IBN GABIROL- AVICEBRÓN
Šelomoh ben Yehudah ibn Gabirol (hebreo: שלמה בן יהודה אבן גבירול), Sulaymān ibn Yaḥyà ibn Ŷabīrūl (árabe: سليمان بن يحيى بن جبيرول) para los árabes, o Avicebrón como era conocido por los latinos, fue un filósofo y poeta judío andalusí nacido en Málaga hacia 1021 y muerto en Valencia hacia 1058.
Hijo de una familia cordobesa que escapaba de las revueltas que dieron fin al califato cordobés —por lo que Ibn `Ezra e Ibn Zakkuto lo denominan al-qurtubi, es decir, «el cordobés», aunque él mismo se proclama en varios de sus poemas acrósticos al-malaquí, malagueño—, y huérfano desde muy joven, llegó a Zaragoza, donde fue criado y educado. Allí, su precoz genio poético le valió la protección del mecenas Yekuti`el ben Isaac, visir judío del rey Mundir II de la taifa de Zaragoza. Ibn Gabirol se refiere a Yequtiel ben Isaac como "príncipe", "nací de príncipes y soberanos" y "señor de los señores", y a él le dedica buena parte de sus más excelsos poemas. He aquí un fragmento elegíaco a la muerte de su maestro Yequtiel ben Ishaq:
Fíjate en el sol del ocaso, rojo,
como revestido de un velo de púrpura:
va desvelando los costados del norte y el sur,
mientras cubre de escarlata el poniente;
abandona la tierra desnuda
buscando en la sombra de la noche cobijo;
entonces el cielo se oscurece, como si
se cubriera de luto por la muerte de Yequtiel.
En 1039, tras los tumultos ocurridos durante el golpe de estado de Abd Allah ibn Hakam contra Mundir II, que derrocó a la dinastía de los tuyibíes, Yekutiel fue asesinado y, tras dedicarle las más hermosas de sus elegías (un fragmento de la cual reprodujimos arriba), Avicebrón dejó Zaragoza y marchó a Granada, en busca de otro protector en la persona del uno de los más notables y poderosos personajes de su época, Šemuel Ibn Nagrela, visir de Badis ibn Habus rey zirí de Granada. Fue preceptor de su hijo Yosef y, a pesar del origen común de sus familias —ambas eran cordobesas y emigradas a Málaga—, sus relaciones fueron conflictivas, llegando incluso al enfrentamiento personal, debido, tanto a la rivalidad poética como al particular carácter de nuestro personaje, del que dijo Ibn `Ezra: "Su genio indómito le llevó a injuriar a los grandes y a llenarlos de ofensas, sin excusarles sus defectos". Tras residir unos años en Granada optó de nuevo por volver a Zaragoza.
La positiva opinión que de Ibn Gabirol tienen los cronistas posteriores, Ibn `Ezra, al-Tulaituli, al-Harizi, ibn Da`ud, ibn Parhon o Yosef Qimhi, no son reflejo de la estima de que gozó entre sus contemporáneos, pues una vez muerto Yequtie`el, y sin la protección de Šemuel ibn Nagrela, el enfrentamiento con sus correligionarios concluyó con la promulgación de un herem, o anatema, y su expulsión de la comunidad hebrea de Zaragoza (1045) desde donde volvió a partir para el exilio.
No parece que se llegaran a cumplir sus deseos de marchar a Sion, y carecemos de testimonios fiables sobre el último período de su vida. Ibn Zakkuto nos trasmite una romántica leyenda de su muerte en Valencia, a manos de un vate musulman celoso de sus poemas, y de como tras ser inhumado bajo una higuera, esta dio sus más dulces frutos.
Obra
Fue autor de numerosos panegíricos y elegías, pero también cultivó la sátira y el autoelogio, que eran géneros habituales entonces entre los poetas árabes, pero no entre los hebreos. Como otros grandes poetas de su época (entre los que se cuentan grandes rabinos y eruditos de la época, líderes de la comunidad como Semuel ibn Nagrella, Moses ibn Ezra o Yehudah Halevi), Ibn Gabirol cultivó la poesía homoerótica, género que era habitual tanto entre los poetas hispanohebreos del «Siglo de Oro» de la literatura hispanohebrea como entre sus coetáneos musulmanes.
También escribió abundante poesía religiosa, entre la que destaca el Keter Malkut (Corona del reino), un largo poema de tendencias místicas que supone una síntesis entre las creencias tradicionales judías y la filosofía neoplatónica, todo ello adornado por un gran conocimiento de la astronomía árabe.
Compuso, además, dos célebres tratados en lengua árabe. El primero es de carácter filosófico, del que nos ocuparemos más adelante, y fue traducido al latín como Fons vitae.
El segundo se ocupa de la ética y la moral y es de orientación ascética, el Kitab islah al-ahlaq, en hebreo, Tiqqun middot ha-nefes, es decir, La corrección de los caracteres, de 1045.
Fons Vitae
Adherente a la filosofía neoplatónica, su obra más célebre es La fuente de la vida (en latín Fons Vitae --en árabe ينبوع الحياة (Yanbu` al-hayat), traducido al hebreo como מקור חיים, (Meqôr hayyîm)-- y está basada en «Salmos» XXXVI, 10. Esta obra adopta la forma de un diálogo entre un maestro y su discípulo, y está dividida en cinco partes:
La primera parte es una explicación preliminar de las nociones de forma y materia universal.
La segunda describe la materia espiritual subyacente bajo las formas corporales.
La tercera demuestra la existencia de las sustancias simples.
La cuarta se ocupa de las formas y materias de las sustancias simples.
La quinta discurre acerca de las formas y materias universales que existen en sí mismas.
Por no contener esta obra referencias a los textos fundamentales del judaísmo, es decir el Pentateuco y el Talmud, y por haber sido redactada originalmente en árabe, su autor "Avicebrón" fue tomado al principio por un filósofo musulmán. Luego, traducida al latín bajo el nombre de Fons Vitae por Juan Hispalense y Domingo Gundisalvo, se tornó una importante referencia para los franciscanos y para el mundo cristiano en general, aunque sus tesis fueran rechazadas por los dominicanos, en especial por Alberto Magno y Tomás de Aquino, que se oponían a su interpretación neoplatónica de Aristóteles.
Obras de Ibn Gabirol
Diwan
Anaq
Sefer tiqqum middot ha-nefes
Sefer Meqor Hayyim
Sefer Mibhar ha-peninim
Keter Malkut
Ani ha-sar.
Yo soy el Maestro que canta y la Canción es mi esclava...
Aunque apenas tengo dieciséis años,
tengo la sabiduría de un hombre de 80.
“ Ahava” - Amor
Por Ti, Oh Dios viviente, mi ser suspira,
Mi espíritu y mi alma están consumidos por el fuego.
Tu Shekinah mora en los corazones
De tus hijos y padres elegidos
Y a Tus criaturas vivientes pones como guarnición en los carros
Y cuando mi corazón se colma,
Su radiación ilumina desde dentro.
El misterio fatiga hasta a los más sabios
Que luchan para comprenderlo,
Cansados de buscar el ideal de esplendor:
¿Cómo, pues, nutriré mi alma
En el Templo del honor?
Deseando, anhelo a mi amada
Mi objetivo y propósito: mi alma.
Como el zafiro, la casa del entendimiento,
La apariencia de la Luna es como el oro exquisito de Ophir,
Y como un joven león ella ha construido su casa
En el cuerpo, en secreto.
Ella es mi dicha y mi alegría en el dolor,
Mientras el parloteo de los pensamientos obstruye mi propósito.
¿Puede un hombre inocente alabarla?
Y ¿quién podría negar su belleza perfecta?
Responde, ¡Oh Dios!, apresúrate,
Pues tu hija está enferma de amor.
Bebe, hija mía, bebe dulcemente
De las aguas de mi salvación:
Porque tú eres mi reverencia.
Cogido estoy en las manos del mercader
como un pájaro apresado en la red.
No puedo hoy encontrar rescate
Para visitar la maravillosa yeshivá.
Ven, amigo mío, compañero de las luminarias,
Ven conmigo y pernoctemos entre las alheñas;
Ya ves que ha pasado el invierno y se oye
en nuestra tierra el alboroto de golondrinas y tórtolas;
durmamos bajo el dosel de granados, palmeras,
manzanos y variados naranjos;
caminemos a la sombra de las parras,
con deseos de ver rostros radiantes
en ese palacio más alto que cuanto le rodea,
construido con valiosas piedras;
lo han asentado sobre seguro, con cimientos
y muros fortificados como torreones;
se ha allanado una terraza en derredor,
con arriates que embellecen todos los patios.
Las dependencias están construidas y adornadas
con atauriques calados y enmarcados,
pavimentadas con losas esmeraldinas y mármol,
con tantas puertas que contar no puedo;
sus hojas son como las de los palacios de marfil,
enrojecidas con sándalo de templos;
con ventanas translúcidas arriba,
cual soles, en las que hay puestas luminarias.
La cubierta, como el baldaquino de Salomón
colgada de los relieves de las cámaras,
girando y cambiando de aspecto con reflejos
de cristales, zafiros y nácares.
Así es de día, que al atardecer se asemeja
al cielo con sus estrellas ordenadas en la noche;
con ella se solaza el corazón del apenado e indigente,
olvida su miseria el humilde y amargado.
Al verla no recuerdo mi fatiga,
Se consuela mi corazón en su quebranto.
Hay un estanque rebosante, parecido al mar de Salomón,
Aunque no descansa sobre toros.
La actitud de los leones en su orilla
es como la de cachorros rugiendo a la presa,
derraman sus entrañas como manantiales,
vierten agua por su boca como ríos.
Di al príncipe encumbrado y poderoso
de cuyas proezas se habla por el mundo:
En ti confiaba mi corazón, y no recibió ayuda,
sólo desengaño de cuanto esperaba,
como una princesa que abre la puerta a su amado
y él le da la espalda y pasa de largo.
Con todo, Gabirol siempre mantuvo hacia Samuel gran respeto y cariño.
A su muerte en el año 1056 le dedicó una elegía sentida y preciosa.
¿Por qué, destino, aras sobre mis espaldas?
Óyeme, da un descanso a mi alma.
¿Es cosa baladí la separación del Rav Samuel?
Él era mi padre, mi auriga, mi carro.
Has puesto una frontera entre él y entre mí.
¿Qué queda aún que no hayas hecho conmigo?
Me dejó desolado como a un Eliseo,
Fue tomado ante mi vista como a un Elías.
Doble porción tuvo en su espíritu
Y doble ración tengo yo en mi dolor.
Para ti prepararé un lugar en mis entrañas
Y en mi corazón para ti fijé una tienda.
Te buscaré, también te hallaré allí,
Como a mi espíritu
Que hallo en mi interior.
Un ejemplo de su profunda convicción monoteísta expuesta en el Keter Maljut:
“Eres Uno, el principio de toda enumeración,
y la base de todo edificio.
Eres uno, y, por el misterio de tu Unidad,
la razón de los sabios queda estupefacta,
porque de ello no conocen nada...
En efecto, no se concibe en Tí
ni multiplicación ni modificación...
Eres Uno. Tu sublimidad y tu trascendencia
no pueden disminuir ni descender.
El que es Uno imposible es que caiga.”
Plegaria
Te busco en todas mis auroras y crepúsculos,
extiendo hacia ti mis manos y mi faz.
Hacia ti clamo con el corazón sediento,
como el mendigo que pide junto a mi puerta y mi umbral.
Las alturas no pueden servirte de morada,
Tú resides dentro de mí.
Yo, en verdad, escondo en mi corazón tu glorioso nombre,
mientras mi amor por ti rebosa hasta traspasar mi boca.
Por eso ensalzaré yo el nombre del Señor,
mientras el aliento de D’s esté en mí vivo.
Tú me creaste no por necesidad sino por gracia,
no por necesidad sino solo por amor.
Antes de que existiera, me demostraste compasión
al infundir el espíritu en mí y darme vida,
y después de que salí a la luz y al aire,
no me abandonaste sino más bien como padre cariñoso me vigilaste.
Yo era un bebé lactante, y Tú me amamantaste
y me pusiste al pecho de mi madre.
Me llenaste con las delicias de la infancia y,
cuando fui lo suficientemente fuerte para levantarme,
me ayudaste a ponerme de pie.
Me tomaste en Tus brazos y me enseñaste a caminar
y me diste sabiduría y pautas de rectitud.
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