Francisco Sánchez Barbero
(Moríñigo, Salamanca, 1764 - Melilla, 1819), poeta, periodista y erudito español.
Hijo de una modesta familia de labradores, a los doce años fue a estudiar en la Universidad de Salamanca y entró en su Seminario en 1779. Allí destacó en los estudios de Retórica y Poética y latín y terminó sus estudios de bachiller y Filosofía en 1788. Pero, más admirador de Horacio, Ovidio y Virgilio que de la Teología, seguramente por haberse formado bajo la dirección de Pedro Antonio Marcos, discípulo de Pedro Estala, del helenista fray Bernardo Agustín de Zamora y de un gran profesor de humanidades como el padre Alba, abandonó los estudios eclesiásticos y se aficionó a escribir versos latinos y castellanos; esta vocación creció con la amistad de todos los poetas de la Segunda Escuela Poética Salmantina que frecuentó: Juan Meléndez Valdés, José Iglesias de la Casa, fray Diego Tadeo González, Juan Pablo Forner y Jovellanos.
Dejó, pues, el Seminario y se trasladó a Madrid, donde vivió entre grandes estrecheces económicas; allí conoció a Leandro Fernández de Moratín y fue admitido en la Academia de los Arcades de Roma con el nombre de Floralbo Corintio. En 1805 dio a conocer unos Principios de Retórica y Poética1 en la imprenta de del Real Arbitrio de la Beneficencia que fueron muy alabados, hasta el punto de que pasaron al plan de estudios de 1825. Al estallar la Guerra de la Independencia, los franceses le persiguieron sin tregua y le encarcelaron, pero el poeta se escapó en Pamplona y no perdió ocasión de atacarlos en poemas, bien patrióticos (Marcha de nuestros ejércitos contra los franceses; La invasión francesa en 1808; El patriotismo o la nueva Constitución), bien burlescos como La Pepinada am uno Conciso duscipulo Merlinis macarronico-poeta literfecta (Cádiz). Para proseguir esta tarea pasó a formar parte de la redacción de El Conciso en Cádiz, 1812, defendiendo siempre puntos de vista liberales. Libre momentáneamente España de franceses, marchó a Madrid en 1813 para trabajar en los Reales Estudios de San Isidro como bibliotecario; allí abrió otro periódico, El Ciudadano Constitucional, que redactaba mientras se ocupaba también como censor de teatros; la reacción absolutista tras el Manifiesto de los Persas le condujo a la reclusión durante diecinueve meses en la Cárcel de Villa, durante los cuales compuso una Gramática latina editada póstumamente en 1829 y una ópera, entre otros escritos. Sentenciado a diez años, marchó el 18 de diciembre de 1815 al presidio de Melilla, donde escribió la mayor parte de sus mejores versos, compuso dos óperas e hizo algunas traducciones; allí falleció de una afección en el pecho en 1819, asistido por su compañero, el exministro José María Calatrava. Al entrar en Melilla ya había previsto tal fin componiendo el siguiente dístico elegiaco:
Hic ego sum clausus. Pro te tibi natus oportet
oh patria! ut peream? Victima coesa cadam.
Algunas obras suyas se publicaron en el diario El Español Constitucional que publicaban los emigrados liberales de su país en Londres entre 1816 y 1817. Sus contemporáneos admiraron mucho su poesía en latín y Marcelino Menéndez Pelayo la reunió y publicó, considerándola admirable y muy superior a la que compuso en castellano; este volumen lo editó de C. Rodríguez Aniceto con el título de Poesías latinas, Santander: Librería Moderna, 1935.
Obra
Fue un burlón poeta neoclásico, aunque sus doctrinas de Poética han sido consideradas prerrománticas y dedicó una famosa elegía A la muerte de la Duquesa de Alba que puede ser considerada dentro de esta estética; no así sus poemas A la batalla de Trafalgar y sus sátiras A Ovidio, Los gramáticos y Los viajerillos. Inconforme con el afrancesamiento de Ignacio de Luzán, compuso unos Principios de Retórica y Poética que alcanzaron mucho éxito. Consta esta obra de dos partes, una primera sobre las reglas fundamentales de la oratoria y una segunda, más breve, donde se explica qué es la poesía y cuáles son los preceptos que deben regirla; la obra se completa con un apéndice sobre lo bello y el gusto. Se vale, entre las obras francesas sobre la materia, de la de Marmontel preferentemente (Poetique française, 1763) y, entre los italianos, de Gaetano Filagieri, discípulo de Vico, y entre los españoles de Esteban de Arteaga (Investigaciones filosóficas sobre la belleza ideal, considerada como objeto de todas las artes de imitación, Madrid, 1789). También conocía la obra del inglés Hugo Blair. Su vinculación con la estética del Prerromanticismo aparece clara en textos como el siguiente:
Los escritores de retórica y poética hallan en todo preceptos que dar, en todo figuras que explicar (...) Si yo por dicha he atinado con los verdaderos principios de la elocuencia, es preciso confesar que la mayor parte de los escritores en este ramo han ido descarriados. Ellos de los efectos deducen las reglas, y prescindiendo de las pasiones y de la imaginación no consideran más que su resultado: para mí no hay más que imaginación y pasiones, de éstas procuro deducir su lenguaje.
Es decir, la retórica y la poética son instrumentos que facilitan el desarrollo del escritor, pero no un fin en sí mismos. «La Elocuencia —explica Sánchez Barbero— es el lenguaje de la pasión y de la imaginación (...), la Poesía es el lenguaje del entusiasmo y la obra del genio». Sánchez Barbero, como sus colegas Agustín García de Arrieta y José Luis Munárriz, comprendió enseguida que la enseñanza de la oratoria y la poesía resultaba mucho más compleja de lo que en realidad aparentaba y que no se trataba de un saber, sino de un goce.
También se acercó Sánchez Barbero al teatro y escribió un melodrama, Saúl, inspirado en Vittorio Alfieri, y una tragedia, Coriolano, inspirada en Shakespeare. También compuso el ya citado poema satírico contra los afrancesados, La Pepinada. Algunas de sus obras satíricas están escritas en latín macarrónico.
Una oda perdida de Francisco Sánchez Barbero:
A Cristóbal Colón en el descubrimiento del Nuevo Mundo
En el Semanario de Zaragoza, núm. 197, de 1 de mayo de 1800, pp.268-272, apareció publicada una composición poética cuyo título reza así:
A Christobal Colón en el descubrimiento del Nuevo Mundo. Oda, compuesta por Don Francisco Sánchez en el Real Seminario de Nobles de Madrid el 7 de Diciembre de 1799 para la Oposición a la Cátedra de Poética.
El poema, que se creía perdido, se encuentra entre los fondos de la Biblioteca Nacional de España, digitalizado en su Hemeroteca Digital. Gracias a ello ha sido posible su hallazgo.
Se trata, con absoluta certeza, de una obra del poeta salmantino Francisco Sánchez Barbero (Moriñigo, 1764 – Melilla, 1819), aquella oda que con tanto afán buscó el investigador y académico Leopoldo Augusto de Cueto y que lamentó no poder incluir entre las poesías de aquél en su obra Poetas líricos del siglo XVIII.
“Lo que sentimos no poder dar a luz entre las poesías de Sánchez Barbero es su oda A la expedición de Colón, mencionada por Quintana en la primera edición de sus poesías. Ha sido buscada afanosamente por los más distinguidos bibliógrafos en Madrid, en Salamanca y en Sevilla. Pero en balde: ni impresa ni manuscrita se halla esta obra en las principales bibliotecas públicas y particulares. Don Julián Sánchez Ruano, cansado de infructuosas investigaciones, opinaba que su ilustre antepasado no escribió la oda por completo, sino algunos trozos que enseñó a su amigo Quintana” (tomo II, p.592, nota).
Leopoldo Augusto de Cueto tenía noticia de esta oda por dos breves fragmentos citados por Quintana, seguidos de un comentario harto elogioso. En la primera edición de las Poesías de Manuel Josef Quintana, de 1802, pp.165-166, como nota a un verso de la oda Al mar, puede leerse:
“No me puedo negar al gusto de citar aquí estos bellos versos de una oda moderna a la expedición de Colón.
……. Al puerto, amigos,
Sus, corred y volad, que allá os espero.
Dixo, y se abrió delante
El tormentoso piélago sonante.
Dixo, y la nave la salobre espuma
Cortando va en silencio…..
Entre esa tabla delicada y frágil,
Y el inconstante mar incierta vaga
Tu vida. Escucha el impetuoso estruendo
De las olas al cielo levantadas,
Bramar los vientos, retemblar el polo,
Y tu fin anunciando
El trueno pavoroso retumbando,
¡Qué poesía! Y se admira más cuando se sabe que es una composición hecha en menos de veinticuatro horas, sin libros ni auxilio ninguno, en una oposición a la cátedra de Poética del Real Seminario de Nobles de Madrid. Su autor D. Francisco Sánchez no deberá defraudar a la literatura española de las esperanzas que ha hecho concebir por esta y otras pocas obras suyas que se conocen”.
Hasta la fecha no se tenía noticia de que se hubiese publicado la oda a Colón de Sánchez Barbero, ya que no aparece recogida como obra suya en el volumen VII de la Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, de Aguilar Piñal; y si figura en algún repertorio, será a nombre de un tal Francisco Sánchez, por no haber tenido presente o ignorar el hecho de que aquél solía firmar sus obras –cuando lo hacía– prescindiendo de su segundo apellido. Por lo demás, los estudiosos de la vida y obra de Sánchez Barbero conocen, si acaso, tan sólo los versos que cita Quintana.
Huelga decir que Cueto formó, a partir de la noticia de Quintana, un título aproximado para el poema, en parte erróneo; cabe señalar, empero, que en su correspondencia se refería a ella siempre como la oda a Colón. Más extraño es aún que jamás hiciera mención de la circunstancia que dio origen a la oda, a saber, que ésta era un ejercicio de la oposición a la cátedra de Poética del Real Seminario de Nobles de Madrid convocada en 1799, ni tampoco del hecho de que a ella se presentara Sánchez Barbero.
En marzo de 1862 Ramón de Mesonero Romanos puso a disposición de Cueto, a ruego de éste, una colección de poesías inéditas y una biografía de Sánchez Barbero. Aun cuando hubiera iniciado años antes los trabajos de recopilación, por lo que hace a la obra de éste, todo parece apuntar al hecho de que no fue sino entonces cuando empezó a ocuparse – al menos de manera sistemática – de ella, pues en la correspondencia de Cueto que se conserva no aparece, que yo sepa, mención alguna de Sánchez Barbero de fecha anterior. No creo, por tanto, que Cueto pudiese inquirir al respecto a Ignacio Hermenegildo de Rucabado, bibliotecario de extensos conocimientos bibliográficos, pero ya anciano hacia 1855 y fallecido en 1857 con más de cuarenta años de servicio en la biblioteca de los Reales Estudios de San Isidro, y de la cual ya en 1813 era oficial 4º. Fue colega, por tanto, de Sánchez Barbero, en esa fecha oficial 2º de dicha biblioteca, e incluso presumiblemente amigo, pues parece ser el destinatario de la oda latina nº XIV, publicada en 1935 por C. Rodríguez Aniceto. Añadiré, de paso, aunque no crea que en él se encuentre la oda que nos ocupa, que en la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito, el MSS/12932/6, del cual no se valió Cueto para su edición, que procede de la colección de Luis de Usoz y es una copia de los originales en prosa y en verso de Sánchez Barbero que tenía E. [sic: Hermenegildo escrito sin hache] Rucabado.
José Simón Díaz, en su Historia del Colegio Imperial de Madrid, tomo II (1959), da noticia de esta oposición a la Cátedra de Poética (pp.203-204) y de uno de los ejercicios de Francisco Sánchez (p.152), así como, en otros pasajes, de Francisco Sánchez Barbero.
Sospecho que el insigne bibliógrafo no cayó en la cuenta de que el mencionado Francisco Sánchez era, en realidad, Francisco Sánchez Barbero, ya que figuran por separado en el índice de nombres.
Luis Miguel Pradas Poveda
Investigador
Un poeta satírico en el exilio:
Francisco Sánchez Barbero (1764-1819)
Por MÒNICA FUERTES ARBOIX
Coe College
Es frecuente hacer la historia de la literatura partiendo de las obras más sobresalientes que, según los críticos, son testimonio de una época. Pero este tipo de aproximación a la realidad literaria posterga, queriendo o sin querer, a autores y obras denominados de transición, limitando así la auténtica realidad histórica. Despreciar las obras que no se ajustan a un método de investigación basado en las características literarias de la mayoría, significa limitar y empobrecer el estudio de la literatura. Si bien esto es cierto de cualquier época, en la literatura española del siglo XVIII y primeros años del XIX, la segmentación entre pasado y futuro se agudiza y se pierden de vista muchos matices, que precisamente son los que ayudan, no sólo a entender la evolución literaria per se, sino también el espíritu de la época. En este trabajo queremos considerar algunos de los textos que Francisco Sánchez Barbero escribió durante su exilio en Melilla entre 1816 y 1819 no sólo porque son testimonios de un tiempo sino porque representan la lucha histórica de un hombre por conocer y modificar una realidad que le es impropia.
Su caso es el del escritor de entre siglos de filiación neoclásica que es víctima de la confusa realidad política y cuya obra refleja su impotencia ante la represión y la melancolía del exilio. Este cúmulo de circunstancias hace de su obra un destacado ejemplo de literatura de transición inscrita en la temática del exilio que sigue los pasos de los poetas clásicos latinos. La obra de Sánchez
Su caso es el del escritor de entre siglos de filiación neoclásica que es víctima de la confusa realidad política y cuya obra refleja su impotencia ante la represión y la melancolía del exilio. Este cúmulo de circunstancias hace de su obra un destacado ejemplo de literatura de transición inscrita en la temática del exilio que sigue los pasos de los poetas clásicos latinos. La obra de Sánchez
Barbero está marcada por la necesidad de dejar constancia de la represión y de la identificación de la melancolía causada por la imposibilidad de alterar la nueva realidad:
La figura de Sánchez Barbero resulta paradigmática no sólo como vehemente defensor de la causa liberal sino, sobre todo, por servir de exponente del renovado humanismo del que, desde fines del siglo anterior, venían haciendo gala aquellos intelectuales para quienes el rigorismo neoclásico y la concepción tradicional de la poética y de la obra literaria, necesitaban ser revisados de acuerdo con un espíritu más en consonancia con la llegada de nuevos tiempos. (Rodríguez Sánchez de León, 1992: 1441).
Francisco Sánchez Barbero nació en Moriñigo, provincia de Salamanca en enero de 1764. A los doce años de edad pasó a Salamanca, donde cursó estudios, siendo admitido en el Semanario Conciliar en 1779. Ya en este periodo escribió excelentes composiciones latinas que habrían de influenciar su obra poética posterior, sobre todo por su intención de implantar la estética de la antigüedad grecolatina. “Su propuesta se dirige a orientar el ideal clásico de forma que, manteniendo el respeto de la autoridad, se adecue a la intencionalidad y las exigencias propias de cada periodo histórico” (Rodríguez Sánchez de León, 1992: 1442).
Hay que señalar que Sánchez Barbero empezó escribiendo poesía en latín y según Manuel José Quintana fue “de todos nuestros poetas, el que ha compuesto versos en una y otra lengua con mejor éxito” (L. A. de Cueto, 1952: 558). En el exilio escribió también en ambas lenguas y casi todas sus composiciones hacen referencia a este tema. Álvaro Gil Sanz, sin embargo, lamenta que Sánchez Barbero sea mejor escritor de versos latinos que de versos castellanos y afirma que éstos, “si no son de los mejores, son sí de los buenos” (L. A. de Cueto, 1952: 556) y atribuye este hecho a “la mano de hierro de las persecuciones”, ya que “el hambre y la desnudez son malas musas” (L. A. de Cueto, 1952: 556).
Desde Melilla Sánchez Barbero escribió silvas, epístolas, cantatas, romances, composiciones satíricas y operas que su amigo el Doctor Pedro Antonio Marcos recopiló y entregó a la familia. Una de las composiciones más significativas, a nuestro parecer, es la epístola “A Ovidio” en la que el sujeto poético relata su confinamiento en Melilla.
Que la epístola vaya dirigida a Ovidio no es casualidad ya que, como es sabido, Ovidio fue el poeta del exilio por excelencia. Desde Tomis, el lugar de su expatriación, escribió Tristia y Epistulae ex Ponto, siendo algunos de los temas más importantes la amistad, la literatura, el desarraigo y el apartamento del mundo. Sánchez Barbero vive la misma experiencia que el autor latino y su conocimiento de esta lamentable experiencia hace que la recepción de sus versos sea mucho más íntima. Sucede que desde los primeros versos el sujeto lírico en lugar de tomar como ejemplo los poemas de su predecesor latino y explicar como éste su condición de expatriado o describir la tierra del destierro le reprocha, en un tono satírico, que no supiera comportarse como un hombre:
Te compadecen unos, otros ríen
Otros exclaman, ¡Oh collón! bien hecho;
Y tus jeremïadas importunas
A náuseas me provocan. Por tu vida,
¿Qué conseguiste, narigudo vate?
Desprecio general. ¿No aciertas cómo,
Siendo feliz transformador de tantas,
Nunca tu suerte transformar pudiste?
Yo sí; porque ser hombre no supiste.”
(L. A. de Cueto, 1952: 578)
La segunda parte del poema empieza con el relato sobre las causas del destierro de Sánchez Barbero y es aquí donde se identifica claramente al autor con la voz poética, sobre todo porque añade aclarativas notas a pie de página, como la de su reclusión y huida de los franceses, “a los veinte y cuatro días conseguí bajar a la ciudad en calidad de preso o prisionero de Estado. De allí me escapé con otros, habiéndonos antes intimado la pena capital si, fugados, fuésemos aprehendidos” (L. A. de Cueto, 1952: 580). Todo el tono del poema refleja el malestar y la irritación del poeta por los hechos absurdos del pasado y así habla de la hipocresía de los letrados y la capciosidad de los jueces. Según Feinberg la hipocresía es una de las causas principales de que se escriban sátiras no con el propósito de reformar o plantear alternativas a la situación que se critica sino que el escritor satírico “is obeying an irresistible impulse to show absurdities which he sees very clearly. Usually, his immediate purpose is to satirize, not to improve; his object in showing the ridiculous is to criticize, not to correct. (Feinberg, 1964: 40-41). En la tercera parte del poema habla de la tierra de su destierro y las condiciones ínfimas en las que viven los que como él están en presidio y, una vez más, sus versos ridiculizan sin corregir:
Así como los niños en la calle
en caballos de caña se pasean,
Y, uniformados de papel, figuran
Una marcial acción, del mismo modo
Viene á ser un remedo de comida
Lo que manjares y comida dicen.
¡Ni comemos, Nasón! á lo poeta
Comemos, oh Nasón, en simulacro.
Fabas, arroz, judías, agua y agua.
(L. A. de Cueto, 1952: 583)
La parte final del poema adquiere su inicial tono de indignación e ira contra el poeta Ovidio y le recrimina que reflejara en sus versos la melancolía del exilio, pero sobre todo que se retractara de aquellos poemas que causaron su destierro y que pidiera perdón al emperador. Algo que Sánchez Barbero no puede tolerar:
Ni te perdono, Publio, la menguada
Servil adoración con que tu musa,
Con trémula rodilla, con la frente
En el polvo soez, los pies inmundos
Del ausonio opresor profana lame;
[…]
Escuchándote César, fue tan bajo,
Tan débil como tú. Si ahora mismo
Dado me fuera castigar tu culpa,
¡Rastrero adulador! mientras el aura
Tu espíritu servil vivificase,
Para escarmiento de poetas patrios
Tan viles como tú, yo te mandara,
Publio Nasón, con triplicados hierros,
Atado el pie, desnuda la rodilla,
Morar en el presidio de Melilla.
(L. A. de Cueto, 1952: 584)
En la copla “A una señora” admite su condición de ermitaño a una señora llamada Tomasa y le explica que la razón principal de esa misantropía no es otra que la falta de comida:
No me topo si me busco;
Si me llamo, no es humana
La voz mía
Al hogar no me chamusco;
Es decir que soy liviana
Fantasía.
(L. A. de Cueto, 1952: 592)
“Guindillas presidarias” son seguidillas en las que en tono jocoso y crítico insiste en la escasez de comida:
Unos días de viernes,
Otros de carne,
Se mandan por la bula:
Dios se lo pague…
Y, ¿qué se manda
Al que carne, pescado
Y todo falta?
(L. A. de Cueto, 1952: 592)
Escribió también Sánchez Barbero unos diálogos satíricos del que destacamos el escrito en 1817 titulado “Presidarios”. Consiste en una conversación entre Autólico y Simplicio, dos antiguos amigos, que casualmente se encuentran en la cárcel de Melilla. El diálogo está dividido en dos partes: en la primera se critica la avaricia y falsa religiosidad de los curas:
Yo les digo: «Santos padres.
La pitanza, Volaverunt,
Verbi gratia: Dios os guarde.»
Confiesen, muy bueno y santo;
Prediquen, entierren, casen…
Pero entiendan sus mercedes
Que todo es amore y gratis.
Y veras que de contado
Ni cantan, bailan ni tañen;”
(L. A. de Cueto, 1952: 596)
En la segunda parte se critica la ineficacia de las cárceles porque vuelven peor a los hombres e imposible su inserción en sociedad una vez cumplida su condena. Lo peor es que sus hijos e hijas heredan la maldad e hipocresía de los padres:
¿Adónde irán estos hombres,
Sin que consigo la infamia
Y sus crímenes horribles
A son de tambor no vayan?
¿Quién buscará su comercio,
Ni con sitial en su sala
Les brindará? Saludarlos,
¿Quién? Mirarlos á la cara”
(L. A. de Cueto, 1952: 604)
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