sábado, 19 de febrero de 2011

ROMÁN LUJÁN [3.084]


Román Luján 


(Monclova, Coahuila; México 1975). Premio Nacional de Poesía Joven Abigael Bohórquez 1997 por Instrucciones para hacerse el valiente (CONACULTA - CECUT, 2000) y Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes Vidal por Deshuesadero (CONACULTA, 2006). Coautor del volumen de poesía visual Aspa Viento (FONCA, 2003) en colaboración con el pintor Jordi Boldó (versión electrónica en www.jordiboldo.com). Con el poeta Luis Alberto Arellano realizó la antología de poesía queretana Esos que no hablan pero están (FEQ, 2003) y codirigió la revista literaria Crótalo (1997-1999). Ha sido incluido en diversas antologías, entre ellas Zur Dos: Última Poesía Latinoamericana (Paradiso: Buenos Aires, 2004 y Bartleby: Madrid, 2005). Ha traducido a Ted Hughes y Michael Palmer, entre otros poetas de lengua inglesa. Estudia el doctorado en literatura hispanoamericana en la Universidad de California, Los Ángeles.





(2)

No es bonito el lenguaje; es tortuoso en su diafanidad de niebla, alondra en el pináculo del miedo, a la vista de todos. No es bonito aunque inspire la mar o la dorada certidumbre en los cabellos de Laura o de Beatrice. Animal de imprevistos, no sabe lo que mira. Aspaviento es sin hélices ni torres derribadas en la estupefacción de los periódicos. No se esconde en la savia de los tomos gastados, en la afluencia de eructos eruditos, en la valva amorosa. (No releeré este verso, lo consigno).

de Aspa Viento




Rosa bengalí

Pero fui delicado
Gonzalo Rojas

Hija de tigre, lasciva de fulgor en la ceguera
escrita de quien sostuvo al mundo
entre nudillos. Míralo: casi un feto al pie
de la escalera. Hija del amarillo respirar,
la ensoñación putita, digamos, que aparece
por costumbre a las seis, como una sombra
que aún hiedra las paredes de Querétaro.
Hija de la grandísima amargura, fiera
sinuosa que encharca en las mejillas
la sangre de febrero, la aciaga cabellera,
los pasos que me siguen desde entonces.
¿Por qué no diste vuelta en otra plaza,
cambiaste de andador sin respirarme,
siendo tan ancho el gris de la avenida?
Fácil hubiera sido y nunca, nunca esotro.
Hija de ti, incestuosa, morada en que reincide
la carne porque es fértil su espejismo.
¿Es que no abriste en Inverness tus lábiles
peciolos? ¿Nadie admiró incendiarse
tus palpos mojigatos en un frío suburbio
de Wisconsin? Fácil y nunca, nunca hubiera.
Mas andé tu andador y me arrepiento
de tan blandos relojes, de ahora recordarte
entre unos folios del argentino homero. Hija de
la barroca circunstancia: vuelve a tu esfera
púrpura, arrójate sin fe al decimonono
escalón, entra en la grieta lúgubre y, chao,
saludos al invierno, digamos, nunca vuelvas,
que sólo un tigre ciego ha de extrañarte.




Sed

Uno dice relámpago y quisiera
que los cuerpos en fuga
se quedaran.

Uno dice relámpago a las nubes,
fuego adentro al insomnio,
maremoto

al temblor de una piedra bajo el limo
umbilical del agua,
vertedero

a la sierpe de luz, rosa a la herida
que desdibuja nuestra
adolescencia.

Uno dice por no quedarse en ciernes,
por agrietar la orquídea
con el rezo,

por que iluminación sea nuevamente
una palabra esférica
y no alcanza

a decir lo que afuera de la voz
duele a relámpago,
a vertedero

en ciernes, a limo para insomnios,
a rosa umbilical, a herida
en fuga.




Alegatos

Ser abogado es lo más riesgoso que hay,
desde el punto de vista netamente humano.
Roque Dalton


No se olvide que mi lengua es plastilina
pero en boca de abogado es piedra pómez
toda vez que ahora vengo a desistirme
del pasado tan izquierdo y sine qua non
porque es cierto como creo que lo es
que el lenguaje es retroactivo en noches hábiles
en tratándose que hay golpes en la vida
tan fuertes yo no sé por este medio
y/o quedar de usted mas sin embargo
a sus autos los primates codigueros
que no entienden ni J de usticia
y no hay pero qué nalga ni (ay) perito
le reitero que no sirve este conducto
mas si queda algún abismo procesal
pues apele esta sintaxis por escrito
le señalo domicilio el arco iris
pida inserten por ahí lo que no dije
y protesto de una vez lo necesario
Doy fe

de Deshuesadero






Román Luján, Drâstel. Ediciones Liliputienses, 2015.


traspié

si por ventura vierdes…
San Juan de la Cruz

al rastre al roce a lastre en ristre a ras
me fui sin tan de mí me fui de bruces

tras de una voz sin ti donde me hallaba
mejor que en mi saliva y en tu sal

más cerca de esta edad y sin cicatrices
sin riesgo de contarlas sin temor

a caer por fortuna incrédulo al conjuro
me fui tras de esa voz en extranjero

que al fin me presentía sin revelarme
que esotra lengua en ti me congregaba

mejor que en español quién lo diría
que iría a llenarme el plexo de un resuello

que ya sabría el camino de mis sílabas
y sin hablar podría deletrearme

sin escalpelo abrirme a voluntad
tras de él de ella me fui me vi tan solo

que huí rumbo a su errar de mí no supe
ya entonces por mi voz sino en la suya

tan súbito ay de mí me hallé en su llama
hollé su rubio hollín me olí en secreto

di al traste ungido a rastras pertinaz
en noes de diamantina en naos de calor

siguiendo a la sinuosa que me urdía
por verme tropezar desbarrancarme

no supe si olvidar pero me fui
me fui deshilachando en su garganta

por eso te mentí quiero decir que yo
un yo en añicos yo multiplicado casi tú

a penas siempre duras sabía quedar en pie
y era tu suelo mi aire y mi fragancia

y era mi corazón tu pie agridulce
quiero decir de mí que no me hablaba

que no me perdonaba a ras me oía
lejano murmurante a media tinta

adentro de una piedra en ascensión
hasta que tropecé para elevarme

no digo más si miento que si callo
detrás de esa sinuosa con los pies

llagados retorcidos en tu amor
tu rostro yo me vi me fui al arrastre

detrás de ella de él dras tel me herí
detrás de mí de ti tras del mi hurí

al roce de una voz que me entendía
tu lastre huyó de mí que triste fui




Drâstel

Si digo Esto no pienses en Aquello,
no importa cuán remota o vieja amiga
mi voz aún te parezca. Si digo Esto
usa mis pechos bifocales, mis ardorosas

lágrimas, mi sombra engarzadora
de nadie y tierra y humo y divorciado
polvo. Si triste lazarillo no rescribas
los raudos torbellinos de Noruega.

No voy a arrebatarte el miligramo
de la espalda, ahora que has andado
por muros y cristales bocabajo; ahora
que has pulido la oscura transparencia.

Si digo Esto no quise, aunque pudiera,
complacerte en Aquello que exigía
tu aliento, musa fosca, el herrumbroso
engranaje del amor. Nunca la sangre.






Drâstel de Román Luján

Por Gaëlle Le Calvez

Un libro depende de su lector (en cierta forma). Me explico. Hay poetas que se ponen de moda, hay poe-mas que surgen a partir de un momento histórico y que dialogan con su realidad inmediata y hay de pronto libros y/o poetas que desvinculados de un contexto determinado no encuentran o no encontrarán el eco que podrían tener en otra lectura.


A partir de una cotidianidad donde lo extraordinario y el horror es lo “normal”, cabe preguntarse: ¿cómo se debe escribir ahora? ¿Qué género es el adecuado para representar lo que vemos y escuchamos? ¿Qué forma? ¿Qué voz? ¿Qué lectura? ¿Qué función juega o qué postura debe, debemos, se debe tener?



Si bien hay poemas que nacen en el momento oportuno y cimbran (pienso en Los muertos de María Rivera), hay paralelos, solitarios textos que también conmueven aunque pertenezcan a una experiencia más lejana a la nuestra o que estén escritos desde un universo más íntimo y cifrado. Y desde otra realidad. Del otro lado.



Drâstel provoca esa sensación incómoda ante lo desconocido y lo ajeno. Es un libro cuyo título de entrada irrita; por esa desvinculación con lo propio (idioma, contexto, referente), con lo cotidiano, por la misma razón, es también un golpe de aire fresco. “Words will come to interfere”, apunta el epígrafe del poema que lleva el título del libro, y cito: “Si digo esto no pienses en aquello, / no importa cuán remota o vieja amiga / mi voz aún te parezca.”



En esta confusión y desconfianza que propicia el acto de comunicar, a la mitad del lenguaje, entre lo que recrea y lo que apunta, a la mitad de la interpretación entre la lengua materna y la lengua adquirida, para sobrevivir en otro idioma, se encuentra Román Luján (Monclova, 1975).



El poeta –que actualmente reside California– escribe a partir de su experiencia con lo otro, llámese inglés, tierra ignota, página en blanco, signos de puntuación, búsqueda de sentido; obra.



Desde distintos ángulos, sumergido en las sutilezas de la creación y de la traducción, Luján juega a representar una realidad de la que se está apropiando, mientras se burla de sí mismo y observa cómo se desenvuelve en espacios físicos e imaginarios donde desconoce los códigos y los significados. Lo extranjero en toda la amplitud de la palabra es el principal tema de este, su cuarto libro que, desde la portada, sitúa al lector abismado en ese mismo rincón desde el cual el yo poético se estructura: desde lo extraño y desde la distancia que impone una lengua y una cultura distinta a la propia.



Hay en el libro un dinamismo característico de quien va y viene entre uno y otro idioma, de quien tiene que pensar en dos lenguas y continuamente buscar el paralelo o el equivalente para comprender o para explicar. Esa postura ambigua, distante, nunca definitiva y muchas veces irónica, evita que los textos caigan en un tono solemne o retórico. Luján sorprende y fuerza al lector a salirse, desde el inicio, de la lectura cómoda. Basta echarle un ojo al texto que abre, “Racimos”, constituido de preguntas de principio a fin:




¿Extrañas más el clima o la comida?

¿Desde dónde comienzan a grabar   [conversaciones? ¿Quién las oye?
¿Qué imbécil lo tradujo como 
[Violadores Serán Perseguidos
[sin mirar siquiera el diccionario?
¿Por qué usan guantes blancos para                    [hojear los pasaportes?
¿Cuáles son las armas o blasones 
[del escudo en tu apellido?



Esta retahíla de preguntas simula con gracia el aturdimiento y angustia de un extranjero, en un universo del que por momentos se burla y al que por momentos padece.



El monólogo aparentemente desordenado funciona como un recuento de la memoria o como una forma de interpelar al otro:



¿De veras falta mucho?

¿Me estás dando el avión? ¿Me 
[estás cortando?
¿Es posible ordenar diez veces una          [taza de café en diez formas
distintas antes de que la empleada                                     [nos ignore?
¿No es eso de code switching una                        [manera demasiado
elegante de llamarle?
Desde una voz casi infantil, con una falsa ingenuidad, Román Luján hace un retrato con muy pocos trazos de la sociedad norteamericana. Llama la atención el tono contenido que mantiene a lo largo de su libro. Si bien critica sutilmente y pone en duda, es siempre desde una postura templada y sin exaltaciones.


cruzar hasta quedarse

ahí donde la rabia       no parte el 
[aire en dos   al fin
para olvidar     después de haber 
[cruzado       que es
menos respirable      que este azul                               [no es el mismo
jamás             en otra lengua


¿Cuál es entonces la función del poeta? A la vez integrado y marginal, el escritor se sirve del lenguaje como un escudo para preservar su identidad. Una identidad “impura” hecha de la relectura de poetas latinoamericanos, europeos, americanos, de la experiencia y del dolor (también) de quien emigra. El resultado es una poesía ya muy mezclada que ha digerido lo leído y lo vivido, y muy mexicana, hecha con un lenguaje directo y coloquial.



¿Qué sentido tiene ahora la lectura de un libro no tan directamente ligado con nuestra realidad inmediata? Compartir las imágenes de quien “cruza hasta partirse” en uno, en varios y añora el cielo que dejó atrás. El sentido de respirar otro espacio y poderlo habitar. ~







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