Claudio Giaconi
Claudio Giaconi (Curicó, Chile, 1927 – Santiago, Chile, 22 de junio de 2007). Escritor chileno considerado uno de los autores fundacionales de la Generación Literaria de 1950, grupo de escritores que se destacó por su escepticismo algo radical frente a la vida, buscando, principalmente, la desaparición del criollismo presente hasta entonces en la literatura chilena.
Claudio Giaconi nace en Curicó, en el año 1927. Comienza su educación en el Colegio Hispanoamericano de los Padres Escolapios, lugar que pronto tiene que abandonar debido a la delicada situación económica de su familia, provocada por el fallecimiento de su padre. Desde entonces, se desempeña en diversos trabajos ocasionales para subsistir. Lo anterior no evita que su gusto por las letras se manifieste, por lo que comienza a formarse a sí mismo con lecturas de escritores del siglo XIX, principalmente rusos y norteamericanos, como Dostoievski y Goncharov, o Thomas Wolfe y William Faulkner, respectivamente. Gracias a lo anterior, logra ejercer como periodista.
Giaconi siempre fue descrito como un hombre solitario, algo rebelde y apasionado. Entre aquellos que lo conocían, aseguraban su gusto por el buen vestir, lo que no siempre le trajo buenas experiencias, puesto que sus deudas con los sastres lo mantenían con diversos problemas económicos.
Su salud siempre fue delicada. Algunos años antes de su muerte tuvo que ser intervenido en su fémur, lo que provocó una larga convalecencia. Luego de una solitaria vida, decide casarse con la amable mujer que lo cuidó durante ese tiempo como agradecimiento. Sin embargo, fiel a su estilo algo desordenado, termina con esta unión y se va de Chile.
En junio del año 2007, a causa de un fuerte dolor en un pie, es ingresado de urgencias al Hospital del Salvador donde es diagnosticado de trombosis, con la cual es advertido que puede perder ambas piernas. Muere el 22 de ese mes, producto de un infarto tras una compleja operación.
Vida como autor
A comienzos de la década de los cincuenta, Giaconi entabla relaciones con otros jóvenes artistas de la época, entre ellos: Enrique Lihn, Jorge Teillier, Jorge Edwards y Carmen Silva; con gran parte de ellos comparte aquel sentir escéptico ante los cánones impuestos y aquella voluntad y necesidad de cambio. Es con ellos con quienes más tarde conforman la llamada Generación Literaria de 1950, donde Giaconi tuvo un papel muy importante. El grupo se disolvió producto del exilio al que muchos se sometieron.
Un acontecimiento importante a destacar es lo ocurrido en 1958 en una ponencia presentada en el Segundo Encuentro de Escritores Chilenos realizado en Chillán, allí Giaconi leyó un texto que representaba muy bien no sólo sus concepciones literarias, sino que también la de muchos jóvenes escritores chilenos de la década del 50. En la reedición que se hizo de La difícil juventud en 1970, se incluye Una experiencia literaria (las palabras que Giaconi dijo en la ponencia) como prólogo.
Su obra no es muy extensa, pero es sustanciosa. Los doce cuentos que componen su más grande escrito lo llevaron a la cumbre, sin embargo, luego de aquel maravilloso debut, Giaconi se sumió en un silencio creativo que no hizo más que aumentar la fama que crecía en torno a él. En el año 2010, Gonzalo Contreras publica un volumen que rescata la obra completa del autor, con la cual busca rescatar la figura casi mítica del díscolo escritor.
La Difícil Juventud
Considerada la obra fundacional de la Generación Literaria de 1950, La difícil juventud consta de doce cuentos llenos una de estética novedosa y transgresora. Publicada en 1954, cuando Giaconi tenía 27 años, esta obra se presenta con un carácter inconformista y casi maldito. Más aún porque su autor se encontraba en la cárcel al momento de su publicación.
Con su aparición generó gran controversia, lo que atrajo a los críticos de la época, de la misma forma en que sigue siendo objeto de continuos análisis y estudios en la actualidad. El siguiente extracto de un artículo publicado en el 2010, demuestra el gran interés que estos doce cuentos generan en quienes los lean:
"En el texto de Giaconi se lleva adelante un proceso de desterritorialización, de abandono del territorio para crear una nueva tierra, un nuevo universo. Supone la búsqueda de un centro intenso en lo más profundo de sí mismo. (Deleuze y Guattari: 2000).Y esto se logra a partir de una línea de fuga, que “no es una huída del mundo sino un fluir hacia una territorialización” (Catalán: 2003, 97). Eso es lo que busca Giaconi a través de la publicación de La difícil juventud en el marco de la tradición literaria chilena, y también sus personajes, por medio de la ruptura de los estratos que los aprisionan. Las líneas duras, que segmentarizan y estratifican están determinadas por las corrientes aún vigentes en la narrativa chilena: el criollismo y el realismo socialista, y se ven representadas en los cuentos a través de las rígidas normas establecidas por la urbanidad, el sentido común, la ética adulta que no comprende, que se muestra insensible frente a la sensibilidad juvenil, que pretende aplastarla. Y las líneas de fuga, de ruptura, se forman por medio de la experimentación formal y temática, por la búsqueda de la catarsis, de la expansión liberadora. Este primer libro de Giaconi se instala en un nuevo territorio, en una distancia crítica que lo separa del resto, en donde marca sus distancias"
Sin duda alguna, La difícil juventud es una obra que encierra en sí misma toda la inteligencia y el carácter de su autor, así como también el reflejo del sentir de muchos jóvenes escritores de la época.
Bibliografía
Giaconi, Claudio. La difícil juventud. Santiago: Editorial Universitaria, 1970
LA SOMBRA
Dónde estás?
me preguntó la sombra.
Aquí, le respondi yo.
Dónde aquí?
Aquí, en la sombra.
Ah, te creís chistoso.
Y vos te creís sombra.
EXILIO
En mi simbólico adiós a esta ciudad
me emborraché con tres margaritas
y fue la cuarta la fatal
a cuenta del mesonero ebrio
la que me hizo mirar atrás.
Hallé una antesala de años dilapidados
una recámara de cámaras en desuso
una despensa de máscaras en reciclaje
un cementerio para días no vividos
sonámbulos en una maratón de catacumbas
ufanos en ser los primeros en llegar.
Es hora de volver, pero de volver adónde?
MALA SEÑAL
Sentarse a comer y ser tú
el único comensal
es mala señal
no tener a nadie
con quien conversar
a la hora de los postres
es mala señal
ser tú el único comensal
es mala señal
no tener a nadie
mala señal
a nadie con quien.
OPIO...OH, PÍO!
La televisión es el opio del pueblo
el pueblo es la élite de la religión
la religión es el opio de la élite
el opio es la religión del pueblo
la religión es el pueblo de la televisión
el fútbol es la élite del opio
el opio es la televisión de la élite
el pueblo es la élite de la televisión
la televisión es la élite del pueblo
Soliloquio de Gutenberg
Ah, si me hubieran precavido!
Ya nadie me toma en serio.
Un interruptor es un misterio
la máquina eléctrica es un misterio
el enchufe es un misterio
que se prenda la ampolleta
es un misterio
que se vea la luz es otro misterio
las ondas hertzianas son un misterio
que haya palabras en el aire
es un nuevo misterio
el bip-bip del computador es un misterio
las imágenes de la pantalla son un misterio.
La imprenta está de capa caída
y la cuestión es seguir levantando
cortinas de humo
–vous cómprenez?–
sin pichuleos
con tecnologías
en el sentido
moderno de la palabra
antiguo
para mantener a las gentes
en el misterio
más ilustrado posible
y así sigan respirando
misterio
misterio
misterio
por decreto oficial
la imprenta se fue al carajo.
He dicho.
Llamado
Proteja la Democracia amenazada
Suscríbase al Diario Oficial
Combata el comunismo ateo
Difame al Cardenal
Cumpla su deber patriótico
Delate hoy a un vecino
Mañana a otros dos
Ingrese a las Fuerzas Armadas
Baluarte de las glorias nacionales
Combata la conjura internacional
Compre aviones AWAC
Helicópteros HUEY
Importe Boinas Verdes
Proteja la Democracia
No se quede ahí parado como tonto
Enrólese ahora mismo.
Lobos grises
De dónde salieron los lobos grises que andan sueltos?
El terror que el zorro implantaba en el gallinero
nadie lo tomaba muy en serio, ni grandes ni chicos
la alharaca despavorida tras su andanza trasquilada
eran Los Tres Chanchitos que salvaban a las gallinas
el lobo no pisaba aún el umbral de nuestra infancia.
De dónde salió el terror rábido de los lobos grises?
Vivieron siempre incrustados como camaleones en el montón
saliendo voraces tras el tufillo a pólvora y carnicería
a saciar l’hambruna acumulada y tratar de parar l’historia.
Los zorros en el gallinero nos hacían reír en las matinées
y el lobo suelto y hambriento no fue divertido nunca
menos aún que una hiena que le ríe a destiempo a la luna.
Claudio Giaconi, un escritor invisible
Edición de Gonzalo Contreras. Santiago: Etnika / Pequeño Dios Editores, 2010. 598 p.
Ars poética
Por piedad
no me poemen poemas que no poeman nada.
Por piedad
no me cuenten cuentos
que no me cuentan nada.
Por piedad
no me ensayen ensayos
que no me ensayan nada.
Por piedad
no me articulen artículos
que no me articulan nada.
Por piedad
no me panfleteen panfletos
que no me panfletean nada.
Por piedad
no me croniqueen crónicas
que no me croniquean nada.
Magritte
Cuando menos te lo esperas
te cae la teja de improviso
has olvidado que olvidaste
y has olvidado ya qué eras.
No te pongas el sombrero
si te han decapitado
ni las gafas si te volaron
la nariz de un picotazo.
Corta el nudo gordiano ¡zas!
No salgas todos los días
a comprarte la misma corbata
de nudo triangular incrustado.
Cavatina para una ópera de Erik Satie
¿Hay algo más divertido
que salir todas las mañanas
a comprarse la misma aspidistra?
Cada vez que me quiebro la pierna
hago cosquillas a mi puercoespín pequinés.
Tú no eres ancho de hombros
ergo, no eres un virtuoso del piccolo.
In tempo de irregularidad menstrual
Lucía di Lammermoor toma Correctol
y luego la fifine y la didine in situ.
Un muchacho muerto fue desenterrado vivo
el lunes bajo 36 metros de mierda.
Que la alopecia no te haga olvidar tu halitosis.
Ulises a Yorick
Resígnate si la rueda ahora rueda sin ti, ¡pobre Yorick!
Burla burlando la rueca insaciable te apuró el cáliz
que sacie su apetito aunque sea para lubricar la rueda.
Cuidado, que no se te pasmen los muslos del cerebro
y el espejismo que Penélope tejiendo a la espera
se te evapora de nuevo de las manos la resbalosa Cirse
dejaste de quererla y en castigo de ahora en adelante
te purga de su red suspendido a medio camino a Itaca
y la Penélope tejedora se troca en la enredadora Cirse
a jirones cerro abajo a las calderas de tu Roca Tarpeya.
¿No sería entonces delicioso contar con una agencia de sosías
darle asueto al ego y colgarlo de la percha pierna arriba
tomar palco y llamar al Servicio Sosías a Domicilio como
otros llaman al siquiatra de perros o al peluquero UNISEX
tomar el fono y decirle mire Monsieur Ferdinand alléguese
al tiro a lidiar con los toros por favor interpóngase?
Venga a sacar la cara por mí para eso le pago ipso facto.
Alas, poor Yorick! los toros precipitándose al matadero
en el afiche de la BBC THE END OF THE RUSH HOUR IS…
una avalancha abismal de toros tragados por el despeñadero
a la espera del expreso de línea 6 en Lexington y la 86.
Pirañas y rapiñas
Si en la rapiña y en la piraña
las letras son las mismas
la cuenta regresiva no cuenta.
Lo que sí cuenta es la espera
a la espera de que pase algo
un espejismo en el desierto
lleno de un andar y desandar.
Ardillas de Central Park
Eres tan hacendosa en tus afanes y haces alto
vienes a regodearme con indiferencia chinchosa
entre tus vecinos alados te sientes en familia
nunca les disputas el alpiste a los gorriones
eres tan miedosa que hasta ellos te asustan.
Bellotas duras busca tu hociquillo puntiagudo
me dejas pasmado con tus acrobacias arbóreas
de una rama saltas a la otra como titíes
surcando el aire nadie te molesta y eres reina
los turistas se enamoran de ti y te toman fotos
parándote en tus patitas traseras les coqueteas
meneas la cola preguntándoles si tienen maní.
Un perro agazapado se acerca para atraparte
en un santiamén te trepas a lo alto del cedro
midiendo de arriba abajo la frustración canina.
Sí, el hombre llegó a la Luna
pero ¿habrá un hombre en el globo que pueda emular
la destreza de la ardilla de Central Park?
Paranoia
UNO. Que nadie se dé cuenta
de que soy el Hombre Invisible.
DOS. Que tampoco nadie se dé cuenta
de que soy el hombre visible.
TRES. Que nadie se dé cuenta
que acaso sea un poco el hombre visible.
CUATRO. Que nadie se dé cuenta
de que tal vez esté siendo bastante Hombre Visible.
Rosa vespertina
La rosa de la tarde te llaman, o rosa vespertina
florecilla tan minúscula que nadie se percata de ti
por los bordes del sendero mueres una vez más
demasiado pronto vives la muerte de tu vida fugaz
en dos o tres horas te precipitas a tu muerte veloz
al ponerse el sol pero qué cola deja tras ti.
Expertos en la materia explican que tu crisálida
no más grande que un espermatozoide que ovula
y trae de vuelta a la vida a la célula moribunda
retornándola prestísimo a su primavera perdida.
La Fuente de Juvencia ya se bajó de la mitología
y sus cápsulas están al alcance de todos los bolsillos.
Por minúscula que seas Santa Rosa Vespertina te llaman
tus fieles que sólo ahora reparan en ti mea culpa por no
percatarse de ti durante las horas de tu vida fugaz
y ya no eres la rosa minúscula sino la gigante Santa
Santa Rosa Vespertina entre tu grey agradecida.
Panfleto
La Virtud se apoderó de la Opinión
los Ejércitos de Moloch han triunfado
en todos los cenáculos.
La Virtud se apoderó de la Educación
los Ejércitos de Moloch han trepado
en todos los pupitres.
La Virtud se apoderó de la Religión
los Ejércitos de Moloch han diezmado
en todos los púlpitos.
A todos les llega la hora
sí, pero a unos demasiado tarde.
La Verdad os hará libres
sí, pero no os servirá de nada.
¡Sálvese quien pueda!
sí, pero primero los de primera.
Todos tienen derecho a opinión
sí, pero unos menos que otros
No sólo de pan vive el hombre
no, pero de poesía tampoco.
La gata
La gata se pasea displicente por el departamento, va y viene.
Hay que vivir con una mascota. Los ancianos que viven con
alguna mascota son 20% menos propensos a caer en ataques de
hipocondría. Pero yo no tengo gata. Se trata de una gata imaginaria,
tan imaginaria como la gata imaginaria de Nicanor Parra.
La gata salta para atrapar una mosca y puedo sentir su frustración,
al ver que al animal la mosca siempre se le escapa. La mosca,
sólo una millonésima de tamaño del animal, se burla de él. Bella
depredadora, de ojos alucinados, que muestran esfuerzos por
desasirnos de su encanto.
El instinto depredador de la gata sabe que raramente logrará atrapar
al bípedo volador que será siempre más veloz que ella. Comparto su
frustración. ¡Yo, Homo sapiens!
2. “Te Deum”. (Canto-epílogo)
A te convien tenere altro viaggio,
Risponse, poi che lacrimar mi vide,
Se vuoi campar d’esto loco selvaggio.
Dante
Ciclópea empresa la de emplear el tiempo
en la gran cloaca de la tierra
con sus infinitos ruidos solitarios
y su latido anémico
o desgarrado o piafante de potranca loca.
Con sus fragores siempre inicuos
la cloaca espera que pase su tiempo
destruyéndose a dentelladas primero
a quijada de burro, a flecha, a trabucazo a cañonazos
y con el hongo albo estertorando como bestia rabiosa.
Oh, la hora del mundo
con su mezcla fragante y pringosa
mientras los humanos esperan desnudos
adánicos y ajenos a su mísera envoltura temblante
solos ahora como números
en un espanto mudo de silencio sin misterio
esperando algo, algo que no llega.
Oh y también la tierna pitarra de unos ojos de niño
también la aventura cotidiana
y la infinita derrota del hombre
la hora dulce de los amantes
de las familiares charlas a media voz en ancianos reductos
hora de reposo para el caminante
y de torva aventura que retumba
semiolvidada lejos en el huracán agazapado
la hora aconchada en sí misma
renovada en su espera
y vuelta a renovar tantas veces
prometiendo siempre el milagro de un cielo cárdeno
rajándose en dos / algo majestuoso
de un estilo horrísono e inusitado
engañando siempre con sus aspas de viento
(“ahora sí, ahora”, se dice)
y que abatido vuelve sobre sí
pensando a quién ha de mostrar ese
su rostro feroz
ante quién ha de presentarse
cuando la loca carrera criminal haya concluido
a quién desea tanto agradar
y por qué porfía en ese juego odioso y vil
quién es ese lóbrego Dios que exige tan feroz sacrificio
que habiendo exprimido la savia de la vida
por buscar de ella la esencia la gran ecuación
ha perdido vida y muerte y todo.
Y seguir adelante
por si este loco juego criminal satisface a alguien
seguir siempre
arrastrando la ponzoña como un herrumbroso carro
con inclementes patrimonios de mentiras prenatales
restallante de ansiedades como un bazar
que revienta de chucherías
peines, antigüedades, tuercas y fierro viejo.
Oh, que retorna a su mortaja hecho una tripa
con la misma ansiedad rota
diciéndose que no volverá a caer en la trampa
ni escuchará la voz de sirena
que lo lleva de narices como un perro
a husmear un hueso que no existe
a buscar...
y finalmente a darse de hocicos contra el asfalto
a buscar en medio del crepúsculo que se aleja.
El milagro hinchado de promesas
y su séquito de mil Circes melífluas
se retira yéndose al silencio y retornando al fárrago.
Otra vez se aleja hacia la noche
cerrando el paso con una diadema invitante
dejando trunca la ilusión de la morada
allí donde no existe el deseo
la charca la turbia maraña del deseo
que clava su garra merdosa en el corazón del hombre
haciéndolo morir luego
como siempre
de nuevo crucificado.
¡Ay, otra vez se ha ido
dejando tras de sí su larga cola de silencio
su lúgubre y exangüe cortejo de muerte insepulta!
A los cuatro vientos
a los millones que trafican
traicionan, embaucan y revuelcan su vida
en el hoyo podrido
como el hilo en la rueca del tiempo
cantó el peregrino su historia en gran diapasón
y resonó en todos los ámbitos.
Obtuvo su premio...
atrás la fosca espesura
a mitad del andar de la vida
y nació de nuevo para cantar su regreso
la historia de todos los hombres.
Prepara su partida en medio del vértigo
pulsa el instrumento y afina la lira
y enfila hacia el vacío
y regresa de él
nuevo Ulises
con los misterios de la vida y la muerte descifrados
(algunos en esta hora de los justos
tiemblan como las mimosas al amanecer).
Todos los instrumentos se oyen:
el acento solemne de los cíclopes
cuando corren el velo que les oprime
y otros sones que lloran el paraíso perdido
y voces traviesas y espíritus del mal
y los broncos bramidos de los apetitos
y siempre más alto
preparando el instrumento
para alcanzar el tumultuoso himno de alegría
el gran júbilo universal
que se desgaja como llovizna de los espacios...
sí, todas las voces estallan allí
se oirán voces inocuas
y tentaciones del dinero y el poder
comparsas marciales
aires idílicos, estruendosos bárbaros delicados y salvajes
todo se oirá allí
tronará un cataclismo
acompañando el son del atronante trompeteo
en una llamada
hacia todos los ámbitos
y los timbales tronarán
alimentando el llamado triunfal de la trompeta
en una colosal fanfarria
y se oirán rondas de niños
y coros de doncellas
y coros de juventudes del mundo
y ceñudas voces de hombres maduros y ancianos
siempre más y más alto
para que la palabra rompa su sepultura
sacuda su polvo
dispare la cápsula que la constriñe
se haga verdad y acto
silbido, andanada y metralla
y corra y vuele
para hendir los espacios
se sumerja y retumbe
y suba montes y descienda hasta el centro de la tierra
y vuelva a subir llevada por los vientos
y remonte como recadero de la gran cloaca
llevando desde la tierra el tronar de la miseria humana
y del polvo y residuo de la vida
la voz particular de cada queja
con todas las voces de todos los pueblos dentro
(todos los instrumentos se oyen
y el potente “no” de los cíclopes retumba
desde todos los pueblos de la Tierra
saludando a la aurora que llega).
Y mientras escurren
las asambleas y los cubiletes
una gavilla despavorida desnuda y piernijunta
sacude su sueño milenario
las sofrenadas voces de la Tierra
la muerte se crispa hacia el silencio
y quedan resonando las voces de los cíclopes
restituidas después de la resaca breve
desgarrando las pesadas tinieblas
conociéndose por vez primera
contándose sus miserias y clamores
y viendo al final sus esfuerzos coronados.
Claudio Giaconi, un escritor invisible
Por Pía Gutiérrez D.
Pontificia Universidad Católica de Chile
En Anales de Literatura Chilena N° 16
Este grueso volumen recupera el peso de la ausencia de Claudio Giaconi. En él, el escritor Gonzalo Contreras se encarga, en su rol de editor, de proponernos un recorrido por gran parte de la obra de este autor de la generación del 50 en Chile. La compilación permite un paseo por la narrativa publicada; por el ensayo sobre Gogol impreso en 1960 bajo el título de Un hombre en la trampa; por la poesía de Claudio Giaconi recuperada en los libros El derrumbe de Occidente (1985) y Etc. (2006); y, finalmente, por parte de sus artículos de prensa, sobre todo por aquellos referidos a la literatura chilena y a la polémica entablada entre la generación del 50 y Jorge Iván Hübner luego de la publicación de su artículo “¿Juventud en crisis?”, el 10 de marzo de 1959 en el Diario Ilustrado.
Este trazado guía a quien lee para reconstruir la imagen de quien dibuja la letra, perdiéndose en sus obsesiones formales, humanas e intelectuales. Si bien Giaconi deja de existir hace sólo un par de años, en el 2007, mientras se llevaba a cabo el proceso de edición de este texto, sus obras estaban mayoritariamente perdidas de las librerías chilenas y, en consecuencia, del imaginario de nuestro país para muchos lectores, restando visibilidad a la mirada crítica sobre esta voz que inaugura un movimiento fundamental para el pensamiento y arte de nuestro presente. Este trabajo cobra, por lo tanto, importancia no sólo por permitirnos recuperar libros perdidos de Giaconi, sino sobre todo por hacer hincapié en la necesidad que tenemos de centrar la mirada en este intelectual para reflexionar sobre un momento en que el movimiento cultural de nuestro país bulle gracias a la crisis del arte como expresión del sujeto y sus problemáticas más profundas. Son esas discusiones las que determinan gran parte del camino que la literatura adopta a partir de la segunda mitad del siglo XX y, sin duda, del estado del arte actual en cuanto movimiento que dialoga con sus precedentes locales y globales. La publicación del 2010 logra reposicionar a Giaconi y a sus temáticas fundamentales en la biblioteca chilena y en ese ejercicio desgrana una red de escritores, críticos y lecturas que van desde fines del siglo XIX hasta nuestros días. Este mapa relacional es una riqueza que no siempre la edición tiene como principal objetivo pero que amplifica la lectura de los textos de Claudio Giaconi y el dossier crítico que acompaña la publicación.
Pienso entonces en el hombre público, ese que pareció estar dormido pero que realmente deambuló repensando su literatura, apropiándose de lecturas y experiencias para regresar con el peso de la poesía. Es esa fuerza restrospectiva que podemos leer en la recopilación completa que aquí se nos ofrece pues, por ejemplo, Giaconi incorpora al final de su libro Etc. el poema “Rosa vespertina” como una mirada irónica sobre la propia trayectoria del autor y el devenir de su poética creacional:
La Fuente de Juvencia ya se bajó de la mitología
y sus cápsulas están al alcance de todos los bolsillos.
Por minúscula que seas Santa Rosa Vespertina te llaman
tus fieles que sólo ahora reparan en ti mea culpa por no
percatarse de ti durante las horas de tu vida fugaz
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (294)
El poema retoma la imagen de la ‘rosa’ de Valle-Inclán con una sutil ironía, nos lleva al minuto de ingreso de la modernidad europea y a la insistencia del autor español en El pasajero sobre la efímera existencia de la rosa como una clave de sus propias preocupaciones artísticas, asimismo ataca la postura del escritor español como observador de la “rosa estética”, que Valle-Inclán describe como algo que “sella el enigma del pasado y se abre en el cielo estático del Paracleto” (La lámpara maravillosa). En ese gesto de Giaconi está inscrito su rechazo a la generación del 98 española, a la institución de la poesía para proponer una nueva forma de escritura que nace del conflicto existencial de la juventud, vulgarizada en el poema, y que intenta utópicamente ligar nuevos modos de producción que abran la literatura a nuevas esferas de la experiencia. Giaconi y su generación viven un mundo que desacraliza la literatura, que la lleva a dialogar en Nueva York con la velocidad de la experiencia global en el interior de cada individuo en paralelo a sus confusiones vitales más parecidas a la de los personajes de la novela rusa de fines XIX que a la herencia de los modernistas españoles. Que Giaconi publique este poema luego de un largo silencio nos hace reflexionar sobre la visión que el propio artista tiene en retrospectiva de su generación y de la invisibilidad que se le ha otorgado en el campo cultural chileno, de cómo el propio proyecto tomó caminos inesperados, un espejo crítico que remece incitando a una reflexión del presente.
Gonzalo Contreras percibe, sin duda, esta imagen de Giaconi e insiste en dibujarlo como aquel que inquieta con la escritura de La difícil juventud, al ser esta una profunda expresión de la crisis de su época. Pareciera ser, según leemos en el contexto de la recopilación, que frente a semejante alboroto del campo cultural luego de la pronta publicación de un nuevo breve relato y de su gran ensayo, Giaconi no podría sino optar por el silencio como máxima expresión del gesto literario. Esta imagen ronda sobre él de forma ambigua, pues, como bien expresa Contreras en la “Presentación” del volumen, parece ser que el perfecto escritor es aquel que no publica, pues ese silencio “da que hablar durante toda su vida”, ya que “sin desearlo se vuelve motivo de entrevistas, crónicas, artículos y especulaciones varias […] La figura fantasmal de su silencio lo seguirá donde vaya; será su contradicción por excelencia. La escritura o la vida, al decir de Semprún.” (23). Bajo su propio mito, Claudio Giaconi mira su reflejo en el espejo del tiempo y lo que encuentra ahí es también la rosa en clave de Valle-Inclán, una rosa en su crepúsculo que regresa a deambular a los alrededores del Parque Forestal congregando a un círculo de nuevos poetas que merodean el departamento en que habita para percatarse de una vez por todas de la importancia de esta voz que es heredera de un halo maldito.
Gonzalo Contreras nos introduce a los textos de Giaconi con la siguiente cita de Kafka: “También soy escritor cuando no escribo; y un escritor que no escribe es, en verdad, una quimera que provoca la locura” (9). Desde este indicio se despliega el título de la antología: Claudio Giaconi un escritor invisible, que convoca el mito sobre un hombre que siembra la disputa en una literatura que busca superar la mirada criollista para abrirse al mundo y a los cuestionamientos más profundos del hombre, dejando la intención social de la literatura de un lado y el extremo esteticismo de otro, para enunciar que:
El hombre no debía llegar a la belleza ya purificado; caso contrario sería esteta y no artista […] éramos otra cosa, no se sabía claramente qué pero éramos algo distinto en todo caso, más pujantes, más vitales, más briosos, menos finos por finura misma, menos refinados por el refinamiento mismo; queríamos hacer algo de nuestra literatura y con nuestra literatura.” (563)
Estas obras reunidas han sido publicadas gracias al financiamiento del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, otorgado durante el concurso del año 2008. El volumen cuenta con una “Presentación” del editor, Gonzalo Contreras, quien recupera las discusiones en torno a la figura de Giaconi y a la parte más importante de su obra: su narrativa. Esta primera sección permite a los lectores comprender la relevancia de Claudio Giaconi en la escena nacional y posicionarlo en cuanto a su relación con otros autores de la generación del 50, como Jorge Edwards o Enrique Lihn. Es esta una escritura que construye la imagen de una época por medio de citas de otros artículos sobre Giaconi y de estudios académicos –como el de Eduardo Godoy sobre la generación de los 50 (1993), sin duda el trabajo más acucioso sobre ese movimiento– para completarlas con las descripciones, no exentas de pasión, sobre el autor en cuestión. De este modo, en las primeras páginas el lector puede hacerse una idea del espíritu de este escritor errante, de su obra y de los diversos movimientos que su figura cobrará a lo largo de los años en la escena chilena. Contreras revela en estas líneas la importancia de Nueva York como matriz cultural durante el siglo XX, la importancia de la urbe al permitir que varios autores, artistas y críticos de esa generación se encontraran, deslumbraran y escribieran bajo la influencia de una ciudad que aparentemente no duerme y que recibe a los inmigrantes del mundo para convertirse en foco de las literaturas nacionales. Las palabras de Contreras dan un tono de homenaje a esta publicación reivindicando el silencio de Claudio Giaconi tras su muerte:
Con Giaconi desaparece un rara avis: el escritor contestatario, el que mantiene una actitud crítica ante la sociedad y los hombres. Pero también muere un maestro, un amigo entrañable. Con Giaconi muere un estilo y una ética, la de un hombre que supo mantener su libertad contra viento y marea (40).
Así, Contreras propone un lente desde el que se enfocará el resto del volumen, inscribiéndose él mismo en una rama mítica de la literatura chilena. En parte, quizás, como heredero de los principios de quien intenta visibilizar por su don invisible.
Se explica en el volumen que se han tomado las primeras ediciones de los textos para incluirlas en esta recopilación salvo por El sueño de Amadeo (1959), que corresponde a una versión corregida por el autor con posterioridad. Este dato permite comprender las primeras lecturas hechas y sin duda en complemento con la recepción de los textos –muchos de ellos dispuestos en el sitio www.memoriachilena.cl de la DIBAM– permite hacerse un panorama del movimiento del que es precursora la escritura de Giaconi.
La siguiente sección se denomina “Cuento”, y está conformada por los relatos que formaban parte de La difícil juventud (Santiago: Ediciones Renovación, 1954), El sueño de Amadeo (Santiago: Editorial Universitaria, 1959) y diversos relatos recuperados de fuentes diversas que el autor escribió durante su periodo en Nueva York, agrupados aquí bajo el título de Relatos neoyorquinos.
El apartado de Poesía, recupera los trabajos más recientes del autor, aquellos que lo sacan del silencio de años apropiándose de las formas de un nuevo género. A pesar de que Contreras insiste en la anterior existencia de este formato en la creación de Giaconi, parece ser en relación al corpus total que se nos entrega que el creador utiliza sobre todo la poesía de modo reflexivo e irónico, en una etapa mucho más madura de su trayectoria escritural. La sección se conforma por: El derrumbe de Occidente. Poemas y contrapoemas (Nueva York/Concepción: Editorial Maitén, 1985) y Etc. (Santiago: Calabaza del Diablo, 2006).
La tercera parte de la publicación es, a mi parecer, uno de los grandes valores del volumen, pues nos permite ir más allá de los textos de carácter ficcional de Giaconi e introducirnos al mundo de sus reflexiones y lecturas, a sus influencias filosóficas y a sus modelos literarios. Encontramos aquí la parte más extensa del volumen consagrada al completo ensayo Un hombre en la Trampa (Santiago: Zig-Zag, 1960), sobre Nicolái Gogol: su vida, sus obras y su situación en Rusia y el mundo son descritas en este trabajo. Es este un detallado escrito que logra instalar a Giaconi no sólo como un escritor sino que como un pensador de su época y del arte, se demuestra el acucioso carácter, las enciclopédicas lecturas y la compleja trama que forma sobre un momento cultural.
Cada uno de los apartados hasta aquí mencionados cuenta con un valor agregado, que consiste en el adjunto de imágenes de las tapas de las primeras ediciones de los textos recopilados. Esto documenta mejor el historial del autor y da cuenta de un archivo que se abre a la memoria colectiva de nuestro país.
Como indiqué al inicio de esta reseña, una cuarta parte de la obra del autor es considerada; esta corresponde a sus artículos de prensa. Lamentablemente sólo vemos una parcial parte de estos; sería quizás importante poder rastrear temáticas diversas en las publicaciones de prensa del Giaconi, precisamente si se piensa en su rol de intelectual en un campo global. Se entiende esta acotación, pues probablemente por motivos de extensión podría haberse complicado la impresión de un volumen, que ya es de grandes dimensiones, entorpeciendo la circulación de este trabajo.
Como cierre de la edición encontramos un dossier crítico que recupera trabajos de Jorge Edwards, Gonzalo Contreras, Kurt Folch y Ricardo Gelcic sobre la obra y figura del escritor. Asimismo, incorpora el texto “Una experiencia literaria” de Giaconi, una especie de testimonio y manifiesto del autor sobre su escritura y su rol en nuestra sociedad. Si bien no estamos frente a una edición crítica, este dossier es de mucha utilidad pues proporciona elementos a un público académico para emprender nuevas reflexiones sobre el trabajo de Giaconi y la generación del 50. Al mismo tiempo, estos textos podrían abrir, en el caso de un lector más diverso, el interés por creadores contemporáneos al escritor central de esta publicación y de sus influencias literarias.
Luego de la lectura de este importante trabajo de recopilación, no puedo sino pensar en la, quizás ya excesivamente citada, figura del flanneûr que Benjamin describe a propósito de Baudelaire como un símil del recorrido que traza Giaconi:
La calle conduce al flâneur a un tiempo desaparecido. Para él, todas las calles descienden, si no hasta las madres, en todo caso sí hasta un pasado que puede ser tanto más fascinante cuanto no es su propio pasado privado […]
La embriaguez anamnética con la que el flâneur marcha por la ciudad no sólo se nutre de lo que a este se le presenta sensible ante los ojos, sino que a menudo se apropia del mero saber, incluso de los datos muertos, como de algo experimentado y vivido.
(Benjamin, Libro de los pasajes 424)
Giaconi es, de algún modo, el que deambula por el mundo y que da cuenta en sus textos de la experiencia de otros paseantes como él. Es aquel que expresa en ese relato el saber de las urbes, el desalojo de un mito y la experiencia vital de escribir. Contreras logra recuperar enormemente esta figura recordándonos que en algunas ocasiones el silencio fue derrotado por este escritor para delimitar asuntos pertinentes a un grupo de artistas que removían el campo cultural a mediados del siglo XX en nuestro país. Y que hoy regresa en sus discusiones para ayudarnos a comprender el devenir del arte actual.
Claudio Giaconi, el escritor invisible
Por Pedro Pablo Guerrero
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 22 de Agosto de 2010
La publicación de obras reunidas suele desmentir impresiones arraigadas, aunque por lo general esto ocurre de manera póstuma. Las más de 500 páginas del libro Claudio Giaconi. Un escritor invisible, refutan la creencia de que Claudio Giaconi fue un autor improductivo. Junto al volumen de cuentos La difícil juventud y al ensayo Un hombre en la trampa, su amigo, el poeta y editor Gonzalo Contreras, recopila los dos libros de versos, menos recordados, que salieron de la pluma de Giaconi: El derrumbre de Occidente y Etc., pero también incluye sus artículos periodísticos, de los cuales el compilador sólo entrega una muestra, guardando para un futuro volumen numerosas crónicas que publicó en la prensa mexicana.
Contreras dice en su presentación que el proyecto de reunir los escritos de Giaconi comenzó a gestarse un año antes de su muerte. Sin embargo, el autor no quiso participar en él. Desde su regreso a Chile, en 1990, luego de tres décadas de vivir en el extranjero, pocas cosas le importaban menos a Giaconi que el destino de su obra. Había experimentado una desilusión tras otra. Lafourcade lo mitifica. Teillier ridiculiza su falta de publicaciones. Parra no le abre la puerta de su casa en Las Cruces. Muerto su gran amigo Enrique Lihn, se siente solo y ninguneado. Ya en 1981 le había escrito una carta a Jorge Edwards en la que le expresaba su desaliento por no ser incluido en una antología de editorial Andrés Bello (ver recuadro). Contreras la reproduce en el libro, pero no tiene certeza de que la hubiera enviado.
Con la excepción de Antonio Avaria, la gente de su edad lo aburre y acepta la compañía que le ofrecen escritores más jóvenes. Junto a ellos se sumerge en los agotadores ambientes del under santiaguino. El año 2004 abandona la casa de su hermana en Las Condes y se va a vivir solo. "Quien no conociera a Claudio pensaría que toda su vida esperó ese momento. Instalado en un discurso polifónico, asombra en su sobrecogedor y natural histrionismo", recuerda Contreras. "El espectáculo, por momentos, es tan bizarro, que las funciones se agotan rápidamente. Su público (periodistas, poetas 'jóvenes', muchachas en flor) lo aclama".
Según William Blake, "el camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría". Y Giaconi fue un discípulo aventajado.
Alone: "¡Qué gran enterrador!"
Toma uno. Giaconi en su departamento de calle Rosal, barrio Lastarria. Amigos y curiosos rodean la cama, único mueble del lugar. Está flaco. Demacrado. "Un ferviente admirador llega a decir -ante la baja de peso ostensible del performer - que el maestro ha decidido abandonar su cuerpo, liberar su espíritu". Tose mucho. Conversa. Cada cierto tiempo levanta al azar uno de los papeles borroneados que yacen en total desorden bajo la cama: arrugados, inmundos, pisoteados, con manchas de vino. ¿Adónde va a terminar esto?, se preguntan sus huéspedes.
La respuesta llega meses después. Giaconi, enfermo de tuberculosis, está aislado en una habitación del hospital San José: la mejor del recinto, grande, iluminada, con una espectacular panorámica en altura del Cementerio General. Alguien le regala un libro de César Aira. Sonríe. ¿Para qué necesita un libro de Aira con esa vista?
Última escena. Giaconi camina con las manos en los bolsillos, de espaldas a un mar que no le interesa, mirando el suelo con sus lentes oscuros. La fotografía de Rosa Apablaza hace pensar en la serena desolación de Marcello (Mastroianni) al final de "La dolce vita" (1960). El periodismo los consumió a ambos. Lejos quedan la niñez inalcanzable, la juventud perdida.
Giaconi comprende temprano que la acción, entendida como un suceder, no existe. "El relato está generado por una vivencia hecha idea, que no por una anécdota. Y esta idea puede sintetizarse así: la fugacidad de la vida humana; el poder basado exclusivamente en bienes materiales, es falso y venal", proclama Giaconi en el prólogo de "El sueño de Amadeo" (1959), uno de los cuentos más extraños, grotescos y perturbadores que ha conocido la literatura chilena.
Su autor lleva al extremo los motivos de La difícil juventud (1954), volumen celebrado por Alone con una curiosa aprensión: "El arte de Giaconi no es nada tranquilizador. Si traduce, como afirman, el alma de las nuevas generaciones y revela el futuro, ya podemos ir preparando ropajes fúnebres. ¡Qué gran enterrador! Es otra época del arte nacional".
Contemporáneo de los primeros cuentos de José Donoso, La difícil juventud se adelanta unos años a Wacquez y anticipa en cuatro décadas algunas obsesiones de Bolaño, como el delgado límite que separa al fracaso del crimen o la locura. Los cuentos de Giaconi destruyen arquetipos reconocibles en todos los sectores de la sociedad chilena: la mediocridad de un cura de pueblo; la falta de talento del artista incomprendido; la patética insignificancia de un conferenciante experto en el romanticismo alemán; las miserables vidas de un obrero homicida y de un jubilado que se desvela en una sórdida pensión.
Nadie se salva. Giaconi fulmina a criollistas, mandragóricos y bienintencionados cultores del realismo socialista. Lee a Sartre y a Camus, como todos sus contemporáneos, pero es el único en recuperar la figura de Gogol, a quien dedica el penetrante ensayo Un hombre en la trampa (1960). "Desde la trastienda -observa Giaconi-, la enigmática sonrisa gogoliana preside el absurdo que prolifera entre los hombres".
Atacado desde dos flancos -por la prensa patriótica y la bienpensante-, Giaconi escribe artículos en que rompe lanzas por su generación, la del cincuenta, alimentando una de las polémicas literarias más interesantes y elevadas que se han visto en años. Rechaza lo que llama una "chilenidad de utilería", reducida a la descripición pasiva del paisaje y la reproducción mecánica de giros lingüísticos ("L'escopetá está cargá"). Pide abrirse a problemas más universales, superar los métodos narrativos tradicionales y explorar audacias formales y técnicas por arriesgado que esto resulte. "Comprendimos que la expresión de un estado de alma escrita por un novicio era inmensamente más significativa que la descripción prolija de una faena agrícola hecha por un maestro", desafía.
Profeta del 11-S
Deja Chile con una beca del gobierno italiano. No la usa. Se dedica a vagar por Europa. Luego viaja a México y termina en Estados Unidos. Nueva York lo hipnotiza. Se zambulle en la bohemia de la Gran Manzana. De día trabaja en la agencia UPI; de noche escucha a Charles Mingus, Dizzy Gillespie y Thelonious Monk. Se hace amigo del pintor Enrique Castro Cid, fanático del jazz, igual que él. Es testigo de su fulgurante ascenso desde Machalí al Soho, sin escalas. Y de su estrepitosa caída en el olvido: separado de su esposa millonaria, el artista delira con regresar a Chile montado en un burro. Giaconi lo termina internando en una clínica psiquiátrica.
En todos estos años, Giaconi no deja de escribir, pero infinitas dudas le impiden publicar. Trabaja en "F.": una novela total, infinita, de alta complejidad narrativa, que dejará inédita. Gonzalo Contreras asegura que el modelo real de su protagonista fue Castro Cid. "El tema de la locura se instala en su imaginario con la fuerza de una atracción fatal", observa. También advierte que en su poemario El derrumbe de Occidente (1985), Giaconi profetiza la caída de las Torres Gemelas: "El miércoles me despierta la Gran Explosión/ y veo que por error se acabó el mundo./ En una pantalla del tamaño de Manhattan/ veo caer luces de bengala, cenizas/ En el televisor que jamás apetecí. (...) ".
Contreras no duda en afirmar que Giaconi "era un poeta, y de los buenos". Un desarrollo inevitable de su obra, presentido por Alone y afirmado en la singular decisión del autor de concluir el ensayo Un hombre en la trampa con un extenso poema suyo. De vuelta en Chile, será la poesía nuevamente el género escogido para romper el largo silencio. En su pequeño libro Etc. (2006) da rienda suelta a la sensación de extrañamiento que acompañó su regreso, pero al mismo tiempo intuye que su presencia no pasa inadvertida para las nuevas generaciones. En los versos de "Paranoia", Giaconi gradúa estas impresiones: "UNO. Que nadie se dé cuenta/ de que soy el Hombre invisible. (...) CUATRO. Que nadie se dé cuenta/ de que tal vez esté siendo bastante Hombre Visible".
La difícil y eterna juventud de Claudio Giaconi
ANTONIO GIL
"Mi apego a la juventud es mi mayor instinto de supervivencia. Por eso y por mi inclinación a sentirme libre, nunca hubiera podido venderme al neoliberalismo salvaje", declaró Claudio Giaconi poco antes de perderse en esa larga caminata sin regreso por las brumas del Parque Forestal. Esa andanza que lo llevó quizá buscando los últimos atisbos de su viejo y amado Villavicencio, o los rumores de copas y vajillas de Il Bosco, el titilar del Candil en la calle Merced, los cantos de borrachos del Club Alemán. Lo sorprendió a Giaconi la desnarigada, pese a las varias páginas arrancadas del calendario, viviendo en plena adolescencia, esa Arcadia a la que se negó a renunciar jamás. La misma que lo trajo desde Manhattan de vuelta a vivir entre nosotros, entre nuestros endémicos desdenes, desaires y desconocidas. Nos quiso Giaconi infinitamente más de lo que a él lo quisimos los chilenos, eso es obvio. Una adolescencia que lo trajo a vivir con inmensa humildad su condición de leyenda desplumada en lugares que ya no conocía ni lo conocían. Sus amigos, con los que se arrimaba antaño a leer bajo el tilo del parque pasaron de largo o cambiaron de vereda. Esos habían envejecido, habían engordado, o se habían ido al otro mundo, que viene a ser lo mismo. Giaconi era joven, desaprensivo, y fue arropado entre nosotros por sus iguales: los jóvenes poetas y narradores que más allá del Giaconi mítico, vieron reflejado en su figura delgada, como en un espejo, el ideal de la eterna juventud, que es el cántaro encantado al final del arco iris del oficio de las letras. Fue Claudio Giaconi un hombre decente en un país en que, como todos sabemos, la decencia se pierde como el agua en un barril agujereado. Nos dio Giaconi, infinitamente más de lo que nosotros le dimos a él, cosa que no parecía inquietarle para nada. Y nos dejó una obra escueta, es verdad, pero tampoco hacía falta mucho más para hacernos sentir admiración por su literatura singular, cargada de una sinceridad extraviada hace mucho tiempo entre nosotros.. Hoy son las generaciones jóvenes las que renuevan esa vieja y difícil juventud suya, editando sus obras completas. Son sus nuevos amigos, los que lo acompañaban a esa mesa donde disfrutaba sus jugos de frutilla; los que lo visitaban en su lecho de enfermo, los que lo quisieron y admiraron ya no al ser de ficción sino al escritor gentil, delgado, sencillo, que enfundado en una gabardina buscaba un Chile que quizá existió sólo en sus sueños.
PABLO AZÓCAR
Sus desapariciones legendarias, sus silencios literarios y metafísicos, su perfil de pájaro urbano y callejero, su bonhomía y su amistad, su melomanía infatigable, su desapego Zen en todo orden de cosas, su renuencia a publicar, su refinado arte de la conversación, sus tremendas desilusiones amorosas, su adicción a la marihuana y a la Radio Beethoven, su capacidad de reírse de todo, su conexión mental con los gatos y con Nicanor Parra. Claudio Giaconi escribió: "Es hora de volver; pero volver adónde?"
Carta a Jorge Edwards
Nueva York, 25 de enero de 1982
(...) Me he enterado con estupor que ya no existo para los antologadores del cuento chileno "contemporáneo"... Es porque no soy contemporáneo, o porque no soy cuentista? Entiendo que es una antología de sólo los "presentes" y no los de "afuera". Te confieso que me sentí algo incómodo al ver que no figuraba en ella y sospechante también de que los zares culturales chilenos actuales me han tirado definitivamente la cadena... ¡Paradojas!, y que después de años en que se especuló en la prensa sobre mi "silencio", ahora que me destapo, expurgado de antologías, ni una línea por ninguna parte, excepto tu artículo de Paula que todavía recuerdo. En fin, hay que concluir que son raros los chilenos. Hay que concluir que hay un espíritu anarco en el chileno, que es lo que aflora en el capítulo que te mencionaba que sale en estos días ("Voces del 18") que trata del parloteo, discurseo y hueveo de una veintena de exiliados chilenos pre y post golpe, de diversos estratos sociales y culturales reunidos en un loft del Soho para celebrar el día de las fiestas patrias, en que a pesar de estar todos básicamente al mismo lado de la verja, terminan todos peleados y agarrándose a puñetes. El cuadro es pesimista, pero lleva un reconfortante epígrafe de Samuel Johnson: "A man, sir, should keep his friendships in constant repair" [Un hombre, señor, debería reparar constantemente sus amistades]. Difícil que pudiera publicarse en Chile... hay algunas referencias a cosas contingentes harto crudas. No me puedo impedir de pensar que las autoridades educacionales me han convertido en un escritor paria en mi país, empezando por la arbitraria medida que adoptaron en 1974 de sacar del currículum de lectura La difícil juventud ...
(fragmento)
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