Michelle Villarroel
(Santiago, CHILE 1992)
Lleva por segundo nombre Paz aunque ha visto más guerras desde su ombligo al exterior. Estudia en colegios fachos siempre católicos, aunque termina en uno peor: Liceo 1 de niñas. Hace tres años voló hasta el Pedagógico, entre Kant, Marx y Foucault anida en Filosofía. Entre baile, circo, gimnasia, libros, huertos y humor negro, comienza a escribir.
Su poesía surge de una simbiosis peligrosa de inmoralidad y sentimentalismo, manifiesto de contraposiciones entre lo que se espera y lo que es, el deber y el querer, la mujer-pura y la mujer-perra. Ha participado en diversas lecturas de poesía en bares, universidades y centros culturales. Actualmente trabajando en su primer libro, próximo a publicar.
Némesis
Estos ojos no son un país
la marea succionó el oxígeno
nos rajó el cuerpo de punta a punta
en cada extremo una cima de fango
sumergir la cara
advertir la geografía en ruinas
esmeradas en tejer la carne putrefacta
revocamos el destino de quienes nacemos abiertas
las esquirlas de la terra patris
nos dejó sin madre sin tierra
fecundas de Edipo nuestra mina a tajo abierto
Piñon Fixie
Como un poema tatuado en el resorte - a orilla - del colchón
una ciudad pigmentada se adhiere
a lo que transita al
territorio de los fluidos
En la ciclo vía de Matta
la proximidad se desprende de tus hombros
“No hay poema que no se abra como una herida, pero también que no sea hiriente” (Jacques Derridá)
Este poema se suscribe a los kilómetros en el borde del zapato
a la inversión de nuestro viaje dejó nos itinerario el
-un país llamado Julio nos dejó-
y tampoco hubo despedida
La mudanza nos apaga recetas y cartas
vemos de reojo el descuartizado comedor
la antesala de nuestro femicidio
amotinadas entre el pasillo y el baño
mientras el té derrama las tazas
las hojas son el césped que crece en la ventana
Anotamos consejos diarios para el viaje
una bitácora lo de mi vientre
la perdí de vista
Partir es solo treparse al bus
ajustar el cinturón para evitar bajar corriendo
distraerse en el pasillo
Charcos en cada esquina
se desprenden de tu brazo de mi espalda
sonamos de agua al respirar - es que llevamos el pacífico dentro-
somos el cerdo muerto
junto a la casa de nuestros padres
un día de verano cuando niñas
Partir es así
como picar los charcos
con varillas de madera
I
Esperar el regreso arrastro nuestros versos a la cama abrigas mi día de pájaro dices que me ahogo y no vuelo no sabes que llevas la calle en las uñas que despierto con un par de ojos distintos. Quema todas las letras tejo con retazos de nido de algún otro nido.
II
Perdimos las hojas buscando un sitio donde llegar los párpados con raíces las perdimos de vista con afán de tenernos me tienes te digo mis pies se acalambran el torso a la pared ahí vacila el verano en cáscaras que trisan el techo al caer.
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