jueves, 26 de febrero de 2015

CONSTANTINO SUASNÁVAR [15.074] Poeta de Honduras



Constantino Suasnávar 

Poeta hondureño. Se le consideró como el poeta del mejor porvenir en las letras hondureñas de su generación.

Nació el 12 de enero de 1912 en León, Nicaragua. Hijo de padres hondureños.

Falleció en el año 1974 en Tegucigalpa, Honduras.

Trayectoria profesional

Editor de la Revista Comizagual y del periódico “El Norte”, colaboró en las revistas Honduras Literaria, Tegucigalpa/Surco y Repertorio de Honduras.

Roberto Sosa escribió:

"Con Suasnávar sucedió lo que ha pasado con la mayor parte de los poetas y escritores de este país: frustración social, obra escasa, irregularidad estética y de descenso brusco en el nivel cualitativo de la creación. No obstante, Constantino dejó obras de innegable valor artístico".


Publicaciones

Obras

Números (1936).
Poemas (1949).
La Siguanaba y otros poemas (1952).
Perfil de frente (1960).
Sonetos de Honduras (1965).
Soneto a Coello y otros sonetos (1966).
Antología (1991).
Sobre “La Siguanaba y otros poemas”, Jesús Reyes Reuiz opinó:

“La poesía de Constantino Suasnávar se contempla con los ojos… de tan pura y objetiva que es, pero no hay que detenerse ahí, es preciso penetrar en ella, entenderla…”



La Siguanaba

El río Simisirán
bajo luna tramontana
corre por el Alto Verde
a las tres de la mañana.

Dialogan con el silencio
el caballo y la guitarra,
los luceros trasnochados,
las estrellas desveladas.

Yo, con el alma perdida,
por la noche y la sabana:
yo soy el alcaraván
que perdió la caravana.

Pero, ¿quién canta a lo lejos
con esa voz tan cercana,
que parece que se queja
por toda la madrugada?

Aquí no más a la vuelta
al doblar esa cañada,
le llaman, desde hace siglos,
Paso de la Siguanaba.

¿Quién la vio? ¿Quién no la vio?
¿Quién me quitará la gana
de verla? Nadie la ha visto.
¡Nadie vio a la Siguanaba!

Cuentan, sí, cuentan que un día
en una noche temprana,
camino de Choluteca
iba el padre Subirana.

Iba el Padre caballero
en mula samaritana.
Porque con carga piadosa
la mula no se cansaba.

Iba el Padre cabalgando
a la par de la cañada,
cuando de pronto una sombra
apareció a su mirada.

Y entonces le dijo el Padre:
¡Mujer bella, mujer vana…
por tus artes, hechicera,
quedarás aquí encantada!

¿Quién la vio? ¿Quién no la vio?
¿Quién me quitará las ansias
de verla? Nadie la ha visto.
¡Nadie vio a la Siguanaba!



Romance de Chico Moya

Chico Moya volcó el carro
de su vida y su patrón,
y se alojó una bala
abajo del corazón.

A ochenta metros de altura,
a golpe de ala de halcón,
se le cayeron las ruedas
y se reventó el timón.

Chico Moya quiso ser
un magnífico aviador,
pero sólo fue chofer
de leñatero camión.

Se murió con la sonrisa
del que nunca va a volver
con un chichón en el alma
y otro chichón en la sien.

Chico Moya era tan gallo
cantando al amanecer,
que ganaba la comida
y treinta pesos al mes.

Huérfano de cuatro días,
su madrastra fue después
a cobrar por el difunto
haciendo elogio a él.

Chico Moya no la quiso,
nunca la pudo querer…
porque cuando estaba chico
no le daba de comer.

Sin embargo, la madrastra
hasta rezaba por bien,
por bien del alma perdida
y sólo decía: ¡Amén!...

Chico Moya fue enterrado
como se entierra un montón
llevado entre cuatro tablas
hasta el hueco del panteón.

Y a metro y medio del suelo
con una mueca de león…
Chico Moya está enterrado
sin cruz y sin oración.



El Celoso Enamorado

I

Sobre la cresta del monte
las palomas se volaron…

Íbamos por la mañana
montados en los caballos.
Al pasar por los potreros
saltaron unos pintados,
unos pintados sin nombre,
hasta los dientes armados.

Hubo una nube de polvo,
sonaron unos disparos…
apareciendo yo sólo
con una pierna sangrando.

Mientras un bandido joven
te desfloraba los labios.

II

Bajo la cuesta del monte
las palomas anidaron,
íbamos ya por la tarde
en los caballos montados.
Al pasar otros potreros
saltaron otros pintados,
otros bandidos sin nombre
hasta los dientes armados.

Hubo otra nube de polvo,
sonaron otros disparos…
apareciendo yo sólo
con un brazo ensangrentado.


Mientras un bandido viejo
expiraba sobre el llano.

III

Han pasado muchos años…
ya no recuerdo yo cuántos.
Íbamos por la noche
en el silencio trotando.
Al volver por los potreros
no saltaron los pintados,
no hubo ya nube de polvo,
no sonaron más disparos;
no aparecí yo sangrando
ni en la pierna ni en el brazo
pero de tus ojos negros
dos lágrimas resbalaron…

¡Caramba! con estos sueños
soñados entre tus brazos.



Llueve

Llueve sobre Teguz, María,
y yo estoy triste,
con una danza trágica
dentro del corazón.

Pienso que cuando muera
tu pecho, ¡tan alegre!,
tal vez haya aprendido
la última lección.

Porque sé que me quieres
con un amor antiguo,
porque sé que te quiero
escribo esta canción.

Llueve sobre Teguz, María,
y yo estoy triste,
muy triste, hasta la muerte,
junto a tu corazón.



Al Paso

Jugaban unos niños subidos de los árboles,
yo pasé bajo de ellos por equivocación…
Amable bulla hacían charlando como pájaros:
era una escuela aérea… faltaba el profesor.

De pronto, un pequeñuelo de cara sonrosada
echó la vista al suelo… me vio en expectación,
y haciendo algunas muecas dijo a sus camaradas:
–Mirad, falta un maestro… que suba este señor.

–No –dije yo–, no puedo. Buscad otro maestro,
para la ciencia vuestra no sé ni el alfabeto…
como hace tanto tiempo… todo se me olvidó.

Y seguí caminando brumoso de nostalgia,
porque hace muchos años, con una vara larga,
con una vara larga… quise puyar el sol.








No hay comentarios:

Publicar un comentario