CITLALI GUERRERO
Copala, Guerrero, México, 1971. Estudió Sociología de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guerrero y el diplomado para escritores en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem). Actualmente es coordinadora general de cultura en el ayuntamiento de Acapulco.
Citlali Guerrero es considerada una de las poetas más importantes de su generación en México. Su obra es de una extraña sonoridad que toca diversos niveles de percepción que modifican las formas de las partes individuales del poema y su orden de sucesión.
La obra de esta poeta nos traslada con inusitada velocidad a estados emocionales extremos en los que no tiene caso detenerse en comprender su naturaleza, pues lo que estamos percibiendo se nos vuelve intuitivamente un presente que rechaza su papel esencial en la vida humana, para resultar sólo memoria.
La obra de Citlali Guerrero debe leerse con detenimiento y fijación, pues los hilos con los que teje son tan diversos y difusos que pueden confundir el juicio de quienes se asoman a los textos desde valores establecidos por el cliché del poema, sin tomar en cuenta los factores que surgen de la esencia de la obra en cuestión.
Tiene publicado los libros:
Llorando el naufragio, editado por la Universidad Autónoma del Estado de México y la Editorial Tinta de Alcatraz.
Los pantanos son algo verde como el deseo, editado por la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, en la colección José Carlos Becerra.
Todas las horas alumbran, coedición: editorial Praxis, IGC, CONACULTA.
La ruta del sol: Arte y cultura de Acapulco, coordinadora.
En el 2001 obtuvo el Premio Estatal de Poesía María Luisa Ocampo, convocado por el Instituto Guerrerense de Cultura. Ha sido becaria el Programa Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico de Guerrero, en la categoría de “Publicación de obra inédita.
Poemas suyos han sido publicados en distintos periódicos y revistas del país.
Tiene inéditos los libros: Mutaciones nosotros y Adentro Llueve.
Adentro Llueve
Otra vez te equivocaste de pronóstico.
Han anunciado que la lluvia
sigue tenaz y persistente.
Te sientas junto a la ventana con la taza
del café acostumbrado.
Me dices que mire atrás, que el camino
ha sido el elegido, que esta lluvia
no se bifurca, ni siquiera en la esencia de las gotas.
Todo esto lo escucho, cuando al parecer,
ha vuelto el gato.
La ventana está helada.
Pocas cosas hay sobre la mesa.
Amanecí con los ojos inflamados.
Todo es tan confuso.
Adentro también llueve,
adentro miramos pasar el agua.
Somos tan frágiles como nuestros
grandes ojos muertos.
Mutaciones nosotros
Anna Nicole Smith quiso explicar el dolor y perdió. Entonces caminó más aprisa para que el día fuera más claro.
I
Cuando regrese de mí, habré muerto.
Tendré listos los cuchillos;
una foto linda del colegio;
un pagaré para la renta.
Cuando regrese de Ella,
vestida de blanco en flechas de alfiler;
un funeral de gente tocará mis cabellos
con la bruma de hilos de plata.
Cuando regrese de mí, habré muerto.
El vacío saldrá de la casa, regresaré
por todas las calles y en los escaparates
los locos venderán mis miserias.
Cuando regrese de mí,
todo lo demás habrá resucitado.
II
Ella perdió todas las batallas de su niñez.
Algo de pelo y el contexto
original de los ojos frescos.
Sus pechos se desprenden
de algún lugar del aire.
Vuelan a máxima velocidad.
Imposible –si alguna vez la hubo–
la ternura.
Los caníbales paternos desean
–sin exceso de codicia–
la carne tierna.
Ella es un bultito de petróleo
en corazones muertos.
Un enorme hueco de ozono cubierto
por pieles de osos blancos.
¿Qué podremos saber de ella?,
si todos padecemos
ceguera universal.
III
Yo era todo eso que se inyecta por el
culo y duele hasta la pus del corazón.
Sé que el amor es un silicón
que se expande,
una lujuria renga que se exhibe.
Yo era todo eso que se esconde:
tortuguitas de marfil, cuellos de morsa,
corsé de tarántula, depósito de esperma.
Polvo mañanero en Nueva York.
Yo era todo eso, pero sólo quise
habitar las ciudades sin problemas.
IV
Quiero ir desnuda corriendo por la calle,
tirarme al acantilado y que me coman los
alacranes de Manhattan.
Quiero clavarme un cuchillo en el vagina,
meter tijeras en mis uñas negras.
Quiero volar y que mis alas se quiebren.
Que caigan trozos de coágulos del cielo.
Yo vuelo;
quebradiza.
Ella es una película barata.
Yo sólo quiero atropellarme con los autos.
V
Yo era tan así: sanguijuela,
devota tirada por un loco.
No importa el cuarto de mi final.
Bailo,
giro,
mientras un payaso se adentra en mi cabeza
y vuelvo a reencontrarme con la luna.
Ahora lo sé:
todo el amor es
un penthouse
de cinco dólares.
VI
Nunca estuve tan cerca del olvido como
hoy que vuelvo a reencontrarme con tu sexo.
Nunca supe decir adiós sin tanto llanto.
La gente tiene miedo hasta de morir.
Sólo soy una gatita con sarna,
un puñado de cuervos escupiendo a Palas,
una ventana semiabierta
observando lujuriosa la calle de su infancia.
No tengo saciedad.
Si él viviera, su corazón lo delataría por el gato.
Su grito escucharía el testamento del hijo muerto.
Ella se ha ido y yo la exprimo diariamente,
me adentro en su jugo, le miro sus rodillas,
sus tetas, su hilera de dientes.
¡Dios es mío y no me aguanto!
Me veo como buitre devorando
un cadáver que en vida estuvo muerto.
Soy obsesiva, la siento en mis piernas.
Busco tesoros de occidente, lamo su cicatriz,
su pelo rubio.
Me río de la madre muerta,
amo a su hijo muerto.
La amo tanto que me dispongo a destrozarla.
VII
Tantas veces estuvo ahí
y jamás tuve tiempo de mirarla.
Su vida miserable jamás entró en
mi corazón, sólo había aquellas cosas
que se imaginan bellas.
Somos de la misma edad,
pasamos la misma noche
amando al mismo hombre.
Parece que hoy es la lluvia y el invierno
lo que me hacen recordarla.
En el fondo amo su tragedia
porque resalta la estupidez de mis dolencias.
Ella siempre estuvo ahí:
recíproca pagó los huesos, los platos rotos,
el tiempo perdido de colegios.
Abril sin tu asistencia clara
Había una vez una puerta en plenitud,
de ahí sentía llegar la lluvia pertinaz y dulce,
de ahí se mecían los olivos y los sauces alumbrados por el sol,
todo era pequeño y perfecto como la eternidad,
el que habla,
la que está sola,
los que permanecen en silencio.
Todo era una humedad de ilusiones baldías,
tus ojos míos permanecían en mi sitio preferido.
No era de nadie el agua ni esta tarde dulce y última.
Sólo tu asistencia clara arriba de los pájaros,
era todo tú para no recordar ya nada,
ni otro silencio,
ni el que llega cuando la lluvia ya se ha ido.
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