Carla Fabri
Es actriz, poeta y periodista, dirige desde hace una década un programa de radio semanal, y con Sándalo Rojo (1993 Primer Premio Concurso Voces Nuevas), dejó de ser inédita e incluso ganó un premio. Participó de un taller en Asunción con Ester de Izaguirre. Yiyi jambo cartonera editó una versión salvaje del mismo libro con el nombre de Sandalo pytä. Su última publicación, de 2011, es Sándalo blanco, en edición bilingüe español-bengalí, del que aquí leeremos algunos poemas. También colaboró con poemas en la antología de poesía erótica femenina parawayensis Ut Eros, Jakembo Editores, de 2009.
Madame Blavasky ava guaraní que con su campana tibetana sostiene cual axis mundo (invisible pero sonoro) la burbuja de nada para que las gotas de rocío, pe amanguy ju ymaiteguare, escriban para nadie–como dedos traviesos de niño sobre el vidrio- ese poema –clorofila que hace crecer la alegría.
El gato acurrucado
en el huerto
mira el tomate crecer
La palmera aquieta
su sombra
El viento ausencia sopla
Hablo desde una claridad
sin prisa
Desde una alta claridad
que envuelve la quietud
distantes vecindades
Mis hermanas mayores
se trenzan en batallas
de trenzas que los lazos
sueltan hasta el piso
Y tu madre enjuagaba
con azul la ropa en el laberinto
de amapolas arrulladas por un
coro de cigarras
Bebo el agua de la infancia
¡Cántaro!
Como si de la hierba
surgiera una voz propia invadiendo
el aire
Ese sonido interior del verde
brotaba incontenible
rompiendo las murallas
inundando descaradamente el
espacio
para copular
con la luz
y con el sol
Sobre las brillantes hojas
Sobre las finales hojas
de los árboles
Allá muy alto
donde solo
el misterio las alcanza
para transformarse en una danza
que acaricia
la tibieza de la tarde
Por eso los pájaros
detuvieron sus miradas
en mi pecho
o acaso lo gritaron
y nadie oyó
porque los oídos estaban en sus
trampas
Los poros, eso sí,
Algunos poros
Se estremecieron
Hasta la turbulencia
de un placer amparado
por el sueño de las aguas
que van buscando el mar
Igual, eran las tres de la tarde.
Allá afuera, en la ciudad
nada había sucedido.
SABRÁ DIOS, UNA NO SABE NADA
Domingo, 22 de marzo de 2009
Aquel 23 de marzo de 1999 me desperté con fiebre. Eran los efectos iniciales de una gripe que evolucionó hasta convertirse en mi gran gripe del Marzo Paraguayo. Recordé que era el aniversario de la muerte de mamá. “Con este malestar no voy a poder llevar flores a su tumba”, pensé, todavía en la cama.
Como a las ocho de la mañana,
escuché por Radio Ñandutí que Icho
Planás le informaba a Humberto
Rubín, desde el lugar del suceso,
que Luis María Argaña, vicepresidente
de la República, había sido
objeto de un atentado contra su
vida. En plena calle, a la luz del
día, en la diagonal Molas López y
Argüello, un grupo de sicarios a
cara descubierta lo habían acribillado
a balazos. Del susto, quedé
shockeada. La fiebre aumentó, la
gripe se instaló en mis bronquios
con su infección, y a partir de ese
momento quedé postrada. Hice
caso a las indicaciones del médico, y
entre la tos, la fiebre y los vómitos,
desde el reposo obligado, seguí por
televisión el desarrollo de aquellos
hechos, que los canales de televisión
cubrieron segundo a segundo.
Con la ayuda del zapping fui construyendo
mi mapa personal de
aquellos hechos. Pude armar mi
propio rompecabezas en base a las
declaraciones de cierta dirigencia,
en base a las reacciones de algunos
protagonistas, en base a la
evidente necesidad de figuretismo
de quienes no se querían perder
la oportunidad de aparecer como
patriotas, en base a la ingenuidad
de la gente común, que era arengada
a través de la tele, durante las
24 horas, para hacer presencia en
la plaza y defender la democracia.
El resto, ya se sabe cómo fue. Hoy,
quienes eran acusados de magnicidas
son amiguísimos aliados
de sus acusadores; los inculpados
de fascistas andan a sus anchas
como demócratas, de la manito con
aquellos que en el Marzo Paraguayo,
supuestamente, defendían la
democracia. En realidad no se sabe
nada. Quizás nunca se sabrá. Por
eso escribí este poema.
Marzo
No se arrojan palomas
al rostro de la muerte
ni muchachos de luz
entre serpientes
La mentira suelta
esparce su gelatina puerca,
baba humedeciendo las
estrellas que sin saber
por qué ni dónde explotan
inocentes
catedrales al galope sobre
caballos en plegaria lanzan piedras
con máscaras de ortiga a los tropiezos
pisan banderas desbocadas, se cae
un grito, se hunde la bala
¿De dónde llega la muerte?
¿Saber poco es una suerte?
El viento lastima,
sopla fuerte el olvido,
cuestiono mi confiabilidad
como testigo
No se arrojan palomas al
rostro de la muerte
-1999-
CARLA FABRI
Fuente: REVISTA DOMINICAL del diario ABC COLOR de fecha domingo, 22 de marzo del 2009
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