domingo, 22 de febrero de 2015

SHAKIR WA'EL [15.025]


Shakîr Wa'el 

(Jorasán, Persia, 1232/34 - 1260).
Poeta persa autor de Visita del joven Shakîr Wa'el a Granada. Es del que más información disponemos a pesar de que se desconozca casi todo acerca del manuscrito original persa que supuestamente dio origen a los poemas que aquí presento.
      
L. Tamaral encontró en París, en sus interminables pesquisas por los "bouquinistes" de las orillas del Sena, alrededor del año 1930, el manuscrito en francés de la Visite du jeune Shakîr Wa'el à Grenade. Le gustó tanto que tradujo al español sus más de cinco mil versos agrupados en poemas cortos, breves leyendas, máximas, descripciones de la naturaleza y variadas anécdotas.
  
¿De dónde procedía el manuscrito francés encontrado en París? A juzgar por pequeñas notas al margen, de las que se sirvió Tamaral, estaba traducido directamente de un texto persa escrito en farsi. Desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros ni el manuscrito original persa ni la traducción francesa encontrada por el polígrafo peruano. A la muerte de L. Tamaral en Sevilla tuve la suerte de encontrar una caja con el legado poético de Shakîr Wa'el vertido al español por el propio Tamaral. Es la única versión de la que por el momento disponemos. De los datos implícitos en la propia obra podemos hacer las deducciones que detallaré a continuación.
   
Probablemente el manuscrito original persa nunca estuvo en Irán. Se supone que lo escribió Shakîr Wa'el durante su visita a Granada que duró aproximadamente dos años, de 1258 a 1260. El poeta habría nacido en 1232 ó 1234 en la región de Jorasán y a la edad de veinticuatro años viajaría a España como criado de su tío Sa'id al-Bistamí probable descendiente del poeta Ibn Hazm que fue por breve tiempo visir del califato omeya de Córdoba y autor de El collar de la paloma. Sa'id al-Bistamí tenía cierta relación con España por haberse encontrado en 1240 con el místico Ibn al-Arabi de Murcia en un viaje a Siria al que fue en compañía del doctor Ÿalaluddín ar-Rumí. Mohamed I, sultán de Granada, conocedor de su sabiduría, le pediría que viniera a formar parte de su gobierno y éste emprendería el viaje llevando consigo a su sobrino predilecto. En cuanto al aspecto físico de Shakîr, aunque era de origen semita, la descripción que él hace de sí mismo corresponde a un hombre alto, de piel muy blanca, rubio y de ojos azules.
      
La juventud de Shakîr unida a su desconocimiento de las pautas de la prosodia persa utilizadas por los poetas clásicos como Hani al-Hakamí (Abu Nuwas) o los místicos sufíes que influyeron en la poesía andaluza, Omar Kayyam, Saadi Shirazi, hacen de él un poeta absolutamente marginal que se expresa de forma libre y espontánea. No se le puede considerar dentro de la literatura persa, pero tampoco se llegó a integrar en la poesía arábigo-andaluza de moaxajas y zéjeles. Se anticipó a los poetas nazaríes Ibn al-Yayyab o Ibn Zamrak, aunque Shakîr no escribía para conseguir méritos oficiales, ni sus versos son alabanzas al sultán convertidos en caligramas en los muros de la Alhambra; cantó secretamente a una mujer, escribió apasionadamente en el aire para que ella lo quisiera también apasionadamente, sin conseguirlo.
  
En 1260 emprende, muy a pesar suyo, el viaje de regreso a Irán llamado por su padre anciano y ciego, para hacerse cargo de sus obligaciones familiares. Es probable que el barco que lo llevara a su hogar fuera atacado por piratas o naufragara en el estrecho de Mesina o en cualquier otro de los pasos peligrosos que había en la ruta mediterránea. No se tienen noticias de su llegada a Oriente y no existe rastro de que ejerciera alguna actividad posterior en su tierra. No figura en ningún documento literario iranio.

      Durante los dos años que el joven Shakîr permaneció en Granada, es probable que viviera en la primitiva Alcazaba entre el séquito de Sa'id al-Bistamí. El monarca nazarí, Mohamed ben Al-Hamar, acababa de trasladar la corte del Albayzín a la Alhambra y había mandado edificar nuevas dependencias residenciales y de defensa para alojar a su familia y a un pequeño ejército. El joven Shakîr probablemente presenció el inicio de la construcción de la Torre de la Vela y de los primeros aposentos reales viviendo en el interior del recinto.
  
Sus versos transmiten profundos sentimientos de amor. ¿De quién estaba enamorado el joven extranjero? Su poética lamentación hace suponer que se trataba de un amor prohibido, de una mujer que no era libre, tal vez una mujer del serrallo, a la que tuvo que renunciar. Esta mujer, a la que nunca menciona por su nombre para no comprometerla, y a la que vería únicamente tres veces en su vida, sería la inspiradora de los versos que publicamos bajo el título de Visita del joven Shakîr Wa'el a Granada. No podemos saber cómo se llamaba, aunque estaríamos tentados de llamarla Zorahaida, como la princesa de la leyenda de La rosa de la Alhambra de Washington Irving, porque tendría su misma sensibilidad y destino; al menos, así la vería su joven enamorado.
   
El manuscrito se quedó en Granada, probablemente Shakîr lo dejó con la vana ilusión de que llegara a manos de su amada. Se lo dejaría a alguien de su entorno, tal vez a alguna esclava al servicio del harén. No sabemos si algún día ella lo llegó a leer, pero suponemos que sus poemas fueron conocidos y copiados por otros amantes deseosos de ver su amor correspondido, cosa que era frecuente en Al-Andalus, y esta circunstancia permitiría que el original o una de las copias, apareciera a comienzos del siglo XIX durante la invasión napoleónica.

Un oficial francés, en el expolio de las ruinas de la Alhambra, tuvo la fortuna de descubrir el manuscrito. Se supone que este militar, con buen olfato literario, se llevó el libro que estaba encuadernado en pergamino flexible al estilo árabe. Por la sencillez de los adornos de la cubierta se notaba claramente que no se trataba de un libro sagrado musulmán, sino de una encuadernación artesanal hecha probablemente por el propio autor.
   
Ya en París, el militar napoleónico hizo traducir al francés el preciado documento y se sorprendió por la belleza del resultado. No sería extraño que el propio oficial estuviera también enamorado de una mujer de Granada que tal vez viviera en el Albayzín y encontrara en el manuscrito un reflejo de sus sentimientos. Orgulloso de su hallazgo, estampó su nombre y apellidos a pie de página: "Lieutenant Maximilien de La Rochelle", como lo reprodujo Tamaral. Este personaje es el autor de las pequeñas notas aclaratorias escritas al margen de la versión francesa que Tamaral utilizó para la comprensión del origen de la obra y su traducción al español.

Los poemas que transcribo en esta antología son una mínima selección de la extensa y desconocida obra que nos dejó Shakîr Wa'el.




CINCO POETAS ANTIGUOS DESCONOCIDOS
Fuente: L. Tamaral
Edición y notas de Leopoldo de Trazegnies Granda Ediciones "El-Quídam" Sevilla, 2008.





POEMAS

Shakîr Wa'el        


DEL AMOR


I

Con la ceguera azul
de los que vuelven de alta mar
llegué a Granada
y la vi transparente
peinada de sueños
en su jardín de noches.
Bebí sus destellos
en las fuentes
y conocí el licuado
sexo de la nieve.

Respiré sus sombras
y llené mis pulmones
para futuras alboradas.

Ahora que mi padre me reclama
con lágrimas de arena
me duele alejarme
de su aroma.







II

Cambié un jardin propio
por un mar de altura,
una jaula cerrada
por un cielo abierto,
mis dos ojos
por una estrella lejana,
y por tu amor
¿qué puedo darte yo por tu amor?
no tengo nada que valga tanto.









III

La soledad
es oír como se apagan las estrellas
sobre el firmamento en desorden de tu pelo.
Y la tristeza
un ventarrón vacío
que al amanecer se vuelve caricia. 









IV

Eras un libro expuesto a la ventisca,      
ave trémula en el paraíso,
manojo de plumas que oprime mi corazón.       
Mis sueños vuelan
por tus verdes silencios,
y mis labios de vino se humedecen
en las dulces sombras 
que tu cuerpo deja.







V

Solitaria banderola de aire
traspasada y libre
así es mi pasión
flameada por tu mirada ciega.









VI

En mi corazón
los deseos se elevan
hacia un cielo de hierba
y bajo mis pies
se deshacen los senderos
como si fueran de nieve.
La temperatura del alma
llega aquí a igualar la de las flores.

(Pero no pretendo soñar)

Para los ojos es bueno seguir el rastro bicolor de las mariposas. Pétalos sin destino, jeroglíficos al sol. Se posan en la quietud del mundo, y turban mi espíritu.







VII

Las claras noches de tu piel
oscurecen mis ojos extranjeros
los echaré al agua
como dos peces
para sentir
el aleteo de tus párpados.










VIII

Te esperé, te esperé
y sólo llegó hasta mí
el brazo desnudo del amanecer.







IX

Buscando la libertad
he terminado a las puertas de tu prisión
y ya no conozco otra llave que tu amor.







X

¿Cómo será el mar sin ti?
¿Se convertirán en arena mis recuerdos?
Me estremezco bajo la lluvia fina del olvido
pero mi embriaguez de ti no la he perdido.






XI

Cuenta Sa'id al-Bistamí lo que le ocurrió a una pareja de amantes cuando ella enloqueció y empezó a delirar e insultar a su enamorado.
Los amigos de él le requerían: "¿Cómo puedes amar a una mujer que ha perdido el juicio y te maltrata?"

Pero él les respondía: "Antes no la quería por su cordura, ahora tampoco la voy a dejar de querer por su locura. La quiero simplemente porque es ella. Y loco también es el que ama."

Esta historia demuestra que el verdadero amor es independiente de las circunstancias de los amantes, por extremas que sean. También dice Ibn Hazm que "no tiene más causa ni motivo que la voluntad de amar". Porque es sinrazón, puro anhelo y une y separa con dureza.







XIb

Ayer subí por las cuestas empedradas de tu atalaya, cuando el velo del atardecer dejó de arder y Granada se ensombrecía en los ojos de una gacela preñada de brasas. Te rondé a medianoche por veredas y terrazas polvorientas de luna, trasegando mis sueños a cielo abierto, con el vértigo de estar tan cerca y tan distante.
Hallé tu casa encendida, las ventanas de tus aposentos abiertas y las de tu alma entornadas. Adiviné cómo ordenabas tus utensilios domésticos, tus libros y tus deseos antes de dormir y en un silencio imantado de estrellas llegué a oír tu voz entre los muros como fina alfaguara. 








XII

Nada hay más superficial que una caricia, pero qué profundidades alcanza, como las huellas de las gaviotas en la arena que la marea desliza hacia los fondos marinos.
Caricia es también tu mirada
la brisa de tus pensamientos
el jardín de tu pelo
tu manera de retirar el cuello
tus hombros de luna en sombra
tus pezones en la tormenta de tus vestidos
el oasis en reposo de tu ombligo
las riberas mayores y menores de tus labios 
tus muslos fluviales
la pulpa frutal de tus rodillas
tus pies tus dedos tus uñas de colores
y tu sonrisa también que rompe el cielo.







XIII

Asombrado por la finura de Al-Andalus
que es como la piel de una gacela dormida
le pregunté al maestro Abu Ahmad Ibn Sa'id
y él me respondió:
Es una idea antigua
mantenida por los sabios de Persépolis,
que la tierra es un animal que se alimenta
con la boca en Bagdad, los ojos en Damasco
y el ano en el país de los frany.(1)

No te sorprendas pues
de la dulzura del paisaje
porque Granada cae a la altura del corazón.
___________
(1) Francia  






XIV

Aún me corta tu frío aliento transparente,
la brisa de tus besos sin labios,
tu oscuro pelo lloviéndome en la boca.
Tus manos viajeras,
tu cuerpo tibio y vegetal,
la fronda de tu alma 
en esa tarde de árboles y viento.

El cielo deja un brusco brillo,
un temblor cercano de hoja suelta 
en los estanques manchados de noche, 
ahora que ya no tienen peces,
rompiéndose el agua en mi interior.






XV

La tierra es habitable
hasta donde alcanza tu mirada
como el mar silencioso de tus ojos.
Más allá las tinieblas,
los pueblos sin nombre,
las ciudades que sólo brillan
en la imaginación de las piedras.

Y cuando tú te muevas
toda la bóveda celeste
girará conmigo.








XVI

Ahora que he crecido
como duna frente al mar 
ahora que tengo los años de la arena 
hubiera podido darte todo el viento de mi amor.





XVII

Entré en tu jardín oscuro
con la pálida luna
por el sendero del viento
desde entonces ruedo
como lluvia sobre pétalos
de la inquietud al deseo.



DEL DESAMOR



XVIII

Bajo mis pies la hojarasca
crepita 
en el silencio de las veredas.
La escarcha de mi alma 
resguarda 
el amor helado en mis venas.




XIX

Oigo tus cabellos
cuando caen como lluvia
y me pregunto si tú lo sabes.




XX

Después de las tormentas
las palmeras se dejan acariciar
por la brisa.
Sobre nuestros lagos interiores
el viento no se detiene.




XXI

Escucho el corazón 
de tu sombra
siento tu pulso de paloma
huída
sólo la luna
ilumina la neblina de mis sueños
donde una vez
te quedaste muy cerca de mí.




XXII

Un amor que se va
es como desandar un camino
se reconoce el paisaje
pero se siente uno perdido.




XXIII

Cuando haya acabado
de beberme una a una las estrellas
descubriré tu estela
fugaz como un ave
que anidó un día en mis costillas.




XXIV

En los desiertos azules
resplandecen las estrellas
del mar que los cubrió.
De mi amor que era
como un río que se ensancha
ahora sólo queda
un hilo de agua entre las rocas.





XXV

Durante muchas noches
no verte
fue como estar ciego
el olor oscuro de los árboles
en mis sábanas
susurros de alborada
en las ventanas
la estrella polar helándose
en tu pubis
y la vida remota
como una cascada de hierro
porque tu silencio
llenaba mi silencio
ruidosamente
entre la gente.



(Traducción: L. Tamaral)




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