domingo, 9 de octubre de 2011

4866.- JAVIER ALCAÍNS



JAVIER ALCAÍNS (Valverde del Fresno, Cáceres, 1963)
«Cuando tenía 14 o 15 años, me enteré que había un señor que se llamaba Luis Martín Santos que había escrito 'Tiempo de silencio' y dije, bueno, ya hay un Martín Santos, yo no le voy a hacer sombra a este hombre. Entonces me busqué este otro nombre, Alcaíns, que es un pueblo que está cerca de Castelo Branco y donde nació mi abuelo. Mi abuelo era portugués, era cantero, y se vino de joven al pueblo y allí conoció a mi abuela». Esa es la explicación por la que José Javier Martín Santos (Valverde del Fresno, Cáceres, 1963) se convirtió en Javier Alcaíns, un escritor que ha publicado en la colección La Gaveta de la Editora Regional de Extremadura su memorable 'La locura y las rosas' y que saltó al panorama nacional con tres libros de su serie bíblica 'Apocalipsis', 'Cantar de cantares' y 'Libro de Daniel' en la prestigiosa editorial Moleiro. En 1985 inició esa monumental tarea de recuperar, al estilo medieval (con caligrafías, miniaturas, orlas, etcétera) la forma de 'crear' libros manuscritos, lo que le ha convertido en un miniaturista de nuestro tiempo. Con una particularidad, Alcaíns no se limita a reproducir la iconografía de los antiguos monasterios, sino que la reinventa con elementos y características propios de un universo desbordado de poesía, imaginación y belleza.
Desde el año 1985 ha realizado 25 obras, entre ellas, aparte de la serie bíblica, -«aunque carezco de fe religiosa, creo que puedo iluminar libros bíblicos» ha escrito-, clásicos griegos y latinos, medievales (por ejemplo, el 'Libro de los Seres Prodigiosos', según las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, el 'Polifemo', de Góngora; el 'Diván de Tamarit' de García Lorca o 'Sepulcro en Tarquinia', de Antonio Colinas. A los que hay que sumar otros muchos escritos e ilustrados por él mismo: 'Bestiario del Insomnio', 'Arquitectura Melancólica' o 'Flora de Maralva', todos ellos bajo su sello editor: Javier Martín Santos.
Autodidacta, Javier Alcaíns trabaja como funcionario de la Diputación Provincial de Cáceres. No sabe calcular con exactitud el número de dibujos que lleva realizados. ¿Mil? «Mil son muchos. Quizás mil y uno, como Las Mil y una Noches», comenta risueño. Siempre utiliza témpera y a veces tinta de oro y tinta de plata. Cree que sus libros se pueden releer y sobre todo, «volver a mirar». Su madre murió después de padecer durante diez años la enfermedad de Alzheimer. Su primer libro se lo publicaron en Formación Profesional. «Yo tenía 17 años cuando se publicó, así que los poemas los escribiría entre los 15 y los 16 años. Me queda un ejemplar. Ahí firmé con mi nombre real. Yo quería utilizar el seudónimo, pero como era tan pequeño, no me hicieron caso». Ingresó en la Universidad por el turno de mayores de 25 años. «Mi idea era hacer Clásicas, que era lo que me gustaba, latín y griego, pero no podía porque tenía que trabajar. Me gustaba hacer los libros y tenía que elegir entre eso y la universidad, y opté por dejar la universidad».
El más ambicioso de sus libros bíblicos es el 'Génesis', que tiene a medias. «Ya lo doy por terminado, porque el Génesis es enorme. Llevo la mitad, y son 150 páginas. Pueden ser casi dos años de trabajo. Para terminarlo necesitaría otro tanto. Tengo nuevos proyectos, que me interesan más. De todas formas, el 'Génesis' lo voy a publicar, sin terminar, y que sea lo que Dios quiera».





DE Memoria de los viajes



EL CORAZÓN DE LA LLANURA EN EL SENTIDO

Caballo desbocado de mi vértigo,
sin freno ni jinete, la crin suelta,
los ojos sin un punto, sin un cielo
que alcanzar en la huida, turbios
como un goce enfermizo de locura,
sin cadenas, sin trabas, sin obstáculos,
el mundo es llano como el mar y sólido.
Caballo desbocado de mi vértigo,
el lomo sudoroso del galope,
el aliento en zozobra, el belfo al viento,
corre hacia regiones hiperbóreas,
hacia lugares nunca visitados,
como cuando era fácil desde las campanas
descubrir otra vez el Nuevo Mundo.
Dormir es agradable en paisajes helados,
en nieve nunca hollada, bajo árboles
de solemne quietud que esconden en sus ramas
aves de escarcha que apenas hacen ruido.
Como una muerte dulce
que repetidas veces se ha soñado
llega el momento de olvidar cadáveres,
de abandonar a su suerte estos lugares
que hay que atender como a enfermos
o como a niños indecisos.
¡Huye, vértigo, corre como un caballo
desbocado en la noche! En un palacio
de hielo muy lejano hay rosas
que suenan como el viento y en la sala
de los pergaminos ocultaron
una esfera de cristal y una piedra de oro.






DESPEDIDA EN VARSOVIA

Agitad nieve en vuestras lentas manos
para decirle adiós a la ternura.
Se fue en un tren fatigado hacia el olvido
una mujer. Era noviembre. Había
brillo de gemas en las negras pupilas
como en los primeros fuegos de artificio.

Tuvimos el amor en las manos
como se tiene un papel, como se tiene
una mariposa de quebradizas alas.
En nuestros desacostumbrados dedos
milagro hubiera sido que lograra durar.

A última hora, en el café
sólo se oye el tintineo que producen los vasos
al chocar bajo el agua, el fatigado roce de un cepillo
barriendo el suelo sucio de papeles.

Aún no he terminado esta copa.
Alrededor de mi cuello, un fulard blanco.
Saldré a la calle. En los portales
habrá oscuras parejas despidiéndose.
Cierro los ojos como si recordara
los labios estremecidos de cuna princesa oriental.

En la alta ventana de un edificio gris
hay una silueta femenina. Aparece ahora
un hombre. Discuten. Él la golpea.
Se pierden del cristal. La luz se apaga.
Poco antes del amanecer se escucha el llanto
de un niño muy pequeño.

Esparcid hojas secas por el lomo del viento
como si sintierais afligido el corazón.

Ella miraba por la ventanilla cuando el tren
se puso en marcha. No dijo adiós con la mano.
¿Qué paisajes verá? Iba como una reina
que abandona para siempre su país.

Se alejan del andén con prisa
las luces que pintaban los delgados rieles.
Tiemblan en el cielo helado las estrellas.

Para mujer tan triste
acertado presente serán lágrimas.







DE Teatro de sombras



LLUVIA

Con alta lentitud
hermosamente llueve.
El aire es una cueva de luz íntima
y la tarde un camino de regreso.
Se ha extendido un olor
de tierra despertada
que hechiza a los durmientes con susurros.
El lento ritmo de las gotas hace
detenerse a los pájaros
en ramas silenciosas,
adormece despacio el pensamiento,
aquieta la mirada
el color de las nubes
y florecen jardines de ceniza.
Con alta lentitud, hermosamente,
llueve sobre las calles,
y sobre paseantes solitarios,
y sobre azules ramos de jacintos,
sobre altas palmeras, sobre acacias,
en tiempo detenido. Ya parece
que van a visitarnos los recuerdos
y desdeñan la cita.
En el compás del tiempo
sucede nueva magia:
la apaciguada lluvia
y una lenta memoria sin imágenes.







PERFIL DE FANTASMA

Otro lugar no habitan los fantasmas
que el pecho que respira sin olvido,
castillo entre la bruma donde el tiempo
con mano dulce sembrará el espanto.
La luz desangelada de la aurora
no los conjura y en la piel persisten,
y en el insomnio, que semeja un pozo,
los alimenta el agua del pasado.
Hilo frágil apenas, delicado cabello
de nula fortaleza nos parecen,
telaraña que ha de quebrar un soplo
y niega la evidencia en el intento.
Licor hecho de azúcar, tardes lentas,
perfumes de otro tiempo, tal vez música
que se escucha muy lejos en la noche,
olor de tierra y lluvia, la nostalgia
y un poco de memoria embellecida
es suficiente para hacer que vuelvan
de los sepulcros que borró la luna,
con su paso silente y su tristeza
de caricia imposible, los fantasmas.






EN EL PECHO

De nada servirá haber aprendido
el nombre de los ríos de la China,
el nombre de las aves que alborotan
la amanecida de Nueva Zelanda,
los nombres de los montes y los astros,
los nombres de ciudades que tan sólo
son su nombre en nosotros o los nombres
de los dioses de Persia y sus dominios.
De nada servirá haber contemplado
los distintos colores y las páginas
de un antiguo salterio, ni las líneas
que cambian como llamas: la carrera
de un animal flexible, el lento rito
de la mano que toca un ojo triste,
las torres desde un lado o desde el otro.
De nada servirá cuanto abarcamos
si en el pecho no manan ríos de China,
si no cantan las aves en el pecho
tan sólo con nombrarlas, si no crecen
jardines y ciudades y leyendas...



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