Fernando Martínez Méndez
Guadalajara, Jalisco, México 1986. Ingeniero de profesión. Escribe bajo el seudónimo de Jose Fernando Ulúa. Participó en un par de diplomados literarios impartidos por la poeta jalisciense Patricia Medina en 2008 y 2014. Fue coautor en los libros de poesía Verbo Cirio VII y Memoria del Relevo editados por la Secretaría de Cultura Jalisco y Literaria Editores. Actualmente vive, o dice vivir, en algún bar de la ciudad, levantando de vez en cuando una cerveza oscura. Tiene un blog (http://andodeletreando.blogspot.mx/).
Obra literaria
Arsénico
anoche soñé contigo
en un mar de arsénico
antes de tocar el agua
y zambullirte en ella
miraste a tus espaldas
me viste chapoteando
con el miembro en mi mano
desintegrado y frío
saliste corriendo sola,
sí, te salvé la vida
Desmoronamiento
Se está desmoronando el mundo
mi pluma
sobre papel sin tinta
lo atestigua
tus ojos áridos
sobre el mar muerto,
tus manos,
navajas cortantes,
amputan mi miembro
lo lanzas a los cuervos
un lamborghini diablo
cruza la carretera,
frena delante de tus nalgas,
tu soberano pecho frondoso,
pezón de nieve, se eriza
se desmorona el mundo
frente a mis ojos
me vuelvo arena
el viento me pierde en el desierto
Analfabeta
me deshice del diccionario
en el que me apoyaba
para comprenderte
cuando decidí
amarte nada más
Modernidad
Ya te borré del facebook
ya no te sigo en twitter
borré tus fotos de instagram
eliminé tu número de mis contactos
desinstalé whatsapp
corté mi línea telefónica
me cambié de ciudad, es más,
me fui a otro estado,
desactivé mi GPS
le cambié el chip a mi celular
quemé cartas, fotos, flores disecadas
y demás antigüedades
que me traían tu recuerdo
fui a una sala de masajes
me presenté en el teatro
escribí algunas cosas
me inscribí a varios cursos
me gané dos diplomas
me aventé del boinji (así se escribe en Francia)
aprendí a fumar,
conocí lugares nuevos
dejé de ir con el psicólogo
me interné en el manicomio
contrataron nueva enfermera
y al verle el trasero te reconocí
maldita sea, todo el avance
que llevaba lo mandaste al carajo
con tus nuevas medias blancas
Ensueño
Tuve un sueño. La inmadurez de los viejos y el conformismo de los pobres lo mataron, le cortaron las alas, lo tumbaron a pedradas.
Lo acaricié por mucho tiempo, lo cuidé, lo podé, en temporadas de agua le ablandé la tierra, desatendí palabras ajenas acompañadas de pesimismo y conformidad.
Vislumbré una sociedad sin el cáncer de la pobreza, sin la peste del hambre, sin cadenas en el pensamiento; cada ser humano comprendía que el sentido de la vida no era otro que un continuo aprendizaje, sin represalias, sin infierno, sin paraíso, sin rescoldos.
Sin embargo, muchos se encerraban en sus iglesias, templos, mezquitas, adorando a un Dios incomprensible para ellos. Quienes comulgaban distinto, su Dios se transmutaba en odio hacia el hermano.
Comprendí que las oraciones no construyen la casa del hombre. Abandoné mi sueño por imposible, me entregué a la realidad sin represalias, y, como Zaratustra, me adentré en mi propio bosque.
Hostil Dios
desarma las armas nucleares ojivas de fisión
termina con la guerra Dios hostil
porque tú todo lo puedes pero nada lo intentas
quítanos el hambre la sed el hambre
sí, otra vez el hambre porque tenemos mucha
arráncanos la maldad
semejanza de tu imagen
amárranos las manos
quítale el poder a los bocones
líbranos del libre albedrío
mátanos a los malos
mata la maldad sobre la tierra
corta el índice del hombre que oprime
un botón y lanza un misil intercontinental
que marchita las flores a su paso
amputa la mano del otro que dirige
el blanco hacia la ciudad
rompiendo el silencio
emulando la luz a media noche
sofocando el frío en una onda expansiva
que nos ensordece y nos deja
completamente inmóviles
atrapados en el sueño perturbador
de los que callan
La cajera del supermercado
Cómo olvidar, mamá, a la cajera del supermercado.
Esa muchacha alta con sus piernas largas
y torneadas, llenas de vida, entre las cuales
florecían mis sueños de adolescente.
Cómo olvidarla mamá, si cuando entraba
por la puerta de empleados me imaginaba
ser yo el vigilante que paseaba sus manos
a través de su cuerpo, con el pretexto de
encontrar entre sus senos algún producto
extraído de la tienda.
Cómo olvidar su gafete colgando de su blusa
desabotonada, dejando al descubierto
su pecho sigilosamente; a fuerza recuerdo
su nombre por las tantas ocasiones
que miraba con cautela a la altura de su cuello.
Cómo olvidar, mamá, su cabello negro,
ese rizo a mitad de su frente, sonrisa entre
sus ojos castaños que se volvían de miel
a los rayos del sol; me gustaba su sonrisa
mientras pasaba los productos por la banda
para que yo los empacara en bolsas de polietileno.
Cómo olvidar el ligero roce de nuestras manos
a la hora de cambiarle mi morralla, tras una corta
jornada de cuatro horas que siempre dejaban
en mi corazón ganas incontenibles de mirarla más.
Cómo olvidarla si cuando limpiaba su caja,
inclinaba con suavidad su cuerpo hacia donde
yo la veía, o al levantar cualquier moneda
tintineante que yo arrojaba al suelo ella sabía
que me tenía que dar la espalda mientras yo
sacudía por debajo, atento a su cortísima falda.
Cómo olvidar, mamá, los constantes refrigerios
de quince minutos en el comedor vacio al cuarto
para las ocho, donde el ruido de las máquinas
expendedoras de refresco y golosinas,
en complicidad con las luces apagadas,
confundían el jadeo de su voz y su falda levantada
y su blusa sin botones en la oscuridad de la sala.
Cómo olvidar, mamá, a la cajera del supermercado.
Le prometí buscarla en los supermercados del mundo
cuando, apenas cumplí mis 10 y seis años, abandoné
mi empleo de empacador voluntario para dar espacio
a un chico nuevo que ronde apenas los catorce.
Bomba H
Cae la bomba
cargada de hidrógeno
sobre la ciudad
abre la boca,
lanza su grito estruendoso,
marchita las flores
alcanzadas por su onda expansiva
miles de almas
cerraron sus ojos
bajo los escombros
de la ciudad sacudida
una niña de cinco años
quedó en mitad de la calle
abrazada de un perro asustado
Las canicas
Las canicas son ya de otra época
nuestros hijos ni los hijos de tus hijos
conocerán las reglas permutables
por el que gana "la mano",
una especie de democracia
sin otro pueblo que la suerte
algunas leyes clásicas que permitían un juego limpio aún ondean en mi memoria
-chiris pelas
-puya mueres
-doble y arco (antes de cada tiro)
disputas originadas por el descontento
tras perder el juego de la honra
provocaba estampidas de niños
con un hilo de sangre enraizado en la nariz
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