miércoles, 30 de julio de 2014

ADRIÁN ORTEGA BASURTO [12.575]



Adrián Ortega Basurto 

(México, D.F., 1989)
Del libro inédito: Richard´s Little Blues




INSTANTÁNEAS 

Lágrimas de ángeles despidiéndose en la madrugada –mantos andrajosos 
reinando banquetas y esquinas, sinfonías de lucha, placeres cercenados 
tras la velocidad de las estrellas y la luna –, los dioses del Mictlán llaman 
a sus más preciados hijos, algo cruje, lágrimas de ángeles desaparecidos 
en los arroyos volátiles de la derrota, lágrimas de demonios 
sin protección alguna y así, por gusto, el cóndor del capitalismo vuelve a alzar
el vuelo y mentes encadenadas terminan de diseñar la farsa 
que circulará en todos los periódicos y los noticieros al día siguiente.
Las fachadas van encarnado una oda sobrenatural de vecindades,
talleres mecánicos, laberintos de privadas, comidas corridas 
y edificios abandonados por fuera pero convertidos en templo
a la marginación y el exilio
–oscuros aposentos, gritos ahogados que llegan hasta la banqueta, 
niños que lloran con los dientes deshechos 
y perros harapientos reencontrando la creencia y el amor en la raza humana–,
fachadas entre las que busco su rostro y sus labios amados 
y termino golpeándome contra mi propio aullido de desesperación, 
tratando de encontrarla en el rojo de sus pupilas dilatadas 
o en el Delicados que fuma como Reina Misteriosa mientras yo,
Desnos moderno, caigo borracho con whisky corriente
impactando contra esta mitología social que cada día nos devora más y más.
Reflejos de una vertiginosa arquitectura que mira 
decenas de ambulancias rebanar el ojo de los purgatorios terrenales, 
parejas jóvenes dejándose llevar entre los matorrales y los faros desnudos 
de la Alameda: se aman sin reservas, sin fronteras, se encuentran en medio 
de la oscuridad como se hallan en el viento los suspiros y los temblores 
de rabia e impotencia –todo se conecta, ninfas por doquier 
que quizá añoren algo más al ser seleccionadas, 
un adolescente muere de sobredosis, tres decenas de disparos seguidos,
sirenas que sólo aparecen cuando no son necesarias, charcos de sangre 
que filmaría entusiasmado Tarantino, volutas de humo y miedo y fábricas 
y tiraderos de droga y baldíos atestados de toneladas de basura 
y vías de ferrocarril convertidas en ciudades-estrellas donde niñas hermosas 
duermen entre gatos vagabundos y ropajes sucios mirando esos pueblos distantes 

–y ahí, yo que me pierdo pensando en toda su belleza, su rostro, 
sus labios que jamás reposarán en los míos, su Reggae al caminar, 
su espíritu obrero, su Soul de chica banda 
y su mirada en las madrugadas interminables tras el ordenador, 
profunda, sonriente, melódica–
las ambulancias se van alejando poco a poco, 
en los tiraderos todos bailamos una Danza General a la Muerte 
y a lo lejos ráfagas ultravioletas, penumbras teñidas de faldas y tatuajes
y una madre soltera escucha clásicos de José José a todo volumen, 
desesperada, sin nada a que aferrarse. 






LIBÉLULAS Y GIRASOLES

a Ivana Bribiesca

Aquel instante en el que sólo tenía ojos para el dorado de tu cabello.
Para tu infinita sonrisa, tu mirada de témpanos ardientes 
y tu alcoba de películas animadas, humor en cada pensamiento
y libretos memorizados que florecen 
en el aire de un foro repleto de rostros y visiones desconocidas.
El instante locura de la ciudad tiñéndose de negro, 
de girasoles humanos masacrándose de espaldas a la medianoche
y de las escenografías y los vestuarios que flotan delirantes a tu alrededor 
y te acompañan en cada paso que das. 
El instante fantasma de los niños vagabundos que muerden diamantes 
tirados al filo de la banqueta. El de los obreros que regresan 
muertos de cansancio a casa, del furor y la cadencia en los rascacielos
y de los universitarios buscando frenéticos las puertas del bar más cercano.
El de la pobreza y el dolor de los poetas adolescentes que nadie conoce
ni puede imaginar borrachos en los vagones del metro,
recitando sus versos en plazas públicas o persiguiendo la Perla
tras el destello de las calles vacías y las autopistas libres.
El de un semáforo que provoca el caos de automovilistas y paseantes
danzando con la muerte. El de la violencia y la ternura que brillan en la oscuridad.
El instante rojo cristalino de los extraños con la mirada silenciosa. 
El instante azul cobalto escuchando todo lo que deja un atardecer al irse. 
El instante relámpago de tu piel seduciendo al sol y tu cuerpo 
asomando el rostro del Erotismo. El de besarnos bajo la noche,
acariciar tu cabello y desearte (si es que se puede) un poco más.
El de imaginarte recitando un fragmento del Principito o recordar lo hermosa
que lucías en aquella azotea en la que te conocí. 
El de las platicas, las risas y las conclusiones que parecen imposibles 
pero son infinitas en los puentes de lo desconocido. 
El de los bellos paisajes de tu inteligencia y el sarcasmo ininterrumpido. 
El de caminar contigo por Reforma conscientes de que no debería existir
esa estúpida necesidad de las clases sociales, abrazarte frente al Ángel
y sentir tus labios lentamente. El de los films ensangrentados
de los que jamás sabremos despertar ni desviar la mirada. 
El de verte tan sensual hablando de una película de Tarantino
o dando un discurso sobre las utopías 
que dejaron tiradas en el camino tus actores favoritos. 
En el que no quiero dejar de pensar en ti y aquel en el que te veo 
bebiendo Chai y sonriendo ante los cráneos de los rascacielos 
y los andenes del Suburbano palpitando debajo de nosotros. 

Aquel que aunque no regrese siempre perdurará en estas palabras, 
en el resplandor de tus ojos 
y en aquella libélula mordiendo tu espalda desnuda,
arrastrándose cariñosamente como quien busca encontrar un suspiro
pero termina hallando un grito, todo un oasis, 
un paraíso de canciones diluyéndose en el amanecer 
y revolvers impactándose tras el horizonte.




ENCONTRÉ MI SOMBRA TEMBLANDO

Lo sé, Mayo, lo sé… pero no me sueltes de la mano 
ni me arrebates el deseo de seguir resistiendo
aunque no haya razones para hacerlo.
No quites de mi vientre los nervios de una muchacha de jade
entregando a la vida sus danzas y gemidos.
No me arrebates la creencia en la locura y en el dolor.
No me abandones, no impidas que escupa auroras en la madrugada 
ni que cante mi ebriedad a todos los fuegos cardinales. 
No, no sepultes en tus noches de asedio
las ganas de mandar todo a la mierda 
y huir en trenes medievales sin desconocer ni la luz ni la oscuridad a mi alrededor, 
sin dejar de buscar el misterio de la Perla
y la certeza de que en lo desconocido 
pintaré como Modigliani a todas las mujeres a las que amé,
y le escribiré a mis camaradas igual de arruinados
sobre cómo nos dejaron, cómo abandonaron nuestro espíritu
y se instalaron por siempre en la memoria.




ANOTACIONES

LSD Murales de CU desintegrándose en explosiones de colores y sombras 
que caminan y te atraviesan y te iluminan brevemente Caminos bajo la bahía 
Estoy en mi infancia, en mi adolescencia, en mi juventud Mi vejez aparece por momentos Una muchacha que ríe y llora y sigue amando Una habitación 
a oscuras Un fósforo Una carretera Recuerdos de Huxley 
y las puertas de la percepción diluyen la silla de Van Gogh 
por todas las venas de mi pensamiento Las fachadas se alargan por momentos 
Los rostros se derriten y la lentitud de las hojas de los árboles te arrastra 
con la misma fuerza con la que ellas no paran de cantar o lanzar suspiros 
a la eternidad Rojo deslumbrante en cada pupila, en cada ojo de cada ego rompiéndose Luces indescriptibles Nos vamos alejando
Éste es el fin y el inicio y el hueco entre uno y otro donde tú y yo haremos lo posible 
por gritar Donde todo resplandece y se llena de cálidos aullidos tambores 
visiones ilimitadas momentos voces




PLEGARIA EN JUNIO

Ah, Junio, mírame directamente como las palomas al filo del edificio de 
enfrente miran la puerta de mi habitación abierta y le hablan a mi alma y desnudan mi cerebro –mírame asomar la cabeza y saludarlas con un gesto y pedirte que me regales más días de lluvia y frenesí del viento persiguiendo mi espalda, 
que me dejes volver a danzar en el asfalto húmedo, volver hallar consuelo de las pugnas y el abuso cotidiano que apuñalan el cielo con llantos y gemidos, de la mezquindad que lame lentamente la aurora de nuestra república y de las voces incomunicadas que son aplastadas sin mayor esfuerzo por el sistema, 
pedirte que me dejes olvidar por unos segundos la pesadumbre para el futuro y la ausencia del dinero que no me arrebata ni el ímpetu ni la felicidad, 
que me permitas soñar por unos instantes, tan sólo estoy aquí, apoyando la rebeldía y el coraje de mis hermanos brasileños tras la fachada de una copa de fútbol, 
siendo asfixiado y baleado junto a miles de turcos en el zócalo de Estambúl 
porque al dandy mayor del sistema le pareció más sencillo esto que abandonar sus terroríficas visiones del poder,
estoy aquí, aguantando la tortura y el dolor en cualquier cárcel del medio oriente, Israel arde, Palestina es un campo minado, Irak cubre el cielo de la tierra
con el sudor ensangrentado de sus hijos y el pánico de todas las madres
que no paran de rezarle a Alá por el regreso a casa de aquellos que aman,
estoy aquí, imaginando que las caídas recientes de las dictaduras impuestas
por el gobierno yanqui en el norte de África no conduzcan a otra proyección enfermiza y esquizofrénica del Imperialismo,
estoy aquí, como cualquier muchacho madrileño que marcha, lucha, llora, infla el pecho y espera amoroso a que termine el quiebre total y regresen las estrellas como únicas banderas,
estoy aquí, junto a todo los años y años de sangre, coches bomba, disparos, alucinaciones, destrozos y cuerpos mutilados que han dejado imborrables las sombras del IRA y el yugo de Su Majestad La Reina, 
estoy aquí, en la mirada profunda y en el desconsuelo de las muchachas griegas leyendo a Constantino Cavafis en la soledad de sus habitaciones, sin ganas de salir, sin quererse alejar de la voz del poeta, mirando con nostalgia todo lo que les rompió la Globalización al abandonarlos, 
aquí, cuando se van olvidando los sueldos míseros, el abuso, las lágrimas y la impotencia en las miles de miradas de vietnamitas y tailandeses que pasan inclinados desde que sale hasta que cae el sol, recogiendo grano por grano de arroz hasta dejar secas todas las plantaciones y los paisajes maravillosos que los gobernantes presumen cínicamente en las juntas mundiales y los congresos ridículos en pos del progreso internacional, junto a todos sus semejantes y la masturbación oxidada e intermitente de los medios masivos alentando a sus dueños,
aquí, cuando un buque cargado con toneladas de drogas alucinógenas cruza el estrecho de Gibraltar y el Sistema y los Amos del Mundo quieren hacerte creer que luchan contra ellos mismos y no son los que verdaderamente se embolsan las jugosas ganancias del tráfico ilegal financiado y controlado por ellos mismos 
–ellos, los Amos de la Guerra y la Opresión, los enemigos de la música de Dylan y no los traficantes espartanos en la línea de combate, no los millones y millones de adictos maravillosos que existimos alrededor del mundo, no la herencia y el aprendizaje y la sabiduría y la experimentación que tuvieron las culturas y los pueblos antiguos penetrando en esos ductos de comunicación tan profundos con el universo–,
estoy aquí, Junio, ladrando sin parar cuando la represión y la impunidad caen como estrellas condenadas y corren nítidas en las venas de la Infancia y la Madurez de todas las civilizaciones, 
cuando las luchas por el dinero y el control del mercado son las únicas armas y la irremediable lucidez que conoce la sociedad para seguir existiendo, 
cuando la obscena moralidad se aferra en terminar de nutrir los pocos resquicios artísticos y culturales de nuestras generaciones, 
cuando la crueldad de los Magnates se inserta violentamente en el iris de todos aquellos que no buscamos reposar bajo nubes de oro luego de aplastar a cuantos se nos crucen en frente o pretender ser dueños de alguien o algo más que no sean las vertiginosas hazañas de nuestras sombras andando por el mundo, 
cuando el Capitalismo arde y con esto arden las millones de carcajadas de los niños cósmicos que no conocerán un futuro mejor, arden las zonas industriales y arden los barrios obreros y arde toda Latinoamérica y arden los empleos dignos y las tierras lejanas cosechando la gracia de la Naturaleza y las riquezas que nuestro gobierno sodomiza brutalmente con las espinas de las monedas internacionales y sus intenciones de dominarlo absolutamente todo,
aquí, Junio, cuando México son unas elecciones fingidas, un presidente analfabeto, un Gobierno podrido que nos trata como imbéciles y un arsenal de vómitos, marchas, sangre, lágrimas, gases lacrimógenos, hambre, tortura, encarcelamientos y aullidos que rebotan frente al óxido y las guillotinas del Sistema, la Globalización, los Medios Masivos, la Religión saqueando y queriendo convertir a los inocentes y los funcionarios políticos que gastan en un escandaloso fin de semana lo que un padre de familia recibe en todo un año para cuidar de su mujer y sus tres hijos;
cuando miles de nuestras bahías doradas son vendidas (una vez más) a decenas de extranjeros y empresarios millonarios que no dejan de babear y mas-
turbarse rabiosos por la inexplicable excitación que les provoca incrementar sus millones,
cuando los encabezados amarillistas y la mediocre y nada creativa visión del mundo del espectáculo se enfilan cada vez más a la eternidad del horizonte azteca,
cuando nadie piensa que los herederos de Malverde y Félix Gallardo también son hijos de madres mexicanas y hermanos de jóvenes mexicanos, que también han sido heridos por el gobierno y la historia y también tienen que comer y seguir sobreviviendo y evolucionando y muriendo como todos nosotros 
–ellos que prefieren la Riqueza durante un minuto a la Pobreza durante toda la vida, que son condenados en la mirada reprobatoria de la sociedad y carne de cañón para la victoria inminente de la Política, los Detectives sumergiéndose sin salida en la náusea de la compra y venta de favores y los verdaderos asesinos desayunando tranquilos al día siguiente en salones pulcros, elegantes, internacionales y ejecutivos putrefactos hallando en la economía y el poder el brillo del bienestar, la felicidad, el confort, el sazón de la vida–,
estoy aquí, cuando apenas sobreviven más abandonados que siempre los Condenados a la horca en las mismas tierras que les robaron, tras el mismo campo que les fue destruido para edificar un supermercado y frente a las mismas mujeres que moldearon (más bellas que la luna misma) toda la Artesanía que se vende en los locales relucientes de la Capital –mientras los otros marginados, los del asfalto, se inmiscuyen como ángeles llenos de romance luchando contra la burla y las humillaciones de extranjeros, burgueses y hermanos de raza que inexplicablemente prefieren la ceguera al compañerismo–,
aquí, cuando tenemos la capacidad para ser libres a pesar de que a nuestras mentes las quiera moldear el condicionamiento, la infamia del militarismo, el alegato podrido de los discursos mediáticos y la incrédula falsedad y la gonorrea intelectual y sensitiva de los Poderes de la Federación y todos sus lacayos,
aquí, Junio, como Revueltas, Maples Arce, Cardenal, Roque Dalton, Pimentel, Juan Ramírez Ruiz y Mario Santiago también estuvieron, 
lanzando mi plegaria a todas las orillas desoladas del pensamiento y a cualquier razón y sentimiento que desee escucharla,
por y para todos los que en estos mismos segundos son alcanzados por la diestra de un francotirador yanqui en la frontera, 
los que exhalan por última vez luego de no haber comido durante días
y haber alucinado aún más real el Apocalipsis moderno, 
las que son humilladas, golpeadas, secuestradas, violadas, filmadas,
vendidas y embarcadas a la lejanía de otro cultura igual de cruel, otros ojos y otros sexos igual de míseros que las irán secando hasta que sean olvidadas y llegue el siguiente barco y la neurosis y el terror vuelvan a reiniciarse,
los y las desaparecidas que ya no son mencionados en ningún espacio público ni en ninguna conversación privada, 
los que son asesinados y colgados de puentes en las carreteras para mandar un mensaje o desintegrados velozmente en tanques llenos de ácido,
los que no tienen ni para comer tortillas o frijoles mientras miles de príncipes desquiciados extinguen las riquezas de sus últimas estafas en cocaína, apuestas, alcohol y mujeres,
los que son perseguidos injustamente por los temibles recorridos de la Federal y su manada de cerdos invocando a todas horas el miedo, los golpes, la dictadura,
los que son quebrados en el corazón de sus propios utopías y saben de la derrota pero aún así salen a pelear como furiosos hinchas en campo visitante,
todos los horizontes clandestinos que comienzan a formarse y los miles de guillotinados y descuartizados que desfilan de la oscuridad de las bodegas a los baldíos abandonados en la periferia,
los negocios que ahora mismo culminan otra larguísima jornada y los que apenas inician sus correrías por los ásperos y magnéticos arrecifes de la Criminalidad heredada y cosechada a través de nuestra inminente evolución,
las muecas desgastadas de los jóvenes entregados a la Fayuca, de los trabajadores de la Meche, la Central de Abastos, La Lagu, el Razo y todos los mercados que resplandecen incandescentemente durante una brevísima línea de fuego,
las uñas y los dedos crujientes de la Ponderada adicción y los cobertizos que se llenan de almas jóvenes y sueños en picada que todavía le exprimen fragmentos de magia al abismo,
los saxofones que entonan las canciones de trabajo y fiereza masacrándose en armonía,
las miradas en las que se dibujan las esperanzas roídas, el terror, las alegrías momentáneas, los pulsos para seguir en la verbena, 
las caricias, los besos, el amor, la locura, la esperanza en la que nos acurrucamos y por la que sobrevivo para que me rompas, Junio, para que me quiebres un poco más, me dediques las estrofas de aliento humano y no dejes de mirarme, aquí, a la intemperie, en cada partícula que se mueve, se arrastra, vuela 
y se forma en un cristal único, reluciente, necesario para el movimiento y la geometría caótica y perfecta de todo el Universo, 
estoy, Junio, y eso es más que suficiente, 
ya no espero nada de la vida, simplemente me asombro, creo en tu lluvia, me derrito en cada posibilidad, 
tus campanas me están volviendo un nómada, un gitano sin tierra, mis expectativas, mis deseos quedan en el viento, grito, aúllo 
–y tan sólo quiero que aullemos juntos





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