lunes, 23 de febrero de 2015

HESÍODO [15.037] Poeta de Grecia


HESÍODO

Conectado desde antiguo con Homero aparece entre la segunda mitad del siglo VIII a.C. y la primera del siglo VII a.C. la figura de Hesíodo. Ambos tienen en común la métrica en hexámetros, el lenguaje épico y las coincidencias formales, pero también se pueden observar diferencias como:

el mundo mostrado por la poesía de Hesíodo es el de su propia época y país, mientras Homero se refiere al legendario pasado.

Hesíodo nos muestra en su poesía sus propias inquietudes, y Homero apenas refleja su personalidad en sus versos.

Mientras Hesíodo es un personaje histórico del cual poseemos datos de su vida, la existencia de Homero ha sido puesta en duda.

Hesíodo pertenece al mundo de los pequeños campesinos beocios, que lucha por la vida en un suelo poco fértil y bajo el dominio de una nobleza arbitraria, por su parte Homero vive en las ciudades jonias enriquecidas por el comercio y la industria.

a) Vida y personalidad de Hesíodo:

su padre era comerciante de Cime, ciudad de Asia Menor, que, arruinado, se trasladó a la región de Beocia donde consiguió alguna fortuna.

mantuvo pleitos con su hermano Perses a causa de la herencia paterna, saliendo perjudicado.

las Musas lo iniciaron en la poesía mientras cuidaba sus rebaños al pie del Helicón

participó como aedo en los juegos fúnebres de Anfidamante, rey de Calcis, y ganó un trípode que dedicó a las Musas Heliconíadas.

b) Hesíodo y la crisis social y política de su época.

Si observamos el mundo de Hesíodo se puede destacar como hecho más importante en esa época la consolidación de la  “ polis “ griega como forma de convivencia, que sustituye a la de parentesco predominante en los poemas homéricos, lo cual se debe a tres causas principalmente:

La aparición del comercio y del artesanado como actividades normales, frente a la agricultura.

Del régimen monárquico de los reinos micénicos, pasamos a un predominio de las familias aristocráticas y a un incipiente sistema electivo.

Los nuevos métodos de producción estimulados por la actividad colonizadora introducen nuevas formas de enriquecimiento económico.

c) El problema de la autenticidad de las obras de Hesíodo.

El Escudo de Heracles desde antiguo se viene considerando como un poema no hesiódico viendo los rasgos distintos que presenta esta obra con respecto a las otras dos. Los críticos racionalistas del s. XIX han puesto de manifiesto la incoherencia de estos poemas y muchos filólogos han pensado que no eran tales, sino conglomerados de poemas. Especialmente se ha sostenido esto para la Teogonia. Para los Trabajos y  Días se niega la paternidad hesiódica de la parte de los Días.

La actitud unitaria, que piensa en Hesíodo como autor de estas tres obras, parte de dos supuestos:

La poesía griega arcaica era episódica por naturaleza, luego el que estos poemas se organicen por episodios no es prueba de que no haya un solo autor.

Las fuertes interconexiones que hay entre los diferentes episodios.

La cuestión es irresoluble, pues para pronunciarnos con certeza tendríamos que conocer bien la estética de la poesía griega arcaica al margen de la propia poesía, y esto no existe. Tanto analíticos como unitarios han exagerado defendiendo sus posturas y todo porque la poesía hexamétrica griega se prestaba muy bien a las adiciones, al ser muy formal, organizada en episodios y construidos estos sobre un corto número de esquemas.

d) Influjo oriental sobre la poesía hesiódica.

En la Teogonia aparecen mezcladas diversas generaciones de dioses, así se nos narra la violenta sustitución de Urano por Cronos y de éste por Zeus en lo que se conoce como mito de la sucesión, y desde los años 50 se ha visto que este mito encuentra su paralelo en poemas de oriente próximo. Concretamente son textos de las civilizaciones hitita y hurrita, datados a mediados del II milenio a.C.,que posiblemente no sean culturas creadoras sino que tomaron estos mitos de la civilización sumeria. Ambos mitos son el Mito del Reino Celeste y la Canción de Ullikummi que presentan sucesiones de dioses de manera violenta.

Sobre esta influencia oriental de las obras hesiódicas hay tres interpretaciones:

Influjo directo a través del padre de Hesíodo que en su estancia en Asia Menor pudo conectar con esta cultura.

Influjo no directo, según el cual habría habido contactos entre el mundo micénico y el próximo oriente, claros en las artes plásticas y muy posibles a nivel de lengua y poesía oral.

Pura coincidencia.

Tres son las obras que nos han llegado de Hesíodo a través de manuscritos medievales : la Teogonia, los Trabajos y Dias, y el Escudo de Heracles, así como un buen número de fragmentos de otras once  a él atribuidas.

En la Teogonia canta Hesíodo el destronamiento de Urano por Cronos y de éste por Zeus, que se convierte en patrocinador del orden y la justicia, y amo del mundo. Este núcleo temático se entremezcla con elementos diversos : comienza con el origen del mundo, que se desarrolla a través de sucesivas uniones y descendencias entre las primitivas fuerzas de la naturaleza ( el Caos, La Noche, Las Tinieblas, el Eter, el Cielo...). Todo ofrece gran variedad de contenido que hace difícil, a veces, seguir el argumento.

En los Trabajos y Dias el punto de partida lo constituye la disputa de Hesíodo con su hermano Perses, que le ha desposeído de su patrimonio y logra sobornar a los jueces para que fallen a su favor cuando Hesíodo le lleva a juicio. Este hecho inicial es el pretexto para preguntarse en la obra por las fuerzas que rigen la existencia humana. Aparece también Zeus como ordenador del mundo y valedor de la justicia - dikh - , lo cual es contradictorio con la injusticia que Hesíodo tiene alrededor.Aconseja también a su hermano que se deje de juicios y se busque el sustento con el trabajo honrado, y pone como ejemplo el mito de las dos Eris ( dos diosas, una buena, que ayuda a los hombres a superarse, y otra mala, que los conduce a la guerra).

Con respecto a los infortunios del mundo habla del mito de las edades en las que la humanidad ha ido sucesivamente decayendo hasta su postración actual. Hace también unas consideraciones sobre los distintos tipos de trabajos y la forma de hacerlos más productivos.

La posteridad ha tratado a Hesíodo de forma diferente : los griegos lo valoran como forjador de su mitología, en la Edad Media se copiaron abundantemente sus dos obras principales, y en la Edad Moderna se le consideró un precedente importante de los primeros filósofos griegos. Hoy se vuelve a Hesíodo para contrastar la mitología de algunos pueblos orientales.



Hesíodo y La Poesía Didáctica.

INTRODUCCIÓN A LA LITERATURA GRIEGA

Concepto y delimitación del género: 

La poesía didáctica es un subgénero de la épica ( como la epopeya), cuya definición no se concibe por su forma, sino por su finalidad: su misión específica es instruir. Su objeto no es el mito o las hazañas heroicas, sino la "verdad" ("Philosophia, Astrologia, Georgica et his similia"). Por otra parte, al igual que la épica, también se escribía en hexámetros, verso de ritmo sencillo, que permitía memorizar fácilmente (aún más que la prosa) las diferentes enseñanzas. 
La controversia sobre esta meta común no ha dejado de producirse a lo largo de los siglos desde Platón hasta Goethe. No obstante, lo que sí se ha venido observando en diferentes épocas es una preocupación continua, más que por incluir ala poesía didáctica en un lugar determinado en el conjunto de los géneros literarios, por encontrar unas características permanentes y comunes a las obras más representativas: 
División de papeles: poeta/maestro// alumno destinatario de la obra. 
Participación real del poeta en la elaboración de la obra: originales/ revestimiento poético vistoso de una obra técnica en prosa. 
Relación problemática entre contenido y forma (RES/ CARMEN). 
En cualquier caso, y admitiendo de antemano que la materia del poema didáctico no es moldeable y que él. revestimiento poético le llega a este contenido siempre desde fuera, como un accesorio, nos parece oportuno la consideración final que sobre el tema hizo Goethe: "hermanar en una obra única el saber y la fuerza imaginativa,. fundir en un organismo dos elementos contradictorios entre sí"; dando muestra con ello de la dificultad intrínseca del género. 

1.2.- Antecedentes griegos: 

Ya en el siglo VIII a.C. el poeta griego arcaico Hesíodo había compuesto en hexámetros loS dos primeros poemas didácticos de la literatura occidental: la Teogonía, más directamente relacionada con la epopeya homérica y, sobre todo, Los Trabajos y los Días, poesía campesina que expresa toda una visión del mundo y con un carácter más claramente didáctico. 
Más tarde los filósofos presocráticos, como Parménides y Empédocles, que expusieron en verso sus doctrinas, representaron una nueva corriente en la poesía didáctica. Sin embargo, en Grecia, , este tipo de composición entró en decadencia en el siglo V a.C. con el auge de la literatura en prosa. 
En época helenística asistimos al renacimiento de esta poesía, destacando la figura de Arato (finales del IV-primera mitad del III a.C.): representa un giro importante porque, aunque se reconocían sus limitaciones científicas, se admiraban extraordinariamente sus versos. Su obra, titulada Phainomena, influyó notablemente sobre la poesía didáctica latina, heredera directa de la helenística. 



HESÍODO, TEOGONÍA 
(traducción de J.B. Torres Guerra)



Cosmogonía; primeras fases de la teogonía (hijos de Gea y Urano)

Al principio nació Caos; mas luego
Gea de amplio pecho, solar siempre firme de todos
los inmortales que moran en las cumbres del nevado Olimpo,
el Tártaro brumoso, en lo hondo de la tierra de amplios caminos,
y Eros, que es el más hermoso entre los dioses inmortales, 
los miembros afloja, y de todos los dioses y de todos los hombres
domina en sus pechos el sentido y la voluntad discreta.
De Caos nacieron Érebo y la negra Noche,
y de la Noche a su vez surgieron Éter y Día,
a los que parió preñada tras unirse amorosamente con Érebo. 
Y Gea en primer lugar dio a luz a Urano rico en astros,
a ella semejante, para que por entero la cubriera,
a fin de que fuese solar siempre firme de los dioses bienaventurados.
Luego dio a luz a las vastas Montañas, amenas moradas de las diosas,
de las Ninfas que habitan en los montes ricos en cañadas. 
Ella también parió al límpido mar, que con el oleaje bulle,
al Ponto, sin el amor apasionado; pero luego
con Urano acostada parió a Océano de profundos remolinos,
a Ceo, Crío, Hiperión y Jápeto,
a Tea, a Rea, a Temis y Mnemosine, 
a Febe de dorada corona y a Tetís adorable.
Después de éstos el más joven nació Crono de torvos pensamientos,
el más terrible de sus hijos: odio sintió por su vigoroso progenitor.
(...)
Por otra parte, de Gea y Urano nacieron otros
tres hijos, grandes y poderosos, innombrables,
Coto, Briareo y Giges, criaturas arrogantes.
De sus hombros salían cien manos 
deformes, y a cada uno cincuenta cabezas
de los hombros les habían nacido sobre sus sólidos miembros:
una fuerza monstruosa, inmensa, residía en su aspecto descomunal.





La castración de Urano versos

En efecto, cuantos nacieron de Gea y Urano,
los más terribles de los hijos, con su progenitor estaban irritados 
desde un principio: y en cuanto que nacía uno de ellos,
a todos ocultaba (y a la luz no les permitía salir)
en una hoquedad de Gea, y de su mala acción se gozaba
Urano; pero ella por dentro se sentía agobiada, Gea prodigiosa,
por efecto de su carga, y una artimaña taimada y perversa hurdió. 
Tras crear aprisa un género de brillante acero
formó una gran hoz y su plan explicó a sus hijos queridos.
Y cobrando valor dijo afligida en su corazón:
"Hijos míos y de un padre insensato, si es que quisierais
hacerme caso, vengaríamos el daño perverso que os inflige 
vuestro padre: en efecto, él el primero tramó acciones vergonzosas".
Así dijo; de todos éstos de cierto se apoderó el miedo, y ninguno de ellos
dijo palabra. Pero, cobrando valor, el gran Crono de torvos pensamientos
a su vez con estas palabras se dirigió a su discreta madre:
"Madre, yo prometo que podría realizar 
esta acción, pues no me cuido de nuestro nefasto
padre: en efecto, él el primero tramó acciones vergonzosas".
Así dijo, y se alegró grandemente en su interior Gea prodigiosa.
En emboscada lo sentó, ocultándolo, y en sus manos puso
una guadaña de dientes de sierra: el engaño entero le sugirió. 
Y llegó trayendo la noche el poderoso Urano, y en torno a Gea
lleno de deseo se echó y se extendió
por todas partes; desde su escondite su hijo se estiró con la mano
izquierda, y en la derecha tomó la guadaña prodigiosa,
enorme, de dientes de sierra, y los genitales de su padre 
con saña segó, y a la ventura los arrojó
hacia atrás; mas éstos no escaparon sin fruto de su mano,
pues cuantas gotas sanguinolentas saltaron
todas las recibió Gea; y al cumplirse un año
dio a luz a las Erinias poderosas y a los enormes Gigantes 
de espléndidas armas, que en las manos llevan largas picas,
y a las Ninfas que Melias llaman sobre la tierra sin confines.
Los genitales, en cuanto que los cortó con el acero
y los tiró lejos del continente en el ponto batido por las olas,
viajaron sobre el mar durante mucho tiempo, y en torno una blanca 
espuma nacía de la carne inmortal; en ella una joven
se crió; y primero a la divinal Citera
se aproximó, de donde luego llegó a Chipre rica en corrientes.
A tierra bajó la diosa hermosa y venerable, y en torno la hierba
bajo sus pies delicados crecía; a ésta Afrodita 
[la diosa nacida de la espuma y Citerea de hermosa corona]
la llaman los dioses y los hombres, porque en la espuma
se crió; pero Citerea porque llegó a Citera;
[Ciprogénea la llaman porque nació en Chipre batida por las olas;
y Filomédea porque surgió de los genitales]. 
A ella la acompañó Eros y el hermoso Deseo la siguió
en cuanto que nació y se unió a la estirpe de los dioses.
Desde un principio tiene este honor y en suerte le tocó
este destino entre los hombres y los inmortales dioses:
las pláticas de las jóvenes, sus sonrisas y sus engaños, 
la dulce alegría, el amor y la galantería.
A éstos su padre Titanes les puso por apodo,
el poderoso Urano, insultando a los hijos que él mismo engendró;
y decía que con fuerza titánica por su insensatez realizaron una enorme
acción, cuyo pago luego vendría más adelante. 


http://circes.blogia.com/2005/061304-hesiodo-y-la-poesia-didactica..php



Teogonía

La Teogonía (del griego Θεογονία : Theogonía, literalmente Origen de los dioses) es una obra poética escrita por Hesíodo. Contiene una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la mitología griega.1 Es una de las obras claves de la épica grecolatina. Se discute si debe fecharse en el siglo VII o en el VIII a. C.


Contenido  [ocultar] 
1 Musas Heliconíadas (1 - 35)
2 Musas olímpicas (36 y ss.)
3 Acción de las musas entre los hombres
4 Invocación y programa (104 - 115)
5 Cosmogonía (116 - 133)
6 Hijos de Gea y Urano (134 -
7 Castración de Urano. Nacimiento de Afrodita
8 Hijos de Nix e hijos de Eris (211 - 232)
9 Hijos del Ponto (233 - 239)
10 Catálogo de las Nereidas (240 - 264)
11 Hijos de Taumante y Electra (265 - 269)
12 Descendientes de Ceto y Forcis (270 - 333)
13 Hijos de Tetis y Océano. Oceánidas y Oceánides (334 - 370)
14 Hijos de Tea e Hiperión (371 - 374)
15 Hijos de Crío y Euribia (375 - 377)
16 Hijos de Astreo y Eos (378 - 382)
17 Hijos de Estigia y Palante (383 - 403)
18 Hijos de Febe y Ceo (404 - 409)
19 Himno a Hécate (410 - 452)
20 Hijos de Rea y Cronos (453 - 507)
21 Hijos de Jápeto y Clímene (507 - 534)
22 Mito de Prometeo. Creación de la mujer (535 - 616)
23 Titanomaquia (617 - 819)
24 Nacimiento de Tifón (820 y ss.)
25 Tifonomaquia
26 Hijos de Tifón (869 - 885)
27 Hijos de Zeus con las diosas (886 - 929)
28 Hijos de Anfítrite con Posidón y Afrodita con Ares (930 - 937)
29 Otros hijos de Zeus (938 - 944)
30 Matrimonios entre dioses (945 - 962)
31 Catálogo de los héroes (963 y ss.)
32 Proemio al catálogo de heroínas


Musas Heliconíadas

Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón. Con sus pies delicados danzan en torno a una fuente de violáceos reflejos y al altar del muy poderoso Cronión. Después de lavar su piel suave en las aguas del Permeso, en la Fuente del Caballo o en el divino Olmeo, forman bellos y deliciosos coros en la cumbre del Helicón y se cimbrean vivamente sobre sus pies. Partiendo de allí, envueltas en densa niebla marchan al abrigo de la noche, lanzando al viento su maravillosa voz, con himnos a Zeus portador de la égida, a la augusta Hera argiva calzada con doradas sandalias, a la hija de Zeus portador de la égida, Atenea de ojos glaucos, a Febo Apolo y a la asaeteadora Ártemis, a Poseidón que abarca y sacude la tierra, a la venerable Temis, a Afrodita de ojos vivos, a Hebe de áurea corona, a la bella Dione a Eos al alto Helios y a la brillante Selene, a Leto, a Jápeto, a Cronos de retorcida mente, a Gea, al espacioso Océano, a la negra Noche y a la restante estirpe sagrada de sempiternos Inmortales. Ellas precisamente enseñaron una vez a Hesíodo un bello canto mientras apacentaba sus ovejas al pie del divino Helicón. Este mensaje a mi en primer lugar me dirigieron las diosas, las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida: "¡Pastores del campo, triste oprobio, vientres tan solo! Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad." Así dijeron las hijas bienhabladas del poderoso Zeus. Y me dieron un cetro después de cortar una admirable rama de florido laurel. Me infundieron voz divina para celebrar el futuro y el pasado y me encargaron alabar con himnos la estirpe de los felices Sempiternos y cantarles siempre a ellas mismas al principio y al final. Mas, ¿a qué me detengo con esto en torno a la encina o la roca?

Musas olímpicas

¡Ea, tú! comencemos por las Musas que a Zeus padre con himnos alegran su inmenso corazón dentro del Olimpo, narrando al unísono el presente, el pasado y el futuro. Infatigable brota de sus bocas la grata voz. Se torna resplandeciente la mansión del muy resonante Zeus padre al propagarse el delicado canto de las diosas y retumba la nevada cumbre del Olimpo y los palacios de los Inmortales. Ellas, lanzando al viento su voz inmortal, alaban con su canto primero, desde el origen, la augusta estirpe de los dioses a los que engendró Gea y el vasto Urano y los que de aquellos nacieron, los dioses dadores de bienes. Luego, a Zeus padre de dioses y hombres, al comienzo y al final de su canto, celebran las diosas, como sobresale con mucho entre los dioses y es el de más poder. Y cuando cantan la raza de los hombres y los violentos Gigantes, regocijan el corazón de Zeus dentro del Olimpo las Musas Olímpicas, hijas de Zeus portador de la égida. Las alumbró en Pieria, amancebada con el padre crónida, Mnemósine, señora de las colinas de Eleuter, como olvido de males y remedio de preocupaciones. Nueve noches se unió con ella el prudente Zeus subiendo a su lecho sagrado, lejos de los Inmortales. Y cuando ya era el momento y dieron la vuelta las estaciones, con el paso de los meses, y se cumplieron muchos días, nueve jóvenes de iguales pensamientos, interesadas solo por el canto y con un corazón exento de dolores en su pecho, dio a luz aquélla, cerca de la más alta cumbre del nevado Olimpo. Allí forman alegres coros y habitan suntuosos palacios. Junto a ellas viven, entre fiestas, las Gracias e Hímero. Y una deliciosa voz lanzando por su boca, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Aquéllas iban entonces hacia el Olimpo, engalanadas con su bello canto, inmortal melodía. Retumbaban en torno la oscura tierra el son de sus cantos, y un delicioso ruido subía de debajo de sus pies al tiempo que marchaban al palacio de su padre. Reina aquél sobre el cielo y es dueño del trueno y del llameante rayo, desde que venció con su poder al padre Cronos. Perfectamente repartió por igual todas las cosas entre los Inmortales y fijó sus prerrogativas. Esto cantaban las Musas que habitan las mansiones olímpicas, las nueve hijas nacidas del poderoso Zeus: Clío, Euterpe, Talía, Melpómene, Terpsícore, Erato, Polimnia, Urania y Calíope. Ésta es la más importante de todas, pues ella asiste a los venerables reyes.

Acción de las musas entre los hombres

Al que honran las hijas del poderoso Zeus y le miran al nacer, de los reyes vástagos de Zeus, a éste derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen dulces palabras. Todos fijan en él cuando interpreta las leyes divinas con rectas sentencias y él con firmes palabras en un momento resuelve sabiamente un pleito por grande que sea. Pues aquí radica el que los reyes sean sabios, en que hacen cumplir en el ágora los actos de reparación a favor de la gente agraviada fácilmente, con persuasivas y complacientes palabras. Y cuando se dirige al tribunal, como un dios le propician con dulce respeto y él brilla en medio del vulgo. ¡Tan sagrado es el don de las Musas para los hombres! De las Musas y del flechador Apolo descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra; y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso aquel de quién se prendan las Musas! Dulce le brota la voz en la boca. Pues si alguien, víctima de una desgracia, con el alma recién desgarrada se consume afligido en su corazón, después de que un aedo servidor de las Musas cante las gestas de los antiguos y ensalce a los felices dioses que habitan el Olimpo, al punto se olvida aquél de sus penas y ya no se acuerda de ninguna desgracia. ¡Rápidamente cambian el ánimo los regalos de las diosas!

Invocación y programa

¡Salud hijas de Zeus! Otorgadme el hechizo de vuestro canto. Celebrad la estirpe sagrada de los sempiternos Inmortales, los que nacieron de Gea y del estrellado Urano, los que nacieron de la tenebrosa Noche y los que crió el salobre Ponto. Decid también cómo nacieron al comienzo los dioses, la tierra, los ríos, el ilimitado mar de agitadas olas y, allí arriba, los relucientes astros y el ancho cielo. Y los descendientes de aquéllos, los dioses dadores de bienes, cómo se repartieron la riqueza, cómo se dividieron los honores y cómo además, por primera vez, habitaron el muy abrupto Olimpo. Contadme esto, Musas que desde un principio habitáis las moradas olímpicas, y decidme lo que hubo antes de ellos.

Cosmogonía

Antes que todas las cosas, en un comienzo, fue el infinito Caos. Después Gea la de amplio pecho, sede siempre segura de todos los inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo. En el fondo de Gea de anchos caminos existió el tenebroso Tártaro. Por último, Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y todos los hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos. Del Caos surgieron Érebo y la negra Nix. De Nix a su vez nacieron el Éter y Hemera, a los que alumbró preñada en contacto amoroso con Érebo. Gea alumbró primero al estrellado Urano con sus mismas proporciones, para que la contuviera por todas partes y poder ser así sede siempre segura para los felices dioses. También dio a luz a los grandes Ourea, deliciosa morada de diosas, las Ninfas que habitan en los boscosos montes. Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio.

Hijos de Gea y Urano

Luego, acostada con Urano, alumbró a Océano de profundas corrientes, a Ceo, a Crío, a Hiperión, a Jápeto, a Tea, a Rea, a Temis, a Mnemósine, a Febe de áurea corona y a la amable Tetis. Después de ellos nació el más joven, Cronos, de mente retorcida, el más terrible de los hijos y se llenó de un intenso odio hacia su padre. Dió a luz además a los Cíclopes de soberbio espíritu, a Brontes, a Estéropes y al violento Arges, que regalaron a Zeus el trueno y le fabricaron el rayo. Éstos en lo demás eran semejantes a los dioses, pero en medio de su frente había un solo ojo. Cíclopes era su nombre por eponimia, ya que efectívamente, un solo ojo completamente redondo se hallaba en su frente. El vigor, la fuerza y los recursos presidían sus actos. También de Gea y Urano nacieron otros tres hijos enormes y violentos cuyo nombre no debe pronunciarse: Coto, Briareo y Giges, monstruosos engendros. Cien brazos informes salían agitadamente de sus hombros y a cada uno le nacían cincuenta cabezas de los hombros, sobre robustos miembros. Una fuerza terriblemente poderosa se albergaba en su enorme cuerpo.

Castración de Urano. Nacimiento de Afrodita

Pues bien, cuantos nacieron de Gea y Urano, los hijos más terribles, estaban irritados con su padre desde siempre. Y cada vez que alguno de ellos estaba a punto de nacer, Urano los retenía a todos ocultos en el seno de Gea sin dejarles salir a la luz y se gozaba cínicamente con su malvada acción. La monstruosa Gea, a punto de reventar, se quejaba en su interior y urdió una cruel artimaña. Produciendo al punto un tipo de brillante acero, forjó una enorme hoz y luego explicó el plan a sus hijos. Armada de valor dijo afligida en su corazón: “¡Hijos míos y de soberbio padre! Si queréis seguir mis instrucciones, podremos vengar el cruel ultraje de vuestro padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones.” Así habló y lógicamente un temor los dominó a todos y ninguno de ellos se atrevió a hablar. Mas el poderoso Cronos, de mente retorcida, armado de valor, al punto respondió con estas palabras a su prudente madre: “Madre, yo podría, lo prometo, realizar dicha empresa, ya que no siento piedad por nuestro abominable padre; pues él fue el primero en maquinar odiosas acciones.” Así habló. La monstruosa Gea se alegró mucho en su corazón y le apostó secretamente en emboscada. Puso en sus manos una hoz de agudos dientes y disimuló perfectamente la trampa. Vino el poderoso Urano conduciendo la noche, se echó sobre la tierra ansioso de amor y se extendió por todas partes. El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás. No en vano escaparon aquéllos de su mano. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dió a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada. En cuanto a los genitales, desde el mismo instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella. Primero navegó hacia la divina Citera y desde allí se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera. Ciprogénea, porque nació en Chipre de muchas olas, y Filomedea, porque surgió de los genitales. La acompañó Eros y la siguió el bello Hímero al principio cuando nació, y luego en su marcha hacia la tribu de los dioses. Y estas atribuciones posee desde el principio y ha recibido como lote entre los hombres y dioses inmortales: las intimidades con doncellas, las sonrisas, los engaños, el dulce placer, el amor y la dulzura. A estos dioses su padre, el poderoso Urano, les dió el nombre de Titanes (del gr. tetenes "los que abusan") aplicando tal insulto a los hijos que él mismo engendró. Decía que en su intento, con temeraria sensatez habían cometido un acto terrible por el que luego tendrían justo castigo.

Hijos de Nix e hijos de Eris

Parió Nix al maldito Moros, a la negra Ker y a Thánatos; parió también a Hipnos y engendró la tribu de los Oniros. Luego ademas la diosa, la oscura Nix, dió a luz sin acostarse con nadie a Momo, a la dolorosa Oizís y a las Hespérides que, al otro lado del ilustre Océano, cuidan las bellas manzanas de oro y los árboles que producen el fruto. Parió igualmente a las Moiras y las Keres, vengadoras implacables: a Cloto, a Láquesis y a Átropo que conceden a los mortales, cuando nacen, la posesión del bien y del mal y persiguen los delitos de hombres y dioses. Nunca cejan las diosas en su terrible cólera antes de aplicar un amargo castigo a quien comete delitos. También alumbró a Némesis, azote para los hombres mortales, la funesta Nix. Después de ella tuvo a Apate, a Filotes y la funesta Geras, y engendró a la astuta Eris. Por su parte la maldita Eris parió al doloroso Ponos, a Lete, a Limos y Algea, a las Hisminas, las Macas, los Fonos, las Androctasias, los Neikea, los Pseudologos, las Anfilogías, a Disnomía y a Ate, todos ellos compañeros inseparables, y a Horcos, el que más dolores propicia a los hombres de la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente.

Hijos del Ponto

El Ponto engendró al sincero y veraz Nereo, el mayor de sus hijos. Además, le llaman Viejo, porque, infalible y benévolo, no se le ocultan las leyes divinas, sino que conoce justos y sabios designios. Luego engendró, amancebado con Gea, al enorme Taumante, al arrogante Forcis, y a Ceto de hermosas mejillas , Euribia que alberga en su pecho corazón de acero y a Maximo uno de los mejores luchadores del olimpo,salvo a la tierra y al olimpo imnumerables veces.

Catálogo de las Nereidas

Adorables y divinas hijas nacieron en el ponto estéril de Nereo y Doris de hermosos cabellos hija del Océano río perfecto: Ploto, Eucranta, Sao, Anfítrite, Eudora, Tetis, Galena, Glauca, Cimótoa, Espeo, Toa, la amable Halía, Pasítea, Érato, Eunice de rosados brazos, la graciosa Mélite, Eulímene, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Nesea, Actea, Protomedea, Doris, Pánope, la hermosa Galatea, la encantadora Hipótoa, Hipónoe de rosados brazos, Cimódoca que calma sin esfuerzo el oleaje en el sombrío ponto y las ráfagas de los vientos huracanados junto con Cimatolega y Anfítitre de bellos tobillos, Cimo, Égone, Halimeda de bella corona, la risueña Glaucónoma, Pontoporea, Leágora, Evágora, Laomedea, Polínoe, Autónoe, Lisiánasa, Evarna de encantadora figura y belleza sin tacha, Psámata de gracioso porte, la divina Menipa, Neso, Eupompa, Temisto, Prónoe y Nemertes que tiene la inteligencia de su inmortal padre. Estas cincuenta hijas nacieron del intachable Nereo, expertas en obras intachables.

Hijos de Taumante y Electra

Taumante se llevó a Electra, hija del Océano de profundas corrientes. Ésta parió a la veloz Iris y a las Harpías de hermosos cabellos, Aelo y Ocípeta, que con sus rápidas alas compiten con las ráfagas de los vientos y con las aves; pues ya se lanzaban por los aires.

Descendientes de Ceto y Forcis

A su vez Ceto tuvo con Forcis a las Grayas de bellas mejillas, canosas desde su nacimiento; las llaman Viejas los dioses inmortales y los hombres que pululan por la tierra. También a Penfredo de bello peplo, a Enío de peplo azafranado y a las Gorgonas que viven al otro lado del ilustre Océano, en el confín del mundo hacia la noche, donde las Hespérides de aguda voz: Esteno, Euríale y la Medusa desventurada; ésta era mortal y las otras inmortales y exentas de vejez las dos. Con ella sola se acostó el de Azulada Cabellera en un suave prado, entre primaverales flores. Y cuando Perseo le cercenó la cabeza, de dentro brotó el enorme Crisaor y el caballo Pegaso. A éste le venía el nombre de que nació junto a los manantiales del Océano, y a aquél porque tenía en sus manos una espada de oro. Pegaso, levantando el vuelo y abandonando la tierra madre de rebaños, marchó a la mansión de los Inmortales y allí habita, en los palacios de Zeus, llevando el trueno y el rayo al prudente Zeus. Crisaor engendró al tricéfalo Gerión unido con Calírroe hija del ilustre Océano; a éste lo mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritrea rodeada de corrientes. Fue aquél día en que arrastró los bueyes de ancha frente hasta la sagrada Tirinto, atravesando la corriente del Océano, después de matar a Orto y al boyero Euritión en su sombrío establo, al otro lado del ilustre Océano. Otro monstruo extraordinario, en nada parecido a los hombres mortales ni a los inmortales dioses, tuvo Medus en una cóncava gruta: la divina y astuta Equidna, mitad ninfa de ojos vivos y hermosas mejillas, mitad en cambio mosntruosa y terrible serpiente, enorme jaspeada y sanguinaria, bajo las entrañas de la venerable tierra. Allí habita una caverna en las profundidades, bajo una oronda roca, lejos de los inmortales dioses y de los humanos mortales; allí entonces le dieron como parte los dioses habitar ilustres mansiones. Y fue retenida en el país de los Árimos, bajo la tierra, la funesta Equidna ninfa inmortal y exenta de vejez, por todos los siglos. Con ella cuentan que el terrible, violento y malvado Tifón tuvo contacto amoroso, con la joven de vivos ojos. Y preñada, dio a luz a feroces hijos: primero parió al perro Orto para Gerión. En segundo lugar tuvo un prodigioso hijo, indecible, el sanguinario Cerbero, perro de broncíneo ladrido de Hades, de cincuenta cabezas, despiadado y feroz. En tercer lugar engendró a la perversa Hidra de Lerna, a la que alimentó Hera, diosa de blancos brazos, irritada terriblemente con el fornido Heracles.. La aniquiló el hijo de Zeus con su implacable bronce, el Anfitriénida Heracles, con ayuda del belicoso Yolao, según los planes de Atenea amiga de botín. La Hidra parió a la terrible, enorme, ágil y violenta Quimera, que exhala indómito fuego. Tres eran sus cabezas: una de león de encendidos ojos, otra de cabra y la tercera de serpiente, de violento dragón. León por delante, dragón por detrás y cabra en medio, resoplaba una terrible y ardiente llama de fuego. Pegaso la mató y el valiente Belerofonte. Ésta, amancebada con Orto, parió a la funesta Esfinge, ruina para los cadmeos, y al león de Nemea, al que Hera, célebre esposa de Zeus, crió y puso en los montes de Nemea, calamidad para los hombres. Allí devastaba las tribus de hombres que habitaban el lugar y era dueño de Treto, Nemea y Apesante. Pero lo mató el vigor del fornido Heracles. Ceto, en contacto amoroso con Forcis, alumbró por último un terrible reptil que en sombrías grutas de la tierra, allá en los extremos confines, guarda manzanas completamente de oro. Ésta es la estirpe de Ceto y Forcis.

Hijos de Tetis y Océano. Oceánidas y Oceánides

Tetis con el Océano parió a los voraginosos Oceánidas: el Nilo, el Alfeo, el Erídano de profundos remolinos, el Estrimón, el Meandro, el Istro de bellas corrientes, el Fasis, el Reso, el Aqueloo de plateados remolinos, el Neso, el Rodio, el Haliacmón, el Heptáporo, el Gránico, el Esepo y el divino Simunte, el Peneo, el Hermo, el Ceco de bella corriente, el largo Sangario, el Ladón, el Partenio, el Eveno, el Ardesco y el divino Escamandro. Tuvo también una sagrada estirpe de hijas que por la tierra se encargan de la crianza de los hombres, en compañía del soberano Apolo y de los Rios y han recibido de Zeus este destino: Peito, Admeta, Yanta, Electra, Doris, Primno, la divina Urania, Hipo, Clímene, Rodea, Calírroe, Zeuxo, Clitia, Idía, Pisítoa, Plexaura, la encantadora Galaxaura, Dione, Melóbosis, Toa, la bella Polidora, Cerceis de graciosa figura, Pluto ojos de buey, Perseis, Yanira, Acasta, Jante, la deliciosa Petrea, Menesto, Europa, Metis, Eurínome, Telesto de azafranado peplo, Criseida, Asia, la deseable Calipso, Eudora, Tyche, Ánfiro, Ocírroe y Estigia, la que es más importante de todas. Éstas son las hijas más antiguas que nacieron del Océano y Tetis. Y aún hay otras muchas pues son tres mil las Oceánides de finos tobillos que, muy repartidas, por igual guardan por todas partes la tierra y las profundidades de las lagunas, resplandecientes hijas de diosas. Y otros tantos los ríos que corren estrepitosamente, hijos del Océano, a los que alumbró la augusta Tetis. ¡Arduo intento decir un mortal el nombre de todos ellos! Mas conocen cada uno en particular a aquellos que habitan sus riberas.

Hijos de Tea e Hiperión

Tea dio a luz al alto Helios, la brillante Selene y Eos que alumbra a todos los seres de la tierra y los inmortales dioses que habitan el vasto cielo, entregada al amor de Hiperión.

Hijos de Crío y Euribia

Euribia, divina entre diosas, parió en contacto amoroso con Crío al poderoso Astreo, a Palante y a Perses, que se distinguió entre todos por su sabiduría.

Hijos de Astreo y Eos

Con Astreo, Eos parió a los impetuosos Anemoi, el despejador Céfiro, el Bóreas de rápida marcha y el Noto, acostada amorosamente la diosa con el dios. Después de ellos; Erigenía, la Hija de la Mañana dio a luz al lucero Eósforo, los brillantes Astra Planeta y todo cuanto corona el cielo.

Hijos de Estigia y Palante

Estigia, hija del Océano, parió en su palacio unida con Palante, a Zelo y Nike de bellos tobillos, y dio vida también a Cratos y Bía, hijos muy señalados. No está su morada lejos de Zeus ni existe lugar alguno ni camino donde no gobierne el dios mediante aquéllos, sino que siempre se sientan al lado de Zeus gravisonante. Así lo planeó Estigia, inmortal Oceánide, aquel día, cuando el fulminador Olímpico convocó a todos los inmortales dioses en el elevado Olimpo y dijo que a ninguno de los dioses que lucharan a su lado contra los Titanes le mermaría honores, sino que cada cual conservaría al menos el rango de antes entre los dioses inmortales. Y aseguró que si alguien había sido deshonrado y privado de dignidad por Cronos, accedería al rango y dignidades que es legítimo. Marchó entonces la primera la inmortal Estigia al Olimpo en compañía de sus hijos, por solicitud hacia su padre. Y Zeus la honró y le otorgó excelentes premios; pues determinó que ella fuera juramento solemne de los dioses y que sus hijos convivieran con él por todos los siglos. Así como lo prometió ante todos, así lo cumplió siempre. Y él goza de gran poder y soberanía.

Hijos de Febe y Ceo

A su vez Febe visitó el lecho muy deseable de Ceo. Y preñada luego la diosa en su abrazo con el dios, parió a Leto de azulado peplo, siempre dulce, benévola con hombres y dioses inmortales, dulce desde su origen, y la más amable dentro del Olimpo. También dio a luz a la renombrada Asteria que un día se llevó Perses a su espléndido palacio para llamarse esposa suya.

Himno a Hécate

Embarazada ésta, parió a Hécate, a la que Zeus Crónida honró sobre todos y le procuró espléndidos regalos, la suerte de participar en la tierra y el mar estéril. Ella también obtuvo en lote la dignidad que confiere el estrellado cielo y es especialmente respetada por los dioses inmortales. Todavía ahora, cuando alguno de los hombres de la tierra los propicia, celebrando magníficos sacrificios según costumbre, invoca repetidamente a Hécate. Muy fácilmente obtiene gran honor aquel cuyas súplicas acepta complaciente la diosa, y le concede prosperidad puesto que está en su mano. Pues cuantos nacieron de Gea y Urano y obtuvieron honras, ella posee el lote de todos ellos. En nada la maltrató el Crónida ni tampoco le quitó nada de lo que recibió en suerte entre los primeros dioses, los Titanes; sino que sus atribuciones son las mismas que tuvo desde el principio. Y no por unigénita la diosa obtuvo en lote menos dignidad, sino todavía mucha más aún, puesto que Zeus la respeta. Al que ella quiere, grandemente le asiste y ayuda; en el juicio se sienta junto a los venerables reyes, y en el ágora hace destacar entre la gente al que ella quiere. O cuando armados de coraza marchan los varones hacia la guerra destructora de hombres, allí la diosa asiste a los que quiere decididamente concederles la victoria y encumbrarles de gloria. Es capaz de asistir a los nobles que quiere y con igual capacidad, cuando los jóvenes compiten en juegos, allí los asiste y ayuda la diosa; y el vencedor en fuerza y capacidad, fácilmente y contento se lleva un magnífico premio y proporciona gloria a sus padres. A los que trabajan en el mar intransitable y elevan sus súplicas a Hécate y al resonante Ennosigeo, fácilmente la ilustre diosa les concede pesca abundante y fácilmente se la quita cuando parece segura si así lo desea su corazón. Es capaz de aumentar el ganado en los establos junto con Hermes, y en cuanto a las manadas de bueyes, los extensos rebaños de cabras y las majadas de lanudas ovejas, si así lo desea en su corazón, multiplica los pequeños y disminuye los numerosos. Así, aunque es unigénita, de madre, goza de gran respeto entre todos los Inmortales por sus prerrogativas. El Crónida la hizo criadora de los jóvenes que después de ella vieron la luz de la Aurora que a muchos alumbra. Y así, desde siempre, es criadora de la juventud y estas son sus atribuciones.

Hijos de Rea y Cronos

Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos: Hestia, Deméter, Hera de áureas sandalias, el poderoso Hades que reside bajo la tierra con implacable corazón, el resonante Ennosigeo y el prudente Zeus, padre de dioses y hombres, por cuyo trueno tiembla la anchurosa tierra. A los primeros se los tragó el poderoso Cronos según iban viniendo a sus rodillas desde el sagrado vientre de su madre, conduciéndose así para que ningún otro de los ilustres descendientes de Urano tuviera dignidad real entre los Inmortales. Pues sabía por Gea y el estrellado Urano que era su destino sucumbir a manos de su propio hijo, por poderoso que fuera, víctima de los planes del gran Zeus. Por ello no tenía descuidada la vigilancia, sino que, siempre al acecho, se iba tragando a sus hijos; y Rea sufría terriblemente. Pero cuando ya estaba a punto de dar a luz a Zeus, padre de dioses y hombres, entonces suplicó enseguida a sus padres, los de ella, Gea y el estrellado Urano, que le ayudaran a urdir un plan para tener ocultamente el parto de su hijo y vengar las Erinias de su padre y de los hijos que se tragó el poderoso Cronos de mente retorcida. Aquéllos escucharon atentamente a su hija y la obedecieron; la pusieron ambos al corriente de cuanto estaba decretado que ocurriera respecto al rey Cronos y a su intrépido hijo, y la enviaron a Licto, a un rico pueblo de Creta, cuando ya estaba a punto de parir al más joven de sus hijos, el poderoso Zeus. A éste le recogió la monstruosa Gea para criarlo y cuidarlo en la espaciosa Creta. Allí se dirigió, llevándole, al amparo de la rápida negra noche, en primer lugar, a Licto. Le cogió en sus brazos y le ocultó en una profunda gruta, bajo las entrañas de la divina tierra, en el monte Egeo de densa arboleda. Y envolviendo en pañales una enorme piedra, la puso en manos del gran soberano Uránida, rey de los primeros dioses. Aquél la agarró entonces con sus manos y la introdujo en su estómago, ¡desgraciado! No advirtió en su corazón que, a cambio de la piedra, se le quedaba para el futuro su invencible e imperturbable hijo, que pronto, venciéndole con su fuerza y sus propias manos, iba a privarle de su dignidad y a reinar entre los Inmortales. Rápidamente crecieron luego el vigor y los hermosos miembros del soberano. Y al cabo de un año echó fuera de nuevo su prole el poderoso Cronos de mente retorcida, engañado por las hábiles indicaciones de Gea, vencido por la fuerza y habilidad de su hijo. Primero vomitó la piedra, última cosa que se tragó; y Zeus la clavó sobre la anchurosa tierra, en la sacratísima Pito, en los valles del pie del Parnaso, monumento para la posteridad, maravilla para los hombres mortales. Libró a sus tíos paternos de sus dolorosas cadenas, a los Uránidas Brontes, Estéropes y el vigoroso Arges, a los que insensatamente encadenó su padre; aquéllos le guardaron gratitud por sus beneficios y le regalaron el trueno, el llameante rayo y el relámpago; antes los tenía ocultos la enorme Gea, y con ellos seguro gobierna a mortales e inmortales.

Hijos de Jápeto y Clímene

Jápeto se llevó a la joven Clímene, Oceánide de bellos tobillos y subió a su mismo lecho. Ésta le dio un hijo, el intrépido Atlas, y parió al muy ilustre Menetio, al mañoso y astuto Prometeo y al torpe Epimeteo, que fue desde un principio siempre ruina para los hombres que se alimentan de pan. Pues él por primera vez aceptó una joven mujer modelada por Zeus. Al violento Menetio, Zeus de amplia mirada le hundió en el Érebo, alcanzándole con el ardiente rayo, por su insolencia y desmedida audacia. Atlas sostiene el vasto cielo a causa de una imperiosa fatalidad allá en los confines de la tierra, a la entrada del país de las Hespérides de fina voz, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos; pues esta suerte le asignó como lote el prudente Zeus. A Prometeo abundante en recursos le ató con irrompibles ligaduras, dolorosas cadenas, que metió a través de una columna y lanzó sobre él su águila de amplias alas. Ésta le comía el hígado inmortal y aquél durante la noche crecía por todas partes en la misma proporción que durante el día devoraba el ave de amplias alas. La mató Heracles, ilustre hijo de Alcmena de bellos tobillos y libró de su horrible tormento al Japetónida, dando fin a sus inquietudes no sin el consentimiento de Zeus Olímpico que reina en las alturas, sino para que la fama de Heracles, nacido en Tebas, fuera mayor todavía que antes sobre la tierra fecunda. Por estos anhelos favorecía a su muy ilustre hijo y, aunque irritado, calmó la cólera que antes tenía desde que Prometeo combatió la voluntad del muy poderoso Cronión.

Mito de Prometeo. Creación de la mujer

Ocurrió que cuando dioses y hombres mortales se separaron en Mecona, Prometeo presentó un enorme buey que había dividido con ánimo resuelto, pensando engañar la inteligencia de Zeus. Puso, de un lado, en la piel, la carne y ricas vísceras con la grasa, ocultándolas en el vientre del buey. De otro, recogiendo los blancos huesos del buey con falaz astucia, los disimuló cubriéndolos de brillante grasa. Entonces se dirigió a él el padre de hombres y dioses: “¡Japetónida, el más ilustre de todos los dioses, amigo mío, cuan parcialmente hiciste el reparto de lotes!” Así habló en tono de burla Zeus, conocedor de inmortales designios. Le respondió el astuto Prometeo con una leve sonrisa y no ocultó su falaz astucia: “¡Zeus, el más ilustre y poderoso de los dioses sempiternos! Escoge de ellos el que en tu pecho te dicte el corazón.” Habló ciertamente con falsos pensamientos. Y Zeus, sabedor de inmortales designios, conoció y no ignoró el engaño; pero estaba proyectando en su corazón desgracias para los hombres mortales e iba a darles cumplimiento. Cogió con ambas manos la blanca grasa. Se irritó en sus entrañas y la cólera le alcanzó el corazón cuando vio los blancos huesos del buey a causa de la falaz astucia. Desde entonces sobre la tierra las tribus de hombres queman para los inmortales los blancos huesos cuando se hacen sacrificios en los altares. Y a aquél, díjole Zeus, amontonador de nubes, terriblemente indignado: “¡Hijo de Jápeto, conocedor de los designios sobre todas las cosas, amigo mío, ciertamente no estabas ya olvidándote de tu falaz astucia!” Así dijo lleno de cólera Zeus, conocedor de inmortales designios. Y desde entonces tuvo siempre presente este engaño y no dio la infatigable llama del fuego a los fresnos, los hombres mortales que habitan sobre la tierra. Pero le burló el sagaz hijo de Jápeto escondiendo el brillo que se ve de lejos del infatigable fuego en una hueca cañaheja. Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le irritó su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego. Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: Modeló de tierra al ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó sus sienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella había artísticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles cría el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su arte, admirables, cual seres vivos dotados de voz. Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de la diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad. Como cuando en las abovedadas colmenas las abejas alimentan a los zánganos, siempre ocupados en miserables tareas –aquéllas durante todo el día hasta la puesta del sol diariamente se afanan y hacen blancos panales de miel, mientras ellos aguardando dentro, en los recubiertos panales, recogen en su vientre el esfuerzo ajeno-, así también desgracia para los hombres mortales hizo Zeus altitonante a las mujeres, siempre ocupadas en perniciosas tareas. Otro mal les procuró a cambio de aquel bien: El que huyendo del matrimonio y las terribles acciones de las mujeres no quiere casarse y alcanza la funesta vejez sin nadie que le cuide, éste no vive falto de alimento; pero al morir, los parientes se reparten su hacienda. Y a quien, en cambio, le alcanza el destino del matrimonio y consigue tener una mujer sensata y adornada de recato, éste, durante toda la vida, el mal equipara constantemente al bien. Y quien encuentra una mujer desvergonzada, vive sin cesar con la angustia en su pecho, en su alma y en su corazón; y su mal es incurable. De esta manera no es posible engañar ni transgredir la voluntad de Zeus; pues ni siquiera el Japetónida, el remediador Prometeo, logró librarse de su terrible cólera, sino que por la fuerza, aunque era muy astuto, le aprisionó una enorme cadena.

Titanomaquia

A Briareo, a Coto y a Giges, cuando en un principio su padre se irritó con ellos en su corazón, les ató con fuerte cadena receloso de su formidable vigor, así como de su belleza y estatura, y les hizo habitar bajo la espaciosa tierra. Allí aquéllos, entre tormentos, viviendo bajo la tierra, permanecieron en lugar remoto, en los confines de la ancha tierra, por largo tiempo, muy angustiados y con su corazón lleno de terrible dolor. Más el Crónida y los demás dioses inmortales que concibió Rea de hermosos cabellos en abrazo con Cronos, de nuevo los condujeron a la luz según las indicaciones de Gea. Pues ésta les explico con todo detalle que con su ayuda conseguirían la victoria y brillante fama. Ya hacía tiempo que luchaban soportando dolorosas fatigas enfrentados unos contra otros a través de violentos combates, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos; aquéllos desde la cima del Otris, los ilustres Titanes, y éstos desde el Olimpo, los dioses dadores de bienes a los que parió Rea de hermosos cabellos acostada con Cronos. Por entonces enfrascados unos con otros en fatigosa lucha, llevaban ya combatiendo en conjunto más de diez años. Y no se veía solución de la dura contienda ni final a favor de unos o de otros, sino que el resultado de la guerra permanecía indeciso. Pero cuando Zeus ofreció a aquéllos todos los alimentos, néctar y ambrosía, que los propios dioses comen, creció en el pecho de todos ardorosa pasión, cuando probaron el néctar y la deliciosa ambrosía. Entonces ya les habló el padre de hombres y dioses: “¡Escuchadme, ilustre hijos de Gea y Urano, para que os diga lo que me dicta el corazón en mi pecho! Por largo tiempo ya enfrentados unos con otros, luchamos todos los días por la victoria y el poder los dioses Titanes y los que nacimos de Cronos. Pero mostrad vosotros vuestra terrible fuerza e invencibles brazos contra los Titanes en funesta lucha, recordando nuestra dulce amistad y como después de tantos tormentos bajo dolorosa cadena, de nuevo vinisteis a la luz saliendo de la oscura tiniebla por decisión nuestra.” Así dijo y al punto a su vez le respondió el intachable Coto: “¡Divino! No nos descubres cosas ignoradas, sino que también nosotros sabemos cuán excelentes son tus pensamientos e inteligencia. Paladín fuiste para los Inmortales de una cruel contienda y por tu sabiduría regresamos de nuevo saliendo de aquella oscura tiniebla, ¡soberano hijo de Cronos!, después de sufrir desesperantes tormentos entre inexorables cadenas. Por ello también ahora, con corazón firme y resuelta decisión, defenderemos vuestro poder en terrible batalla luchando contra los Titanes a través de violentos combates.” Así habló. Aplaudieron los dioses dadores de bienes al escuchar sus palabras, y su espíritu anhelaba la guerra con más ansia todavía que antes. Provocaron aquel día una lucha terrible todos, hembras y varones, los dioses Titanes y los que nacieron de Cronos y aquellos a los que Zeus, sumergidos en el Érebo bajo la tierra, trajo a la luz, terribles, violentos y dotados de formidable vigor. Cien brazos salían agitadamente de sus hombros, para todos igual, y a cada uno cincuenta cabezas le nacían de los hombros, sobre robustos miembros. Aquéllos entonces se enfrentaron a los Titanes en funesta lucha, con enormes rocas en sus robustas manos. Los Titanes, de otra parte, afirmaron sus filas resueltamente. Unos y otros exhibían el poder de sus brazos y su fuerza. Terriblemente resonó el inmenso ponto y la tierra retumbó con gran estruendo; el vasto cielo gimió estremecido y desde su raíz vibró el elevado Olimpo por el ímpetu de los Inmortales. La violenta sacudida de las pisadas llegó hasta el tenebroso Tártaro, así como el sordo ruido de la indescriptible refiega y de los violentos golpes. ¡De tal forma se lanzaban recíprocamente funestos dardos! La voz de unos y otros llamándose llegó hasta el estrellado cielo y aquéllos chocaron con enorme alalá. Ya no contenía Zeus su furia, sino que ahora se inundaron al punto de cólera sus entrañas y exhibió toda su fuerza. Al mismo tiempo, desde el cielo y desde el Olimpo, lanzando sin cesar relámpagos, avanzaba sin detenerse; los rayos, junto con el trueno y el relámpago, volaban desde su poderosa mano, girando sin parar su sagrada llama. Por todos lados resonaba la tierra portadora de vida envuelta en llamas y crujió con gran estruendo, envuelto en fuego, el inmenso bosque. Hervía la tierra toda y las corrientes del Océano y el estéril ponto. Una ardiente humareda envolvió a los Titanes nacidos del suelo y una inmensa llamarada alcanzó la atmósfera divina. Y cegó sus dos ojos, aunque eran muy fuertes, el centelleante brillo del rayo y del relámpago. Un impresionante bochorno se apoderó del abismo y pareció verse ante los ojos y oírse con los oídos algo igual que cuando se acercaron Gea y el vasto Urano desde arriba. Pues tan gran estruendo se levantó cuando, tumbada ella, aquél se precipitó desde las alturas. ¡Tanto estruendo se produjo al chocar los dioses en combate! Al mismo tiempo, los vientos expandían con estrépito la conmoción, el polvo, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, armas del poderoso Zeus, y llevaban el griterío y el clamor en medio de ambos. Un estrépito impresionante se levantó, de terrible contienda; y saltaba a la vista la violencia de las acciones. Declinó la batalla; pero antes, atacándose mutuamente, luchaban sin cesar a través de violentos combates. Entonces aquéllos, Coto, Briareo y Giges insaciable de lucha, en la vanguardia provocaron un violento combate. Trescientas rocas lanzaban sin respiro con sus poderosas manos y cubrieron por completo con estos proyectiles a los Titanes. Los enviaron bajo la anchurosa tierra y los ataron entre inexorables cadenas después de vencerlos con sus brazos, aunque eran audaces, tan hondos bajo la tierra como lejos está el cielo de la tierra; esa distancia hay desde la tierra hasta el tenebroso Tártaro. Pues un yunque de bronce que bajara desde el cielo durante nueve noches con sus días, al décimo llegaría a la tierra; e igualmente un yunque de bronce que bajara desde la tierra durante nueve noches con sus días, al décimo llegaría al Tártaro. En torno a él se extiende un muro de bronce y una oscuridad de tres capas envuelve su entrada; encima además nacen las raíces de la tierra y del mar estéril. Allí los dioses Titanes bajo una oscura tiniebla están ocultos por voluntad de Zeus amontonador de nubes en una húmeda región al extremo de la monstruosa tierra; no tienen salida posible: Posidón les puso encima broncíneas puertas y una muralla les rodea de ambos lados. Allí habitan también Giges, Coto y el valiente Briareo, fieles guardianes de Zeus portador de la égida. Allí de la tierra sombría, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Enorme abismo: no se alcanzaría su fondo ni en todo un año completo, si antes fuera posible franquear sus puertas; sino que por aquí y por allá te arrastraría huracán ante huracán terrible. Horrendo incluso para los dioses inmortales, este prodigio. También se encuentran allí las terribles mansiones de la oscura Noche cubiertas por negruzcos nubarrones. Delante de ellas, el hijo de Jápeto sostiene el ancho cielo, apoyándolo en su cabeza e infatigables brazos, sólidamente, allí donde la Noche y la Luz del día se acercan más y se saludan entre ellas pasando alternativamente el gran vestíbulo de bronce. Cuando una va a entrar, ya la otra está yendo hacia la puerta, y nunca el palacio acoge entre sus muros a ambas, sino que siempre una de ellas fuera del palacio da vueltas por la tierra y la otra espera en la morada hasta que llegue el momento de su viaje. Una ofrece a los seres de la tierra su luz penetrante; la otra les lleva en sus brazos el Sueño hermano de la Muerte, la funesta Noche, envuelta en densa niebla. Allí tienen su casa los hijos de la oscura Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses; nunca el radiante Helios les alumbra con sus rayos al subir al cielo ni al bajar del cielo. Uno de ellos recorre tranquilamente la tierra y los anchos lomos del mar y es dulce para los hombres; el otro, en cambio, tiene de hierro el corazón y un alma implacable de bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales dioses. Allí delante se encuentran las resonantes mansiones del dios subterráneo, del poderoso Hades y la temible Perséfone; guarda su entrada un terrible perro, despiadado y que se vale de tretas malvadas: a los que entran les saluda alegremente con el rabo y ambas orejas al mismo tiempo, pero ya no les deja salir de nuevo, sino que, al acecho, se come al que coge a punto de franquear las puertas. Allí reside una diosa maldita para los Inmortales, la terrible Estigia, hija mayor del Océano que refluye en sí mismo. Lejos de los dioses habita un espléndido palacio con techo de enormes rocas; por todas partes se encuentra apoyado sobre plateadas columnas que llegan hasta el cielo. Raramente, la hija de Taumante, Iris rápida de pies, frecuenta este lugar volando por los anchos lomos del mar. Cuando una disputa o querella se suscita entre los Inmortales, por si alguno de los que habitan las mansiones olímpicas falta a la verdad, Zeus encarga a Iris que traiga de lejos el gran juramento de los dioses en un recipiente de oro, el agua helada de mucho renombre que fluye de un alto y escarpado peñasco. En abundancia bajo la anchurosa tierra mana del río sagrado por la negra noche, brazo de Océano. Una décima parte al punto queda apartada; nueve, haciéndolos girar en plateados remolinos por la tierra y los anchos lomos del mar, las precipita en la salada superficie. Y ésta solamente brota de aquel peñasco, azote terrible para los dioses. El que de los Inmortales que habitan las nevadas cumbres del Olimpo jura en vano vertiéndola, queda tendido sin respiración hasta que se cumple un año; y no puede acercarse a la ambrosía, el néctar ni alimento alguno, sino que yace, sin aliento y sin voz, en revestidos lechos y le cubre un horrible sopor. Luego, cuando termine esta terrible enfermedad al cabo de un año, otra prueba aún más dura sucede a aquélla; por nueve años está apartado de los dioses sempiternos y nunca puede asistir al Consejo ni a los banquetes durante esos nueve años; al décimo, otra vez participa en las asambleas de los Inmortales que habitan las mansiones olímpicas. ¡Tal juramento hicieron los dioses al agua imperecedera y antiquísima de la Estigia que atraviesa una región muy áspera! Allí de la tierra sombría, del tenebroso Tártaro, del ponto estéril y del cielo estrellado están alineados los manantiales y términos hórridos y pútridos de todos, y hasta los dioses los maldicen. Allí hay relucientes puertas y un sólido broncíneo vestíbulo natural, asegurado con profundos cimientos. Delante, apartados de todos los dioses, viven los Titanes al otro lado del tenebroso abismo. Después, los ilustres servidores del muy resonante Zeus habitan palacios sobre las raíces del Océano, Coto y Giges; a Briareo, por su nobleza, le hizo su yerno el gravisonante Ennosigeo; le permitió desposar a su hija Cimopolea.

Nacimiento de Tifón

Luego que Zeus expulsó del cielo a los Titanes, la monstruosa Gea concibió su hijo más joven, Tifón en abrazo amoroso con Tártaro preparado por la dorada Afrodita. Sus brazos se ocupaban en obras de fuerza e incansables eran los pies del violento dios. De sus hombros salían cien cabezas de serpiente, de terrible dragón, adardeando con sus negras lenguas. De los ojos existentes en las prodigiosas cabezas, bajo las cejas, el fuego lanzaba destellos y de todas sus cabezas brotaba ardiente fuego cuando miraba. Tonos de voz había en aquellas ardientes cabezas que dejaban salir un lenguaje variado y fantástico. Unas veces emitían articulaciones como para entenderse con dioses, otras un sonido con la fuerza de un toro de potente mugido, bravo e indómito, otras de un león de salvaje furia, otras igual que los cachorros, maravilla oírlo, y otras silbaba y le hacían eco las altas montañas.

Tifonomaquia

Y tal vez hubiera realizado una hazaña casi imposible aquel día y hubiera reinado entre mortales e inmortales, de no haber sido tan penetrante la inteligencia del padre de hombres y dioses. Tronó reciamente y con fuerza y por todas partes terriblemente resonó la tierra el ancho cielo arriba, el ponto, las corrientes del Océano y los abismos de la tierra. Se tambaleaba el alto Olimpo bajo sus inmortales pies cuando se levantó el soberano y gemía lastimosamente la tierra. Un ardiente bochorno se apoderó del ponto de azulados reflejos, producido por ambos y por el trueno, el relámpago, el fuego vomitado por el monstruo, los huracanados vientos y el fulminante rayo. Hervía la tierra entera, el cielo y el mar. Enormes olas se precipitaban sobre las costas por todo alrededor bajo el ímpetu de los Inmortales y se originó una conmoción infinita. Temblaba Hades, señor de los muertos que habitan bajo la tierra, y los Titanes que, sumergidos en el Tártaro, rodean a Cronos, a causa del incesante estruendo y la horrible batalla. Zeus, después de concentrar toda su fuerza y coger sus armas, el trueno, el relámpago y el llameante rayo, le golpeó saltando desde el Olimpo y envolvió en llamas todas las prodigiosas cabezas del terrible monstruo. Luego que le venció fustigándole con sus golpes, cayó aquél de rodillas y gimió la monstruosa tierra, Fulminado el dios, una violenta llamarada surgió de él cuando cayó entre los oscuros e inaccesibles barrancos de la montaña. Gran parte de la monstruosa tierra ardía con terrible humareda y se fundía igual que el estaño cuando por arte de los hombres se calienta en el bien horadado crisol o el hierro que es mucho más resistente, cuando se le somete al calor del fuego en los barrancos de las montañas, se funde en el suelo divino por obra de Hefesto; así entonces se fundía la tierra con la llama del ardiente fuego. Y le hundió, irritado de corazón, en el ancho Tártaro.

Hijos de Tifón

Son hijos de Tifón los recios Anemoi de húmedo soplo, menos Noto, Bóreas, Argesteo y Céfiro. Éstos descienden de los dioses y son de gran utilidad para los mortales. Las demás brisas soplan caprichosamente sobre el mar; unas dejándose caer en el ponto sombrío, azote terrible para los mortales, se precipitan en funesto vendaval y, unas veces en un lugar, otras en otro, con sus ráfagas destruyen las naves y hacen perecer a los navegantes. No hay escape del mal para los hombres que se topan con ellas en el ponto. Otras en cambio, a lo largo de la tierra sin límites cubierta de flores arrasan los deliciosos campos de los hombres nacidos en el suelo, llenándolos de polvo y de atroz confusión. Luego que los dioses bienaventurados terminaron sus fatigas y por la fuerza decidieron con los Titanes sus privilegios, ya entonces por indicación de Gea animaron a Zeus Olímpico de amplia mirada para que reinara y fuera soberano de los Inmortales. Y él les distribuyó bien las dignidades.

Hijos de Zeus con las diosas

Zeus rey de dioses tomó como primera esposa a Metis, la más sabia de los dioses y hombres mortales. Mas cuando ya faltaba poco para que naciera la diosa Atenea de ojos glaucos, engañando astutamente su espíritu con ladinas palabras, Zeus se la tragó por indicación de Gea y del estrellado Urano. Así se lo aconsejaron ambos para que ningún otro de los dioses sempiternos tuviera la dignidad real en lugar de Zeus. Pues estaba decretado que nacieran de ella hijos muy prudentes: primero, la doncella de ojos glaucos Tritogenia que iguala a su padre en coraje y sabia decisión; y luego, era de esperar que naciera un hijo rey de dioses y hombres con arrogante corazón. Pero Zeus se la tragó antes para que la diosa le avisara siempre de lo bueno y de lo malo.

En segundo lugar, se llevó a la brillante Temis que parió a las Horas, Eunomía, Dike y la floreciente Eirene, las cuales protegen las cosechas de los hombres mortales, y a las Moiras, a quienes el prudente Zeus otorgó la mayor distinción, a Cloto, Láquesis y Átropo, que conceden a los hombres mortales el ser felices y desgraciados.

Eurínome, hija del Océano, de encantadora belleza, le dio las tres Cárites de hermosas mejillas, Aglaya, Eufrósine y la deliciosa Talía. De sus párpados brota el amor que afloja los miembros cuando miran y bellas son las miradas que lanzan bajo sus cejas.

Luego subió al lecho de Deméter nutricia de muchos. Ésta parió a Perséfone de blancos brazos, a la que Edoneo arrebató del lado de su madre; el prudente Zeus se la concedió.

También hizo el amor a Mnemósine de hermosos cabellos y de ella nacieron las nueve Musas de dorada frente a las que encantan las fiestas y el placer del canto.

Leto parió a Apolo y a la flechadora Ártemis, prole más deseable que todos los descendientes de Urano, en contacto amoroso con Zeus portador de la égida.

En último lugar tomó por esposa a la floreciente Hera; ésta parió a Hebe, Ares e Ilitía en contacto amoroso con el rey de dioses y hombres. Y él, de su cabeza, dio a luz a Atenea de ojos glaucos, terrible, belicosa, conductora de ejércitos, invencible y augusta, a la que encantan los tumultos, guerras y batallas. Hera dio a luz, sin trato amoroso -estaba furiosa y enfadad con su esposo-, a Hefesto, que destaca entre todos los descendientes de Urano por la destreza de sus manos.

Hijos de Anfítrite con Posidón y Afrodita con Ares (930 - 937)[editar]
De Anfítrite y del resonante Ennosigeo nació el fornido y enorme Tritón que, en las profundidades del mar, junto a su madre y soberano padre, habita palacios de oro, terrible dios. A su vez, con Ares, perforador de escudos, Citerea concibió a los temibles Miedo y Terror, que ponen en confusión las compactas falanges de varones en la guerra sangrienta junto con Ares destructor de ciudades; y también a Harmonía, a quien el muy esforzado Cadmo hizo su esposa.

Otros hijos de Zeus

También con Zeus la Atlántide Maya parió al ilustre Hermes, heraldo de los Inmortales, subiendo a su sagrado lecho. Y la cadmea Sémele, igualmente en trato amoroso con él, dio a luz a un ilustre hijo, el muy risueño Dioniso, un inmortal siendo ella mortal. Ahora ambos son dioses. Alcmena parió al fornido Heracles en contacto amoroso con Zeus amontonador de nubes.

Matrimonios entre dioses

A Aglaya, Hefesto, el muy ilustre patizambo, siendo la más joven de las Cárites, la hizo su floreciente esposa. Dioniso, el de dorados cabellos, a la rubia Ariadna hija de Minos la hizo su floreciente esposa; y la convirtió en inmortal y exenta de vejez el Cronión. A Hebe, hija del poderoso Zeus y de Hera de doradas sandalias, el bravo hijo de Alcmena de bellos tobillos, el fornido Heracles, al término de sus penosos trabajos, la hizo su venerable esposa en el nevado Olimpo. ¡Dichoso él, que, después de realizar una gran hazaña, entre los Inmortales vive sin dolor y exento de vejez por todos los siglos! Con el incansable Helios, la ilustre Oceánide Perseis tuvo a Circe y al rey Eetes. Eetes, hijo de Helios que ilumina a los mortales, se casó con una hija del Océano, río perfecto, por decisión de los dioses, con Idía de hermosas mejillas. Ésta parió a Medea de bellos tobillos sometida a su abrazo por mediación de la dorada Afrodita.

Catálogo de los héroes

Y ahora, ¡salud a vosotros que habitais las mansiones olímpicas y también vosotros, islas, continentes y salobre ponto encajado entre ellos! ¡Celebrad, Musas Olímpicas de dulces palabras, hijas de Zeus portador de la égida, la tribu de diosas que, acostadas con varones mortales, siendo inmortales dieron a luz hijos semejantes a dioses! Deméter, divina entre diosas, parió al generoso Pluto en placentero abrazo con el héroe Yasio en un fértil campo en el rico país de Creta. Éste recorre toda la tierra y los anchos lomos del mar y a quien le encuentra, si se echa en sus brazos, le vuelve rico y le colma de prosperidad. Con Cadmo, Harmonía, hija de la dorada Afrodita, tuvo a Ino, Sémele, Ágave de hermosas mejillas, Autónoe, a la que desposó Aristeo de tupida cabellera, y a Polidoro en la bien coronada Tebas. Calírroe, hija del Océano, unida con el valeroso Crisaor en el amor de la muy dorada Afrodita, parió un hijo, el más violento de todos los mortales: Gerión, al que mató el fornido Heracles por sus bueyes de marcha basculante en Eritrea rodeada de corrientes. Con Titono, Eos dio a luz a Memnón de broncínea coraza, rey de los etíopes y al héroe Ematión. Además, con Céfalo, concibió un hijo ilustre, el ilustre Faetón, varón semejante a los dioses. A él, joven, en la tierna flor de una noble juventud, niño de ingenuos pensamientos, la risueña Afrodita le levantó llevándoselo por los aires y le colocó en sus sagrados templos, servidor secreto de su santuario, genio divino. A la hija de Eetes rey vástago de Zeus, el Esónida, por decisión de los dioses sempiternos, se la llevó del palacio de Eetes al término de las amargas pruebas que en gran número le impuso un rey poderoso y soberbio, el violento, insensato y osado Pelias. Cuando las llevó a cabo, volvió Yolcos el Esónida, tras muchos sufrimientos, conduciendo en su rápida nave a la joven de ojos vivos y la hizo su floreciente esposa. Entonces ésta, poseida por Jasón, pastor de pueblos, dio a luz un hijo: Medeo, al que educó en las montañas Quirón, hijo de Fílira. Y se cumplió por completo la voluntad de Zeus. En cuanto a las hijas de Nereo, viejo del mar, Psámata, divina entre diosas, parió a Foco en abrazo con Éaco por mediación de la dorada Afrodita. Y la diosa Tetis de plateados pies, sometida a Peleo, dio a luz a Aquiles, destructor de hombres, furioso como un león. A Eneas le parió Citerea de bella corona, en placentero contacto con el héroe Anquises en las cumbres azotadas por el viento del escabroso Ida. Circe, hija del Hiperiónida Helios, en abrazo con el intrépido Odiseo, concibió a Agrio y al intachable y poderoso Latino; también parió a Telégono por mediación de la dorada Afrodita. Éstos, muy lejos, al fondo de las islas sagradas, reinaban sobre los célebres Tirrenos. Calipso, divina entre diosas, unida en placentero abrazo con Odiseo, dio a luz a Nausítoo y Nausínoo.

Proemio al catálogo de heroínas

Estas inmortales, acostadas con varones mortales, dieron a luz hijos semejantes a dioses. Y ahora, ¡celebrad la tribu de mujeres, Musas Olímpicas de dulces palabras, hijas de Zeus portador de la égida!

Fin






Trabajos y días
de Hesíodo


LIBRO I



Musas que ilustráis con vuestros cantos, venid de la Pieria, y loando a vuestro Padre Zeus, decid cómo los hombres mortales son desconocidos o célebres, irreprochables o cubiertos de oprobio, por la voluntad del gran Zeus. Porque eleva y derriba fácilmente, abate con facilidad al hombre poderoso y fortalece al débil, castiga al malo y humilla al soberbio, Zeus que truena en las alturas y habita las moradas superiores.

¡Escucha, oh hombre que oyes y ves todo, y conforma nuestros juicios a tu justicia! Por lo que a mí respecte, procuraré decir a Perses unas cuantas verdades.

No hay una causa única de disensión, sino que hay dos sobre la tierra: la una digna de las alabanzas del sabio, la otra censurable. Obran en sentido diferente. Una es funesta; excita la guerra lamentable y la discordia, y ningún mortal la ama; pero todos le están sometidos necesariamente por la voluntad de los Inmortales. En cuanto a la otra, la oscura Nix la parió la primera, y el alto Cronida que habita en el eter la situó bajo las raíces de la tierra para que fuese mejor con los hombres, pues excita al perezoso al trabajo. En efecto, si un hombre ocioso mira a un rico, se apresura a labrar, a plantar, a gobernar bien su casa. El vecino excita la emulación del vecino, que se apresura a enriquecerse, y esta envidia es buena para los hombres. Con él, el alfarero envidia al alfarero, el obrero envidia al obrero, el mendigo envidia al mendigo y el aeda envidia al aeda.

¡Oh Perses! retén esto en tu espíritu: que la envidia, que se regocija de los males, no desvíe tu espiritu del trabajo, haciéndote seguir los procesos y escuchar las querellas en el ágora. Hay que conceder poca atención a los procesos y al ágora cuando no se ha amontonado en la casa, durante la estación, el sustento, presente de Demeter. Una vez saciado, entablarás, si quieres, procesos y querellas a las riquezas de los otros; pero entonces no te será ya permitido obrar así. Terminemos, pues, el proceso con juícios rectos, que son dones excelentes de Zeus; porque recientemente hemos repartido nuestro patrimonio, y me has arrebatado la mayor parte, con el fin de inclinar en tu favor a los reyes, esos devoradores de presentes, que quieren juzgar los procesos. ¡Insensatos! No saben hasta qué punto la mitad a veces vale más que el todo, y hasta qué punto son un gran bien la malva y el asfodelo. Los Dioses, en efecto, ocultaron a los hombres el sustento de la vida; pues, de otro modo, durante un solo día trabajarías lo suficiente para todo el año, viviendo sin hacer nada. Al punto colgarías el mango del arado por encima del humo, y pararías el trabajo de los bueyes y de las mulas pacientes. Pero Zeus ocultó este secreto, irritado en su corazón porque el sagaz prometeo le había engañado. Por eso preparó a los hombres males lamentables, y escondió el fuego que el excelente hijo de Yapeto robara en una caña hueca abierta para dárselo a los hombres, engañando así a Zeus que disfruta del rayo. Entonces, Zeus que amontona las nubes dijo indignado:

¡Yapetionida! Más sagaz que ninguno, te alegras de haber hurtado el fuego y engañado a mi espíritu; pero eso constituirá una gran desdicha para ti, así como para los hombres futuros. A causa de ese fuego, les enviaré un mal del que quedarán encantados, y abrazarán su propio azote.

Habló así y rió el Padre de los hombres y de los Dioses, y ordenó al ilustre Hefesto que mezclara en seguida la tierra con el agua y de la pasta formara una bella virgen semejante a las Diosas inmortales, y a la cual daría voz humana y fuerza. Y ordenó a Atenea que le enseñara las labores de las mujeres y a tejer la tela; y que Afrodita de oro esparciera la gracia sobre su cabeza y le diera el áspero deseo y las inquietudes que enervan los miembros. Y ordenó al mensajero Hermes, matador de Argos, que le inspirara la impudicia y un ánimo falaz. Ordenó así, y los aludidos obedecieron al rey Zeus Cronión. Al punto, el ilustre Cojo de ambos pies, por orden de Zeus, modeló con tierra una imagen semejante a una virgen venerable; la Diosa Atenea la de los ojos claros la vistió y la adornó; las Diosas Cárites y la venerable Pito colgaron a su cuello collares de oro; las Horas de hermosos cabellos la coronaron de flores primaverales; Palas Atenea le adornó todo el cuerpo; y el Mensajero matador de Argos, por orden de Zeus retumbante, le inspiró las mentiras, los halagos y las perfidias; y finalmente el Mensajero de los Dioses puso en ella la voz. Y Zeus llamó a ésta mujer Pandora, porque todos los Dioses de las moradas olímpicas le dieron algún don, que se convirtiera en daño de los hombres que se alimentan de pan.

Tras de acabar esta obra perniciosa e inevitable el Padre Zeus envió a Epimeteo al ilustre Matador de Argos, veloz mensajero de los Dioses, con ese presente; y Epimeteo no pensó en que Prometeo le había recomendado que no aceptara nada de Zeus Olimpico y le devolviera sus presentes, para que no trajesen desgracia a los mortales. Y aceptó el obsequio y no sintió el mal hasta después de haberlo recibido.

Antes de aquel día, las generaciones de hombres vivían sobre la tierra exentas de males, y del rudo trabajo, y de las enfermedades crueles que acarrean la muerte a los hombres. Porque ahora los mortales envejecen entre miserias.

Y aquella mujer, levantando la tapa de un gran vaso que tenía en sus manos esparció sobre los hombres las miserias horribles. Únicamente la Esperanza quedó en el vaso, detenida en los bordes, y no echó a volar porque Pandora había vuelto a cerrar la tapa por orden de Zeus tempestuoso que amontona las nubes.

Y he aquí que se esparcen innumerables males entre los hombres, y llenan la tierra y cubren el mar; noche y día abruman las enfermedades a los hombres, trayéndoles en silencio todos los dolores porque el sabio Zeus les ha negado la voz. Y así es que nadie puede evitar la voluntad de Zeus.

Pero, si quieres, oh Perses, te diré otras palabras buenas y sabias; reténlas en tu espíritu.

Cuando al mismo tiempo nacieron los Dioses y los hombres mortales, primero los Inmortales que tienen moradas olímpicas crearon la Edad de Oro de los hombres que hablan. Bajo el imperio de Cronos que mandaba en el Urano, vivían como Dioses, dotados de un espíritu tranquilo. No conocían el trabajo, ni el dolor, ni la cruel vejez; guardaban siempre el vigor de sus pies y de sus manos, y se encantaban con festines, lejos de todos los males, y morían como se duerme. Poseían todos los bienes; la tierra fértil producía por si sola en abundancia; y en una tranquilidad profunda, compartían estas riquezas con la muchedumbre de los demás hombres irreprochables.

Pero, después de que la tierra hubo escondido esta generación, se convirtieron en Dioses, por voluntad de Zeus, aquellos hombres excelentes y guardianes de los mortales. Vestidos de aire, van por la tierra, observando las acciones buenas y malas, y otorgando las riquezas, porque tal es su real recompensa.

Después, los habitantes de las moradas olímpicas suscitaron una segunda generación muy inferior, la Edad de Plata, que no era semejante a la Edad de Oro ni en el cuerpo ni en la inteligencia, Durante cien años, el niño era criado por su madre y crecía en su morada, pero sin ninguna inteligencia; y cuando había alcanzado la adolescencia y el término de la pubertad, vivía muy poco tiempo, abrumado de dolores a causa de la estupidez. En efecto, los hombres no podían abstenerse entre ellos de la injuriosa iniquidad, y no querían honrar a los Dioses, ni sacrificar en los altares sagrados de los Bienaventurados, como está prescrito a los hombres por el uso. Y Zeus Cronida, irritado, los absorbió, porque no honraban a los Dioses que habitan el Olimpo.

Después de que la tierra hubo escondido esta generación, estos mortales fueron llamados los Dichosos subterráneos. Están en segunda fila, pero se respeta su memoria.

Y el Padre Zeus suscitó una tercera raza de hombres parlantes, la Edad de Bronce, muy desemejante a la Edad de Plata. Al igual de fresnos, violentas y robustos, estos hombres no se preocupaban sino de injurias y de trabajos lamentables de Ares. No comían trigo, eran feroces y tenían el corazón duro como el acero. Era grande su fuerza, y sus manos inevitables se alargaban desde los hombros sobre sus miembros robustos. Y sus armas eran de bronce y sus moradas de bronce, y trabajaban el bronce, porque aún no existía el hierro negro. Domeñándose entre sí con sus propias manos, descendieron a la morada amplia y helada de Edes, sin honores. La negra Tanatos los asió, a pesar de sus fuerzas maravillosas, y dejaron la espléndida luz de Helios.

Después de que la tierra hubo escondido esta generación, Zeus Cronida suscitó otra divina raza de héroes más justos y mejores, que fueron llamados Semidioses en toda la tierra por la generación presente. Pero la guerra lamentable y la refriega terrible los destruyeron a todos, a unos en la tierra Cadmeida, delante de Tebas la de las siete puertas, en tanto combatían por los rebaños de Edipo; y a los otros, cuando en sus naves fueron a Troya, surcando las grandes olas del mar, a causa de Helena la de hermosos cabellos, Ios envolvió allí la sombra de la muerte. Y el Padre Zeus les dio un sustento y una morada desconocidos de los hombres, en las extremidades de la tierra. Y estos héroes habitan apaciblemente las islas de los Bienaventurados, allende el profondo Océano. Y allí, tres veces por año, les da la tierra sus frutos.

¡Oh, si no viviera yo en esta quinta generación de hombres, o más bien, si hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la Edad de Hierro. Los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes. Entretanto, los bienes se mezclarán con los males. Pero Zeus destruirá también esta generación de hombres cuando se les tornen blancos los cabellos. No será el padre semejante al hijo, ni el hijo al padre, ni el huesped al huésped, ni el amigo al amigo, y el hermano no será amado por su hermano como antes. Los padres viejos serán despreciados por sus hijos impíos, que les dirigirán palabras injuriosas, sin temer los ojos de los Dioses. Llenos de violencia, no restituirán a sus viejos padres el precio de los cuidados que de ellos recibieron. El uno saqueará la ciudad del otro. No habrá ninguna piedad, ninguna justicia, ni buenas acciones, sino que se respetará al hombre violento e inicuo. Ni equidad, ni pudor. El malo ultrajará al mejor con palabras engañosas, y perjurará. El detestable Zelo, que se regocija de los males, perseguirá a todos los míseros hombres. Entonces, volando de la anchurosa tierra hacia el Olimpo, y abandonando a los hombres, Edo y Némesis, vestidas con trajes blancos, se reunirán con la raza de los Inmortales. Y los dolores se quedarán entre los mortales, y ya no habrá remedio para sus males.

Y ahora, diré un apólogo a los reyes, aunque piensan con su propia sabiduría.

Un gavilán habló así a un ruiseñor sonoro al que había cogido en sus garras y se lo llevaba por las altas nubes. El ruiseñor, desgarrado por las curvas uñas, gemía; pero el gavilán le dijo estas palabras imperiosas: Desdichado, ¿por qué gimes? Ciertamente, eres presa de uno más fuerte que tú. Irás adonde yo te conduzca, aunque seas un aeda. Te comeré, si me place, o te soltaré. ¡Malhaya quien quiera luchar contra otro más poderoso que él! Será privado de la victoria y abrumado de vergüenza y de dolores. Así habló el rápido gavilán de anchas alas.

¡Oh Perses! escucha la justicia y no medites la injuria, porque la injuria es funesta para el miserable, y ni siquiera el hombre irreprochable la soporta fácilmente; está abrumado y perdido por ella. Hay otra vía mejor que lleva a la justicia, y ésta se halla siempre por encima de la injuria; pero el insensato no se instruye hasta después de haber sufrido. El Dios testigo de los juramentos se aparta de los juicios inicuos. La justicia se irrita, sea cualquiera el lugar adonde la conduzcan hombres devoradores de presentes que ultrajan las leyes con juicios inicuos. Vestida de tinieblas, recorre, llorando, las ciudades y las moradas de los pueblos, llevando la desdicha a los hombres que la han ahuyentado y no han juzgado equitativamente. Pero los que hacen una justicia recta a los extranjeros, como a sus conciudadanos, y no se salen de lo que es justo, contribuyen a que prosperen las ciudades y los pueblos. La paz, mantenedora de hombres jóvenes, está sobre la tierra, y Zeus que mira a lo lejos, no les envía jamás la guerra lamentable. Jamás el hambre ni la injuria ponen a prueba a los hombres justos, que gozan de sus riquezas en los festines. La tierra les da alimento abundante; en las montañas, la encina tiene bellotas en su copa y panales en la mitad de su altura. Sus ovejas están cargadas de lana y sus mujeres paren hijos semejantes a sus padres. Abundan perpetuamente en bienes y no tienen que navegar en naves, porque la tierra fecunda les prodiga sus frutos. Pero a los que se entregan a la injuria, a la busqueda del mal y a las malas acciones, Zeus que mira a lo lejos, el Cronida, les prepara un castigo; y con frecuencia es castigada toda una ciudad a causa del crimen de un solo hombre que ha meditado la iniquidad y que ha obrado mal. El Cronión, desde lo alto del Urano, envía una gran calamidad: el hambre y la peste a la vez, y perecen los pueblos. Las mujeres no paren ya, y decrecen las familias por voluntad de Zeus Olímpico; o bien les destruye el Cronión su gran ejército, o sus murallas, o hunde sus naves en el mar.

¡Oh reyes! considerad por vosotros mismos este castigo; porque los Dioses mezclados entre los hombres, ven a cuantos se persiguen con juicios inicuos sin preocuparse de los Dioses ni por asomo. Sobre la tierra mantenedora de muchos hay treinta mil Inmortales de Zeus que guardan a los hombres mortales; y envueltos de aire, corren acá y allá sobre la tierra observando los juicios equitativos y las malas acciones. Y la justicia es una virgen hija de Zeus, ilustre, venerable para los Dioses que habitan el Olimpo; y en verdad que, si alguien la hiere y la ultraja sentada junto al Padre Zeus Cronión, al punto acusa ella al espíritu inicuo de los hombres, con el fin de que el pueblo sea castigado por culpa de los reyes que, movidos de un mal designio, se apartan de la equidad recta y se niegan a pronunciar juicios irreprochables. Considerad esto, ¡oh reyes devoradores de presentes! corregid vuestras sentencias y olvidad la iniquidad. Se hace daño a sí mismo el hombre que se lo hace a otros; un mal designio es más dañoso para quien lo ha concebido. Los ojos de Zeus lo ven y lo comprenden todo; y en verdad que, si Zeus lo quiere, mira al proceso que se juzga en la ciudad. Pero no quiero pasar por justo entre los hombres, ni que pase por ello mi hijo, puesto que constituye una desdicha ser justo, y el más inicuo tiene más derechos que el justo. Sin embargo no creo que Zeus, que disfruta del rayo, quiera que las cosas acaben así.

Oh Perses! retén esto en tu espíritu: acoge el espíritu de justicia y rechaza la violencia, pues el Cronión ha impuesto esta ley a los hombres. Ha permitido a los peces, a los animales feroces y a las aves de rapiña devorarse entre sí, porque carecen de justicia; pero ha dado a los hombres la justicia, que es la mejor de las cosas. Si en el ágora quiere hablar con equidad alguno, Zeus, que mira a lo lejos, le colma de riquezas; pero si miente perjurando, es castigado irremediablemente: su posteridad se oscurece y acaba por extinguirse, en tanto que la posteridad del hombre justo se ilustra en el porvenir, cada vez más.

¡Te haré excelentes advertencias, insensatísimo Perses! Fácil es abismarse en la maldad, porque la vía que conduce a ella es corta y está cerca de nosotros; en cambio, para ejercitar la virtud los mismos Dioses han sudado; porque la vía es larga, ardua y al principio está llena de dificultades; pero en cuanto se llega a la cúspide, se hace fácil en adelante, después de haber sido difícil.

Más prudente es quien, experimentando todo por sí mismo, medita acerca de las accienes que serán mejores una vez llevadas a cabo. También es muy meritorio quien consiente que se le aconseje bien; pero quien no escucha ni a sí mismo ni a los demás, es un hombre inútil.

Acuérdate siempre de mi consejo, y trabaja, ¡oh Perses, raza de Dioses! con el fin de que el hambre te deteste y de que Demeter la de la hermoso corona, la venerable, te ame y llene tu granero; porque el hambre es la compañera inseparable del perezoso. Los Dioses y los hombres odian igualmente al que vive sin hacer nada, semejante a los zánganos, que carecen de aguijón y que, sin trabajar por su cuenta, devoran el trabajo de las abejas. Séate agradable trabajar útilmente, a fin de que tus graneros se llenen en tiempo oportuno. El trabajo hace a los hombres opulentos y ricos en rebaños, y trabajando serás más caro a los Dioses y a los hombres, porque tienen odio a los perezozos. No es el trabajo quien envilece, sino la ociosidad. Si trabajas, no tardará el perezoso en tener envidia de ver que te enriqueces, porque la virtud y la gloria acompañan a las riquezas; y así serás semejante a un Dios. Por eso más vale trabajar, no mirar con espíritu envidioso las riquezas de los demás, y tener la preocupación de tu sustento, como te aconsejo. La mala vergüenza posee al indigente.

La vergüenza viene en ayuda de los hombres o los envilece. La vergüenza lleva a la pobreza y la audacia lleva a las riquezas. Las riquezas no adquiridas por el robo, sino otorgadas por los Dioses, son las mejores. Si alguien a causa de la pereza de sus manos ha arrebatado grandes riquezas, o con el ejercicio de su lengua ha despojado a otro y estas cosas son frecuentes, porque el deseo de ganancia turba el espíritu y la impudicia ahuyenta el pudor, los Dioses arruinan fácilmente a tal hombre; su raza decrece, y no guarda él sus riquezas sino poco tiempo. Y es lo mismo el crimen de quien ofendiera con malos tratos a un suplicante o a un huésped, que el de quien subiera al lecho fraterno, cometiendo una acción impía por deseo de la mujer de su hermano, que el de quien, con el fraude, arruinara a niños huérfanos, y que el de quien abrumara con oprobios y palabras injuriosas a su padre al llegar éste al mísero umbral de la vejez. En verdad que Zeus se irrita contra ese hombre y le inflige un castigo terrible a causa de sus iniquidades.

En tu espírifu insensato abstente, pues, de esas acciones. Antes bien, ofrece castamente e inocentemente sacrificios a los Dioses inmortales y quema muslos crasos. Aplácalos con libaciones y perfumes en el momento en que te acuestes y cuando vuelva la luz sagrada, con el fin de que te sean benévolos de espíritu y de corazón, y de que, sin vender su herencia, puedas, por el contrario, comprar la de otro. Llama a tu amigo a tu festín, y no a tu enemigo. Antes bien invita voluntario al que habita cerca de ti; porque si te acaeciera alguna necesidad doméstica; tus vecinos acudirán sin cinturones, mientras tus parientes estén ocupados todavía en ceñirse los suyos. Un gran azote es un mal vecino, en tanto que un buen vecino es una fortuna. Encontrar un buen vecino es una buena suerte. Jamás morirá uno de tus bueyes, a no ser que tengas un mal vecino. Mide estrictamente lo que recibas de tu vecino, y devuélveselo exactamente, y aun con creces, si puedes, a fin de que más tarde halles pronto socorro en caso necesario.

No aspires a ganancias ilícitas, porque equivalen a la ruina. Ama al que te ame, ayuda al que te ayude, da al que te dé; pero no des nada a quien no te dé nada. Se da, en efecto, al que da; pero nadie da a quien no da nada. Buena es la liberalidad; pero la rapiña es mala y mortal. Si alguien da, aunque sea mucho, y por su propio impulso, se alegra de dar y está contento de ello en su corazón; pero el que roba escudándose en su impudicia, aunque sea poco, queda con el corazón desgarrado, porque si añades lo poco a lo poco, pero frecuentemente, pronto lo poco se hará mucho. El que añade a lo que posee, evitará el hambre negra. Lo que está seguro en casa no inquieta al amo. Más vale que esté todo en casa, ya que lo que hay fuera está expuesto. Dulce es gozar de los bienes presentes y, cruel desear los de fuera. Te aconsejo evitar todas estas cosas.

Hártate de beber al principio y al final del túnel, pero no cuando está a la mitad. Vana es la economía donde ya no hay nada. Da siempre exactamente el salario convenido a tu amigo. Hasta cuando juegues con tu hermano, ten un testigo; la credulidad y la desconfianza pierden por igual a los hombres. No seduzca tu espíritu con su dulce charla la mujer que adorna su desnudez, porque anda buscando tu hacienda: y quien se fía de semejante mujer se fía del ladrón.

Al hijo unico es a quien compete vigilar la casa paterna, y así es como la riqueza se acrece en las moradas. ¡Ojalá mueras viejo y dejes un solo hijo en tu lugar! Zeus otorga también grandes riquezas a las familias numerosas. Los esfuerzos de muchos producen bienes mayores. Asi, pues, si tu espíritu desea riquezas, procede como te aconsejo y añade trabajo al trabajo.



LIBRO II

Al salir las Pléyades, hijas de Atlas, comienza la recolección, y la labranza cuando ellas se oculten. Se ocultan durante cuarenta días y cuarenta noches; y cuando el año va corrido, aparecen de nuevo en el momento en que se afila el hierro. Tal es el uso campestre entre los que cultivan las tierras fértiles de los profundos valles, lejos del mar retumbante. Debes estar desnudo cuando siembres, desnudo cuando labres, desnudo cuando coseches, si quieres Ilevar a cabo los trabajos de Demeter en el momento propicio, si quieres que cada cosa crezca en su estación, y si no quieres, careciendo de todo, ir a mendigar en moradas extrañas, sin recibir nada. Así fue como viniste a mí ya; pero yo no te daré cosa alguna, ni añadiré más regalos.

Trabaja, ¡oh insensato Perses! en la tarea que los Dioses destinaron para los hombres, no vaya a ser que, gimiendo tu corazón, con tu mujer y tus hijos, tengas que buscar el sustento en casa de tus vecinos, que te rechazarán. Acaso lograras éxito dos o tres veces; pero si vuelves a importunarlos, ya no lograrás nada; hablarás mucho en vano y será inútil la multitud de tus palabras. Te aconsejo, pues, que empieces por pensar en el pago de tus deudas y en evitar el hambre.

Ante todo, procura tener una casa, una mujer, un buey de labor y una servidora soltera que siga a tus bueyes. Ten en tu morada todos los instrumentos necesarios, con el fin de que no hayas de pedírselos a otros y de que no carezcas de ellos si se te rehusan; porque entonces pasará el tiempo y el trabajo quedará por hacer. No dejes nada para el día siguiente, ni para el otro día, porque el trabajo diferido no llena el granero. La actividad acrecerá tus riquezas, porque el hombre que difiere siempre las cosas lucha con la ruina.

Cuando la fuerza del ardiente Helios disminuye y el cuerpo humano, por voluntad del gran Zeus, se torna más ligero durante las lluvias otoñales. Porque entonces la estrella de Sirio aparece menos tiempo sobre la cabeza de los hombres sometidos a la Ker y brilla sobre todo en la noche; cuando la selva, talada por el hierro, se hace incorruptible, y caen las hojas y la savia ardiente se detiene en las ramas, acuérdate de que ya es hora de cortar la madera. Talla un mortero de tres pies, un majadero de tres codos y un eje de siete pies. En verdad que esta es la mejor medida. Pero si el eje lo encuentras de ocho pies: podrás entonces cortar además un mazo. Corta también una rueda de tres palmos para una carreta que mida diez palmos y además, varios trozos de madera curvada.

Lleva a tu morada, si lo encuentras en la montaña o en los campos, una mancera de arado de carrasca, que es la mancera más sólida para hacer trabajar a los bueyes. Un discípulo de Atenea la adaptará al timón y la fijará al dental con clavos. Entonces, trabajando en tu morada, dispón dos arados, uno acoplado y el otro compacto, que así es mejor. Porque si rompes uno, sujetarás al otro los bueyes. Los timones mas fuertes son de laurel o de olmo; el cuerpo del arado es de encina y la marecera de madera de carrasca.

Compra dos bueyes de nueve años. Cuando están en el término de la juventud, se hallan pletáricos de fuerza y son excelentes para el trabajo. No se querellarán, rompiendo el arado en el surco y dejando la labor sin acabar. Que los siga un hombre de cuarenta años, habiendo comido cuatro partes de un pan cortado en ocho pedazos. Él cuidará de su labor y trazará un surco derecho, porque no mirará a sus compañeros y se entregará por entero al trabajo. Uno más joven no valdría para esparcir la semilla y para evitar tener que esparcirla dos veces, porque uno más joven desea en su corazón reunirse con sus compañeros.

Escucha con atención el graznido de la grulla que todos los años chilla desde lo alto de las nubes. Da la señal de la labor y anuncia el invierno lluvioso. Entonces se desgarra el corazón del hombre que no preparó sus bueyes.

Alimenta en tu morada bueyes de cuernos curvos. Fácil es decir al vecino: “Préstame tus bueyes y tu arado”; pero fácil es responder: “Mis bueyes están trabajando”. El hombre de espíritu fantasioso dice: “¡Construiré un arado!” Insensato, no sabe que para construir un arado son precisos cien trozos de madera, y que antes que nada se necesita ocuparse en cogerlos de antemano y reunirlos en casa.

Cuando llegue la época de labrar, ve con tus servidores, y desde por la mañana apresúrate a labrar la tierra húmeda o seca, a fin de que sean fértiles tus campos. Siembra tu campo cuando aún esté liviano por la sequía; limpia el suelo en la primavera, a fin de que no te pese, si se labra de nuevo en verano. De esta manera sirve para apartar las imprecaciones y calmar el llanto de los niños.

Suplica a Zeus subterráneo y a la casta Demeter, con el fin de que maduren los frutos sagrados de ésta.

Cuando comiences a labrar, teniendo en la mano el extremo de la mancera del arado y pinchando con el aguijón el lomo de los bueyes que arrastran el timón con ayuda de una correa, vaya detrás un servidor joven y dé que hacer a los pájaros, ocultando la semilla con ayuda de una azada. El orden es la mejor de las cosas para los mortales, y el desorden es la peor. Tus ricas espigas se curvarán hacia la tierra, si Zeus otorga un dichoso fin a tus trabajos. Ahuyentarás de tus vasos las telarañas, y espero que te regocijes de poseer la abundancia en tu casa. Alegre, llegarás a la blanca primavera, y no tendrás envidia a los demás, y los demás te tendrán envidia. Pero si labras la tierra fértil solamente en el solsticio del invierno, cosecharás sentado, recogiendo pocas espigas, sentado en el polvo y poco satisfecho. Cabrá todo en un cesto, y pocos serán los que te envidien.

El espíritu de Zeus tempestuoso va de acá para allá, y es difícil para los hombres mortales comprenderlo.

Si labras tardíamente, sin embargo, hay un remedio a eso. Cuando el cuco canta en el follaje de la encina y encanta a los mortales en la tierra espaciosa, a veces desata Zeus una lluvia durante tres días aunque cesa antes de que el agua suba por encima de la pezuña de los bueyes. Así, la labranza tardía valdría tanto como la otra. Retén esto en tu espíritu, y no lo olvides ni en el retorno de la blanca primavera ni en la estación pluvial.

No te detengas ante la fragua y la cálida Lesce en invierno, cuando el frío violento retiene a los hombres. Incluso entonces sabe acrecentar su bien el hombre activo. No te abrume, pues, el rigor del invierno y de la pobreza, mientras oprimas con tu mano delgada tu pie hinchado. El perezoso que tiene hambre da siempre vueltas en su espíritu a una multitud de vanas esperanzas y de malos pensamientos. El que no tiene sustento suficiente queda sentado en la Lesce y no tiene buenos pensamientos.

Hacia la mitad del estío, di a tus servidores: “No durará mucho el estío; preparad los graneros.” Ponte al abrigo del mes Leneón, todos los días del cual son malos para los bueyes. Evita las heladas peligrosas que cubren la tierra al soplo de Boreas, cuando éste agita el mar vasto en la Tracia, mantenedora de caballos; porque entonces mugen la tierra y la selva. Derriba las encinas de hojas altas y los pinos espesos, en las gargantas de la montaña, cayendo contra tierra, y a su impulso retiembla la selva toda. Se espantan las bestias feroces, y hasta aquellas que tienen pelaje espeso se recogen la cola bajo el vientre; pero el frío les penetra su pelaje espeso aunque cubran de vello sus pechos. Penetra el cuero del buey, y aun la piel de la cabra velluda pero no la lana de las ovejas. Y la fuerza del viento Bóreas encorva al anciano, aunque no llega al cuerpo delicado de la virgen que permanece en su morada junto a su cara madre, ignorando los trabajos de Afrodita de oro, y que, tras de lavar y perfumar con aceite su hermoso cuerpo, duerme por la noche, durante el invierno, en la morada, cuando el polípodo se roe los pies en su fría casa y sus tristes retiros. En efecto, Helios no le muestra ningún sustento que pueda coger; porque Helios se vuelve entonces hacia los poblados y las ciudades de los hombres negros, y brilla más tarde para los panhelenos. Entonces los habitantes de la selva cornudos y sin cuernos huyen, rechinando los dientes, por los tallares espesos; porque en sus ánimos no existe sino una preocupación: la de ir a buscar madrigueras secretas y cavernas pedregosas aca y allá. Entonces también los mortales ya parecidos a trípodes con los hombros caídos y baja la cabeza se arrastran, van y vienen evitando la blanca nieve.

Cubre tu cuerpo entonces, como te aconsejo, con un manto esponjoso y una larga túnica. Sobre la trama ligera de ésta aplica un espeso forro; y póntela, a fin de que tus vellos no se te ericen a lo largo de tu cuerpo. Ata a tus pies sandalias hechas con cuero de un buey muerto violentamente, y adáptatelas, con los pelos para adentro. Cuando llegue la estación del frío, échate a los hombros, y cuélgalas con una correa de cuero, pieles de cabritos recién nacidos, que te resguardarán de la lluvia. Ponte a la cabeza un gorro labrado bien hecho que impida que se te humedezcan las orejas; porque es fría la mañana cuando cae Bóreas, y el viento de la mañana, al bajar desde el Urano estrellado a la tierra, se desparrama sobre los trabajos de los ricos. El aire vaporoso, emanado de los ríos de curso sin fin y alzado de la tierra por los remolinos del viento, a veces cae en lluvia al anochecer, y a veces sopla, en tanto que el tracio Bóreas deshace las nubes espesas.

Prevenlo, y acabado tu trabajo, vuelve a tu morada, no vaya a ser que la tenebrosa nube uránica envuelva tu cuerpo y moje tus vestidos. Evita esto. Ese mes es el más duro del invierno, duro para los rebaños y duro para los hombres. Da entonces a los bueyes la mitad de su pasto, pero aumenta el sustento de los hombres. Porque las noches largas bastan para fortalecer a los bueyes. Pon atención durante todo el año en condicionar los alimentos a la duración de las noches y los días, hasta que la tierra mantenedora te prodigue de nuevo todo lo que produce.

Cuando, sesenta días después de la conversión de Helios, pone fin Zeus a los dias invernales, la estrella Arcturo, abandonando el curso inmenso de Océano, aparece la primera y se alza al anochecer. Después, la gemebunda golondrina, hija de Pandión, aparece por la mañana a los hombres, cuando ha comenzado ya la primavera. Prevenla y poda tu viña, que así es mejor. Pero, cuando salga del suelo el caracol para subir a las plantas y huya de las Pléyades, no caves tus viñas, sino que debes afilar tu hoz y excitar a tus servidores. Huye de los retiros umbrosos y del lecho por la mañana, en la época de la recolección, cuando Helios seca el cuerpo. Date prisa, levántate con el alba, y reúne las gavillas en tu morada, con el fin de que sea suficiente la cosecha. La mañana hace la tercera parte del trabajo, abrevia el camino y activa la obra. En cuanto despunte la mañana, pon en movimiento gran número de hombres y sujeta al yugo gran número de bueyes.

Cuando el cardo florece y la sonora cigarra, posada en un árbol, canta su canción armoniosa agitando las alas, en la cálida estación de estío, entonces están gordas las cabras, es excelente el vino, las mujercs se tornan más livianas y los hombres más voluptuosos, porque Sirio les abrasa la cabeza y las rodillas, porque tienen todo el cuerpo seco por el calor. Ojalá que entonces estén a la mano las rocas umbrosas, el vino de Biblos, el pan bien cocido, la leche de cabras que no crían ya, la carne de ternera que no ha parido y la carne de cabritos tiernos. Bebe vino negro, sentado a la sombra, y hártate de comer, con el rostro expuesto al soplo tibio del viento, al borde de un manantial que corra incesante y claro. Mezcla tres partes de agua con una cuarta parte de vino. Ordena a tus servidores, cuando aparezca la fuerza de Orión, que muelan los dones sagrados de Demeter en un lugar descubierto y sobre un area bien redondeada y muy plana. Mide correctamente el grano y mételo en tus depositos. Luego, cuando hayas dispuesto toda tu cosecha en tu morada, busca un servidor sin casa y una servidora sin hijos. La que tiene hijos es importuna. Alimenta a un perro de dientes terribles y no le escatimes el alimento, no vaya a ser que se lleve tus riquezas el ladrón que duerme de día. Haz también provisión de heno y de paja, a fin de alimentar con ello todo el año a Los bueyes y a tus mulos. Después, por último, dejen en reposo tus servidores sus rodillas y desúnzanse los bueyes.

Cuando Orión y Sirio lleguen a la mitad del Urano, y cuando Eos la de los dedos rosados mire a Arcturo, ¡oh Perses! guarda tus uvas en tu morada; y exponlas a la luz de Helios durante diez días y otras tantas noches. Ponlas a la sombra durante cinco días, y al sexto, encierra en los vasos esos dones de Dionisos que inspira la alegría.

Cuando las Pléyades, las Hiadas y la fuerza de Orión hayan desaparecido, acuérdate de que ha llegado el momento de labrar, y así será consagrado todo el año a los trabajos de la tierra.

Si se apodera de ti el deseo de la navegación peligrosa, teme la época en que las Pléyades, huyendo de la fuerza terrible de Orion, caen en el negro mar. En verdad que entonces se desencadenan los soplos de vientos numerosos. No dejes ya mucho tiempo tus naves en el negro mar; acuérdate, antes bien, de trabajar la tierra, como te aconsejo. Arrastra tu nave al continente y sujétala con piedras por todos lados, a fin de que éstas resistan a la fuerza de los vientos húmedos y de que se vacíe la sentina, a fin de que la lluvia de Zeus no pudra la nave. Lleva todo el aparejo a tu morada, y pliega con cuidado las alas de la nave que surca el mar. Cuelga el gobernalle sólido por encima del humo hasta que vuelva el tiempo de la navegación. Arrastra entonces al mar tu nave rápida y llénala de manera que reportes un beneficio a tu morada. Así es como mi padre y tuyo ¡oh insensatísimo Perses! navegaba en sus naves, buscando una buena ganancia.

En otro tiempo vino aquí, a través del inmenso mar, en una nave negra, abandonando Cima Eólida. Y no rehuía la opulencia ni las riquezas, sino la pobreza mala que Zeus inflige a los hombres. Y junto al Helicón, hábitó la mísera aldea Ascra, horrible en invierno, penosa en estío y jamás agradable.

Por lo que a ti respecta, ¡oh Perses! acuérdate de escoger el tiempo propio para todos los trabajos y sobre todo para la navegación. Elogia la nave pequeña, pero no cargues sino una grande. Cuanto más considerable es la carga, más considerable es la ganancia, siempre que los vientos retengan su soplo terrible. Si quieres orientar hacia el comercio tu espíritu imprudente, evitar las deudas y el hambre cruel, te enseñaré a conducirte en el mar de ruidos sin número, aunque no soy hábil en la navegación; porque nunca partí en nave para alta mar, a no ser para la Eubea desde Aulide, donde, retenidos por el viento, los acayanos congregaron en otro tiempo su gran ejército para ir desde la santa Hélade a Troya la de hermosas mujeres. De allí fui a Calcis para los juegos del bravo Anfidamas. Sus hijos magnánimos los habían instituido de todas clases. Me jacto de haber obtenido allí el premio del canto, un trípode de dos asas que consagré a las Musas Heliconiadas, en donde por primera vez me inspiraron el canto sonoro. Solamente entonces fue cuando me aventuré en las naves construidas con ayuda de numerosos clavos.

Pero, entretanto, te diré la voluntad de Zeus tempestuoso, porque las Musas me enseñaron a cantar el himno sagrado.

Cincuenta días después de la conversión de Helios, al final de la laboriosa estación del estío, es la época de la navegación para los mortales. Entonces, ciertamente, no se romperá ninguna nave y no tragara el mar a ningún hombre, a menos que así lo quiera el sabio Poseidón que conmueve la tierra, o Zeus, rey de los Inmortales, porque de ellos dependen los bienes y los males.

Entonces serán fáciles los vientos y el mar permanecerá tranquilo y sin peligro. Seguro de los vientos, arrastra al mar tu nave rápida, después de cargarla bien; apresúrate luego a volver a tu morada. No aguardes al vino nuevo, a las lluvias otoñales, a la proximidad del invierno y a los soplos terribles del Noto que, viniendo con las abundantes lluvias uránicas del otoño, revuelve el mar y lo hace impracticable.

También es buena la navegación en primavera. Cuando aparecen las primeras hojas en la copa de la higuera, tan poco visibles como las huellas de una corneja que anda, es practicable el mar. Esta es la navegación de primavera; y no la apruebo; sin embargo, y no place a mi espíritu, porque es incómoda. Difícilmente evitarás el peligro. Pero los hombres obran imprudentemente, y el dinero es el alma de los míseros mortales. Como es lamentable morir en las olas, te aconsejo que medites en tu espíritu acerca de todo lo que te digo. No pongas en tus naves toda tu riqueza; deja la mayor parte y llévate la menor; porque tan lamentable es encontrar la muerte en los olas del mar como romper el eje de un carro demasiado cargado, y perder así lo que contiene.

Se prudente. Lo mejor en todo es escoger la ocasión. Cuando no tengas todavía treinta años o no tengas muchos más conduce a una esposa a tu morada; esa es la edad que te conviene para el matrimonio. Sea nubil la mujer a los catorce años y cásese a los quince. Desposa a una virgen a fin de enseñarle las costumbres castas. Conduce sobre todo a tu morada a la que habite cerca de ti. Pon en esas cosas la mayor atención, no vaya a ser que tu desposorio cause la irritación de tus vecinos. Una mujer irreprochable es el mejor bien que puede caer en suerte a un hombre; pero la peor calamidad es una mujer amiga de festines que quema a su marido sin antorcha, por muy vigoroso que sea, y le arrastra a una vejez rápida.

Observa el temor saludable a los Dioses inmortales. No hagas de tu amigo un igual a tu hermano; pero, si lo haces, no seas el primero en causarle ningun entuerto. No mientas únicamente por hablar. Si un amigo comienza a ofenderte con su palabra injuriosa o con la acción, acuérdate de castigarle por ello dos veces; pero, si vuelve a tu amistad y quiere ofrecerte una satisfacción, recíbela, porque es un pobre hombre que tiene que ir de un amigo a otro amigo. Tu rostro revele tu pensamiento. Que no te llamen huésped de muchos ni de pocos. No seas compañero de los malos, ni calumniador de los buenos. No permitas jamás que insulten la mísera pobreza que roe el alma y que es un don de los Dioses inmortales. Ciertamente, la lengua parsimoniosa es un tesoro excelente entre los hombres, y la gracia de las palabras está toda en su mesura. Si hablas mal se hablará de ti peor todavía. No asistas con aire huraño a los festines públicos que se celebren a costa común. En ellos es grandísimo el placer y muy pequeño el gasto. Nunca hagas por la mañana con manos impuras libaciones de vino negro a Zeus o a los demás Inmortales. No te atenderán y rechazarán tus plegarias. No orines de pie contra Helios, y desde que se ponga hasta que salga, no lo hagas tampoco desnudo en medio o fuera del camino, porque las noches son de los dioses.

Un hombre prudente se retrae para no mostrar sus vergüenzas, o bien se arrima al muro de un corral. Tampoco exhibas tus vergüenzas manchadas de semen dentro de tu casa. No siembres progenie cuando vuelvas de un funeral porque es de mal agüero, sino hazlo cuando regreses de un convite de los Dioses.

No atravieses jamás a pie el agua límpida de los ríos inagotables, antes de haber orado mirando su hermoso curso y de haberte lavado las manos en tan hermosa agua clara. Al que atraviesa un río con manos impuras, los Dioses le toman odio y le preparan calamidades para el porvenir.

Durante el festín sagrado de los Dioses, no apartes jamás lo seco de lo verde con ayuda del hierro negro, y no pongas la copa donde se beba en la crátera, porque eso sería una señal funesta.

No dejes sin acabar la casa que edifiques, no sea que la corneja chillona vaya a posarse en ella graznando.

No comas ni te laves en vasos no consagrados, porque te traería desgracia.

No sientes a un niño de doce días sobre los muebles sagrados; no es bueno eso, en efecto, y sólo harías de él un hombre débil para engendrar. Lo mismo ocurriría con un niño de doce meses.

Hombre, no laves tu cuerpo en el baño de las mujeres, porque algún día seguiría a esa acción un castigo terrible.

Si te presentas en medio de un sacrificio, respeta los misterios, porque se irritaría el Dios.

No orines en la corriente de los ríos que van al mar, ni en las fuentes. Evita esto sobre todo. No satisfagas allí ninguna necesidad, porque no sería mejor la acción.

Evita una mala fama entre los mortales. La mala fama es peligrosa; se levanta facilmente, se soporta con pena y se consigue difícilmente echar de sí. Cuando son pueblos numerosos los que difunden la fama, no perece ésta nunca, porque es también Diosa.

Observa los días de Zeus y enseña su observancia a tus servidores, con arreglo al buen orden. El trigésimo día del mes es el mejor para examinar los trabajos y pagarles el salario, cuando los pueblos se conducen discriminando con verdad unos días de otros.

He aquí los días del sabio Zeus:

el primero, el cuarto y el séptimo, días sagrados, porque en esle último Latona parió a Apolo el de la espada de oro; el octavo y el noveno, dos días del mes que avanza, convienen a los trabajos de los mortales; el undécimo y el duodécimo sobresalen ambos, uno para esquilar las ovejas y otro para cortar las alegres espigas; pero el duodécimo es mejor que el undécimo, porque entonces la araña, suspendida en el aire, corre en pleno estío, en tanto que la prudente hormiga amontona sus provisiones. Es preciso que en tal día la mujer prepare su tela y comience su labor.

Guárdate de sembrar en el decimotercero día del mes comenzado; pero ese día es excelente para las plantaciones. El decimosexto no es muy favorable para las plantaciones de árboles, mas es propicio a la generación de los varones, pero no a la de las hembras, tanto para que nazcan como para que se casen. Es un buen día para castrar a los caballos y a los carneros y para rodear de una cerca el establo. Es bueno también para engendrar varones; pero éstos amarán a las querellas, a las mentiras, a las palabras dulces y a las entrevistas secretas.

En el octavo día del mes, castra al cerdo y al toro mugidor, y en el duodécimo, a los mulos pacientes. En el vigésimo, durante el mes de los días largos, el hombre prudente engendrará, porque su prole será de agudo entendimiento. El decimo es propicia a la generación de los varones, y el decimocuarto a la generación de las hembras. Tambien en este día aplaca, acariciándolos con la mano, a las ovejas, a los bueyes de cuernos torcidos y de pies curvos, al perro de dientes afilados y a los mulos pacientes, y domestícalos; se prudente, a fin de evitar las penas del ánimo durante el cuarto día del mes que crece o se acaba: porque esos días son enteramente perfectos.

En el cuarto día, conduce una esposa a tu morada después de consultar el augurio de las aves. Esta es la mejor adivinación para el matrimonio. Evita los quintos días, porque son peligrosos y terribles. Entonces, efectivamente, es cuando según dicen, las Erinnias recorren la tierra vengando a Horco, a quien parió Eris para castigar el perjurio.

En el decimoséptimo examina atentamente los dones sagrados de Demeter y aviéntalos en un aire tranquilo. Corta también la fuerza de las maderas destinadas a las casas y a las naves. En el cuarto comienza a construir tus naves rápidas. El decimonono día del mes, por la tarde, es el mejor día para todo. El noveno día será libre de penas para los hombres; también lo es para plantar y para engendrar al hombre o a la mujer. Este no es jamás un mal día.

Pero pocos saben que el vigésimonono es un día excelente para calafatear los toneles y someter los bueyes al yugo, así como los mulos y los caballos rápidos; y también para arrastrar al negro mar una nave rápida de numerosos bancos de remeros; pero pocos lo saben.

En el cuarto día, abre los toneles; si éste es del mes mediado, sabe que es el día sagrado por encima de todos. Algunos saben que el vigésimocuarto día por la mañana es el mejor del mes; pero, por la tarde es menos bueno.

Estos días son los más útiles a los hombres. Los demás son inseguros, pues no presagian ni acarrean nada. Se alaba tanto a uno como a otro; pero pocos los conocen. La jornada es tan madrastra como madre. ¡Dichoso, dichoso aquel que, sabiendo todas estas cosas, irreprochables ante los Dioses, se entrega al trabajo sin cometer falta alguna; observa los augurios de las aves y huye de las malas acciones.


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