dulce vino bebamos,
y en festivos cantares
celebremos a Baco,
al inventor del baile,
al amante del canto,
del niño Amor amigo
y de Venus amado.
De beodez amable
al padre soberano
de la risa y placeres,
que disipa cuidados,
que el dolor adormece;
y cuando el dulce vaso
los jóvenes ofrecen
de su licor mezclado,
cual viento impetuosos
van en tropel volando
los tristes pensamientos;
bebamos, pues, bebamos,
y en espumosas copas
embriaguemos cuidados.
¿Qué utilidad te viene
de los lamentos vanos?
Lo por venir, ¿quién sabe?
Pues al mortal no es dado
el saber de su vida
el destinado a plazo.
Por eso, yo, por eso,
bebiendo dulces vasos,
quiero danzas festivas
y de esencias bañado,
con hermosas doncellas
trabas lascivos lazos.
Tome pesar quien quiera,
aflíjanle cuidados,
y nosotros, contentos,
dulce vino bebamos,
y en festivos cantares
celebremos a Baco.
LA CIGARRA
Dichosa te llamamos,
cigarra que, en las ramas,
bebiendo del rocío,
como los reyes cantas.
Tuyo es el campo todo,
cuanto la selva abraza;
del labrador amiga,
a los mortales cara,
anuncias el Estío,
las Piérides te aman,
te otorga el mismo Febo
la voz sonora y grata.
¡Oh hija de la Tierra!
No la vejez te acaba,
impasible, sin sangre,
cantora dulce y sabia,
semejante a los dioses,
no del dolor esclava.
DE UN VASO DE PLATA
Fabrícame, maestro,
fabrícame una taza,
y el alegre Verano
por sus paredes graba;
el Verano, que cría
mil rosas y guirnaldas,
y haz que el licor exprese
la reluciente plata.
No quiero que me grabes
las ceremonias sacras,
destrozos extranjeros
ni alguna cosa mala.
Ponme al hijo de Jove,
Lieo, que derrama
mil plácidos licores
con Cipria venerada,
con Cipria, que preside
las bodas regaladas;
y luego un Cupidillo
desnudito y sin armas.
Pon también que retocen
las tres alegres Gracias
a la agradable sombra
de racimosa parra.
Añade unos mancebos
jugando; pero guarda
que entre ellos ande Febo
con bulla y algazara.
DE LA ROSA
Con la estación alegre
de flores coronada,
cantemos, dulce amiga,
las rosas delicadas.
La rosa de los labios
divinos es el ámbar;
la rosa es regocijo
de las humanas almas.
La rosa es el adorno
de las risueñas Gracias,
que en la estación de amores
con ella se engalanan.
De Cipris es recreo,
asunto de mil fábulas,
y del castillo coro
la predilecta planta.
¡Qué gusto arriesgarse
por cogerla entre zarsas!
¡Qué gusto entre las manos
saborear su fragancia!
En mesas y orgías
la rosa es necesaria
cual la luz; que no hay gusto
donde las rosas faltan.
Los brazos de las ninfas
y los dedos del Alba
son de rosa, y a Venus
rósea los vates llaman.
La rosa cura enfermos,
sepulcros embalsama,
vence al tiempo, que siempre
su olor juvenil guarda.
Digamos ya su origen:
Cuando la mar salda
de su bullente espuma
parió a la hermosa Pafia;
cuando de su cerebro,
de punta en blanco armada,
Jove parió a Minerva,
que al vasto Olimpo espanta.
brotó el rosal primero
Cibeles emulada,
cuajando de pimpollos
las ramas delicadas.
Los inmortales dioses
aplauden y lo bañan
con el bermejo néctar
porque las rosas nazcan.
Y entonces entre espinas
se desplegó gallarda
del adorable Baco
la flor más apreciada.
A UNA YEGUA
¡Yegua de Tracia, honor de la pradera!
Si llego a ti con palpitante seno,
¿por qué relinchas tú con vos de trueno
y, mirándome torva, huyes ligera?
¿Te parezco poltrón? Sabe, altanera,
que te pondrá mi mano rienda y freno,
y sobre ti, lanzándome sereno,
te haré girar en rápida carrera.
Pace libre por hoy: alegre salta
sobre la hierba, en tu feraz retrete,
que con mil flores Primavera esmalta.
No tardará en llegar hábil jinete
a domeñarte. Goza mientras falta
quien a la silla y carro te sujete.
PUBLICADO POR CARLOS ROUEN MENARD
http://poeticamentecorrecto.blogspot.com.es/2007/04/anacreonte-antologa-potica.html
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