Jorge Vargas Méndez
Nació en la ciudad de San Salvador, el 10 de mayo de 1961. Licenciado en Ciencias de la Educación. Fue cofundador del Taller Literario Xibalbá y del grupo cultural Segunda Quincena. Obra publicada: Cantos breves para una mujer exacta y otros poemas (Ediciones Atisba, 1988), Ceremonial de cuervos (Editorial Criterio, 1990), Concertación nacional y otras confesiones (Ediciones Atisba, 2ª. edición, 1991), De tórsalos y hombres (Editorial Universitaria, Guatemala, 1995), Cuscatlán no te me mueras (Ediciones Venado del Bosque, 1995), Desde este animal bulle la ternura (Editorial Universitaria, Guatemala, 1996), todos en el género de poesía. En 1998 incursiona en el ensayo y obtiene el Primer Lugar en los Juegos Florales de San Salvador, con el libro Historia de San Salvador (Impresos Mazatli, 2000); el mismo año aparece su libro Para oírte y mirarte mejor: La industria radial y televisiva en El Salvador (1926-2000); en mayo de 2006 publica el ensayo histórico-lingüístico La mujer invisible: reflexiones sobre el lenguaje androcéntrico (Ediciones Venado del Bosque); en diciembre del mismo año publica El Salvador: sus hablantes (Ediciones Venado del Bosque), en 2007 aparecen: Tierra mágica del venado, San Pedro Masahuat, monografía (Editado por la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA); y Cerro de los cusucos, Ayutuxtepeque, monografía (Ediciones Venado del Bosque). En prensa: Milenaria tierra de tradiciones, Olocuilta, monografía. Inéditos: Algo que quiero contarte mirándote a los ojos (cuentos), SOS Sonoro ocio silencioso (antología poética). Actualmente es director de El Periódico Nuevo Enfoque, de circulación quincenal.
POST MORTEM
Cuando yo haya muerto, quizás
de alguna mordida de cucaracha
o de una caída de la cama
o de una comida bien aseada,
muchos vendrán a mi vela con sus ojillos grises bajo la lluvia,
leerán mi poema mejor logrado,
mi madre pensará un “se lo dije”,
llorarán las mujeres con mi nombre apretado a sus pechos
y sembrarán mi palabra en algún libro.
Será pequeñaza noche para decir tantas cosas,
pero tú no dirás nada,
bajarás la vista, no llorarás
y te irás conmigo,
de alguna manera.
(Del libro Ceremonial de Cuervos, 1989)
CONDENADO A MUERTE
A Salman Rushide
Ya ves viejo, ya ves.
Y lo mismo no pasa a nosotros
por blasfemar
contra la injusticia que hay en los ojos de los cuervos.
(Del libro Ceremonial de Cuervos, 1989)
POR QUÉ TE TUVE QUE QUERER TANTO
A veces, no quiero ser yo.
Me veo frente al espejo temeroso de no conocerme
deseoso de no tener nombre
apellido
nacionalidad
y echarme a caminar desnudo sobre las calles, huérfano de vergüenza
Pero es demasiado tarde para mis hojas de tule
para mi jade eterno
para mi límpida obsidiana.
Han caído cuatrocientas noventa y ocho estaciones y huyó el tecolote
el quetzal
la culebra zumbadora
el ancestro
yo mismo junto a mis dioses.
A veces uno quisiera reventar de un solo tirón los relojes
los calendarios
y darse una lavativa con perestroika, pero no
se reiría Adam Smith como un loco
y seríamos el hazmerreír de la historia.
Latinoamérica, ayy
por qué te tuve que querer tanto.
(Del libro Concertación nacional y otras confesiones, 1990)
Y VINO UN DÍA MI PRIMERA MUERTE
Pero vino al fin la muerte a desatar sus aves agoreras,
en Paxaco las desató
y volaron hasta mí los cantos de bruñidos puñales,
en corceles malignos los vi llegar
con oleadas de muerte sucesiva al filo del disparo.
Muerte mía ya cundida de plumas,
toda tupida de cenizas, toda plétora de dolor.
Estoy de luto, debo estarlo,
muerto acaso.
Mi sangre se ha prendido a las sementeras,
tiembla mi corazón dentro de los niños
y lloran las mujeres con una lengua que casi desconozco.
Una sola mueca de cadáver soy:
una muerte plural en nombre del Santo Oficio.
Mi sangre corre en campanas que tañen en distintos ecos:
pokomán es mi primera queja,
lenca la mirada que cayó sin órbita,
chorti mi angustiada mano,
jinca la cadena futura que pesa sobre mi testa,
matagalpa mi siguiente herida
y náhuat este puño que alzo frente a la ballesta.
¡Cuscatlán, Cuscatlán, no te me mueras!
(Del libro Cuscatlán no te me mueras, 1991)
UNA MUTILACIÓN LLAMADA ENCOMIENDA
Una medusa horrenda se tragó los despojos
del ancestral ocaso.
Se tragó el sudor que manaba de cada frente,
la constelación sagrada del cacao
y el llanto multicolor que goteaba del xiquilite.
Y con el yatagán punzándonos el orgullo
látigo a látigo
nos repartieron como bestias
nos tatuaron nombres con fierros de Castilla
y fueron muchos los amos las espadas las cadenas
la muerte.
Todo era sombra caminando la tierra,
garfios humanos mutilando nuestro universo, acabándolo
chupándonos la sangre.
Luego de varias lunas y soles inopinados
con torvo silencio fuimos brotando grises, míseros
huérfanos de milpas de flechas de obsidianas
como hojas secas empujadas al viento, como parias
con muérdagos oscuros en la palma de la mano
y con una tristeza líquida prolongada,
pálidamente pálida, gimiendo ya moribunda
en naja que era yo
en el taja que eras tú
en tejemet que éramos nosotros,
nosotros.
(Del libro Cuscatlán no te me mueras, 1991)
LOS ALQUIMISTAS
Mezclan la tarde con la noche,
bordean los colores sin teñirse,
abren sus fauces, miran alrededor,
se aplauden
y vociferan una llama que nace ciega.
Así son ellos, así han sido
y hoy más que nunca.
Pero es fácil no confundirlos,
siempre están situados
al otro lado de la luz.
(Del libro De tórsalos y hombres, 1995)
SOLEDADES
El mundo puede creer lo que quiera,
está en su derecho.
Yo afirmo que solitario quepo en mi santuario.
Solo eso de estar a solas
con mi rostro es ya un milagro,
una osadía o quizás
una bendición de dioses en embestida.
Aquí floto, me sumerjo, no fluye el hastío
donde la noche inerme se erosiona
y se confunde con el asco.
Tampoco la carcoma acude.
Terror es la tertulia donde se apoltronan los saurios,
Mágico es el tiempo que no sabe de déspotas,
luminaria cegada iniciándose en luz inaudita
es este instante que de tanto ansiar
no existe todavía.
Mi calcio por fin se renueva en este alfiler
que es la muerte en otros,
y sé que de un cadáver como este
la luz se prolonga, que aquí
un relámpago estalla, nacen otras estrellas
mientras una guitarra engendra una partitura
donde mi rostro se siente a salvo de tanta plaga.
¡Légamo detente, pues! ¿A dónde iría tu humedad
si de mi cuerpo se fuga el aliento?
(Del libro Desde este animal bulle la ternura,
1996)
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