Lila Calderón
(La Serena, 1956). Escritora, Comunicadora Audiovisual, Magíster en Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de poesía: “Balance de blanco en el ángel triste de Durero” (1993); “In Memoriam” (1995); “Por suerte había otra vida” (1999), “Piel de maniquí” (1999), “Animal cautivo” (2010) y "Lo que ocultan los vestidos" .
El año 2002 publicó los libros de narrativa: “Animalia”, “La gran fuga” y “La ciudad de los temblores”. En 1994 obtuvo el Primer Premio de Video-poesía de la Feria del Libro de Santiago, FILSA, y en 1998 el Primer Premio en el Encuentro de Cine y Video del Caribe en Cuba.
El año 1996 compiló la antología “Veinticinco años de poesía chilena (1970-1995)”, junto a los poetas Teresa Calderón y Thomas Harris. El 2005 expuso en la Biblioteca Nacional: “Liquidación por cambio de temporada”, poesía visual. Su obra se encuentra antologada en: “Nueva poesía latinoamericana” (Miguel Ángel Zapata, UNAM, México, 1999); “Poetas del mundo latino” (México: Solar Editores, 2003); “Vigencia del epigrama” (Héctor Carreto, México: Ed. Fósforo, 2006); “Casa de luciérnagas” (Mario Campaña, España: Ed. Bruguera, 2007); “Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte” (Damaris Calderón, Cuba: Ed. Arte y Literatura, 2008); entre otras.
El año 2013 la Editorial Zig-Zag publica su novela infantil “Estrella y el caleidoscopio”. El mismo año expone en la Posada del Corregidor “Diosas Tutelares”, pintura y poesía.
(Del libro inédito: “El oleaje que mece las almas”)
REVELACIÓN DEL FUEGO
Hay una relación crepitante entre fuego y luz,
todo es ver y quemar,
encender y entender. Luz que ciega
desde una hoguera continua
para envolver en su rito la piel
de los transeúntes esparcidos
tras las brasas del artificio.
Filamentos y neones abren senderos,
crean calles, alzan torres, tienden puentes
sobre las horas muertas
para conducir en constelados coches
la revelación.
Relámpagos en el centelleo del paisaje
que vibra y se conmueve
por la elocuente electricidad de los anuncios.
Un horno llora lava,
afluente que baja danzando,
dispuesto a congelar en su abrazo
cuerpos, mosaicos y visiones.
Advertir la exploración, dejar piedras o perlas, dientes.
Percibir esos ensambles que desbordan
o saturan palabras
hasta hasta
consumar
el cruce el cruce
Qué le vamos a hacer,
arrojamos los fuegos artificiales del año dos mil
sobre el extenso puzzle,
y somos
tortuosamente circulares
meridianamente, paralelamente una mente.
Identidad
marcada con hierro al rojo sobre la piel
Soportar la condición humana
con la carga contradictoria de una naturaleza
que arrastra a la permanente caída a tierra,
a lo subterráneo,
y unas alas que invitan a volar
y exigen altura
y resistencia al vértigo
y a dominar la tendencia al acarreo incesante de lastre
e s d e m a s i a d a c o n t r a d i c c i ó n.
Disfraces sobre disfraces y máscaras venecianas
sobre metáforas emplumadas.
Hasta que un día, en tiempos muy remotos
y en medio de la odisea,
divisó los primeros espejismos que recubrían con celo,
el cuerpo resquebrajado de una noche
oculta entre cortinas y retazos
de una estrella épica que se negaba a cantar.
La Atlántida,
con sus columnas sonámbulas
y plataformas móviles
llamaban a sumergirse
para navegar hacia el mar que no es morir.
EL ENCUENTRO MÍTICO
Bastarían unas cuantas flores sobre el césped
unas alas lo suficientemente fuertes
como para trasladar a dos fantasmas por la vida
y el beso que da cuerpo y despierta
aunque estén cerradas todas las tiendas de disfraces.
Y unas pocas estrellas que bailen
al ritmo de los cuatro vientos
y que vayan rodando por la noche
extendida como un mantel
estampado de misterios.
Y palabras que dejen ecos rebotando
en la piel del discreto amanecer.
Y esos velos agitándose en las olas
de un mar bravo como animal furioso
al que montamos, mientras nos sostenemos
del cometa rebelde que quiere derramar su luz
sobre nosotros, hasta fundirse en el retrato
de la primera explosión del deseo.
Bastaría aquella música que traduce todos los idiomas
para comunicarnos entre el silencio y el vacío
de las horas que se mueren en cascada
y ruedan por el tiempo sin destino.
¿Alcanzaste a respirar
amor
antes de que el mar borrara la playa?
¿alcanzaste a beber las aguas cristalinas
de la fuente de la memoria
antes de verme desaparecer
entre las algas?
¿Notaste la fuerza del cometa
que no quería soltarnos
antes de perderse entre las nubes
rociadas de sus tristes cenizas?
¿Has visto cómo se desnudan esas horas antes de morir?
¿Las has oído cantar junto al piano
con voces tan altas que agitan
las campanas de las iglesias
y todas las flores de los jarrones
se enlazan para llorar
juntas, en la oscuridad de los museos?
Hay un árbol abrazado de anillos milenarios,
y un gigante mitológico que hace girar al mundo
para que podamos encontrarnos allí,
aunque nada tenga sentido
y sepamos que vamos a morir
como esas horas mudas, y las estrellas
y las mariposas y los sueños que dejan de respirar
cuando se hace tarde
para cumplirlos.
EL OLEAJE QUE MECE LAS ALMAS
I
Es de brujas acaso
saber que no hay frío
en el vientre del cosmos
sólo un oleaje que mece las almas
fuera del tiempo,
y las calma, del clamor humano
en su habitar de diario.
II
El corazón tiene un secreto
que quizá lleva la sangre en sus plaquetas
una clave, un rumor no descifrado
que marca su paso en tablillas estelares
cuando hace girar las pacientes esferas
donde dibuja y canta
canalizando visiones que creemos sueños
luces de un sendero que se abre
cuando ama y llama
con una inexplicable voz divina
que viene desde el fondo de la noche.
III
El corazón estremece con su ritmo
cuando trae el recuerdo
de un extraño templo
construido en otra historia
donde arrastramos rocas
y levantamos colinas
para apilar nuestros huesos
y de cuando en cuando
tras un rito nocturno
que se enreda en el sueño
atizamos el fuego
de un antiguo amanecer.
IV
La ciencia silencia el rito
donde danzan nieblas que se alzan
al otro lado del espejo
palabra que enciende la vida
en el poema
y cierra las cortinas
a la presión desesperada
de los reflejos materiales
que dan muerte al misterio
del silencio
y de la flor.
V
El corazón tiende puentes
pero no entrega su destino
a la urgencia del ojo que aún duerme
sin saber qué velo descorrer
qué sueño examinar, qué válvula ensanchar
para dar con la misión final
del existir legal en cuerpo y mente.
Porque el alma no tiene espacio y no pesa
y no pasa, pero hace la diferencia
entre un cuerpo y otro
una historia y otra
entre un poema mudo
y otro que vibra y estalla
sin saber por qué
en el espejo encantado
de la creación.
VI
Hay algo escrito en ese papiro
que envuelve al corazón.
Lo delata la trama, un volumen,
un surco, la consistencia,
el tejido, la sombra que deja
mientras reposa bajo el sauce
de la revelación
o de la indiscreción y la advertencia.
Algo hay ahí, algo se lee
que hace la diferencia entre el vacío
y el sentido,
el enigma y la ignorancia,
entre el saber y el servir
o el presentir y transar
de la memoria ejercitando el olvido
que los mitos se resisten a pactar, sabiendo,
del mar sereno en el fondo del cielo
donde sirenas y musas dan cuerpo al latir
de la épica divina.
"Ante el espejo", Lila Calderón, acrílico, 15 X 20 centímetros.
de Por suerte había otra vida
EL CORAZÓN ES UN LUGAR COMÚN
Yo sólo veo un trance de árboles que van pasando
cargados de anuncios
Un violín en ruinas un barco fantasma
aves descompaginadas en el truco del rumbo
Espejos que no tiene más historia
que la de los personajes que pasan y se reflejan
Una bandada de estatuas a ras de suelo
El planeta en donde nacerá el futuro
y los milagros que me proponga
Veo al verbo caminando inadvertido por las noches
en diversas fuentes de luz
Veo que amanece a cada vuelta del reloj
LA CIUDAD ES UN LUGAR
COMÚN
BALANCE II
Un helado se derrama en la vereda
todos los helados van
en el helado de frutilla
todas las huellas de tres cuadras
a la redonda son
color de rosa
y hay gente invicta recién salida
de la tierra
la escalera del metro trae bota
agota las calles de gente
crecen se expandennnnnnn
al poner pie en pavimento firme
salen en gajos desbocados
del racimo se disipan
otro
y el siguiente
nueva remesa se aglutina en el descanso
para salir a tirones
como pañuelos anudados
sin fin
desde la manga del mago
que podría estar en todos los afiches
de la ciudad dando la cara
ahora son azules y verdes violetas
a lunares
rojizos cada vez más fatigados
con rayas amarillas
hasta que algún astuto salga y
se hace a un lado
perdiendo
su lugar en el desfile
pero no en el espacio
cree cambiar de guerra
entonces hay un grito
dos gritos cinco
alguien se lleva un pedazo
de ese pañuelo de ese gajo de ese
paquete de esa mancha color de rosa
de ese grito rojizo
y
suben un peldaño vienen los vigilantes
pasan de largo dónde
dónde dónde incendio atropello robo
manifestación oscuridad
revuelta dónde dónde
disparan al aire
tan bajo el aire cae la vitrina
corta el chorro de agua de la fuente
hay heridos por gotas de vidrios
por fragmentos de agua
por lágrimas de fuego
bajan todas las cortinas
quién va a comprar con este caos.
ALGUIEN MÁS CON VIDA EN ESTA VIDA
Este baile me hace encontrar
El sentido de tu lugar en la vida
La lógica de tu existencia
La lógica de mi baile
Entre tus brazos
Y
El sentido del otoño
Y de las islas
Y de los otros continentes
Que deben existir
Para que los demás tengan donde estar
Mientras nosotros estamos solos
Bailando
En el balcón que da a la calle
Más maravillosa de todas
Una calle de tierra
Por la que a veces cruza
El río
Dejando piedras con pintura fresca
Y restos de escenas primitivas
Incrustadas en la vereda
Una calle con cortinas de velo
Y flores que desaparecen
Con el viento
Una calle con puentes y fosos
Para sostener este balcón
En donde se ven las estrellas
Cuando hablas
Y flotas en una barca levadiza
En la que acampan nubes
Cargadas de música
Para originar el rito del baile
Ancestral
Que me deja verte
Dibujando en las paredes
Volviendo con naturalidad
A encontrarme
Sonriendo
Como la mona lisa
O una muñeca rusa
En el balcón que da a la calle
De una isla detenida en el presente
Sin saber si el mar estalla en la puerta
De la casa
O
Han cambiado el tránsito
En el centro de la tierra
O los hábitos de vida
Según la época
O el estilo
O la tendencia
O los géneros
Sin saber sí alguien más con vida
Está en esta vida
Está con vida
Bailando
Mientras crecen árboles
Y relámpagos
Desde las filigranas de la alfombra
Y creemos
En algo parecido al amor
En algo posible
Entre una muñeca rusa
Y un hombre sin rostro
Que aparece
Desde un libro
O
Una lámpara
En medio de toda
Su oscuridad
Bailando
Como bailan
Los amores antiguos
En una ciudad
Que da a la calle.
POR SUERTE HABÍA OTRA VIDA
En casa de las campanas
y los peces alados
aprendimos a distinguir
las jaulas de los insectarios
y las peceras
de las cajas de música
los espejos
de los juguetes a cuerda
las fotografías
de las pinturas
una estatua
un bajorrelieve
o Yo mirándome
directamente
en la fuente
donde venían a beber
los caballos
Yo nunca fui un caballo
En la casa de las campanas
yo era un pez alado
que mordía todos los anzuelos
y los espejismos
y las razones
La infancia era la intemperie misma
Por suerte había otra vida
de Lo que ocultan los Vestidos, Lila Calderón
Leve y aleve
En la poesía, como en los sueños,
podemos abrir los ojos,
apilar misterios, atravesar paredes,
porque ella abre sus puertas
de par en par
si se la invoca.
La creación es el idioma que da cuerpo
a lo informe,
el gran poder de la naturaleza
que va y vuelve sobre sus propios pasos
porque no tiene tiempo ni espacio.
Rueda la piedra
que inicia el movimiento
y una montaña se abre
para entregar sus tesoros.
La ciudad dorada
que la ciencia esconde
por órdenes mayores
descuelga sus estrofas
hacia el interior de la tierra
y da rienda suelta al verso libre, al color
que encabritado sopla con el rumor divino
avivando el agua y el fuego
de la alquimia real.
Porque donde existe poesía
efervesce el oro
que reviste los templos
y hace temblar el corazón.
Porque cuando hay poesía hay corazón
y zumban las estrellas en el pecho
haciendo arder los mapas estelares
como perlas que brotan
desde el fondo de la fuente.
Burbujas de sabiduría
que calman la sed
y sedan el miedo a la existencia
tan leve y aleve
y sin explicaciones.
Enigmas
A Alejandro Iriarte
No puedo dejar de pensar en los enigmas matemáticos que nunca pude resolver. En cómo no pude ser seducida por sus razones y sus medidas y sus verdades exactas. Qué extrañas son las diferentes miradas, las búsquedas, las lecturas, las atracciones, los imanes con los que capturamos las piezas del mosaico que nos conmueve y donde podríamos fijar la silueta de aquello que nos interroga y que al intentar definir, o fijar, se nos esfuma, se escapa y deja el vacío de un fondo donde alguna vez se posó un astro, un pez, una flor, el ala de un ángel, la melodía que da vida a la belleza. Y aunque sé que cada pieza de ese mosaico contiene el patrón de la totalidad y late en él un ángulo de la geometría sagrada que nos da cuerpo, razón o «verdad», no basta para vislumbrar la certeza, el sentido de estar respirando aquí, hoy, que es también ayer y mañana, sólo por intuición porque la razón ha dejado para después la respuesta. En el fondo no tiene cómo responder, aunque extienda sobre nosotros mapas, fórmulas y estadísticas. ¿Por qué parcelaron la escena descomponiendo el movimiento? Es ahí donde no se entiende la acción que nos mueve, se pierde la dirección, la conexión con los otros elementos y la comprensión del principio y el fin. Esa fragmentación sostenida entre la luz y la oscuridad produce la apariencia de un baile de sombras estroboscópicas. Un absurdo patético sobre el que hay mucho que escribir todavía y del que han dado cuenta algunos seres iluminados por las primeras fogatas, antorchas, estrellas o las velas silenciosas de la lucidez, al atardecer, cuando sentimos que un poco de Dios habla por nosotros
Lo que ocultan los vestidos (fragmento)
Hay que avanzar sin preocuparse
de limpiar el camino
o elegir a los acompañantes.
Ya entendemos que al juego entran todos
peones, alfiles y señores
-con coronas o descalzos-
aunque no sepamos bien por qué.
Algunos participantes distraen, eso sí,
y hacen perder la paciencia
nublan la armonía con sus cantos letales
sin recordar que estamos de fiesta
-buena o mala-, como invitados.
(El hospital viene después).
Entonces qué hacer para que no interfieran
trayendo rumores y nieblas hasta mis oídos,
qué hacer si no entienden
que producen mareos, vértigos,
desórdenes en los pasillos del alma
-se apagan luces-
y hay que huir a refugiarse al huerto,
entre árboles, piedras, y pétalos de flores
que nacen
con espuma marina
-huella del rocío divino-
en los lirios, que ante la presencia del sol
se animan a confesar
lo que ocultan sus vestidos.
No sabemos cuánto queda al día
y hay que ayudar a armar las tiendas.
No me desanimen con su selecto pesimismo,
con las flores muertas de sus ambiciones
apretadas contra el pecho.
Déjenme latir en la hornacina de una roca
o en esas paredes borrosas
donde los sueños anidan
haciendo danzar el oleaje
que provee la memoria.
(…)
Yo soy libre.
Lo he dicho
conservando las buenas maneras,
no interrumpan mi almuerzo para hablarme
de la podredumbre del mundo.
Cortaré el teléfono una y otra vez,
miraré por el ojo mágico de la puerta
y no les abriré aunque soplen y soplen,
no dejaré que traigan hasta mí su estallido interior
que no saben dónde hacer detonar.
No he de salir al ruedo, no me lancen capas rojas,
no he de torear a nadie,
y no soporto llorar sobre la sangre derramada.
En otra vida ya fui Caperucita
perseguida por los lobos.
Silencié sus aullidos
con acciones inocentes: hice arder
un ropero, planchas encendí,
canalicé las aguas hacia los transeúntes
y esperé apostada entre las rejas del jardín
para leer las consecuencias.
Y negué la autoría una y otra vez.
Aprendí a leer desde la intuición y supe
que no hay arma superior.
Cuántas veces me dormí llorando
encerrada en la cámara oscura
entre abrigos de pieles.
Puede que esto haya ocurrido
tres veces, las suficientes
para desear ser invisible y conseguirlo.
Lo cierto es que pasé varias tardes
en la oscuridad del closet
llorando entre los abrigos muertos
tratando de liberarme
o de gritar fuerte para despertar.
Éramos niños huérfanos
sobre la Balsa de la Medusa
resbalando de una furiosa cascada
en caída libre hacia la vida real.
Todos habéis sido perdonados
porque érais inocentes.
Pero hoy a nadie voy a permitir
que interrumpa mi paz
con sus dagas voladoras
y os diré: «Idos lejos de aquí
restos de playas moribundas».
(…)
Y puedo rebelarme
y puedo escapar de una vez
y para siempre
de las dictaduras de la humanidad
de las tragedias griegas
y las condenas prometéicas
de las hogueras medievales.
¡Oh cuánta locura ardiendo
en estos bosques
alimentados por el Ego!
Aprended poetas,
el Ego cuando no da vida mata.
Afuera ha cambiado el eje de la tierra
y hay un temblor de cielo
que agita sus campanas
por el aleteo en llamas del Fénix
que despide a su viejo Yo.
Ahora llueve,
llueve fuera, llueve dentro de la casa
y allá en el fondo se pierden las certezas
y todo es mar o nubes,
amor que gotea y late
entre los antiguos fanales del cielo.
Es Viernes Santo y no seré eco de la multitud.
No daré la orden para que se crucifique a nadie,
no abriré la boca para propagar,
el nombre que sea blanco
de un disparo
o el acero de unos clavos
que herirán
por siempre al Ser
con sus estigmas.
Son demasiadas las espinas, sí,
no os hagáis los desentendidos
mientras corre la sangre
por las plazas.
Arrancadse el ego de una vez
las cadenas y el yugo
de la tortura lenta
que impide el vuelo.
Y dejadme llorar.
Creer o no creer: esa es la cuestión
Es extraño pensar en cambiar todo de golpe.
Tal vez eso sólo sea posible con una guerra.
Y la guerra llega. Aparece en el cielo
y en todas las pantallas como una nueva constelación.
Sus bombas se oyen desde el otro lado del planeta
y sus muertos estallan en sueños
mientras intentamos dormir para suponer que mañana
pedirán frutas frescas y despertarán
para el desayuno de la superproducción,
porque quizá fueron apenas los extras
de una guerra que no pasará a la historia.
Los protagonistas de las grandes guerras no mueren.
Quedan eternizados para siempre en la memoria
para bien o para mal. Porque siempre hay un bien y un mal.
Depende del director.
Los demás optamos: creer o no creer.
Esa es la cuestión.
Desplazamiento
Me desplazo a la segunda fotografía pero dudo por lo caótica. Se adelanta. Retrocede. Se esconden me interrogan y no sé qué contestar y en esa magnífica confusión llego a preguntarme si es falso, que sea verdadero o verdadero que sea falso. Las imágenes envejecen y los muertos eluden el encuadre. Las fotografías tienen su propia religión y viven en otro templo. El pasado y el futuro de una cinta de video es circular, qué hay más atrás ¿el principio o el final? Pero más atrás es el pasado y por lo tanto el principio, y yo prefiero cerrar los ojos y preguntarme qué hago aquí adelante. Delante de todos mis recuerdos y detrás de las palabras, pero presente mirando a todos estos grandes y odiosos mitos. Señores faranduleros directores de países mariscales en jefe, contralores generales políticos jugadores de la historia y luego pienso verdaderamente en lo falso que parece todo lo que es cuestión de tiempo y de finales o principios, mientras intento no oír la sirena de la ambulancia que anuncia a la Muerte. No estoy en un barco. Estoy en el centro de Santiago sentada en el escaño de un ilusorio paseo peatonal, mientras dejo pasar el tiempo frente al local de revelado urgente. Sólo hace falta una hora para saber si existieron. Si todos ellos estaban entre los que pasaron de largo, ejercitándose en no ser robados, en no oír a las sirenas. En no saber cuál es el principio cuál es la meta qué es un final. Se cumplen los horarios y comienza la canción de las cortinas metálicas. La policía refuerza los puntos luminosos, los candados crujen. Un vagabundo que aflora desde las alcantarillas sacude la nada y se velan con él las fotografías y las visiones. Dónde ir. ¿Es posible señores volver al principio volver al final ser simultáneos? Ser y no ser con libertad de acción, hacerle zancadillas a los reflejos del pasado, a las proyecciones del futuro, a la vida al paso, a los gritos preparados, al vino rojo que cae desde el barco donde cantan las sirenas y bailan los náufragos. Bajo la luz crepuscular de un verano que siempre sonríe entre el rock y el shock, porque puede ser el último verano de las fotografías.
Saludos y muchas gracias. La poesía une al mundo.
ResponderEliminarGracias a ti, Lila, un fuerte abrazo desde España
ResponderEliminar