martes, 24 de febrero de 2015

JOSÉ AGUSTÍN QUINTERO [15.048] Poeta de Cuba


José Agustín Quintero

José Agustín Quintero. Entre otras cosas, periodista, diplomático, abogado, traductor, poeta y revolucionario.

Nació el 6 de mayo de 1829 en La Habana. Su padre se llamó Antonio Quintero y su madre Anna Woodville, estudió en el Colegio de San Cristóbal y, según informes en la Universidad de Harvard, aunque hay constancia de él no sobrevive.

Quintero fue amigo de Henry Wadsworth Longfellow y tradujo su obra y la de otros poetas, como Tensión. Se graduó de la escuela de derecho en La Habana y se convirtió en un periodista que escribe para la revolución patriota cubano.

Vida y obra

La vida de Quintero fue agitada y fecunda en peripecias. En su mocedad vivió en los Estados Unidos, consagrado al estudio. Regresó a Cuba en 1848. Complicado en las conspiraciones separatistas de mediados del siglo, fue preso en unión de Cirilo Villaverde, Juan Bellido de Luna entre otros, y condenado a presidio. Logró evadirse y fue a residir nuevamente en los Estados Unidos (primero en Louisiana y después en Texas).

Al estallar en 1861 la guerra iniciada por los Confederados del Sur para separarse de los Estados del Norte, Quintero, que había obtenido carta de ciudadanía estadounidense, tomó partido por la confederación sudista. Era amigo personal del presidente de la Confederación, Jefferson Davis, quien lo envió en misión especial a México. Allí combatió en defensa de la República que presidía Benito Juárez. Nunca han sido reunidas en forma de libro las poesías de Quintero, que han quedado dispersas en publicaciones periódicas de su tiempo.

En colecciones antológicas han sido recogidas además de la paráfrasis de Rückert, las claras y sonoras estrofas de ¡Adelante!; una silva erótica de poco mérito, “Retorno al delirio”; otra silva, “Memorias del alma”, en la que el tema erótico va enlazado con la evocación de hazañas guerreras; unas sextinas, “Esperanza”, escritas en la prisión; un episodio que consta de 6 estrofas, “El tiro”, donde desarrolla un tema que asumió formas diversas en la época romántica: dos hermanos que luchan en bandos opuestos; unos serventesios “A miss Lydia Robins”; y “El banquete del destierro” , la más afamada de sus composiciones, que era recitada con fervor y exaltación por los emigrados cubanos.

Arraigó un tiempo en México, donde contrajo matrimonio, pero en 1868 estaba de regreso en La Habana, donde fue redactor del Boletín Comercial. Solicitó entonces autorización para ejercer en Cuba la profesión de abogado, amparado por un título que obtuvo en Texas y revalidó en México. No llegó a hacer uso de esa autorización, que en definitiva le fue concedida a comienzos de 1869, porque en octubre de 1868 había estallado la revolución separatista encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, y los antecedentes de Quintero lo hacían sospechoso a las autoridades españolas. Resolvió, en vista de ello, expatriarse nuevamente.

Muerte

No volvió más a Cuba y murió en Nueva Orleáns el 7 de septiembre de 1885.





Poesía

 -¿Qué trabajas, herrero? -¡Una cadena!
 -¡Cadena que tal vez lleve un hermano!
 -¿Dónde vas, pescador? -La mar serena
 mí red de hermosos peces veré llena... 
-Ve, tráelos al banquete del tirano.

-¿Qué aras, labrador? -La tierra dura
 Donde florecen el café y la caña.
 -¡Vana es tu industria, tu afanar locura!
 Para ti es la fatiga y la amargura,
 ¡El oro y las cosechas son de España!

-¿Qué corta, leñador, tu hacha pesada?
 -¡Árboles de vigor y pompa llenos!
 -¡Detente, que la patria está enlutada;
 A cada golpe de tu mano osada
 Hay un cadalso más y un árbol menos!

-Di, ¿qué meces, mujer, en esa cuna?
 -¡Un niño! En él mis ojos siempre clavo.
 -Pese, oh madre infeliz, a tu fortuna
 Desvelada te encuentran sol y luna,
 Y al fin le das al déspota otro esclavo.





¡Adelante! 

Dios le dijo a la luz con voz sonora:
¡adelante!, ¡adelante!
Movió el tiempo su rueda giradora,
y un sol tras otro sol, y hora tras hora,
su marcha comenzaron incesante.

Los arroyos, los ríos y las fuentes,
con eco murmurante,
desataron sus límpidas corrientes,
y las nubes y vientos prepotentes
gritaron: ¡adelante!

Las montañas se alzaron altaneras
con majestad triunfante;
su penacho alzaron las palmeras
y su vuelo las águilas ligeras.
¡Adelante!, ¡adelante!

Al ánima del hombre el mismo acento
le dijo resonante:
corta el altivo cedro corpulento,
doma del mar el ímpetu violento.
¡Adelante!, ¡adelante!

Ve saca del mármol y, con noble anhelo,
toma el cincel cortante...
Cúpulas y columnas desde el suelo
alzáronse soberbias hasta el cielo.
¡Adelante!, ¡adelante!

Del cometa la marcha misteriosa
ve y descubre constante.
Arrebata a la nube tenebrosa
el rayo de explosión estrepitante.
¡Adelante!, ¡adelante!

El hombre oyó la celestial llamada
de emoción palpitante;
y en base inmensa la dejo grabada
con dócil pluma o vengadora espada.
¡Adelante!, ¡adelante!

Los sabios en las aulas proclamaron
el principio triunfante;
la razón y la gloria se hermanaron
y las artes y ciencias exclamaron:
¡Adelante!, ¡adelante!

Despierta ¡oh Cuba! Tras tormenta fiera
asoma el sol radiante
¡Esperanza y valor! Oprobio fuera
no llevar por divisa en tu bandera:
¡Adelante!, ¡adelante!








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