OSMUNDO ARRIOLA
(Guatemala, 4 de diciembre de 1886 - 8 de octubre de 1938)
POETA QUETZALTECO
• Nace en Quetzaltenango el 4 de diciembre de 1886. HIjo de Francisco Arriola e Isabel Villagrán de Arriola.
• En la Escuela de Artes y Oficios aprende la tipografía, actividad a la que se dedica.
• Colabora desde 1902 hasta 1938 en todas las publicaciones que se realizaron en Quetzaltenango. Es fundador y director del diario Cronos. Desempeña también, varios puestos municipales.
• Es uno de los miembros fundadores de los Juegos Florales. Además es el primer poeta laureado con su poema Canto a Minerva en 1916 y en 1917 vuelve a triunfar con Querido Rincón, trabajo considerado el mejor de cuantos exaltan a Xelajú y un monumento a la poesía americana.
• Obra poética: el libro de la tierra (1931) y el libro de la amada (1936).
• Fallece el 8 de octubre de 1938 en Quetzaltenango.
• En la década de los sesenta, la Municipalidad de Quetzaltenango y la Casa de la Cultura como un homenaje a su memoria develaron su busto a un costado del Teatro Municipal.
ANTOLOGÍA
CANTO A MINERVA
Atenas, sabia, Atenas del inmortal Perícles,
La que altiva y valiente tuvo un signo de honor
Para el numen glorioso que en aquellas edades
Era digna de la Historia de perpétua mención.
Aún viven tus dioses a travéz de los tiempos
Encarnando la idea de tu verbo creador;
Y las musas no han muerto porque Apolo aún dirige
Las cuadrigas que arrastran el gran carro del sol.
Y los faunos nervudos siguen siempre trotando
Como jóvenes toros temblorosos de ardor;
Y la dulce Filira en los tilos aún llora
El dolor de la vida del Centauro Quirón ...
¡Pero yo no te alabo por tu símbolo Venus,
ni por Baco triunfante que la uva exprimió;
yo, Atenas, te alabo, porque diste a Minerva
todos los homenajes de una consagración!
¡Que en los ínclitos tiempos en que fue la olimpiada
no hubo diosa más digna de tributos de amor,
ya por ser la más sabia, ya por ser la más viva
realidad que surgiera de la mente de un dios!
¡Oh Minerva impecable, majestuosa y severa,
la que a sus castidades no mordió la pasión,
aunque a Venus pudiera exornar con bellezas
de la línea sagrada que a su cuerpo exornó!
Yo le canto a la exelsa por prudente y por sabia,
Porque de las escrituras tuvo revelación
Y creó el alfabeto de inmortales milagros,
Que a los sabios que fueron del olvido salvó.
Yo le canto a la diosa que a la paz le dio símbolo,
No en las formas volubles de humana visión,
Sino que habló a la tierra y le pidió un olivo,
Y la tierra fecunda sus olivos le dió.
Y por eso añorantes y a travéz de los tiempos,
Al olivo se acogen para su redención,
Los que van en la vida tras el Arte y la Ciencia
Con la cruz de un ensueño de idealismos y amor.
¡Y los pueblos rebeldes que en la paz no creyeron,
ni el olivo llevaron que Minerva les dió,
por guerreros estirpes fueron siempre abatidos,
y de las libertades ignoraron el don!
¡Oh Minerva impoluta! Todo en tí es majestuoso,
y es así que la élade te rindiera su amor,
desde la hora en que Apolo como numen del día
dirigió las cuadrigas deslumbrantes del sol ...
¡Oh Minerva impoluta! Ya que soy un viajero,
y que al ir caminando soy también un cantor,
para seguir el viaje dadme un ramo de olivo
porque quiero llevarlo sobre mi corazón ... !
QUERIDO RINCÓN
Quetzaltenango, ciudad andina,
de antiguas greyes vergel soñado,
donde otros hombres al sol rindieran
culto divino, fueron pasando
dentro del misterio de las edades,
nobles y fuertes, solos y estáticos!...
Quezaltenango, ciudad altiva,
donde los cerros son la corona
de reina insigne, que antiguos dioses
te concedieron como altas donas,
cuando la madre Naturaleza
te dio esta forma!
Sobre esos montes que te circundan
los rayos buenos del sol se posan,
y las estrellas sobre ellos tiemblan
como bandadas de mariposas! ...
Extrañas joyas te conmovieron
desde los tiempos precolombinos;
recios volcanes desmoronaron
con gran estruendo los altos picos
y derramaron su ardiente lava
con los fragores de un cataclismo,
como si fuese la hora tremenda
de los anuncios apocalípticos,
en fin de un mundo que abrió sus flores
llenas de aroma, siglo tras siglo! ...
Pero en tu seno todo renace
como un milagro! ...Del tronco viejo
brota la orquídea! ...Prenden los líquenes
sobre las rocas! ...Robustos cedros
abren los brazos como en un éxtasis
de amor inmenso ... y del misterio
de oscuro cráter, donde se funden
quizá del oro los ricos nervios,
brotan las fuentes, como si en ellas
a grandes chorros brotara el cielo!
En tí se alegran todas las almas,
también los pechos por tí suspiran,
y los romeros del idealismo
que van de paso para otros climas
como siguiendo la alegre ruta
que señalaran las golondrinas,
en la hondonada de los senderos
a tus casales vuelven la vista,
y en sus alforjas de peregrino
guardan tu arena como reliquia!
Bajo tu cielo de azul intenso
todos los montes de azul se llenan,
y el sol se vuelve pastor divino
de todo aquello que canta y vuela,
de todo aquello que tiene aroma,
de todo aquello que sufre y reza:
quizá porque eres, Quezaltenango,
como una cumbre, y estás más cerca
de los jardines donde florecen
los nardos de oro de las estrellas!
Tú, cual la novia de ojos morunos
que miró el fondo del alma mía,
y en ella puso como un misterio
la honda ternura de sus pupilas,
aquí me tienes como cautivo
de tu belleza; en tí palpitan
mis emociones; por tí quisiera
no morir nunca, salvar mis días
que hacia el ocaso van presurosos,
y siempre, siempre llamarte mía! ...
Darte mis rimas de enamorado
bajo la santa quietud del cielo,
prenderme en llamas de amor profundo
en tus serenos recogimientos,
y cuando se abra como rosa
mi último verso,
saber ¡oh tierra! que has recogido
como una novia mis pensamientos;
que me has amado como una novia
bajo la lumbre de los luceros! ...
LAS CALLES DE MI TIERRA
Calles que recuerdan de tiempos lejanos
la heroica grandeza de los bisabuelos,
el trajín sonoro de oscuras contiendas,
el fervor patriota de oscuros guerreros.
Calles de mi tierra, sin orden, torcidas,
en donde se mueven buscando el misterio
las alas divinas de las mariposas,
la llama impalpable de los pensamientos ...
Por ellas pasaron los conquistadores
con sus iracundias, vestidos de acero,
sobre unos corceles alígeros que eran
¡del Apocalipsis los dragones fieros!
¡Por ellas pasaron en éxodo grande
las huestes indianas, cansados los miembros
de luchar sin fruto; sin lanzas, sin piedras,
vencidas las almas, heridos los pechos!
Pedro de Alvarado y Tecún, el indio
de alma noble y grande que los siglos vieron,
¡ en estas humildes calles ciudadanas
llevaron marciales su estandarte fiero!
¡ Por estas veredas pasó la bravura
noble, del gran indio que fuera al encuentro
de los invasores; reta al capitán,
y combate él solo por todo su pueblo... !
Aquí en nuestras calles quedaron marcadas
las huellas profundas de aquel alto esfuerzo:
¡matrices oscuras que cubre el olvido
y llenan de grava las manos del tiempo... !
¡ Pasan las edades y sus leyes cumplen ... !
La ciudad se extiende al pie de los cerros;
de rudos tapiales se forman las casas,
de montes de piedra se alinean los cerros!
Y surgen más sendas, sin orden, torcidas,
los conquistadores así las quisieron,
acaso añorando rincones queridos,
¡ ciudades morunas del solar ibero... !
¡ Oh las olvidadas rejas primitivas
que manos extrañas tallaron en cedro,
donde al sol se abrían los claveles rojos
al golpe de espada de unos ojos negros!
¡ Oh la copla amarga! ¡ Oh la copla dulce
que vibró en la noche llena de luceros,
y en la calle angosta prometió un palacio
con la melodía suave de los versos!
¡ Oh sonar lejano de espadas bravías,
correr de las rondas, cantar del sereno
que atento las horas de la noche espiaba,
y con voz de búho lanzaba al misterio!
¡ Correr cotidiano de las viejecitas
que oyeron las misas primeras del templo,
y en él despertaron la virtud que duerme,
y en él reposaron el último sueño... !
Y el amor que llora, y el dolor que sufre,
todo en estas calles pasó sin remedio,
como en ellas pasa la luz y la sombra,
¡ como en ellas pasan las quejas del viento... !
Y aún estas calles llenas del pasado
resisten el soplo bravío del tiempo,
como si estuvieran en ellas fundidas
¡ las epicas sombras de los bisabuelos ... !
¡ Como si evocaran el golpe sonoro
de las plantas recias, que sobre ellas fueron,
porque hoy, los que estamos bajo el sol, de aquellas
insignes figuras... ya nada tenemos...
XELAJUN - KIEJ
Esta es la tierra del imperio Quiché,
noble y guerrero;
estos sus prados son, estos sus montes;
este el pico tremendo
que rompió cataclismo fragoroso
en un lejano tiempo,
que escrito no está en libros
porque está en los capítulos soberbios
que el fiero Caprakán labró tremante
¡sobre el hosco ascetismo de los cerros!
Esta es la tierra de la encina y el roble,
del ciprés y del pino;
la tierra de las lianas trepadoras
que saludan al sol siglo tras siglo;
tierra de yerbas misteriosas,
tierra del mirto
que aromó y adornó la cabellera
hirsuta de los indio.
Aquí el milano de ojos como bolas de fuego
ha empapado sus garras
en sangre de torcaces; aquí el ave cantora,
rimando en las montañas
su milagroso gorjear,
ha dado ondulación a la palabra
de los primeros bardos adivinos,
testigos de la infancia
del indiano solar
que se formó con ruinas de la Atlántida...
...................................
¡Xelajún-Kiej, Xelajún-Kiej,
tierra de mis abuelos,
que al resistirse al paso terrorífico
de unos cíclopes fieros,
ceñida se quedó como una amada
por los brazos enormes de los cerros!
PASA LA PROCESION
Descubierta la calva relumbrosa
que azaetea el sol,
movido por las alas del misterio
de una fantástica visión,
va el indio, torvo,
el indio viejo del tambor,
con el pañuelo arcaico en la cabeza,
i primer guarismo de la procesión... !
Marchan con un pausado movimiento
las cofradías, una de otra en pos,
y muchachas de güipiles bordados,
frescas como fruta en sazón,
llevan la taza roja del incienso
que humea y da su olor,
y el viento riega en todos los balcones
que se abren para ver la procesión.
El palio de tisú con sus bordados
de oro bajo, cubre con devoción
una imagen tallada
por mano bruja de escultor;
y va como un jardín sobre los hombros
en que otrora descansa el azadón:
hombros macizos de cofrade
que de predios y trigos es señor,
y derrama en su patio las mazorcas,
y sorbe en negra jícara el atol...
¡ La chirimía brinda un ritmo mago
que cae triste sobre el corazón,
como diciendo cosas del pasado
hechas con sangre y con dolor!
Música de las guerras ya lejanas,
enardecido son
que aleteó como un trino en las montañas
cada fiesta del sol,
y que se eleva místico en el frente
de las arcaicas procesiones de hoy...!
Marchan las filas de la cofradía
por calles limpias que la fe adornó;
el pino que es su alfombra, bajo el paso
de las gentes, se quiebra y da su olor;
de los balcones caen flores;
todo es alegría de Dios,
y hierática pasa con sus luces
la coruscante procesión,
con sus fieles de traje pintoresco,
su chirimía y su tambor;
sus muchachas con güipiles bordados,
su incienso, su fervor,
y el deslumbrante lábaro de púrpura
que va en un asta como pabellón.
Viejos desfiles de las cofradías,
añoranzas de una edad que pasó:
cómo alegran la calma ciudadana
y despiertan del sueño al corazón,
el pasar religioso de los flancos
que azaetea el sol,
y guía el indio torvo,
el indio viejo del tambor!
TAL VEZ
¡Tal vez por imposible,
tal vez
por tus ojos selváticos, en donde
oscura noche tropical se ve;
tal vez porque eres fría como el ágata
invadiste hasta el fondo de mi ser,
y al quebrar los silencios de mi vida,
te amé!
Te amé por fuerte y por huraña,
porque te alzas como un cactus en flor,
y estás llena de espinas impalpables
para el temblor de una ilusión:
porque gimes blindada entre tus hielos
reteniendo en fantástico rubor
la llamarada santa de la vida
que en vano hace latir el corazón!
¡Ay amada que estás llena de enigma,
tal vez
por eso
te amé;
porque te abres fragante como el cactus
dentro de un deslumbrante atardecer;
porque en tu recia duda estás blindada;
porque te encuentro igual... hoy como ayer!
LAS COLEGIALAS
¡Por mi calle pasan como abejas
las rapazas. Y el cielo sonríe
de oír su algazara. Y las nubes
para verlas, de rosa se tiñen!
¡Rubias las mejillas, y las frentes
deslumbrantes, con ojos de gamo
que corre en las pampas, y va en pos
de la fresca sombra de los álamos!
¡Y las muchachitas escolares,
de mi calle cubren las aceras;
oprimen sus libros bajo el brazo,
-nube, luz y oro para las cabezas-!
¡Maestras en ciernes, se preparan
en la siembra de los silabarios;
siembra de semillas del espíritu
fecundadas con luz de Calvario!
¡Mañana, fundidas en la escuela,
cual vestales de edades lejanas,
pondrán nuevos libros de Mantilla
en las manos de otras estudiantas!
¡Y siempre, en mi calle, como abejas,
las rapazas que otrora pasaran,
irán con el libro bajo el brazo,
con el libro que es vino del alma!
EL POEMA DE LAS ROSAS
¡Blancas, bellas, pensativas,
como vírgenes que evocan
en su rostro, los matices
delicados de la aurora;
como amigas impecables
de miradas cariñosas
que sintieran de mi alma
sensitiva, las congojas;
como labios virginales
de divinas dulces bocas
que esperaran suspirando
las caricias de otra boca,
tal brotaban bajo un árbol
de presencia ensoñadora,
las cabezas pensativas
de las rosas!
¡Y pensé que me miraban
como a extraño, sorprendidas
de encontrarme junto a ellas
con la faz contemplativa;
hasta oí los cuchicheos
de sus bocas peregrinas
que lanzando sus protestas
de perfume, me aturdían
como alegres colegialas,
parloteras y agresivas!
Yo les dije: ¡Rosas bellas,
rosas puras, rosas mías,
un hermano soy que viene
de muy lejos; tras la vida
voy dejando mis nostalgias
como flores enfermizas,
y aunque he sido franco y bueno,
sólo traigo las espinas
que clavaron en mis manos
otras manos enemigas;
sed vosotras las amables
alegrías de mi vida;
sed vosotras mis hermanas,
sed vosotras mis amigas!
Y las rosas que sondearon
las verdades de mi pena,
me miraron como amigo;
y dijeron que en la tierra
compasiva para todos,
para todos noble y buena,
muchos son los que han caído
con la cruz de sus ideas:
¡Y me hablaron de los sueños
de las rosas; de bellezas
de ilusión contemplativa;
de su amor, de su pureza,
que ellas aman como aman
en el cielo las estrellas!
¡Oh las rosas perfumadas
de la tarde! ¡Oh las rosas
que han vivido sus hermosos
idealismos; que en la aurora
fueron rosas; que en la tarde
de la vida, fueron rosas,
porque el mal que es de los hombres
no llegó hasta sus corolas!
¡Yo quisiera haber tomado
de esa vida, pocas horas;
ignorar de la existencia
las promesas ilusorias
que se esfuman en la nada,
y vivir como las rosas
una vida de ilusiones,
momentánea... pero hermosa!
iY en mi tarde, ante el crepúsculo,
deshacerme en una estrofa,
como lo hacen las cabezas
pensativas de las rosas!
A UNOS OJOS
¡Ojos tristes que iluminan como soles
las profundas soledades de mi alma,
que en mis noches pensativas, resplandecen
en la mente cual dos grandes esmeraldas,
traspasando
con la espada
de su lumbre
mi esperanza!
¡Ojos verdes
que me matan,
qué benditas
añoranzas
entretejen
tus miradas
cuando tristes iluminan como soles
las profundas soledades de mi alma!
¡Ojos tristes del color de la esperanza
que rodeados de magníficas aureolas,
disimulan sus pesares con la nube
de hilos de oro que a su párpado hacen sombra;
qué exorcismos
atesoran
tus miradas
luminosas,
que aniquilan
y destrozan
los pesares
que me agobian!
¡Ojos verdes
donde moran
las supremas languideces de la tarde,
los divinos resplandores de la aurora!
¡Ojos verdes como mares de esmeralda,
yo quisiera naufragar en tus riberas
y sentir en mi agonía, como suaves
golpes de ola, tus miradas sempiternas
y sintiendo
tus grandezas,
y sondeando tus quimeras,
ir al fondo
de esa pena
fulgurante
que chispea
tras la nube de hilos de oro do dialogan
pensativas, tu tristeza y mis tristezas!
MI BASTÓN ROTO
De aquel bastón simbólico y querido,
que fuera un compañero
de las vicisitudes de mi vida,
sólo queda el recuerdo;
recuerdo de que fuera un fiel amigo,
servicial y discreto,
que siempre lo llevaba entre mi mano
porque siempre fue bueno,
y jamás me dejó por otras manos
en mi largo sendero.
Como voy por la vida siempre triste,
y también siempre solo,
no por falta de goces, sino porque
voy dudando de todo,
me acostumbré a la dulce compañía
de aquel bastón simbólico
que tocaron las manos virginales
de una virtud que adoro,
cuando se iba conmigo de visita
porque no estaba roto.
Otro bastón lo tengo arrinconado,
pendiente de una percha,
porque no tiene historia y porque nunca
la ha de tener tan bella:
¡Verdad es que otros pagan el cariño
con vulgares ofensas,
y cambian y aniquilan los recuerdos
por ilusiones nuevas;
pero yo he de añorar al que sostuvo
mi cansancio y tristeza,
cada vez que marqué mis duros pasos
sobre la dura tierra.
A bastón roto, me dirán, acaso,
lo substituye un nuevo,
como si los cariños extinguidos
no son luz de recuerdo;
como si las amables compañías
que soportan el peso,
y las agobiaciones y torturas
de nuestro abatimiento,
se pudieran cubrir con el enigma
de los cariños nuevos...
Por eso rememoro en mi nostalgia,
con amarga tristeza,
aquel bastón que para mí fue símbolo
de amistades sinceras;
de amistades sin mancha; de amistades
compasivas y buenas;
y porque me sostuvo en todas partes
con heroica firmeza,
y porque supo cuando me ofendieron
perdonar las ofensas,
pienso que mi bastón inolvidable,
me quería de veras...
EN ELOGIO DEL IDIOMA
Noble y garrida España de los reyes Alfonsos,
de Miguel de Cervantes y del Cid Campeador,
vengo a darte las gracias por el bien que me hiciste
al brindarme tu idioma y enseñarme a tu Dios.
¡Noble y garrida España de Isabel la Católica,
la que oyó las promesas de Cristóbal Colón,
vengo a darte mis cantos, que aunque soy de la América,
por tu Dios y tu idioma yo me siento español!
¡No evoquemos los días de lejanas conquistas
que tejieron coronas para el conquistador,
porque en toda conquista dominaron los fuertes
y la fuerza es un yugo del pasado y de hoy...!
¡No se toque esa gloria...! Poesía pretérita
es de edades que fueron y que hoy ya no son;
y la tierra es la misma, y el azul es el mismo,
y en las mismas palabras nos hablamos de amor.
Sí... ¡la tierra es la misma! Ahí están las montañas
que mordieron las plantas de la heroica invasión;
ahí está la grandeza secular de los árboles;
ahí el trino modula; ahí sueña el color.
Ahí están los picachos de quebrada estructura,
como rotas columnas de un amor que pasó,
donde esperan los buitres, somnolientos y graves,
con las alas abiertas la salida del sol...
Y nos queda el idioma como herencia de un reino,
en el alma, en la vida, en el gesto, en la voz;
¡y es tan manso al decirlo, y es tan suave al hablarlo,
que al pasar por los labios es como una canción!
¡Noble y garrida España de Isabel la Católica,
de Miguel de Cervantes y del Cid Campeador,
vengo a darte las gracias por el bien que me hiciste
al brindarme tu idioma y enseñarme a tu Dios...!
LA FUENTE DEL BOSQUE
¡Fuentes en que abrevaron los gamos dorados
de la virgen selva tropical,
en donde la india de la edad heroica
llenara su cántaro, grácil y sensual!
¡El fiero leopardo de ojos de esmeralda
tu linfa ondulosa con ansia lamió,
como si lamiera la piel de su hembra
después del idilio que el sol protegió!
¡Como un hada buena te diste a la tierra
en la transparencia plácida y sutil,
y tus brazos limpios, corrieron, corrieron,
como una caricia de abril... !
¡Tu onda tranquila que es igual a un seno
dulce y maternal, besó y arrulló
la cabeza rubia del lucero,
y en la tarde inmensa con él dialogó!
¡Oh el agua pura
que a todos las bocas su frescura da,
alegra a las flores, y fecunda y limpia
saltando armoniosa por los predios va...!
¡Como un viejo cántaro que olvidó en el bosque
el aliento heroico del fuego ancestral,
mi greda refresco
en tu cristalina corriente triunfal,
fuente en que abrevaron los gamos dorados
de la virgen selva tropical...!
EL NIÑO QUE LLORA
Del jardín de los niños
Mira que no llore la criatura,
hora es de cenar;
que haga bulla, que ría, que cante,
enséñale a hablar;
pero que no sufra: ¡dí que deje
de llorar... !
Que le den la trompeta dorada
y tremole el son
que preside a los hombres valientes:
¡canta la canción
que la abuela inventó para el niño
llorón!
Dale un beso. Tal vez con besarle
el rojo carmín
de las suaves y ardientes mejillas,
acabe el trajín:
¡muchas veces, también con un beso
se borró mi esplín...!
Acaso tiene hambre la criatura,
y quiere al llorar,
en la ubre dulce de la madre
su afán mitigar:
¡pon el fruto divino en su boca;
dale de mamar...!
¿Cómo es que no acudes al ruego?
¿Dónde está el fervor?
¡Es tan dulce del agua una gota
cuando hace calor,
y hace sed, en el fondo del alma,
y hay hambre de amor...!
¡Mira que no llore la criatura,
hora es de cenar;
que las rosas frescas de sus brazos
sientan tu mirar,
y caliente la fuente divina
le dé de mamar...!
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