POETA, FUNDADOR DE LOS PAPELÍPOLAS & NOTABLE DRAMATURGO LATINOAMERICANO
GUSTAVO ANDRADE RIVERA
Gustavo Andrade Rivera (Neiva, 1921–Bogotá, 1974) fue un dramaturgo, poeta y cineasta colombiano, fundador de Los Papelípolas. Estudió filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana y desempeñó algunos cargos gubernamentales, entre ellos como secretario departamental del Huila. Asimismo, trabajó en el departamento de prensa del Ministerio de Agricultura y en la emisora Radio Horizontes. También escribió para periódicos de su país. Su obra fue galardonada en varias ocasiones y dejó un extenso acervo teatral, para el caso:
El hombre que vendía talento, Primera Mención de la Corporación Festival de Teatro 1959.
Historias para quitar el miedo 1960.
Remington 22, ganadora del Primer Premio de la Corporación Festival de Teatro en 1961.
El Camino, Primer Premio en el Festival de Arte de Cali en 1962.
El hijo de Cándido se quita la camisa (1962).
La hija protestante (1964).
El río de las tumbas (1963), guion cinematográfico dirigido por Julio Luzardo.
La Cantina de José Dolores (1964), película corta, producida por el Instituto Colombiano Agropecuario.
Y este Gustavo Andrade –Oscar Wilde del gracejo-
que para amar al Huila posee un catalejo
que insinúa del futuro la sonriente faz;
con apariencia, porte y verbo de turista,
que del amor sutil y lo serio equidista
y que del modernismo va pulsando el compás.
SONETO CON ILUMINACIÓN INTERIOR
La luz que en mis vigilias yo buscaba
como una luz casera de bujía;
la luz que a las estrellas preguntaba
sin darme cuenta de su lejanía;
la luz que a grito herido yo clamaba,
la luz que en las mañanas intuía,
la luz que con el día no encontraba
por más que entre su luz me sumergía,
no era en verdad la luz necesitaba,
ni la luz de verdad que yo quería.
Porque para mi vida iluminada,
La luz me sobra con tu compañía.
Bien te nombraron Luz, y así nombrada
tengo tu doble luz, mil veces mía.
PENA POR CLEMA CARRILLO
[Fragmento]
I
ESTRIBILLO APENADO
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Antes eras alegre, muy alegre,
la risa parecía tu destino:
por ella se encendían tus dos ojos
como si fueran dos faros amigos
que en la cala pequeña de tus cejas,
frente al puerto de tus labios tranquilos
iban guiando los barcos, las gaviotas,
las mareas y los besos perdidos;
por ella la menuda catedral
de tu frente prendía dos cirios
pascuales de tus ojos, y tu cara
lucía como una misa de domingo;
por ella, por tu risa, tus dos ojos
se iban al alegre trotecillo
de la blanca llanura de tus sienes
como dos Plateros recién nacidos.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no sea
la complicada sencillez del trino,
la savia subterránea donde cantan
las mieles acendradas de los vinos,
y el galope del viento en la llanura
y la voz marinera de los ríos.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no sea
el abono de fe que da el rocío.
en la fuerza vital de la semilla,
en la dorada juventud del trigo,
y en el tallo, que apenas si sostiene
la arquitectura elemental de un nido.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no sea
el mástil de tu sangre, el navío
de tus sueños, las grandes velas blancas
de tu cuerpo de canela y de lirio.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no sea
la bandera del sol, el día mismo,
que me viene con su paso de luz
por la rosa de todos los caminos,
y por el marco azul de mi ventana
se dora con las tapas de mis libros.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no ría
por tu cuerpo, en clara edad de grito,
en edad luminosa de cosecha,
en la edad de los suéteres ceñidos;
en la edad de la sangre por las venas,
y en la edad de las venas como anillos
de fuego, visibles bajo la piel
y palpables a través del vestido.
Tengo pena de ti, pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo.
Pena de que tu risa ya no sea
la loca alegría de los niños
que tienen un juguete, la alegría
del hallazgo del verso presentido;
la simple alegría de no quererte
porque basta el amor estar contigo.
Antes eras alegre, muy alegre,
la risa parecía tu destino.
Pero hoy estás triste, sin tu risa
y sin todas las cosas que he dicho,
y tengo pena, gran pena por ti,
niña de Bogotá, Clema Carrillo
SONETOS PATERNALES
I
El corazón me dijo su recado,
con su voz de campana clamorosa,
cuando roto el capullo disecado,
se abrían las alas de la mariposa.
El corazón que estaba enamorado
por encima de toda humana cosa,
cuando el rosal soñaba con la rosa.
El corazón, mi corazón izado vio
que la mariposa y que la rosa
-y porque así de la virtud conviene-
son el vivo retrato no olvidado
de la abuela, y el rostro de la esposa,
y me ordena llamarte Luz Irene.
II
María Marcela, a mi costado
para que mi costado la defina,
es el viento de agosto arcoisado
por la cometería vespertina.
María Marcela, a mi lado
con su cuerpo de gracia jabalina,
es el aire de agosto traspasado
por la saeta de la golondrina.
María Marcela, a mi derecha
-para la rogativa y la cosecha-
es agosto en la luz acuarelado
por el río, la luz y la colina;
y es agosto en el cielo de mi esquina,
y es el cielo en agosto madrugado.
III
Porque en tus ojos claros se veía
enero todo con su encantamiento,
y con toda la paz que yo pedía
para pacificar mi descontento;
porque para nombrarte yo quería
dos nombres de total acatamiento,
que cantaran a todos la alegría
que a otros vino con tu advenimiento;
porque casi te pierdo en mal momento,
y porque hubo milagro y hubo goce
cuando saliste de la noche al día;
para que sea mi agradecimiento
por Eugenio Pacelli –Pio XII-
así te han de saber: Eugenia Pía.
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